Blancanieves,
nacida ninfómana, sufría la soledad del bosque. Saciaba su disgusto comiendo
fresas, frutillas y jazmines. Un domingo, siete enanos, en su día libre,
hicieron caminata por la floresta. Escucharon la voz dulce de una joven
cantando “Todo lo que necesitas es amor”. Siguieron la dirección del sonido,
descubriendo a Blancanieves, lavando sus calcetas y el corset, tan níveos como
ella era. Los enanos aplaudieron mientras ella, sorprendida, los contó
rápidamente y eran siete.
Ocultó su
emoción sensualera, los invitó a comer, ellos colaboraron con salchichitas al
ron.
Blancanieves
tendió una cama redonda, con sábanas impolutas, para hacer una larga siesta, el
calor sofocaba, pero su casa era tan fresca que a los enanos les pareció
mágica. Blancanieves simulaba pesadillas y los abrazaba uno por uno. Elmer
Gruñón dijo —Srta, me parece que Ud está abusando de nosotros ¿Uds qué piensan
amiguitos?
—Sí, sí, sí, sí,
sí, sí, es una abusadora.
—Vayamos step by
step, tal vez sea como Uds dicen, pero observen en qué condiciones me
encuentro.
Elmer Gruñón se
reblandeció.
Blancanieves
había caído de su cama, el vestido arrugado y pellizquitos por aquí y por allá.
Finalmente estaban todos en el piso.
La ¡re-cogieron! y la depositaron en su cama redonda.
La ¡re-cogieron! y la depositaron en su cama redonda.
Quedaron en
verse el domingo siguiente.
Tanto
Blancanieves, como los siete enanitos, estaban exhaustos.
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