domingo, 9 de noviembre de 2014

LUCER


      Quise ver el afuera del jardín pero no pude. Hacía más de un año que los vidrios no recibían limpieza, parecían esmerilados con la impronta de las lluvias y sus gotas que eligieron instalarse unas sobre otras.
      Mis días transcurrían escribiendo o leyendo.
      Cuando miré la primavera todas las flores y los árboles se adivinaban. Los tules del abandono me despegaron del escritorio, mi madre se jactaba de no limpiar los vidrios hasta que no se pudiera mirar a través de ellos. Es genético pensé, fui a buscar el aerosol y lenta, pero segura, procedí hasta llegar a la transparencia absoluta. Seguí con otras ventanas de la casa, como un auto a 120 km por hora, quité las telas de araña, cambié sábanas, limpié el baño, la cocina y pasé la aspiradora. Ordené todo como loca fóbica. Me quedé sin nafta, el auto se detuvo, abrí la ducha y permanecí hasta que el agua no quiso saber más nada con salir caliente. El auto quedó K.O. me desplomé en la cama, envuelta en tohallas. Dormí el sueño de los ángeles. Cuando desperté, con el auto lleno de nafta, enfilé al escritorio, que generoso me murmuraba un cuento.

      Se trata de alguien que mira a su alrededor y no reconoce el orden. Pregunta quien fue el cerdo que asesinó las telas de araña, buenas tejedoras y dejó pasar toda la luz, olvidando la penumbra que da luz al pensamiento. Quise escribir, pero no pude.