jueves, 31 de agosto de 2017

HABITAT POLONIA


   Efemérides Rocatagliata presidía la ONG en defensa de las sierras, había 80 seguidores rocatagliatenses. Al terminar su mandato no quedó ni una sierra. Fueron ganadores los campos lisos, las llanuras secas. La biodiversidad se ausentó de pájaros, ofidios, liebres, conejos, lagartos overos, bosques, árboles de vereda. Atila quedó hecho un poroto al lado de Rocatagliata. Se construyó la Universidad del Biolvido, para imprimir un orden al Instituto Bioilógico de La Plastra.
   Fue imposible, los códigos mezclados con las consignas, diferían en los tiempos, miles de computadoras memoriosas se perdían en el horizonte de un mar inexistente.
   Polonia y sus adaptaciones a cualquier invasión, no pudieron detener el constante desmonte. Todavía sobrevivían sectores de bosques que guarecían a los bisontes en vías de extinción. Con un viejo teléfono, humanistas argentinios se comunicaron con polacos animados a repoblar montes y hacer reaparecer las zonas afeitadas del impenetrable. Tanvil y La Plastra fueron a buscar, vía terrestre, al contingente de bisontes indocumentados.
   Los polacos le metieron agilidad al crecimiento de arboladuras y de arbolasblandas, para aumentar y multiplicar la superviviencia de primos lejanos, cuadrúpedos gerontes venidos de Estadosumidos con los bisontes jóvenes, casi dejaron sin lugar a los argentinios y tanvinilos bípedos.
   Polonia ganó sus lugares, los polaquitos por fin en paz de todo, jugaban juegos polacos que los cuatro argentinios sobrevivientes, nunca entendieron.
                                                  

miércoles, 30 de agosto de 2017

SE SACÓ MAL


   —No voy a ser el reservorio de esta sociedad maldita y miserable que te obliga a comer mierda, todos los días. Bienaventurados los pobres de espíritu, que duermen pesadillas por lo que robaron, avasallaron, asesinaron. Bienvenidos al infierno que los espera sin brazos para quemarlos con brasas eternas.
   —¿Por qué me decís todo eso? ¿Pasa algo?
   —Ahora que me preguntás, no, no pasa nada. Todos muy bien alineados, para que pase algo. Nos estamos quedando sin agua, sin luz, sin animales, ni luna, ni sol, ni estrellas, ni árboles. Sin lágrimas ni carcajadas. El presente se fue al carajo y el futuro no quiere saber nada. El Bien y el Mal contrajeron matrimonio y serán felices para nunca.
   —No entiendo, disculpá ¿Andás mal del mate? Tanto disparate parece demencial.
   —Tenés razón, divago más que un vago en pedo. Deben ser las pastillas.
   —Bueno, me quedo más tranquilo. No camines tan rápido, esperame. Loco ¡Cuidado!, ¡¡Ahí temina la terraza!! No vas decir que no te avi…¿Lo habrá pensado bien? Que se maneje…

martes, 29 de agosto de 2017

MISTERIO DE EDUCACIÓN



   Le decían el Hombre Ilustrado, pensé que era por el cuento de B. El nuevo barrio que dieron en llamar “Manos a lo que sobra”, no tenían número las casas, era noche cerrada y me dio pena ver como buscaba de un lugar a otro. Nos saludamos, no se veía pero escuché su voz joven —Si fuera tan amable de indicarme, cuál es la casa que me corresponde.
   —La única desocupada ha de ser, sígame, tengo linterna.
   Llegó en una camioneta con caja grande, donde había algunos muebles y como diez cajones verduleros, repletos de libros con ganas de caerse. —Le voy a ayudar, si lo hace solo le va a agarrar el día.
   Aceptó y agradeció. Lo que dio más trabajo fueron los libros y nos agarró el amanecer nomás.
   —Disculpe, no tengo mucho dinero, pero con 700 ¿Le parece que estará bien?
   —¡No mijo! Acá nos ayudamos entre todos y nadie le da un mango a nadie, a lo sumo unos mates. Eso sí, entre tanto libro ¿No tendrá alguno de Bradbury? A préstamo, claro. Mi viejo, que en paz descanse, tenía la colesión completa, él me enseñó a leer y escribir, decía que B. era el mejor escritor que había. Se nos quemó el rancho junto con los libros y mi viejo, carajo. No le voy a hacer perder el tiempo con cosatriste.
   —Al contrario, amigo, me hizo ganar tiempo, mostró una parte de su vida, a mí me gusta aprender de la buena gente.
   Era un hombre ilustrado, hablaba como un profesor. Cuando dijo permiso y quedó en malla, porque se suda en una mudanza, tenía un tatuaje al lado del otro. Cómo sería de ilustrado el chico.
   —Con este lío no me presenté, soy Rafael Moreno, me nombraron Director del Colegio de este barrio, también seré el Maestro de todos los que quieran asistir.
   Lo anoticié que la Escuela no tenía un nombre, le decían la 71 y hacía años que no se usaba.
   —No lo tome a mal, pero si nosotro le ayudamo con eso que es tapera, ¿le podemos poner el nombre?
   —Delo por hecho amigo ¿Qué nombre les gustaría?
   —Le hacemo nosotros el cartel, se va a llamar “Manos A Lo Que Sobra”.
   En dos años todos aprendieron a leer y escribir. Le ponía garra el hombre. Los sábado, daba clase de tatuaje, para que los chico no se hicieran carnicerías. Durante ese tiempo, el Ministerio de Educación, le pagó tres sueldos y luego si te he visto no me acuerdo. Nosotro le damo de comer, las Doñas le lavan la ropa y le planchan, le limpian la casa y la Escuela.
   Un día nos reunió —No quiero que me ayuden más, o me van a hacer llorar. Los que me tiene que pagar son los corruptos de mierda del Ministerio de Educación.
   Nosotro le enseñamo a decir mierda.

lunes, 28 de agosto de 2017

EL ALBAÑIL


   —Movía el agua con la mano.
   —No, el agua movía su mano.
   —¿Y quién le puso cemento al piso del tanque?
   —Un albañil que se reía de nosotros, estirábamos el cemento con los pies.
   —Vos eras más chico que yo, Miguel hizo la mezcla, cubrió el piso y nos estampó las manos, igual que los actores de Estadosumidos.
   —Mirá! Viene para acá, nunca la vi con vestido negro, a Miguel le habría gustado rojo.
   Ni Cuchi, ni Tomás abandonaron su charla porque ella se hubiera sentado al lado.
   Cuchi la tomó del brazo. —Venga, Madre, el tanque vacío y las huellas de nuestras manos siguen ahí.
   La madre enrolló su pollera y se metió, besó las improntas y preguntó: —¿Y las de Miguel?
   Le dijeron que él no quiso, porque ya era mayor.
   —Este Miguel, miren las cosas que dice, siempre fue agrandado. Espero que la alemana esa lo trate bien. En la foto los veo felices, igual hay gente que pone cara para la foto.
   —Pero mire, Madre, se dan besos y nos sonríen, además están lejos, Madre, no fingen, lo aseguro.
   Tomás, metiche mala onda dijo con naturaleza natural: —Miguel va a estar cada vez más lejos, tanto que nos vamos a olvidar. Madre, ¿Por qué no hecha a los parientes llorones y apaga los velones? Ya está, Madre, haga de cuenta que Miguel nunca existió...
                                                       

