lunes, 31 de julio de 2017

MARÍA EUGENIA Y LILITA


   Sebas no cerraba la verdulería ni los domingos, era mucho lo que compraba y poco lo que vendía.
   Por costumbre, o qué sé yo, era la única abierta el domingo hasta la noche. Al mediodía cayeron sus padres a comer. Sebas quería tomar unos mates, fue complicado por su padre, instalado en la vereda, bajo el árbol de la fronda generosa y su madre, sentada en el cajón de manzanas, dentro del negocio.
   Nunca hubo tantos clientes, llegaban uno tras otro.
   Su madre, entraba y salía con el mate, haciendo caso omiso de los ansiosos consumidores, para llegar a su marido antes que el mate se enfriara. 
—Encima que ocupan todo, me tiran el agua con sonrisa prohibida y sin una disculpa.
   No le gustaban los tandilinos y sus caras ortoeternas. Venía por Sebas y las niñas. Entre la madre, que le hablaba todo el tiempo, sin respirar y el padre —Hijo, mirá qué bonitas chicas pasan y te miran.
   —Porque es buen mozo, mide 1,90, tiene ojos celestes y veinticinco años.-Agregó la madre-.
   Mientras pesaba, metía en las bolsitas, cobraba, daba vueltos, nadie tenía cambio y sus niñas se le colgaban de los pantalones. Su mujer bailaba zumba en la cocina. Sebas se preguntaba quién había inventado la flia. —Si lo encuentro, lo corto zapallo al medio.
   La Avenida, con pocos autos, de pronto fue ocupada por seis autos negros con vidrios polarizados, descendió de uno de ellos, una casi niña, de vaqueros gastados, remerita y blazer blanco. Sebas la atendió en automático —Buenas tardes, voy a llevar media docena de bananas brasileras.
   Pagó con cambio exacto, le hizo una sonrisa de dientes prístinos.
   —Muchas gracias y disculpá la hora, chau.
   El padre de Sebas se desprendió del árbol y agitado, exultante, entró al negocio —¿Vieron quién era la muchachita?
   —No, Papá, no tengo la menor idea.
   —Vos estás loco, hijo, era María Eugenia, tan sobria, tan humilde y buenazaza, repartió las bananas, una en cada auto.
   —¿Y quién carajo es María Eugenia, viejo?
   —Sebas, el trabajo no te deja ver, es nuestra Gobernadora, María Eugenia Vidal, junto con Lilita, son las únicas que algo harán por nosotros. Y ya empezaron.
                                                     

domingo, 30 de julio de 2017

LA TÍA CLOTA


   La galería era una L, daba a un lugar parecido a un jardín. Le corrían un toldo al cual yo le tenía terror. Quedábamos en la semi-luz de una siesta convertida en charlas murmuradas. Todas tejían y admiraban a Mirtha Legrand. Volvían a correr el toldo al atardecer, lloraba yo, lloraba de miedo y ellas se reían de aquella niña triste y melindrosa.
—Hoy viene la Tía Clotilde, no me hagas pasar vergüenza, no le digas “bruja andate”.
   Y apareció cuando venía el secado pos baño, mi abuela, continente de mis miedos no estaba. Cuando vi su cara con rayas que se unían en el entrecejo, no encontraba su boca ciega de frunces con dos barridas de rouge finiticas.
   —¡¡¡Abuela!!!, ¡¡la Tía Clota me va a comer!! Veníííí.
   —Mirá lo que son los chicos, Clara, dicen lo que piensan.
   Yo a esta edad no pienso, sino me hubiera ido a la mierda y chau toldos, Clotas brujas y Abuelas condicionales.
   La Tía Clota era bruja y mentirosa, tenía voz de hombre. En el ahora, que tengo su edad la comprendo, pero no la quiero.
   Miro mi cara al espejo y soy igual a la Tía Clota, exacta. 
                                                                           

sábado, 29 de julio de 2017

KAKOFILIA


   Por los gritos me enteré que el tipo se llamaba Lucas o Boludo, una pareja joven, un hijo y un perro. No necesitaba despertador, el primer grito me hacía saltar de la cama —¡¡¡Lucas llevá el chico al colegio!!! Ni sacaste la basura, el perro rompió la bolsa. Me voy a laburar y dejo todo hecho un kilombo, poné tu ropa a lavar, los vaqueros se paran solos y tus camisetas tienen olor a chivo. Pongo el auto en marcha, sale “la ella” y pregunta si la puedo dejar en el centro —Disculpá, pero no tengo ni para el micro y el destino de mis días es lidiar con treinta bastardos que desaprenden todo el tiempo, se me rompió el auto, llueve, viste qué asco la humedad. Me gusta la música que escuchás. A nosotros se nos jodió el equipo…es acá en la esquina.
   Frené al toque, se bajó y seguía hablando sola. Volví a casa, me olvidé las llaves del local.
   Justo salía Lucas, le ofrecí llevarlo a su taller 
—¿Cómo sabés donde trabajo?
   Pensé decir que por los gritos de “la ella”, por supuesto le contesté en civilizado —Te veo siempre, es frente a mi negocio.
   Hablamos de su perro y mi gato, que solían pelear como perro y gato, del tránsito infernal, de la inflación, que no daba respiro, la inseguridad, en un momento comenté que todo era el resultado de once años de la Estúpida K-Chorra. —Ché, pará un poco, que yo soy Kirnerista.
   Casi me hace chocar —No te puedo creer.
   Continuó con un —Sííí y a mucha honra.
   Abrí la puerta del auto —Bajate, no me gusta viajar con Kakas.
   “La ella” tenía razón, Lucas era un boludo mugriento, dejó el auto con olor a chivo, a culo, a milanesa frita.
   Pensé en el hijo de ambos ¿Sería un futuro Karambolito? Pobre pibe, qué jodido.
                                                 

