jueves, 31 de marzo de 2022

GUARDA LA MOSCA

 

   El destino no importaba, la idea era viajar a dedo hacia el Norte. Usamos una brújula que brujuleaba sin errores.

   Nos llevaba un auto y a los diez minutos apareció una camioneta. Ésa portaba frutos moscosos, íbamos en la cabina. El conductor pidió que cerráramos bien las ventanas. Si llegaba a entrar una con vitalidad nos volvería locos. Y si estaba mormosa descansaría en algún borde molesto de la cara, orejas, o pestañas.

   —Yo estoy acostumbrado, las vitales las combato con el matafuegos y las mormosas las reviento con la mano donde se pongan.

   Yo tenía ganas de mear o ambas cosas, estábamos en el medio de algo parecido a un desierto. Le pedimos que nos dejara allí. La única construcción era un baño semiderruído, tenía techo, paredes y dos entradas que decían Damas y Caballeros.

   —¿Vas a tardar mucho, Negra?, te espero afuera, por ahí pasa alguno que nos lleve.

   Había una cortina de tiras negras, las atravesé en vuelo y debo haber meado dos litros y lo segundo también. Eran letrinas con mosaicos de dibujos arbitrarios, miré el techo cubierto de moscas, mi entrada las movilizó y comenzaron a rodearme. Algunas me decían cosas al oído, otras se posaron donde debía limpiarme. Pegué un grito desesperado, entró el Flaco corriendo.

   —Hay cortinas de moscas. ¿Qué hago?

   Me dio furia:

   —Espantalas.

   —No puedo, son millones, no me dejan.

   —¡¿Cómo no te dejan boludo?! Son moscas, espantalas con el sombrero.

   No me quiso asustar, pero habían formado una pared dura, como cemento armado. Y pobrecita yo encerrada, decía algo, pero  no le entendía. Las moscas me invadieron el interior de la boca. Salió de una nube de tierra un Lamborghini cuatro puertas y tocó bocina.

   Escuché poco, las mosconas me pusieron huevos en los oídos.

   —Dejá Flaco, yo tengo una maza.

   Le dio con todo, logré pasar por el agujero y me encerró en una bolsa de arpillera plástica. Tenía una fuerza descomunal, me tiró en la parte posterior y el flaco iba de copiloto.

   —Chicos, si me perdonan, abro todas las ventanillas, prendo el aire, le doy al acelerador a fondo, está lleno de moscas de letrina. Disculpá, flaca, pero el olor a mierda me asfixia.

   El aire y la velocidad disminuyó la población, estaban pero no jodían.

   Cuando el olor se hizo insostenible:

—¡Chicos! ─frenó de golpe─ por favor bajen, corran no sé, desaparezcan.

   El Flaco me sacó la bolsa y tuvimos que correr, largamos las mochilas porque nos seguían empecinadas con nuestros ojos, las piernas, los brazos, algunas parecían quedarse a vivir en cuanto orificio teníamos. Llegamos al Palmar de Entre Ríos, nos acostamos en el agua, quitamos las más insufribles, no se iban, eran anfibias las muy putas, salimos del agua corriendo y seguimos y seguimos. Nos dimos vuelta y vimos un tornado de moscas que se disponían a remontarnos.

miércoles, 30 de marzo de 2022

IN MEMORIAM

 

          Los meñiques reemplazaron a las personas. Todo empezó con las ruedas que suplieron las piernas. Los estómagos tomaron idénticas dimensiones que el tórax.

La ingesta cervezochatarra se ocupó de esta transformación. El exceso de hacer, decir, pensar e imaginar todo lo que la tecnolodeformación irradiaba por pantallas, auriculares y demás implementos antihumanos, produjo la enanización neuronal y su reducción al punto que la punta de un meñique encerraba los aparatos intelectuales de los individuos.

La meñiquización fue un fenómeno que nos dejó globvandalizados, tanto los triste ferros como los lavaedros brotaron como el musguito en las canteras. Las salivaderas bancarias volvieron a su función original, escupir. Salivar, para el lector fino o esputar, para el lector cafisho.

Otro fenómeno que produjo la meñiquización fue el cierre de esfínteres colectivo. La libido se redujo al olvido, al igual que la necesidad del alimento y su deposición posterior. Cerraron escuelas, universidades, fábricas, lugares deportivos, bares restaurantes, privaditos, aeropuertos, terminales, hospitales y todo tipo de socialización meñicosa. Quedaron las estructuras, entre ellas las centrales nucleares. No faltó un meñique descerebrado que apretó el botón. El resto del Universo lo festejó. Hubo una mesa de negociación interplanetaria, donde concluyeron que el espacio que dejara la tierra, quedara libre para fijar en la memoria de los otros universos, lo que no debe hacer un planeta.

martes, 29 de marzo de 2022

ELLA

 

   Salgo muerto, quiero esa mesa, un café con una medialuna. Si está ocupada la espero, no importa cuánto.

   O ésa o nada. Hay un balcón en un edificio antiguo, justo enfrente y una vieja de pelo entrecano, tiene una vincha de plástico rosa chicle, un batón azul mareado, un brazo laxo y otro descansando en la balaustrada. Los ojos son grandes, acá es lejos y los veo grandes. Si le da el sol y es invierno los entorna como los gatos.

   Se me enfría el café, ejerce una hipnosis, está conforme, con un rictus joven en la boca, ese rayo que la enceguece y ella que lo disfruta.

   Al balcón le faltan pedazos, me da vértigo. Cuando descubre que la espío se asoma más y frunce los ojos con intriga. Ella es una mujer pobre y la pieza debe pertenecer al edificio hecho conventillo. Ella debe estar enferma y el médico le aconsejó tomar sol. No puedo dejar de ir, de lunes a viernes, aunque salga muerto.

   El café siempre lo dejo, igual, me hace mal. Cuando miro el balcón y la mujer olvida el mundo con los ojos entornados y la sonrisa escondida, a mí se me van las ganas de comer la medialuna. Hace diez años, el mozo me conoce, ni pregunta, me ve y trae un café y una medialuna. Es un mozo sin asombro, anónimo, sigiloso y prudente.

   Yo sé quién es ella, no voy a cruzar ni tocar el timbre.

   La quiero así en mi memoria y en los días que le queden. El ángulo del sol, la mesa, el café y la medialuna son el viaje para estar un rato con ella, que no sabe quién soy. Fui criado por mi tía Pilar, antes de morir, entre delirios hablados, me apretaba las manos y relataba de su hermana que fugó y del hijo que le dejó, contó detalles. Echó tanta luz sobre lo negro, casi me ciega.

   Ahora yo también soy viejo.

   ¿Qué me puede decir? ¿Qué le puedo decir?

lunes, 28 de marzo de 2022

PIANÍSIMO

 

   Hacía tiempo que no veía un fósforo de madera. Él se ofreció con su encendedor. Yo prefería más los fósforos, son tibios y naturales.