domingo, 27 de agosto de 2017

OPEN DOOR

  
   Puso su mano transpirada, la escurrí, del asco a la mugre ajena.  Era una paciente con piojos, cuando soltaba una palabra o cualquier gesto lo barajaba en el aire, únicos datos recibidos de ella. Me contagió los piojos. Todos tenían piojos. Aprendí a convivir con ellos. Más de uno decía cosas sensatas. Fuera de mi trabajo, mi familia era el bar, hablé con la sensatez de aquel paciente. 
—Qué te pasa? Decís cosas insensatas ¿Te contagiaron los loquitos?
   —Sí, los piojos, los gestos, las palabras, los ojos perdidos en neblinas que pasaban por sus corazones en múltiples circunstancias. Sin horarios, sin ropas, sin frenos, trompadas impotentes, con brazos cruzados, atados con telas raídas sucias, ni colchón que amortigüe el golpe elegido de la cabeza en el cemento. Decían que había salas menos bravas. Mentira. Gracias si me podía hacer de un grupo. Algunos tenían ganas de trabajar, dos enfermeros ayudaban y muy pocos llegaban a recuperaciones lindas. Había infiltrados que revertían aquellas linduras, los aceptaba de prepo y trabajaba igual, pero más y más, hasta que me convencí que yo no era Dios.
   El día que apareció Cecilia cambió mi perspectiva. —Dr, me presento sola, no encontré a nadie…epa, lo veo con cara de “me suicido de noche, resucito de día”. Soy la Dra Ceci, así me dicen. Vos sos el nuevo, Dr Víctor, me anotició el buchón de la entrada. El imbécil cree que sé todo lo que pasa aquí dentro. Yo le pongo cara de estúpida, te recomiendo hacer lo mismo.
   —Bueno, por fin voy a tener alguien con quién intercambiar, estoy solo desde que entré y hay casos que necesito controlar, evaluaciones, métodos…
   —Víctor acá tenés que usar tu inteligencia, tu corazón metelo en el bolsillo y fíjate si late de vez en cuando, es por protección neuronal.
    Y se rió cristalino, presentí un alguien valioso. 
   —Sabés que hay tanto personal que viene, cobra y se va, parece una joda, cosa de milicos, son todos parientes.
   Le conté de mejorías grupales, rompiéndome el mate y con arañazos sorpresivos, me ayudaron dos enfermeros doctos que saben más que yo.
   —Víctor te invito a recorrer algunos sectores que andan bien ¿Vamos?
   Ceci caminaba rapidito y al toque señalaba pacientes con problemáticas diferentes exhaustivamente conocidas por ella, aplicaba medicinas atinentes, no agresivas. —Dra Ceci, me estás dando clase ¿Cómo sabés tanto?
   —Yo no sé nada, los que ya no están eran sabios eficientes.
   —¿Se murieron?
  —No, les dan traslado y nuca te enterás dónde. Vení que te muestro un pequeño pabellón de privilegio.
   Me llevó del hombro, como una colega de toda la vida.   
   —Este paciente es un oligo epiléptico, la Flía lo metió en solitario, su caso no tiene remisión. Hay un enfermero desconocido que le da inyecciones “raritas” y trae comidas especiales.
   —Ceci, lo que me contás es injusto…es…
   —Es hijo de Videla, ¿Qué querés?, dale vamos a laburar, es lo único que podemos.
   Ceci faltó muchos días. No volvió y nadie supo. Ella fue la única mujer que lloré en mi vida. A los veinte días me dieron el traslado a Melchor Romero.
                                                                      

sábado, 26 de agosto de 2017

UNA HISTORIA IRLANDESA

                 
   Mi bisabuela, Erin Flanagan y su marido, vinieron de Irlanda por la hambruna de la isla, se ofrecían de voluntarios apoyando la lucha por la Independencia de las Colonias. Internet guarda la historia del mundo en una cajita de escaso tamaño, es tan limitada, me recuerda que la Bisabuela guarda secretos en su lejano pasado, a ella le pido, con su lucidez, responder a mis dudas —¿En serio que fueron bien tratados y les gustaba la guerra?
   —No! Little, pero teníamos tanto hambre y ningún futuro, que elegimos este país. A ninguna persona con corazón se le ocurre la guerra. Peleé con Flanagan, cervezas por medio, birras, como dicen Uds. Hasta que me hacía callar, en aquel tiempo las mujeres cerrábamos la boca. Yo era testaruda, casi lo convenzo, pero la desgracia de conocer al Alte. Brown en persona, era irlandés como nosotros, se alistó y a los pocos meses lo mataron.
   —Me duele, pobre Flanagan.-Dije yo-.
   —A mí me dio bronca y muchos años le guardé rencor. Tenía que mantener ocho hijos ¿Sabés por qué sobrevivimos, Little? Aquí la población era morocha subida. Nosotros teníamos el pelo rubio, ojos celestes y una capacidad laboral que más de un Argent…¡Dios mío, perdón! Aquí me dieron un hogar, como jamás íbamos a tener en nuestra querida Dublín. Las chicas bordaban, tenían talento valorado y bien pago. Los chicos eran casi hijos de su patrón, James, eran notables carpinteros. Un día conocí a James, nos hicimos novios.
   Mis ocho hijos se enojaron con saña e intentaron cambiar mi rumbo. Cuando me casé, James puso la Carpintería a nombre de los chicos, ya jóvenes y responsables. Nació tu abuela…bueno, el resto lo seguirá contando tu madre.
   —Abuelita Erin.-Así le decíamos todos-.Voy a Irlanda el mes que viene, gané una beca con mi trabajo sobre Joyce, son diez días nada más, pero…
   —Mirá querida, ni idea del Joyce ese, espero que sea un buen marido para vos. Te voy a pedir un favor, fotos del lugar donde vivíamos, aunque debe haber cambiado, si no tomá partes viejas, haré de cuenta que fue nuestro lugar. Cuando una cumple 102 años y se ve nublado, imaginaré a Flanagan sentado a mi lado. Beneficios de la ancianidad anciana. Si lo ves no le cuentes de James, porque es muy celoso. Quiero estar sola, Little. Vení cuando tengas las fotos.
                                                           

