miércoles, 31 de octubre de 2018

CUATROFILIA



   —Con los alumnos fue buena como docente virtuosa. Pero en casa era una perra, ladraba cuando el almuerzo y eso que tenía Cocinera. Ella era la única en darse cuenta que debía ocuparse de nosotros, la dulce María que volvió a su pueblo cuando moría.
   Me parecieron ajenas aquellas confesiones. 
—José, esa no era tu vida, vos permitías que gritara todo el día, hasta dormir la siesta. ¿Y tus hijos?
   ¿Cómo le digo sin obtener su desprecio? 
—Vivían en un internado, donde eran muy bien tratados, los fines de semana iba a buscarlos. Fernandito preguntaba. “¿Volvemos a lo de Cruela De Vil?, ¡qué moplo!” Los recibía con un “Hola” y sin levantar la vista, corregía cuadernos.
   Demetrio tenía la impresión que él sabía, pero lo vivía como un descanso. Todas las mañanas, Cruela hacía el amor con Demetrio, volvía a la Escuela, buena y dulce. Los alumnos la querían como a una madre. Inventaba números y palabras para  que los chicos no se aburrieran. Era el único grado que funcionaba. No había Docentes, ni Directora, ni Portera y el sueldo venía cuando querían. Demetrio, que tuvo finados ricos, no trabajaba.
   Él hacía la limpieza de la Escuela y encontraba oportunidades para echarse un touch and go con Cruela. Gritaba placentero y los chicos se asustaban. Le preguntaban qué le había pasado y ella les decía que sufría de estreñimiento.
   Un niño curioso, preguntó qué quería decir eso. Cruela le pidió que lo buscara en el diccionario. Al día siguiente se hizo presente la madre, con una cajita de Dulcolax, pidió perdón por la intromisión:
—Yo sé lo que es eso, pero este producto le quita hasta la arruga que tiene entre ceja y ceja.
   La Madre del niño del laxante, era amante de José, desde que los hijos de Cruela iban al internado. El domingo del cumpleaños de José, hicieron un asado. Estaban Cruela, Demetrio, los niños que vinieron del internado, jugaron toda la tarde con el niño y la Madre del laxante.
   Los duraznos estaban en flor. Había luces y sombras que iluminaban al grupo, donde José y su amante no se miraron nunca. Cruela y Demetrio se hamacaban y luego paseaban por los frutales, tomados del brazo. Nunca dejaron de mirarse.

martes, 30 de octubre de 2018

SEXUAL




   Alguien olvidó una parca. Lo corrí y se la alcancé, dijo gracias y me dio vuelta la cara. Trabajaba en el cubículo frente al mío. Tenía intriga, me asomé a su escritorio. —¿Me acompañás a comprar puchos?
   Le extrañó mi invitación. —Es como si dijeras a comprar veneno, pero vamos.
   Noté que me seguía a todas partes y ahora, si yo lo miraba, él también. Sus zonas predilectas eran mi culo, las tetas y mi boca.
   No daba más, le pregunté: —¿Y?
   Encontré un papelito en mi escritorio: “Te espero en la terraza, yo estoy como vos, es a las 18 horas, cumplí ese horario, porque después vienen otros. No te conozco, pero te quiero, intuyo que siempre te quise. No sabía que vos también.”
   Subimos al ascensor angosto, cuerpo a cuerpo y respirar era tormenta. Lo trabamos e hicimos el amor antes de quitarnos la ropa y después todo.
   Había encuentros tan frecuentes que no soportábamos la espera, cualquier lugar venía bien, públicos, entre yuyos y privados. Un día propuso atarme de pies y manos a la cama. Le escupí la cara rogando que me desatara. Subí al auto y me arrepentí antes de llegar, él estaba adentro con las sogas en la mano, lo puse boca arriba y de paso practiqué nudos marineros, lo monté como a un caballo y descubrí sus dotes de madera.
   Empezó la Facultad y nuestro alejamiento. Los encuentros fueron esporádicos y hablaba de sus compañeras, ocho años menores que yo. —Vos de joven debías estar buena, pero ahora tengo una compañera que te gana por varios cuerpos.
   Lo mandé a la mierda, sádico perverso. Renunciamos a nuestros trabajos y los dos obtuvimos laburos de menos horas, triplicando aquellos sueldos.
   Sus ojos parecían decir adiós y los míos ya extrañaban.
   No me casé ni tuve hijos, el tiempo pasaba y su imagen permanecía. Llegué a la vejez y gracias a Internet, logré localizarlo.
   Fui al lugar donde vivía, me atendió él, pelado, cara carrujada, lo reconocí por los ojos celestes en el fondo de sus párpados tristes. Yo estaba igual o peor, él no me reconoció. No le dije. Pretexté una equivocación. Escuché unos pasos tras de mí, era su hijo, una reproducción de él, joven.
   Subí al auto, la neblina no me permitió ver un hombre haciendo señas desesperadas, las ruedas pasaron por su cuerpo, bajé y era él, tuvo tiempo de murmurar: —Que se atrasen todos los relojes, te espero en la terraza…

lunes, 29 de octubre de 2018

SENEGAL



   —Recorrí muchos países por trabajos de la empresa “Tupac Encomandita Por Acciones”. Me eligieron por mi porte distinguido, mis rasgos regulares de ojos verdes convincentes, como mi voz profunda que hablaba cinco idiomas y exponía con lenguaje académico, las propuestas de la Empresa. Sabés que daba una imagen tan respetable, que los hombres se negaban la pretensión de invitarme, ni a una copa.
   Corcho, su amigo de la infancia, le miraba esa boca perfecta y quedaba en estado de gracia. —Si querés saber mi opinión, Jezabel, no podés seguir virgen con treinta años, te conozco de chiquita, pero tu cuerpo clama deseos intensos, por parte del género masculino, número singular, a saber yo.
   Ella miró la boca de Corchito y con lentitud de ofidio, le dibujó los labios con la lengua. —Jezabel, quiero que pruebes otras bocas en cada viaje, cuando termines con todos, yo te espero, vos decidís.
   Sus palabras dieron permiso a mis ganas. En Tokio, un japonés alto, me besó reiki y luego metió su lengua suave, recorriendo mis dientes. Cuando me despedí, descubro que estaban blancos como la nieve.
   El segundo punto fue Emiratos Árabes, allí uno que elogió mi pronunciación de su idioma, tenía ojos oscuros intensos y se acercó a mi boca, sonámbulo. Yo tomé la iniciativa de rozar apenas sus labios violetas, había residuos de arena, en aquella boca. No me gustó, pero le regalé una sonrisa antes de tomar el vuelo a Senegal.
   Me invitaron a la Embajada, pero pretexté una jaqueca importante. Recorrí los bares de los barrios bajos y los hombres en cuero, esos lomos que daban ganas de comerles la boca, pensaron que era puta, se pusieron en fila para besarme y mi libido alcanzó para todos.
   Terminé por el de pestañas más largas y ojos más tristes, su boca era mullida, tibia y su respiración se aceleraba. Acosté mis labios en los suyos, inventamos un cóctel de lenguas y caminamos hasta la orilla del mar, prendidos de nuestro beso. Me tomó la cintura con una sola mano, que me dio la vuelta. Sentí que el Universo me paseaba por el cielo y nada más importaba.
   La sensación se retiró como vino, le miré los ojos, ahora eran contentos, iba a decirle que tuve un orgasmo, pero se adelantó él.
   —Jezabel, por favor, no encerremos lo que vivimos, en una palabra.  

