miércoles, 30 de junio de 2021

NO ES LO QUE PARECE

   —Leonor, vos que sos Decoradora, ¿no te pareció un horror el jarrón que puso Dora sobre la mesa ratona?

   —¿No me digas que tiene una mesa ratona? Ni cuando se usaban fueron lindas. Pobre Robert, haberse casado con una mujer que tenga tan mal gusto.

   Maca, sentada en un rincón dijo:

   —Ché, basta, encima que nos invita, no es correcto criticar a una persona porque les parezca ordinaria. Tiene una paciencia y un corazón más grande que su mal gusto. Después de todo, Robert no es ningún santo. Una vez, estando tan borracha que no podía caminar, él mismo me llevó a casa y fue sacando mi ropa y después me puso el camisón. Me extrañó, porque no encontré mi calzón. No había pasado nada entre nosotros.

   Al día siguiente llamó Dora:

   —¿ Sabés qué encontré en el bolsillo de Robert?, tu calzón negro.

   Me quedé pensando.

   —Mirá, Dora, yo estaba desmayada no sé bien lo que pasó. Tal vez se llevó el calzón de recuerdo, en diferentes ocasiones logró batir el record de calzones afanados.

   —Entonces quiere decir que se acostó con todas mis amigas.

   —Sí, debió ser así, pero conmigo no. Conmigo es distinto, porque somos amantes desde hace quince años. Un alivio para vos, una alegría para mí. Lo único que te pido, es que me devuelvas mi calzón, es mi preferido.


martes, 29 de junio de 2021

TSUNAMI

 

   Las olas arremetían contra su cabaña palafita, construida por él mismo. Primero temblaron las columnas de madera. Flotó la cabaña después de arrancar puertas y ventanas.

   Él estaba a cierta distancia, volvía de hacer la compra y encontró el mar calma chicha. Pudo rescatar su escritorio, la mesa, dos sillas de caña y cientos de libros mojados que arrastró en una red hasta los de Nilda, que tenía secadores porque era peluquera. Secó hoja por hoja cien libros, los demás los dio por perdidos. Cuando llegó a la playa donde había una pérgola, encontró todos sus escritos, estaban secos, era su último libro que constaba de 180 páginas. Juntó hasta la página 180.

   Le pidió prestado el jeep a Nilda, la Peluquera. Llegó a la imprenta algo tarde. Entregó el borrador de su libro. Dijo el Editor:

   —Vos sabés que ahora que lo leí, no me gustó para nada. Pero no te desalientes, empezá a escribir otro.

   El escritor lo miró y pensó: este se cree que algo que me llevó cuatro años se lo entregue en seis meses.

   —Tenés talento, escribís muy bien. Para enganchar un lector, hay que tirar un anzuelo que lo amarre y no pueda pensar en otra cosa. Ellos al terminar te van a comer crudo. Tus finales les van a quitar las ganas de creer que todavía existe la lectura.

    El Escritor le contestó:

    —Escribo porque me gusta, no para satisfacer a un lector, ni esperar ningún dinero a cambio de lo que hago. Usted es un Editor que no entiende de estas cosas, no me voy a molestar en explicarle nada.

   Pero una pequeña venganza, no le hace mal a nadie. Durante una reunión de Editores consagrados, dando esas conferencias que hacen bostezar, lo descubrió sentado entre dos damas, estaba con la boca abierta. Le ensartó el anzuelo en el paladar, tenía la caña, la tanza y el anzuelo, que el pelotudo del Editor se lo tragó. 

lunes, 28 de junio de 2021

REVOLVER

 

   Tenía cáncer, los Médicos decidieron operarlo. En medio del estómago abierto, encontraron una bolita roja alojada muy cerca del páncreas.

   —Mire Sr Valiente, le devolvemos la bolita roja, así tiene un souvenir como recuerdo de esta operación complicada. Estuvo mal diagnosticado, usted cáncer no tiene.

   El Señor Valiente se enojó con todos, cuando era chico jugaba a las bolitas y esa, que le habían quitado, era justo su punterita. Se la tragó de chico, para esconderla en algún lado donde nadie la descubriese. Fue el tiempo donde en cada competencia ganaba siempre. Logró salir campeón de la vereda. Tenía un hermano grande y tan estudioso, que llegaba temprano a la Facultad.

   Un día que el Señor Valiente tenía todo servido, llegó el hermano flaco, alto, hábil y con un roce apenas le pegó a “su punterita”.

   El Señor Valiente sumido en su primer fracaso, rompió su caja de bolitas, menos una, la punterita, devolución de su hermano el estudioso. Tragó su tesoro con un vaso de leche tibia. Cuando deponía reparaba bien en no haber cagado su punterita.

   Fue así que quedó incrustada entre estómago y páncreas. Años y años revolviendo mierda, para asegurarse que la punterita todavía le pertenecía.

domingo, 27 de junio de 2021

BESO

 

   La consigna de las mujeres dependía de un cafisho. Las mujeres entregaban todo, menos la boca, una manera de preservar algo del cuerpo.

   Tenían pseudónimos, los nombres verdaderos estaban en los documentos, que el cafisho guardaba para que no se fuera ninguna. Una mujer joven, no muy hermosa, se llamaba Feli. Tampoco era armoniosa su presencia cuando trabajaba. Pero lo hacía tan bien que muchos clientes estaban satisfechos. De las mujeres, Feli se cotizaba, se enriqueció allá y enriqueció al cafisho que no tenía ningún nombre, para su seguridad.

   Él estaba perdido por ella, hasta le respetaba la boca, todas las noches que se encontraban.

   —Hubo cosas feas y jodidas en mi vida, desde chica pasé de mano en mano. Ahora quiero tener mi propio bulín. Para eso necesito mis documentos que el cafisho se niega a de devolver.

   Dijo Martirio:

   —Si nos das trabajo en tu negocio, nosotras le vamos a robar todos nuestros documentos.

   Nos escapamos una mañana temprana. Llegamos al bulín cuya casa tenía una cierta nobleza. Vinieron muchos clientes que conocía de antes y otros nuevos, farabutes y conchetos que pagaban en dólares y no esperaban el vuelto.

