miércoles, 31 de marzo de 2021

VER PARA CREER

 

   Pierre tenía el cuerpo cubierto de invisibles agujeritos. Amigos que vivían en Barcelona, otros en Cruz del Eje y uno en especial, que disfrutaba haciendo piercing, tenía una pistola perforadora que en segundos perforaba la piel sin ningún dolor.

   A Pierre le gustaba tener sus orejas dispuestas para colgarse objetos grandes y pesados, juntados en la calle los prefería. Los que le mandaban de Europa, los guardaba por si alguna vez se le ocurriera.

   Era pelado y aprovechó aquella pista para ponerse ristras y ristras de monedas antiguas, compradas a una viejecilla que los vendía.

   Cuando caminaba, las monedas se entrechocaban entre ellas, provocando a sus padres, resignados a tener un hijo de metal. Después de las orejas, siguió por la lengua, consiguió dos rulemanes para colgarlos de sus omóplatos y un bulón en el ombligo. Para los brazos consiguió cosas más livianas. Centenares de argollas de madera y en las piernas, láminas de titanio que terminaban en los tobillos, cadenas de bicicletas en ese lado.

   Pierre se miraba en el espejo, ni él mismo se reconocía. En las tetillas y el ombligo usó pedazos de vajillas rotas. Los únicos rincones libres, eran los testículos, los forró de restos de barcos hundidos y oxidados. Su Novia le dijo que el miembro la pinchaba y le producía más dolor que placer. Cuando terminaban de hacer el amor, ella se levantaba cubierta de sangre. Pierre se encargaba de echarle DG6 y llenarla de curitas y vendas definitivas.

   La Novia decidió prepararle tecitos de arsénico. Esperaba que se muriera. Pierre estaba inmunizado, ningún veneno le hacía mella. La Novia terminó por resignarse y llenarse de piercing todo el cuerpo, igual que él. En una noche de desenfreno, quedaron enganchados por el resto de su vida.

   Mandaron a hacer una cama de madera, cuyo colchón contaba con clavos de un faquir, lo más mullido que se les ocurrió. El día que decidieron levantarse, encontraron en el colchón, dos gemelos recién nacidos, iguales a ellos, con piercing en todo el cuerpo. La Novia los parió sin darse cuenta.

   Cuando se quedaban sin comida, salían a buscar dinero. Ocupaban una esquina y se mostraban a la gente, que por piedad, les depositaban billetes en el lugar del piercing que más les impresionara. Recorrieron las principales capitales del mundo. Eso no era vida. Debían separarse o quitarse todos los piercing que tenían. A Pierre, la lengua le llegaba hasta el ombligo, los omóplatos rozaban sus rodillas, arrastraba las bolas por el piso y el miembro viril, quedó como un resorte. 

   La Novia lucía unas tetas largas hasta el pubis y el pubis enroscado en los tobillos, para hacer juego con Pierre, caminaba con el culo. A los gemelos, el día del bautismo, les hicieron poner dos piercing de plata en los agujeritos de la nariz.

martes, 30 de marzo de 2021

UN SEÑOR MUY CORRECTO

 

   Había cola en el Super, cuando le tocaba a él le cedía el lugar a la señora de atrás, cuando le volvía a tocar, dejaba pasar primero al señor que estaba atrás y así hacía con toda la gente. Cuando le tocó a él, miró que no hubiera nadie. Pasó con su carro y las persianas de cierre cayeron. Lo podría haber partido en dos, tuvo suerte, partieron el carro.

   En la vereda, aunque estuviese apurado, si veía una persona en silla de ruedas, la llevaba él hasta donde fuera. Para prestar su servicio, compró un auto. Llevaba a todos los chicos del edificio, a los que cupieran, a distintas escuelas, muy distantes entre ellas. Después los pasaba a buscar.

   Si veía a alguien con frío y desamparado, se quitaba el sobretodo y lo apoyaba sobre su espalda. El hombre le agradecía como si fuese un milagro. Una mujer, con un niño en brazos y colgaban de sus manos bolsos demasiado pesados. De inmediato le llevaba el niño en brazos y los bolsos también. La mujer le agradecía con un: “Muuuchas gracias”. Siguió su ruta sola.

   Un señor encorvado, por viejo y cansado, no podía abrir la puerta, él se ofreció y la abrió. Se trataba de un viejo casi ciego. Al viejo le pareció natural que alguien se ocupara de él.

   El señor ayudaba a todo el mundo que se le cruzara. Estando en el mar, vislumbró una mujer que se ahogaba. Para sacarla la tomó del pelo, que era peluca. Se enojó y lo insultó, porque una ola se llevó su peluca. Perdonaba seguido. Fue premiado en circunstancias como aquella señora, que se cayó en la vereda. La ayudó a levantarse y la señora lo hizo pasar a su casa. Le ofreció un té y quedarse a dormir con ella. Él aceptó, por temor a que la señora se disgustara. Finalmente se quedó a vivir con ella. No era lo mismo. Prefería seguir ayudando, como lo hacía antes.

   Su vocación era ayudar y nadie iba a permitir que dejara de hacerlo.

   Un albañil le preguntó si le podía pintar un rincón que le faltaba. Se subió a una escalera tambaleante. El albañil le dijo:

   —Hágalo tranquilo, que yo le sostengo la escalera.

   Cuando miró  hacia abajo, el tipo estaba fumando. Le agradeció la pintada, ni reparó que el señor había caído largo a largo en la vereda.

   Le resultó importante:

   —Un accidente lo tiene cualquiera.

   No lo ayudó a levantarse, tan sólo una vez que realmente necesitó ayuda. Qué mala e indiferente, es casi toda le gente.

   Estando en la verdulería una chica le robó el lugar. Se tomó todo el tiempo del mundo preguntando precios. Cuando tocó su turno, llevó dos limones solamente. A la que estaba tras él, no le ofreció pasar primero.

   —Hasta aquí llegó mi paciencia.

   No dijo nada, porque era un señor muy correcto.

lunes, 29 de marzo de 2021

YO SOY YO

 

   —¿Por qué te pusiste ese vestido rojo?, parecés lo que no sos.

   Lo dice porque es guardabosque, no quiere que conozca un novio potencial. Él se lo imagina. No es mi deseo conocer a nadie. Simplemente ir a bailar, me hace bien. Suelto mis demonios y vuelvo a la madrugada. La luz del amanecer me da las esperanzas que no tengo. Hoy me di el gusto yo. Mañana me vestiré como a él le gustaría.

   —Qué linda estás, el negro te sienta bien, es de mangas largas, que abriga y te llega a los tobillos. Te regalo estos zapatos con plataforma, eran de tu Mamá.

