miércoles, 31 de mayo de 2017

MOMENTO PRIVADO


   Escribir un cuento por día y subirlo a las 24 hs, hasta sábados, domingos y fiestas de guardar, encontrar palabras para definir una historia que atrape al supuesto lector, cansa y da placer cuando uno encuentra algo que por fin no es recurrente. Adjetivos que califiquen mucho con nada, al pobre sustantivo. Me gustaría tener un imaginario cosmogónico que viva en mi pequeña cabecita de rata. Mis personajes se enojan de hacer señoras abandonadas, o qué sola es la soledad, traiciones, maldiciones, ternuras, amores, lugares, odios, armonías, cuchillos.
   No me gustan los concursos ni la tonta ambición de ser publicada.  O que algún descerebrado elogie mi trabajo. Le agradezco a dios (aunque sea atea, cuando lo necesito lo invoco) que haya inventado el papel y la birome.
   Hoy me sacaron dos dientes, tengo ocho facturas vencidas, hay treinta goteras, las conté, el jardín me está comiendo la casa.
   Había pensado hacer algún absurdo con Blanca Nieves y los Siete Enanitos.
   Después de la anestesia, da sueño ¿Será eso?
                                                    

lunes, 29 de mayo de 2017

CORONA GASTADA


   Tenía que cuidar lo que dejó, salían mis amigos, que conocían el idioma. Un trotamundos argentino pidió que le cuidáramos un bolso inmenso, en algunos días aparecería a buscarlo.
   Cuando se fue, todos miramos el contenido, había tanto dinero que daba asco, entre miedo y alegría. El Sr que arregló el baño dijo
   —¿Sabés por qué estás tan blanca y triste? Porque en esta pieza no da el sol.
   Hice cambio de guardia con los chicos y crucé a Marruecos. Tomé todo el sol de la tierra, compré cinco frascos de aceite de patchouli, para diluir en envases que pudieran venderse. Iba de minifalda, ignoraba las reglas. En el mercado un marroquí me tocó el culo. Lo corrí y le pellizqué ambos glúteos, mientras sin soltar le decía quedo —¿Te gusta que te hagan esto? ¡Contestá! ¿Te gusta?
   No largué hasta que asomó la daga. Hora de partir.
   Volví a Niza. Toqué timbre, golpeé, grité sus nombres. Apareció el encargado —Ellos dejaron el lugar hace tres días.
   —¿Y no le dijeron nada para mí?
   El encargado puso cara de condolencias y me dijo que no.
   Bajé los treinta y nueve escalones. Él, como un fantasma envuelto en lienzos y un sostén de pañuelo largo con forma de corona gastada. Habló un francés perfecto y yo uno chapucero. Lo acompañé a un saludo al sol.
   Me invitó a París. La habitación era chica, tenía un tatame en el piso, largo y ancho. Mientras estábamos en eso, me decía cosas del amor en un francés auténtico. Al amanecer lo entreví juntando sus trapos, decía —La puta madre, no encuentro la corona ¡Carajo! Dónde mierda la puse? ¿No la tendrá la mina?
   Era argentino el tipo, me di cuenta por lo obvio para la grosería.
   Un argentino de mierda. 
                                                            

¿QUÉ LE VA A OPONER?

                                                  
   Tercer grado, jugando a los ladrones. No al vigilante y al ladrón. Acá, vigilantes no había.
   Los chicos se dividían en bandas y elaboraban acciones, hacia el final ganaba el que más había robado. También colaboraban para encontrar el botín. Traían de sus casas muñecos viejos, tazas sin asa,  platos rajados y demás porquerías. Un día el más bajito, enjuto, panza desnutrida ganó el Primer Premio al “Ladri”, robó hasta un tupper rajado y la cartera de la Seño, que se brotó mal y comenzó a darles carterazos a todos, volaron sus documentos, billetera y hasta monedas.
   Al siguiente día, la Madre del “enjuto” esperaba a la Maestra a la salida —¿Ud qué se piensa? ¿Qué le va a pegar así a mi hijo y se la va a llevar de arriba?
   Le dio con una fusta y hasta que no desmayó, no dejó de latiguear. Ni la miró, hizo upa al “enjuto”, que miraba con ojos de cielo.
   La Seño curó los hematomas en su casa. Fueron todos sus alumnos a visitarla, el “enjuto” entró primero y corrió a darle un beso con mocos, le puso dos bolsas de hielo en la cabeza y a los demás les hacía —Shshsh!!
   Cuando la Seño retomó sus clases, los chicos tenían los delantales limpios, había tizas de colores, borradores experdidos.
   Al mes los chicos decidieron recomenzar sus actividades latrocidas. Esta vez los ganadores fueron los mellizos. Nadie tocó la cartera de la Seño. Ella entró enojada —¿Por qué vuelven a lo de antes? ¿Eh?
  Hizo un silencio —Ud enseña muy bien, nos deja tiempo para ejercitarnos en nuestra futura profesión, que será robar. De eso, viviremos nosotros y nuestras flías y con la competencia que tendremos, es mejor estar preparados.
   Otro dijo —Seño, no hay trabajo y menos para nosotros.
   Ella miró su calzado sin mediasuela, recordó sus sueldos sin cobrar y el auto que funcionaba, ahora oxidado sobre cuatro ruedas desinfladas para siempre.
   Pensó y pensó, no tenía nada para oponer a la situación de juego-verdad  de los chicos.
   —Tengo algo para decirles: Los quiero mucho, hasta el cielo, ida y vuelta muchas veces.
                                                 