viernes, 28 de julio de 2017

SU PROPIO PUEBLO OS MALDECIRÁ

  
   Llanuras sin cultivos, sin tambos. El ganado flaco como alambre de púa, los huesitos parecen púas. El Intendente, estúpido como todos los Intendentes, no brinda ayuda. Le mandaron a su pueblucho una partida de 250 millones de pesos, a distribuir en reparaciones ruteras, para baches lagunados.
   —Cacho, llevemos a los chicos a pasear este domingo, están pegados a Internet y esos juegos adictivos y tontos.
  —Tenés razón, Mirna, hoy anunciaron altoparlantes, la inauguración de un pozo lleno de agua, con animales prehistóricos.
   —¿Y no muerden, Che?
   —No!!, son mansitos y adoran a los niños.
   Los vistieron con enteritos blindados, por prevención. Cuando llegaron, había sol que no calienta pero alegra.
   —Mirna, mirá tus hijos, se tiraron a nadar con los dinosaurios.
   —Son tus hijos también y no sé nadar.
   —Yo tampoco.
   Apareció un matrimonio de pterodáctilos y con suavidad retiraron los chicos del agua y los entregaron a sus padres. Ellos les agradecieron con unas ristras de salames Granja Encontrada. Un brontosaurio hablador les informó que los doscientos cincuenta millones, se invirtieron en 450 licitaciones, no llevadas a cabo, los usaron para los rabos de los terciarios.
   —¡Vamos, vamos! Suban al auto, nosotros los seguimos. Hay baches de tres metros de profundidad, dejemos este Parque Traumático.
   Es obvio que el pueblucho es perverso, lavador, testaferrista y mafioso. Cacho Mirna y los chicos se sintieron seguros, hasta descubrir en los espejos retrovisores que los animales se derretían, los habían confeccionado con soja y goma de pegar. 
                                                       

jueves, 27 de julio de 2017

AGUAFUERTE


   A los lados del Municipio construyeron dos torres, que superaban la altura del Palacio, del más puro estilo escandinavo. Roco vivía en un primer piso, colindante con los mamarrachos tapa-cultura.
   —Todos los días piquetes bajo mis ventanas, les regalan un sándwich de chorizo, por eso van. El olor a cubiertas quemadas me invalida el haber largado el pucho. Jere, trabajo diez horas por día, no tengo tiempo ni para lavar el auto.
   El chico tiene doce años, pero parece de nueve. —Yo se lo lavo, Roco, a mitad de precio y nos sentiremos orgullosos los dos, ¿sabe que abrí su baúl y olvidó bajar unas bolsas de consorcio gruesas, fuertes? Mi papá traslada pescado y putea por las que le venden a él, se rompen en la primera carga.
   —No te preocupes, Jere, llevate el paquete, en una semana te traigo más.
   —Mi viejo no sabe cómo agradecerle, casi llora cuando las vio.
   —Decile a tu viejo que el mejor regalo recibido, sos vos, Jere. Que tiene un hijo regenial.
   —Perdone Roco, eso no se lo digo, es capaz de llorar. Está muy sensible.
   Unos amigos, conchetos, de Roco (con dineros bien habidos) preparan ollas gigantes con alimentos nutricios. Dan almuerzo y cena, a todo el que se encuentre en situación de calle. Pidieron ayuda a Roco para manejar el transporte. Jere se condolió porque a su amigo le llegaban las ojeras hasta el piso —Somos amigos.-Dijo Jere- Yo lo ayudo en el reparto. 
   —¿Pero vos no estás en situación de calle?
   —No Roco, a mí me gusta la calle, hablo con la gente, limpio autos para llevar unos manguitos a casa. Tengo techo, de lata, pero techo. Mi Mamá nos hace sopas, inventa comidas, es mágica la vieja. Ud dirá que soy un maricón, pero cuando  veo gente en situación de calle, como dicen Uds, lloro y me tapo con diario viejo para que nadie se burle. ¿Te puedo tutear Roco?  

miércoles, 26 de julio de 2017

CORTADO CHICO, GRACIAS


   Tres audaces gritando por sus celulares, al unísono. Uno ponía azúcar fuera de la tacita. Otro se quemó hasta la laringe por ambicioso. El tercero corrió al baño y volvió enseguida, tenía blanco en sus fosas nasales, jabón no era.
   En el extremo opuesto cinco prudentes. Ninguno monopolizaba la charla. Las voces precisas y los oídos atentos. Tomaban despaciosos su cafecitos. Sobre el ventanal una pareja enfrentada. Ella miraba hacia fuera, parecía no estar. Él hablaba todo el tiempo, en los espacios agotados daba pitadas a una colilla apagada. Ella se fue sin saludar, mientras él, con premura, tomó de un solo trago el café que ella dejó. De pie arrojó a la mesa un bollo de dinero arrugado. Salió rápido tras alguien diluida entre la gente.
   En el fondo cuatro mesas se juntaron, docentes decentes cacareaban encimado y tomaban sus cafés como si fueran copas de licor. Niños hiperkinéticos recorrían todo el lugar, hicieron caer la bandeja llena del mozo y al mozo también. El dueño tomó a los monstruos de los brazos y preguntó quienes eran los padres. Nadie los reclamó.
   La mesa de privilegio la ocupaban dos sacerdotes y un civil, de traje caro. Tenían pinta de Opus Gay.
   Cada café es un templo diferente. Este que asisto me gusta por lo ecléctico y porque el café es Cabrales. Es el lugar donde pienso, resuelvo ideas, proyecto, organizo. Detesto que llueva. La nostalgia, que considero un sentimiento odioso, me llena de tristesitud. Me obliga a mirar las gotas que se estrellan en las baldosas. Me nubla los ojos y cae una lágrima. Soy una boluda.
                                

martes, 25 de julio de 2017

LOS HUEVOS LLENOS

  
   Hoy dejé de fumar, no por responsable, tengo una tos bronquial que duele. Hasta los transeúntes miran con asco la combinación de pucho y tos.
   Hace 55 años que, haga lo que haga, prendo un pucho. Ahora me asusté, por la falta de oxígeno en mitad de la noche. Se sumaron los huesos superpuestos, regalo de la vejez, junto con las bisagras de rodillas y tobillos, en situación de retiro.
   —Consultá con un Médico. -Dice mi hijo como si fuera igual a comprar un helado-.
   Acá los Médicos tienen diploma de no saber un carajo, los buenos se jubilaron o murieron. Tengo mi hijo, a veces parece que mío no es nada. Y me siento sola y culpable de cosas feítas que he hecho, no muchas, con dos Ave María me condonan. Eso es lo que tiene la Iglesia, sobreseen a cuanto degenerado se les cruce.
   El Papa Pancho (que es Argento y se le nota) da discursos tan obvios que nadie escucha. Él que es la autoridad máxima del Opus Gay, defiende a una ladrona repulsiva (Argenta), sin saber de qué se trata. Mientras haya guita, las acciones son ignoradas, así la tipa además de robar haya matado gente.
   Cuando pueda irme de Argentimafia, puedo aseverar que no voy a extrañar absolutamente nada de nada (Sólo a mi Psi y mi amiga Mona).
                                                               