domingo, 28 de octubre de 2018

CLAVADO



   Entró al negocio de reparación de zapatos. 
—Buen día, apellido y para hoy, ¿no?
   —No soy cliente, quiero pedir un remisse, pero mi celular no funciona. ¿Sería tan amable de pedir uno a esta dirección?
   Era un chico alto, lindo, muy lindo, bien vestido, con zapatillas de marca y ojos claros definidos. 
—Cómo no, espérelo afuera, porque éste es una flecha.
   Teresa lo miró a través de la ventana, el chico prendió un cigarrillo, lo apagó de inmediato porque el auto ya estaba.
   —¿Me espera un segundo? Debo cargar algunas cosas y el camión de mudanzas está al tope.
   Entró al pasillo de los departamentos colindantes a lo de Teresa.
   —Cargo una pantalla, un equipo de música y un microondas, y lamento no poder llevar la heladera, mañana vengo.
    Al remisero le pareció muy lejos, pero el chico y su gorra le inspiraron confianza, era un barrio picante.
   Al mediodía cayeron tres patrulleros y se colgaron del timbre, golpearon fuerte y la puerta era nueva, ella corrió y abrió.
   —Señora, va a tener que acompañarnos a la Seccional. ¿A usted le robaron?
   Tere contestó: —No, para nada.
   El poli dijo: —Tiene que acompañarnos a una rueda de reconocimiento, señale la persona que hoy por la mañana le pidió un remisse.
   Tere dio la descripción del chico. —Parecido a todos los de su edad, en fin, los acompaño.
   Toro, su marido, llamó a su mejor amigo, un excelente Abogado. Pidió que la llevara, para no dejar los niños solos y no quiso que vieran ese lugar gris y oscuro.
   Tere sintió el cuarto mundo, la sentaron en un banco alto, ella esperaba el vidrio que al otro lado es espejo. Pero no, éste era un papel madera, con un agujerito al medio, donde se podía asomar un ojo. Al otro lado, cinco chicos, altos, entre dieciocho y veinte años.
   —Cuando encuentre al acusado, pulse el botón.
   Asomó el ojo y observó que todos se parecían, comenzó a mirar de las zapatillas hacia arriba, tal vez esto se lo dio su oficio.
   El primero bajaba la cabeza, el segundo inclinaba su gorro, en el tercero se dibujaba el miedo, el cuarto tenía a aquellas zapatillas, no se le movía un pelo, derecho, bien depositado en el piso y la cabeza mirando directo al agujero, con los ojos clavados en el agujero. Tere escuchó que esos ojos hablaban, “Si me llegás a reconocer, te mato, a vos y toda tu familia”.
   Se tomó del brazo del Abogado. —A quien sea que deba dirigirme, ninguno de los chicos se corresponde con el que yo vi. Quiero ir a mi casa, este episodio fue muy desagradable.
   El Oficial Principal dijo: —La felicito por su valentía de ciudadana y haber cumplido como tal.
   El Fiscal agregó que hay pocas personas que se avienen a atestiguar. Lo de Tere fue una rareza.
   Cuando llegó a su casa, la esperaba la familia del departamento robado, contando que entre el remisero y la casa donde dejaron al ladrón, encontraron todo lo sustraído. Del chico no se supo nada, le agradecieron con abrazos.
   Teresa quedó catatónica, no dormía ni noche ni día, pensando en el acero de esos ojos, cuando clavaron los suyos.
   Pasaron dos días y abrió el diario, en primera plana estaba el chico esposado. Había matado con premeditación y alevosía a un matrimonio y dos hijos, cuya única pertenencia eran 400 pesos.        

sábado, 27 de octubre de 2018

LE TIRÉ LA MEJOR



   Queda frente a donde se cultivan las naranjas más ricas de Buenos Aires. El aire tenía olor a naranja y se esparcía por la casa que me prestaron unos amigos locos, alemanes. Vivían seis meses en Frankfurt y seis meses en su quintón, con bosques y estanques.
   Mis amigos pensaban que todo ese lugar tenía una vibra ocupada, en revertir los estados negativos y transformar ideas que rondaban pensamientos con belleza. Apareció otro amigo de los chicos.
   —Visito este lugar en la época donde parecen llegar todas las luciérnagas que aman el aire del bosque. Ese olor a naranjas las pasma y transforman su color, hay luciérnagas amarillas, azules, rojas, todo el círculo cromático. Esto no lo cuentes a nadie, forma parte del secreto de la casa. Conque me permitas dormir en la buhardilla, para mí está bien.
   Le dije que sí, pero me pareció raro que los chicos no me hubieran advertido esa visita inesperada. Le pedí de onda que me ayudara a construir estructuras de madera de doce caras, forradas en tules casi sin gramado. Una de las caras quedaría libre para la fiesta de lucecitas.
   Los estanques eran navegados por nenúfares blancos que las salamandras de ojos curiosos miraban desde las orillas. Eran mejicanas, de allí las trajeron, algunas hurgueteaban nuestros bolsos. Pasamos una noche respetando los no permitidos de los chicos. No fumar, no tomar alcohol, no música. Escuchar sólo los sonidos de la Naturaleza.
   Cuando miramos las estructuras con luciérnagas multicolores dentro, nuestra armonía con el Universo, nos durmió de asombro.
   Al amanecer tenía hipotermia. Busqué mis abrigos y no estaban, mi mochila tampoco, busqué al amigo de los chicos, había desparecido. Pintó una cruz esvástica en la pared de la cocina.
   A dos Km, había una Seccional de Policía, declaré lo sucedido, son cabeza los tipos, me pedían documentos y una de las razones de la denuncia, fue el hurto de mis documentos y demás papeles.
   —Bueno, lo vamos a detener hasta averiguar si lo que dice es veraz.
   Pedí hablar con un Abogado y llamé a mi viejo, al que hacía dos años que no veía.
   Me liberaron enseguida y prometieron encontrar lo robado...
   —Vos no vas a aprender nunca, en dos años no sabía ni dónde vivías, pero para usarme, ningún prurito. Te dije mil veces que a los alemanes no les des bola, son nazis. ¿No te entra?
   Me despidió con el polvo que levantó su auto. Yo subí a mi moto y desde casa, llamé a Frankfurt.

