viernes, 30 de abril de 2021

SIGO QUERIENDO

 

   Estoy triste y furiosa, para esto último no tengo fuerza. Escribí muchas veces el mismo cuento, lo modifiqué, lo escurrí, me alejé y me acerqué, lo alargué, luego lo hice corto.

   Asisto a un Curso de Letras, con una coordinadora que se leyó todo. Es una persona culta, de gustos muy raros. En la última Clase destrozó mi cuento, hacía sugerencias de no entender nada y correcciones sin futuro. En otras circunstancias elogiaba mis trabajos y eso me daba alegría, empuje para seguir escribiendo todas las cosas que quisiera. Tomaba mi libertad como una casa grande y lujosa. La Coordinadora se divertía con mis cuentos, se ve que de pronto mudó de idea.

   Soy muy sensible, cualquier pelotudez me deja tendida. Patear mi ego es como dejarme sin torrente sanguíneo. El entorno era propicio, había un bosque donde evitaba los caminitos acotados que destruían la Naturaleza. Me sentaba a llorar, sé que eso no sirve, pero por algún lado tenía que descargar mi tristeza. Fue una mañana temprano cuando la vi, ella también lloraba. Estaba tan triste como yo.

   —Hola qué tal.

   —Yo bien, ¿y vos?

   La última frase era de la calle:

   —Cómo va?

   —Todo bien y vos?

   No quiero dejar nada afuera, me acusó de escribir con bizarría, por eso estoy triste. Seguiré escribiendo, después de todo el juicio de los otros, seguro que es prejuicioso.

jueves, 29 de abril de 2021

LA VERDAD, ASOMBRA

 

   Se levanta por el despertador, toma un café frío del día anterior y parte al trabajo. Cuando entra al escritorio, en vez de dar los “Buenos días”, carraspea. Parece un robot, estático, duro y cuando camina, rígido. Pisa en los mismos lugares donde pisa todos los días. Están sus huellas que lo testifican.

   Tiene el complejo que lo siguen, por eso se da vuelta a cada rato. Cuando viene con las pilas cargadas. Camina para atrás. Él es el  Jefe. Firma expedientes y al pie les escribe: “En disconformidad”, lo hace por las dudas, para que los otros no duden de su autoridad, le parecían dos palabras creíbles y soberanas.

    Se alzaba dos veces por mes, tenía una mina joven y una vieja. Pensaba que la joven estaba buenísima, la vieja tenía experiencia para hacer disfrutar. Ojalá que la vieja fuese joven y la joven fuera vieja, ambas se le entregarían como sauces mágicos. Luego de sus dos noches por mes, llegaba por las mañanas más robotizado que nunca.

   —¿Desea un cafecito Señor Labamba?

   Y él contestaba:

   —¿Está caliente?

   —Sí Señor y es del día de hoy.

   Cuando el Ordenanza se retiraba, él, con voz de locutor de música clásica, le dijo:

   —Le explico, a mí me gusta el café frío y del día anterior.

   Una mañana aterrizó un aparato esférico, con un aura roja alrededor. El Señor Labamba, subió a la terraza y la nave se lo llevó.

miércoles, 28 de abril de 2021

NO QUISO QUE LA AYUDARAN

 

   Maravilla era una chica maravillosa, sabía hacer cualquier cosa. Le hacía honor a su nombre. Tenía un defecto, nunca se quiso acostar conmigo, según ella, para dejarme dormir tranquilo. Se dedica a la parte social de la pobreza, no es Asistente Social, pero prepara tortas de chocolate, sánguches de dos metros con jamón crudo, queso y dulce de batata. El sánguche salía por una ventana y los chicos recibían dos trozos cada uno.

   Maravilla tejía pulóveres para todos los chicos. Sabía tejer con dibujos infantiles de muchos colores. En cuanto a su vida casera, limpiaba, planchaba las remeras de su marido. Ella no quería ayuda, pensaba que la mugre de uno la tenía que sacar uno.

   Una mañana fue a su trabajo social y apareció el día siguiente. Su Marido le dijo que nunca había dormido tanto:

   —Gracias, Maravilla, me dejaste descansar 24 horas. No quiero ser indiscreto, pero quiero saber qué hiciste mientras yo dormía.

   —Primero, cumplí con mi trabajo. Después fui a visitar niños, chicos y jóvenes más grandes. El más adulto de todos brindó una sorpresa para mí sola.

   —¿Y vos se la aceptaste?

   —¿Qué otra cosa podía hacer? Era tan pero tan bueno. Dormí con él toda la noche. A decir verdad, no dormimos, hice lo que merecía. Estudiamos nuestros cuerpos hasta que finalmente pasó lo que pasó.

   —¿Me podés decir qué pasó?

   —¿Cómo te puedo contestar? ¡Ahh, sí! Casi me olvido, pasó.

martes, 27 de abril de 2021

MANDADOS

 

   —¿ A dónde se dirige?

   Así nomás, sin respeto.

   —Voy a comprar comida, ¿puedo?

   El que estaba de civil me siguió hasta el Cagarca, un supermercado berreta. Sopleteado en la puerta. Barbijos con dibujos que parecían decir “¡Viva la Pandemia!” Después de llenar mi carro haciendo cola para las bebidas, la quesería, la verdulería que no atendía nadie, mis piernas no me respondían.

   Hice la fila que dice: “Para mayores de 65 años”, había sendas pintadas de amarillo donde decían: “espere a ser llamado”. Pedí a todos los que estaban delante de mí, que eran como diez bien cargaditos, al grito de:

   —Tengo setenta y dos! Me corresponde ser primera, queridos jóvenes.

   —¡Es carísimo! —cada cosa que tipeaban:

   —Este chorro cobra el doble de cualquier producto. —y seguí mirando y protestando. Una Señoritinga dijo:

   —Cuide su lenguaje, Señora.

   Monté en cólera, (que no es lo mismo que Covid) y le empujé su carro hasta la salida, donde todo lo que llevaba, se esparció en la calle. Se armó tanta confusión y corridas por aquí y por allá, aproveché y me fui sin pagar. El carrito lo entré a casa, bien cargado.

   —¿Y el carro, para qué lo queremos?—dijo mi Marido que lo dejó en el garaje, por las dudas. Tenía ese lugar lleno de por las dudas. Al carro le dio utilidad de inmediato, le servía para trasladar las macetas al sol o a la sombra.