   No lo quiero contradecir, son rojos, él dice que sirven para cortar un poco el negro. Sugiere un rodete bajo y el pelo bien tirante. También me regaló una sonrisa. Me dio permiso para salir sola. Encontré a mi amigo que se sorprendió. Es el único amigo que tengo, me gustó lo que dijo él, piensa lo que dice y hace lo que piensa.

   —Te quedaría mejor vaquero, remera y zapatillas. Como cuando estudiamos. Casi ni te reconozco. Parecés una mujer grande y pretenciosa. No tenés que darle el gusto a los demás, hacé la tuya. Los demás son lo de menos.

   Nunca había reparado que era tan buenmozo, me gustaba cada vez más. Una noche íbamos a estudiar. Él mismo lo dijo: “hacé la tuya”. Y el resultado fue hacer de todo, menos estudiar.

   Desaprobamos los dos. A la mañana siguiente volví a mi casa. Papá me estaba esperando con café con leche, pan tostado y mi mermelada predilecta.

   —Qué bien que te queda esa camisa ajena, prendida del revés.

   Dí media vuelta y sobrevino lo peor:

   —Tenés los botones desprendidos y la camiseta enrollada en el corpiño. No me interesa lo que te pasó, me resultaría doloroso que me contaras. Yo pensaba que eras una hija ejemplar…

   Y siguió hablando solo. Me fui a dormir.

domingo, 28 de marzo de 2021

FIDELIDAD

 

   Ni bien se despertaba, tanteaba su atado en la mesa de luz. Prendí uno y lo fumaba entre dormido. Desayunaba café negro con un cigarrillo en la mano. Con la colilla de uno, prendía el siguiente.

    Cuando se jubiló, al personal lo alegró mucho. Ni cuando abrían una ventana tras su espalda, en pleno invierno, él dejaba prendido un cigarrillo en cada tablero, para no tener que caminar. Mandó sacar los papeles que decían: “Prohibido Fumar”. Escuchó por primera vez: “Fumando espero al hombre que yo quiero…”

   Pensó: “Fumando espero a la mujer que yo quiero…” Contrató una Acompañante para fumar con alguien, mientras la esperaba, fumaba y cuando llegaba, fumaban los dos. Hablaban poco, exhalar todo el tiempo los enmudecía.

   Cuando caminaba con las manos en los bolsillos, se incrustaba el filtro en un diente que le faltaba. En el mar, mientras barrenaba, la mujer que contrató le sostenía un pucho prendido, para cuando saliera del agua. Los amigos que siempre esperaban sus conversaciones hilarantes, habían dejado de fumar y dejaron de visitarlo llegando a la conclusión: “Fumar es malo para la Salud”.

   Echó a su Acompañante, por concurrir a “Chau Pucho”.

   —¿No te das cuenta que te podés morir?—le advertía algún amigo.

   Al poco tiempo se murió, no por el cigarrillo sino por un micro que lo atropelló. Entre todas sus amistades, le compraron un ataúd. Él gastaba todo su dinero en paquetes de cigarrillos. El día del sepelio, mientras lo bajaban, los más allegados lloraron para cerrar el duelo.

   Donde estaba su sepultura, comenzó a salir humo. El Cuidador del Cementerio, lo desenterró y levantó la tapa del ataúd. Estando muerto, seguía fumando.

   Dejo aquí, porque me quedé sin cigarrillos, voy a comprar un atado en la esquina, no puedo escribir si no tengo un pucho prendido.

sábado, 27 de marzo de 2021

EL ENCIERRO

 

   Me mandaban al San Luis, Colegio de Curas, porque allí fueron mi Papá, mi Abuelo y mis Tíos. Fui obligado, no me gustaban los Colegios Privados, con ventanas enrejadas y protocolos agobiantes, como usar un uniforme con camisa blanca almidonada y corbata azul.

   Se estudiaba de memoria y guay de equivocarse, las palabras debían ser iguales a las Clases que nos daban. Me hice amigo de un Cura muy divertido, a pesar de la sotana negra y el cuello de plástico blanco. Era un hombre como cualquier otro, no parecía Cura.

   Los compañeros que tenía eran soldaditos, jamás un grito ni una risa. Todos derechos e iguales. Ni llegué ni a conocerles el nombre. Antes que sucediera lo que sucedió, no pude zafar de ninguna de esas tonteras.

   En casa pedí que me cambiaran de Colegio, sino, iba a terminar estúpido como los del San Luis.

   —Podrás pasar a la Facultad sin dar Examen de Ingreso. Todo tiene un precio. Para que no des Examen de Ingreso, los Padres tenemos que pagar. Agradecé que somos una familia prestigiosa y podemos solventar esa cifra.

   Sus palabras me dieron más asco. Era mi último año, no me permitían faltar. En una de las Clases, me aburría tanto, que pedí permiso para ir al baño. Dejé la puerta abierta y aproveché para hacer pis. De pronto se cerró, entró un Cura, me sonrió y le puso llave a la puerta.

viernes, 26 de marzo de 2021

ME LO CONTARON

 

   Un matrimonio ejemplar, caminaban tomados del brazo y vestidos como para un casamiento. Saludaban a los Vecinos, con leves inclinaciones de cabeza. Se daban piquitos furtivos en la plaza.

   Cuando llegaban a su casa, la mujer le preguntaba:

   —¿Llamaste al Plomero, Haroldo?

   Él la miraba sorprendido:

   —No, lo tenías que llamar vos.

   Todas las canillas del baño perdían, las de la cocina también. El agua llegaba hasta la vereda.

   —¿Sos idiota o te hacés?

   Ella lo miraba con odio:

   —Pero vos, que sos un boludo que se lava las manos con todo lo referido a casa.

   Alzaban la voz hasta llegar al grito pelado.

   —Te recibiste de Médico, Especialista en Ginecología, sos un conchudo.

   —¿Por qué me decís eso?

   —Porque te pasás el día mirando conchas. ¡Rata inmunda! Sos un pajero.

   —Te equivocaste, no necesito para nada hacerme la paja. Tengo a mis pacientes que siempre están bien dispuestas.

   —Pero que pedazo de hijo de puta, encima me lo contás.

   Estando en el restorán más caro de Buenos Aires, después de la primera copa de vino:

   —¿Sabés qué estuve pensando? Me insultás a cada rato, no le das ni cinco de pelota a nuestros hijos, ni los bañás ni les lavás la ropa.