   ─Señorita, ¿quiere fuego o no? La miro, le hace falta un cigarrillo.

   ¿Por qué a mis congéneres les asombra que pida fósforos y nunca fume? Si no ven la asociación inmediata, te denostan, piensan que estás loca, olvidan sus adentros, los tapan, los pisan y fuman.

   Él me reconoció caminando:

   ─Es una suerte encontrarnos, tengo un obsequio para usted.

   Me emocionó su generosidad. Le dije gracias y llevé el fósforo al bolsillo izquierdo. Lo apretaba despacio, temí que se rompiera.

   Es el tacto más…más…más placentero.

domingo, 27 de marzo de 2022

ENCUENTRO

 

   Después de la compra al super, cargó el baúl. Apoyó la billetera en el capot. Como todos los viernes se inundaba de motos emitiendo sonidos de decibeles altos.

   Como de la nada dobló una Harley Davidson, el conductor portaba casco negro, equipo negro de cuero de víbora. La luz roja no le impidió rayar el auto de la mujer a todo lo largo. Le robó la billetera del capot. Huyendo con rojo lo atropelló un auto.

   Quedó tendido en el asfalto, se juntó tanta gente observando la sangre que lo rodeaba. Era un chico joven.

   ─Es una lástima ─dijo alguien.

   La mujer se preocupó por encontrar su billetera. Estaba junto al cordón de la vereda, la billetera de él también. Se llevó las dos. Al día siguiente fue al Mecánico. Él mismo se encargó de reparar el rayón del auto. No le costó nada, porque en la billetera robada había un montón de dinero. Cuando arrancó portaba una sonrisa triunfal.

   A la semana se presentó el joven, parecía un patchwork, heridas múltiples.

   ─Si usted me compra una moto igual a la que se rompió, no haré ninguna clase de denuncia.

   La mujer se asustó y le regaló la Harley de su hijo. El joven había hecho la denuncia sin avisarle, lo salvó el Comisario que era su padre.

sábado, 26 de marzo de 2022

LA VENTANA

 

   La ceremonia se completa con la lectura del diario. Pero hoy no, por fin no. Prendí el particular, que ahora viene vacío para estar acorde con este tiempo. Miro pasar gente. La ventana esmerilada de mugre, una mosca enamorada de mi taza vacía, me deposita en las cucarachas, pegadas a las orejas de los que vienen y van. No escucho qué dicen, debe ser aburrido. Por las caras iguales. Alguna risa, alguna discusión, negocios, un amante, un hijo, mandados, consultas o “cuánto hacía”. La maté con el encendedor, estaba boba, fue fácil…   Quedo sólo, un chico pasa detergente y secador a mi ventana. Se ve mejor. Van y vienen como hormigas, con sus cucarachas adheridas, vida de insectos. Los conductores con una mano en el volante y la otra en la cucaracha, taras irresponsables del hombre de hoy. La parada del micro enfrente. Un pobre disfrazado de todavía puedo y otro de ya no puedo más. El armatoste humo negro los lleva, casi atropella una viejita encorvada. Pero no. A lo mejor le hacía un favor. No creo que ella piense lo mismo. Alcanza la vereda, tiene un ángel que le pide que siga.

   Me dan ganas de matarlos a todos por mentir sus soledades, por ese odio encubierto que tienen hasta los chicos. Mejor me mato yo, menos laburo. Lo pensé muchas veces. Cuando era joven más.

   Entre tanta nada en el desfile aparece Alberto y sus rulos. Se sienta, antes me saluda, se ríe, siempre se ríe. Me hace bien. No hablamos de la realidad. No interesa. Le digo que anoche subí uno, regular. Él no vio nada. Fue tarde, cinco de la mañana. Elogio su excelente poesía del martes, un comentario. Me da risa su risa, nos reímos juntos. Él es diferente, yo también. Será por eso, no usamos cucarachas. Usamos internet, un insecto más grande.

   Se sumaron otros, escribimos cuentos o poesías, somos cuatro, como dijo hace treinta años mi psi de La Plata:

   —Y viste como es ahora…uno para dos, tres para uno… agoniza la lectura. Mucha cocaína, pocas neuronas vivas.

viernes, 25 de marzo de 2022

ALIAS

 

   Mis dos hijos van a venir, soy el padre, me ocupé de ellos. Les pasaba para que no les falte, la atorrante de mi mujer sabía, pero nunca dijo nada. El trabajo me lo consiguió un taura, que era su amante. Fui un gil con suerte. Hacía los traslados de los centros de La Plata.

   Me tuvieron confianza y me ascendieron, llegué a comandar grupos de tareas de primera línea. Decían que cualquier complicación había que consultar al Ruso. Ese era mi nombre en el trabajo, el Ruso. Nunca le hice asco a nada. Nadie dejó de cantar conmigo. Yo me la creí y aceptaba el miedo ajeno como condecoraciones. No sé cuántos fueron, pero me dejaban de cama. Prefería jóvenes, los viejos no resistían nada. Después de siete años me jubilé. Había buchones y tuve miedo.

   Vivía en La Pampa, andaba hecho un maricón, lloraba en los atardeceres. Allí también era el Ruso, pero distinto. Vinieron dos tipos atildados en un auto moderno, que manejaba un chofer con cara de guarda el hilo. Uno bajó y preguntó si yo era Pedro Rudenko. Me quedé frío, parecía que preguntaban por otro tipo y como un boludo dije que sí. Era un nombre viejo, me pareció ajeno.

    Bueno, fui con ellos, me hicieron un juicio con acusaciones que yo ni recordaba. Y a cada rato decían:

   —Pedro Rudenko, alias el Ruso.

   En un momento miré, a ver si estaban mis hijos. Pero no, ninguno de los dos.

jueves, 24 de marzo de 2022

DE FUERA A FUERA

 

   Las personas dejaron de escuchar música, corría el 2075. Sucedía igual que con las caminatas. Tan contradictoria la medicina, ahora se recomendaba la vida sedentaria, para que el corazón no trabajara demás. Me dolían las piernas y el torrente sanguíneo lo sentía como salsa bechamel. Los movimientos se atortugaron.

   Se expandieron bosques y caminos ayuyados. Una mañana de Octubre decidí mi primer caminata luego de añares. Las casas parecían abandonadas, se escuchaban escobitas aisladas. En un chalet de persianas entornadas, con olor a romero, aromo, retamas, vi entrar una persona joven con un violoncello en su enorme estuche. Abrió las puertas de latón oxidado y dentro había sol, plantas aromáticas, carecía de techos y paredes, al fondo asomaba una pérgola de glicinas, con un banco de troncos y un atril de ramas secas. El frente del viejo chalet cumplía la función de entrar de fuera a fuera.

   —Buenos días ─dijo el chico mientras con una enorme llave abría las puertas para luego cerrarlas.

