Qué linda pinta
para sirvienta, lindos ojos, boca grande, bien vestida, con traje de ocasión y
zapatos, no los miré, porque no me dio tiempo. Nos quedamos tan sorprendidas de
nada, Elena observaba la casa por encima de mi hombro. Nos presentamos con distancia,
ella estaba contratada para ser una Sirvienta, me dijo su nombre sin apellido y
yo le dije el mío, Solita De Las Mercedes Elisondo Del Cerco.
—Debe estar muy
bien acompañada, con todos los nombres que tiene, pero se la ve muy solita.
La paré en seco,
opinaba y las sirvientas no opinan, limpian.
—Paremos con
esta charla, el uniforme cuelga del perchero, se lo compré gris oscuro y es de
hule, para las manchas. Elena, empiece por el baño, tiene que estar impecable y
los objetos en fila, el cepillo de pelo, el peine, el shampoo, el vaso de plata
para el dentífrico y el cepillo de dientes vertical, con las cerdas mirando
hacia la pared. Ah, me olvidaba de su salario, lo hablamos cuando termine la
tarea, de acuerdo a su rendimiento, será la devolución, no sé si está claro, yo
le pago primero y enseguida me lo devuelve. Es lo que le voy a cobrar, por ser
mi mejor amiga, iremos al Cine, al Teatro, a comer afuera, me refiero a comer
en el patio. Al día siguiente me trabaja de siete a diecinueve y empieza a ser
mi amiga. Yo la voy a llamar Helen y Ud me dirá Alón, allí nos tutearemos
siempre, en su trabajo se cae de maduro que no. De a ratos daré una vuelta para
controlar su tarea y señalar lo que está mal. En cuanto a los elogios, de mi
parte no los espere, no es mi costumbre.
Lo que no me
dice esta mujer es que los fines de semana, cerca de las tres de la mañana,
entra un hombre por su ventana, logré verlo con la luz de la calle, es joven,
de melena tomada con una gomita. Se escucha un ruido como de chupar. Le
encontré en su pieza, bajo la cama, botellas de whisky y ninguna copa. Imaginé
que se pasaban la botella, prescindían de la copas. Después venía un sniff,
sniff, las mañanas siguientes, había restos de polvillo blanco en su mesa de
luz redonda, el polvillo era molido y dispuesto en filas paralelas perfectas,
una Gillette acompañaba el conjunto. Quedan exhaustos, duermen hasta la
medianoche del domingo, el joven salía por donde había entrado.
Dijo: — Elena,
este fin de semana no voy a estar, debo salir ya mismo, mi Padre agoniza.
Le deseé lo
mejor y ella contestó: —Lo mismo digo, para vos lo mismo digo.
La estadía se
extendió un mes. El dolor de su Padre la hizo olvidar los placeres del fin de
semana. Su olvido me resultó encantador, el joven se quedaba la semana
completa, hacíamos el amor chancho o poético. Usamos la casa completa, la
bañadera de hidromasajes hacía de nosotros un Adonis y una Venus. Las invenciones
nos brotaban sin límites. Nos tomamos todo el whisky que había. Una noche me
convidó con las rayitas blancas que se dejó Solita, me salió sangre del a nariz
y lo azucé con tanto ímpetu, que llamó a un amigo para reemplazarlo. Y así las
cosas, Solita se quedó a vivir en casa de su Padre, el día que llamó dijo “Cuidate,
querida mía, me parece que mi estancia aquí, es vitalicia.” Casi le doy un
abrazo telefónico. Cabalgué toda la casa, con un desenfreno tal, hasta que
descifré cómo podía sobrevivir sin dinero. Empecé a vender, de la buena. Venían
jóvenes a comprar y los que estaban Guauu!, se quedaban y les asombraban mis
energías.
Consulté con un
Médico, y diagnosticó Fiebre Uterina Permanente. Preguntó si alguna tarde podía
visitarme. No me pude negar. Me resultaba imposible decir “no”.