miércoles, 7 de abril de 2021

COÑO

 

   Juanita y Dora vivían juntas, hermanas venidas de España. Muy diferentes una de otra. Juanita tenía voz de pito. Un día fue a visitar a mi Abuela. La recibieron. Dora hablaba poco. Prefería el pelo corto. Parecía un chabón.

   Fui a visitarlas, porque me obligaron, había un olor en esa casa, mezcla de humedad con papas fritas viejas. Mi defensa era respirar por la boca. Juré no volver nunca más.

   Juanita, poco a poco fue perdiendo la razón. Se sentaba en el patio e insultaba a todos los vecinos. Nadie le contestaba, pero le tiraban naranjas, tomates, bananas, espinacas hervidas, parecía una lista de verdulería.

   —Dora, limpiá las porquerías que me arrojaron estos guanacos, coño. Juntá todas en una bolsa y metelas en la heladera separadas. Así nos duran más.

   Dora llamó a su hermano Enrique, era un tipo muy correcto. Apareció vestido con un traje blanco y la infaltable petaca con whisky en el bolsillo, un alcohólico público. Tenía rosácea en la nariz, se le agrandó tanto que le llegó a tapar la boca, los ojos y se le cayó hasta el mentón. Tenía granos y puntos negros. De pronto la nariz creció para arriba, igualito a Cyrano de Bergerac.

   Dora le contó que no sabía cómo hacer para castigarla, detener su delirium tremens. Enrique fue a buscar una fusta. La tomó por su tercera papada y le dio como Pacheco a las viejas locas y molestas. Dora le pidió que se detuviera, la estaba matando y la mató.

   Dora exhaló un largo suspiro, por fin podría disfrutar tranquila.

   Los parientes la invitaban a todos sus cumpleaños. Se confeccionó un vestido negro y largo y llevaba regalitos comprados en el quiosco de la esquina.

   —Mi más sentido pésame. —le dije.

   Y ella contestó:

   A mí no me pesa para nada. Por primera vez soy feliz.

   La vi caminando por la calle, con tacos altos y vestida de negro. Llevaba una trenza postiza. Nos saludamos con afecto.

   —Tía Dora, estás espléndida, con ese look. ¿A dónde vas tan así?

   —Fui hasta el Quiosquero, que me dijo: “No pienso cortejarte, directo a mi casa y vamos al grano.” No entendía nada, me querría regalar un grano de Enrique?, son muy amigos entre ellos.

  —No. Tía, no seas ingenua, tal vez quiera…tal vez quiera…bueno, vos ya sabés. Tal vez quiere.

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