  Seguí caminando y me detuvo una melodía de las Seis Suites de Bach, parecía Yo Yo Ma ejecutando. Provenía de las persianas entornadas, me senté en una hamaca de enredaderas, tocaba como aquel ángel chino, Yo Yo Ma no podía ser porque tendría unos 120 años, y el ejecutante era muy chico. Se me hizo costumbre pasar todos los días, cada día una Suite diferente, todas idénticas a Yo Yo Ma.

   Llegó más tarde que de costumbre.  

   —Buenos Días ─dijo el chico.

   Cuando cerró las puertas, se abrió el estuche y cayó el violoncello, carecía de cuerdas y el arco era una aguja, de madera, de tejer. Sin más entornó las ventanas y arremetió con la Suite nro 6 de Bach. Pudo la curiosidad más que mi prudencia, el atril tenía hojas amarillentas de diarios, reemplazando partituras. El encordado del cello era de hilo sisal. La música provenía de un disco de vinilo en un equipo cuidado con obsesión. El joven tocaba con el pelo en movimiento, siguiendo cada nota.

   —Señora, veo fascinación cuando escucha mi música, ¿tendría Ud a bien dar vuelta mis partituras?  No puedo equivocar una sola nota, mucho menos teniendo una fiel oyente de mis conciertos.

   —Para mí sería un honor.

   —Merci madame.

miércoles, 23 de marzo de 2022

OLVIDATE

 

   Lo de la escuela pública fue idea de tu abuela, ahora, esto de invitar a tu cumpleaños a la hija de la portera y a los chicos de esa escuela, no corresponde. Por eso quería que fueras a “Jesús de las piedras”, ni tu padre me escuchó. Tenés que socializar con chicos educados, hijos de profesionales, gente bien vestida y bien hablada. Hija, tenés que entender que tienen olor a milanesa, muchos no usan desodorante. No puedo permitirlo.

   La niña lloraba tanto que la vieja la mandó a su cuarto y le cerró la puerta. La niña echó llave por dentro. Total, para qué le festejan su cumpleaños con hijos de amigos de los grandes. Casi todas chicas tontas, que encima  regalan cosas aburridas como una camiseta blanca y un suéter que pica. Jugar a las estatuas y al gallito ciego.

   A mí me hacen feliz los chicos y las chicas de la escuela. Sobre todo los chicos audaces que caminan la cornisa, le ponen dulce de leche al mástil. Además me invitan, las chicas no, porque son sedentarias. Los varones me enseñaron a trepar árboles más altos que la escuela. El otro día llevaron un Marlboro al patio y me invitaron a fumar con ellos. Las chicas se reían, secreteaban, pura envidia.

   A mí los varones me gustan hasta para besarlos que, desde ya, es un asco.

martes, 22 de marzo de 2022

HACER LO DEBIDO

 

—Mire Sartrita, ya van como veinte sesiones dedicadas a su hijito. De usted, quiero que me hable, qué quiere de la vida, cuáles son sus deseos, qué le gustaría hacer…

   —Ante todo, Dr Embroyo, mi nombre es Sarita, no Sartrita.

   —Por favor, sepa disculpar, se me produjo una mezcla entre su nombre y Sartre.

   —¿Qué tiene que ver Sartre conmigo?

   —No sé, me acuerdo que escribió La náusea y usted, a veces, me da… Bueno mija quiero ayudarla.

   —Yo de la vida quiero que mi hijo me quiera y más ahora que tiene un buen puesto, es asesor de la estúpida, perdón Embroyo, fue un fallido, de la Presidrenta quise decir, deseo que me consiga veinte jubilaciones de privilegio. Me gustaría un viaje por el Egeo, haría lo que fuera por él, si quiere que porte heroína, yo me prendo.

   —Cálmese Sartrita, bueno Sarita. Seguimos en lo mismo, su vida empieza y termina en su hijo.

   —Se equivoca, Embroyo, yo quiero mis jubilaciones y viajar al Egeo, con heroína si es posible. No hablo de mi hijo, hablo de mí.

   —Bien, bueno, bueno, pero no podrá negar que la proveniencia de lo que pide atañe a su hijo.

   —Parí un monstruo, Embroyo, no me llama, si llamo yo hace decir que no está. De todo lo que afana, perdón un lapsus, de todo lo que afanosamente gana, que es un montón, se lo aseguro, no me da nada. ¿Entiende lo que le digo, Embroyo?

   —Mi querida, la entiendo, hay cientos de personas en su situación. Pero debe usted ser algo objetiva, su hijo es un hombre y lamento ser yo el portador de esta conclusión, que debiera haber sacado usted misma. Lo que usted parió Sarita, es un corrupto que merece su desprecio. Si usted tiene valores morales y éticos, no se puede exponer a perderse en pasillos degenerados.

   —Usted está atrasado de noticias, ética, moral, son valores que no cotizan, no existen. Yo quiero guita, no me interesa si es robada, prestada o alquilada, quiero plata. Viajar y vender la droga más cara del mundo. La que paguen más. Y si estoy aquí soportando un psi, que hasta se parece a mi tío sacerdote, me voy y chau.

   —Estamos de acuerdo, váyase. Pero pronto, antes que le vomite encima. Si logra comunicarse con el delincuente de su hijo, dígale que me pague las veintiún sesiones que la atendí gratis. Dígale que si no lo hace, le voy a mandar un morocho, paciente mío, hábil en estas lides.

lunes, 21 de marzo de 2022

SOLEDAD CONECTADA

 

   Establecía conversaciones con los muebles, el lavarropas, la secadora, las ventanas. Mirando al sur descansaba de protestar, elogiar, contarle cosas íntimas al retrato de sus Padres.

   —Buenos días, voy a meter la ropa en el lavarropas, espero que no me traiciones con las manchas perennes y sonidos que se escuchan anunciando que tengo que comprar otro.

   Ese día salió la ropa impecable, el lavarropas le contestó:

   —No vas a comprar otro porque para eso estoy yo. Usted es muy torpe conmigo, me enchufa y desenchufa como si estuviera haciendo puchero.

  Ella no sabía si entendió lo que le decía, tenían un idioma desconocido. Se comunicaban a cada rato. La estufa eléctrica ni siquiera funcionó. La cruzó enfrente:

   —Alguien te va a llevar.

   —Qué mal agradecida que es usted, hice lo que pude, me parece que usted misma apretaba los botoncitos de uno en uno, al final nada. ¿Quién me va a llevar?

   —Es cierto, soy torpe, tropecé con la aspiradora que rodó por la escalera de entrada. Me transformé en mala. Le grité de todo y estaba tan furiosa que fui a buscar los guantes de box de mi hijo, la cagué a trompadas.

   Salieron los vecinos que llamaron a la policía. El interrogatorio fue extenso, mientras ella le hablaba a la compu que tenían sobre la mesa:

   —Desde acá estoy muy bien, me siento protegida.

   Se acercó un funcionario militar, le hizo otro tipo de preguntas. Ella le contestaba a los botones dorados:

   —Qué suerte que los arrancaste, los milicos no me gustaban.