viernes, 25 de agosto de 2017

SEGURIDAD


   —¡Qué hacés, Carlón? , tánto tiempo…te adivino…te adivino…te adiviné! , venías por unos mates, sos trasparente, perá.¡Hilda! Traete unos mates que acá vino un amigo verdadero.
  Carlón le recordó. —Yo no tomo mate, vos sabés que no lo probé jamás, me da asco eso de chupar del mismo palito. Tomo café, “Cabrales”, por supuesto, es mi vicio. Mirá viejo, no vengo a compartir brebajes, estoy en la lona, necesito que me ayudés.
   —Mirá, Carlón, el que más el que menos, todos estamos en la lona. ¿De cuánto estamos hablando?
   —Diez palos verdes. ¿Podés?
   Héctor se reía, batiendo la mandíbula. —¿Vos me estás jodiendo?, si tuviera esa guita me iría a la mierda…
   —Es que vos no sabés, te cuento. Llego a casa, del laburo, debería decir de los laburos, abrí la puerta y me encontré dos fiambres en el piso.
   —¿Y qué hicistes?¿Eran amigos?, ¿Algo así?, vos también...
   Carlón lo miró con cara de odio —Yo también?, nada, vos me llamabas Nada ¿te acordás?, bueh, no importa, sigo. Eran dos canastas.
   —¿Dos canas decís vos?
   —Así como te la canto, de repente siento un cañón en la espalda y me dice “No miré porque so boleta, tengo el patrulla en la puerta, que parece un árbol de navidá, lo fiambre son tuyo”. Entonces le pregunté: “¿No se habrá confundido? ¿Cómo voy a matar a dos policías? Si recién llego de laburar.”
“No sé, si no queré que te guardemo, son die palo verde, cinco por cada uno.”
   Le expliqué, soy laburante, no tengo esa guita, ni ahorros ni un carajo.
   Preguntó Héctor —¿Y qué hicistes?
   —Pará que te termine, me metieron en el patrulla, ligué tres culatazos y el cana, de rango, se veía “No tené un amigo? Vamo, con esa cara de nabo, algún malandra amigo habrá, dame una diresión y te llevamo.”
   —¡Qué garrón, loco! ¿Y qué hicistes?
   —Lo primero que se me ocurrió, di tu dirección y acá estoy. Está el patrulla en la puerta, vo me dijiste una vez que habías enterrado buena guita en el jardincito. ¡Por favor, salvame!
   —¡¡Cómo me vas a traer la cana a casa!!, esa guita se la comió el Gobierno de la Perra.
   —¡¡Y ahora qué hago, boludo!!
   Y Héctor contestó: —¡¡Y ahora qué hago yo!! ¡¡¡Puto!!!
                                                   

jueves, 24 de agosto de 2017

ÚNICO

                               
   Todos los matices, como una vida, como cualquier vida. Por eso lo compró, invirtió el dinero que tenía para sus vacaciones. Lo colgó en medio de una pared blanca, único cuadro en la casa. El único sillón que le dejó el divorcio lo ubicó justo enfrente. Cuando miraba concentrado, descubrió algo de su pasado, de su presente y nada de su futuro.
   Desde la posesión del cuadro sintió que no era el único que moraba en esa casa de aristas similares a espadas acechantes. Sonó el último timbre que olvidó quitar, abrió mecánico. —Buen día señor, los conteiners de afuera ¿Ud está seguro que los quiere tirar?
   Él contestó sonambuleando. —Sí, es obvio, sino vivirían conmigo, dentro de casa, tome lo que desee, ellos están en libertad.
   Al hombre le pareció extraña la respuesta, escuchó cerrar la puerta con firmeza sin ruido. Volvió al cuadro, encontró en un rincón lluvia dibujada. Abrió la ducha del baño. Lo vio diferente en el cuadro, la lluvia ahora era verdadera.
   La bañadera rebalsó hasta el sillón, cuando sintió los pies mojados decidió meterse, le haría bien, pensó, sumergió hasta la cabeza y con una navaja encontrada hendió la carótida. Se incorporó, vislumbró el cuadro, la palabra dibujada era FUTURO.
   Al hombre que vaciaba los conteiners, le llamó la atención el agua roja que salía debajo de la puerta.
   Cargó casi todo en su camión.
   El motor parecía decir: —No es problema mío. No es problema mío. No es problema mío.   
   Era noche cerrada con niebla.
   Chocó con un semáforo, lo vio un Policía que dijo: —Terminé mi turno, no es problema mío.
                                                

miércoles, 23 de agosto de 2017

ANTECEDENTES


   Mi Abuela Laura contaba cuentos que daban miedito. Terminaban bien, a mí el miedo me daba gusto. Clara, mi otra Abuela, tenía una colección de cuentos en la cabeza, les alteraba los finales, mezclaba las acciones de uno triste con uno alegre, cuando se quedaba dormida,  ignoraba qué seguía, era un placer inventar el final que yo quisiera. Se los hacía felices de toda felicidad. Empalagosos, pero soñaba dulce.
   Dio bronca, pero las dos desparecieron el año en que cumplí diez. Entonces me hice cuentera, inventaba gatos que se casaban por iglesia o cuchillos que se pelaban con tenedores y la cuchara, cobarde, se escondía.
   Eran malas las cucharas, me hacían tomar sopa ¡Puajjj! Siempre odié ese brebaje. Mami no soportaba mis cuentos y cerraba la puerta de la cocina, yo igual escuchaba —¡Qué chica insoportable! No para de hablar, una historia tras otra. ¡Me va a hacer salir canas verdes!
   Eso me daba tema para otro cuento “La Mamá de las canas verdes”.
   Por suerte estaba el escritorio de mi Papi, un grande niño, siempre hacía de cuenta que estudiaba y cuando se recibió simulaba que trabajaba.
   Su actividad predilecta y oculta era dibujar. Cuando Mami se iba a la Escuela, para avasallar otros niños, que no eran yo, entraba al escritorio. 
   —¿Papi, te puedo contar un cuento y vos lo dibujás?
   —Me parece una idea encantadora.-Decía y sacaba una inmensa caja de Caran D’ache-.
   Le contaba historias complicadas, para que los dibujos tuvieran de todo, un capo ilustrando. Pasaba el tiempo sin darnos cuenta.
   Toc-toc-toc, los tacos del arribo de Mami…estábamos sincronizados, Papi miraba los expedientes con ceño fruncido. Yo huía a mi escritorito para hacer los deberes, hacía de cuenta, en realidad escribía cuentos. 
                                      

martes, 22 de agosto de 2017

OJOS CERRADOS


   Como las cortinas de un rancho, entra el aire y ellas se inflan y remontan el calor y las moscas.
   Una silla de mimbre cliqueando con alguien de ojos entornados. Un olor a frito, a cocina económica, a mate, a kerosén a caca de gallina, a puchero antiguo, a leche cortada, a grapa Valle Viejo, a vino patero, a pis de gato. Olores universales, más espaciosos que un rancho.
   Un chico entra por la cortina más delgada, se enrosca, logra desanudarse y se sienta en una silla de paja, bajita. El chico pregunta al abuelo si le puede contar un cuento de fantasmas. El abuelo sonríe y con los ojos cerrados, comienza una historia.
                                                         