   Feli era la Madama de aquel lugar. Por respeto nunca la convocaron, logró tener una postura digna y distinguida. El cafisho apareció solo, estaba quebrado y pidió acostarse con ella. Feli lo aceptó de inmediato: “Estoy conmovido ¿y si nos juntamos?” Ella se colgó de su cuello y le contestó un: “¡Sííí!, hasta te voy a permitir que me des un beso en la boca.” 

sábado, 26 de junio de 2021

INESPERADOS

 

   En medio de la limpieza, yo, con mi ropa agujereada, los pelos parados, subiendo y bajando de rodillas y de pie. Desplazando sillones pesados. Bichi, que se le rompieron dos persianas, trataba de arreglarlas cuando la aspiradora prendida, echaba humo por el enchufe. Hubo que destapar dos cañerías, eso nos llevó una hora a cada uno.

   Con el lavarropas, todo mal, perdía agua por atrás y por adelante y del secarropas ni hablar, tuve que romperlo para sacar la ropa que estaba adentro.

   Nos pusimos a podar porque adentro no se veía nada. Después que rebalsó la poceta, se inundaron las alfombras. De a poco nuestras manos se transformaron en mancas. Nos miramos a los ojos y nos abalanzamos sobre el cafecito y un pedazo de queso de rallar. Nos reíamos porque estábamos mojados y con todas clases de hojitas pinchudas. Parecíamos soldados camuflados.

   Alguien se prendió al timbre y no lo soltaba. Abrimos y eran las dos hermanas de Bichi, con sus maridos y los chicos.

   —Parece que llegamos en mal momento.

   Se hizo silencio.

   —Y sí, la verdad que llegaron en muy mal momento—dije yo con toda furia—por favor, váyanse ahora mismo.

   Quedaron tan ofendidos que contaron a nuestros amigos que éramos unos mugrientos.

   Bichi dejó de hablarles a sus hermanas. Yo no les di más importancia de lo que merecían.

   Me olvidé de decir que el más chico de los chicos, perdió un dedo en el primer portazo. Me dio bronca, porque esa puerta había quedado impecable y quedó manchada de sangre y un dedito en el piso. Nos pidieron que les devolviéramos el dedito. Pasaron los recolectores y se llevaron nuestras bolsas de basura, con el dedito adentro.

viernes, 25 de junio de 2021

¿LLEGARÁ?

 

   El Día del Padre, supusimos que vendría. Hacía trece años que no lo veíamos. Lo llamamos por teléfono y lo invitamos para que viniera. Dijo que sí, atendió él, no la bruja de su mujer. Teníamos todo listo, preparamos la comida que antes fue su predilecta.

   Lo esperamos hasta las 2 de la mañana. Pero no vino. Nos mandó un mail que decía: “Estuve complicado, ¿por qué no se vienen para acá?”

    Fue tácito, no le contestamos nada. Dimos vuelta su retrato de joven, ninguna quiso comer. Nos fuimos a pasear al jardín, las cuatro del brazo. Encontramos el árbol que había plantado mi Padre. Hacía frío, nos refugiamos en distintos lugares del árbol. Era un ombú calentito, nos hizo dormir con él. En cada rincón del ombú, estaban gubiados nuestros nombres.

   Cayó una neblina espesa que no nos dejaba descubrir dónde estaba el camino a casa. Vimos un hombre que parecía acercarse o alejarse, dubitaba y eligió acercarse. Las chicas nos juntamos formando una barrera.

   —Sabemos que sos Papá, quedate donde estás.

   Él no hizo caso y ahí estaba. En su vida se había producido algo insólito, estúpido, pero extraordinariamente hermoso y agradable.

jueves, 24 de junio de 2021

POLITICHORROS

 

   Morir de frío para que tres boludos icen la bandera, casi todos llevaban blazer azul, si no tenía que ir con guardapolvo y no me dejaron poner uno que me tejió mi Mamá, de lana gruesa con doble abotonadura. Ése lo tenía que dejar, porque no correspondía y así conocí la Antártida del Colegio. Mamá dejó una tarta en el horno y fue volando a quejarse. Me dio orgullo lo que dijo mi Mamá:

   —Por culpa de ustedes mi chico tiene gripe.

   Las Maestras miraban cómo tiritabamos en los recreos del patio.

   —Ustedes no tienen vergüenza.

   Una Maestra despistada la interrumpió:

   —Señora, hacemos lo que podemos.

   —Por favor no me interrumpa, sé que estamos viviendo tiempos aciagos, hay un Alborto de Presidente y una idiota le dice lo que tiene que hacer.

   Otra Mamá me contó el otro día:

   —Yo de política no sé nada.

      ¡Mentira! Se ve que esa mujer no fue nunca a un Supermercado, eso es política, ver que las cosas imprescindibles no se pueden comprar. Ustedes no disfrutan de los chicos, los sufren.

   Mamá prendió un cigarrillo. Dijo la Directora:

   —Acá no se puede fumar.

   Mamá le tiró humo en la cara.

   —Usted es la autoridad de este Colegio. Lo menos que podría hacer es renunciar.

   La Dire no paraba de toser.

   —¿Por qué no lo cambia de Colegio?

  —Me gusta que mi hijo vaya a un colegio público, los privados enseñan menos que ustedes y son más caros, ja, ja, ja. Todo se puede resumir en una sola clase: “Este Gobierno nos está matando”.

   —Mamá, estuvo buenísimo lo que dijiste y por propia elección no quiero ir a ninguna escuela.

   —Bueno, acepto, pero seguí estudiando en casa.

   —¿Cómo? Si precisamente no voy a la escuela porque hay que estudiar.

   —Después de todo, tu Papá y yo, aprendimos más en la calle que en la escuela.

   Pobre Mamá, olvidó la tarta que estaba en el horno y se quemó.

miércoles, 23 de junio de 2021

¡AYUDA!

 

   Siempre tuve miedo de quedarme encerrada en un ascensor. Y al final sucedió. Éramos cinco personas. Metálicos el techo y las paredes. Un bunker hermético, donde se escuchaba la respiración de todos.

