jueves, 6 de julio de 2017

RENATO LAVARATA


   En una plaza escondida entre aguaribayes y pinos —¿Qué? Hoy de nuevo. – Dijo la mesera-.
   —Todos los días con sol, lluvia o frío, el viejo está acá sentado. Se le enfría el cafecito, pero al tipo no le importa, mira su propia estatua, mientras la Escultora, con cincel y martillo trabaja.
   Era una figura emblemática del pueblo. El Intredente se encargó de traer una piedra para construir el monumento.
   El pueblo estaba contento. Siempre pasa en esos lugares, donde el aburrimiento asfixia.
   —¡Una estatua gigante! –Decían los niños-.
    Los fines de semana se llenaba de gente, les resultaba un paseo gratuito. La escultora recibía órdenes de Renato Lavarata —Corregí pómulos, los quiero altos, necesito parecer más joven.
   La Escultora preguntó —¿Y cuántos años tiene Ud?
   El viejo, creyendo en lo que decía —Tengo 99 años.
   Ella sonrió oscuro, abrió el envase de parsec y lo superpuso para modelar pómulos de 40 en 99.
   —Adelantá el mentón y suprimí los códigos de barra, el muñón, dentro del bolsillo izquierdo, los ojos atentos y el sombrero un apenas ladeado.
   Se fue la luz, la Escultora, cerró el Café. Él siguió mirando algo que faltara.
   —Espero que sea la última vez que viene, la estatua finalizó.
   —Yo tampoco lo banco, no sé de qué la va, si fue un tahúr ganador, con una sola mano, con la otra hacía trampa.
    El viejo estacionó su Mercedes automático. La Escultora todavía estaba —Hacele algo inteligente, una nariz griega es lo ideal.
   Ella terminó y se fue sin saludar. El viejo prendió un pucho con boquilla y se sentó a mirar, quiso darle una vuelta y le dio diez. El corazón dijo basta y murió a los pies de su propia estatua. En el Cementerio la gente, en lugar de flores le tiraba naipes, As de Pique, As de Corazón, As de Diamante y de Trébol.
   El Intredente, que nunca piensa, llegó tarde para darle en vivo las Llaves del Pueblo y nombrarlo Ciudadano Ilustre. Las llaves las colgó de una mano de la estatua. Al día siguiente robaron su estatua, dejaron sobre el pasto, las llaves del pueblo vacío.
                                               

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