jueves, 26 de marzo de 2015

COMPAÑÍA

      Pienso el tema y lo escribo, él me mira. Necesita estar cerca de mí y que lo bese sin dejar de escribir. Es amigo de la adolescencia, no pude negarme. Justo el cuento se trata de él mismo. No se daría cuenta porque no sabe leer. Escribo que es indolente, exigente y no desaparece de mí, entre el paisaje y yo está él. Ahora viene con amenazas que dan miedo, yo las creo, pero no me importa.
      ¿Quién me acompaña sin hablar, con lealtad? No nos podemos dejar, aunque te aumenten, yo te voy a comprar igual.

      No puedo vivir sin vos, aunque hagas olor a pucho y me hagas mal, tus humos dibujan el aire de la noche como nadie.

sábado, 7 de marzo de 2015

UNA,DOS, TRES

No son tiempos estos para la alegría.
      Hay un contexto sin texto que deja ríos de catatónicos perdidos. Miro una señora caraperdida, la sigo, me pongo tan cerca – Decime una cosa, ¿vos me estás siguiendo?- Le contesto con inmediatez – Es tan igual a mi madre, no me pude negar la posibilidad de tener dos madres.- La señora de ojos ausentes da pasos circulares a mi alrededor y pregunta donde vivo, me apresuré, llegamos a la puerta de mi casa. Mami abrió. A mí no me da llaves porque las pierdo.
        Se miraron cerca y se abrazaron como de toda la vida. Eran gemelas, fueron separadas a los diez años. Se encuentran treinta años después. No dijeron ni quisieron hablar al respecto. Ambas eran viudas, mi madre la invitó a vivir con nosotros y su gemela le advirtió de su enorme casa, con pileta, pérgolas de glicinas, dormitorios individuales. Cuando llegamos nos shockeó.
      Nos mudamos en una semana. Dormí en una mullida cama con dosel, faltaba el príncipe y estaba todo listo. Pasé a tener dos madres. Mami prohibía y mi otra madre compensaba con regalos absurdos de ositos o muñecas. Siempre decía – Por los años que no te conocí-. Salíamos a caminar, ellas se reían de todo como dos grandes recuperando su niñez. Cuando pasábamos por un lugar, siempre el mismo, las dos ponían caraperdida. Pregunté porqué y ninguna me contestó. Un día fui sola hasta aquel lugar, era un garage de puertas oxidadas, con una chapa, saltada, que decía: “CENT O  DE  D TE CION CL NDE TINA”  Y luego otro nombre, tan desgastado que no se leía nada. Llegué tan agitada a casa, me preguntaron de dónde venía, dije – De ningún lugar -. Mami sorprendida le recordó a su gemela que ellas usaban de niñas “De ningún lugar” significaba que eso era secreto.
       Yo había entrado en la edad de los secretos y ellas festejaban la vida riéndose de mi crecimiento.

      Cuando me fui a dormir, casi lloro. Pero no, no lloré.