   Había un viejito que nos tranquilizaba:

   —A mí me pasó muchas veces y traté de poner mis pensamientos en positivo. Después de todo uno se puede morir de cualquier cosa, pero de ascensor no se muere nadie.

   —Pero estamos en el piso veinte, ¿si se descuelga y nos caemos?

   Primero pedimos socorro, después gritamos, de afuera nadie contestaba.

   —Es que son todas oficinas, estamos trabados hace más de dos horas, se deben haber ido todos los empleados—dijo alguno.

   Había un Custodio armado y en la desesperación de una chica a punto de dar a luz, le dijo:

   —Haga algo, si es Custodio y armado, aunque sea péguele un tiro a los botones.

   —¡¡No!!—dijeron varios.

   —¿Y si matamos una persona que esté dando vueltas en los pasillos?—respondió el Custodio—nos podemos sentar en el piso y esperar, en algún momento va a funcionar.

   Empezaron las contracciones de la chica embarazada. El Viejito había sido obstetra, pero estaba jubilado:

   —Sé muy bien cómo hacerlo, júntense todos en el rincón, necesito espacio y alguien que le sostenga la espalda. Yo me ocupo del resto. Le pido, Señora, que no guarde su respiración en la garganta, llévela hacia la pancita. Tiene una dilatación considerable. Necesito dos cordones, todos los pañuelos que puedan juntar, limpios por favor. ¿Alguien tiene alcohol o cualquier elemento para desinfectar?

   Yo le sostuve una mano, me arañó, me mordió y de su boca salieron sapos y culebras. De pronto el Viejito dijo con voz firme:

   —En el último pujo asomó la cabecita y el resto salió como en un tobogán.

   El Custodio le tomó las piernas y boca abajo dio su primer llanto. Se lo pusieron sobre un pecho mientras ataban el cordón umbilical con cordones de zapatos, lo cortaron por el medio con una navaja oportuna.

   Después salió la placenta, una Señora sacó una bolsa de nylon y la depositó ahí:

   —Esto se lo vamos a entregar a los Médicos, dicen que es muy útil.

   La chica lloraba y se reía al mismo tiempo, era un bebé perfecto. La chica me pidió perdón por haber estrujado mi mano.

   —Por ahora no hables, tenés que descansar.

   Tiramos todos nuestros abrigos en el piso para hacer de colchón. Nos emocionamos, menos un chico que le dio un ataque de pánico. El Viejito le puso una pastilla para que se durmiera y se dejara de joder.

   Dicen que los bebés traen un pan abajo del brazo, este bebé nos regaló la apertura del ascensor. Antes de subir a la Ambulancia la Mamá me tomó del brazo mientras decía:

   —No te vayas, no me dejes.

   Subí a la Ambulancia con ella y le deposité un beso en la frente.

martes, 22 de junio de 2021

BAJO LA MESA

 

   Nadie lo invitó, se invitó solo. Tardaron en abrirle, ellos espiaron por la mirilla mientras él la tapaba con un dedo para asegurarse que no lo vieran. La familia Pedinoti había preparado comidas sutiles y tragos largos. Los amigos insinuaban sonrisas, era gente distinguida, nunca mostraban los dientes.

   Se hizo presente Rolo Canuto, los Pedinoti lo hicieron pasar. Él eligió el mejor lugar de la mesa, la cabecera. Tenía el pelo engrasado, tomaba los cubiertos con los codos en el aire, haciendo bailar tenedor y cuchillo, miraba alrededor y no encontraba la comida.

   —Señora Pedinoti, ¿me puede llenar el plato? Y un trago largo, tiene buena pinta.

   Comía con la boca abierta:

   —Tengo hambre, me parece que voy a comer todo y beber también, por lo menos seis tragos largos.

   Todos hicieron caso omiso de Rolo Canuto, hablaban entre ellos de temas aburridos. El Señor Pedinoti ahogaba sus bostezos bebiendo agua. Rolo tomó lo que pudo y hasta le robaba tragos a los invitados.

   Dulce Liberal De Martínez Dios monopolizaba las conversaciones.

   —No sé si ustedes saben que estoy relacionada con casi toda la nobleza europea. Es una delicia pasear por los jardines de Buckingham, con la Reina Isabel del brazo. ¡Ah! Si ustedes supieran la cantidad de invitaciones que me brindan y en algunas ocasiones las debo rechazar, para las actividades sociales, aquí les resulto imprescindible.

   El Señor Pedinoti se quitó los zapatos y por debajo de la mesa, le acariciaba las piernas a Dulce Liberal, de la rodilla hacia arriba. Ella suspiraba y decía:

   —Más, más, más!

   La señora Pedinoti preguntó:

   —¿Por qué dice tantos mases?

   Dulce Liberal mirando al cielo, respondió:

   —Porque quisiera viajar más, disfruto tanto, amiga, como usted no imagina.

   Hacia el final dijo:

   —Acabé!

   Todos se sintieron aliviados, por fin había terminado de hablar. Rolo Canuto se levantó de la silla, haciendo ochos se fue sin decir nada.

   El Señor Martínez Dios, conocía muy bien a su mujer. Cuando le propuso viajar sola a Isla Mauricio:

   —Por supuesto, tus deseos son órdenes.

   Cuando pasaron a la sala grande para tomar café, se dieron episodios diferentes. El Señor Pedinoti, acarició los cabellos de su mujer, sin que nadie se diera cuenta.

   Dulce Liberal esperaba el plato de los quesos y recordó el olor a queso que tenía el Señor Pedinoti en los pies.

lunes, 21 de junio de 2021

LA LUZ MALA V° Parte

 

   Los miraba trabajar y le pareció injusto, deberían encontrar otros horizontes. Mandó a los tres a la Ciudad, para que estudiaran en la “Multi Universidad”, les ofreció los Profesores más popes. Cada uno elegiría su Carrera, él simplemente los becaba.

   Don Acevedo reunió a los tres y les dijo que prepararan sus petates para llegar a tiempo a sus inscripciones.

