miércoles, 31 de marzo de 2021

VER PARA CREER

 

   Pierre tenía el cuerpo cubierto de invisibles agujeritos. Amigos que vivían en Barcelona, otros en Cruz del Eje y uno en especial, que disfrutaba haciendo piercing, tenía una pistola perforadora que en segundos perforaba la piel sin ningún dolor.

   A Pierre le gustaba tener sus orejas dispuestas para colgarse objetos grandes y pesados, juntados en la calle los prefería. Los que le mandaban de Europa, los guardaba por si alguna vez se le ocurriera.

   Era pelado y aprovechó aquella pista para ponerse ristras y ristras de monedas antiguas, compradas a una viejecilla que los vendía.

   Cuando caminaba, las monedas se entrechocaban entre ellas, provocando a sus padres, resignados a tener un hijo de metal. Después de las orejas, siguió por la lengua, consiguió dos rulemanes para colgarlos de sus omóplatos y un bulón en el ombligo. Para los brazos consiguió cosas más livianas. Centenares de argollas de madera y en las piernas, láminas de titanio que terminaban en los tobillos, cadenas de bicicletas en ese lado.

   Pierre se miraba en el espejo, ni él mismo se reconocía. En las tetillas y el ombligo usó pedazos de vajillas rotas. Los únicos rincones libres, eran los testículos, los forró de restos de barcos hundidos y oxidados. Su Novia le dijo que el miembro la pinchaba y le producía más dolor que placer. Cuando terminaban de hacer el amor, ella se levantaba cubierta de sangre. Pierre se encargaba de echarle DG6 y llenarla de curitas y vendas definitivas.

   La Novia decidió prepararle tecitos de arsénico. Esperaba que se muriera. Pierre estaba inmunizado, ningún veneno le hacía mella. La Novia terminó por resignarse y llenarse de piercing todo el cuerpo, igual que él. En una noche de desenfreno, quedaron enganchados por el resto de su vida.

   Mandaron a hacer una cama de madera, cuyo colchón contaba con clavos de un faquir, lo más mullido que se les ocurrió. El día que decidieron levantarse, encontraron en el colchón, dos gemelos recién nacidos, iguales a ellos, con piercing en todo el cuerpo. La Novia los parió sin darse cuenta.

   Cuando se quedaban sin comida, salían a buscar dinero. Ocupaban una esquina y se mostraban a la gente, que por piedad, les depositaban billetes en el lugar del piercing que más les impresionara. Recorrieron las principales capitales del mundo. Eso no era vida. Debían separarse o quitarse todos los piercing que tenían. A Pierre, la lengua le llegaba hasta el ombligo, los omóplatos rozaban sus rodillas, arrastraba las bolas por el piso y el miembro viril, quedó como un resorte. 

   La Novia lucía unas tetas largas hasta el pubis y el pubis enroscado en los tobillos, para hacer juego con Pierre, caminaba con el culo. A los gemelos, el día del bautismo, les hicieron poner dos piercing de plata en los agujeritos de la nariz.

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