   Finalmente llamaron a una ambulancia mientras ella le hablaba a los picaportes, a las rejas, a la luneta trasera.

domingo, 20 de marzo de 2022

COCINA BIEN

 

   Federico era sonámbulo, no había que despertarlo. De noche recorría toda la casa. Para los Padres, Federico se hacía invisible. Si no tenían que vigilarlo.   

   Todas las noches hacían turnos. Él usó su tiempo, entró a la habitación de sus Padres y le llamó la atención el acolchado que se movía. Vio un bulto encimado que aceleraba cada vez más. Después quedaron paralizados.

   El episodio le dio asquito. Su Madre cocinó los tallarines de todos los domingos.

   ─Mami, ¿puedo hacer la salsa yo? Lo aprendí mirando a la Abuela. Si aceptás mi salsa, te voy a querer más.

   ─Sos muy chico…pero probemos.

   Él se puso atrabajar con delantal y gorro de Cocinero. Cuando los tallarines estuvieron servidos, la Madre pidió que trajera la salsa. Él estaba encerrado en la cocina y orinó dentro de la salsera, le agregó orégano para disimular. Tras el primer bocado, todos fruncieron la cara, nadie lo imaginó, pero Fede les contó que había orinado en la salsera. No le dieron los tiempos para llegar a la poceta.

   ─¿Vieron qué rico quedó?      

sábado, 19 de marzo de 2022

LA PÁGINA EN BLANCO

 

   Estoy deprimida. Qué historia escribir con una birome sin ganas. Sentir que el papel te expulsa las ideas. La astenia te sienta y te olvida. Por ahora renuncio, para no contagiar a nadie. Pregunto a otros si esto pasará. Ellos, a veces, saben más cosas de uno, que uno. No contestan.

   Con la ducha matutina pretendo levantar el día, sucede al revés, el día me cae encima.  Trato de sostener para no asfixiar el intento.

   El cuerpo se junta como un libro cerrado. No encuentro palabras y menos a oscuras. Pido auxilio en idiomas raros que nadie entiende. La depre, si está cómoda, se queda y una no está en condiciones para echarla así no más.  Si el libro se abre, la depre huye. Somos amigas de chicas. Eso me preocupa, nos estamos viendo seguido.

   ¿Entendés que lo nuestro terminó hace rato?¿O te creés que estar así, triste solitaria y terminal es pasarlo bomba? Quiero que me dejes en paz, andate y buscate a alguien que no te conozca. Toda la vida juntas es demasiado, a partir de esta vida, vos, no existís.

   Eso lo puedo aseverar, no existís.

   ¿No existís? ¿no?

viernes, 18 de marzo de 2022

VACACIONES/63

 

   Queridos Hijos: Recién volvíamos de la Isla, su madre parecía una aguaviva incrustada en la cara. Roja que no se podía ni rozar porque gritaba, ella jamás levantaba la voz. Igual fuimos muy felices en aquel bello y agreste lugar. Había tantas mujeres que uno no sabía por dónde empezar a mirar. Vuestra madre quería regresar a casa, decía que extrañaba y le parecía un infierno estar en este lugar, con todo lo que tenía que lavar y limpiar. La sacudía pensando que tenía pesadillas.

   Me pidió un vaso de agua o que la tapara con una sábana. Decía que el mar tiene sonido de arrebatar y que los negros cuando caminan, dejan una brisa con mal olor. Hice lo posible para que se divierta, le preparé la Cama Turca, le regalé serpientes de chasco. Se enojaba mal, llevó mi valija al medio del mar y ahí se rió mucho, diría demasiado. Pedí una torta por su Cumple y me la incrustó en la cara, igual que en las películas, pero con las velas encendidas. Las heridas de mi cara son quemaduras de tercer grado. Antes del último día dijo, con aire distraído: “Dale, vamos a sentarnos aquí.”

    Y yo, inocente, sin ver que era una parrilla prendida, me senté. Mis testículos (perdón hijos por contarles algo tan privado) quedaron reducidos a dos huevos fritos. Yo dejé de ser yo, la invité a un happy hour. Tomé un tenedor, me puse de pie como para hacerle un mimo cercano. Creo que mi tenedor lo clavé tantas veces, que murió de ensartes. Les aclaro que vuestra finada madre los odió siempre. Estoy encerrado en una cárcel, acá dicen que por 500.000 Euros, soy libre. ¿Podrán Uds encontrarse con esa cifra? Un abrazo para todos, quiero que vengan pronto para darles el pésame.                                             

jueves, 17 de marzo de 2022

TSUNAMI

 

   Las olas arremetían contra su cabaña palafita, construida por él mismo. Primero temblaron las columnas de madera. Flotó la cabaña después de arrancar puertas y ventanas.

   Él estaba a cierta distancia, volvía de hacer la compra y encontró el mar calma chicha. Pudo rescatar su escritorio, la mesa, dos sillas de caña y cientos de libros mojados que arrastró en una red hasta los de Nilda, que tenía secadores porque era peluquera. Secó hoja por hoja cien libros, los demás los dio por perdidos. Cuando llegó a la playa donde había una pérgola, encontró todos sus escritos, estaban secos, era su último libro que constaba de 180 páginas. Juntó hasta la página 180.

   Le pidió prestado el jeep a Nilda, la Peluquera. Llegó a la imprenta algo tarde. Entregó el borrador de su libro. Dijo el Editor:

   —Vos sabés que ahora que lo leí, no me gustó para nada. Pero no te desalientes, empezá a escribir otro.

   El escritor lo miró y pensó: este se cree que algo que me llevó cuatro años se lo entregue en seis meses.

   —Tenés talento, escribís muy bien. Para enganchar un lector, hay que tirar un anzuelo que lo amarre y no pueda pensar en otra cosa. Ellos al terminar te van a comer crudo. Tus finales les van a quitar las ganas de creer que todavía existe la lectura.

    El Escritor le contestó:

    —Escribo porque me gusta, no para satisfacer a un lector, ni esperar ningún dinero a cambio de lo que hago. Usted es un Editor que no entiende de estas cosas, no me voy a molestar en explicarle nada.

   Pero una pequeña venganza, no le hace mal a nadie. Durante una reunión de Editores consagrados, dando esas conferencias que hacen bostezar, lo descubrió sentado entre dos damas, estaba con la boca abierta. Le ensartó el anzuelo en el paladar, tenía la caña, la tanza y el anzuelo, que el pelotudo del Editor se lo tragó.

miércoles, 16 de marzo de 2022

BESO

 

   La consigna de las mujeres dependía de un cafisho. Ellas entregaban todo, menos la boca, una manera de preservar algo del cuerpo.