   —¿Y qué Carrera quiere usted que elijamos?—preguntaron los tres.

   Don Acevedo les respondió:

   —Las que ustedes quieran estarán bien, para mí sería una alegría.

   Lu siempre supo que deseaba aprender Ingeniería Informática. Uno de los ex-peones eligió Veterinaria y el otro Agronomía. Los tres se recibieron en tiempo y forma, a pesar de la discriminación de sus compañeros. Invitaron a Don Acevedo para asistir a la entrega de su respectivos Diplomas.

   Él aceptó gustoso, lo emocionó tanto que se le cayeron lágrimas mientras los felicitaba. Pensaba que no los vería más. Se equivocó, aparecieron los tres:

   —Don Acevedo, todos estamos ansiosos de trabajar en sus campos, pero de otro modo.

   Querían aplicar sus conocimientos. Don Acevedo les preparó una fiesta con mozos y bocadillos exquisitos, luego bailaron por toda la casa. Lu, con decisión le preguntó si quería tomarla como esposa:

   —Soy Señorita, por fin. Ahora tengo cuatro años más y usted no me parece tan viejo como para negarse.

   Lu se casó vestida de Caperucita Roja. Los demás asistieron con smoking y moña negra. Pasaron su luna de miel en la casa del Tata de Lu. El Tata les ofreció su propia casa para estar solos.

   Lu, muy precavida, llevó Viagra escondida en su caperuza, por si  Don Acevedo necesitaba una ayuda, no fuera ser que no se consumara su matrimonio. Él no necesitó ninguna pastilla.

   Con sólo verla desnuda, fue suficiente. Se puso al día Don Acevedo. Lu quedó más que conforme, a los nueve meses parió gemelos. Hasta el aire cambiaron los niños. Se sembró mucho amor alrededor de la nueva generación.

      Nota de la Autora: Fin.

domingo, 20 de junio de 2021

LA LUZ MALA IV° Parte

 

   Don Acevedo quedó encantado con Lu, le regaló unas ovejas para que cortaran el pasto de los alrededores de su casa y también la de los peones, que ahora lucían camisa y corbata, con esa pinta trabajaban igual. Lu preguntó:

   —¿Don Acevedo me puedo disfrazar de pastora?

   —Me gustaría, haga lo que quiera. Acá tiene plena libertad.

   Ella misma eligió hacer de Caperucita Roja, a las ovejas les iba a gustar. Imitó un cuadro que tenía en la casa de su Tata, sólo le faltaba un bastón largo, se lo hizo uno de los peones con maderas que sobraban. Cuando todos la vieron, les pareció estar dentro de un cuento. Trasladaba las ovejas hasta que se hacía de noche. Mientras preparaba de comer, cantaba bajito y afinado. Cocinaba muy bien, les hacía tartas cubiertas de chicharrones.

   —Lu es una genia, tan ocurrente, histriónica e inteligente, ¿a ustedes qué les parece?—preguntó Don Acevedo a sus peones.

   —Nosotros pensamos igualito que usted.

   Por primera vez su Tata la visitó y muy enojado dijo:

   —Yo te dejé venir acá para conseguir marido y vos te dedicás a cualquier otra cosa, limpiar la casa, hacer de comer y usar el traje de Caperucita Roja. Hasta que no encuentres un marido como la gente, no pienso dirigirte la palabra.

   Pensó Lu: a mí la gente no me gusta para nada. Así que un marido, mucho menos. Y si mi Tata se enoja por menudencias, es problema de él.

   Lu empezó a decir malas palabras, como:

   —Me cago en vos, boludo, carajo.

   Don Acevedo la llamó:

   —Con tu lenguaje tan cuidado, te prohíbo decir malas palabras.

   Ella se puso roja como Caperucita:

   —No fue mi intención lastimar sus oídos, le digo con todo respeto, usted vive puteando, nadie le dice nada por ser Patrón. En este mundo somos todos iguales, está haciendo diferencias de clases sociales. ¿O no?

   Don Acevedo comenzó a tomar distancia de la joven. La espiaba por la ventana. Lu, mientras estaba con las ovejas, cantaba y bailaba. A él le parecía un sueño.    

   Pensó Don Acevedo: alguna vez me le voy a declarar, no ahora, todavía es muy joven, ni siquiera le vino la regla.

   Nota de la Autora: Continuará.

sábado, 19 de junio de 2021

LA LUZ MALA III° Parte

 

   Don Acevedo acusó una autoestima que le humedecía los ojos, andaba cabizbundo y meditabajo.

   Los Peones que se habían enterado por terceros, esperaban el castigo de quedarse sin trabajo. Fueron a la casa de Don Acevedo, con sus boinas dando vueltas en las manos, le pidieron perdón.

   —Los perdono—y les quitó la sensación de haber pecado—El hombre no es culpable en estos casos—tango triste y cierto que Don Acevedo había asimilado. 

  Las traiciones lo indignaban tanto que se sumió en el trabajo, ayudando a los peones, como uno más. Empezaron a tutearse y crearon un afecto escondido.

   No quería saber nada de mujeres y cuando supo que la hija del Patrón lindero lo pretendía, dijo un “no” convencido.

   —Que me dejen de joder, bastante he sufrido para que me presenten una mujer nueva.

   Una mañana de octubre, apareció una joven con cara de buena:

   —¡Hola!, Señor Acevedo, le vine a ofrecer mis servicios, le aclaro que esto no es trampa. No deseo seducirlo como manda mi Tata, además usted es muy viejo para mí, pero puedo limpiar su casa, la dejaré sin mácula. Plancho muy bien. Quiero que usted se vista como merece. Hacer acto de presencia con su ropa gastada, no está bien. Sus Socios lo respetarán, más por su presencia que por su dinero. Soy Modista y Sastre. Yo misma confeccionaré su ropa y reinará sobre sus tierras. Sé que aprecia el silencio, hablo mucho, pero también sé callar.

   —Mire Srta. ante todo, ¿cómo es su nombre?

   —Me llamo Lucila, pero me puede decir Lu. Sólo le pido un sueldo a fin de mes, el monto lo dejo a su criterio.