   Los clientes más cercanos, dejaron de comer para escucharlos. Algunos con horror, otros con placer. Cuando el Marido le dio dos bofetadas al derecho y al revés, los más lejanos clientes aplaudían, pensaban que era una obra de teatro que contrataban los Dueños. Hasta que ella se subió a la mesa.

   —Uds nos miran porque mi Marido o compañero de pieza, es reputaso.

   —Jamás me rompieron el culo y detesto a los hombres.

   —Cuando te descubrí en el dormitorio, con tu mejor amigo, los dos con los pantalones caídos hasta el piso y la cama deshecha.

   —Imelda, ¿por qué no te vas a la concha de tu Madre?

   —Porque no tengo Madre, sorete. Andate vos a la tuya, que debe ser mucho más grande.

   Él la bajó de la mesa con un sillazo, rompieron toda la vajilla y salieron al grito de: “Putarraca sin clientes”.

   —Tengo clientes demás, sino preguntale a tus amigos. ¡Cornudo!

   Iban por la esquina:

   —Apurate porque nos están corriendo los mozos, no les vamos a pagar una mierda.

   Tomaron un taxi, llegaron a su casa como dos tortolitos. El Marido la miró:

   —Ah y esto es lo último que te digo. Hoy te tengo ganas, te lo voy a hacer, eso sí, te me disfrazás de puta y te tapo la cara con la almohada. Estas son mis condiciones.

jueves, 25 de marzo de 2021

LA ÚLTIMA LECCIÓN

 

   El mejor Profesor de la Técnica, ni bien entraba a Clase, les hacía dejar los celulares, en un cesto. Era un jugador empedernido, Hipódromo, póker, pequeñas inversiones y el Casino lo podía. Su suerte cambió de un día para otro, se llenó de deudas para él impagables.

   Vendió su casa, dormía en el auto y se alimentaba de los sánguches que vendían en la Técnica. Le resultó insoportable su situación de bañarse en el lago, con agua fría y detergentes robados de los baños del Colegio. Mientras algunos alumnos aplaudían sus Clases, otros se burlaban de su aspecto, botones descosidos, vaqueros que de mugre se paraban solos y su cara sin afeitar. Luego de las deudas impagas, comenzaron las amenazas. A su hijo lo dejó en la casa de la Abuela, por temor a que fuese raptado. Además no tenía nada para ofrecerle.

   Le hicieron una broma cruel sus alumnos, que tanto decían valorarlo. Le pintaron el auto con malas palabras y la clásica de poner baldes de pintura en la puerta de entrada al aula. Parecía un payaso, un loco o un viejo ridículo. Gastó su último sueldo en un lavadero de autos, para que le quitaran la pintura. Los empleados le ofrecieron lijarle todo el cuerpo, quedó limpio pero todo lastimado. Lo mandó a llamar el Rector de la Técnica, para entregarle los papeles de su renuncia que le pedían desde el Ministerio de Educación.

   —Antes de irme, quisiera corregir los últimos exámenes de mis Alumnos, usaría el fin de semana en algún recinto del Colegio.

   Le dijeron que sí de inmediato. Él sintió que le tenían lástima y despreciaban su nueva condición de pordiosero. Apareció un sábado por la mañana, mientras corregía los exámenes prometidos, subió las escaleras y encontró el camino perfecto para su vida desgraciada. Ató una soga en la viga mayor y se ahorcó, mientras pensaba que sus deudas estarían canceladas y su sueldo miserable, no le sería necesario, ni pagar Impuestos, ni sufrir las burlas de sus propios compañeros y en especial, dejar esa vida que no le permitía darse el permiso de vivir. No tuvo que pagar su sepelio, porque el muerto, era él.

miércoles, 24 de marzo de 2021

ALIAS

 

   Mis dos hijos van a venir, soy el padre, me ocupé de ellos. Les pasaba para que no les falte, la atorrante de mi mujer sabía, pero nunca dijo nada. El trabajo me lo consiguió un taura, que era su amante. Fui un gil con suerte. Hacía los traslados de los centros de La Plata.

   Me tuvieron confianza y me ascendieron, llegué a comandar grupos de tareas de primera línea. Decían que cualquier complicación había que consultar al Ruso. Ese era mi nombre en el trabajo, el Ruso. Nunca le hice asco a nada. Nadie dejó de cantar conmigo. Yo me la creí y aceptaba el miedo ajeno como condecoraciones. No sé cuántos fueron, pero me dejaban de cama. Prefería jóvenes, los viejos no resistían nada. Después de siete años me jubilé. Había buchones y tuve miedo.

   Vivía en La Pampa, andaba hecho un maricón, lloraba en los atardeceres. Allí también era el Ruso, pero distinto. Vinieron dos tipos atildados en un auto moderno, que manejaba un chofer con cara de guarda el hilo. Uno bajó y preguntó si yo era Pedro Rudenko. Me quedé frío, parecía que preguntaban por otro tipo y como un boludo dije que sí. Era un nombre viejo, me pareció ajeno. Bueno, fui con ellos, me hicieron un juicio con acusaciones que yo ni recordaba. Y a cada rato decían: —Pedro Rudenko, alias el Ruso.

   En un momento miré, a ver si estaban mis hijos. Pero no, ninguno de los dos.

martes, 23 de marzo de 2021

REGODEO

 

   Se cansó que la siguiera como una lombriz solitaria. Tenía cuerpo de lombriz y cuando lo encontraba apoyaba una rodilla en el piso, se quitaba esa galera ridícula que usaba.

   —No puedo dormir pensando en tu mejilla, redonda como una manzana, mi sueño es pasarte la lengua por tu manzana, soy torpe me equivoqué por tu mejilla.

   Ella lo miró con asco y le dijo que sí para que no la jodiera más. Cuando vio esa lengua finita, larga y húmeda, casi vomita.

   —¿Y, qué te pareció?

   No encontraba palabras para responderle.

   —Me encantó, nunca vi una lengua tan larga como la tuya.

   Él abrió la boca y le mostró que se enroscaba hasta el estómago.

   —Soy un virtuoso, hasta me puede salir por el ombligo.

   A ella le pareció tan inmundo que no pudo contener sus deseos de venganza. Lo invitó a comer a su casa.

   —No sabés cómo cocina mi Madre, hasta le publican algunas de sus recetas en el diario.

   Él aceptó y asistió, con un frac, la galera y un ramito de violetas para regalarle a la Mamá, lo consideró una fineza, propia de sus virtudes.

   Cuando entró estaba la mesa puesta, en el centro asomaba un guiso humeante y tentador. La Señora le agregó a la sopera, las violetas que él llevó de regalo. Ante su cara de asombro, dijo:

   —Es para perfumar el guiso, lo hace poético y verá lo rico que es.