lunes, 24 de julio de 2017

CON ESA GENTUZA

  
   Me dejaron afuera. El estar era tan grande como los invitados, gordos ricos y ordinarios. Humberto compró la casa en un lugar que parecía flotar en la nada. No entendía por qué Humberto me echó con un dejo de violencia, siendo que yo era su mejor amigo.
    Jamás conté a nadie los tejes y manejes que escuchaba. Iban más allá de mis escasos conocimientos empresariales.
   Salió Humberto y con gesto de malhomía política me pidió disculpas, pero lo que se decidía dentro, no debía saberlo ni Dios. Y dice que es mi mejor amigo, antes de entrar al serpentario dijo:
 —Lo único que tengo amueblado es mi alcoba, si querés podés dormir, mirar televisión, darte un baño de inmersión.
   No le contesté, no merecía respuesta, pero me quedé con las ganas, los invitados latrocidas iban a pensar que soy puto. Humberto no entiende nada ¿A qué explicarle? Cuando terminaron las risotadas y músicas altas y berretas, pude cerrar los ojos. Escuché los motores que batían en retirada. Casi me duermo y escuché la voz de Humberto, abrí un solo ojo. Estaba desnudo y preguntó si podía acostarse conmigo. Temblé de asco. Alguien incendió la casa, no sé quién, en este país los alguien no tienen nombre. Salí corriendo con Humberto en mi espalda. Pesaba 140 kilos. El fuego lo devoró, yo no paraba de llorar. Lloré a la luna como un lobo. Me fui caminando en mis cuatro patas, con la punta de la cola echando humo todavía. Me adoptó una señora que curó mis heridas, mientras decía —Sos un perrito divino, tengo una perrita igual a vos. Se van a divertir.
                                                  

domingo, 23 de julio de 2017

UN VIEJITO DELICIOSO


   Año 2001 —Qué rico olor, por favor, miren chicos! Mollejas, chinchulines, morcilla, chorizos.
   —Qué asado, Tío, es monumental.
   La voz de la Madre, era un susurro —Rober, somos muchos, alcanzará?
   —Y bueno, vieja, vamos a tratar, largá el rosario y prepará la ensalada.
  —Papá, corto rodajas de salame, queso parmesano y gruyère, para no morir de hambre antes de terminar ese milagro del cielo, abro el primer vino así se airea.
   —Por favor Rober, corregí al hereje de tu hijo conque el asado no viene del cielo.
       Llegó el Tío del campo y saludó a todos los pájaros del jardín, un viejito delicioso al cual nadie le daba importancia.
   Era pobre y vestía como un peón, él puso la carne para ese domingo. Comieron tanto que las panzas parecían pelotas de basket
   —Ché miren, sobró un montón, los invitados que se lleven. ¡Vieja, traé los tupper!, es una pena, hasta los perros parecen redondos.

Año 2017 —Nos costó encontrar una tira de asado de ternera, vaca vieja, dura y teñida, del precio ni hablemos ¡Che! En el país de las vacas. Estos dos Gobiernos  de mierda nos cambiaron la dieta, se cagan en el campo, son unos hijos de puta.
   Llegó el viejito delicioso y miró con nostalgia la parrilla.
   —Rober, cambien el vocabulario, están los niños, es un ejemplo de mierda. ¡Perdón Diosito, no quise decir esa mala palabra!
   —Abuelo, ¿las malas palabras te pegan?
   Rober explicó que cuando la gente se enoja, las usa.
   —Te pregunto porque yo la única que digo es boludo y sólo cuando me enojo, como decís vos.
   Comieron sin jolgorio, con vino patero y la parrilla quedó limpia.
   Rober gritó —¡Hey, lo hice yo y no me dejaron nada!
   El viejito delicioso le entregó un salame y un queso, hechos por él mismo. Se sentaron en un tronco y mientras Rober lo iba feteando, el resto de la familia no cesaba de mirarlo con envidia callada.
   El viejito dijo: —Al final comimos todos, austero pero en familia, que es lo importante.
                                       

sábado, 22 de julio de 2017

NORBERTO


   Una mesa de café que todos respetábamos, era de Norberto. Se la ganó, veinte años en el amable rincón, que le permitía mirar sin ser visto, leer el diario y taparse la cara ante compañeros de mesa no deseados.
   Lo atendía siempre Sole, sabía el pedido de Norberto, lo depositaba con cuidadoso sigilo, amaba el silencio y la paz que provenía de él. Era mitad de mañana, se dirigió a su mesa de memoria, había un gordo compenetrado en un celular, con apariencia que al otro lado no había nadie. Me acerqué. —Buenos días, Sr, tal vez Ud ignore que esa mesa es por derecho, de aquella persona, tal vez sea Ud turista. Tiene todo el aspecto de norteamericano.
   Le dio contento al gordo la nacionalidad que inventé, inclinó la cabezota y se retiró, sin hablar, para no dar cuenta que era un Yanqui de Villa Caraza.
   —Norberto, tome su mesa de siempre, hubo un equívoco.
   Ni bien acomodó su respetable humanidad, se le sentaron dos gritones discutiendo de política. Norberto depositó el diario sobre su cara. —Che Norberto, queremos saber qué opinás.
   Él sin retirar la mirada de su lectura respondió: 
—Es lo que hay.
                         

viernes, 21 de julio de 2017

COTIZACIONES


   Ella estaba sola todo el día, tenía dedicación absoluta con su quinta verdulera y tres perritos que jugaban a su alrededor, entraban a la casa y se limpiaban las patitas en el felpudo, imitando a su dueña.
   El marido, sin beso de saludo preguntaba:
    —¿Qué hay para la cena?, muero por un plato, o dos o tres.
   Comieron con mantel bordado en una mesa larga, candelabro al medio, platos y cubiertos ocupaban las cabeceras —¿Dónde está la Noblex?, te dije que me gusta en el centro de la mesa.
   —A tu derecha. -Dijo ella, ante lo que se avecinaba, de dos a tres horas escuchando la cotización de cereales, soja, trigo, girasol y las vaquitas-.
  Cuando venía el camión y pasaban por la manga, ella las besaba, una por una. “El marido le llamaba Patrón a su propio padre, flor de mandato”. —Dejá de besar las vacas, los peones se burlan, es humillante.
   Ella pensaba en el terrible destino de los animales.
   Su marido tenía problemas de corazón y tres by pass en su haber. El día de vacunación del ganado, salió titubeando, la ambulancia no llegó a tiempo. La peonada se presentó ante la Señora, con boina en mano, dando el pésame. —A lo que Ud disponga Señora, aquí estamos.
   Hizo construir refugios cubiertos para todos los animales, era un campo gordo, ellas encantadas se alimentaban con comida de la tierra. La viudita (así la llamaban los peones) no aceptó venta de vaca alguna, andaban a su libre albedrío. Cada una  tenía su nombre, ella tejía en la galería y llamaba alguna, para darle besos y charlar un rato.
   Una mañana, el hijo más pequeño de un peón dijo haber encontrado algo raro al fondo del tanque australiano. Callada, sin pilas y rajada de lado a lado, la Noblex. —¿Qué hago con esto? -Preguntó el niño-.
   —Dejala donde la encontraste y vení que terminé tu pullover.
                                                               