   Tenían pseudónimos, los nombres verdaderos estaban en los documentos, que el cafisho guardaba para que no se fuera ninguna. Una mujer joven, no muy hermosa, se llamaba Feli. Tampoco era armoniosa su presencia cuando trabajaba. Pero lo hacía tan bien que muchos clientes estaban satisfechos. De las mujeres, Feli se cotizaba, se enriqueció allá y enriqueció al cafisho que no tenía ningún nombre, para su seguridad.

   Él estaba perdido por ella, hasta le respetaba la boca, todas las noches que se encontraban.

   —Hubo cosas feas y jodidas en mi vida, desde chica pasé de mano en mano. Ahora quiero tener mi propio bulín. Para eso necesito mis documentos que el cafisho se niega a de devolver.

   Dijo Martirio:

   —Si nos das trabajo en tu negocio, nosotras le vamos a robar todos nuestros documentos.

   Nos escapamos una mañana temprana. Llegamos al bulín cuya casa tenía una cierta nobleza. Vinieron muchos clientes que conocía de antes y otros nuevos, farabutes y conchetos que pagaban en dólares y no esperaban el vuelto.

   Feli era la Madama de aquel lugar. Por respeto nunca la convocaron, logró tener una postura digna y distinguida. El cafisho apareció solo, estaba quebrado y pidió acostarse con ella. Feli lo aceptó de inmediato: “Estoy conmovido ¿y si nos juntamos?” Ella se colgó de su cuello y le contestó un: “¡Sííí!, hasta te voy a permitir que me des un beso en la boca.”

martes, 15 de marzo de 2022

¿LLEGARÁ?

 

   El Día del Padre, supusimos que vendría. Hacía trece años que no lo veíamos. Lo llamamos por teléfono y lo invitamos para que viniera. Dijo que sí, atendió él, no la bruja de su mujer. Teníamos todo listo, preparamos la comida que antes fue su predilecta.

   Lo esperamos hasta las 2 de la mañana. Pero no vino. Nos mandó un mail que decía: “Estuve complicado, ¿por qué no se vienen para acá?”

    Fue tácito, no le contestamos nada. Dimos vuelta su retrato de joven, ninguna quiso comer. Nos fuimos a pasear al jardín, las cuatro del brazo. Encontramos el árbol que había plantado mi Padre. Hacía frío, nos refugiamos en distintos lugares del árbol. Era un ombú calentito, nos hizo dormir con él. En cada rincón del ombú, estaban gubiados nuestros nombres.

   Cayó una neblina espesa que no nos dejaba descubrir dónde estaba el camino a casa. Vimos un hombre que parecía acercarse o alejarse, dubitaba y eligió acercarse. Las chicas nos juntamos formando una barrera.

   —Sabemos que sos Papá, quedate donde estás.

   Él no hizo caso y ahí estaba. En su vida se había producido algo insólito, estúpido, pero extraordinariamente hermoso y agradable.

lunes, 14 de marzo de 2022

NO ES LO QUE PARECE

 

   —Leonor, vos que sos Decoradora, ¿no te pareció un horror el jarrón que puso Dora sobre la mesa ratona?

   —¿No me digas que tiene una mesa ratona? Ni cuando se usaban fueron lindas. Pobre Robert, haberse casado con una mujer que tenga tan mal gusto.

   Maca, sentada en un rincón dijo:

   —Ché, basta, encima que nos invita, no es correcto criticar a una persona porque les parezca ordinaria. Tiene una paciencia y un corazón más grande que su mal gusto. Después de todo, Robert no es ningún santo. Una vez, estando tan borracha que no podía caminar, él mismo me llevó a casa y fue sacando mi ropa y después me puso el camisón. Me extrañó, porque no encontré mi calzón. No había pasado nada entre nosotros.

   Al día siguiente llamó Dora:

   —¿ Sabés qué encontré en el bolsillo de Robert?, tu calzón negro.

   Me quedé pensando.

   —Mirá, Dora, yo estaba desmayada no sé bien lo que pasó. Tal vez se llevó el calzón de recuerdo, en diferentes ocasiones logró batir el record de calzones afanados.

   —Entonces quiere decir que se acostó con todas mis amigas.

   —Sí, debió ser así, pero conmigo no. Conmigo es distinto, porque somos amantes desde hace quince años. Un alivio para vos, una alegría para mí. Lo único que te pido, es que me devuelvas mi calzón, es mi preferido.

domingo, 13 de marzo de 2022

JOSÉ FELIPE

 

   Mi padre poco hablaba del abuelo y cuando lo hacía era en algún puerto, mirando barcos y diciendo que navegar el Río de La Plata, hacía muy feliz a su padre. Mi madre, aseguraba que su suegro, era lo mejor y más bueno, de la familia de papá. Y cuando el abuelo partió, vió llorar por primera vez a un hombre, mi padre. Esa fue toda la información oral, que obtuve sobre el abuelo.

   En su escritorio, donde los libros forraban las paredes, de piso a techo y de lado a lado, menos la ventana y la puerta, un sillón cómodo y mullido, servía para esconderme de la siesta obligada y leer, casi sin entender, lo que mi abuelo leyó. Recuerdo un libro de filosofía, de un tal Schopenhauer, mi abuelo tenía subrayado “…las mujeres son como las vacas, sólo sirven para dar leche…”

   Yo quería saber porqué alguien considerado un excepcional, era rodeado de tanto silencio. Quise saber quién era y porqué lo que leía él, era triste, las fotos que tomaba tenían melancolía. Mi padre y su hermano, siempre con trajes marineros, en barcos varados, a veces aparece una sombra larga, en las fotos. Es mi abuelo. Todas tenían su sombra. Estaba quebrado económicamente y deprimido para siempre.

   Los días del abuelo José Felipe, eran un culto a la depresión permanente. Y empiezan las preguntas sin respuesta ¿Quería a mi abuela? ¿Por qué, viajaba tanto? ¿Quiénes eran los amigos, que  reían tanto y él no, en la cubierta del Vapor de La Carrera? ¿Por qué discutió con mi padre el día anterior?

   Tuve testigos vivos, que no contaron. Y me armé un collage con lo que pude. Los testigos murieron y me dejaron hilachas de José Felipe. Me da bronca cuando se formula que la depresión no es genética. Todos los descendientes, fuimos maníaco-depresivos, por tres generaciones. En esta última caterva de familia, nos salvan el psicoanálisis y los chalecos químicos.

   Tres suicidios por generación.

   ¿No es mucho?

sábado, 12 de marzo de 2022

EL CANDELABRO SOLO

 

   La selva amazónica es el lugar ideal para escribir. Maru, su mujer, lo acompañó. En medio de tanta planta, en la tierra, en el cielo, horizontes de más árboles. Pedro pensó que su dulce y leal Maru iba a asustarse de todo.

   Tenía una casa vieja, de madera restaurada, cerca de riachos. Había dos mujeres que ayudaban en todo. Maru no tenía que cocinar, una actividad que le gustaba. Tuvo que apartarse porque ambas mujeres se pusieron celosas. La cocina les pertenecía.