domingo, 28 de mayo de 2017

DA Y QUITA

  
   No tengo amigos, él era un amigote. Casi me atropella, cuando se quitó el casco lo reconocí. 
—¡Cómo está el tránsito, vos viste?
   Hipócrita, yo llevaba mi mochila con el pasaje a Irlanda, euros, dólares y poca ropa. —Dejá la mochila en el canasto, subí que te llevo.
   Cuando pasé una pierna, se fue a mil y me dejó tirado en la calle.
   Pasó un micro por encima de mi pie izquierdo. Me internaron en el Hospital que blanqueó su nombre: “Hacemos lo que podemos”. El yeso que me pusieron pesaba más que todo mi cuerpo.
   No denuncié el robo, como hace todo el mundo, sobre va, sobre viene y yo no tenía nada para poner dentro del sobre. Tomé un micro que se llevó puesto un motoquero. Bajó el pasaje entero. Estaba mi mochila, la calcé en la espalda y tomé un taxi hasta Ezeiza.
   El tachero me contó que un micro mato a un tipo sin casco.
   Yo suspiré hondo, estilo condolencia, —Y bueno, así es la vida, dios nos da y dios nos quita.
   En el avión, para gran asombro de mi compañero de asiento, saqué un alicate y chau yeso.
   Llamé a la Azafata, que lo trasladó al fondo, entre el pulgar y el índice, muerta de asco. No me importó. No me importa nada de este país. Me extradito por decisión propia. Irlanda me espera. ¡Guau!  
                                                                     

sábado, 27 de mayo de 2017

RERECORDAR


   Dividieron la casa, por el sauna, por la pile y pores más.
   Sin dinero, media sombra y junco fueron los límites. Rogaban al arquitecto por separado, cómo hacer más hermética la separación de la casa.
   Se levantaba tarde y salía al balcón en bata y mechones revueltos. Él la esperaba para ver su cara, los ojos, qué dirección tomaban, sus comisuras. Usaba largavistas de teatro. Dos saludos al sol, de su yoga y desaparecía de sus prismáticos. Él se rascaba, porque le picaba, no por la libido y la espiaba por aburrimiento, a falta de pasquines, de cable, de Internet. La venta de sus autos eran los ingresos para ambos.
   Ella preparó dos cafés y por costumbre y olvido, lo invitó a su balcón. Salió de la pileta y entró mojado.
   Se sentaron frente a frente. Él tomó sin hacer ruido por primera vez en su vida y no levantó el meñique. Iban a comentar la poda que debían encargar. Cambiaron de idea, olvidaron el resultado costoso. Iban a pensar el viaje de diciembre y recordaron con tristeza que tampoco. Iban a despedirse y ella lo abrazó. Él recordó que no se había lavado los dientes. Pondría gesto de asco al aliento y le clavaría las uñas, en el cuello, como si la apasionara. Recordó cataratas de situaciones, rayanas en la injusticia y agradeció al cepillo de dientes, su llamado.
                                                                                    

viernes, 26 de mayo de 2017

CARMEN


   Enceraba todos los pisos del caserón, usaba pinceles para quitar el polvo del torneado de muebles antiguos. No existía rincón donde los trapos, esponjas, manos de Carmen, no pasaran diariamente. Sus patrones le guardaban afecto y valoraban las limpiezas espejadas.
   —Hace cinco años que mis padres no están. ¿Uds no permitirían que repusiera los viejos rosales blancos, las marimonias, hortensias y dos o tres robles,…?
   —Es que a nosotros nos gusta el césped inglés y los caminos de piedritas, no vuelvas con “hace cinco años que mis padres no están” ¿Qué tiene que ver hacer un jardín que junta bichos, atrae mosquitos, hay que mirarlas, regarlas, agregar humus?
   —Eso, eso, eso, para mirarlas, que los ojos festejen. Uds no son así, pero podrían empezar.
   —Carmencita, esta casa, se la compramos a tus padres. Tu Papá estaba en total bancarrota, por eso sucedió lo que todos sabemos.
   A Carmen se le perdía el sonido de quien hablaba y miraba a sus hermanos en el jardín, jugar al croquet y se vio a ella, en la hamaca con tres gatos que dormían a los pies de su cama. Había un monte inquietante, ideal para jugar al miedo.
   —Te desmayaste, Carmen, ¿Estás bien? Bueno, me alegro. Justo teníamos que salir. Limpiá los goznes de todas la puertas, quiero que se note que son de bronce.
                                                          

jueves, 25 de mayo de 2017

¿A DÓNDE VA?