lunes, 21 de agosto de 2017

LA DECISIÓN


   —Andá a visitarla, un rato nomás, ella te espera.
   —¿Mamá decís vos? No me quiso desde antes de nacer. Psicópata total, Gus, no me mientas, ella nunca me esperó. ¿Qué le dio?  Ah, ya sé, viene su amiga, quiere mostrarle cómo crecí, seguro que le dice “Mirá Laura si no es otra, desde…bueno desde…el accidente”. Hipócrita, hasta hace una pausa, no me banca, me odia y no te hagás el boludo, Gus, fuiste testigo. Ni abriste la boca.
   —Pasó tiempo, tratá de olvidar, o te vas a volver loca como ella.
   —Ya estoy loca, tenés razón, pero no como ella, peor, sufro como un caballo porque la quiero, aunque me cagó la vida.
   —Vos elegiste Laura, yo era chico, nací entre escándalos, vajillas trizadas y golpes, llegué a pensar que la vida era eso. Él se fue así, ni saludo, ni explicación ninguna. Él formaba parte y se borró.
   —¡Basta! Ni siquiera  lo nombrás, decí ¡Papá!, carajo ¡Papá! El ser más noble que he conocido, sí se fue ¿Y? Corríamos riesgo de…de que nos hiciera puré de neuronas. Yo no elegí, hice lo que pude. Él, como vos lo llamás, quiere que vivas con él, es tu Papi, coño! Vendí mi casa, el auto, esperé alguna ayuda de la familia, nunca hay que esperar. Les corté el rostro, acá no pisan más. Ella está en un buen lugar. Lo elegí yo, Gus, tenés razón. Tiene un jardín para ella sola, selvático, florido. Hoy fue el primer día que quiso recibir a su amiga. Yo sé que me espera y voy a ir y le daré abrazos y besos. Le mentiré la hija que quiso. El equipo que la atiende dijo que hará progresos lentos, también remisiones, pero existen certezas de su cura ¡Hey! tranqui, mi pichón, no llores, porque me quiebro y necesito ser roble.
                                                                

domingo, 20 de agosto de 2017

¿SE PUEDE PATENTAR EL SOL?


   Los hermanos eran como Caín y Abel, así decía la cocinera que los vio nacer. Jorge era un ser de luz, no necesitaba ir a misa, decía su madre, nació santo. Pregunta que le formularan era —Contento.
   —¿Cuántos años tenés, Jorge? -Interrogaban las tías para reírse-.
   —Contento.
   O—¿Te gusta ir a la Escuela?
   —Contento.
   Como si el mundo, con sus dos años, tuviera la misma y única respuesta: —Contento.
   Estando de vacaciones en Chascomús, Agosto de 1928, durante las mañanas, cada hermano tenía una bacinilla que resultaba un lugar obligado, se los sentaba de prepo a la misma hora. El más grande, al que le decían Caín, luego lo modificaron por Caíto.
   Aunque el primer nombre le iba perfecto, decía Justa, que les hacía de Nana, ninguno tenía ganas de hacer lo correspondiente y jugaban sentados en las bacinillas carreras con las piernas, los recipientes eran butacas imaginadas, siempre ganaba Caíto. A su hermano no le molestaba, su madre, temiendo que Jorge entristeciera por perder, le preguntaba —¿Cómo te sentís hijito?
   Jorge contestaba. —Contento.
   No guardaba ningún rencor a su hermano. Una mañana habitual de sentarse, en lo que ellos daban en llamar autitos de carrera, Jorge quiso correr tras su hermano, pero no pudo, su pierna derecha quedó rígida e inmóvil.
   La familia llevó el niño al médico más próximo, ansiando que el Dr respondiera: Calambre prolongado o algún episodio pasajero.
   El Dr no sabía cómo decirles, los conocía de recién nacidos y Jorgito era su predilecto. Eligió palabras para cortarle dramatismo, llamó a sus padres aparte. —Contrajo Poliomelitis, no tiene cura, sólo placebos.
   No se sabía de la vacuna antipolio, aún no la habían descubierto. Años después, cientos de miles de personas se salvaron gracias al investigador., Dr Salk. El padre lo llevó en brazos hasta la casa. Ocupó un sillón prohibido para niños, sólo el padre lo usaba por tener almohadones de duvet y un color inefable. Jorge, que tenía dolor y asombro sonrió cuando lo depositaron en el sillón prohibido. La cocinera lloraba, Justa lloraba y los padres no lograban contenerse.
   Su Mami hizo un personaje despreocupado y amorosiento, le preguntó con voz tranquila. 
—¿Cómo te sentís, Jorgito?
   Él apoyó sus ojos, en los ojos de su madre y respondió: —Contento. 
                                              

sábado, 19 de agosto de 2017

TITO SALAMI ALIAS NARAK AMUL


   Llegó de India con una experiencia práctica de medio siglo. Sabios maestros lo consagraron diestro alumno y pródigo masajista. Era nacido en Villa Rasqueta (Argentina). Retornó a su país Lito Salami, tal era su nombre. Le pareció grasa y lo modificó por Narak Amul. Se instaló en un geriátrico abandonado tras un reciclado donde todo provenía de India. Repartió camillas de varias dimensiones, torneadas por ebanistas del Siglo XV. Un tatame de minúsculas estrellas cubría los pisos. La casa por fuera tenía aires de Taj Mahal. Las clientas que atendía, se daban aires hablando de París como si quedara acá a la vuelta y costara dos mangos el pasaje. A las pretenciosas, Narak Amul, les hacía masajes violentos, la relajación consistía en un prensado que caía con lentitud del techo. Las dejaba chatas y en estado de gracia, cobraba cifras Lacanianas. Se puso de moda.
   No había tilinga que no necesitara masajes diarios, una en especial, llamada Martirio. En este caso Narak Amul procedía con cautela, recorría su cuerpo con la yema de los dedos, deteniendo su marcha en las zonas pudendas, a pesar de Martirio. —Narak, siga nomás, mi cuerpo necesita masajes sin dejar lugares libres.
   —Martirio, no olvide inhalar y exhalar, así advierto la conclusión de mi trabajo.
   Cuando la exhalación de Martirio se extendía con cuatro minutos y medio de gemidos, Narak Amul retiraba sus dígitos, eran besados por Martirio con efusión y respeto. Tenía otra paciente, Marga, que contaba cosas de su vida privada. —Marga, esto no es una peluquería, aquí sólo se respira y se deja hacer al Maestro.
   Obedeció a Narak. Retornó a su casa con levitación y alevosía. Dijo a Michael, su marido, que deseaba la separación definitiva.
    —¿Por qué, Marga, ya no te intereso?
    —Michael, las películas pochocleras te interesan más que yo, encontré un imponderable reemplazo, el mejor Masajista de India, Chaco y todas las mesas que faltan escrutar.
   Michael y sus amigos se anotaron en la promoción que ofertó Narak. Salían de los masajes con ojos de vaca ausente. Hubo un detalle que todos pasaron por alto, hasta los desconocidos. Sus voces graves se aflautaron, caminaban con brazos quebrados en los codos y manos que giraban como locas de contentas.
                                 

