En el espejo de
agua, pendiendo de dos sogas marinas, se encontraba el par doble de su tío
cuadripléjico.
Entre los dos
sobrinos pintaron con cetol el bote.
Remeros desde
niños, tenían una resistencia olímpica. Remaban de Ensenada a Quilmes. Los sauces
rozaban el agua como ellos hacían con sus remos. Río tramposo el De La Plata,
empezaron las manchas de petróleo flotando por aquí y por allá, el Río creció y
aparecieron islas de camalotes que venían de otro lado. Ellos siguieron
remando. Pudieron ver serpientes viajando como en micro hacia la orilla. Se
subieron dos al bote, les dieron unos remazos y las arrojaron al agua. Eran
valientes para sobrevivir, con el tiempo que transcurría con viento en contra y
una maligna neblina, se sintieron cobardes.
Bajaron del bote
y lo deslizaron donde supusieron, era la costa.
Remaron con la
fuerza que los hizo rogar a Dios. Llegaron al mismo sitio de donde partieron.
Ambos sentían molestias en los ojos, luego pinchos y más tarde, al Hospital.
Era un tipo de ácido que venía con los deshechos de fábricas legales y de las
otras. Los chicos iban a perder visión en el término de dos años, luego verían
fuera de foco y el final las sombras.
Perdón por
meterme, soy la narradora. Todos estamos
infelices y derrotados, no quiero final negro.
Los chicos, con
láser, recuperaron su visión óptica definitiva. El Río se volvió transparente,
las Villas borderas, casitas con tejas, nenúfares.
—¿Los Reyes Magos, existen?
—Vos no estás
avivado, siempre existieron los Reyes Magos. —¿Los Reyes Magos, existen?

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