  
  Estamos más cerca del arpa que de la guitarra y sabés que toda la vida toqué el arpa. Ahora dejé, con todo lo que voy a tocar en el cielo. Si Dios es piadoso y me perdona.
   El Viejo daba pena, le regalé mi guitarra de concierto, no la usaba y él quedó tan agradecido que me regaló el arpa.
   Necesito alguien con experiencia, buen oído, buena digitación, si vos decís que el Viejo toca bien, mandálo.
   Tenía miedo el Viejo, era modesto como todos los genios. Se hizo el grupo, sus cuerdas armonizaban cualquier desperfecto. Hicieron recitales, grabaron cuatro discos, batieron record de ventas. Les entregaron el Grammy, dos veces consecutivas. Me irritaba ver el arpa en el ángulo oscuro del living. El Viejo quería hablar algo conmigo. Te vengo a cambiar el arpa por tu guitarra. No tendré problemas de dinero, hasta que la parca me señale.
   Llevó su arpa y tocaba en iglesias, casamientos, discursos políticos, colegios, subterráneos, almuerzos empresariales. Dormía en la Terminal de micros.   En el banco donde dormía murió abrazando el arpa. Una sola cuerda replicó en el recinto, cuando se perdió pregunté igual que una arpista antes de ser cubierta de escombros “¿Dónde va la música cuando ya no suena más?”
   Fui a buscar la guitarra para seguir la música junto a él, que parecía dormir. Busqué, pregunté, describí a él y su arpa. Nadie sabía. No les creí, me senté en el mismo banco y su luz guiaba mis cuerdas y la música volaba por los pasillos, se metía en todos los micros, allí me quedé. A veces hacíamos duetos. Sus acordes ordenaban los míos.
   Pasó la Parca y nos llevó a los dos. Cuando Dios observó que no teníamos los instrumentos, llamó a la Parca Hace Siglos, de Siglos, que trabajás acá, por ser tan inoperante, bajá y traé los instrumentos. ¿No se te cruzó por la hoz?
   ¡Qué lindo que es tocar recostado en una nube! Y tener a tu mejor amigo en la nube de al lado.
                                                                           

miércoles, 24 de mayo de 2017

FLOR DE PSI


La sala de espera se tornó irrespirable, éramos dos y sentíamos presiones cálidas, heladas, tanáticas, vitales, recurrentes, psicóticas, histéricas, angustias sigilosas. Nos mirábamos y muchas veces terminábamos contra las paredes o la vereda. El otro me dijo, casi en vilo, que esas cosas provenían del psi Oliverio. Hacía un tiempo que lo notaba perdido en nubes intangibles, miradas cerradas y silencios. A mí me sucedía igual, sólo que no quería compartir con otro paciente mis vivencias, consideré que era poco ortodoxo, entre pacientes, criticar al psi Oliverio.
   Él, que tanto escuchó mis derrotas y miserias, él, que juntaba mis lágrimas con el secador de piso y las mandaba a una rejilla oculta bajo el diván. Estaba saturado de tanta escucha, tal vez, por soberbia profesional, no quiso, no pudo o no supo detener aquello que escapaba a su continencia. Lo que salía, a través de aquella puerta, eran pensamientos de Oliverio, algunos lograban huir cada vez que despedía un paciente y llegaba el siguiente. Llegó un momento donde se confundían los fugados con los de la sala de espera. Oliverio tuvo que disculparse, ante un paciente de toda la vida, relató que los pensamientos de todos no cabían en su cabeza y se perdían en la atmósfera, no lograba encontrarlos, aunque fuese para emprolijarlos un poco.
   Se consumió en pensamientos ajenos. El único modo de seguir permaneciendo en el mundo, fue para Oliverio, una ermita rodeada de un enorme jardín de pensamientos. De ellos se alimentaba, tratando así de recuperar lo perdido. No recibía a nadie. Sólo a mí. Me ofrecía pensamientos a la hora del té. Fue raro el gusto y grato compartir con Oliverio su paradoja. Todos los miércoles, a las cinco de la tarde, masticábamos pensamientos.
                                                           