viernes, 26 de octubre de 2018

ENTRE TUS BRAZOS



   Desde los siete años que recortaba bocas de mujer, me sentaba en el umbral de casa y a cada chico que pasaba, le ofrecía mirar conmigo aquellas bocas. Tan pequeña y tenía ganas que me besaran la boca, hacía gestos de silbidos ansiosos.
   —¿Qué le pasa a Betsabé, que frunce los labios?
   Los amigos creían que Betsabé Tape quería ser referí de partidos y ensayaba silbidos. Cuando cumplió quince se miraba en el espejo, imitando bocas para besar, no se explicaba cómo los actores no se chocaban la nariz y los besos eran intensos.
   Un día, probó con su primo, que le enseñó a inclinar la cabeza, como para un beso leve. A los dieciocho años no aguantó las ganas y besó a su compañero de estudio. Tal fue el retardo de su deseo, que el joven quedó atrapado en una sopapa placentera, algo exagerada para su gusto.  Si ella le hubiera dejado colar la mano en una teta, otra sería la historia. Betsabé Tape le dijo: —Si vos supieras los logros de un beso, te dejarías llevar y tal vez, bueno, pensalo.
   En un día de playa, Oriel Virazón rozó los labios de Betsabé Tape, le resultaron tan suaves que los mordió y ella se dejó con respuestas chupópteras. —Me estás matando de placer, Oriel, vamos al lado de la fogata y bailemos boca a boca, quiero que tu cuerpo se pegue al mío, mientras sucede aquel beso, que ya siento eterno. Llegó la noche y ambos, con estertores nunca vividos, llegaron a la salida del sol, con alas orgásmicas. Ella volvió justo para el desayuno, pero su boca tenía el doble de tamaño de lo acostumbrado. Dejó la taza de café, con sangre.
   Él vivía solo, cuando miró el espejo, lo besó y un dolor placentero le recordó los temblores compartidos.

jueves, 25 de octubre de 2018

A LAS TRES DE LA NOCHE



   Su situación económica no tenía solución, ni con préstamos bancarios, o familiares o el recurso de los dólares en el jardín. Este último episodio fue el más lamentable, no recordaba dónde estaban enterrados, había árboles caprichosos, donde trepaban enredaderas que cubrían la tierra y donde no la había, césped prolijamente cortado, donde no existían señales de pozos.
   El insomnio de Clemente Micoto lo levantaba de la cama, se producían confusiones en su cabeza, llamó a su amigo Cristiano Soborno. —Hace catorce días que no duermo, camino con sigilo por las noches, buscando la paz que necesito. ¿Entendés mi desesperación, Soborno?
   Al otro lado se escuchó un hondo suspiro. —A mí me sucede como a vos, no sé si peor, me embargaron la casa, el auto, a mi mujer no, que habría sido una alegría.
   No le dio risa, me dio miedo su miedo. —La culpa la tiene este Gobierno de mierda, en vez de expropiar los bienes a la K-chorra, que viralizó la corrupción, el Príncipe Idiota pretende que nosotros, los que sí tenemos escrúpulos, paguemos como boludos, los agujeros que…
   —¿Me escuchás, Micoto? No llores, que me hacés llorar a mí, parecemos dos maricones, dejá de joder, venite a casa y no hablaremos de estos chanchos. Te prometo silencio y unas pitadas para curtir un poco el cielo y las estrellas. ¡Uy! Recién cayeron dos, fugaces, símbolo de buen augurio…a lo mejor…

miércoles, 24 de octubre de 2018

PLENILUNIO



   Hicimos un paseo postprandial, se cayó una vez por cuadra, veinte cuadras, veinte caídas.
   —Abuelo, ¿por qué no usás bastón?, o mirá el piso al caminar, o…
   El Abuelo me puso cara de cachetada. —Tengo muchos años y no quiero perder los que me quedan con la cabeza mirando las baldosas rotas, gracias al chorro del Intendente. Cuando dejo mis piernas a su libre albedrío, me regalan los nombres de los árboles que no recordaba, la camamila que me daba tu Abuela, diviso las brevas de una higuera y cerrando los ojos tengo tus años. Hay subidas y bajadas como los médanos del Cairo y me enojo por no encontrar los camellos de aquel tiempo. Tanto ensoñar, y ver que algo quedó, aterrizo.
   El abuelo está viejo, pero es sabio, no quiere ayuda para ponerse de pie, está loco, a mí me gustan los locos, la gente sensata me da sueño.
   —¿Abuelo, y si vamos a tocar el violín a la punta de la montaña, donde se ve el mar?
   Tardamos tanto con sus derrapes y el cuidado de los violines, que se prendió la luna. Llegamos justo, como para el adagio de Albinoni, Claro de Luna…
   Mi familia se preocupó por la tardanza, considerada desaparición. Salieron a buscarnos, todo el vecindario de casa separadas, juntó sus fuerzas. Temieron lo peor y se repartieron en caminos diferentes. Nosotros escuchábamos el eco de sus voces y los perros ladrando a la luna.
   El abuelo decía: —Ayudame a no romper esta noche, es luna llena y nuestro repertorio alcanza hasta el amanecer.
   Le dije que sí. —Con mucho gusto, Abuelo, no sé por qué la gente piensa que somos eslabones. Siempre agarrados por algo, presienten lo peor y no hay magia en sus angustias.
   El Abuelo tironeaba de mi brazo, hasta donde las olas rompen en las piedras, los dos teníamos los dedos con sangre, guardamos los violines. Emprendimos el regreso, subimos con dificultad, pero bajamos como dos pendejos.
   Ya cerca de la multitud que nos buscaba y los perros que saludaban con alegría, los grandes nos puteaban como a dos estafadores. Mis hermanos consideraron una traición no haberlos invitado.

martes, 23 de octubre de 2018

FLOR DE PSI



La sala de espera se tornó irrespirable, éramos dos y sentíamos presiones cálidas, heladas, tanáticas, vitales, recurrentes, psicóticas, histéricas, angustias sigilosas. Nos mirábamos y muchas veces terminábamos contra las paredes o la vereda. El otro me dijo, casi en vilo, que esas cosas provenían del psi Oliverio. Hacía un tiempo que lo notaba perdido en nubes intangibles, miradas cerradas y silencios. A mí me sucedía igual, sólo que no quería compartir con otro paciente mis vivencias, consideré que era poco ortodoxo, entre pacientes, criticar al psi Oliverio.
   Él, que tanto escuchó mis derrotas y miserias, él, que juntaba mis lágrimas con el secador de piso y las mandaba a una rejilla oculta bajo el diván. Estaba saturado de tanta escucha, tal vez, por soberbia profesional, no quiso, no pudo o no supo detener aquello que escapaba a su continencia. Lo que salía, a través de aquella puerta, eran pensamientos de Oliverio, algunos lograban huir cada vez que despedía un paciente y llegaba el siguiente. Llegó un momento donde se confundían los fugados con los de la sala de espera. Oliverio tuvo que disculparse, ante un paciente de toda la vida, relató que los pensamientos de todos no cabían en su cabeza y se perdían en la atmósfera, no lograba encontrarlos, aunque fuese para emprolijarlos un poco.
   Se consumió en pensamientos ajenos. El único modo de seguir permaneciendo en el mundo, fue para Oliverio, una ermita rodeada de un enorme jardín de pensamientos. De ellos se alimentaba, tratando así de recuperar lo perdido. No recibía a nadie. Sólo a mí. Me ofrecía pensamientos a la hora del té. Fue raro el gusto y grato compartir con Oliverio su paradoja. Todos los miércoles, a las cinco de la tarde, masticábamos pensamientos.