viernes, 18 de agosto de 2017

LA POSTURA


   Julio era genial para estudiar, porque el cansancio lo inundaba rápido. Proponía jugar al ajedrez, corriendo los apuntes a cualquier lado, el escritorio liso, Bruno acomodaba las piezas y tenía la visión perfecta de Ana al fondo, tomando el sol del mediodía. Sólo atisbaba cintura y caderas de balanceo imperceptible. La pensaba frívola, tilinga, indiferente y mil argumentos, para que aquellas caderas no le secaran la garganta. Cuando el tablero estaba armado, Julio se cansaba antes de empezar, igual su amigo siempre le ganaba.
   —Me permitís? Tengo que buscar algo que dejé, no me acuerdo dónde. Esperame, o no me esperes, como quieras.
   Sin más se retiraba, para nunca regresar, después le hablaba, por lo común, al día siguiente.
   Bruno se quedó por ella. Cuando el sol se retiraba, Ana se acercó y mientras él juntaba los apuntes, con placer y miedo, Ana rozó el escritorio con postura modulada, estilo “Qué me importa”, hasta apoyar la cadera, cerca de la mano de Bruno. Con sutileza de ofidio deslizó un —Perdoná, soy torpe.
   Con ternuroso descaro, le tomó la mano. —¿De qué es esa cicatriz, Bruno?
   Él le explicó el episodio de la sevillana en dos palabras. No se escuchaba ninguna respiración, porque ambos generaron el espacio necesario, para que Ana besara la cicatriz y le llevara la mano a su cadera. Para Bruno fue un implante definitivo, para Ana, un tatuaje al día siguiente: la mano de Bruno en la cadera derecha.  

jueves, 17 de agosto de 2017

SILENCIOS MIMADOS


   Tan tímida, casi no abría los párpados para mirar sitios, que alguien le señalara. Parecía querer ausentarse de sí cuando le dirigían la palabra, aunque fueran palabras suaves de cuento, o inquietantes por remitirla a mundos desconocidos. Nunca miró la araña del comedor, con telas de araña que construían sus atrapabichos. Un rayo de sol que empezaba en la ventana, le mostró el delicado tejido de las arañas.
   Los martes aparecía el primo Alberto. —Hola! Mi querida Anto.
-Y le daba tres besos mejilleros.- Qué hacías?
   Anto era muda, pero explicaba con el cuerpo con tanta gracia y austeridad, como Marcel Marceau.
   Ese día mimó, cómo una margarita constaba de 24 pétalos. Alberto la admiraba, por no emitir palabras, el silencio de sus conversaciones gestuales, dejaban un espacio de afecto tácito.
   Desde que sus padres hicieron un viaje al cielo, Anto vivía con ocho gatitos. Una señora iba dos veces por semana y le cocinaba rarezas que guardaba en el freezer. Trasladaba la mugre con un plumero y se sentaba en la galería, junto a Anto, hablando sin palabras.
   —¿Vino tu primo Alberto?...Ah, sí, acá me dejó el dinero. Anto, no es bueno que pases tantas horas con él.
   Anto juntó sus cejas, con temor —No te asustes, pero me parece que van muchas veces que se queda más de lo necesario.
   Anto se abrazó a sí misma, dio vueltas y mostró una sonrisa plena. La señora se despidió con besos pringosos que Anto secaba con prontitud. Esa noche de martes, Alberto, entró por la ventana. Estaba violeta de frío. —¿Me puedo meter en tu cama? Hice diez kilómetros bajo la nieve. Derrapé con el auto, ahí quedó, no arrancó, salí del gimnasio con ropa de tenis, soy un bol…perdón casi digo...
   —Boludo.-contestó Anto.
   Alberto quedó pasmado —Desde que te conozco sos muda, los médicos dijeron…
   —Los médicos no saben nada, además puedo hablar con mis gatitos, ellos conocen mi voz, pero no le cuentan a nadie, son mis leales compañeros.
   Dijo Alberto, rojo —¿Y ahora qué hago?
    —Metete en mi cama, nos ponemos los gatos encima y el calorcito será glorioso.
   Los dos miraban el ventanuco del techo. —Me regustaba tu mudez, los silencios bailados para explicarlo todo.
   Anto no dijo nada, durmieron. Por la mañana Alberto ya no estaba, no regresó el siguiente martes, ni el otro, ni ninguno.
                                             

miércoles, 16 de agosto de 2017

PIES JÓVENES PIES VIEJOS


   Fue en un ascensor, él subió en el piso 24, con dos computadoras, cuatro celulares, cables que se metían en sus oídos y otros le rodeaban el cuerpo, nada tenía sonido, la vida sin señal le apagaba el rumbo. Hoy la Conferencia, total, para decir boludeces. En el piso 22 entró ella, carpetas, libros, cuadernos raídos, formaban una pila más alta que la joven de pies viejos.
   Se derrumbó todo en el piso. El telemático, de pies jóvenes, se comidió y juntó todo con prolijidad oriental. El “Gracias” de ella se confundió con el “De nada” de él. Planta baja. —No puedo salir. -Dijo ella-.
   —Yo tampoco, hay algo que atrapa.
   Algo tan nimio como diez pelos de barba, enroscados en la trenza de ella. Se anudaron y no hubo forma. El encargado quiso ayudar. —Van a tener que salir juntos, estos nudos me superan.
   En la calle caminaban doloridos, cuando tira, duele. —Me costó que la barba creciera, ni en sueños corto un sólo pelo.
   —Sabés los años que llevó mi trenza larga? Jamás quitaría nada.
   Abandonaron compus, celus, cables, libros, cuadernos, en un banco de la plaza.
   —Vamos a tomar un café y vemos.- Dijo él-.
   Ella metió su trenza en una charola de agua que pidió al mozo, él y su barba, tal vez mojados los pelos… Pasó el novio de ella, entró al boliche y le pegó una cachetada. La mujer de él los descubrió en la vidriera. Esa, repartió a lo pavote, dos bifes a cada uno.
   Hubo divorcios explícitos. Ellos partieron en silencio, soliviantaron el dolor caminando abrazados. No se amaron, la cuestión pasaba por el pelo.
                                                 