martes, 23 de mayo de 2017

…QUEDA EN VIRREY DEL PINO, EN BELGRANO…


   —Usted me pregunta por mi hermana, si yo no vine a hablar de ella. Le cuento de mis viejos, cómo me maltrataron, me subestimaron, me quitaron la autoestima y pregunta por mi hermana, no le entiendo nada.
   —¿Porqué le enoja tanto, Paca? Ustedes son una familia unida, si no le escuché mal, pero sus padres, también son los de su hermana… Entonces, me gustaría que hable de su relación con ella, más allá de cómo fue tratada usted por sus padres.
   —Pipa siempre fue una cobarde resignada, ella pasó lo mismo que yo, fue maltratada, sojuzgada, pisoteada. Peor que yo, es tan sumisa, tarada diría yo, que no quiere hacer terapia, me manda a mí y después pide que le cuente.
   —Entonces su hermana también sufre la misma problemática que usted, con respecto a sus padres.
   —Somos una familia unida, pero no por: ¡hiupiii! Sino por el sufrimiento que ellos nos provocan, desde que nos acordamos.
   —¿Y cuál es el primer recuerdo que usted tiene de sus padres y de Pipa?
   —Cuando me hacía encima, la ligaba Pipa y viceversa. Mi padre nos pegaba con un cinturón que parecía de fuego. Pis, cinco latigazos a cada una. Caca, diez. Yo no decía nada, no quería darles el gusto de verme llorar. Pipa hasta pedía perdón en su nombre y en el mío. Es tonta, pero de chica ya era generosa. 
   Después vino la escuela, el secundario y recibidas ambas. Quise seguir derecho, abogada, el derecho civil me gustaba. Pipa quiso ser piloto de avión, no pertenecer a aeronáutica, piloto civil. Mi padre se puso verde al enterarse, nos metió en un avión y nos mandó a Misiones, a casa de unos parientes raros, la tía era policía y el tío comisario. Una familia muy temida, en el pueblo.    A nosotras nadie nos hablaba, sólo miraban con pena cuando vino mi viejo a buscarnos, con el uniforme de aeronáutica. Nos saludó con un coscorrón en la cabeza a cada una y una patada en, disculpe, en el culo. Por todo lo que habríamos hecho de malo. Mis tíos le gritaron, que nos habíamos comportado como presas de buena conducta. No sé si ve Doc, lo que le cuento, mis propios tíos nos trataban de reclusas. Y en vez de evitar, que nos pegase, le gritaron algo de la buena conducta.
   Mi viejo se enojó con sus parientes por metiches y volvimos en un avión del ejército. Se movía mucho y nosotros vomitábamos. Allí, veinte latigazos en pleno vuelo, a mi hermana y a mí.
   —¿Y su madre, mientras tanto, qué hacía?
   —Mi madre en general, ni nos miraba, en las comidas nos tiraba los platos como naipes y nos servía poquito. Ellos repetían sus platos como tres veces y nos mandaban a dormir sin postre y sin televisión. ¿Qué me dice Doc? Todavía estamos ahí, como un círculo vicioso, Pipa y yo, sin hablar con nadie, ni por teléfono. Para que seamos chicas decentes, dicen y mi madre con cara de asco, arranca las hortensias del jardín, para que nos casemos pronto. Lo dice con odio, las dos nos damos cuenta. Bueno, le conté todo, Psi, dígame algo, antes de la próxima sesión, hablé todo yo. ¿Qué tenemos que hacer Doc? Perdón, ¿Qué tengo que hacer Doc?
   —Voy a ser directo, salgan subrepticiamente de su casa, lleven alguna muda en sus mochilas y pidan asilo político en la Embajada de Cuba.
   —Lo que no entiendo, Doc. ¿Porqué en la Embajada esa?
   —Porque me parecen dos zurditas de mierda.
                                           

lunes, 22 de mayo de 2017

TODO SUMA


   Hace muchos días que no hay viento.
   Caen dos hojitas amarillas, caen gotas de lluvia. Las flores que hay, se durmieron, los sapos que andaban cerraron sus cuevas. Hay confusión de temperaturas. Uno va sumando más abrigo y prende estufas.
   Me puse el sweater de cuello alto y sentí que me picaban los brazos, enrollé las mangas y tenía dos hojitas amarillas, acariciando mi piel. Pertenecían al jazmín chico, las reconocí porque no estaban más en el pasto, donde las vi caer. Fui caminando al pueblo, no quise tomar micro, el traqueteo desprendería las hojitas. Era un abrazo “te abrigamos porque llegó el invierno”.
   Por primera vez sentí que no estaba sola.
   Dejé el abrigo principal para no molestar mis dos amihojitas, cuando volviera las pondría entre hojas de mis libros, habitados por otras hojas, flores antiguas de violetas, esas que fueron de mi Abuela.
   Debía comprar un sweater nuevo, porque las polillas me hicieron agujeros notables en los demás. Encontré un negocio mitad Vintage, mitad La Salada, flasheé con uno. “Siempre que compres ropa, es mejor algo austero y que vaya con todo.” El mandato estaba, elegí uno gris topo.
   Mientras me probaba entró la dueña. 
—Permitime, Mami.
   Arrancó mi sweater, era tan acelerada la gorda que ni vi cómo caían mis hojitas. Las levantó del piso —No me gusta la mugre.
   Abrió la puerta oculta, del retrete, tiró las hojitas y apretó el botón.
   —¿Lo llevás, Mami?
   —Ni en pedo!
                                             

domingo, 21 de mayo de 2017

HUSOS HORARIOS

                                           
   Primero dijo el Lunes 8.30. Esa es una excusa para madrugar a las siete. Desayuno frugal y unos mates, ducha. Secar el baño en su totalidad. No dejar una mácula, por consideración. Tendí la cama. Lavé ropa y me puse crema en la cara. Fue extraño que pudiese hacer tantas cosas, hasta llegar al horario convenido.
   Miré el reloj 12.30. —Señor Fabián? Hace cuatro horas que lo espero, perdí mi oportunidad de las horas extras. Hable más alto por favor.  Ah! Así que le tuvo que terminar el trabajo. ¿Cuándo puede venir Fabián? (Suprimí lo de Sr, eso no era un Señor) Bueno quedamos así, el Martes a las 15.00.
   Me deja sin siesta,  es lo peor que me pueden hacer, es necesario, debo atenerme a la paciencia.
   Alcancé a terminar de leer para una clase, de cuatro hojas de traducción. Me puso contenta, que con tiempo escaso terminara la tarea. El reloj marcaba 19.00 —Fabián, te esperé 4 horas. Sigo con el problema, por favor ¿Cuándo? Y bueno…sí, qué le voy a hacer, te espero, Jueves a las 16.00.
   Miré dos películas al hilo, no pude creer, 21.00 me perdí 5 hs.  —¡¿Qué pasó ché?! Te esperé 5 horas, sabés lo…? Bueno, lo siento mucho, ¿Entonces cuándo? Ah, mañana a las 14.00 Sí entiendo.
   Había fallecido su madrina, pero dijo que el sábado.
   Consulté con Cielo, para ver si ella no conocía a alguien para mí. Se preocupó y me dio el suyo. Fue puntual, pidió permiso para pasar al baño y comenzó a investigar la pérdida. Le dio un ataque de taladrismo e hizo agujeros en caños nuevos, sin necesidad, le grité sobre el taladro —¡Roky! El problema es la mochila y el botón. Y vos, estás haciendo un colador en lo azulejos.
   La mochila no la pudo arreglar y a los agujeros les puso corcho y una capa de cemento.
   Hubo una discusión bizantina, acerca de “yo no te pago”, “me tiene que pagar”, “¡No! Porque” y “Bla, bla, bla”
   —¡Fuera de esta casa!
   Me puso triste la extinción de los plomeros, la pérdida llegaba hasta los junquillos, ellos se pusieron contentos y florearon hasta el invierno. 
                                                   