   Él fue el primero en sentarse, estaba muerto de hambre, se sirvió solo, al menos cuatro platos hondos.

   —Señora mía, es el guiso de legumbres más rico que he comido. ¿Cuáles fueron los ingredientes que usó?

   —Lombrices de mi jardín, si quiere le preparo una viandita, con el resto, para que se lleve.

   La hija miraba con estupor la escena.

   —Si no es mucha molestia para usted, le acepto, con sumo placer y encanto y la más ordinaria voluntad.

lunes, 22 de marzo de 2021

LETRAS

 

   Joasch, desde los seis años las hermanas lo llamaban Opa, si alguna le hablaba levantaba sus ojos del libro.

   —Ché, Opa, andá a la panadería.

   Él contestaba, retomando su lectura y con la boca abierta:

   —No puedo, necesito saber cómo continúa el tal Homero, la Ilíada, para más datos. Un ejemplar que hasta que no llegue al final, ni pienso dejar. Después tengo El Quijote de la Mancha, en castellano antiguo. Es prestado y lo tengo que devolver la semana entrante. Hagan de cuenta que soy invisible.

   A los treinta, se mudó a un pen-house y su vida consistía en leer en el micro, en el subte, en la plaza, para airearse, respirar y seguir leyendo. Se pasaba de Estación, por leer el último capítulo de cualquier libro que le interesara mucho.

   Su depto constaba de paredes cubiertas con libros de piso a techo. Obras de autores preferidos. Llegó un momento que se enfermó y lo internaron. Los Médicos le tenían prohibida la lectura. El diagnóstico fue: cáncer terminal de libro.

   Al enterarse, leía los papelitos de los medicamentos. Le dio una depresión más importante que sus libros. Lo dejaron ir porque no alcanzaban las camas. Cuando llegó a su casa fue directo a la ventana, pensando que estaba cerrada, apoyó la frente en esos vidrios tan transparentes, que sin premeditación se cayó del piso catorce, a la altura de la parada del micro 206. El cuerpo no resiste tal altura y mientras caía no pudo pensar más.

   Uno decía que se había suicidado. Los vecinos hablaban de un accidente desgraciado. Rodearon el lugar con cintas amarillas. Antes de eso, Joasch, había arrojado su biblioteca completa.

   Una joven se enfrentó con otro joven y levantaron todos los libros que pudieron. Se conocían de la  Facultad.

   —¿Cómo podés llevarte estos libros que son de mi Padre?—dijo ella.

   —No, te equivocaste, esos libros pertenecen a mi Padre.

   Ambos quedaron suspendidos, acariciando los libros.

   —¿Tu Papá era mi Papá también? ¿Deduzco mal? ¿Somos hermanos?

   Se miraron a los ojos y eran los mismo ojos de aquel Señor, que pasó toda su vida leyendo.

domingo, 21 de marzo de 2021

HUIR

 

   Una pesadilla la hizo reparar en las luces de la Ciudad, que le tapaban la noche. Año tras año, postergaba la fantasía de vivir en otro lado. Se sentía como una rata de laboratorio, recorrer siempre los mismos caminos, pasillos infinitos que la conducían a situaciones más desagradables que sus pesadillas recurrentes.

   Cuando le dijeron que su auto estaba reparado, luego de cuatro meses, le dio tanto contento que de inmediato tomó una ruta a cualquier parte. Anduvo por caminos de tierra, donde recuperó el día, la noche y los descampados. Armó su carpa y durmió profundo.

   Un adolescente alto, desgarbado y muerto de hambre, le preguntó si podía descansar un rato, dentro de su carpa. Mientras ella tomaba mate sentada en un tronco, le dijo:

   —Te podés quedar todo el tiempo que necesites, pero antes de entrar, dejá tus zapatillas afuera.

   El chico durmió tres días seguidos. A ella le dio placer, recostarse sobre el pasto y de algún modo, sentir que estaba acompañada.

   El chico se encargó de desarmar la carpa y conducir el auto. Encontraron un almacén de ramos generales. Compraron fruta, verdura, alpargatas y nafta. Los Dueños preguntaron hacia dónde se dirigían. Ella dijo:

   —Nos vamos al mar.

   Y el chico asintió.

   —No les va a quedar muy lejos, si siguen derecho por la tierra, se va transformando en arena y es el único lugar donde podrán ver la salida del sol, su hijo va a disfrutar como loco.

   Le molestó que le atribuyeran esa maternidad, tenían veinte años de diferencia, no era tanto.

   Aparecieron colas de zorro y al fondo una franja azul.

—¡ Llegamos!— gritaron los dos, se revolcaron en la arena y corrieron hasta el mar, que parecía llamarlos.

   Se metieron con ropa y todo. Miraron con asombro la salida del Sol. Llegada la noche, se acostaron los dos en la misma carpa.

   Sus cuerpos se pegaron. Hicieron el amor cincuenta veces. Ella tuvo ganas de quedar embarazada. Él quiso tener un hijo. La panza de ella, fue creciendo de a poco. La bautizaron con el nombre de Luna, porque fue la Luna, que iluminó aquel parto tardío.

   Y fueron felices y no comieron perdices.

sábado, 20 de marzo de 2021

SONIDOS

 

   Tenía una relación estrecha con lapicera, cuaderno y lo que le dictara su imaginario constantemente. Para él, escribir, era una droga. Le ocupaba el tiempo de la noche y gran parte del día. No podía dejar mientras se deslizaba por los renglones como una partitura. Escuchaba un piano que llegaba del depto de arriba. Se interrumpía la música y él cerraba sus ojos pensando en las ideas que vendrían.

   Una noche se dio cuenta que había un silencio raro. La ejecutante se mudó sin decir nada. Por un lado lo alegró quedarse solo y por otro una tristeza desconocida lo llenó de palabras nuevas y apagadas. Igual lo sorprendió una nueva mudanza, escuchó los pasos de unos zapatos de tacos altos, le parecieron martillos incansables que acomodaban muebles a cualquier hora del día. Recordó cuando su Madre, le apoyó la punta de sus tacos sobre uno de sus tantos novios. Le produjo horror aquella sangre y se puso a escribir lo que pasaba. El episodio le dejó una impronta en su memoria que transformaba su escritura en una descarga, todo en un cuaderno, pesadillas de sus historias. La nueva vecina cantaba desafinado. Él podía escuchar un lavarropas, el motor de la heladera que se abría y se cerraba todo el tiempo. La conoció en el ascensor, era una mujer enana y vulgar. Lo saludó con voces que dijeron:

   —Soy su nueva vecina, espero no molestarlo con mis ruidos, la hiperkinesis que acompañó toda mi vida, me obliga a ir de aquí para allá. No me puedo detener. Mis movimientos son continuos. Si lo molesto, podrá quejarse ante mi puerta.