jueves, 20 de julio de 2017

ROJO

  
   La playa ventoleaba todo el día, el mar enfurecía de noche, rugía. La naturaleza se expresa sin avisar. Una sombrilla roja, donde se instalara comenzaba a rodar. Milton la corría, la tela roja y amplia se transformó en un círculo estrecho. Él la siguió hasta ver alguien lejano  asir la sombrilla y entrar entre dos médanos. Se sintió más tranquilo, al menos no la llevó el viento, se encontraba en manos de otra persona, no está sola. —Sr, busco una chica que estaba bajo su sombrilla roja ¿No sabe dónde fue?
   —Las mujeres son impredecibles, dijo que regresaba a buscarlo porque debía estar preocupado, también dijo que lo quería mucho.
   —Gracias por sus datos, ya mismo la alcanzo, corrió a medio pulmón. Se detuvo, ella tomaba sol con una bikini roja mientras mordía una manzana. Milton fue por detrás y le tapó los ojos.
   —Ya sé que sos vos, me doy cuenta por lo torpe.
   —Volvamos a casa, Mamá estará enojada. ¿Por qué, si sabe que estoy con vos?
   —Yo soy el responsable de la tardanza.
   La Madre los recibió con un vaso de whisky hasta el borde.
   —¡Qúe graciosos se ven, Milton hecho un hombre y la Querubina todavía mi bebé, dame un beso.
   —Estás borracha, cuando se te vaya, sabemos que tu madrugón es al mediodía, te voy a dar un beso.
   La Madre puso música de los 90. Invitó a bailar a Milton. Se zarandeaba como si fuera adolescente, luego se colgó de Milton. —Llevame a la cama, todo da vueltas y vueltas.
   No pesa nada, no me molesta llevarla.
   Hay cosas que debo solucionar, como dijo ella misma, soy un hombre y ésta es mi flia. Parezco el Padre de mi Madre y mi Hermana. Espero que Papá vuelva pronto.
                                        

miércoles, 19 de julio de 2017

MEMORIA EMOTIVA


   Nos íbamos por unos días a una playa de pueblo chico y tranquilo. Mamá estaba enojada, nunca supe por qué, ni me preocupé, lo suyo era un estado permanente, la frente con gesto de disgusto. Le pedí que vinieran con nosotros, mi viejo hubiera aceptado. Ella no. Adujo que debía hacer muchas cosas. Muchas era tejer y limpiar, cambiar de lugar algún mueble. Encerar lo que a mí jamás se me hubiera ocurrido. Hacía de cuenta que era su casa, mientras papá pedía permiso para todo. Tenía cara de cansada y color pálido. Limpió su casa de Buenos Aires, luego vino al campo y limpió hasta la tranquera. Pasó por el pueblo y limpió el departamento de mi hermano y al fin mi casa. Un placer para ella. Mientras hacía criticaba mi no hacer, que era lo que más me gustaba hacer.
   El día antes de partir la invité a caminar la sierra y respirar árboles. Fue extraño ella nunca quiso ni quería salir conmigo, esta vez aceptó. Noté que se fatigaba muy rápido y decidí volver, no recuerdo mi excusa. Por la noche me dio un beso y puso su reloj en mi muñeca. Un regalo y un beso, dos acciones ajenas a nuestra no relación. Me gustó y no me gustó, como a toda histérica. Lo elaboré en análisis, mami no pudo o no supo aceptarme. Ese karma nunca se fue, lo sacaba en palabras pero las improntas de la infancia nos acompañan toda la vida. El día que partimos les hice jurar que esperarían nuestra vuelta para retornar a Buenos Aires, papá dijo que desde luego, mamá forzó una sonrisa.
   Un día de playa que el bebé disfrutó más que nosotros, rodamos por un médano hasta la casita. Había una camioneta de la policía, miraron raro, uno de ellos me apartó del resto y habló de algo que pareció ajeno, todo el aire se tiñó de negro.
   Mis padres, dos días antes de nuestro regreso, se fueron. La curva, alguien de contramano. Mamá te debo una charla, vos no podés. Yo te hablo mamá por todo lo que nunca. Discuto con vos aunque no estés. Fue idea tuya. Dos días antes. Por vos, por todo lo que nunca.
                                                     

martes, 18 de julio de 2017

CONFERENCIA


   Lo llamaron de la Embajada de Emporgo, para dar una conferencia sobre los emporgeos extraditados y las consecuencias económicas nefastas para el resto del mundo, olas que se acrecientan y nos dejan pedacitos de tierra. Mi Tío Horacio era un dechado de inteligencia, según sus hermanas y un genio sabio, según su madre.
   Tenía la apariencia de resolver problemas de cualquier índole, usaba un lenguaje apretado, había párrafos que nadie entendía, esos fueron los más aplaudidos.
   Los emporgeos eran tan pijoteros que las aceitunas venían con carozo. Mi Tío nunca fue un hombre que le diera importancia al protocolo en una comida. Entre plato y plato escribía en una libreta fórmulas interminables, el mozo le señaló el tercer plato servido.
   —¡Cómo se atreve! Estoy descubriendo algo interesante y me molesta, saque ese plato, por el olor es pescado viejo. Unos segundos después, mientras escribía, se puso tres aceitunas en la boca. Apretó tanto los dientes que se le aflojaron los de adelante. Eran los carozos, tuvo vergüenza, giraban en su boca. Pensaba cómo mudarlos a alguna maceta. En eso estaba cuando un colega levantó su copa.
   —Brindo por el exterminio total de los pobres y los extraditados. Tengo una postura que se aparta de las ideas de mi colega disertante, que no sabe dónde escupir los carozos.
   Mi Tío Horacio tenía frecuentes ataques de risa, que nadie entendía, por eso no se molestaba en explicar. Le dio en ese momento y los pedazos de carozos, licuados con sus dientes, fue a dar a la cara y la boca de su colega, que no habló más. Tenía las cuerdas vocales con incrustaciones de carozos y dientes molidos.
   Horacio volvió en un piper oxidado, su colega en el Tango 2.
                                                         