   —¿Ves que los chorros sirven para algo?

   —¿Lo decís por mí?

   —Vos sabrás.

lunes, 26 de abril de 2021

EN LA PIEL

 

   Se rascaba la cabeza, el cuello, se rascaba la espalda, nada de pedir a otro: “Rascame aquí. ¡No, más hacia la izquierda, más arriba, más, ahí, ahí!”.

   Ella se rascaba sola, no le importaba si había gente. Le daban cosquillas las personas. Se rascaba el ombligo, más abajo, los dedos de los pies.

   —No, tenemos que sacarla, Loli, no permitamos la burla de la gente.

   Si le preguntás qué es lo que más le gusta, responderá:

   —Lo que más me gusta es rascarme.

   Dijo Loli:

   —¿No te gustaría tener en un novio?

   —Ni loca que estuviera, haciendo yoga llegás a todas partes. Hay lugares que te hacen disfrutar mucho y otros que duelen. ¿Sabés que existe una profesión que se llama “rascar”? Yo no es por vanidosa ejercer. Me recibí sola y no me gustaría para nada tener un rascador a mi lado. Jamás dejaré de rascarme, debo interrumpir, perdón, pero me pica la cabeza.

domingo, 25 de abril de 2021

RECORTES ECONÓMICOS

 

   —¿Me indicás el jabón para lavar la ropa?

   No me conoce, soy nuevo. —Mire Señora, se removió todo el personal de góndolas y de cinco pasó a ser uno, que soy yo y nuevo. Para la ropa, creo que en la tercer góndola, doblando a la derecha, en el quinto estante, hay detergente tres por uno, cuyo uso es trificante, cocina, baño y ropa. Hay clientas que se duchan con la ropa puesta y ahorran un montón de tiempo y dinero, porque el nuevo detergente, todavía está en oferta.

   A ver, las esponjas de alambre estaban por aquí ¡ay, qué impresión! Son de alambre de púa. Miro las instrucciones: “No solamente inspirada en la clásica de bronce, sino que le arranca cualquier cascarria de su piel”, bueno lo recorto de mi compra. Necesito un trapo de piso, tiene instrucciones: “Igual a los jeans con agujeros de sus hijos, pero es más fuerte y al tener tantas perforaciones, le durará toda la vida.” Yo no entiendo ¿No tienen nada normal acá?

   —Muchacho, ¿hay alguna oferta de pan?

   Él la miró por encima de la cabeza, era petisa la compradora. —Si Ud quiere del viejo, está siempre con los hongos tipo roquefort, dos productos en uno. Sino, tiene el nuevo, que sale crudo, porque no tenemos más gas.

   No, no, pan no llevo, es un ahorro. —Muchacho, ¿habrá galletitas para chicos, cuyo costo no sea alto?

   El empleado corrió hasta la entrada: —Éstas son ideales, hechas con restos de soja, teñidas con témpera marrón, llevan un agujero al medio, para que los niños jueguen a mirarse, quedan convencidos que son de chocolate.

   La mujer llevó cuatro paquetititos, porque tenía cuatro hijos.

   Paso a los fideos, que son prácticos, busco primera marca, no hay, segunda, no entregan y “la tercera”: Fideos de la Concha, Made in Spain. Llevo dos paquetes para probar, seguro que mi marido quedará encantado.

   Compró medio kilo de papas chusmas, llenas de ojitos y media zanahoria.

   Iba a pasar de largo la carnicería, pero vi un peceto que parecía decir: “Llevame, llévame, hace tanto tiempo que estoy aquí, mirá cómo me quemé, estoy casi hecho”. Me dio pena y lo llevé, hacía siglos que los chicos no probaban carne. Llegué a la caja con mi carro semi vacío, no había nadie. Pensé en irme sin pagar y cuando di el primer paso, apareció el muchacho. —Soy el único para sugerir, surtir las góndolas y cobrar, se cayó el sistema, así que el pago lo hacemos manual, deme lo justo, porque aquí no damos vuelto.

   Busqué en la cartera y pagué la fortuna de cinco mil quinientos pesos, casi mi jubilación. Me llevé el carro, de bronca y en mitad de camino, se partió de óxido, tuve que juntar a mano mis compras. Con la mano y un brazo me alcanzó. Abro la puerta de casa y encuentro cinco bocas abiertas, que ni me saludaron. Hice una sopa rápida, con todas sus narices en torno la cacerola. Herví unos fideos que no esperaron que se hicieran y los comieron semi crudos.

   —Querida, sos una genia, los fideos tienen gusto a pescado.

   Me dio tanto asco, que me acosté bajo el sauce, mientras masticaba hojitas de menta.      

sábado, 24 de abril de 2021

SALEM

 

   Estaban acusadas de brujería, porque sí, porque en aquellos tiempos se usaba que cuando un hombre miraba a una mujer, ellas debían bajar los ojos para guardar su prestigio de mujeres honradas.

   Había otras, tal vez más sinceras, que respondían a esas miradas con sus propias miradas y algunas más descaradas sacaban una lengua rosada, como las gatitas, recorrían sus propios labios.    Concertaban citas para los graneros de la noche.

   La más bella mujer, la más codiciada, era Selena, capaz de arruinar su vida por un rico picoteando su espalda. Salem era un pueblo seco, de corazón e inclemente en su perversión. Reunían las muchachas en la plaza y desde un balcón los fatuos señalaban:

   —¡Ah, aquella!

   —A la de arriba, la morocha, la del pelo colorado.

   Todas ellas eran las que el domingo las ataban y les prendían fuego. Mientras esto sucedía, el pueblo se encerraba en sus casas y observaba tras los visillos.

   La más bella mujer, la más codiciada, fue la que todos señalaron a morir en la hoguera. Tan luego ella, la más inocente. La encargada de baldear las calles del lugar. Cuando la fueron a buscar, apareció con una capa descolorida, caminaba sola por el medio de la calle, desnuda, hasta llegar al centro de la plaza. La hoguera la esperaba. Tenía un prometido que no pudo mirar el fuego. Le gritaban:

   —¡Bruja! Ojalá no queden ni tus cenizas.