   El Doctor Manolo Uranga, era un investigador de plantas, tenía un laboratorio donde hacía sus experimentos. De día trabajaba en sus temas, de noche escribía.

   Maru casi no salía desde que las dos mujeres le pusieron una culebra bajo la almohada. Ella le contó a Pedro lo sucedido.

   El Doctor Uranga las puso de patitas en la selva. A cambio encontró dos indios de una tribu lejana para reemplazar el trabajo de las mujeres anteriores. Maru se sintió protegida, ya no estaba sola adentro de la casa. Además aquellos hombres le dejaron la cocina por su cuenta.

   Maru preparaba comidas exquisitas mientras uno de los hombres tendía la mesa larga con un candelabro al medio y la mejor vajilla que tenían.

   Esperaba a Pedro con ansiedad. Volvió tan tarde que encontró a su mujer acodada sobre la mesa y dormida. Tenía puesto su vestido más lujoso.

   ─¡Maru, despertate! Vamos a comer juntos esta vez, te voy a contar los descubrimientos que hice.

   Ella logró levantarse de la silla y corrió a darle un abrazo.

   ─¿Qué haces con esa ropa en el medio de la selva? Me parece algo ridículo. A mí me gustás cuando tenés el piyama puesto y bien dispuesto.

   ─Me voy a descansar, no me siento bien, he tomado el vino que íbamos a compartir. Mi vestido es ridículo, tenés razón, pero tus ausencias son imperdonables.

   ─Tenés que comprender, estoy escribiendo un libro, es algo serio que me lleva más tiempo del que pensaba. Hay dos hombres en esta casa, que pueden comer con vos, ¿te resultaría denigrante? No quiero que discrimines.

   Se hicieron muy amigos los tres. Contaban cosas de sus vidas, le enseñaron a tirar con cerbatana y con arco y flechas venenosas.

   Las noches, donde la soledad la agobiaba, llamaba a uno de los hombres y se pegaba un revolcón. Lo necesitaba, ahora sus ojos tenían luces nuevas. También probó con el otro. Después con los dos juntos.  

   Una noche Pedro llegó temprano y los descubrió. Insultó a los tres.

   ─Y vos, Maru, te vas a hacer ver la cabeza en Buenos Aires.

   Dijo Maru:

   ─Como vos dijiste, no tengo que discriminar.

viernes, 11 de marzo de 2022

HERMANA

 

   Judith era de esas personas de inconsciente salidor y parlante.

   En lugar de decir: “¡Qué inteligente sos!”, le salía: “¡Qué indigente sos!” ó “te voy a regalar lo que más te asuste,” donde correspondía “…te guste” y el más romántico “¿me podés pesar?” lo cambiaba por “besar”.

   Lo que al principio fue del inconsciente, se convirtió en su hablar más cómodo. Hablaba lo que pensaba, sin concesión alguna. Judith, no era amiga de los filtros y coladores, que le pone la gente a la gente, para que el odio pase desapercibido.

   Tenía pasiones desprolijas, se enamoró del novio de su hermana y se lo contó a la hermana y al novio. Ella, en una butaca y su hermana y el novio en el sillón doble, escuchando cómo Judith, se había enamorado de él. Justo de un novio débil y comodín. La hermana, presintió el infierno y dejó a su novio sólo, con Judith. Ni bien cerró la puerta, Judith estaba desnuda, en el medio del living de sus padres.

   El débil comodín la dejó embarazada, se casó y a los tres meses, se fueron a vivir, a la casa paterna. Judith abrazó a todos y a su hermana le agradeció, no haberse interpuesto, en esa pasión que no tenía sosiego. Mientras le hablaba, se balanceaba y con ambas manos, masajeaba una panza inexistente.

   La hermana la abrazó con ternura y devoción, mientras le clavaba unas tijeras, en el corazón.

jueves, 10 de marzo de 2022

TIPO

 

   Mamá decía que en Mercedes, vivían todas familias tipo. Yo creía que mis amigos, tenían una madre y un tipo al que llamaban Papá. Era una sociedad machista a ultranza, hasta una niña de mis años se daba cuenta.

   Los hombres decidían, elegían, opinaban y concurrían a misa, todos los domingos. Las mujeres caminaban con la cabeza mirando el piso y no hablaban. Los hijos, pedían permiso para cualquier cosa, como los presos.

   Mamá y sus hermanas odiaban el pueblo, decían que tenía olor a milico y a cura. La pólvora y el incienso eran la misma mierda, con distinto olor, concluían.

   Ellas pensaban que yo no escuchaba sus charlas siesteras. Me resultaban interesantes sus voces encimadas. Mi abuela se enojaba por los contenidos, que podían arruinar mi cabeza.

   Les pedía mesura a tres brujas genéticas, por parte de padre, aclaraba.

   Un verano, durante los años ochenta, mi abuela pidió que la acompañara a misa. Siempre tuvo la secreta esperanza de volverme creyente. Misión imposible, aún para mi padre, que sufría mi ateísmo de tres décadas.

   Cuando la iglesia estaba llena, apareció un hombrecito enjuto, de nariz grande y mentón huidizo.

   Los feligreses, murmuraban y gesticulaban feo, para una misa. No entendí, hasta que mi abuela dijo su nombre en mi oído. Alguien comenzó a golpear las palmas y el resto lo siguió, hasta silbidos hubo en la casa de Dios. El sacerdote hizo caso omiso y continuó la ceremonia. Cuando el hombrecito enjuto, quiso comulgar, la gente se dispuso codo con codo y la barrera humana no le permitió recibir los santos sacramentos.

   Cuando salimos, mi abuela callaba. Le pregunté su opinión. Dijo que “No estuvo bien lo que hicieron. Es la casa de Dios. Esos odios se dirimen en la justicia. Él es un hombre, a pesar de ser un genocida hijo de mil putas, sin remedio ni castigo, nadie puede arrogarse echarlo de la iglesia. Fue de cobardes lo que hicieron. ¿Porqué no lo reventaron en aquel tiempo? Un pueblo de mierda, lleno de familias tipo, como dicen mis hijas” Nunca escuché a mi abuela, expresarse en esos términos, le salió de las tripas.

   El tipo era Videla. “Un hato de huesos negado a la muerte natural, que era lo menos que podía hacer.” El día que reflexionaba en esos términos, mi abuela murió. Antes llegó el cura, con la hostia final, ella se puso atea repentina y le dijo al cura de la hostia, que se lo llevara al hijo tarado que Videla tenía oculto, en el Open Door.

miércoles, 9 de marzo de 2022

SUPERÁVIT

 

    Lo echaron de la ferretería del centro, antes le pasó igual, en la casa ortopédica.

   Como mesero, aceptó en negro, prescindieron de sus servicios al tercer día. Buscaban personal de ojos celestes, tez clara, él era morocho argentino. Un parroquiano grosero gritó:

   —¡Negro, traé un café!

   El dueño escuchó y decidió echarlo de inmediato.