martes, 15 de agosto de 2017

HACER LO DEBIDO


—Mire Sartrita, ya van como veinte sesiones dedicadas a su hijito. De usted, quiero que me hable, qué quiere de la vida, cuáles son sus deseos, qué le gustaría hacer…
   —Ante todo, Dr Embroyo, mi nombre es Sarita, no Sartrita.
   —Por favor, sepa disculpar, se me produjo una mezcla entre su nombre y Sartre.
   —¿Qué tiene que ver Sartre conmigo?
   —No sé, me acuerdo que escribió La náusea y usted, a veces, me da… Bueno mija quiero ayudarla.
   —Yo de la vida quiero que mi hijo me quiera y más ahora que tiene un buen puesto, es asesor de la estúpida, perdón Embroyo, fue un fallido, de la Presidrenta quise decir, deseo que me consiga veinte jubilaciones de privilegio. Me gustaría un viaje por el Egeo, haría lo que fuera por él, si quiere que porte heroína, yo me prendo.
   —Cálmese Sartrita, bueno Sarita. Seguimos en lo mismo, su vida empieza y termina en su hijo.
   —Se equivoca, Embroyo, yo quiero mis jubilaciones y viajar al Egeo, con heroína si es posible. No hablo de mi hijo, hablo de mí.
   —Bien, bueno, bueno, pero no podrá negar que la proveniencia de lo que pide atañe a su hijo.
   —Parí un monstruo, Embroyo, no me llama, si llamo yo hace decir que no está. De todo lo que afana, perdón un lapsus, de todo lo que afanosamente gana, que es un montón, se lo aseguro, no me da nada. ¿Entiende lo que le digo, Embroyo?
   —Mi querida, la entiendo, hay cientos de personas en su situación. Pero debe usted ser algo objetiva, su hijo es un hombre y lamento ser yo el portador de esta conclusión, que debiera haber sacado usted misma. Lo que usted parió Sarita, es un corrupto que merece su desprecio. Si usted tiene valores morales y éticos, no se puede exponer a perderse en pasillos degenerados.
   —Usted está atrasado de noticias, ética, moral, son valores que no cotizan, no existen. Yo quiero guita, no me interesa si es robada, prestada o alquilada, quiero plata. Viajar y vender la droga más cara del mundo. La que paguen más. Y si estoy aquí soportando un psi, que hasta se parece a mi tío sacerdote, me voy y chau.
   —Estamos de acuerdo, váyase. Pero pronto, antes que le vomite encima. Si logra comunicarse con el delincuente de su hijo, dígale que me pague las veintiún sesiones que la atendí gratis. Dígale que si no lo hace, le voy a mandar un morocho, paciente mío, hábil en estas lides.
                                                           

lunes, 14 de agosto de 2017

ARREGLÁ LOS BACHES


   —Desde acá presiento mi destino, trataron de destruir mi autoestima atando bueyes para que me cayera. Haciendo licuado de vidrio, así cuando mi imperceptible movimiento, el licuado destruyera mi equilibrio. Siguieron con más, pensé que era envidia, por mis pies de bailarina, pero quién va a envidiar a un ser tan torturado. El día que me suicidaron, todos inventaron cosas diferentes, cirqueras y falaces. Años más tarde, los Doctos doctorearon argumentos que hicieron reír a mis pedazos. Intentaron reproducir mi vida con poliuretano. No advirtieron que el recinto en el que me construyeron era más chico que yo. Tuvieron que romper el galpón para sacarme. Después me pegaron con iuju, poxinterpol, plasticulox, justo o casi, en el lugar de mi cuna vacía. La villa Tanvil festejó con emoción la patética imitación de lo que no existía. Ellos son así, lo que no saben lo inventan. Después de lágrimas y abrazos advirtieron que mi barrio era regrasa y ellos, que son tan finos, dejaron de visitar la mentira, la rodearon de kioscos de gaseosas, expendio de drogas con permiso y artesanías pedorras. La pobreza no se tapa así nomás y hasta los turistas dejaron de visitar, lo que fue mi territorio. Ahora que jodieron todo, se ríen tonteando lo que hicieron. Luego comenzaron con los monumentos, el monumento al salame junto al intredente, parecen mellizos. El Parque Traumático con dinosaurios barnizados. Renato Lavandera, el “tahúr de villa Tanvil”, hecho en parsec, vive en la trastienda del ñoquicidio. Tres piezas de ajedrez oxidado, en la plaza Plaza principal. Ando mal de la memoria, le tengo que avisar al Centinela que en cualquier momento lo partirán en dos, para ver qué tiene adentro.
   Qué lástima me da haber muerto antes que él, yo lo amaba y él también a mí. Eramos chicos. Los Indios, dueños de estas tierras, resultaron muy guardabosques, no nos dejaban besar ni de lejos.
   —Ahora te hablo a vos, cómplice necesario de cualquier malandra con guita. Dejá de gastar con tus amigotes los subsidios que te manda María Eugenia, un angelito, que si se entera lo que sos, te va a partir al medio para saber cómo es la nada.
                                           

domingo, 13 de agosto de 2017

HOJAS PEGADAS IGNORANCIA ASEGURADA

                         
   “Las Rocallosas”, era el nombre del barrio cerrado. Todos vivían en casas grandes, para hacer valer sus derechos crapulosos, grasas y el mal gusto privado, el más costoso. Doris, que la llamaron así por Doris Day la actriz más querida por su madre, leía mucho y tenía tantos callos, que se arrancaba los costrones pieseros, con uñas feroces. Había tres podólogos enriquecidos por la cantidad de callos, que tenían en el barrio. De ahí el nombre de callosas, Ro fue el dueño primigenio de los terrenos, los vecinos decidieron unir su nombre para que sus problemas devinieran del Sr Ro. La verdadera historia fue que la tierra de aquel predio, por un extraño componente, hizo que el Sr Ro muriera encallado de pies a cabeza. Las parcelas fueron valuadas en la tercera parte de su precio real.
   Los ricos repentinos, acostumbrados al descubrimiento de ofertas, compraron, a la semana del sepelio del anciano Ro. Los podólogos, podologaban hasta los fines de semana, los ricos nuevos contraían callos que lentamente trepaban hasta las rodillas y proseguían. Doris, la más afectada, descubrió en la Biblioteca Comunitaria, un libro antiguo de hojas papel Biblia. La tapa rígida tenía una inscripción en latín “Phaenomena callosus”. Las letras desvaídas, con rezagos de oro, las hojas estaban tan pegadas que por más uña que Doris incara, no logró separarlas. —Este libro es como el gobierno de la perra, que no quiere decir dónde está la guita.  
                                      

sábado, 12 de agosto de 2017

AMIGO


   Estaba solo como yo. Lo traje en una mano. Le daba alimento con gotero, mamadera y al poco tiempo comía por sí mismo. Mis pantuflas fueron destruidas, hasta convertirlas en guedejas inermes. Pensé en pegarle, pero me miró con la inocencia del que no sabe y no pude.  Cuando mordió los almohadones del living, las plumas suspendidas me hicieron pensar en odio nevado, enrollé unos diarios y arremetí contra sus asentaderas. Era lo único que tenía afuera, el resto del cuerpo lo trabó bajo mi cama. Lo saqué al jardín, ladró hasta que se prendieron las luces de los alrededores. Cuando me fui lo entré, hacía frío.
   Regresé tarde y contento. La mitad de mi novela fue aceptada con elogios  y me pidieron el resto. Tenía cuatro días. La casa era un infierno. Despedazó el colchón y masticó todos los libros del primer estante. Se arrastraba estilo hipócrita. Le di un puntapié y aterrizó en el jardín. Se transformó en alguien de afuera. No volvió a dormir bajo techo. Construí una casita de madera y arriba pinté su nombre: “Sorete”. Él quedó encantado, me besaba la cara y las manos agradecido. Al cuarto día tenía mi novela terminada. Quise festejar con alguien. Desayunamos juntos, adentro. Salí volando, no sin antes pasar por mi escritorio a retirar el material. Todo mi manuscrito hecho trizas, mi laptop hecha trizas y sin memoria. Sorete había entrado por el ventiluz de la cocina. Lo abracé para ahorcarlo y él me clavó sus colmillos en la carótida. Quedé tirado sobre las baldosas, no pude mover un pie, con una mejilla nadando en sangre. Sorete movía la cola y me alcanzaba pedazos de la novela. Movía la cola y limpiaba mi herida con la lengua. Esperaba un mimo, el muy sorete.
                                                              