   Selena no le guardaba rencor a nadie, por eso recorrió el camino del cielo y le sonreía a todas las llamas. 

viernes, 23 de abril de 2021

ADVENTURES

 

   Mar de las Estepas, tenía entrantes y salientes que provenían del mar. La casa quedaba en el mejor lugar, no había nadie. Una casa despojada, un colchón, dos clavos en una pared, en uno había una tohalla y en otro una bikini con un jaboncito de hotel en el piso.

   —¡Qué mala que es la guacha! ¿Cómo me va a dejar en esa casa vacía? Ella veranea en Tailandia y pone una cara de hacerme el favor cuando me deja esta pocilga: “Pasate unos días, tomá sol y divertite”. Y eso que es mi hermana, pero como soy pobre, me desprecia la estúpida. Me robó todos los novios, los Maridos y hasta el amor de mis Padres, los robó para ella y otras menudencias que prefiero olvidar. Estoy hablando en voz alta, no sé con quién, debe ser conmigo, la única amiga que tengo.

   Puse mis piernas apoyadas en el colchón, miré el sol al amanecer. Tomé mi primer baño, me olvidé la bikini, pero no la tohalla. Un hombre en un bote me preguntó si no quería dar una vuelta con él. Tenía un aspecto confiable, con una barba blanca y el pelo le iba siguiendo el viento. Llevaba una pipa entre los dientes y hablaba en inglés, contó sus aventuras de los caminos del mar. Mientras él hablaba, remontaba una caña y sacaba un pez grande. Todos picaban, vi sus intenciones de dejar el mar sin peces. Era como un abuelo generoso. El más grande me lo regaló. Le di un abrazo gigante, él me respondió que regresaría a visitarme.

   Cada vez que venía, contaba anécdotas nuevas y comíamos el puro pescado. “Mi único compañero es el mar”. Tenía ganas de decirle que mi única compañía era yo.

   Cuando me quedé conmigo, vi un montón de revistas tiradas en un rincón. Las miré sin interés, hasta que aparecieron fotos de él en todas las portadas. De allí me enteré su nombre: Ernest Hemingway.                      

jueves, 22 de abril de 2021

¿POR QUÉ SE TOCA?

 

   Vivía con las manos en la bragueta, la mamá le decía: —¡Sacá las manos de ahí! No es normal, a los cinco años, estar todo el día con el pito agarrado. Onorato, se lo estiraba y lo medía todos los días, largo y circunferencia. Era casi despreciable su crecimiento. —Yo quiero ser como Papá, tener un pito marrón y grueso, rodeado de pelos. ¡Mami, no sabés lo que es Papi desnudo! Algún día lo tenés que ver. No tiene desperdicio.

   Subió unas fotos del padre a Face, en distintas posturas que resaltaban sus atributos.

   Tuvo diez mil entradas. Pasaron ocho años y Onorato lucía un importante crecimiento, admirado por sus amigos telemáticos, que miraban sus autorretratos con envidia.

   Un día se le ocurrió poner su foto con la de su padre al lado. El hombre disminuyó la superficie de su trofeo. Onorato ya constituía un fenómeno y tenía doscientas mil entradas.

   Dejó la compu abierta y fue a correr con calzas que lo destacaban como si tuviera un push-ball.   El padre encontró las fotos, no le resultaron interesantes, hasta que se vio a sí mismo, primero favorecido y luego enroscado como una lombriz solitaria, con bombinhas tipo pasa de uva.

   —¡¡Onorato!! Inconsciente, no sabés que tengo un laburo importante. Se deben estar agarrando la panza, riéndose a carcajadas, nuestros amigos, la familia!! Sos lo que apareció en tu foto, un boludo.

   Le pegó un puntapié en el trasero, Onorato gritaba porque le dio justo ahí. —¡Pará Papá, mirá que con esto podemos hacer mucha guita y sólo ponés la cara. Y tus órganos sexuales, en pleno deterioro, explicando un poco, cómo los años producen retracciones insolubles.

miércoles, 21 de abril de 2021

SERRUCHO Y LAPICERA

 

   Voy a dejar de escribir, no tengo ideas. Hay una bruma blanca que lo impide. Subí al techo para mirar un sol que agoniza como yo. Aparece un trabajador:

   —Señorita, ¿no quiere que le fabrique una escalera para sentirse más segura?, mire que las tejas son peligrosas.

   Construyó un mangrullo más alto que mi casa. Me dejó un papelito: “Nos vemos. Le agregué una madera en el mangrullo con una silla para que siga escribiendo”.

   Aparecieron las ideas, fue una avalancha que me costó mucho discriminar. Podría escribir acerca del hombrecito de mameluco rojo, blanca la cabeza, blanca su barba. ¿Cómo supo que iba a dejar de escribir? Si ya tengo su historia en la cabeza, era un gnomo con el alma también blanca. Trabajaba solo, vivía solo y enamorado de la madera, del serrucho y los clavos. No tenía puertas ni ventanas, dormía sobre la tierra. Algunas veces en terrenos privados, recibió disparos de escopeta, como era gnomo, las balas rebotaban. Se alimentaba de cáscaras de caracoles, o licuados de hormigas.

   Me enamoré y se lo dije, me contestó:

   —Bueno, venite conmigo.

   Ni idea lo que pasó después. Terminé durmiendo sobre la tierra y él preparando sopa de sapo.

martes, 20 de abril de 2021

AQUÍ ALLÁ

 

   —Vos quisiste vivir en Tandil, porque era tranquilo, porque había sólo dos edificios en propiedad horizontal. Lo demás, el mismísimo verde y la pura sierra. Las casas se dejaban abiertas, los autos también. Los chicos jugaban en el arroyito, sin ninguna preocupación, dejábamos que hicieran lo que quisieran. Ahora querés volver a Buenos aires, extrañás las sirenas y esos llamados tan privados que los atendías dentro del ropero. Yo escuchaba tu voz: “Mañana no, pasado tampoco, el Domingo, mejor. Él no está en casa los domingos y se  lleva a los chicos. Antes de venir me avisás.” No sabés cómo me dolió, no me expliques nada, sería mucho peor recibir tus mentiras. Toda una actriz para engañar a un tipo como yo.

   —Tengo tres amantes, para mí no es nada. Uno es el Marido de Susana, otro tu mejor amigo y el tercero lo conocí por la calle. Tenía cuerpo de guerrero romano y embestía sin pedir permiso, una, una y otra vez. Me enyesaron el útero. ¡Cómo lo lamento!, perdí a los tres. Pero en Tandil hay muchos hombres, necesitamos vivir en Tandil.