   El mismo día apareció un aviso: “Farmacia las 24 horas del día, de lunes a domingo, limpia presencia y hablar fluido, únicos requisitos.” Nicolás fue aceptado, quiso saber condiciones de pago, horario, días de trabajo. Los pagos no podían traducirse a números, hasta no conocer el rendimiento del empleado. El horario era corrido, tal cual rezaba el cartel de la farmacia: veinticuatro horas. Las jornadas, de lunes a domingos, incluyendo feriados. El jefe lo informó, mientras le extendía un ambo blanco, de médico antiguo.

   —Inspira confianza al cliente y resta importancia a su tez oscura.

   Así habló el tipo, que desapareció en un pasillo blanco sin fin. Tres compañeros ojerosos, le advirtieron que no hablara ni con ellos, ni con los clientes, sólo leves sonrisas. Para ahorrar energía y descansar trabajando, a ellos les había dado resultado.

   Nicolás no quiso pensar, se calzó el ambo y tomó posesión del mostrador.

   Soportó doce horas, pero tuvo hambre, preguntó a la cajera. Mirando el reloj, ella contestó que podía hacer uso del baño y al lado del papel higiénico, encontraría la merienda, cuya ingesta, debía ser simultánea a otras necesidades que tuviera. No podía exceder los diez minutos. Soportó estoico las condiciones y hasta se permitió realizar, todo lo que el cuerpo pidiera, en cinco minutos, dejando otros cinco, para cerrar los ojos en el sanitario. Anteriores trabajos, fueron de catorce horas, oficio tenía.

   Las doce horas restantes, casi se desmorona, pero el personal de mandados, una sola persona, le entregó una pastilla, que lo haría resistir, hasta la otra jornada. Esa vez, le fue mejor, hizo catorce horas y habló con su esposa, cinco minutos por celular. No comió, usó los cinco restantes para dormir, con los ojos abiertos en el reloj.

   Al cabo de cuatro semanas, con catorce kilos menos y la respiración corta, como para un:

   —Buenos días ─agonizante.

   Apareció el jefe, le palmeó la espalda y lo felicitó, por su constancia y dedicación. Le entregó un cheque, a quince días, explicando que el negocio no andaba todo lo bien que se esperaba. Nicolás preguntó con timidez, en qué momento podía ir a su casa, para entregar el pago ó el cheque. El jefe puso cara de no entender, pero usó el verso aprendido:

   —El cheque se lo llevará el personal de mandados, que es uno sólo, hasta su propio domicilio.

   Se tranquilizó, gracias a los tranquilizantes que tomaba, copiando a los clientes nerviosos.

   Al mes siguiente, su mujer fue a visitarlo, con la excusa de comprar aspirinetas. Él apenas la reconoció, algo familiar tenía, llevaba dos niños que dijeron:

   ─¡Hola papá!

   También le resultaron familiares. A esa altura, estaba lejos, muy lejos de razonar y de reconocer. Sólo escuchó la voz chillona de la mujer, que le decía que todos vivían muy bien, pero que no vendría nada mal, que hiciera unas horas extras, para cancelar algunas deudas. Nicolás pensó que la mujer había perdido la razón y por eso tenía dos hijos loquitos, que le decían:

   ─¡Hola, papá!

   Preguntó, a la mujer, si las horas del día, también habían aumentado. Nicolás que a esta altura estaba azul. Habló con su Jefe. Antes de emitir palabra alguna, la respuesta fue positiva, era norma de la casa, el trabajo por tiempo indeterminado. Nicolás, lleno de contento, lo abrazó como a un hermano. Cuando el jefe quiso apartarse del empleado tan efusivo, comprobó que Nicolás era de hielo, no se le movía ni un pelo. Se enojó mal y echó el empleado a la calle.

   Cuando sintió que había perdido su trabajo, quedó tirado en la cuneta y emitió sus últimas palabras. Un barrendero municipal, nonagenario y esquelético escuchó las maravillosas palabras de Nicolás:

   ─Muero contento, hemos batido a La Farmacia.

   El barrendero, emocionado, lo metió en su tubo de recolección, sobre él volcó los residuos del cordón y mirando al cielo gritó, débil:

   —¡Viva la Patria!

martes, 8 de marzo de 2022

BUZIOS 1973

 

   No daban ganas de salir del agua. El sol lastimaba cruel. Venían los finos de Río, había que vender.

   Mis artesanías les encantaban. Se hacían servir los idiotas, no bajaban de los autos, yo tenía que caminar adoquines hirvientes y mostrar mis gracias.

    Ese domingo un tipo me tomó algunas fotos. Sentí que era importante. Nací tonta y crédula. Pregunté si quería compr…no me dejó completar la pregunta, compró todo, hasta el collar que llevaba puesto. Días después salí en O Cruzeiro: “Artesanato en Buzios…bla…bla…”. Tenía para dos meses de alquiler y comida. Me calé el sombrero y caminé por los adoquines, parecían fresquitos. La alegría refrescaba. Justo de frente, veo venir lo increíble, la tipa más talentosa de Bellas Artes, la más audaz, la más buena. Nos abrazamos y como cocodrilos, lloramos. Los diarios argentinos, decían que la buscaban sin resultado. Yo la hacía muerta, no le dije.

   Ella contó que su padre trabajaba y vivía en Río, estaba con ellos de vacaciones. Un descanso obligado, aseguró con ojos tristes. La invité a mi casa, agradeció pero regresaba en el día. Argumenté que ése era el mejor lugar del mundo, no había argentinos y se vivía con nada. La idea le gustó, pero no era lo suyo. La acompañé hasta el micro desvencijado.

   Después del abrazo final, dijo que quería cambiar el mundo y una aldea de pescadores no le servía. Meses más tarde, salió en el Journal do Brasil: “En un episodio confuso…bla…bla…”. Sus ojos brillantes en la foto y ella en mi corazón, para siempre.

   Era domingo. No trabajé. No pude. No quise.

lunes, 7 de marzo de 2022

GUARDA EL NIÑO

 

  ¿Dónde el lugar de jugar abajo de la mesa? A los cinco, cuando el mundo está donde uno quiera que esté, se llega a un tranvía oxidado y en un abrir y cerrar de ojos es un palacio. La infancia recicla instantáneo y las lágrimas están, soliviantan la risa que es fuerte y quiere más. ¡Cómo se quiere más en la infancia!

   Más papafritas, más dibujitos, más ratos, más largos, más abrazos, más cuentos, más alto, más vueltas, más lejos. El tiempo donde la vida produce sin trabajo, sin sueldo, sin agenda, sin rutina, anarquía en estado puro. Estado de gracia donde no se miente, para eso están los grandes. No se cocina, no se lava, no se hacen mandados, no hay que ir al banco ni hacer trámites. Las charlas de los viejos de otras mesas, sobre el dinero o la pelota, se funden en un sonido que la infancia borra soñando un tostado y una gaseosa. Dios da miedo, el ángel guardián tiene cargo de cana, visita al infante, le asegura protección y no es cierto, si te están tocando el culito menos. ¿Dónde estaba el ángel cuando eso sucedía?