   Él contestó con un “muchas gracias” obligado y bajó del ascensor sin ningún asombro. Escuchaba discusiones y sonidos de pugilatos desagradables. No le importó, le sirvieron para escribir lo que decían. Le hicieron extrañar la música que tanto lo acompañaba y le acariciaban los tormentos que lo cercaban. La crueldad consigo mismo le hacía recuperar algún tipo de armonía. Lo hacían sonreír mientras su lapicera careció de combustible y los renglones de sus cuadernos agotaron su función nutricional.

   Se compró un piano de cola y pidió hablar con su ex vecina. Consiguió su número de celular y le pidió que le enseñara aquellos acordes.

   —Usted decidirá el día y la hora de mi concurrencia.

   Cuando la hizo pasar lo sorprendieron los zapatos de tacos altos y finitos, que no hacían ruido. Casi la abraza. No lo hizo porque era un hombre amable y muy prudente.   

   Ella siempre fue una persona muy exigente. Eso no le gustaba. Él terminó estudiando música en el Conservatorio. Hizo un arreglo con el Portero, para conseguir unas llaves que le permitían tocar el piano toda la noche. Su piano lo vendió, ocupaba mucho espacio. Tuvo que desplazar su escritorio para volver a escribir con su propia armonía.

viernes, 19 de marzo de 2021

PEDAGÓGICO

 

   Pipo nunca se defendió de nada, un Profesor del Colegio le dijo:

   —Mire cómo tiene ese pelo.

   Y le tironeó un mechón.

   —Todo esto le llega debajo de los hombros. Quiero para mañana, que venga con el  pelo cortado.

   Pipo le contestó:

   —A mí me gusta así, Profesor y a la Tía que me Adoptó, también.

   Después que dijo eso, temió que lo castigara como hacía su Padre cuando vivía. Al día siguiente se presentó con la cabeza rapada. Todo el salón quedó pasmado, incluso el Profesor.

   Lo suspendió una semana y cuando Pipo volvió, empezó una contienda donde le bajaba la nota a trabajos brillantes. Lo hacía leer en voz alta y le corregía pavadas, para hacerlo quedar mal delante de sus compañeros. Fue el primer episodio de su vida pública vergonzante.

  Cuando empezó la Facultad, soportó las burlas de sus compañeros, ponerle un pie para que se caiga, encerrarlo con llave en el baño y copiarle sus exámenes, tan brillantes como los de nadie.

   Le gritaban:

   —Bastardo, seguí estudiando que te vas a convertir en libro.

   No conseguía un solo compañero para estudiar juntos. Se ofreció Rebeca, pero con ella no le hubiera gustado, porque tenía pajaritos y pajarones en su cabeza.

   Cuando presentó su Tesis, hasta el Decano lo aplaudió, más que una Tesis, pareció una clase magistral. A la salida encontró su auto destruido y cuatro malnacidos que lo cagaron a palos. Pipo no se defendió. Cuatro contra uno era injusto. Su autoestima quedó más destruida que el auto.

   Lo nombraron Decano y rechazó el cargo.

   Fue la venganza inconsciente de Pipo.

   Su Tía ya vivía en un Geriátrico, quedó solo en el caserón viejo, con olor a humedad y goteras en todos los rincones. Vivió muchos años adentro de su casa.

   Sólo lo visitaba Rebeca y le llevaba empanadas para comer juntos.

   —Odio las empanadas y odio tu visita, por favor, no quiero verte más, sos peor que estar solo.

   Pipo se aventuraba a salir a la calle sólo de noche. Hacía toda clase de tropelías, hasta quemar la bandera argentina del Municipio. Lo detuvo la Policía, le hicieron un interrogatorio exhaustivo y llegaron a la conclusión que Pipo estaba irremediablemente loco.

   Siguió saliendo por las noches. Rebeca estaba sentada en el umbral de su casa, lo esperaba. La hizo pasar para ver qué tal. Ella estaba igualita a ella. Hizo un descubrimiento, las mujeres de cabezas vacías succionan la inteligencia de los solitarios.     

jueves, 18 de marzo de 2021

LA VIDA QUE NO FUE

 

   Pasar de la llanura eterna a vivir elevaciones de piedras, bosques, piñoneros, retamas y espliegos. Frente a nuestra nueva casa, pasaba un arroyo donde el agua corría y nos dejaba hoyas para tomar baños en el verano. Agujeros de piedra que parecían darnos masajes en la espalda. Había noches de calor que nos metíamos desnudos.

   El pueblo era endogámico. No sabíamos quienes vivían en esas casitas, siempre permanecían con sus ventanas cerradas y las puertas igual, como si no viviera nadie. Me pareció una buena idea ir casa por casa para informarles que éramos vecinos recién llegados. Íbamos cargados de flores de regalo. Tocábamos timbre, golpeábamos y alguien nos atendía a través de mirillas exiguas que cerraban de inmediato.

   No éramos bienvenidos. Fuéramos donde fuéramos. Nos miraban con desconfianza y ganas de expulsarnos. Hasta le pidieron al Intendente que nos echara, adujeron que no éramos trigo limpio.

   La poca gente que encontrábamos, vestía capuchas negras, vestidos hasta el suelo que ellos mismos se pisaban al caminar.

   —Nora, ¿te diste cuenta que toda Latinoamérica te juzga por lo que llevás puesto? Argentina es el peor lugar, nuestras ropas con agujeros les dan horror. Son todos rubios y de ojos celestes, no nos miran, nos espían. Descendientes de daneses anclaron por estos lares. Vos sos morochasa y yo negro carbón. Cuando empezó la pandemia, fuimos los primeros en sufrirla. Cuando se expandió entre ellos la misma enfermedad, nos tuvieron tanto miedo que peleábamos todo el día por nuestro propio miedo.

   Nos separamos en buenos términos, Nora se casó con un rubio danés y yo con una rubia transparente. Poco a poco nos vestimos con capas negras y capuchas. El día que nos cruzamos por una calleja, no nos saludamos.

   Teníamos comportamientos y creencias diferentes. Hartos de esas gentes, como encerradas para siempre, nos fuimos en una casa rodante. En la última curva vimos nuestra casa incendiada.    

miércoles, 17 de marzo de 2021

DE ALGÚN LADO LO CONOZCO

 

   Tomó un taxi con un conductor de esos que les gusta hablar. Él, cuando salía del trabajo, prefería el silencio.