   Lu empezó a trabajar el mismo día que apareció. Dejó todo como un espejo. Lo vistió como a un Señor de la Ciudad bien atildado. Lu pensó que en lugar de ser Don Acevedo, quedaría mejor Señor Acevedo. Igual eso se irá dando solo.

   Nota de la Autora: Continuará.  

viernes, 18 de junio de 2021

LA LUZ MALA II° Parte

   Y me la regaló como si fuera una cosa. Ahora me explico, se la quiso sacar de encima el muy truhán. Se llama Eva, me parece que el Peón era peronista. Ella se me tiró encima ni bien llegó y me cabalgó como se cabalga un caballo, yo tenía tantas ganas que me dejé. Eva tenía buenas bridas y no me soltaba nunca. Me cansé y le dije:

   —Vamos a dormir, mañana la seguimos.

   Desperté temprano, antes que me viera.

   Hice el alambrado para que los animales que recuperé quedaran al otro lado. Un toro pretendió saltar obviando el alambre de púa, perdió las bolas, ahora es vaca. No puede preñar a nadie, no sirve ni siquiera para mear.

   Eva se tira en la red marinera y me mira, se ríe, no hace nada.

   —Entrá para adentro así la seguimos.

   —Eva, no se dice “entrá para adentro”, se dice “entrá”. Pero sabés qué me parece, voy a cambiar de montura.

   Ella como vino se fue. Y a partir de ahí me dediqué a las vacas. Parían terneros, un montón. Parece que van a abrir las exportaciones, eso dicen, pero como mienten tanto.

   Ahora es cierto, les estoy vendiendo a los chinos, recuperé mi capital y hasta pude comprar el campo lindero. Contraté dos Peones fetén. Ellos hacen casi todo el trabajo, están bien pagos y no son golondrinas, viven aquí. Me llaman: “Patrón Acevedo”.

   Hicieron un asado de ternera y me invitaron, antes de ir me quité el cuentaganado, para no hacer ostentación. Yo tan rico y ellos tan pobres. Tenían una conversación interesante, no se tragaban las eses, manejaban muy bien los cubiertos y comían con la boca cerrada. Vinieron de la Ciudad porque allá no conseguían trabajo.

   Encontré una mujer que era Condesa, muy distinguida y me casé con ella. Teníamos una relación de hermanos, ella dormía en otra pieza y por las noches me decía:

   —Voy a visitar a los peones, están tan solos, yo me entretengo con los dos. ¿No te molesta, Acevedo?

   —Andá nomás, si a vos te divierte a mí me da lo mismo.

   Se acostaba con los dos, uno primero y otro después. Las mujeres, aunque sean Condesas, tienen comportamientos deleznables.

   Nota de la Autora: Continuará.


jueves, 17 de junio de 2021

LA LUZ MALA

 

   —Güenas y Santas, Don Acevedo, no terminé mi trabajo, pero lo sigo mañana.

   —Si son buenas no son santas, ¡jah! Usted se ha equivocado, veo que no lo terminó como habíamos convenido. Sigue mi consejo pero al revés, no dejes para hoy lo que puedes hacer mañana. Eso lo digo yo en rueda de amigos, pero usté es personal contratado y hasta debe trabajar o lo dejo de respetar. Además se dice “buenas”, con b larga.

   Agaché la cabeza:

   —¿Sabe que ando medio sordo?, ¿qué letra es b?, no la conozco, no tengo estudios.

   Se exasperó don Acevedo:

    —Es fácil, b de boludo, úselo como una regla nemotécnica.

   —Patrón, no me hable en difícil, le voy a entender menos de lo que entiendo. Pero yo hago de todo, Patrón, le cebo mate cuando amanece, preparo lo que va a comer, le lavo la ropa, es trabajo de mujer. Suelto los animales, ordeño las vacas a mano, le doy maíz a las gallinas. Y además es difícil sacar murciélagos podridos del entretecho. Tengo la nariz lastimada de ponerme un broche en la nariz, para que ese olor no se meta en mis pulmones.

   Me llevó dos días quitar los cadáveres de murciélagos. Hasta le pasé cera Suiza y lustré el entrepiso de rodillas. Don Acevedo me felicitó y me pagó con aumento, cinco pesos de aumento.

   Parece joda lo que me hace el patrón, pero qué le voy a decir, tiene su propio castigo, se han cerrado las exportaciones y eso le hace mierda el capital, que antes era su orgullo y ahora su humillación.

   Su casa está quedando vacía, vendió hasta la vajilla y duerme en el piso. Flaco está el Don Acevedo, se fue la mujer y sus hijos ni lo visitan ni lo llaman. Hay goteras, hace frío, se terminó el combustible.

   No nos diferenciamos, Patrón y Peón vivimos de la nada que tenemos.

   Ahora necesita una mujer y se le nota. Se pajea todo el día, pobre.

   —Don Acevedo, le propongo algo, vivo con una mujer que está buenazaza. ¿No quiere comprarla? Bah, qué va a comprar, si se ha quedado en pampa y la vía. Mejor se la regalo.

   —Y bueno, sí. A caballo regalado no se le mira el pelo.

   Nota de la Autora: Continuará.

miércoles, 16 de junio de 2021

CONCOMITANTE

 

   Catorce días tengo que permanecer dentro de mi casa. Mis actividades son dormir, soñar para olvidar, despertar, mirar por la ventana, me cansa la cama, la cambio por un sillón. Luego viene la silla o la silla viene a mí.

   Paso al banquito de cuando era chica. Miro por la ventana, lo estoy esperando. Siempre lo espero, no sé para qué, si no va a volver. Me abandonó, es contradictorio, parecía que me quería. Dormíamos juntos. Nunca me dijo nada, ni yo le pregunté.

   Lo extraño en el desayuno. Cuando sus pupilas eran dos círculos negros, apenas le daba la luz entornaba los ojos y dejaba de mirarme. Tenía ataques de indiferencia que me partían el corazón. Nunca me hablaba, eso me gustaba, aquel silencio lleno de palabras ausentes.