lunes, 22 de octubre de 2018

COMILONES



   —Vísteme despacio que llevo prisa.
   Enano pretencioso. —¿Por qué no te vestís vos? Que despacio, que rápido, no quiero ser sirviente, prefiero la libertad, por un día, si eso es posible. Te llevaste todos los condados, uno por uno. Cuando alimentabas bien a tus soldados y empezaste con las Jubilaciones de Privilegio, te apropiaste de tres países por día, hasta que tus ejércitos no soportaron el frío de Rusia. ¿cuánta gente mataste en los países que limitaban la Rusia? Ni sabés, porque vos acá, piola, haciendo disfraces a tu medida, talle S-SS y te mirabas el rulito en los espejos y tu sombrerito de tres picos gallináceos.
   —¿Vos pensás que nadie me admira?
   Qué le voy a decir? Que es más enano que puto? O más puto que enano? —Nooo ¿Cómo voy a pensar? Los esclavos no piensan, por eso los gentiles los denostan.
   Pero te cargaste media Europa antigua y las Islas Vegetarianas. Cuando le comiste la mano a Josefina, yo estaba. Se descubrió que además de ambicioso y antropófago, no eras vegetariano. Te hiciste un Mausoleo de Mármol de Carrera, desde donde para mirar tu llegada, había que agacharse. En vida, nadie se hincaba ante tu presencia, porque no les daban las lumbares. Ahora de muerto todos se inclinaban por temor a quedar sin trabajo.
   Josefina murió antes, por el disgusto de su mano perdida, con la que hacía todas sus movidas y otras porquerías que complacían a sus múltiples amantes. Rasputín vino a darte el pésame, enterado que Josefina había muerto e ignorando que a vos te importaba un carajo. Durante el almuerzo, mientras vos te mandabas la parte, te comió íntegro.
   Su último comentario fue —Qué delicia la ingesta de carne francesa de animal chico, cruda la prefiero, porque puedo mojar el pan en el juguito. Bueno, panza llena corazón contento.
   Volveré a visitar a la Zarina y le adivinaré un futuro promisorio. Ella me va a creer, aunque después mataron a toda su familia, menos a Anastasia, que estaba buenasaza, la recogió Rasputín en numerosas oportunidades.
   Eso la hizo vanidosa y eterna. Va a contraer nupcias con Brad Pitt y lo festejarán en el Castillo de Angelina Jolie, con sus veinticinco hijos adoptados y cinco apropiados.
   Rasputín murió envenenado con cianuro, aún se desconocen los motivos. Anastasia, con la anuencia de Brad, que había llegado a Juez, le hizo cerrar el caso, porque le daba insomnio.

domingo, 21 de octubre de 2018

RA TA TA TA TA



   —Hola Má!, no voy a poder ir el Día De La Madre.-Tiene voz de culpable arrepentido- El negocio está a mi cargo, los chicos se tomaron unos días para saludar a sus Mamis en su día. Como yo estuve dos días sin venir, por las reparaciones del auto, es una devolución o una putada, yo también tengo Madre. No te enojes, pensá que los trabajos están en baja y me aparecieron tres, no quiero sacar más guita de tu cuenta.
   —No me digas nada, yo siento orgullo de haber parido un hijo tan noble, inteligente y talentoso. Nos vemos la otra semana cuando terminen de arreglar esa cachanga…
   —Encima, una pariente de Coqui quiere que le tatúe el brazo, no Coqui, me eligió a mí, eso dice, porque le gusta cómo sintetizo las formas. Espero que no pretenda que le sintetice el precio, tiene guita, mucha. Se hizo estirar la cara, levantar el culo, teñir el pelo y encima me lo cuenta. Quiere que le pase el transfer por internet. Toda la mañana dibujando un ángel con alas, tres nubes y una sonrisa. Un despiece, bah, se lo mando. “—Está divino, querido! La cara no me convence, ¿no le podés achinar los ojos, la boca más sensual…?”
“—Usted viene mañana, lo vemos.”
   Silencio. “—Tratame de vos, lo único que no se opera es el Ud, fíjate que de los cuarenta para arriba, nos tratan de Ud y eso te aumenta años. ¿No me vas a hacer doler, no? Si es así quiero que me hagas una rosa donde la espalda pierde su nombre.”
   —Casi vomito, vieja de mierda, tiene como cincuenta años, se acordó tarde. Piensa que el marido se la va a coger, primero que el viejo ni se va a dar cuenta, vos misma me dijiste que con muchos años de matrimonio, te podés poner un sorete en la cabeza, que el tipo no lo verá. Tiene setenta el viejo, ya debe tener la pija para adentro y quiere que se la coja. ¿Sabés qué? La va a cagar a trompadas por lo que gastó en sus refacciones, le va a pasar el auto por encima una y otra vez, que ni va a gastar en velatorio.
   Yo estoy de parte del viejo, y eso que es un kakoncho de mierda, bueno mamita, disculpá pero con alguien tenía que descargar, te dejo porque vino el catering, feliz día el Domingo, te requiero, chau nos vemos.

sábado, 20 de octubre de 2018

NUEVAS DEGENERACIONES



   Nos reunimos a charlar cinco amigas y Don Juan. El sol amigaba algunas flores con espinas y conejitos, caras serias viraban a sonrisas de comisuras altas, mirando los pájaros habladores de las cornisas, que pronto el hombre nuevo, transformaría en escombros.
   Cada amiga tenía un celular, nadie sabía con quién interlocutaban. Yo jugaba a escuchar conversaciones de otras mesas. Tenía ganas de hablar cara a cara, casi sentí felicidad cuando perdí mi celu y no lo repuse. Pasaron los minutos, la media hora. —Soy la quinta de todas ustedes, vine porque me invitaron, deberían haber avisado que era celulítrico el encuentro. Y yo, sola y desplazada.
   Todas siguieron con sus aparatejos en una mano y la otra, haciendo alas para poder expresar mi protesta. Don Juan dijo no usar ese monstruo, yo lo invité a caminar por la plaza de los tilos. El tema era la infancia, la sabiduría de la rayuela, el ring raje, abrir la puerta y dejarla sin llave, mientras jugaban en la vereda a la escondida.
   Yo me entusiasmé, él casi me invita a salir esa noche… sonó un celular y ambos giramos la cabeza para ver la proveniencia. De pronto Don Juan, metió la mano en su campera y sacó el celu. —Si me disculpás, es alguien importante.
   Como si yo fuera una verruga de baldosa o un manifestante aplastado, (era lo que más había).
   Me puse de pie: —Don Juan, sos tan idiota que prescindo de “tu amistad” volandera. Chanta, engaña personas. Andá, volvé con las histéricas.