   —Ché, mirá qué piba nos cruzamos, así era la mujer más famosa del año 46, nadie se le acercaba, usaba pollera angosta con un tajo atrás, por aquel tiempo la mina tallaba, tenía un culo y unas tetas firmes como el mármol. No le daba bola a nadie. Le hubiera gustado ser querida no por su cuerpo, sino por su inteligencia y otras virtudes que le daban un halo de tristeza. Mi sueño se hizo realidad, a los dos meses, yo me le arrimé y le propuse casamiento.

   Este tachero no la corta, si sigue, me bajo. Aunque me interesa lo que cuenta, de alguna parte lo conozco, no sé de dónde, pero lo conozco.

   —Y como le decía, fuimos tan felices. Era oportuna, entregaba todo lo que tenía. Se fue con mi mejor amigo y yo sin comerla ni beberla, no le guardé rencor a ninguno de los dos. Una vez me la crucé, estaba con una panza inmensa, a punto de parir y seguía siendo hermosa. Volvió conmigo diciendo que el crío era mío, después me dejó. ¡Mire!, ¡mire!, al lado del semáforo está ella. El tiempo la transformó en una vieja flaca, arrugada y encorvada.

   Fue patético. La mina que me describía, ahora era mi mujer. Miré por la luneta trasera y era ella nomás. Al ver en qué se había transformado, di vuelta la cara y traté de olvidar.

   —Chofer, por favor, yo me bajo aquí.

martes, 16 de marzo de 2021

¿A DÓNDE VA LA MÚSICA?

 

   Quería que le compraran un violín. Su petición fue denegada, no tenían casi dinero.

   Luisa reconocía las voces de todos los pájaros, en la casa, en su cuarto de cemento sin pintura, parecido a una celda, ella trasladaba a un violín inexistente aquellas voces que tan bien conocía. A los padres les resultaban molestos aquellos sonidos.

   Tanto así que ahorraron para comprar el instrumento.

   Se lo entregaron el día del cumpleaños número catorce, Luisa tiró besos al aire y se encerró en su pseudo cuarto. Provenían arpegios leves que envolvían los platos de comida de sus padres. Estando afuera, cerca de la entrada tocó un solo de violín que hizo callar todos los pájaros. Un joven caminante se acercó para escuchar mejor, luego se sentó a los pies de Luisa. En un intermedio el joven se presentó como Ludovico Cami. Dijo que no podía permanecer mucho tiempo, pero le haría algunas correcciones que le serían de utilidad. Se asombró de la cantidad de partituras para solos de violín, Luisa las había sustraído de la casa de su vecino muerto. Ella le daría continuidad a esa música.

   El joven fue aceptado como maestro de Luisa. Dormía en un jergón del establo. Pasaban los días y Luisa adquirió más conocimientos que los que Ludovico le enseñaba. Un atardecer, dijo que él amaba ser caminante, así como ella amaba su música. La despedida fue con una promesa de volver, que no sería cierta. Los dos sabían que mentían.

   Luisa corrió a su pseudo cuarto.

   El violín tenía una cuerda suelta, mientras ella tocaba, fueron saltando todas.

   Siguió tocando. 

lunes, 15 de marzo de 2021

EL REFLEJO EN TUS OJOS

 

   Un domingo por la tarde, en Bs As, hacía tanto calor que la gente se tiraba al Riachuelo y nadaba.

   Ella, sentada en un Bar, con un Mozo sudado, no había nadie.

   —No sé qué pedir, a lo mejor a vos se te ocurre.

   El Mozo le trajo un batido  con franjas de hielo. —¿No te molesto si me siento con vos? No está el Patrón y este lugar me lo conozco de memoria, en verano nunca entra nadie, ni entró ni entrará, menos domingo 41°, esperá, voy por otro batido con franjas de hielo para mí.

   Ella se dio cuenta que no podía mover los pies, los zapatos estaban enterrados en brea caliente, eran nuevos y caros.

   El Mozo volvió, sin el uniforme, a pesar de haber mojado su pelo, ponerse una musculosa, bermudas y ojotas, su molicie no le permitía entablar una charla. Ella se caló unos anteojos negros inmensos, él vio en los anteojos un mar azul, con olas sedosas y brisas frescas. Se pellizcó finito y no estaba soñando. En el borde inferior de los anteojos, estaban ella y él, con un batido helado, que paseaban por sus frentes.

   No pudo más. —Tus anteojos tienen un video?

   Pobre chico, tiene fiebre, seguro. —No, son de vidrio, comunes, los compré en la calle.

   La canícula marcaba 46°, se tiraron al Riachuelo, ella ni se dio tiempo a quitarse los anteojos y los zapatos quedaron en la brea. Hicieron la plancha, nadaron pecho, crol y mariposa. Estaban lejos, una ola mediana les hamacó el cuerpo, el agua era salada.

   Retornaron a la playa, se sentaron en reposeras con mesa al medio, los batidos se habían derretido, ella no tenía anteojos, pero sus ojos eran profundos, transparentes y él se vio, todo despeinado, con ojos irritados.

domingo, 14 de marzo de 2021

TIRALA VOS DÁMELA A MÍ

 

   Con esta luz nocturna puedo ver mi mano de muñeca quebrada, en tantos pedacitos que decidieron tirarlos a la basura. Reemplazaron las piezas perdidas con una chapa de cinc.

   Por dos mangos, hicieron cincuenta mil los mediquitos. En medio de una Rehabilitación, se asomó de adentro un triángulo de cinc. Lo arreglaron rápido con la gotita y fibra de cemento. La mano colgaba pesada y había aumentado de tamaño. Mi Madre me construyó una manga del gramado más grueso. La enganchó en mi cuello. Le hizo un nudo con formas de estalactitas y estalagmitas, que reproducían mi mano primigenia, que tanto extrañaba la derecha.

   Empecé a comer durante todo el día. Llegué a pesar mucho más que mi mano. Olas de grasas saturadas, ocultaron la primera operación. Estaba contenta con mi nuevo cuerpo.

   Para conocer un candidato no tuve ningún problema. El hombre era mayor que yo y más pesado que mi gordura. Él no pudo satisfacer sus ganas de hacer el amor. Yo tenía todos mis agujeros saturados y forma de pelota de rugby. Me usó para eso, el deporte que más le gustaba. Perdió muchos partidos y decía que era culpa mía. Mis viejos me obligaron a separarme. Cuando me arroparon por la noche, no sabían si mi cabeza era los pies o al revés. Era una perfecta pelota de rugby. Pero ellos no querían tener esa pelota de hija. Mi Papá me alejó tan lejos, que aterricé al lado del entrenador. Nos fuimos juntos, era un bombón. Me taladró todo el cuerpo con cientos de agujeros. Cuando se cansaba de uno, seguía con otro. Mi libido se expandió y nos pasábamos todo el día en eso.

