Pasó en el
edificio, no se llevó las llaves. Era un chico con inestabilidad emocional, se
encontraba entre la psicopatía y la lucidez simulada, su vida consistía en desafiar
a todo. Vivía con una amigovia, que hizo hacer dos juegos de llaves, porque las
horas extras del Hospital, le impedían llegar temprano, estaba advertida que él
ya las había perdido, era el tercer juego, le contó al cerrajero: —Este es el
último que le hago, el cuarto ya verá cómo se las arregla.
Se sentía
invulnerable. Saltaba todos los días de la ventana del palier, que daba al pozo
de aire-luz, hasta la ventana del baño que permanecía siempre abierta.
Ese día que le
salió todo mal, peleó con su mejor amigo y atravesó la vidriera de su negocio.
El amigo lamentó la vidriera y le asombró que Estefán no hubiera ligado un
rasguño. Entró furioso al edificio, su Padre le negó dinero, e iba atrasado dos
meses en el alquiler. Saltó como siempre, pero no pudo llegar, su cuerpo quedó
aplastado once pisos más abajo, sobre un patio de baldosas.
La mujer dueña
del patio, pensó que ese golpe eran ladrones, espió por las cortinas, era Estefán
con una almohada de sangre.
Corrió a buscar a la Portera, llamaron una
ambulancia. La chica del primer piso lo cubrió con un acolchado y arrodillada a
su lado, rezó: —Dios mío, por favor ayudalo, desde acá veo rayones de sangre,
él quiere sobrevivir.
La ambulancia se
lo llevó, la gente del pozo de aire-luz, esa noche limpió con cepillo, la
sangre que no salió.

No hay comentarios:
Publicar un comentario