   Hay infancias respetadas y otras destrozadas. Algunas con techo y otras a la intemperie. La infancia de cielo abierto corre abajo del puente porque llueve y esa es la casa de tela donde la madre los espera, con una lata de arroz recién hecho y pegado a la lata. Hay palitos, raspan todos y le rescatan algo a la abuela. Los parlantes piden que se vayan de inmediato. Sacan la tela y envuelven pedazos de colchón, la lata y los palitos. Los vecinos hacen lo mismo, en silencio. No hay caballos ni ruedas, la infancia se ocupa del traslado. Paró de llover, siempre encuentran otro puente y otro y otro. La casa con olor a tostadas, manteca y dulce de leche, la madre que  toca el piano. El padre mirando tele que muestra el desalojo bajo el puente. La infancia con la boca llena escucha al padre que afirma:

   ─Ésos son los que después te roban y te matan.

   La infancia del puente tiene ruidos de hambre en la panza. La infancia de la casa se tira pedos, por la ingesta desmedida de tostadas, con manteca y dulce de leche.

domingo, 6 de marzo de 2022

AGUERRIDO

 

   Mi hijo cambia de vivienda seguido. Si no es por robos reiterados, es por aumentos trogloditas. Ahora consiguió uno más chico que el anterior. Baja el tamaño y sube el precio. Éste le gustó porque es soleado, tiene un balcón más chico que el otro, un dormitorio en vez de dos y ventanitas que dejan entrar el sol. El clásico departamento de yeso, donde uno entra ¡Qué lindo! Y se va puteando.

   Su gato, Tintín, es para mí un nieto lindo, trigo, ronronero y considerado. Si está en un sillón, se corre para cederte un lugar. Nosotros vivimos a cuatrocientos kilómetros, él, cuando viene, dibuja en planta, lo que veremos en Enero. Odio viajar a La Plata, el pueblucho donde vivo también lo odio y si viviera en Suecia, también la odiaría. Mi vieja decía: “Esta chica vive en otro mundo”. ¡Ojalá hubiera otro! Aparecieron dos amigos de mi hijo, Frank, colombiano y Denisse, francesa, se desconoce de dónde sacaban la guita, pero viajaban todo el año. Vinieron a visitar el nuevo lugar de tiza, Tintín todavía chusmeaba todo, encantado con nuevos escondites. Trajeron una perra tan snob como sus dueños. Miraba a Tintín, con el oculto deseo de una presa. El gato se refugió en el balcón y del susto cayó del cuarto piso. Lo internaron en la mejor clínica de La Plata. Luego de una revisión exhaustiva, con toda clase de instrumentos, estaba en buen estado. Sólo el paladar fisurado, que suturaron. La piel se recupera sola. Para alimentarlo, le pusieron una cánula directo al esófago, para que su paladar cicatrizara.

   Me habló ayer a la noche, para contarme, yo me puse a llorar como una loca, mi hijo hacía lo mismo. Nos pasa partes diarios de cómo va Tintín. Ojalá que lo de las siete vidas, sea cierto. Miré mis muebles deshilachados, de sus visitas anteriores y no me importaría que los deshaga cuando venga. En cuanto a la familia itinerante y su perro asesino, que se vayan a la concha de su Madre, que se ahoguen en Colombia, les caguen a tiros el perro y no haya Veterinarias abiertas.

sábado, 5 de marzo de 2022

DEMOKRACIA

 

   ─Hay una orden de mostrar en el Banco que una está viva. Jubilados y Pensionados. Pedí hablar con el Gerente, hijo de un amigo de mi Padre fallecido. De inmediato me dejaron pasar, ni bien abrió la boca le tiré cuatro pollos, dos fueron a parar dentro de su boca. Antes de retirarme le hice fuck you y di un portazo que se escuchó en todo el Banco.

   ─Estás usando un lenguaje inapropiado, yo hice el mismo trámite y salí indemne mintiendo. Acusé tener veinte años menos, el tipo que me atendió me miraba las tetas (recién operadas) y balbuceando.

   ─Acá hubo una confusión, se la resuelvo de inmediato.

   Nunca sacó la vista de mis tetas. Encontró mi solución sin decir una sola grosería.

   ─¿No te diste cuenta que la ideóloga de todo esto es la perra? Vive viajando y tapando la cara de su hija que es una putada. Nos tratan como ganado como esa canción que tiene una estrofa similar a nuestros días: “…Si no trabajo me matan y si trabajo también…”. Es para matarla a ella y sus alcagüetes. Pasarlos por el picador de carne y seguro que en vez de carne vamos a encontrar hamburguesas podridas.

   ─¿Por qué la criticás tanto? Es una mujer hermosa, generosa, poderosa.

   ─¿Qué estás diciendo? Ah, recién me doy cuenta, sos k, flor de corrupta debés ser. Seis jubilaciones cobrás y un sobre con algo más. ¿Sabés qué?, andá a cagar.  

viernes, 4 de marzo de 2022

EL LUGAR

   Años añosos, hastíos hastiados, toneladas de aburrimiento, el método de la muerte igualito todo los días. Hay un permiso otorgado a un café, nunca exceder la media hora. Voy al mismo lugar y me siento en el mismo lugar. Deposito mis huesos, más cortos que antes, más duros que antes, más pesados que nunca. Diarios no quiero, me mienten todos en todo, por escrito es demasiado. Prefiero mirar, hay un adoquín engañoso. Es una esquina donde la gente que transita siempre es la misma, traje más, corpiño menos. Trago mi café y de cada tres, dos tragan el adoquín, no se les desliza por la garganta. Les hunde el pie y el equilibrio los abandona sin decir nada. Las caras giran para ver si fueron vistos, con más horror y miedo que el dolor personal. Me dan risa, siempre fui respetuoso, he cambiado. No quiero herir a nadie, pero me desternillo al punto de golpear la mesa endeble con ambas manos. El café se derrama, el precio de la risa. Pido otro y en el primer traguito, un idiota trastabilla.

   Faltan diez minutos para mi partida y cuatro, con cara de nada, meten la pata. Las mujeres por mostrar su soberbia sin piso, son las más. El hombre derrotado, mira hacia abajo y alguna vez lo evita. Camino una cuadra y en la esquina entro en mi calabozo cotidiano, un pie, luego el otro. Inevitable el agujero, pienso en los tontos desprevenidos, en las tontas para siempre.

   Alguna vez uno dice basta y hoy yo soy uno. La puerta que gira no se detiene, da la vuelta completa. Vuelvo a casa, a una plaza, o a la terminal. Dejo caer mi saco, desabrocho el primer botón, tiro la corbata en el basurín municipal. Alguien me advierte en voz alta.

   Ya no escucho, estoy en el lugar soñado.