   —¿Y el yeso?

   —No te preocupes, tengo muy buena cicatrización.

lunes, 19 de abril de 2021

FALTAN LAS SOMBRAS

 

   La deforestación comenzó pausada, para construir casitas a los sin techo. Las máquinas amarillas arrancaban de raíz piñoneros que perfumaban el aire, nuestras sábanas olían a piñoneros y los árboles plenos de pájaros, que daban sus conciertos para deleite de todos los que vivían en sus adyacencias.

   Las casas nunca se hicieron. La planicie se cubrió de pasto verde, una llanura, bah. Se le pidió a la Intendencia, que detuviera el arbolicidio. Ninguno se interesó, todos vivían lejos y odiaban los árboles porque tapaban la visión lejana de sus casas, que parecían implantadas en Sta Fe y Arenales o algún lugar de Bs As, cuyos nombres desconozco. ¿Acorde con el paisaje? Olvidate, el puro cemento, vidrio y piedritas blancas.

   Luego llega un verano como éste, de casi cuarenta grados y la gente muere por la calle, mientras el sol se divierte multiplicando su refracción, sobre las inhumanas construcciones. Los árboles de la calle son suprimidos por sus propios dueños. ¡Para no barrer la vereda! Hacía mi caminata matutina  y había luz, miré el follaje y faltaban sombras, me detuve y mis queridos compañeros ya no estaban. Los cortaron de raíz, se escuchaban las lágrimas de los pájaros de nidos perdidos.

   Un sólo trabajador, uno, besaba una rama agonizante y pasaba su lengua por la savia. 

domingo, 18 de abril de 2021

BLENGÜER

 

   El 23 de septiembre de 1.901, lo invitaron a una celebración, en el mejor castillo de Blengüer, el más lujoso. Erik se vistió como si fuera un Príncipe, con infinitos títulos nobiliarios. Llegó en mitad de la fiesta, contempló quiénes eran los comensales.

   Vislumbró a la joven Isabel XI, centro de todas las miradas, la de Erik también. Tenía aspecto de lirio, alta, ojos color cielo de tormenta. Nadie se atrevía a pedirle un baile, la belleza contaminada por la Nobleza, hacía que Isabel XI, tuviera gestos despectivos.

   Él se acercó y le propuso bailar. Isabel extendió su mano aceptando. Cuando Erik la tomó de la cintura, ella graciosa y descarada, apoyó la mejilla en la solapa de Erik. Giraban al son de la Orquesta. Él, con mucho entusiasmo, le depositó el pie al borde del vestido. Se descosió hasta la cintura. A Isabel le dio gracia y se quejó bajito en el oído de él:

   —Este vestido es de seda china, lo mandaré a costurar.

   Siguieron bailando, pero Erik se enredó en las sedas. Le dijo “perdón”.

   —Su Alteza, no fue mi intención. Sea usted piadosa y acepte mis perdones.

   —Está perdonado, y ahora disculpe, pero hay una gente que me espera.

   Al día siguiente, antes de amanecer, se hizo a las puertas del castillo. Lo atendió el Señor Blengüer en persona:

   —Éstas no son horas, ni respeto al protocolo. Retírese.

  Esperó hasta que Isabel XI, hiciera su paseo acostumbrado. Se acercó por detrás y la asustó:

   —Disculpe lo que le hice. No fue mi intención.

   —Sí, lo disculpo. No precisa volver de nuevo porque está disculpado.

   Erik le confesó a su amante:

   —No puedo dormir, ni comer y tengo taquicardia. Le tengo que pedir perdón nuevamente.

   —Pero si ya le pediste. ¿Por qué de nuevo?

   —A lo mejor no me entendió, por eso iré de nuevo.

   Erik se anotó en la lista para ser recibido. La Reina Isabel XI, ni bien lo reconoció le dijo:

   —Ahh, ja ja, por aquí lo bautizamos: “El Señor Erik perdón”. Y ¿sabe que es lo más gracioso?, que no recuerdo para nada lo que pasó, para tantos perdones reiterados.

sábado, 17 de abril de 2021

NO VAYAS A PENSAR

 

   Noche cerrada, ni estrellas ni luna. Aparecieron los dos por caminos diferentes. Se sentaron en el mismo banco. Cuando él la miraba, tenía una nariz griega y no le vio nada más, porque ahora, ella lo miraba a él, con sus rasgos regulares y una barba incipiente.

   —Salí porque no podía respirar, tengo tanta tos que me voy a comprar jarabe en la Farmacia. Te dicen las 24 horas del día, pero no es verdad, casi todas están cerradas, por eso me senté a esperar. Me llamo María y no quiero que pienses que ando con ganas de levantar. Soy una persona correcta y educada, te lo digo para que no pienses que soy una mujer cualquiera. Hablo para no seguir tosiendo. Me da pudor toser tanto, desde que era chica me sucede. En especial cuando un chico me gusta, no quiero que pienses que me gustás.

   —Yo prefiero que te calles y que tosas lo que quieras, igual el sonido se confunde con los grillos.

   —Si no te molesta, prefiero que me des un beso largo.—dijo María.

   Él se acercó para besarla y ella le estornudó adentro de la boca.

   —Mejor me voy, no me gusta lo que hiciste.

   —No, por favor quedate, aunque sea para acompañarme a la Farmacia, si no,  te escupo.

viernes, 16 de abril de 2021

SI GUSTA

 

   Lo encontré en el ascensor del octavo piso, entró otro señor del noveno y en el segundo piso una mujer que no paraba de hablar, con el barbijo mojado. Vivía en el ascensor, subiendo y bajando, se detenía en cada piso para ver cómo andaba la gente. Nunca salía del ascensor. Le encantaba cuando era ocupado por más de cinco personas. Estornudaba a cada rato. Los vecinos estaban asustados y se alejaban de ella contra las paredes del ascensor. Las microgotas de flügg llenaban el espacio.

   Algunos habitantes preferían subir por la escalera. Finalmente hicieron la denuncia ante el Ministerio de Salud. La mujer se había aplicado las vacunas de Canadá, Kuala Lumpur, la rusa y la holandesa. No quiso ser expulsada, en los Hospitales donde se hizo vacunar, no pidió turno, se presentó para recibir las cuatro vacunas juntas. Su nombre no figuraba en ninguna lista.

