Encontrar un
personaje, que mate personas por encargo, tener simpatía por el matador. —¿Cuánto
decís que te pagan?
En el medio de
una fiesta, organizada para matar un hombre, no se podían sacar fotos. Y la mujer,
disfrazada, tenía ojos opacos y saludaba a dos o tres de sus afectos, con voz
de despedida, siendo que no iba a ningún lado.
—La última vez
fueron diez mil dólares, una pavada, el hombrecito parecía bueno. Después que
lo hice hasta me di cuenta la miseria que me pagó el Sr A, había sido
Secretario Privado del Ex. El Ex murió, pero nadie vio el cadáver, vive en
Kuala Lumpur, operado y sus cifras robadas son incalculables, capaz que se
encontró con Yabrán y salen de putas.
Estaban en una
segunda fiesta, ciento veinte personas, salmón, caviar, sushis, carne de
ciervo, champagne, whisky, heroína, merca, pastenacas. Había treinta custodios
personales y cumplían la misma función, que nadie tomara fotos.
—¿La mujer tenía
nada más que tres amigos? Entre ciento veinte, debieron ser tres pendejos,
ignorantes de lo que pasaba.
No quiso contar
demasiado, su amigo personaje, también mataba por encargo. El Sr A murió no se
sabe cómo, acá es así. Nadie vio el cadáver.
—¿ Y la jermu
qué onda?
Mirá lo que me
pregunta, si él sabe. —Se la llevaron, está incomunicada, parece que señaló
Jueces, Fiscales, Diputados. Pasó una semana y todavía debe estar cantando.
Ella presentía
que tanta vida lujosa, meta viajes, pilchas, yates, avión privado,
helicópteros, reuniones “negras”, allí se elaboraban los encubrimientos para
desviar dineros a diestra y siniestra.
El Sr A, era uno
de esos, que no sabía cuánto tenía, pero iba por más. Y mandaba a matar. No
tocaba guita ni sangre. Un mafioso hijo de puta. “El Padrino” una lenteja, al lado
del Sr A.
Los chicos se
enteraron por el diario. —¡Pero mirá quién es, Flaca!, era un amor esa mujer.
La Flaca
entendió, la mujer debía saber, más que boluda si no. Tan dulce, tan triste…
—Mirá qué piedra
para la honda, espero que se recupere algo, es guita de todos.
A la Flaca le
seguía dando piedad.
—Ché, loca,
cortala, era la mujer de un mafioso. A nosotros nos invitaba de figurantes.
¿Cómo le vas a tener lástima? No jodamos.
Los custodios,
en dulce montón, mudaron de patrón, mataban más, pero ganaban menos.
Al personaje que
simpatizaba con los matadores por encargo, lo nombraron Secretario Privado del
peor Gobernador de la Republiqueta.