viernes, 11 de agosto de 2017

NECESARIO Y FUNDAMENTAL


   Blancanieves, nacida ninfómana, sufría la soledad del bosque. Saciaba su disgusto comiendo fresas, frutillas y jazmines. Un domingo, siete enanos, en su día libre, hicieron caminata por la floresta. Escucharon la voz dulce de una joven cantando “Todo lo que necesitas es amor”. Siguieron la dirección del sonido, descubriendo a Blancanieves, lavando sus calcetas y el corset, tan níveos como ella era. Los enanos aplaudieron mientras ella, sorprendida, los contó rápidamente y eran siete.
   Ocultó su emoción sensualera, los invitó a comer, ellos colaboraron con salchichitas al ron.
   Blancanieves tendió una cama redonda, con sábanas impolutas, para hacer una larga siesta, el calor sofocaba, pero su casa era tan fresca que a los enanos les pareció mágica. Blancanieves simulaba pesadillas y los abrazaba uno por uno. Elmer Gruñón dijo —Srta, me parece que Ud está abusando de nosotros ¿Uds qué piensan amiguitos?
   —Sí, sí, sí, sí, sí, sí, es una abusadora.
   —Vayamos step by step, tal vez sea como Uds dicen, pero observen en qué condiciones me encuentro.
   Elmer Gruñón se reblandeció.
   Blancanieves había caído de su cama, el vestido arrugado y pellizquitos por aquí y por allá. Finalmente estaban todos en el piso. 
La ¡re-cogieron! y la depositaron en su cama redonda.
   Quedaron en verse el domingo siguiente.
   Tanto Blancanieves, como los siete enanitos, estaban exhaustos.
                                             

jueves, 10 de agosto de 2017

ÚLTIMA AVENTURA KRETI


   Muy cerca del archipiélago más pobre de la Tierra, que guardaba treinta edificios de vándalos corbateros, jubilados en el ejercicio de la estafa, aterrizó un avión supersónico, conducido por una señoritinga que se presentó en solitario. —Soy la Dra Kretina Lachorra y les traje de regalo la última vaca de mi país, por seguridad, no daré el nombre de la Republiqueta.
   Dos esclavos encadenados ayudaron a bajar la vaca, en el lugar donde el hambre era su alimento básico. La Dra Lachorra prometió que en la mañana desayunarían de una ubre de cien vertientes.
   Ella durmió con dos vándalos castrados, en la torre más alta del country de cemento. Fue llevada por un andarivel de oro puro hasta el lugar de los muertos de hambre. La esperaban con la boca abierta, le vino bien para no rozarlos, echó tres gotas en cada uno, terminada la agotadora tarea, se encargó personalmente, del desguace vacuno, su actividad preferida. Pretendió un asadito al carbón, pero todos se abalanzaron sobre la carne cruda.
   De la vaca, no quedó nada. El más capito del lugar, que hablaba Argento, dijo —Dra Lachorra, nosotros somos antropófagos, cuando nos quedamos con hambre, seguimos comiendo lo que tengamos enfrente, y bueno, Ud ahí, nosotros aquí, no sé si me comprende, vamos a saciarnos con Ud.
   Empezaron por el botox, exquisito condimento, los glúteos inmensos fueron como un segundo plato. Los niños pelaron sus deditos, similares al pollo y los tobillos, gordos y duros, los comieron las mascotas. 
   De la Dra Kretina Lachorra, no quedó nada.
                                        

miércoles, 9 de agosto de 2017

CHAPEANDO


   Flecha andaba en su Harley por las noches, calles vacías, ni un alma, o mejor ni una persona, no todas tienen alma. Se dirigió al banco sin respaldo, donde dormía el Doctor João. Tenía dos botellas vacías bajo sus brazos. Era un Poeta notable ignorado, sobre todo por poetas notables, trepadores, olvidables antes de cruzar la calle. João entreabrió un ojo —¿Qué hacés Flecha, a esta hora? No te convido por razones bobas, igual me abriga tu visita…
   Antes de terminar sus chamuyos fraternos, aparecieron cuatro patrulleros, dos motos y un cuatrociclos. —¿Se puede saber qué hace durmiendo en un banco público?
  —Ud, oficial, general o lo que guste, lo ha dicho. Es un banco público, formo parte del público y duermo porque tengo sueño. Les presento a mi amigo, Flecha de la noche, asistente de los solos.
   —Esto es el colmo, hay que explicarles a Uds, que tienen la peor prensa del mundo, qué hace el Dr y Poeta João.
   Flecha sacó su chapa. Quedaron mudos. 
   —Como podrán apreciar en este bronce, soy el Jefe del boludo que los manda y los llama negros de mierda ¡¡¡Fuera ya!!! Me tapan la luna y el silencio.
   Desaparecieron de inmediato. —Ché, Flecha ¿Vos sos cana?
   —Dr, Ud mismo me explicó, que el mundo se divide en nosotros y la cana.
   —Tenés razón, no me acordaba ¿Y la chapa?
   —Me la prestó mi hijo, pero estos animales no diferencian el bronce del cotillón.
   El Dr y Poeta, preguntó: —¿No me prestás una birome?, papel tengo.
   Se sentó erguido como los grandes y escribió una poesía, se la entregó a Flecha, doblada prolija. 
   —¿La puedo leer?
   —De ninguna manera, es para tu hijo y nadie más. Andá nomás, Flecha. Tengo ganas de seguir durmiendo.
                                                                       

martes, 8 de agosto de 2017

POBRECITA LA GENTE ¿NO?