   —A mí no me van a expulsar, tengo todas las vacunas puestas y ya que estaba me robé un montón. Si alguien gusta, yo tengo. Ahora me callo porque debo estornudar y necesito mucho silencio, si me cortan el estornudo los mato.

   De pronto se le cayó el barbijo mojado en el ascensor, una señora viejita le ofreció el suyo.

   —Ahora, ¿me puede regalar el que se le cayó? Yo lo usaría de mentira para poder entrar a cualquier negocio. Por supuesto antes lo lavo con alcohol gel y después con almidón y claro está, lo plancho.

   Se reunió el Consorcio y hablaron todo lo que podían hacer con esa mujer. Uno dijo:

   —Para mí hay que matarla.

   El del octavo, que era Médico Especialista en Virus:

    —Tiene razón el señor y sé cómo hacer para matarla, le inoculamos la vacuna argentina. Luego diremos que la pobre mujer tiene el Covid que le contagiaron. Pondremos cara de circunstancias y lo demás que se arreglen los parientes. Sin embargo es raro, no tiene parientes, así que el entierro queda en nuestras manos.

   Cuando bajaron por el ascensor:

   —Bueno, la vamos a matar.

   Y así lo hicieron.

   —Yo no sé cómo lo hicieron porque no estaba. Me enteré por el Diario: “Todos lo que vivían en ese edificio, tenían Covid, y los edificios que lo rodeaban también.” Lo único que tengo para decir, es que yo me contagié de la señora, con la cual compartimos muchísimos touch and go.

jueves, 15 de abril de 2021

EL BASTÓN

 

   Los hombres hablan de las mujeres y las mujeres de las mujeres. Se reunían los jueves y estaban hablando con un café toda la tarde.

   —¿Sabían que Luli se fue a vivir a la Isla Mauricio?

   —Yo me enteré antes que vos. Se fue como acompañante terapéutica de un tipo que está buenísimo, al menos de la cintura para arriba.

   Ariel había tenido una embolia y andaba en silla de ruedas con motor propio, GPS y sólo movía los dedos para tipear direcciones. A todas les daba pena. Luli, aunque ella disfrutaba de todo, le hizo colocar un estribo a la silla y recorrían caminos serpenteantes hasta llegar a una casita dibujada.

   Él no quería que lo ayudara a levantarse de la silla. Se mudaba a una camilla donde recibía los masajes de Luli, aprendidos en Japón. Siempre Ariel se relajaba dejando su cara sin fruncir. Ella empezaba por la cabeza, sus masajes no eran suaves, trataba de juntar la piel como para despegarla de sus huesos. Con el cuello pasaba distinto, de allí hasta la cintura, él sentía vibraciones que se expandían. Cuando Luli llegaba a las piernas, él no sentía nada. Ella seguía trabajando y los progresos no progresaban. Hasta que empezó por las palmas de los pies. Surtió efecto, Ariel tuvo cosquillas.

   Pasaron dos años hasta que empezó a caminar solo. Usaba bastón por si perdía su eje. La invitó a vivir con él y se casaron.

   —Ya estás curado, hay otras personas que me necesitan. Tenés mi alta, ahora seguí solo.

   Se despidieron con un beso y un abrazo. Ella lo miró perderse y a los dos kilómetros se derrumbó sobre sí mismo y el bastón desapareció. Luli dejó su maleta y lo fue a socorrer. Se levantó solo, no quiso ninguna ayuda.

   —¿Ves que te tenés que quedar?

   Ella le contestó que tenía un vuelo para Buenos Aires, iba a perfeccionar su estilo con un Monje japonés.

   —¿Y después qué pasó?

   —Lo que menos imaginan, se casó con el japonés.

   Volvió a la Isla Mauricio. Ariel seguía viviendo en la misma casita, rodeado de árboles bon-sai y patiecitos de piedra. Cuando tocó el timbre, la atendió el Monje japonés, con una bata de seda.

   —Seguro que usted busca a su Marido, pero ahora es mi pareja.

   Luli por fin comprendió que su Marido era reputaso.

miércoles, 14 de abril de 2021

LOS DOCUMENTOS

 

   Es como hacía el Führer con los Judíos. No me voy a detener en descripciones que todos conocemos. Dijo Salomón, un viejo nevado:

   —Lo más terrible es que te hacen perder de vos.

   En este momento pasa lo que pasa, el resultado es igual, no alcanza el dinero lo suficiente. Se trabaja hasta doce horas por día. Llegaron a la casa quebrados. Lo despidieron del laburo, por ser el mejor. Se sintió perdido, había extraviado sus documentos. Cuando lo detuvieron, fue lo primero que le pidieron.

   —No sé nada, pero me faltan.

   —Acuérdese de memoria, los números por ejemplo.

   —Creo que empezaba con cinco millones, siete setenta y uno y los otros números se perdieron de mi memoria.

   —¿Cuál es su domicilio constituido?

   —No tengo la menor idea.

   —Entonces vive en la calle.

   —Yo diría que estoy muriendo en la calle. La Madre de mis hijos trabaja catorce horas, ella tampoco los puede ver. Por suerte ahora están conmigo.

   —Como podemos apreciar, usted no recuerda ni quién es.

   —Lo lograron, no soy nadie. Ni tengo interés en saber quién soy. A mis amigos y parientes, también les pasa. Somos un mundo de desconocidos.

   —Vayamos a las acciones, usted arrebató la cartera de una señora. Declaró haber sido asaltada. En la fila de reconocimiento, lo señaló a usted, dijo tener pruebas, tres personas que presenciaron el episodio. Usted le robó la cartera, salió corriendo y se le cayó la billetera. Adentro estaba esto.

   Y le mostró sus documentos.

   —¿Y ahora qué me dice?

   Le dieron tres años de prisión, siendo inocente, él no había sustraído nada a nadie. Tuvo suerte, le tocó compartir su celda con tres personas buenas, también inocentes, Profesores de la Universidad cumpliendo una condena sin saber por qué. Él tuvo tiempo de reflexionar. Tanto pensar le recordó quién era, no se lo dijo a nadie. Mejor que lo vieran como alguien que está ausente.