   Me dijo que me quería, yo le contesté que no sabía.

sábado, 13 de marzo de 2021

LONGO TRECHO DEVAGAR

 

   No sé por qué la eché de mi piso, no quise que se difundiera. Sentía que las piernas crecían, los brazos, el cuello. Duele crecer. Me olvidé de la mucama, nunca supe su nombre. Llegué a golpear mi cabeza con el chuveiro del baño. Descubrí que todo el cuerpo piensa, tiene recuerdos, proyectos. Los dedos de los pies, son soledad sin palabras y yo nena. Cuando escribía hacía triple cruce de piernas, llevaba tiempo, pero lograba desenroscarlas. Cuando llegué a cinco cruces, abandoné, caminaba con los pies cruzados.

   Se fue sola, dijo que con mis brazos largos, podía abrir picaportes lejanos. Me tenía envidia, encima, yo le mandaba trastos fuera de uso. Mejor, me daba asco el olor a sirvienta y no quise pensar su pieza. Yo tenía todo mugriento, tantas telarañas que mis largos brazos y piernas adelgazaban a medida que crecían si cruzaba el comedor. Las telas me envolvían, caí al piso, no me podía levantar. Me arrastré hasta su pieza, abrí, me sorprendió mis trastos relucían apilados por tamaño, el piso blanco nieve, la cama parecía de hotel barato y limpio, los hay.

   El acolchado blanco, como los pisos. Había pintado las paredes de blanco, se iba a quedar la negra de mierda, esperando mi muerte.

   Eligió blanco para contrastar su negritud. Yo no conocía esa parte de mi casa. El pensamiento de mis piernas señaló que tanta inmovilidad permitía que ella durmiera en mi pieza. Limpió todo y cuando fui una salchicha, me enroscó y me puso a hervir, en la cacerola gigante del puchero. Al principio me quemaba, después me acostumbré. Ella se sirvió de mí, dejó de ser sirvienta y me comió íntegra.

viernes, 12 de marzo de 2021

AMBICIÓN

 

   Daba sangre cada vez que me era permitido, después la vendía, un trabajo como cualquier otro. Leí que alguien muy rico, necesitaba un riñón. Me presenté a su casa, con los antecedentes, análisis, edad, encarpetados.

   Le ofrecí mi riñón a cambio de una suma importante, que el Señor rico, duplicó. Luego tuve la oportunidad de vender mi pulmón derecho a un suizo, no esperó saber cuánto, extendió un cheque impensable y me besó las manos. Tenía un primo en Suecia, nos presentó y me quiso comprar la pierna derecha, yo no soy ningún boludo, pagó cash, perfecto.

   Por Internet supe de un inglés que necesitaba un brazo izquierdo, lo quiso hacer en Bolivia, porque salía más barato, se lo oferté por la llegada de las fiestas. Vendí los pabellones de mis orejas a un tipo que era modelo y ese detalle de ausencia le hacía perder todos los castings, a ése le cobré una pichincha.

   En la puerta de un Sanatorio, encontré un Señor caballeroso, le habían ensartado un florete en el ojo, practicando esgrima. Se acercó, ya me conocía todo el mundo, quiso comprar mi ojo izquierdo. Le di mi número de celular y a la semana quedé tuerto.

   Logré una fortuna. Me sentí mezquino cuando supe que el mejor amigo de mi hija, estaba en lista de espera para un trasplante de corazón. Ofrecí el mío. Fue un éxito, se realizó en Montreal.

   Me pusieron un corazón hecho con aleaciones plásticas, funcionó hasta que teminé este cuento. En paz descanso. 

jueves, 11 de marzo de 2021

PASTILLAS

 

  La Terminal, voy a buscar unos documentos que mandó mi hijo, para que en la Municipalidad de acá, me den el visto bueno, que cuesta 25.000 pesos. En Arba necesitan no sé qué carajo que somos solventes, 120.000 pesos. Luego al Escribano, 1.250 pesos y después no sé qué me van a pedir, una fotocopia del culo. Lo voy a solucionar porque son para mi hijo, que labura como antes de la Revolución Industrial. Llego a la Terminal y me atiende una boluda, con cara de boluda, necesita el número de Salida de Partida, porque sin el puto papelito…Usé mis dotes histriónicas y me mandé un ataque de nervios con lágrimas y todo, la boluda me miró con cara de “no te lo doy” y “no te lo doy…”

  Le tiré la computadora en la cara. Vino la Policía y le dije: —Vos, ocúpate de los chorros, a mí me dejás de joder.

   Por suerte estaba mi marido, explicó que yo estaba con alteraciones psiquiátricas severas y cuando me brotaba, me internaban de urgencia, pero necesitaban mi firma, por eso me llevó.

   Lo llamé a mi hijo, que vive en otra Ciudad de mierda y le dije que de sus trámites se ocupara él…por suerte estaba mi marido, que emparejó un poco lo de los números, el papelito, y pidió disculpas por mis emociones altisonantes.

   Mientras tanto yo me tiraba de los pelos y era irrefrenable la cantidad de insultos que de mi boca salían, como pedos de viejo. Por suerte estaba mi marido y me tranquilizó diciendo que me iba a quedar más pelada de lo que ya estoy…

   Es un País, tan de mierda, que para jugar un partido de aquí, se fueron a la concha de su madre. Por suerte estaba mi marido, que me hizo tomar tres pastillas, o cinco y llamó una ambulancia.

miércoles, 10 de marzo de 2021

VIVO EN FLORES

 

   Hoy es el primer día de mi vida que no me lavo los dientes, tampoco me baño, ni me peino, ni cambio de ropa. Apareció Quintina, una Tía loca.

   —Traje perfume, perfumina y sahumerios. Así no puedo respirar. Te pedí un turno con Oliverio, para que le informes qué mierda te pasa.

   Entré en el Consultorio y le conté imposibilidades externas, que seguro eran internas.

   Oliverio se tapaba la nariz, con pensamientos para tapar el olor nauseabundo de su nueva paciente.

   —Lo que tiene es una depresión tan honda que no puede mirar el fondo, ni usted misma.

   —¿Entonces no me va ayudar?

   Oliverio le contestó:

   —En la medida que la próxima sesión, venga bañada y bien entrazada, veremos si seguimos o no.

   Llegó el miércoles cuatro a las cinco de la tarde, estaba tan elegante que Oliverio no me reconoció.