lunes, 17 de julio de 2017

ÉL


      Lo conocí en la pubertad, nos gustamos, con prudencia y escondidos. Mis padres ni lo imaginaban, habría recibido castigos. Él crecía conmigo y no necesitamos ocultarnos, aún mis abuelos vieron cómo nos besábamos con desesperación.
   Siempre fui una persona responsable, estudiosa, trabajadora y respetuosa. El monumento al aburrimiento, bah. Sería por eso que nuestra relación contaba con la anuencia de todos. Hubo personas que lo denostaron y deslizaban en mis oídos palabras de advertencia, con el fin de protegerme. A mí no me importaban las opiniones de otros. Él tenía ajenidad y a pesar de pertenecerme, compartía momentos con hombres, mujeres, viejos y jóvenes, a veces niños. Nunca me dieron celos, él se multiplicaba en todos y no sé qué magia permitía que jamás me abandonara. Como todas las parejas discrepábamos, llegando a separarnos uno, dos días, sólo en dos ocasiones seis o siete meses. El reencuentro era intenso y hasta no caer exhausta no lo abandonaba, sabía que él velaba mi sueño, esperando que surgieran insomnios donde no decíamos nada, pero nos besábamos una y otra vez, con café de por medio en ocasiones.
   Pasamos juntos cuarenta y siete años, no sé quien dejó a quien, pero fue lo mejor, para mí al menos. Sentía que me consumía el oxígeno y no tenía fuerzas. Una noche le dije adiós, lo aplasté en una baldosa cualquiera. Él sigue, en boca de muchos. Lo deseo igual que antes, pero no, me mataría. Cuando miro su estela saliendo de boca de otros, desvío los ojos y le hablo por dentro. Con palabras obvias lo saludo, ¡Chau pucho!
                                                    

domingo, 16 de julio de 2017

REGATA


   En el espejo de agua, pendiendo de dos sogas marinas, se encontraba el par doble de su tío cuadripléjico.
   Entre los dos sobrinos pintaron con cetol el bote.
   Remeros desde niños, tenían una resistencia olímpica. Remaban de Ensenada a Quilmes. Los sauces rozaban el agua como ellos hacían con sus remos. Río tramposo el De La Plata, empezaron las manchas de petróleo flotando por aquí y por allá, el Río creció y aparecieron islas de camalotes que venían de otro lado. Ellos siguieron remando. Pudieron ver serpientes viajando como en micro hacia la orilla. Se subieron dos al bote, les dieron unos remazos y las arrojaron al agua. Eran valientes para sobrevivir, con el tiempo que transcurría con viento en contra y una maligna neblina, se sintieron cobardes.
   Bajaron del bote y lo deslizaron donde supusieron, era la costa.
   Remaron con la fuerza que los hizo rogar a Dios. Llegaron al mismo sitio de donde partieron. Ambos sentían molestias en los ojos, luego pinchos y más tarde, al Hospital. Era un tipo de ácido que venía con los deshechos de fábricas legales y de las otras. Los chicos iban a perder visión en el término de dos años, luego verían fuera de foco y el final las sombras.
    Perdón por meterme,  soy la narradora. Todos estamos infelices y derrotados, no quiero final negro.
   Los chicos, con láser, recuperaron su visión óptica definitiva. El Río se volvió transparente, las Villas borderas, casitas con tejas, nenúfares. 
   —¿Los Reyes Magos, existen?
   —Vos no estás avivado, siempre existieron los Reyes Magos. 
                                                          

sábado, 15 de julio de 2017

MAMA MÍA!

  
   —Sordo por completo, si un auto le toca bocina, él no la escucha, por eso esa caída tan fea en la mitad del paragolpes del tipo, incrustado en su pierna derecha, infección alrededor. Luego de un año, le ordeñaron el pus y medio paragolpes regresó al auto del embistente. El médico observó el oído derecho, le llamó la atención que podía ver el izquierdo con la luz del consultorio. —Si te duele algo, levantás un dedo.
   Apoyó sus dedos en la glándula —¿Te duele?
   —Doc, no lo puede escuchar, hágalo con mímica, así algo entiende.
   —Sra Zapalleti, su hijo tiene un túnel que atraviesa el temporal. Los conductos auditivos están desconectados. Hay subtúneles que obstruyen la porción timpánica, que descansa sobre la mandíbula, con seguridad podrá escuchar por la boca.
   —Sra Zapalleti, ¿cómo higienizaba los oídos de su hijo?
   —Ah, Doc, de eso tiene que estar tranquilo, desde que nació le echo unas gotas de detergente con bicarbonato. Observé que con una aguja de tejer y un pañuelito atado, si lo introducía por la derecha salía por la izquierda, quedaba como encerado, luego de los enjuagues con agua de rosas. Un perfumito tan rico. Ningún bebé tenía así los oídos.
   —Bueno, Sra, la cirugía es mañana. En una semana necesitamos la cama, así que le daremos el alta.
   —Gracias, Doctor, soy maniática de la limpieza, tendré que higienizar el interior de su boca, cuerdas vocales, lengua. Le dejaré la boca como los oídos.
   —Disculpe que me vaya Sra Zapalleti, pero me dieron vahídos.
                                               

viernes, 14 de julio de 2017

HAY. HAY. HAY. HAY


   Hay un hombre con capacidades diferentes, tiene una renguera extraña, camina con un corral de tablas verticales y horizontales, éstas últimas le hacen de pasamanos. Mendiga y sonríe, con dientes que parecen incrustados con cemento.
   Hay una mujer hablando por celular —…hacer de comer me llevó cuatro horas, para comer en diez minutos…
   Hay un niño cruzado de brazos, con la cabeza metida en el pecho, gira el torso de uno a otro lado frente a una juguetería —Vamos, no puedo, no me alcanza. Dale vení, te compro un heladito.
   Él sigue girando y girando, pensando que lo va a lograr, por eso gira.
   Hay un viejo tomando café chico y sumerge una media luna, gorda la media luna. Necesita otro café, la gorda lo tomó todo. Se contiene. Paga. A paso tortuga llega al bar de la otra esquina.
   —¿Lo quiere chico?
   No esperó respuesta, lo dejó en la mesa. Viene la mesera —El café no lo pago, me pareció inmundo, tu propina sí, chau linda.
   Hay sol, es domingo. La gente baja de los edificios-hormigueros, como hormigas sedientas. Las plazas se tornan excedidas de personas. Muchos retornan a sus edificios-hormigueros y el balcón, es la plaza. El mate sale más rico en casa.
   Hay una mujer alta, elegante, con su paraguas por las dudas, se quejaba —Perros, cómo me miran. -Y no la miraba nadie-.
   Lo volvió a repetir tres veces.
   Hay un adolescente tomando sol en un banco del Riachuelo. La mujer se volvió, levantó el paraguas y lo golpeaba sin piedad. —Vos, degenerado, no me vas a mirar más.
   Para hacer cierto su deseo le metió la punta del paraguas en los ojos.
   Hay, hay, haber hay.
                                                                       