sábado, 20 de mayo de 2017

ENFRASCADOS


   Tuvo siete matrimonios, con siete hombres distintos, que resultaron iguales. El último se fue. 
—Es tanto el amor por ti, siento que muero de amor y no quiero que suceda ante tu presencia, por eso me voy.
   Los siete fueron mendaces. Visitó a Narda, especialista en amores truchos. —Antes que nada, os informo que vuestro séptimo marido se presentó con mal de amor, dijo que no podría vivir sin mí.
   —Les dice a todas lo mismo, Narda y un día repetirá el mismo discurso “…Muero de amor y no quiero que suceda ante tu presencia, por eso me voy...”
   —Espero que conmigo no suceda lo que dices, está tan domesticado que cuando saco el perro a la noche, sale él también. A veces olvido abrirles la puerta y amanecen abrazados en el umbral. Desayunamos juntos y nos reímos del episodio.
   Cuando se retiró, pensó directo, pero con faltas de ortografía. Bueno, si es capaz de morir de amor por cualquiera, que venga de visita.
   Mandé mi invitación, para entregar en mano. Narda era enredista y ligeramente traidora.
   Se hizo presente su ex-séptimo. Ella hacía grititos fingidos —¡Qué suerte que volviste! Qué suerte que volviste!
   —Sííí, una suerte, no imagináis las costumbres perversas de Narda, quiero ahorrar detalles para no disgustar a nadie, ¿podéis verter una copa de agua?... llegué muerto.
   —No digáis eso, os falta poco tiempo.
   Le alcanzó la copa —Os agradezco.
   La tomó despacio y habló lento, se le entornaban los ojos, por fin no vio nada y allí quedó. Mi poción de cicuta sirvió, hasta para mandarle un frasco de regalo a Narda.
                                                         

viernes, 19 de mayo de 2017

MI CHAPLIN PREFERIDO I


   Para comer un huevo pasado por agua, una cucharadita en cada escalón de la escalera de caracol. Sinó, no.
   Si le preguntaban como estaba, decía: ”Contento”, si lo interrogaban acerca de cómo le iba en el colegio, él respondía: ”Contento”. Las mujeres lo querían, porque era el primer miembro de la familia que estaba contento, de aquella enorme multitud, de depresivos tristes.
   Era el único alumno del Sagrado Corazón, que no penitenciaba sobre garbanzos. Había tenido parálisis infantil. Su padre, para asegurarse, les dijo a los curas, que el niño iba a ser interrogado a diario. Si lo pactado no se cumplía, le mostraría los garbanzos y el niño, al Obispo.
   Le encantaba la colimba, sabía que no sería aceptado, por su pierna, hizo el intento y recibió como respuesta, risas contenidas. Lo que no le gustaba de algo, lo borraba de su memoria, por eso tenía un lugar tan inmenso para jugar.
   Cuando todos los que lo rodeaban se convencieron, que era un hombre santo, empezaron los abusos. El precio de la bondad. Tuvo su amor soñado, celestial y su enlace definitivo, al desamor de una pesadilla infernal. Él que era tan inefable como Goya, ante los pedidos reiterados de su hija, para que se divorcie de su madre, respondía algo acerca de lo privado y algo acerca de que sin su madre, quién iba a cocinar como ella. Nadie, decía. Por si a la niña se le ocurría otra pregunta incómoda.
   Dibujaba a mano alzada lo que fuera: barcos de carga, fragatas, selvas, batallas, próceres, mujeres Divito, escenas cómicas. Sin embargos, siguiendo los mandatos familiares, tan tontos, se recibió de abogado. Siguió dibujando, crónicas de sus avatares cotidianos. Hacía caricaturas, de cuanta persona conocía y las escondía en el escritorio, como si fuera un pecado, bajo llave.
   Él sí era un buscador de coincidencias, si alguien decía, que su apellido era Casanova, ponía cara de pensar lejos y preguntaba si no era nada de un bahiense Casenave. Se le aclaraba que las vocales eran diferentes. Él contestaba que a veces, donde anotaban los bebés, ponían cualquier apellido. Además, él conocía gente que era pariente, con una letra de diferencia. Decía que en los Registros Civiles, estaba lleno de analfabetos acomodados.
   La hija, de retorno a su casa, vio una fogata inmensa que casi llegaba a cocina, no pudo creer, su padre quemando todos sus libros, los de estudio también, por si eran peligrosos. Ante el llanto de su hija, todo negro de quemazón, le dijo que a partir de ahora, sólo podría leer revistas mejicanas, lo más boludas posible. Y a la facultad, la iba a llevar él de ida y vuelta. Estaba jodido, jodido. Decía. Y no se hable más. Decía. Mientras revolvía la tierra, con odio y miedo.
                                                                   