   Su soledad, tan parecida a la mía. En el invierno nos dábamos calor, parecía complacido con sólo un abrazo. Murmuraba en mis oídos, no le entendía, hablaba un idioma raro que yo desconocía. Jugaba a despeinarme y luego se iba. Estábamos en primavera, el tiempo no pasaba nunca. Catorce días que parecían multiplicarse con su ausencia.

   Un día inesperado entró por la ventana, mientras estaba en la cocina, se desperezó y bostezó, se metió entre mis piernas y pidió algo, parecía lamentar que le restara importancia, pero se dio cuenta y saltó a mi espalda, casi me hace caer.

   —¿Puedo saber en dónde estabas?

   Él miró su plato vacío, le entibié leche y le agregué las migajas que me quedaban. Después me fui a dormir, es lo único que hago bien. Él vino a dormir conmigo, ronroneaba, parecía decir que lo perdonara y lo perdoné. Le acaricié la cabeza y le hice cosquillas en la panza.

   Yo lo necesitaba como él me necesitaba. Volvió para quedarse. Era un gato manso y sigiloso, mi única compañía. Por fin estaba conmigo y yo con él. Se llamaba “Gatrucho”, lo bauticé primero “Gato”, comprendí que necesitaba un nombre propio. Gatrucho subió a mi escritorio, tiró al piso la birome y el cuaderno, le di un golpecito y me arañó. Se ofendió pero se quedó.

   Cambió mi vida, ahora camino en cuatro patas, me están creciendo los pelos y tengo uñas largas y filosas, esto sí que es vida.

martes, 15 de junio de 2021

SOBRINO X° Parte

 

   Le dio pena que las vacas durmieran afuera, pensó usar el trianón como refugio, pero no. Eran muchas, formaban pilas hasta la cúpula y los vidrios se empañaban. Ahora que estaba solo, las hizo dormir en la casona. Aposentos sobraban, sanitarios, cocinas, escaleritas y escalinatas. Aquella noche durmió con un ternero guacho, hasta una bolsa de agua caliente le apoyó en el lomo.

   Al día siguiente lo despertó un olor a mierda irrespirable. Abrió los portales y las ventanas, las vacas se asustaron como ajenas, se arrastraron a los bebederos y los rollos de pastura. Eran vacas que tenían buena leche, todas lo saludaron con muchos mumues. Limpió la casona con varias hidrolavadoras, sopleteó todo con alcohol 70%. Estrenó un perfume francés en aerosol, regalo de María, comprado con dinero de Catalina Chanchorena. Dando los trámites por cumplidos, les construyó una cabaña lejos de la casona. Cubrió el piso con heno mullido.

   Las vacas, agradecidas le dijeron mu mu, que en el lenguaje de las vacas, quiere decir “muchas gracias”. Al ternero lo adoptó como hijo, rodeó su cuello una cinta de terciopelo, con un diamante colgante. Le ponía pañalines para que durmiera con él. Lo bautizó “Catalino”, en honor a su Tía.

   A los 103 años, Gerineldo expiró. Lo heredaron sus sobrinos, que en vez de cuidar las vacas, se las comieron una por una. Al ternero también se lo comieron, el más joven de los sobrinos, se atragantó con el diamante. Nadie lo pudo quitar y el sobrino pasó a mejor vida.

   Aparecieron las mujeres de Gerineldo, que propusieron que la casona se transformara en un bulín mistongo. Las mujeres les  doblaban la edad a los sobrinos. Con excelentes cirugías laser, volvieron a ser jóvenes. Hicieron una fiesta negra para inaugurar el bulín mistongo. Se pusieron al día, las jóvenes viejas. Los sobrinos dejaron su celibato y arremetieron con todas. La casona se derrumbó con ellos adentro. Quedó todo lisito y un pesado olor a sexo.

Nota de la Autora: Fin.

lunes, 14 de junio de 2021

SOBRINO IX° Parte

 

     Gerineldo con dos rivotriles encima se sintió humillado.

   —Papel higiénico no preciso, prefiero usar el bidet. La Profesorda de Literadura es la única de estas mujeres que no probé, mis otras mujeres finalmente me aburrieron.

   Se presentó de inmediato, vestida con un tahier gris, camisa y corbata. Gerineldo se ocupó de desvestirla, cuando la tuvo desnuda casi desmaya. Tenía tetas de cabra y un culo chato y caído, debía ser porque siempre estaba sentada leyendo o escribiendo.

   La Profesorda se arrojó sobre su panza,  más gorda de tanto encierro y comiendo como un orangután.

Cuando él miraba hacia abajo, no podía ver su sexo, aunque lo tenía erguido, encontró que la Profesorda carecía de agujerito.

   —Hay otras cosas que podemos hacer.

   —No pienso usar mi boca en ese escroncho, prefiero leerte en voz alta.

   Gerineldo le dibujó sus partes inexistentes con una navaja. La Profesorda, muda de espanto, le permitió hacer lo que se acostumbra.

   Gerineldo descubrió que era insaciable. Cuando la besó tenía bigotes y le faltaban cuatro dientes. La arrojó de su cama al piso.

   —Si hubiera sabido no te convocaba. Me da aprensión verte desnuda, vestite en el pasillo y seguí leyendo, no necesitás nada, no te enterás de nada, en definitiva no sos nada.

   Hizo bien en despedirla, prefirió estar solo, antes que mirar ese esperpento. Decidió llamar a sus otras dos mujeres que le dijeron:

   —¡No!—al unísono.

   Le extrañó Sabrina que era la más insaciable de las dos. Gerineldo se asomó por la ventana para mirar las otras casonas, tenían carteles de “Se Vende”.

   Compró todas y las hizo escombros. Le dio alegría recuperar el horizonte. Sus mujeres se ofendieron, porque las casonas tenían hombres atractivos, para probar otras cosas. Cuando Gerineldo intuyó lo que pasaba, las metió en la diligencia que perteneció a Catalina Chanchorena y las mandó a la Ciudad.

   Su decisión le quitó tres pesos de encima.

   Gerineldo fue sobreseído, pero tanta soledad la reemplazó comprando un lote de vacas preñadas.