viernes, 19 de octubre de 2018

NAMASTÉ



   Era la voz de ella, estábamos en yavásana, la conocí por sus pies Patagones. Felisa elongaba en el cuarto de charlar. Entró gritando con voz de gata ganadora. Se escuchaba todo, la Profe olvidó ponernos música de Viet Cong sin guerra. Le decía: —¡Conseguí novio! ¡Conseguí novio!, mi primer amante!
   Después se reían y no se distinguían las palabras, se mezclaba algo así: —Como yo pensé que nunca.
   Los curas de la Trapa le dieron permiso, Sany no estaba enamorada de su marido como al principio, que fue breve. Iba los fines de semana y les fue agregando días. El cura más viejo le confesó que él a veces odiaba a Dios, pero después se le pasaba.
   —Sany, si tus ganas no te permiten conciliar el sueño, éste no es el lugar de consulta. Ponete linda, sacate los mocos, también la lagaña, cepillate el pelo y te metés en la cama sin ropa. Si él te da la espalda, se duerme y antes te pide que te corras, no te quiere. Dejalo, no le cuentes, igual no va a escucharte o pensará que es una broma.
   Había un hombre en cuero que transpiraba cepillando la yegua, regalo de su marido. Sany lo vio por la ventana y bajó desnuda. Con su bata cubrió el sudor de la espalda del peón y sintió sus músculos con forma de trabajo. Sin mediar palabras se recostaron sobre un rollo de pasto para caballos…y sucedió. Los encuentros se repetían y los chismes se repartían. Él cambió de parcelas, era un peón golondrina y amaba horizontes lejanos. Sany se marchitó. En las clases de yoga, permanecía en la postura del niño, le salía agua de los ojos. —Tengo conjuntivitis, pero no se preocupen, no contagio.-Decía-.
   Me preguntó el nombre de mi Analista. —Qué coincidencia, yo voy al mismo consultorio, pero me atiendo con otro.
   Intentamos ser amigas, pero los protocolos y las ideologías burguesas me resultaron patéticas. Pasaron unos años, mientras esperaba en el auto los cinco minutos para mi sesión, la vi tocar el timbre con desesperación de incógnito. Llevaba una capucha y unos anteojos negros, era una imagen irreconocible. Me di cuenta que era Sany, por sus pies Patagones.

jueves, 18 de octubre de 2018

HABÍA LA ÚLTIMA



 La Coordinadora del Taller dio consignas que perdí, de los cuentos me acuerdo del primero, el segundo no lo encontré. Pongo la grabación, pero ella habla muy rápido y tengo un apenas de atención. Dio una consigna de una historia que ya tengamos en segunda persona o si no, escribir algo nuevo. Prefiero algo nuevo. Hice dos breves, cumplí con la consigna.
   Después seguí con mis historias sin atenerme a nada, de paso adelgazo, cuando escribo me olvido del hambre. Estoy con un cuento que le falta algo, con un nudo lo termino, no hay ni protagonista. Los sigo, porque si me agarra la muerte, que me agarre escribiendo. ¿Lo dijo alguien?, pero no recuerdo quién. Me entero por Frank, que internaron a mi abuelo. Largo todo, entro al sanatorio, en la última habitación del último pasillo, está mi abuelo Fermín en la última cama. —¿Sabés que dieron de alta a todos mis compañeros de desgracia?, a mí no me vieron porque estoy bajo la última ventana, tapado con el biombo blanco. La Enfermera que me trata bien, pensó que ya había muerto. No me extrañó, las Enfermeras no extrañan a los enfermos.
   Apareció Frank, que me buscó hasta lo último, para él  era el Abuelo de lo eterno, no sé si me explico (película de culto). Cerró el biombo, fue a Mesa de Entradas y preguntó por qué no había Abuelo.
   —Lo lamento, pero entró en los expedientes perdidos.
   Nos llamó una Enfermera novata sin contagio de maldad. —Su Abuelo se vistió, como un gentleman, una moña a lunares y zapatos con polainas de muchos botones. Salió a la calle, llamó un taxi. No sé si se dan cuenta, había decidido huir de la enfermedad y la muerte. Me encargó decirles que siempre los había querido y los espera en la Confitería Del Molino y si no está más, al lado.

miércoles, 17 de octubre de 2018

360°



   Si aumentás de peso es tu culpa, comés chocolate, bombones, papafritas, carne de cerdo, maní con pesto. Eso lo hacés todo el día, hasta cuando vas al retrete, te llevás un cacho de Cagañoli. ¡¡No!! La gente que te ve, piensa mal si te vas con el salame al baño.
   Comé un purecito de calabaza al vapor y salteá el desayuno. Te va a doler la panza, pensá que cada contracción es un kilo menos. Antes del noni noni final, tomá dos vasos de agua y una cucharadita de gelatina sin sabor. El segundo día, es el de la libertad. ¡Desayuná! Medio pocillo de té verde y una raja finita de queso gruyere. Le agregás, para hacerla más americana, media rodaja de naranja, exprimida en un vasito de licor.
   Estás gorda, por eso nadie del género humano te da pelota. Es por tu gordura, que hasta los rateros cruzan de vereda cuando te ven venir. No le digas a nadie, pero vas a la salida del Colegio de Ciegos y elegite el más pintón. Ponete al lado y caminá, que sienta el calor que manan tus deseos, si deposita su mano en tu espalda, vos saltá de alegría y le das un piquito profundo en la boca, con tu lengua tocale las amígdalas. No tan hondo como para darle náuseas.
   Cuando quiera abrazarte y no pueda, le informás sin palabras que 360° no alcanzan para un abrazo, por más largos que sean sus brazos. El pintón es ciego, pero no boludo.
   Lo hiciste sentir preso de una ballena. Postergá tus ambiciones eróticas. Bajá de peso con una anorexia silenciosa. Tenés que escuchar el aplauso de: ¡¡Cómo adelgazaste, gorda!!
   No esperes que te cambien el apodo, pensá ¡Cuarenta y dos kilos, gorda! Y te acostumbrás.

martes, 16 de octubre de 2018

FÁTIMA



   Tenemos que vender el televisor, el equipo de música, el piano Steinway de mi suegro.
   Salí corriendo con mi falsa tarjeta de extracciones. El sol del mediodía se clavó en mi cabeza y me hizo tropezar con un árabe musulmán. —¿De dónde viene Ud?
   Le pregunté pensando que deliraba. —Sucede que el avión en que viajaba, dejó de funcionar, Musulmania queda cruzando el océano y entre esperar sentado en el piso, arruinando con mugre mi traje blanco, preferiría alojarme en su casa, es la más normal del predio. ¿Será eso posible?
   No se lo dije, pero mi casa tiene un solo cuarto de huéspedes y otra pieza mínima para sus rezos. El agregado de la terraza para saludar a la Meca, un retrete de ducha, con un pequeño sanitario.
   —Si hay algo que somos los argentinos, es ser hospitalarios, sígame por favor.
   Sentí que no caminaba. —Alá nos pidió que la mujer fuera cuatro pasos detrás del hombre.
   ¿Cómo haría entonces para saber mi paradero?, percibía todo, su levedad le escuché llegar primero y yo cuatro pasos después. La casa estaba fresca, pidió hablar con mi marido. —Así es nuestro protocolo.  –Dijo-.
   Mario llegó contento, vendió el Steinway y salvó nuestras deudas. Cuando vio al árabe recostado en su sillón: —¿Quién es esta adquisición que ocupa mi lugar?
   El árabe musulmán contó sus percances y lo interrogó acerca de su estadía de cuatro días. Mi marido aceptó y nuestro hijo, que entró por la ventana, le apoyó su revólver de juguete y le preguntó: —¿Lleva armas o es de los que rezan y no se dedican a matar?
   La visita tenía muy buen humor y los convidó a probar dátiles de sus árboles. —Mostramos más pobreza que educación y nos atiborramos de dátiles. Conozco la situación argentina y veo que son víctimas de la debilidad hipócrita de sus gobernantes. Al atardecer subiremos a la terraza y leeremos algunas páginas del Corán. Luego quiero hablar con el buen hombre de la familia, en nombre de Alá. Su buena mujer me ha subyugado, dio la luz que necesito, quiero que sea mi primera esposa. ¿A cuánto me la vende?
   Quedé desbundada, el silencio fue eterno, pero vi a mi marido con un gesto de alivio que desconocía.
   —Doscientos mil euros.
   El árabe musulmán concluyó. —¿A Ud le parece que ese diamante tiene ese valor?
   A mí me pasaban por alto como si fuera un objeto a remate. No me importó el precio que dio esa bestia, a nuestros doce años de convivencia.
  El arábigo me acercó una maleta, para no llevar ropa occidental.
   —Le daré un baño querida Fátima.
   Me bautizó de nuevo, con una esponja oriental limpió mi cuerpo cuatro veces.  —Así quito el extracto que tendrá de su hombre.
   En el último baño usó su lengua suave y considerada, recorriendo hasta el último lugar de mi cuerpo, me envolvió en sedas térmicas y llamó a la Embajada de Musulmania, para realizar nuestro traslado en un avión privado.
   No me despedí ni de mi exmarido ni de mi satánico hijo, de todos modos habían salido a comer pizza. El día que nos casamos, me vistió él, con el sari de oro y amatistas de su abuela. La fiesta duró una semana. Nuestra casa era una reproducción del Taj Mahal en medio del desierto. Él me enseñó la misma noche de mi casamiento, todas las posturas amantiles del Kama Sutra.   