jueves, 13 de julio de 2017

TODO MAL, LOCO


   —Señor, buenas tardes, sus documentos.
   Fue hasta el patrullero y lo llevaron hasta la 14.
   —¿Por qué estoy aquí?
   —Es para una rueda de reconocimiento, Ud guarda parecido con el imputado.
   Lo pusieron en línea frente a un espejo, donde nada podían ver.
   Uno de los testigos, aseguró que era él, los otros dijeron —Sí es él.
   —Sí es él.
   —Sí es él.
   Al calabozo, sin declarar, sin abogado, con frío y hambre. Por tratarse de un homicidio, el Juez lo mandó llamar. —Vea, Tancrada, quiero la verdad y no me mienta, porque me doy cuenta. ¿Ud lo mató?
   —¿A quién por Dios, cuándo dónde, qué quiere que le diga? Ni conozco a la víctima, Sr Juez Mondinga.
   —Eso es perfecto, no lo conoció, no sabe, no lo mató, yo escribo que está sobreseído, a cambio, claro está, de un favor. Pongamos mejor a un intercambio de favores. Sale en libertad, ya, Tancrada, a la salida lo espera un BMW. A las doce, un tipo de traje blanco, sale del banco con un bolso marrón, baje del auto, le arrebata el bolso, salga a mil, la zona está liberada. Me lo trae acá, a mi despacho. Mañana tengo otro trabajito, Tancrada y pasado, otro, tras pasado creo que también. Vaya, vaya tranquilo, piense que está libre aunque deba responder a mis necesidades. No me ponga cara de chico triste, ya le vamos a dar su pedazo.  
                                                                     

miércoles, 12 de julio de 2017

ALTERACIONES


   —Falta poco para mi parto y me duelen las muelas.
   —¿Todas?
   —Sí todas, hasta las del juicio final, extraídas de chica. Y estoy nerviosa, ansiosa, no puedo dejar de hablar. ¡¡¡Aaay!!! Doc, si Ud supiera cómo me duelen las muelas.
   —Abra grande la boca, más grande, más, incline ligeramente la cabeza.
   No hablé más, puso un aparato de tortura medieval que separaba la mandíbula inferior de la superior. —Esto no duele, quietita.
  Y llenó mi boca de anestesia con pinchos infinitos. No cuento lo del medio para no impresionar, pero sí el resultado.
   El Dr me extrajo todas las muelas y los dientes, por las dudas. —Hay que pensar en el bebé, si le hago una placa algún rayo se le puede ir a la panza y provocar daños colaterales.
   —¿Y tengo que hablar como mi tía Raquel, que le faltan todos, como si yo tuviera 99 años?
   —Calma, calma, no se me ponga histérica, le voy a implantar uno, no me hago responsable de las consecuencias.
   Llegaba a la nariz, pasando por el labio superior. No quise más inyecciones. La gente me miraba el diente y se reía. Tomé un taxi y empezaron las contracciones.
   Me llevó al Hospital, tuvo miedo que rompiera bolsa en su tapizado de tigre.
   Lo parí en el pasillo, me pusieron la peridural y entre nubes de felicidad escuché su primer grito, que tiempo más tarde se haría continuo y difícil de sostener. Lo quise ver para contarle los deditos, estaban todos, el bebé abrió la boca, como me decía el dentista. Miramos con horror, nació con dentadura completa.
   A la semana apareció el tachero —En el apuro y la comprendo, no me pagó el viaje.
   —Ya mismo se lo traigo.
   Sacó una bolsita de nylon transparente de su bolsillo —Esto lo encontré en la butaca de atrás, es suyo.
   Abrí la bolsa cuando se fue, había treinta y dos dientes.
                                                   

martes, 11 de julio de 2017

OFERTA POR CIERRE DEFINITIVO


   Fui a la Intredencia, a ver si pueden intredentar acerca de la Recolección de Residuos.
   Me atendió un joven encantador, bien trajeado, corbateado y hablaba correctamente el castellano. Tuve cuidado al tomar asiento, había chicles pegados, mocos seguro, porque son gratis. Un asquete.
   —¿Qué Sector afecta su problema?
   —El triángulo del Barrio Pirincho I.
   Tomaba nota desde una compu. —¿Apellido y nombre completos?
   —Delcorno, Eduviges Emilce.
   —¿Edad?
   —Ochenta, por ahí…
   —¿Estado Civil?
   —Escuchame, yo quiero Recolección, ¿Qué tiene que ver con mi vida privada?
   —Sra Delcorno, eso dice el reglamento.
   —A mi edad los reglamentos no existen.
   Le hablé despacio, sin premura. Se me soltó el resorte.
   —Decime, pendejo de mierda, ¿Por qué no entrás a la oficina del Inútil Todo Servicio?, que levante el culo del sillón y junte la basura. Preguntale a ver qué carajo hizo con los aportes que le otorgó la Provincia. Fue alumno mío, sé que es un cerdo en su totalidad. Capaz que alimentándose en un camión recolector lo plancharon, se rompió en mil pedazos y murió. Pondrían un doble para intervenir en la Campaña Electoral, a ver quién es el próximo rompeculos ¿Le vas a decir?
   —Delo por hecho, en casa pensamos igual que Ud, soy uno de sus hijos. Es un cerdo que desaparece meses y jamás intredenta nada. Un mafioso en Oferta, Bah…
                                              