jueves, 18 de mayo de 2017

TECNOCRIOLLO

  
   Toda la población sufría de bruxismo. Existían unas gomas, se hacían tomando el molde de la dentadura del usuario. Cundió la moda, todos andaban con los dientes forrados en plástico duro. —¿Por qué existe el bruxismo, Dr?
   —Mire, la gente por algún lado tiene que largar la bronca del estado de las cosas y apretando los dientes, descarga. Todos andan con miedo de morder a alguien.
   —Dr, los mordillos, cuando duermo con la boca abierta, se caen de la cama y el perro los destroza, me costaron 2500 pesos y luego repetí la compra, tenía tal ataque de bruxis que lo rompí. Lo que le quiero proponer son fundas que soporten media tonelada de peso. Debe haber materiales, ¿no?, mi angustia en el apriete se acerca a esa cifra.
   —Yo, cuando viene un paciente como Ud, pidiendo algo extravagante, lo realizo con todo gusto, necesito dos cosas, dinero para mí, y aliviar su sufrimiento.
   —¿Tengo que pedir turno Dr?
   —De ningún modo, Sr, se lo realizo yo, ya. Abra grande la boca, duele un poquito al principio, voy a usar torno para separarle algunos que están muy juntos. Y aquí empieza la segunda etapa, forrarlos, son perennes y puede limpiar sus dientes con el dedo índice, dos gastos menos, cepillo y dentífrico, je je…
   —Me está colocando profilácticos en la dentadura! ¡Les puso iuju para que no se despeguen! Dr,  se fue al carajo ¿Cómo usó forros para mis dientes?
   —No soy un improvisado, soy el mejor odontólogo del pueblo y el único. Encima fue beneficiado, no dejará ninguna mujer embarazada. Esto actúa en todo el cuerpo.
   —Suprima lo de beneficio, Doc, tengo hecha una vasectomía. Oia, tiene dos caries profundas en cada colmillo, Doc…
                                    
                                                          

miércoles, 17 de mayo de 2017

ABRAN LA MURALLA


   Interroga el periodista —¿Y cuando hace frío cómo hacen?
   Contesta laxo —Cerramos la puerta.
   Concluye el periodista —Bueno, ahora hace frío.
   Dijo —Sí, pero no tanto como para cerrar la puerta. Ahorramos en puerta, la usamos lo menos posible, comprar otra sería impensable y tenemos miedo que nos llegue la factura por el “Uso de puerta”.
   El periodista asiente con la cabeza, se detiene en cada cosa y pregunta qué es. La gente humilde es paciente, le cuentan la historia. En un rincón habían armado con dos ruedas de bicicleta y una silla plástica sin patas, el refugio de un Abuelo sin dientes, con arrugas de gritos. —¿Y cómo anda, Abuelo?
   —Ando bien, como siempre, no alcanza el dinero dicen mis hijos. Yo les cuento que desde que nací, hasta ahora, el dinero nunca alcanzó, pero nos acostumbramos y somos una flia que sobrevive. El Oxígeno no manda factura, ¿ve? Eso es un gran progreso. No todo es tan pacífico como Ud lo encuentra. Se putean, se cagan a palos, esconden el pan en la letrina y no le convidan a nadie. A mí sí, me traen un pancito, tiene un poco de olor a mierda, pero como decía mi Padre “Lo que entra por la boca sale por el culo”.
   El Hijo le pidió que se callara —El señor periodista va a decir que somos bocasucias y pegadores, conservemos la poca educación que tenemos ¡mierda!
   Habló el Abuelo —Me olvidé de contarle, cuando se pelean tiran mi silla rodante, una vez fui a parar a una chapa con filo y…
   —En todas partes hay accidentes y la gente se pelea, aún los ricachones.  Antes de irme, les traje víveres, no es mucho, pero antes que nada…
   Saludó con un beso y se fue.
   El Abuelo conjeturó mirando los víveres —No es mucho, tenía razón el tipo.
                                                                 

martes, 16 de mayo de 2017

CONFERENCIA


   —En esta noche, es un honor para nosotros, escuchar al Profesor Clintrump, que vino a darnos sus sabias palabras sin distinción de credos ni géneros. Tanta su modestia, casi suicida, que viajó en el Río Paraná. Cuando quiera profesor Clintrump.
   Inclinó la cabeza y le brindaron aplausos —Es un placer para Uds, conocerme, a mí me suele pasar, es un placer conocerme. Vengo a entregar consignas sencillas, hasta un político podría entenderlas. La Primera es bañarse con cabeza y todo. Usar un buen desodorante. Desayunar camino a su destino, trabajo, testaferro, o Intendente, cualquiera es un Señor, cualquiera es un Ladrón, está en la Biblia, Salmo n° XXIII. La Segunda consigna, es observar con detenimiento a su mejor amigo, que aliento tiene, si se lavó los dientes. Eso sería un detalle, conque apunte para otro lado, listo. No sea conformista, mírele el fondo de las pupilas, si están grabadas la palabras “te quiero”, es frecuente que esas palabras encubran una traición. Laboral, marital, alteración de secretos marxistas. La Tercera no es consigna, tome toda la libertad necesaria, que por su cabeza le circule sangre pensadora, saque conclusiones y guárdelas en el freezer, es todo entre Ud y Ud. Mienta con seguridad, nadie dudará de su palabra. Prometa cosas que nunca va a cumplir, volverán a creerle.
   -No entiendo qué sucede, uno me aplaude, otro me putea, aquel me tira huevos-.
   Apareció la Ley y preguntó a qué se debía aquel entuerto.
   Todos señalaron al Prof. Clintrump y se lo llevaron preso. Resultó ser una eminencia mundial. Al siguiente día, del desgraciado episodio, el Prof Clintrump recibió el Oscar al Mejor Actor Patagónico. 
                                                                   

