La Coordinadora
del Taller dio consignas que perdí, de los cuentos me acuerdo del primero, el
segundo no lo encontré. Pongo la grabación, pero ella habla muy rápido y tengo
un apenas de atención. Dio una consigna de una historia que ya tengamos en
segunda persona o si no, escribir algo nuevo. Prefiero algo nuevo. Hice dos breves,
cumplí con la consigna.
Después seguí
con mis historias sin atenerme a nada, de paso adelgazo, cuando escribo me
olvido del hambre. Estoy con un cuento que le falta algo, con un nudo lo
termino, no hay ni protagonista. Los sigo, porque si me agarra la muerte, que
me agarre escribiendo. ¿Lo dijo alguien?, pero no recuerdo quién. Me entero por
Frank, que internaron a mi abuelo. Largo todo, entro al sanatorio, en la última
habitación del último pasillo, está mi abuelo Fermín en la última cama. —¿Sabés
que dieron de alta a todos mis compañeros de desgracia?, a mí no me vieron porque
estoy bajo la última ventana, tapado con el biombo blanco. La Enfermera que me
trata bien, pensó que ya había muerto. No me extrañó, las Enfermeras no
extrañan a los enfermos.
Apareció Frank,
que me buscó hasta lo último, para él
era el Abuelo de lo eterno, no sé si me explico (película de culto).
Cerró el biombo, fue a Mesa de Entradas y preguntó por qué no había Abuelo.
—Lo lamento,
pero entró en los expedientes perdidos.
Nos llamó una
Enfermera novata sin contagio de maldad. —Su Abuelo se vistió, como un
gentleman, una moña a lunares y zapatos con polainas de muchos botones. Salió a
la calle, llamó un taxi. No sé si se dan cuenta, había decidido huir de la
enfermedad y la muerte. Me encargó decirles que siempre los había querido y los
espera en la Confitería Del Molino y si no está más, al lado.

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