lunes, 10 de julio de 2017

FÚTIL


   No sé con quién quedarme, si con los finos de antes o los ricos de ahora. Era hacer tareas domésticas, así decía el aviso. Me sentaron a esperar que a la Sra Rosqueta se le pasara el coma alcohólico de la noche anterior. Bajó con los pelos parados, anteojos negros y una bata de seda. —¿Cómo es su nombre?
   —Delfina Hamilton.
   La Sra quedó gratamente sorprendida —Me parece regio tener una doméstica extranjera.
   —No soy extranjera.
   —Bueno, como si lo fuera, rubia natural, ojos celestes, modos educados, buen lenguaje, pero ¿Sabe limpiar, cocinar, lavar?
   —Sí, hasta podría asegurarle que parezco haber nacido para limpiar y tengo mi título de “Doméstica”.
   Me pidió que no habláramos de dinero, era de ordinarios.
   —Puede comenzar ahora? Ahora Serafín le alcanza el uniforme y el carro con los productos de limpieza.
   Cuando terminé con el dormitorio decidí hacer un hidromasaje. Me dio energías para seguir. Apareció el Sr Rosqueta. —¿Con quién tengo el gusto?
   —Con Delfina Hamilton.
   Me estrechó la mano más de lo necesario.
   —Pase Ud, Sra Hamilton, ya le preparo una copa.
   Preguntó si mi hermano jugaba al polo, no dio tiempo para aclarar que yo no tengo hermano. 
—Es un gran jugador, el mejor tal vez. ¿A que debo el placer de su visita?
   —No soy visita, soy la nueva mucama.
   La cortó de inmediato, él no hablaba con mucamas.
   Hasta Serafín me palmeaba el trasero. La humillación excesiva dijo   —Sra Rosqueta, renuncio, trabajé un mes, le cobro el mes.
   —Delfina, no hablemos de algo tan fútil como el dinero, siga trabajando aquí, no va a encontrar otro.
   Pude respirar, sabía la clave de una de las cajas de seguridad. Dólares, Euros y Pesos. No soy ladrona, pero la necesidad es imperiosa. Ahora soy Azafata, mucama de avión, pero de alto vuelo. Desde arriba contemplo la casota de los Rosqueta y me alegra haber recuperado mi verdadero nombre, Hilda Pérez. Los cagué, Rosquetas.
                                                           

domingo, 9 de julio de 2017

DOSCIENTOS OCHENTA Y OCHO

                            
   La casa de los Atencio era un misterio vecinal. Decían que había fantasmas que dormían en el jardín, cuidaban las ventanas sin cerraduras y las puertas también.
  Una casa sin cerrojos, de escaleras confusas, algunas para el subsuelo, otras para la entrada principal y una muy rara al costado. Allí vimos una mañana un cocinero de gorro blanco y bigotes negros, más grandes que la cuchilla que portaba amenazante. El placer de nuestra infancia era tocar el timbre y huir.
   Cuando decidí quedarme sola y enfrentar a quien me atendiera, salió una viejita flaca, toda vestida de negro, con medias de muselina y botas acordonadas de infinitos ojales. La nariz se le unía con el mentón y en la cabeza un sombrero enjaretado hasta abajo de los ojos. Sonrió y era un largo tajo de encías. Me invitó a pasar y no preguntó ni quien era. Las paredes de la casa estaban forradas de seda, con pedazos arañados y agujeros de humedad, color verdinegro. Ordenó un chocolate que trajo el cocinero, me guiñó un ojo el maldito. Le pedí a la viejita que me mostrara la casa. “Y cómo no…” dijo ella y tomó la delantera. En cada habitación había dos o tres gatos durmiendo en las camas, en las mesas o arriba de cortinados o en sillones, que debieron ser cómodos en otros tiempos. Ahora eran puro resorte al aire.
   Dijo tener dos hermanos que allí vivían. Un viejo que estaba loco pero era bueno y una hermana descarriada, que se pintaba la boca para ir a la iglesia y volver. Le conté que a ella y a su hermana, las conocía de las misas de los domingos, pero al hermano jamás lo había visto.”Ni lo verás” contestó. “Él vive en el sótano y sale los días de luna llena para contar las estrellas.” “ En un Domingo de ramos, subió al atrio del sacerdote y arengó a los feligreses contra los orientales, que nos iban a atacar.”
   “Él vio el humo desde la terraza, eran las chimeneas de Ensenada y pensó que era la guerra.” “Lo arrastramos hasta casa, nosotras y el cura, que bendijo el lugar y pidió que a mi hermano lo encerremos bajo llave.”
   “Fue muy atento de su parte, pero si hay algo de lo que carecemos es de cerraduras y llaves.”
   Hablaba mientras recorríamos tantos espacios…ya estaba medio mareada, se lo hice saber. Adujo que a ella también la mareaba, eran veinticinco habitaciones, tres comedores, ocho baños, cinco salas de recibo y el subsuelo, el sótano, la terraza y el jardín, tan oscuro y tan denso que los treinta gatos que vivían elegían la casa, como único lugar. Por eso el olor tan intenso. Le pregunté cuántos años tenía. Contestó que, entre los tres, tenían doscientos ochenta y ocho años y que sacara la cuenta.
   Me despedí de Ángeles del Socorro Atencio, le di un besito en los huesos y fui corriendo a mi casa. Le pedí a mi padre que le mandara un cerrajero a esos tres viejos indefensos y le conté lo vivido. Él era un hombre generoso y sensible. Llamó de inmediato a un señor de confianza, que hacía las cosas bien y cobraba acomodado. Y así fue como los Atencio tuvieron sus cerrojos y las llaves correspondientes. Al operario lo atendió Ángeles del Socorro, diciendo que lo dejaba sólo, para trabajar tranquilo. Habían pasado nueve horas y el cerrajero, agotado, cayó redondo y durmió. Cuando llegó la mañana, sin entender nada de nada, aquel hombre se encontró rodeado de dos viejas peladas y un viejo que le gritaba “¡Hay un ladrón!” y “¡Socorro!”. Apareció el cocinero, con su cuchilla en la mano diciéndole al cerrajero que lo iba a degollar. Y aquel señor, asustado, murió de un paro cardíaco. Ángeles del Socorro, no tuvo mejor idea que recurrir a mi casa. Mi padre llamó una ambulancia y luego a la policía.
   Cuando pasó todo aquello, no sé porqué mi madre y mi padre no me hablaron por tres meses, no tuve mis vacaciones. Me mandaron al campo de mi abuela, eso me puso contenta, porque en el campo de al lado, vivían unos hermanos que eran muy viejos y tenían una casa que era el triple de grande que la de los viejos Atencio. Desde el monte de la abuela, los miraba desde lejos. Iba a esperar unos días y luego me haría presente. Me encantaba visitar gente desconocida y viejita.
                                                                          