lunes, 15 de mayo de 2017

MAGO


   Facundo Culette se levantaba de mal humor, su vida se reducía a hacer cola para cobrar, para pagar. De Lunes a Viernes. Hasta el día que su nieta le regaló los nuevos chicles “Gigant” “Para transformar la furia en dulzura, el judío en católico, el portero en gerente, su mujer en linda, sus hijos en buenos.” El prospecto tenía letra de hormiga y cobertura de mutual. —Abu, –Dijo Rosita-  podés hacer globos y todas las figuras geométricas que se te ocurran.
  Bajando del micro Facundo Culette metió el chicle en la boca. Las colas daban vueltas de una manzana a otra, se encontraban las puntas y el último se creía el primero. A medida que caminaba al averno de las hormigas, miró el reloj y calculó seis horas de pie. Esa conclusión lo llevó a masticar el chicle con intensidad, hasta que salió de su boca e hizo un globo como Rosita, cuando explotó fue sobre cinco cabezas que trataban de quitarse ese pegote. Sólo lo lograron aquellos dispuestos a perder los cuatro pelos que les quedaban. El chicle seguía fluyendo y envolvía las personas encoladas, los transeúntes comunes, los Azulitos llamaban por sus celulares pero las señales se obturaron con el chicle. Como fue mago de circo, Facundo Culette aullaba con voz de vieja —¡Es un atentado, es un atentado! El chicle seguía su curso enrollando esto y aquello, pelucas, anteojos, semáforos.
   Llegó a un cajero automático, hizo el último tramo de su vida obligada. Su primera jubilación. Olvidó que el chicle seguía invadiendo, se pegaban billetes que volaban solos de las cajas.
   Al día siguiente salió en todos los diarios, que en Tandil había nevado.
   Estela llamó al cuarto del Abuelo —¿Viste que salimos en el diario?
   —Lo que veo es cómo les gusta mentir.
   —Alegrate Abuelo, la verdad ya la dijeron otros “…Y en el mismo chicle, todos manoseaos…”  
                                                                                                                                     

domingo, 14 de mayo de 2017

CRISIS BANCARIA

                                                                                                
   Era costumbre, de los pueblos del 50, le llamaban la vuelta al perro. Estaba sentado, desde las siete de la tarde. El aroma de los tilos, le entornaba los ojos. Llegó a soñar el éxito de todos sus exámenes. Cuando la vuelta se hizo numerosa, abrió los ojos y le dio vergüenza su molicie pública. Salió de la plaza y una chica le alcanzó unos libros, que él olvidó en el banco. Dio las gracias, pero volvió adonde ella, todavía quieta, lo miraba. Le preguntó si no quería que dieran una vuelta, juntos. Ella avisó a sus hermanas y caminó al lado del que más le gustaba desde los seis años y en dieciséis años no cambió de cara, muy al contrario, se enamoró una y otra vez de él.
   La acompañó a su casa y le propuso verse al día siguiente.
   Fueron novios, se casaron, tuvieron hijos. Pero se desenamoraron y a partir de ahí, los reclamos y las exigencias, hicieron imposible permanecer en la misma casa.
   Se separaron de común acuerdo.
   El pueblo horrorizado, frente a la primera separación de la zona. La gente, pensaba que algo anormal, habitaba en ellos.
   Se redujeron los saludos callejeros y los niños eran discriminados, por ser hijos de “separados”.
   El banco de la plaza, el que ocupaban siempre, quedó vacío. Nadie osó sentarse, por temor a quedar soltera, ó a lo mejor era negativo para la moral cristiana.
   Una siesta de sol-espada, se cruzaron en la plaza.
   Hubo tantos  “¿Cómo estás?” que se sentaron en el único banco que tenía sombra. Era el banco que nadie usaba, ella trataba de llenar el espacio, diciendo pavada tras pavada, él le miraba el escote y recordó el trabajo de desabrochar cada botón, la preocupación de ella porque no se arrugue, “traé más plata…”
   La miró a los ojos y por vez primera, la mirada de escarabajo, sobrevivió a la belleza de los ojos verde pasto.
                                                                                          