lunes, 15 de octubre de 2018

TIEMPOS PRESENTES



Se transformó en una Editorial grande, con prestigio de pueblo. Empecé a escribir viendo a mi hermana cómo se divertía y sufría.
   Nuestro padre nos dejó una Papelería con biromes deslizantes y miles de cuadernos. En ese lugar dividimos nuestros escritorios. Absoluto silencio, árboles, pájaros amigos que compartían nuestro mundo construyendo nidos en ramas que crecían horadando las goteras del techo. Cuando mi hermana murió, después de veinte publicaciones exitosas, donde no ganó un peso, para seguir editando trabajaba en cualquier cosa. Yo tengo pocos años, veinte menos que mi querida hermana, pero produje tanto que fui a la Gran Editorial, con algo de material, pedí hablar con el viejo que apareció en la recepción, tenía el aspecto de una rama en pleno proceso de sequitud. Indefenso.
   Mi material lo arrebató, quedé pasmada porque mientras leía, se reía, lloraba. —Qué bueno está esto ¿Cómo es tu nombre?
   —Ramira.
   Deslizó sus anteojos hasta la punta de un grano que le salvaba la caída de sus gafas. —¿A qué viniste, Ramira?
   Tenía ojos escurridizos, brillantes y mezquinos. 
—Mi hermana trabajó para Ud., años, donde sus genialidades eran recibidas con indiferencia, editadas, nunca recibió lo merecido. Cuando muere, sus obras se vendieron aún en lugares ignotos, tanto que hubo segunda y tercera edición. Los réditos me fueron otorgados y vengo a comprar su Gran Editorial.
   Me miró con acritud agonizante. —El precio total es de veinte millones de pesos, nada y si le parece bien la espero mañana mismo.
   Me dio gracia su perversa ingenuidad, si yo tuviera esa suma, me voy de este país de mierda a otro país de mierda. Sería igual, pero distintas mierdas. Tengo un amigo cariñoso que trabajaba hasta catorce horas por día, el lugar es un sótano, fabrica billetes falsos, de 1000 pocos, de 500 y 100.
   —Mirá Fabricio, me tenés que hacer un favor, necesito veinte millones mañana mismo. ¿Podrás?
   Siguió trabajando. —Te quiero desde los  siete años, vi crecer ese culito y esas lolas. Admirables, ni se me ocurrió mancillar esa perfección. Cerrá los ojos y abracadabra, acá tenés lo que me pediste.  
   No lo pude creer, le extendí la mano, me pareció que su gesto merecía ese respeto. Fui a lo del viejo avaro y le deposité en el escritorio, ante sus anteojos que no los pudo detener ni el grano, cayeron y se hicieron trizas sobre los veinte millones.
   Mientras cruzaba el cielo, las nubes bien podrían ser refugio de mi hermana. Le conté todo, escuché su risa y no es que me pareció, se rió tan fuerte que todo el pasaje sonreía complacido.
   Me presenté a un concurso en España. El premio fue de quince mil Euros más su edición. Es un mundo raro, la plata del premio era falsa. La gente estaba tan acostumbrada, que nadie corroboraba si los billetes eran genuinos o no.

domingo, 14 de octubre de 2018

SOY TU MEJOR AMIGA



   —Tenés que separarte, la única vez que sonreíste fue para la foto, cuando te casaste. Yo te dije, de un corrupto que roba para la Estúpida y es Secretario del Príncipe Idiota, rajate. No lo amenaces, pero que te compre ropa, pedile tres tarjetas mínimo y te tramite Jubilaciones de Privilegio para vos y tu hija. Es el trabajo Ideal, no hacés nada y encima te pagan. Asegurate que si vienen los Peronchos y se van los Radichetas, no te metan en cana. Conseguite un Abogado hábil, inescrupuloso y que no te arranque el moño. Que tus dos relaciones clandestinas, no se aprovechen de tu nobleza. Ése es tu capital. Cuando te separes, cambialos, elegite tres. Eso te mantendrá tan ocupada que hasta tus hijos te tendrán pena por la cantidad de tiempo que faltás. Tu dinero lo incrementarás en inversiones falaces, te lo llevás fuera del país.
   Vos decís que no usemos el celu para estas cosas, despreocupate, lo bueno de estos tipos es que todos tiene miedo de todos, te lo pido por celu. Quiero que no te olvides de la casa grande de Cancún, dijiste que era para mí, te autorizo que vengas a descansar cuando tus ocupaciones te lo permitan.

sábado, 13 de octubre de 2018

ESPERANZAS ?



   —Yo no tengo la culpa que este hijo de puta haya llevado todo por las nubes, los dos más grandes los pidieron sus abuelos, nos veremos los fines de semana. Ellos están bien, de plata. Hasta pagarán las cuotas del Colegio, no quiero separar a la familia, siento que se me pierde el corazón.
   —¿Qué pensás?
   Es la pregunta más idiota de la Tierra, cuando parece que todo se viene abajo, ese clásico y absurdo “¿Qué pensás?”—No tengo pensamientos, o sí, son demasiados, es una manada de rinocerontes, que nos van a romper la vida y…
   —Bueno, bueno, sentate en mi falda, estamos nosotros, que no viviremos separados, los más chiquitos se los lleva Antonia, no es para siempre, pero tampoco serán valijas que vayan y vengan. Mi hermana está contenta, los quiere como suyos y ella tiene tiempo para venir seguido. Siempre fuimos tan armónicos, los seis pisando la arena y el mar que nos gustaba a todos. ¡Qué gobierno! Es una putada diaria in crescendo y juegan una competencia para ver de dónde nos podrían sacar más guita. Ni siquiera meten en cana a la perra y sus kachorros, ningún plan para rescatar el dinero que se afanaron, vos me echás la culpa, tengo tres trabajos y vos otros tres. Estamos juntos los dos, pero no nos vemos en la puta vida, un ratito a la noche y morimos en la cama, presos de la mañana, con un café inmundo y galletitas húmedas.
   Encima me habla como para que la vea peor, no sé por qué no se calla la boca. Nos veremos en lo de Antonia este domingo, entre los dos grandes, los chiquitos, mis padres y nosotros, haremos de cuenta que no pasa nada. Miraremos los cuadernos de los chicos, algunos juguetes nuevos. Vamos a comer tallarines con pecheto, somos un montón jugando a que no pasa nada. Dormiremos la siesta con nuestros hijos. Mi suegra me dice al oído: —Ya va a cambiar, hay que tener esperanzas.
   Ella lo dice, pero yo sonrío quebrado, ni va a cambiar y las esperanzas, no recuerdo qué eran.