   —Qué linda que está. ¿Vio  que cualquier ser humano puede cambiar?

   Le dije que lo hice por él, para que no se metiera violetas en la nariz.

   —Oliverio, yo no pienso venir más. Lo que me dice lo conozco de memoria y nadie más que yo sé lo que me pasa.

   El asombro de aquel hombre, no puede compararse con el souvenir que me regaló, un ramo de violetas, con mocos en los pétalos.

martes, 9 de marzo de 2021

TRÍPTICO

 

   Elisa entristecía cuando su Marido trabajaba en el centro. Tenían un amigo vecino, que la acompañaba cuando ella estaba sola. Le ayudaba a preparar la comida, a hacer los mandados, trapetearle los pisos y cortar el pasto. A mitad de la mañana, tomaban mate y se hablaban todo, cosas de risa, nada deprimente.

   En ocasiones, el Marido llegaba más temprano y los encontraba cortando cebollas o leyendo poesías. Toda la distribución de los muebles, era a gusto del Vecino. Pedro escuchaba la voz a su llegada, le producía escozor la visita cotidiana del Vecino. A Elisa se le apagaba la mirada cuando él retornaba del Estudio. Apenas un saludo para ambos y se tiraba en su sillón propio, a mirar tele. El sillón tenía el mismo olor del Vecino.

   Después de soportar durante mucho tiempo la ocupación vecinística, lo fue odiando de a poco y un día le tiró sus zapatos por la cabeza. Le dijo que se fuera. Elisa se marchitó con aquella ausencia. Lo llamó para invitarlo a dormir la siesta juntos. Aprovecharon aquel tiempo precioso para hacer el amor tan postergado. Un día hubo paro y el Marido los sorprendió en esas lides. El Vecino no se fue, huyó. Le dio las gracias a Elisa por todos esos momentos tan bien acompañados.

   Pedro olvidó aquel episodio. Elisa no pudo olvidar.

   El Vecino consiguió una mujer que lo visitaba todas las mañanas, picaban cebolla, leían poesía. Elisa escuchaba las risotadas. El balcón la tentó.  

lunes, 8 de marzo de 2021

RETRATOS

 

   —No quiero ir a la Escuela, nunca me gustó, pero ahora me gusta nada.

   La Madre pelaba papas:

   —¿Y qué es lo que no te gusta?

   Y bichito pensó en el orden de la explicación.

   —Antes me sacaba diez en todo. Mis compañeritos odiaban que fuera el mejor alumno. Me tiraban piedritas en los recreos, me escupían las mejores zapatillas que tenía. Al final estaba tan solo, no estudiaba nada y logré bajar mis notas. Cuando me llené de amigos, estuve un tiempo contento. Después me aburrió que fueran tan burros.

   —Bueno, pero ahora es diferente, un momento muy oscuro para todos.

   —Tenés razón, Mami, estoy solo en una mesa y mi compañera más cercana queda a un kilómetro. El barbijo no me deja respirar. La Señorita no nos puede tocar. Tampoco le escuchamos nada, tiene un barbijo de metal incrustado en la cara. Nos grita cuando caminamos alrededor de otras mesas, que quedarán a dos kilómetros, más o menos. Muchas Señoritas llaman a los Padres, para que los retiren a sus casas, pero te digo, prefiero estar con vos, que ir a la Escuela.

   —Bichito, si estamos juntos todo el tiempo, nos vamos a pelear como nos pasa con tu Papi, cuando vamos de vacaciones.

   El niño se rió muchííísiimo.

   —Pero es lindo mirar las bofetadas que te tira Papá, o vos a él, depende si Papá mira otros culitos o vos te copás con los Bañeros.

domingo, 7 de marzo de 2021

FILÁNTROPO

 

   —Bueno, le voy a poner cloro a la pileta.

   A mí no me pareció que necesitara más cloro.

   —Esto la hace más transparente, mejor le agrego ácido, así me gusta más. Yo recién me tiré. ¿Por qué no hacés lo mismo?

   La vi vasito, me dio un empujón y la pileta estaba totalmente llena de ácido puro. Sentí que me quemaba lentamente. El muy truhan  me miraba desde arriba. Parecía sonreír a medida que me deshacía. Las capas de mi piel flotaban en todas partes. Lo último que vi fueron mis ojos, que él mismo los tenía en la mano.

   No sabía que me odiaba tanto. Metió mis pedazos en un baúl antiguo y me trasladó de Argentina a México, de allí a Italia y los últimos años viví en Berlín. Hicieron trasplantes de toda índole. Hasta me donaron los ojos. Fueron 25 años de sufrimiento. Un Médico loco y sabio, logró instalarme un brazo de titanio, que funcionó como si fuera propio. El costo de todo aquello corrió por cuenta de una persona que nunca conocí.

   Cuando volví a Buenos Aires me instalé en la casa donde ocurrió. Él estaba sentado, de espaldas a la puerta, leyendo el diario, mirando una película y hablando por celular, mientras tomaba whisky del pico.

   Llené la pileta con ácido muriático. Cuando por fin se durmió, arrastré el sillón al borde. Cayó solo por un declive. No quedó nada de él. Las paredes se derrumbaron sobre sí mismas. Encargué dos camiones de tierra. Planté unas semillas de césped que traje de México. Se transformó en una superficie verde, pero no crecía ninguna flor.

   Por carta llegó el nombre del filántropo que cubrió mis gastos. Prometió una visita, que se hizo cierta, era el Médico loco, tomamos un five o´clock tea. Lo demás es lo de menos.

sábado, 6 de marzo de 2021

PESADO

 

   —Correte para acá, a esta hora no me gusta.-dijo ella.

   —Pero si lo hacemos ahora vamos a disfrutar, poné fuerza de voluntad.-dijo él.

   Ella abrió las piernas y empujó junto con él, que acertó al entrar por ese lado. Hacía mucho tiempo que los dos querían hacerlo. Como pesaba mucho, él se puso abajo y ella arriba. Se escuchaban los sonidos de agotamiento, parecían gemidos.

   Dijo él:

   —Tené cuidado con este que es grande, pero no creo que resista tanto. ¡Pará un poco, mujer! Ni con las manos lo puedo correr.

   Ella se puso de espaldas y los dos llegaron al mismo tiempo.

   Qué placer, cuando vieron la biblioteca del living en el escritorio. Ambos se sentaron para ver cómo quedaba.

   Al día siguiente amanecieron con lumbago.

   —¿Viste lo que nos pasó en la columna?, eso es porque sos un tipo pijotero. Si hubieras contratado personal de mudanzas, nos habría salido más barato, que dos fajas de neo-prene.