   Nota de la Autora: Continuará.

domingo, 13 de junio de 2021

SOBRINO VIII Parte

 

   Caballos sin jinete usaron los aleros de la casona, para dormir la noche y volver a trotar al amanecer. Llenaron de bosta todo alrededor.

   —Vení, María, todo es un asco.

   Sabrina, que amaba la tierra, le explicó que eso era abono para que crezcan las plantas y los árboles, con más nutrición y follaje.

   —Ahora le toca a Pirola, que no le hace asco a nada, que llene todo en una carretilla y lo reparta por aquí y por allá.

   Cuando Gerineldo miró la galería de la casona y la escalinata llena de mierda, montó un caballo en pelo. Quiso encontrar a los dueños y grande fue su sorpresa, cuando descubrió seis transcavators dando vuelta la tierra en los alrededores de su predio.

   —¿Se puede saber qué están haciendo?

   Un Capataz, gordo, negro y judío le contestó:

   —Vamos a construir casas tan grandes como su casona. Total, terrenos sobran y hay gente que invirtió en todo aquello. Lo verá cuando estén terminadas.

   Gerineldo quedó mudo de indignación indignada.

   —¡Salgan de aquí! Están usurpando, no comprando y este caballo se lo devuelvo, lo tuve que domar, me tiró al piso como tres veces. Dígale a su Patrón que se dé una vuelta por mi casona, va a saber lo que es bueno.

   Volvió a pié, cuando llegó pegó tantos portazos, que las mujeres, asustadas, se escondieron para no ser castigadas por Gerineldo. Tal vez descargaría toda su furia en ellas. No fue así, para alivio de todas.

   Gerineldo fue derecho a sus aposentos y desde allí, gritaba:

   —Esta tierra es mía, la voy a defender como pueda, aunque no pueda.

   En dos semanas y con más de cien albañiles, terminaron todas las casonas, igualitas a las de él.

   —Me dijeron que viniera para aquí, ¿por qué asunto es?

   —(Y encima me lo pregunta el muy caradura.)

   Lo sacó con cara templada a los panzazos.

   Lo fue a buscar la Policía y lo metieron preso.

   —¿Por qué me tratan así? Yo soy el Conde Gerineldo Chanchorena y defiendo mis derechos. ¿Me quieren decir el porqué de esta corruptela?

   Estuvo tres años detenido en sus aposentos. No podía recibir visitas. Sus mujeres recorrieron a los medios, para que les permitan visitas higiénicas y que por favor les llevaran papel higiénico, porque en estas situaciones era muy necesario.

   Nota de la Autora: Continuará. 

sábado, 12 de junio de 2021

SOBRINO VII° Parte

 

   —¡¡Fuera de mi casona!! Ja! Juez de Menores y no sabe nada, como todos los jueces, que reciben algo a cambio, pero yo de eso no bebo. Sabrina tiene dieciocho años, es mayor de edad y puede hacer lo que quiera. Burro, tonto, piérdase en el horizonte.

   María vio y escuchó las palabras de Gerineldo.

   —Miren ustedes qué cosa, finalmente Gerineldo tenía pelotas debajo de su panza.

   Él les ordenó a las mujeres:

   —Cierren las puertas con triple llaves y candados de bronce. A Sabrina me la dejan afuera, le tengo una sorpresa: un trianón que construí con mis propias manos, las mismas que le recorren el cuerpo de noche y de día.

   Sabrina se arrodilló para agradecer y subió la cabeza lentamente, hasta morderle la…la…, bueno, eso.

   La cúpula era de vidrio blindado, cuando el cansancio los vencía, miraban la luna y las estrellas.

   —Yo me sé los nombres de todas las estrellas.

   Gerineldo replicó:

   —Mi joven e ignorante querida, “no se dice yo me sé”, se debe decir “yo sé”. El “me” no va. Más que por viejo, por sabio, las estrellas son cincuenta. Quiero convertirte en Condesa y si te asomás al balcón circular, me gustaría que estuvieras desnuda y en camisón.

   María llamó a las otras dos, para que miren y comprendan el significado de la injusticia:

   —Ahora nos quedamos solas y encerradas, sin ningún amante. Nadie llamará a nuestros aposentos, vamos a extrañar al petimetre panzón e ignorante.

   Lloraron todas su ausencia. Menos la Profesorda de Literadura, que casi vivía en otro planeta y no le importaba lo que sucediera alrededor. María y Pirola, rompieron cerraduras y candados, corrieron al trianón donde Sabrina estaba sola, le arrancaron los pelos, le dieron trompadas y puntapiés.

   Apareció Gerineldo:

   —Qué formas adopta la cobardía, miren que tomar como enemiga a las más desamparadas de todas.

   A las doce de la noche, escucharon los cascos de muchos caballos.

   Nota de la Autora: Continuará.

viernes, 11 de junio de 2021

SOBRINO VI° Parte

 

   Eligió una diligencia con seis caballos percherones, que perteneció a los Chanchorena. Llegó a la Ciudad de las Diagonales, le resultó tan ajena que se perdió. Entró en un Burdel mistongo y apreció todas las mujeres luciendo escotes generosos, repatingadas en diferentes salones. Pasó cuatro noches, hizo uso de todas ellas. En un rincón iluminado con luz de luna y un candelabro de cinco velas, apuntaban a una mujer joven, casi menor de edad. Se descubrieron al mismo tiempo. Ella tenía ojos de sirena que miraron el abdomen prominente de Gerineldo.

   Sabrina era su nombre, virgen y recatada. Él la invitó a dar un paseo por un jardín versallesco, no le tocó ni un pelo, tuvo ganas de recorrer su cuerpo y Sabrina le ganó de mano. Fue todo un privilegio, la joven tan joven montada sobre su panza y jugando al caballito. Gerineldo se enamoró como Romeo de Julieta. Cuando gastó todo el dinero que había llevado, la invitó a su casona.

   —Les traigo un regalo que vino de la Ciudad—dijo Gerineldo observando las caras descompuestas de las tres mujeres.