   Cuando lo liberaron, salió caminando despacio. Pasando cuatro cuadras, encontró una señora con cartera de cocodrilo. Casi le arranca el brazo, pero se la robó y esta vez no hubo testigos. 

martes, 13 de abril de 2021

POCHOCLOS

 

   Se enojó cuando Ramón la llamó para desearle un Feliz Cumpleaños, le cortó en la oreja. Así era ella, psicópata, histérica, neurótica y predecible.

   —Soy yo de nuevo.

   Al otro lado se escuchó una voz resfriada.

   —Nunca me gustó el día que una hace un balance de su vida y concluye que fue una cagada. Ramón, sos un pesado y un hipócrita, porque a vos te pasa igual.

   Ella cumplía 72 y pensaba en sus amigas, que esta vez no la llamaron, porque todas ellas se murieron. Le dio frío estar tan sola, le pidió a Ramón que fuera a mirar Netflix con ella.

   —Una peli, no una serie y la elijo yo porque es mi día. Si me comprás unos pochoclos estaríamos completos.

   Se tiraron entre viejos abrigos de piel que pertenecieron a su Abuela. El televisor tenía el tamaño de una pared, regalo de su hijo, que también se murió. Se sintieron invadidos y pasaron a la tele de dimensiones humanas. Se cubrieron con más pieles, más por soledad que por frío. Miraron un policial que los enganchó.

   Dijo Ramón:

   —Esta actriz es igual a tu hermana.

   —Fue, querrás decir, porque se murió. No me gusta que me hablen cuando miro una película y además ¿cómo querés que te entienda con la boca llena? A vos también se te murieron todos.

  —Tenés razón, hoy me sentí raro, tantos cumpleaños tachados, vos sos la única viva.

   Era sepia la imagen. Los dos durmiendo con la tele prendida. Había pochoclos como si hubiera nevado. Dormían con la boca abierta y roncaban. Ella se despertó primero, le preguntó a Ramón:

   —¿Estás vivo?

   Lo dijo en broma y se rió de su propio chiste. Años que no se reía así. Lo sacudió:

   —Ché Ramón. ¡Despertate! Encargué un desayuno americano. ¡Ramón!,¡Ramón!

   Ella quedó denodada, Ramón estaba muerto. Tenía un beneficio. No habría nadie que la llamara para desearle “¡Feliz Cumpleaños!” 

lunes, 12 de abril de 2021

MISTINGUETT

 

   —¡Los Orientales nos están atacando!, miren el humo y se darán cuenta.

   El viejo deliraba, llamaba a la Farmacia:

   —¿Me traen una tisana?, la necesito para afrontar esta guerra.

   Cuando la sobrina lo visitaba, miraba sus piernas con admiración.

   —Son mejores que las de Mistinguett, dejame que las acaricie un poquito.

    La sobrina fue corriendo para contarle a su prima:

   —Cuando vos te vas, él dice “Mistinguett, quedate conmigo”, y te nombra todos los días.

   Mistinguett nació en el 1800, nadie la recuerda, era como una especie de Susana Giménez.

   Se asomaba al balcón y preparaba su traje de casamiento, con un luto enorme en la solapa.

   —Siempre hay algún muerto en la familia, tu Madre que hace más de treinta años que murió y todavía sigo enlutado.

   Por primera vez asistió a Misa, le preguntaron:

   —¿Te hiciste católico?

   —Prefiero hacerme católico antes que hacerme encima.

   A sus hijas les brindó chalecitos en Miramar y los frontones tenían el nombre de cada una de ellas. Las escrituró para cuando él se muriera, regalarlas a la Iglesia. Se levantaba a las cinco para sentarse en el último escalón del edificio. Volvía su bisnieta, borracha y mal entrazada.

   —Antes de hacer la puta, casate con un tipo que tenga mucho vento, así lo hice yo.

   Empezó a cagarse encima, había un olor insoportable en aquel departamento. Dejaban las ventanas abiertas todo el día, lo que le produjo neumonía irreversible.

   Sus últimas palabras fueron:

   —¡Me cago en Dios!

domingo, 11 de abril de 2021

EL BAILE

 

   Bailaba sola, como en todas las fiestas. Un chico me tomó de los breteles, y me ensartó un beso. Pensé que metí la cabeza dentro de su boca, le vi los dientes, las caries, sentí su paladar de olas atravesadas con restos de comida. Casi me caigo, me sostuve de su campanilla, pero estaba tan resbaloso que bajé en tobogán por su laringe, faringe, esófago. Esos me dieron oxígeno y me repatriaron a los pulmones. Tenía alvéolos que se quedaron con la parte de abajo de mi vestido.

   Era un lindo lugar para tomar una siesta mullida. Me molestaron bastante los conductos sanguíneos y otras mangueras que se paseaban de aquí para allá. Llegué a dos que me dieron miedo, una gorda y otra más delgada. Había mal olor y me saqué la bombacha porque me daba asco llegar al lugar donde casi descubrí la poceta. Aquel chico se desgració y me ayudó a trepar al corazón que me esperaba. Latió acelerado por mi visita, la aorta decía que me quería y propuso formar un coro monocorde entre los dos.

   De estar tan adentro sentí el impulso de salir al afuera. Él me subió a su auto y por fin me vomitó. Era un chico bueno que se tomó la libertad de pasarme la lengua por todos los rincones que estaban sucios. Cuando logró sacarme se introdujo él en mi cuerpo, no por la boca, sino por otro agujero. Él no quería salir de mí ni yo de él. Fue tan satisfactorio que creamos un vínculo. Duró tanto tiempo que nunca más bailé sola.

sábado, 10 de abril de 2021

MAMITA QUERIDA

 

   Dedicó su vida a escribir sobre mí. El miedo que le daba ser Madre, mis anécdotas habladas. Los diarios que escribía a partir de los seis años. Mientras ella rogaba silencio y mandaba cerrar la puerta del escritorio. Me plagiaba todo lo que podía.

   —Las cartas que te escribió tu Padre y sé que siguen conectados, traelas lo más rápido posible. Voy por el tercer capítulo y necesito material.