sábado, 8 de julio de 2017

DELIRAN CON VOLVER


   “El Ministerio de Causas Perdidas”, —Acertó con el lugar que se ocupa de estos casos, lo escucho.
   —Cuando me robaron el auto, la Policía lo desguazó para venderlo como chatarra, al Taca, no sé si Ud lo conoce.
   —Sabe la cantidad de expedientes con quejas idénticas a la suya.
   —Y aquí ¿Hicieron algo?
   —Por supuesto, quemamos todos los expedientes, resulta cansador incendiar tantas pilas.
   —Con éste no podrán, lo llevo conmigo bajo el brazo.
   —Bien, ahorremos tiempo.
   Le sacó el expediente —Ahora sí, creo que era el que faltaba, el suyo. Acá estamos para eso. Cumplimos lo que el Jefe mande ¿Ud es primo de Lali? Es mi prima también. Es hija del Gobernador Corredile, le pediré una reparación, vaya con dios, buen hombre. O con nadie, si es ateo.
   A los tres meses llamó, le dieron traslado al “Ministerio de Inteligencia”, llegó una citación, debía declarar qué pruebas tenía para imputar a Policías inocentes. Por Decreto de Innecesario y Nada Urgente, cumplió una condena de cuatro años y dos meses.
   Le dispensaron los dos meses. Cuando salió, lo esperaba un Rolls Royce, con Taca Junior abrazado a su prima y detrás el Gobernador Corredile.
   —Ahora vamos a dar un paseo, con ejemplos a tener en cuenta.
   La Plaza estaba repleta de gente silenciosa. Los reporteros gráficos les sacaban fotos. Por un parlante habló el Gobernador, que señalaba cómo en cuatro años, podía retornar a la sociedad, un ladrón de autos que pretendió involucrar a toda la Policía de la Nación.
   —¡Mañana son las Elecciones voten la Fórmula Taca-Corredile!
                                                                 

viernes, 7 de julio de 2017

EN PELO

  
   —Miramos todas las capitales del mundo, ¿lo cierro?
   —Sí lo sé de memoria dejá que yo lo pliego.
   Sus manos tenían puntadas pertinaces, el hermano sintió que de los dedos de ella colgaban pelitos incoloros. Se le pegaron en el brazo.
   —Hasta mañana, Nube Incolora.
   —Hasta mañana, Sapo de Otro Pozo.
   Ella tenía nubes de pelo que no le permitieron pasar el cepillo de dientes. Durmió bien cuando pudo, si el pelo le crecía en todo su cuerpo, dolía. Durmió igual hasta que le faltó aire, el pelo se enroscaba alrededor de su cuello. Entró el hermano para desayunar, lo único que su Padre, autoritario, les “permitía” hacer juntos.
   Dejó la bandeja sobre la alfombra —Ya está, Nube Incolora, salí del edredón, sino te saco yo con tironcitos de pelo.
   Cuando se acercó sólo asomaban pelos y más pelos, demasiados. Al fondo estaba ella ovillada entre aquel desatino. Le asomaba el dedo meñique y una rodilla. El hermano la tomó en brazos y con las manos le vació la boca para que pudiera hablar —No le cuentes a nadie, menos a Padre, llamá a la Escuela y decí que pusieron una bomba, no tengo más faltas. No soportaría que nadie me viera así. Cerrá con llave y guardala. El hermano la miró al irse. Vomitó por una ventana. Pero fue de la cabeza, no del estómago.
   Su Padre, soberano, preguntó —¿Dónde está tu hermana?, Decile que venga con uniforme puesto. Yo me voy, no la espero más. –No esperó respuesta, no le interesaban las respuestas a lo que él dijera-.
   Se armó de todo el amor que tenía por su hermana y abrió la puerta. —Querés que te traiga algo?
   Ella no contestó. El pelo había invadido puertas, paredes y se apreciaba su crecimiento por la rapidez cubriendo lugares. Escuchó una voz debajo de la tierra —Tengo tanto peso encima! Ayudame a correr esta desgracia, porque ya me aplastó la barriga y temo por mi cabeza, andá y venís dentro de un rato. Necesito descansar sola.
   Entró a las dos horas, tuvo que empujar con fuerza la puerta que no cedía. Salían de la habitación cataratas de pelo de Nube Incolora.
   Buscó y buscó, no la encontró. Su Padre llegó temprano a retar a su hija —Lo de la bomba, fue idea de ella. La única que tiene ideas, a pesar de ser mujer.
   El hijo contestó —Es preocupante, Padre, ella no está en ningún lado.
   El Padre lo invitó con un whiskycito. —Ya estás en edad, podés.
   —Tu hermana va a aparecer sola y se va a enterar quién es su Padre!
                                                      

jueves, 6 de julio de 2017

RENATO LAVARATA


   En una plaza escondida entre aguaribayes y pinos —¿Qué? Hoy de nuevo. – Dijo la mesera-.
   —Todos los días con sol, lluvia o frío, el viejo está acá sentado. Se le enfría el cafecito, pero al tipo no le importa, mira su propia estatua, mientras la Escultora, con cincel y martillo trabaja.
   Era una figura emblemática del pueblo. El Intredente se encargó de traer una piedra para construir el monumento.
   El pueblo estaba contento. Siempre pasa en esos lugares, donde el aburrimiento asfixia.
   —¡Una estatua gigante! –Decían los niños-.
    Los fines de semana se llenaba de gente, les resultaba un paseo gratuito. La escultora recibía órdenes de Renato Lavarata —Corregí pómulos, los quiero altos, necesito parecer más joven.
   La Escultora preguntó —¿Y cuántos años tiene Ud?
   El viejo, creyendo en lo que decía —Tengo 99 años.
   Ella sonrió oscuro, abrió el envase de parsec y lo superpuso para modelar pómulos de 40 en 99.
   —Adelantá el mentón y suprimí los códigos de barra, el muñón, dentro del bolsillo izquierdo, los ojos atentos y el sombrero un apenas ladeado.
   Se fue la luz, la Escultora, cerró el Café. Él siguió mirando algo que faltara.
   —Espero que sea la última vez que viene, la estatua finalizó.
   —Yo tampoco lo banco, no sé de qué la va, si fue un tahúr ganador, con una sola mano, con la otra hacía trampa.
    El viejo estacionó su Mercedes automático. La Escultora todavía estaba —Hacele algo inteligente, una nariz griega es lo ideal.
   Ella terminó y se fue sin saludar. El viejo prendió un pucho con boquilla y se sentó a mirar, quiso darle una vuelta y le dio diez. El corazón dijo basta y murió a los pies de su propia estatua. En el Cementerio la gente, en lugar de flores le tiraba naipes, As de Pique, As de Corazón, As de Diamante y de Trébol.
   El Intredente, que nunca piensa, llegó tarde para darle en vivo las Llaves del Pueblo y nombrarlo Ciudadano Ilustre. Las llaves las colgó de una mano de la estatua. Al día siguiente robaron su estatua, dejaron sobre el pasto, las llaves del pueblo vacío.