   Les dio celos a todas, aquella presencia con cuerpo de niña y ojos de sirena encantada. Él le preparó un aposento, el más pequeño de todos y el más aislado.

   Sabrina dormía con Gerineldo todas las noches. La joven se sintió en deuda con las tres y se ofreció para todo servicio. María le pidió que se hiciera cargo de las bacinillas, repletas de la noche anterior.

   —Está bien, lo haré, aunque no me parezca muy refinado arrojar sus orines, así haga uso de guantes quirúrgicos, algo salpicará.

  Pirola la tomó de Niñera, para su bebé de un mes. Le ordenó bañarlo, cambiarle los pañales y alimentarlo.

   —Señora Pirola, ¿por qué no le da leche de sus pechos?

   Contestó Pirola:

   —¡Ni loca! Deformaría mis tetas perfectas. Acá tenemos cabras que reemplazan su alimento. De noche llora mucho, deberás llevarlo en tus brazos y hamacarlo suave, con golpecitos en la espalda, cantándole nanas. Cuando eso suceda, te lo dejaré a las puertas de mi dormitorio.

   A Sabrina le pareció mala y engrupida.

   —Tengo derecho a dormir con Gerineldo, alguna vez me toca a mí, ¿o no?—dijo Pirola.

    A la Profesorda de Literadura, no le hizo mella, se notaba que los hombres no eran de su interés.

   Una mañana se hizo presente el Juez de Menores y pidió hablar con Gerineldo, que se dedicaba a colocarle acrow a la casona, para prever que no se derrumbara y en eso estaba cuando se escondió entre los matorrales.

   Nota de la Autora: Continuará.

jueves, 10 de junio de 2021

SOBRINO V Parte

 

   —Los convoco a los dueños, menos a María por su parto inminente.

   Distribuyó el trabajo, Gerineldo se ocuparía de trasladar los escombros de la columna, con la ayuda de un caballo y tres sogas atadas en la espalda. Él tenía la fuerza de un toro en celo.

   Había quedado un pozo de hierros partidos y oxidados. Del Rolls Royce, la Profesorda rescató la estructura que quedó y la enderezó con sus propias manos. Colocaron una roldana para subirla hasta el techo y enterrarla. Entre Gerineldo y la Profesorda lograron que quedara erguida. Fabricaron cemento con residuos de escombros y agua. Cubrieron la base hasta llegar al tope del techo.

   En tres días secó toda la columna. Justo el lugar en que esos aposentos quedaran igual como estaban. Creció la admiración a la Profesorda de Literadura. Ella, con voz y cuerpo exhaustos, les habló de su historia. La compró como esclava, una familia que la fustigaba por puro gusto. El hijo varón de esa familia entraba en su pieza y entre revolcón y revolcón le decía que la amaba. Se retiraba de la pieza diciéndole:

   —Sos una negra puta, como todas las negras.

   La Profesorda tuvo dos hijos, murieron al comenzar la pandemia. El día del entierro por la noche se escapó. En la ciudad, un mecenas le dio la posibilidad de estudiar bibliotecología. Los Profesores quedaban boquiabiertos por la inteligencia de una mujer negra.

   —A los negros nos consideraban inferiores, pero yo les pude retrucar cuando me entregaron el título de Profesorda de Literadura.

   María y Pirola lloraban por la historia injusta de aquella mujer. Se convirtieron en amigas las tres. Cada vez que Gerineldo las escuchaba, ellas lo ignoraban y hasta lo mandaban a dormir.

   Gerineldo se sintió despectado y se los hizo saber:

   —Tengo turno para vacunarme mañana.

   Preguntó María:

   —¿Y nosotras cuándo podremos vacunarnos?

   Gerineldo pensó que con la suma de las tres, no llegaban ni para hacer una sola mujer. Lo atropellaron todos los pensamientos juntos y eligió vengarse.

   Nota de la Autora: Continuará.

miércoles, 9 de junio de 2021

SOBRINO IV Parte

 

   —Las rojas no te hacen nada, bah, te pican poco. Las negras son difíciles que te las saques de encima. Pero yo tengo un remedio infalible, sacate la ropa y quedate desnuda—dijo María.

   —Te voy a echar Raid, para cucarachas y hormigas, quedate tranquila, es un aerosol que actúa de inmediato.

   Mientras Pirola tiritaba, María le roció todo el cuerpo. Las hormigas rojas y las negras murieron de inmediato. Gerineldo las depositaba en una bolsa, para algo servirían. Le pusieron paños fríos para deshincharle las picaduras. Por primera vez Pirola le agradeció a María.

   —Yo me encargo de licuar la comida y voy a agregar estas hormigas, un condimento parecido al orégano pero más fuerte.

   Dijo Gerineldo que por fin haría algo útil. Las dos mujeres se hicieron amigas. Las amistades tienen fechas de vencimiento, en esta ocasión tuvieron fecha de nacimiento.  Hablaban todo el tiempo, como hacen las mujeres. A Gerineldo no le daban cabida en sus conversaciones. Él aprovechaba para comer todo lo que había.

   Pirola no podía tener hijos. María descubrió que tenía las cañerías pegadas, ella misma se encargó de despegarlas. Fue así como Pirola quedó embarazada, para gran contento de los tres.

   Gerineldo cubrió las rajaduras de la casa con Poxi-ran y luego usó pintura blanca para cubrir las paredes. María tuvo celos. Una noche Gerineldo se acostó con ella, que también quedo unpregnant. Todo un semental resultó Gerineldo. Las relaciones entre ellos comenzaron a resquebrajarse. Eso sí que no se pudo arreglar, no eran paredes, eran seres humanos en la plenitud de sus odios. Hasta que llamaron a sus puertas. Era una mujer de color:

   —Quiero trabajar en la biblioteca de la Señorita María, soy Profesorda de Literadura y si ustedes me hacen el honor de aceptarme, a pesar de mi color, me solucionarían la vida.

   María se alegró, necesitaba ayuda, con aquella panza no podía hacer nada, estaba en fecha cuando se derrumbó la primera columna. Las Profesorda de Literadura, tuvo una gran idea.

   Nota de la Autora: Continuará.