   Y yo se las entregaba con toda inocencia. Nunca pensaba en mí, ni me preparaba el desayuno, porque tenía mucho que escribir. Yo continué mis cuadernos personales durante quince años. Ella los iba sacando de uno en uno y los transcribía a su futuro libro. Cuando leyó mis últimos apuntes, apareció en mi dormitorio:

   —Estás embarazada y no sabés qué hacer, por supuesto interrumpilo. Tengo Médico, lo pasaría como Práctica Médica.

   Era predecible que usara aquel disgusto para volcarlo en su libro. Se lo editaron y tuvo mucha repercusión. La invitaron a dar una charla y por primera vez salimos juntas. Me vistió de princesita, para hacer ver que tenía una hija muy linda.

   Cuando llegamos a casa, estaba de mal humor:

   —Quiero que te vayas a dormir sin comer. Me arruinaste el día. Al principio estuve rodeada de hombres importantes que me felicitaban por el libro. Había uno que tenía una mirada tan profunda, estuve investigando y resultó ser un grande, premiado por sus trabajos en Filosofía. Te miré de reojo y coqueteabas con todos. Vos te reías y lo elegiste a él, justo a él, que casi lo consideré futura pareja. No pongas cara de “yo no fui”. Vi lo que hacían entre los cortinados. Parecías una Princesa estúpida, como todas las Princesas. No quiero que me hables, necesito silencio para seguir con lo que estoy escribiendo, lo que vos escribiste.

   La invitaron a otra charla y en medio de aplausos desganados, aparecí yo vestida de puta y los aplausos ensordecían cuando me descubrieron.

   Por fin la pude castigar y la seguiré castigando, estoy escribiendo un libro sobre ella, con mis propias palabras.

viernes, 9 de abril de 2021

JUANITO

 

   Les despertaban curiosidad los juegos peligrosos. Andaban por distintos lugares, alquilaron una casa en el río con un muelle tan largo que daban ganas de pescar. Juanito vio que su amigo sacó una caña con un azul tan intenso, le dio envidia. Le pidió que le regalara aunque sea el anzuelo.

   —Perdoná, pero si la caña tiene un azul tan hermoso, imaginate el anzuelo color esmeralda, aquí te lo presento.

   Pero su ambición era tal que robó la caña con anzuelo y todo. Pretendía pescar cuando todos dormían. Se sentó al borde del muelle y enganchó un pez grande. Tiraba tanto que el pez se lo llevó.

   Los amigos lo buscaron, divisaron a Juanito flotando en el río. Lo salvaron, no podía casi respirar.

   —¿Qué pasó con el pez grande, la caña de pescar y el anzuelo?

   Dijo Juanito no tener la menor idea.

   —De todos ustedes no quiero saber nada más. Nuestra amistad se terminó, no me tienen confianza ni yo a ustedes.

   Habrán pasado cinco años y en la costa de Las Toninas, había un lugar que vendían artículos de pesca. Juanito, sentado de espaldas, tan quemado que parecía negro, tejía redes para pescar, tenía un ventanal en el negocio a través del cual se veía a Juanito riendo. Levantaba un pez grande embalsamado. La caña era la misma y el anzuelo brillaba color esmeralda.

jueves, 8 de abril de 2021

HAY DERECHOS

 

   El cónyugue era pequeño, gordito y blanco luna. Rigoberta fue obligada a casarse con él, por su prosperidad económica. Eran tiempos en que lo sugerido se obedecía. Ella soportó reclamos amorosos del gordito, fuera donde fuera y en horas imprevisibles. Rigoberta se recibió de Abogada, su inteligencia y honestidad la llevaron a ocupar un cargo público, donde desarrolló planes prósperos, con el apoyo de gente humilde y trabajadora. Una Evita moderna, bah… Sus incrementos económicos aumentaron. El gordito blanco luna, le producía un asquito agudizado por su trabajo continuo.

   Una noche de odio se brotó por las exigencias del gordito. Tomó la Justicia de la mano, único modo de hacer Justicia. Propuso como juego erótico al gordito, el uso de la cinta de embalar.

   El gordito imaginó porquerías nuevas y se entregó. Llegaron las Fiestas, Rigoberta le dio a su marido forma de lechón encintado y lo mandó cocinar en la Panadería. Al asador le dio miedo el formato del lechón, pero teniendo en cuenta la rigurosidad justiciera de la Doctora, lo hizo. Los invitados terminaron la comida elogiando el valor nutritivo porcino. Varias amigas, de maridos obesos, le pidieron la receta. Rigoberta describió con verdad, el alimento. No le gustaba mentir.

   Al año siguiente, casi todas sus amigas enviudaron.

miércoles, 7 de abril de 2021

COÑO

 

   Juanita y Dora vivían juntas, hermanas venidas de España. Muy diferentes una de otra. Juanita tenía voz de pito. Un día fue a visitar a mi Abuela. La recibieron. Dora hablaba poco. Prefería el pelo corto. Parecía un chabón.

   Fui a visitarlas, porque me obligaron, había un olor en esa casa, mezcla de humedad con papas fritas viejas. Mi defensa era respirar por la boca. Juré no volver nunca más.

   Juanita, poco a poco fue perdiendo la razón. Se sentaba en el patio e insultaba a todos los vecinos. Nadie le contestaba, pero le tiraban naranjas, tomates, bananas, espinacas hervidas, parecía una lista de verdulería.

   —Dora, limpiá las porquerías que me arrojaron estos guanacos, coño. Juntá todas en una bolsa y metelas en la heladera separadas. Así nos duran más.

   Dora llamó a su hermano Enrique, era un tipo muy correcto. Apareció vestido con un traje blanco y la infaltable petaca con whisky en el bolsillo, un alcohólico público. Tenía rosácea en la nariz, se le agrandó tanto que le llegó a tapar la boca, los ojos y se le cayó hasta el mentón. Tenía granos y puntos negros. De pronto la nariz creció para arriba, igualito a Cyrano de Bergerac.

   Dora le contó que no sabía cómo hacer para castigarla, detener su delirium tremens. Enrique fue a buscar una fusta. La tomó por su tercera papada y le dio como Pacheco a las viejas locas y molestas. Dora le pidió que se detuviera, la estaba matando y la mató.

   Dora exhaló un largo suspiro, por fin podría disfrutar tranquila.

   Los parientes la invitaban a todos sus cumpleaños. Se confeccionó un vestido negro y largo y llevaba regalitos comprados en el quiosco de la esquina.