viernes, 12 de octubre de 2018

EMPRESA "LA EMPRESA"



   Iba a pagar todos los meses, yo la veía y desaparecía todo menos ella. Me había enamorado y estaba ensoñado, controlando los días que faltaban para estar frente a ella. Pagaba antes de la fecha, sólo para verla.
   Tenía pelo rubio, ojos celestes navegantes, ojeras de un tiempo pasado, como todos los pasados entre felices y tristes, hacía sonrisas enormes para dar los buenos días. Sabía cuáles eran mis autos y ni bien yo llegaba, estaban las dos facturas dispuestas. Vivió en Bs As y le dieron el traslado acá.
   Cuando no había gente, charlábamos, opinaba como todos: —Me gusta el paisaje, pero no me gusta la gente.
   Remanido el comentario, lo decía con convicción ausente de maldad. —Si no lo tomás a mal, Sofía, te invito el viernes a comer afuera.
   —Te digo que sí, por supuesto. ¿Vos notaste que aquí no hay hombres como para una salida? Uy! Perdoná, Leo, pero ves, eso es otra cosa, es un lugar donde la verdad ofende. No es por agenda apretada, pero me gustaría que tu invitación la postergáramos quince días, debo visitar a mis hijos, estudian en Bs As. ¿Puede ser?
   Me sorprendió: —Sofía, hacé tus cosas, te espero.
   Nos dimos un beso mejilloso, rápido y el consabido “nos vemos”
   Atendí el celular. —¿Señor Leo Gamba? Se le comunica de empresa “La Empresa”: lleva diez días de atraso en sus pagos y como Ud es tan puntual, pensamos que había tenido algún inconveniente.
   Viejo tonto. —¿Podré pagar en cinco días más?
   Lo dio por supuesto y adiós gracias. Fue el día que Sofía se reintegraba a su trabajo, no la encontré, en su lugar había una persona con cara aindiada, sin sonrisa, le extendí mis recibos, recién conocía los trámites, pero realicé mis pagos.
   —Leo!, Leo!, me ascendieron, por eso tengo el escritorio en otra ratonera.
   No la reconocí, era una otra Sofía, su hijo, especialista en cirugías, le realizó un trabajo en lo que parecía gritar “Quiero ser como antes”. Su cara se redujo a un círculo, donde los ojos se le fueron atrás, las ojeras escondieron su historia en tensiones chináceas. Su bella boca, parecía un pezón que escondía dientes y le impedía sonreír amplio. Bajo un sweater, la ausencia de corpiño y dos naranjas rígidas, eran sus tetas nuevas. Con voz chillona dijo: —¿Vos sabés que nadie me reconoce? Y para tu alegría, mis lolas no tienen uso, mi boca tampoco, está todo reservado para tu primera función.
   Me pareció tan guarra, impúdica y patética. Extrañé sus tonos suaves, sus camisas rectas, sus babuchas de adolescente, la flacura pluma de su silueta, sus charlas melancólicas.
   —Antes de retirarme, Sofía, te quiero decir que estás preciosa y lamento suspender nuestro encuentro. Esta noche parto para Nueva Zelanda, me contrataron para unos trabajos que les resultaron interesantes. En algún momento nos volveremos a ver. Sos una persona inolvidable, Sofía.
   Si le decía lo que pensaba: “Sofía, sos tan olvidable, que das hipotermia”... No se puede decir todo en la cara, aquí.

jueves, 11 de octubre de 2018

SÍ, VOS



   No me gustó para nada lo que hiciste en la reunión, te mando esta carta para que Juliana te la entregue en mano, ella es una mujer de palabra, incapaz de hurgar en nada, ni en nadie. Un soldadito. Por eso, después de vos, quedó tan asustada que no se le conoce otro hombre. Con la segunda copa de vino, te agarraste un pedo alegre, subiste la música y casi le rompés un brazo a la mujer de Robledo, para bailar tu tema preferido. Él no dijo nada, pero vos sí, sos sensible, que no quiere decir que seas bueno. Le viste el odio dibujado, el odio antiguo, bajo control para no matarte. ¿O no te acordás lo que le hiciste al hermano? Y cuando ibas por la tercera copa, sin haber comido nada, le vomitaste los sillones a Flavio y sabías que eran de sus padres, el único recuerdo, el resto se lo llevó el fuego. Lo llamaste loser a Camilo, por ser Médico de campo. Se puso rojo de ira, te mandó al carajo. Bien merecido y se quedó corto. Antes que llegaras había una atmósfera de paz sin olvido.
   Se juntaban los abrazos bien llorados y los que ya no estaban, tuvieron sus presentes bien gritados. Pero llegaste vos y los metiste en un rincón para joderles la memoria de los años. No me gustó que no fueras capaz de ponerte de rodillas y pedir perdón por no haberte suicidado.

miércoles, 10 de octubre de 2018

SABÍA



   —Una entrega, una devolución, un consuelo. Pero es su marido.
   No se da cuenta, necesita más que el mezquino afecto de Trini.
   —A ella no le importa ¿sabés que duerme solo?, no le aplica la inyección, olvida las píldoras, la comida se la lleva Amparo. No puedo presenciar el ocaso del tipo que nos hizo reír toda la adolescencia. Me acuesto con él casi todos los días ¿vos te creés que a Trini le importa? Al contrario, le hago el favor de no tener relaciones.
   Ella se ocupa de él mejor que en el Sanatorio, las inyecciones no las siente, jamás olvida una píldora.
   Vino el Médico, visita de control, habló con Cielo, como si fuera la enfermera. Entró Trini simulando un ataque doloroso. Con gritos y angustia. El Médico la abrazó y ella le lloró en la solapa. Una función de teatro.
   —¿Hay posibilidad de remisión?
   El Médico la miró a la cara. —Yo a mis pacientes les digo la verdad, no, no la hay, su esposo ya lo sabe. Se enteró antes que nadie.
   Trini siguió llorando con lágrimas mendaces, “qué tipo resistente para morir, se prolonga por los servicios ñoños de Cielo. Esta noche la jeringa la cargo yo. Ella, tan triste, no lo advertirá. Para Cielo tengo té de lejía, eso se llamaría matar dos pesados y parir una mujer única heredera.”
   Por la mañana Amparo llamó al Doctor, de urgencia, la Señora Trini tuvo un paro cardíaco terminal.
   El Doc se retiró pensando que la muerte de Trini era una ironía o un castigo. Se olvidará como casi todos los seres del mundo. Y el Doc de eso, sabía.