   La Feria del Libro de la villa Tandil, resultó patética. Los stands, cuatro palos y un tablón sin lijado y fuera de escuadra, pasillos que conducían a diferentes presentaciones.
   —¿Para qué fuiste?-Pregunta la Negra, mujer de campo, fuerte y rebelde, lo único auténtico del pueblucho, mi amiga del corazón-.
   Le hice una descripción somera.
   —Entré en el Salón de los Espejos, que no tiene espejos, lo hice por mi Profesora de Taller, la única persona que empuja a escribir con placer y me presenta autores que desconocía, valiosos algunos. La presentación de un libro colectivo, que se ha presentado unas cuarenta veces, esta vez por una escritora de Bs As, que no tenía la más puta idea de los cuentos, deduje con mi marido, que leyó el prólogo, se hizo unos pesitos y chau carajo. Mi Profesora y una compañera Presentadora, eran las únicas que hablaban de corrido. De pronto faltó el aire, emergió olor a lugar sucio y a gente sin ducha previa. Daba vergüenza ajena. Pasaron un video, que no merece comentario alguno. Salí del lugar porque me desmayaba. Di una vuelta por los stands, ¡Había libros! Ninguno tenía precio, gesto antisocial, se respiraba masonería soterrada.
   Escribo desde los nueve meses y lo seguiré haciendo, no soy buena cuentista, pero me divierto. Nos perdimos el epílogo que era comer en un restorán, no teníamos un goman.
   Llamó la Negra —¿Vienen a comer? Verdura de quinta, tartas de salvado y vino casero…
   —¡Sí, vamos para allá! La última vez que fuimos a ese restorán que convinieron todos, vomitamos. Espero que a los que fueron no les haya sucedido igual.
                                                                

lunes, 7 de agosto de 2017

DEFENSA PROPIA, MAMI


   —Mami, conseguí una novia!
   —¡Contame, te pensé clausurado en tus trabajos.
   —Mirá, tiene tatuajes hasta en los cachetes.
   —¿De la cara?
  —Sí, acertaste, en los glúteos también, pero si no los muestra, ni te enterás. No estudia, no trabaja, fuma porro todo el día, toma birra sin parar y lo que más le divierte es pinchar forros.
   —¡Cómo me contás eso, me vas a matar!
   —Má, vos me decís siempre que use forro, si la minita los pincha, no es mi problema. Ocurrió, quedó embarazada. Vino a casa llorando, me acordé de tu consejo. Cuando la minita dijo: “Esto no tiene nombre”, le contesté: “Ni apellido tampoco, porque yo me rajo”.
   —Hiciste bien, hijito, no es un buen perfil para el cargo de Canciller que te ofrecieron en Venezuela.
   —Por supuesto, Má, cae de maduro.
   —Haceme caso, buscá una esposa irlandesa, polaca, rumana, ucraniana, esa es buena gente, decentes y fieles. Ni se te ocurra una argentina, ya viste lo que son, ¿Y si le pedís al mafioso que te nombró, que te cancilleree en el Primer Mundo?
   —¡Vieja, sos una genia!
   —Tené cuidado el lugar que elijas, hay bombas en cualquier lado.
   —Madre, en Polonia están acostumbrados, vas a conocer una nuera polaca de primera mano. Me contaron que hay vírgenes por allá ¿Será cierto?
                                                    

domingo, 6 de agosto de 2017


   Odio que me llamen a comer cuando inicié una historia para quitarme la histeria.
   Tengo que ir. Hace tres días, cuando él no me ve, tiro la comida a la basura. Hoy tengo manos intermitentes y la barriga hace ruidos de arroyo seco. He vuelto tanto sobre lo escrito, busco palabras y las encuentro cursis, fritas en aceite usado. Suena el teléfono, mi mejor amiga, no sé si es mi mejor, pero es la única. —Los chicos bien?
   —No sabés, divinos.
   —¿Y vos, sin el cuadro familiar?
   —Y bueh, hago quinta, pero con dos meses de lluvia y humedad, imagínate, está todo pachucho.
   —Disculpá, Negra, van dos veces que llaman a comer, te hablo el viernes, tá?
   —Tá, beso.
   Somos uruguayas y se nos ocurrió instalarnos en el país que se dice, hermano,  como mi hermano, más o menos.
   Las dos teníamos unas parcelas y algunas vacas.
   Los impuestos desmesurados de la perra, nos dejaron en bolas, pero sin gritos. Odio permanente y el que no odia en Argenta, que levante la mano, fija que el tipo es latrocida.
   Acá hay más canallas que canillas.
   Encima tomé vino y me retaron porque era para mañana. Los hombres son más bestias que las minas ¿Cómo tienen la plena seguridad que habrá mañana. La pura queja, debe ser lo único que sobra aquí en la tierra. Me retracto, las minas también son bestias, lo confirma andar en una moto, con dos niños adelante y uno atrás, mientras hablan por celular. Nos vemos, loco, todo bien.                                                                                                                                                   

sábado, 5 de agosto de 2017

RATÁN


    —Elegir con cuidado un punto del aire.
   Así sonó la voz ronca del abuelo mientras lo hicimos sentar y lo disfrazamos de bebé espacial. Él nos dejaba, éramos siete, alguno lo hacía poner de pie y lo trasladaba a la sombra y luego invitarlo al sillón de ratán desde donde podía apreciar los últimos rayos de sol.
   Esa noche casi nos olvidamos del abuelo, los grandes ni preguntaron, para ellos era invisible. El abuelo, semidormido, prefirió quedarse allí. Lo tapamos con una frazada. Flor llevó su bolsa de dormir y se tiró a su lado. Al final terminamos los siete alrededor del abuelo. Era luna llena, el abuelo no dijo nada, pero yo lo veía cuando miraba cómo crecía la luna por las noches.
   Cuando despertamos, muertos de frío, el abuelo tenía los ojos entreabiertos. Los grandes, anoticiados, corrieron a verlo. Ellos, que nunca lo miraban de vivo ahora ansiaban verlo de muerto. Hasta el tío Antonio pretendió cerrarle los ojos. Entre los siete se lo impedimos.  Los grandes retrocedieron. Flor salió del grupo y les dijo que lo dejaran un rato allí. Seguro había encontrado un punto del aire, se hicieron amigos e iniciaron un viaje con el punto.
    Cuando quisieron acordar, el sillón estaba vacío. No se convencían que el abuelo se había ido cuando encontró lo que buscaba.

viernes, 4 de agosto de 2017

ATÁVICO

                            
   Viven juntos, hace poco, él trabaja diez horas, ella también. Se ven de noche, cansados, agotados, ni fuerzas para hacer el amor, intentan un hijo. Ella piensa en el domingo libre y allí sucede, se muerden, se amasijan, se convencen, se arañan, se pelean y arremeten, todo está permitido en el amor.
   Se comparte con otros la comida, los mates, el calor, el frío, pero no el amor, el amor no. El lunes los números reemplazan las palabras. Viene la noche, él y ella miran el techo, las goteras no duermen, los sumerge en un insomnio atávico.
   —Pudimos pagar todo ¡Qué alivio!
   —Querida, empieza mañana el nuevo mes. Y la condena del Mito de Sísifo.
   —Mañana es domingo, lo haremos todo el día, si es posible. Hay que comer con prudencia. Así la siesta duerme sola.
   —La buena vecina me regaló un almohadón bordado con corazones, dijo que lo pusiera bajo el coxis, óvulos y espermas se atropellan, se juntan.
   —Te recuerdo que el amor no se comparte, menos con la buena vecina.
   —Ella trata de ayudar, con su historia de nueve partos y yo acepto sus consejos con puntillas, por anciana y entrañable.
   Llegó el domingo lloviendo, fue providencial, no hay yerba, se muerden, se amasijan, se convencen.
   La buena vecina partió a Italia, así de anciana, a conocer sus nietos y los nietos de sus nietos.
   Les regaló la casa sin goteras. Él observó la panza cervecera de ella.
   —No tomes tanta birra.
   —No es birra, es niño.