   —Mi más sentido pésame. —le dije.

   Y ella contestó:

   A mí no me pesa para nada. Por primera vez soy feliz.

   La vi caminando por la calle, con tacos altos y vestida de negro. Llevaba una trenza postiza. Nos saludamos con afecto.

   —Tía Dora, estás espléndida, con ese look. ¿A dónde vas tan así?

   —Fui hasta el Quiosquero, que me dijo: “No pienso cortejarte, directo a mi casa y vamos al grano.” No entendía nada, me querría regalar un grano de Enrique?, son muy amigos entre ellos.

  —No. Tía, no seas ingenua, tal vez quiera…tal vez quiera…bueno, vos ya sabés. Tal vez quiere.

martes, 6 de abril de 2021

FIESTA DEPLORABLE

 

   Todo era algarabía, porque por fin la familia se reunía. Yo soñaba en la bohardilla que levitaba y como además soy sonámbula, giré hacia la escalera. Me daba seguridad levitar. Caí de un quinto escalón, miré nuestro viejo árbol de Navidad. Con sus esferas de vidrio sumergidas en cuatro colores, tenía sus candelitas prendidas. Caí sin darme cuenta sobre aquél árbol que se partió, pero a mí se me partieron los huesos de la muñeca, dos costillas y mi cara llena de sangre que salía por la nariz y la frente.

   Todos se preocupaban por la cantidad de esferas que se rompieron. No eran como las plásticas de hoy. Me sequé la frente y la nariz. Mi mano colgaba, nadie se dio cuenta, me dejaron tirada ahí hasta que me pude levantar.

   Participé de la mesa larga, le pedí a mi hermano, que me cortara una rodaja de pavo. La sangre caía donde comía. Mis primos preguntaron:

   —¿Por qué ella tiene el privilegio de comer con salsa roja?

   —¿No viste que es colorada? Es capaz de escupir saliva en su propio plato.

   —Por ser pelirroja, debe ser.—el peor de mis primos dijo esto.

   Papá me llevó a un Hospital, a otro y a otro, estaban llenos de Covid y además no alcanzaban los Médicos.

   Me llevó con dólares prestados a un Sanatorio con tecnología de punta. Primero me operaron la muñeca, dos huesos partidos que los unieron con titanio. Hicieron estudios de toda índole, me operaron la pierna, que la tenía al revés y con titanio reconstruyeron hasta lo que no se podía. Entre operación y operación me costuraron toda la cara.

   Cuando miré un reflejo en un vidrio, parecía Frankestein. A casa entró Papá primero, eran una manada de animales que se peleaban por los regalos. Los grandes estaban beodos, no miraban a sus hijos. Lo único que les interesaba era seguir con el champán.

   Papá, el hombre más bueno del mundo, entró la camilla por el garaje, con la ayuda de dos enfermeros. Convirtieron mi cuarto en un sanatorio. Entró mi Tío borracho y me alentó diciendo:

   —Va a llevar un tiempo para sacar todos los yesos, vas a tener que dormir así con una pierna colgada del techo y el brazo sobre cinco almohadas. La mano sobre el pecho. Vas a dormir hacia arriba. Después viene la rehabilitación, ojalá te toque un Kinesiólogo como la gente. Eso llevará seis meses. De la pierna olvídate, no vas a poder caminar hasta dentro de diez meses…

   Le grité que se fuera y se fue.

   Papá no se acostó la noche de Navidad.

lunes, 5 de abril de 2021

LA GENTE ESTÁ MUY SOLA

 

   Fue una cita a ciegas. Pablo esperaba a Sofi, su pretensión era charlar con alguien. Se conocieron por internet, su voz tranquilizaba. Arreglaron para comer en un restorán conocido. Hablaron dos años, pero no tête à tête. Esta vez se dio.

   Pablo se vistió de negro y Sofi de rojo, cuando se encontraron él le miró a los ojos y no fue más abajo. Los ojos eran más grandes que sus tetas.

   A Sofi le gustó su delicadeza para contradecirla.

   —Espero que esto crezca, llegar a discutir, pero despacio. Luego que me desprecies, que hagas lo que desees.

   Pablo era una persona culta y humilde. Le gustó que Sofi no supiera nada de nada, pero se defendía con argumentos inteligentes y sencillos. Lo que Sofi no sabía era que Pablo era casado.

   El conflicto surgió cuando su mujer estaba ahí, a dos mesas de distancia. Trataba de taparse la cara. Con cualquier pretexto se le caían los cubiertos, encubría esa situación para esconderse bajo la mesa. Descubrió que era una verdadera estupidez y ocupó su silla. Alguien le apoyó un pie en la bragueta. Sofi se recostaba sobre la mesa para mostrar sus gracias.

   Era una mujer que pretendía que Pablo la tocara invitándolo a su casa. Él pagó y se fueron de inmediato. Su Esposa lo descubrió y le cortó la salida.

   —Me las vas a pagar, es más, tenés que pagar nuestra comida, mi amigovio no tiene un centavo y vos, con esa mina, tendrás lo suficiente. Fueron muchos años juntos, a veces hay que cambiar de montura.

   Él hizo como si no hubiera escuchado nada.

   Sofi y Pablo no esperaron a llegar a la casa. Transformaron las butacas en camas. El auto era amplio. Se revolcaron como animales en celo. Hicieron tantas cosas raras, que sería imposible describirlas.

   Estuvieron hasta la mañana, hicieron el amor toda la noche.

   —Esta pasión nos tiene que durar toda la vida.—dijo Sofi.

   —¿Toda la vida? En tres meses nos cansaríamos uno del otro.

   —LLevame a casa, me humillaste con tus palabras, pero por suerte dentro de tres meses, tendré hasta cinco citas a ciegas. La excusa de apoyar mi pie ahí, a los tipos los vuelve locos.

   Pobre Sofi, me parece que tiene fiebre uterina y ejerce muy bien su enfermedad. Me voy a quedar mucho tiempo en soledad. Las mujeres me impiden pensar bien. Es mejor perderlas que perderlas.

   Al abrir la puerta del auto, encontró una hoja muy arrugada de papel. La planchó con la mano y decía: “Querido Pablo, no sé cuándo pero tengo muchas ganas de tener una cita a ciegas con vos.” Lo firmaba una tal Lulú.

   Tuve ganas de conocerla.