martes, 9 de octubre de 2018

LA TERNURA



   —Te hacés llamar Ángel, canalla, igual te quiero. Nos íbamos a ir juntos, pero yo me achiqué, por mi vieja, mi hermano, o por mí.
   Por qué me la cuenta?, no se puede separar de este pueblo, pollerudo.
   —Puse una carnicería, anduvo bien y después mal, mal, mal, hasta que la vieja me prestó y me compré este lugar. Puse un restorán, parece un cacho de campo en pleno pueblo y aunque no lo creás, funciona. Nunca hay lugar. Ahora la corté, que pidan reserva.
  Ángel, antes se llamó Pedro, pero después de lo que hizo, se cambió hasta de país. —¿Sabés que todavía me acuerdo, cuando me afanaste mi mujer?, no te entendí, era un bagayo, y vos tenías una jermu que la mataba ¡Qué boludo! Después te llevaste mis hijos, de a uno. Nunca pude encontrar ni al bagayo ni a los pibes. Me volví loco, me internaron, estuve cinco años sin saber mi nombre, gracia a dió, apareció una pareja de gringos, médicos, psicólogos y un neurólogo. Vinieron porque mi caso valía la pena, lamentable sus intereses, o no, ¡Qué se yo! Escribieron un libro sobre mi tratamiento y recuperación.   Ahora te venís a mi restorán y vas a comer como los dioses y a chupar un vino, cosecha propia, ésa es otra historia.
   Sólo mi pueblo de origen, pude encontrar mi primer amigo, el pollo Benítez, qué perdonavidas el guacho y me invita gratarola a su boliche, dice que igual me quiere, no le contesté, yo de esas cosas no sé nada.
   La pinta del Ángel, traje inglés, corbata italiana y me la juego que va calzado, con sobaquera y todo. Viene el metre como una flecha y nos acompaña a la mesa. Sillas de madera con asentaderas de paja y almohadón culero. Mantel blanco, refulgente y vajilla de mi abuela, con cuchillas recién chaireadas. El mozo, un putito bien entrenado. Le ordené sin preguntar al Ángel Pedro.
   —¿Ché, Pedro, y vo en que andás?
   Me guiñó el ojo. —En nada bueno, que es en lo que más guita hacés.
   Nos trajeron unos bifes de ternera jugosos, a punto, perfectos. Achuras, sochoris, tripa gorda, riñone, chinchuline y molleja.
   Yo comí arroz con puré de calabaza. Le expliqué al guacho que tengo prohibida la carne, ni pelota me dio. Dejó la parrilla térmica más limpia que cuando llegó el asado y el resto. Me felicitó la bestia.
   —¿De  dónde sacaste carne de ternera? No existe más.
   Le miré la boca engrasada y le conté, tenía derecho. —¿Vo te acordá la tetona esa, que era hija tuya y no la quisiste reconocer? Las habladurías dicen que llegaste al pueblo para llevartelá. Bueno, nos pusimo de novios, una santa tu hija, hacía lo que le pidiera y otras cosa que no sé de donde las sacó. Pero me enteré, tarde, pero me enteré. Se trincó todos los tipo del pueblo. Me crecieron unos cuernos, que no podía ni caminar.
   Mientras se sacaba el residuo entre dientes, con la punta de la cuchilla: —¿Y? ¿Qué pasó con la minita que gracias al ADN, me enteré que es mi hija?
   Hice descorchar un champain fetén y le brindé la cara.  —Tu hija, la terminaste de comer, asada, con el entripado a punto. La estás digiriendo ahora, la tenés adentro, pero no te preocupés, la vas a cagar, como hacés con todo el mundo.

lunes, 8 de octubre de 2018

MAMUSHKA



   —Hay que pintar el frente alguna vez, hay que tapizar el sillón verde y los almohadones, hay que llevar el nene al dentista. El piso de la cocina, hay que pulirlo. En el baño hay…
   —Si te largás a escribir tu biografía, la podrías titular “Hay qué…” y deberías aclarar que las acciones de “hay qué”, van dirigidas al que tenés enfrente, vos no me ves, soy un satélite que gira alrededor de una casa, que adentro vive una familia con tres componentes, que adentro piensan, sueñan, pesadillean, sufren, alegran, lloran, extrañan. Que adentro gritan, pelean, escuchan música, miran películas, se enchufan en una PC, leen, estudian, discuten.
   Adentro cada uno recuerda su nacimiento, hasta donde su memoria alcance y se perciba, fracaso o triunfal y adentro sienta rencor, amor, odio, perdón, rabia, ganas. Y adentro llega un punto del color que uno pintó y otro aceptó. La última mamushka, que seguro querrá meterse en otra mamushka, más grande que ella y ésa, querrá pertenecer a otra y así…

domingo, 7 de octubre de 2018

VOLCATÍN SECO FEO



   Quería ser arquitecto, pero los encargos laborales eran siempre de laberintos. Diseñé tantos laberintos y recibí premios, hasta el hartazgo. Hoy tengo ochenta y nueve años, mi hijo que es arquitecto práctico, liso, buscador de sol, luna, estrellas, sin media torzada. Para abrir una puerta, el aspecto tenía que ver con un dejà vu oriental.
   Me entregó una sola llave de hierro, oxidada, con un llavero hecho por un orfebre en piedras preciosas. Disfruté mucho de la lisitud de la casa, sin escaleras, con cocina y toilette, de puertas corredizas, hechas con diez gramados de pergamino chino. Pisos, paredes, ventanas y techo, autolimpiantes. Melania, mi querida esposa, disfrutaba la casa. Nuestros tres hijos no tenían trato con su madre, la consideraban una molestia para mi vida. Yo era cultor de la austeridad, ella amaba el barroco. Su primera intervención fue socavar el techo, para una catarata permanente y un jardín interno, rodeado de plantas africanas, importadas de Haití. Los libros cubrieron el piso de toda la casa, para evitar el olvido del libro y autor. Melania me obligaba a dormir sobre una estera cerca de la catarata, para no escuchar mi respiración. Podía comer sólo arroz todos los días y noches y tomar té de comadreja. No quería que vinieran mis hijos, de ella no eran, tenían olor a edificio y mis nueras le despertaban una competencia que le daba insomnio.
   —Y que tampoco vengan las putitas de tus hijos.
   Ignoraba sus nietos, no conocía sus nombres ni sus edades, cuántos eran, olvidó que tenía nietos. La locura de Melania hizo que todos comenzaran tratamientos psiquiátricos. Ella se pensó soltera sin hijos.
   Un día de su madre empastillada, nuestros hijos enterraron cuatro postes a la salida de la casa, los remataron con cabezas de papel maché, portando sus rasgos y a Melania le hicieron abrazar el tronco y pidieron que apoyara su cabeza. —Es para una foto familiar, es redivertido, Mami, como decís vos para hacerte la pendeja.
   Los hermanos cargaron tres escopetas de alto calibre. El menor habló primero: —Bueno, ahora digamos todos whisky, para una sonrisa general. No se muevan, cuando diga tres, disparo la foto. Los tres tenían excelente puntería. La madre murió recibiendo las benditas balas de los tres.
   Yo estaba durmiendo, me despertó el sonido contundente. Como los alzheimerianos olvidé la existencia de Melania y me fui a dormir a la cama grande. Cuando vi a mis tres preciosas nueras, les di un beso en la boca a cada una. Soñé que me acostaba con las tres al mismo tiempo. Y mis hijos aplaudían. Un regalo de Dios, el sueño.