sábado, 13 de mayo de 2017

BURROS Y JODIDOS


   Se mudaron de un pueblo al otro. Buscaron casa, el consabido “Se vende”, la persona que los acompañaba se reía porque a ellos lo único que les importaba era el jardín. Olvidaban recorrer la casa. De su pueblo trajeron treinta y cinco árboles medianos y cuarenta macetas. Acá buscaron variedades de palmeras que no existían allá. Ella tocó el timbre de todas las casas de la manzana triangular. —Hola! Me llamo Andrea, cualquier cosa que necesiten, estamos a disposición.
   La atendían por ventanas entornadas, eran desconfiados, hoscos, endogámicos. Hacía quince años que allí crecieron paltas, nísperos, araucarias y palmeras, las más queridas. Parecía una selva, siguieron con la plaza y los hijos de sus árboles.
   Un día llamaron del Municipio “Debido a las quejas de sus vecinos nos vemos en la obligación de quitar todos sus árboles, incluídos los de la plaza.” Fueron a pedir explicaciones, —Dicen que las ratas viven en sus plantas, atraen mosquitos, cucarachas y hormigas.
   Al día siguiente les dejaron el jardín pelado, inclusive se llevaron las macetas. Les hicieron una multa que todavía están pagando. Ganaron una licitación donde nadie se había presentado. Debían realizar un bosque turístico con caminos que tuvieran salidas misteriosas. Diseñaron un paisaje selvático donde flias de inocentes monitos viajaban de rama en rama. El interior de su casa tenía un estanque con carpas anaranjadas, hidroponias y nenúfares.
   Sus descansos eran mirar su obra. Vinieron empresas anónimas y pasaron sus transcavator por la selva exterior. Necesitaron abrir una calle, coincidió con la casa de ellos. Quedaron despojados de todo, menos de sus ganas. Ahora son supervisores de crear tierra fértil en el oeste del Sahara, luego vendrá la plantación, que no pudieron hacer en su país.
   ¿Qué clase de país es, que no pone montes en el campo, para guarecer las veinte vacas que le quedan?
                                                             

viernes, 12 de mayo de 2017

ABRAZOS

                                         
   El Sr Borderjam recorría su futura casa sin terminar. Una sorpresa para su mujer y su hija. Tenía líneas rectas, cruzadas por otras líneas rectas. Ventanas reemplazando paredes. Sótano para el rincón de los recuerdos y terraza para los libros. Piso de mármol de Carrera. Cuando hasta el último detalle concluyó, el Sr Borderjam la decoró con nada y cañas.
   La limpieza fue exhaustiva. Llamó a las chicas, en una colina de seda se erguía la nueva casa. Sofi gritaba —¡Sacaron los árboles! Dejaron sillas y asoma la savia que agoniza. Yo acá no me quedo si no ponen árboles que echen tronco en breve, que tapen la casa, detalles sensibles, el mucho y el puro árbol.
   —Hija, este solar fue hecho para mirar el césped alrededor y sentir el aire brisado.
   —Yo prefiero abrazar un árbol, que tener brisas.
   Se hizo según los deseos de Sofi. La casa quedó cubierta de árboles, enredaderas, claveles del aire, glicinas. Ellos hicieron bosque y hubo que abrir algunas ventanas para que pasaran las ramas.
   Comenzó la confusión de recuerdos del sótano, con libros del techo. Las raíces crecían al compás de los árboles, algunas salían de la tierra para espiar la casa. La costumbre hizo que no se asombraran cuando empezaron a crecer árboles adentro.
   Tuvieron que cambiar los recorridos de la casa, había que ser ingenioso para usar el retrete. Ante tantos inconvenientes no tocaron ni ramas ni árboles. Pasaron unos años, la flia arañada, raspada y los tres habían bajado de peso, piel y hueso, casi.
   Durante la fiesta de noche buena, sus tres brazos flacos unieron sus copas. Se abrazaron y los árboles también los abrazaron.
   No hubo justicia, en aquel abrazo que se llevó la vida de tres.
                      

jueves, 11 de mayo de 2017

ASESINATOS


    Decidimos tomar unos vinos de uva chinche en “La Balandra”. Esas tardes de verano donde la brisa del río es un regalo y los árboles un amparo. Una mesa cuadrada y cinco sillas en un boliche parecido al abandono. Apareció un tipo gordo, en musculosa, sin preguntar apoyó una botella y vasos de higiene dudosa; nos sirvió al mejor estilo: te salpico todo. Era tan rico y nosotros tan sedientos, que en pocos minutos terminamos hablando  cualquier cosa.
    En esas pausas que suceden, una mariposa de alas inmensas azul violáceo y contornos dorados, comenzó a libar en una gota de mi vaso. Todos miramos aquella belleza inesperada, juntamos nuestros silencios para que la reina, reinara. De pronto una mano gorda y peluda la tomó de las alas. Era el dueño del boliche. La desapareció. Volvió al rato, con una carpeta de hojas engrasadas y mostraba, orgulloso, su colección de mariposas atravesadas con alfileres, la última era la que libó con nosotros. Estaba tan contento cuando se metió en la casa, festejaba la muerte. Nos fuimos sin pagar.
    Aquel episodio marcó un hito en nuestra memoria, los dos primeros desaparecidos de La Plata aparecieron torturados y muertos en el boliche de aquel gordo asesino de mariposas.      
                                                                

miércoles, 10 de mayo de 2017

TERNURA


   Vivía disfrazada con ropas de la flia, que arrastraba por el piso, una niña con sombreros estrafalarios.
   Ensoñaba para no extrañar a su padre, que prometió dos meses de ausencia e iba por los dos años.
   Quedó a cargo de la Sra Pepa, bastante indiferente, ni la miraba, ni el beso antes de dormir.
   Cuando la neblina disipaba, veía un peón, casi no caminaba. Trasladaba bolsas al granero, luego dormiría, pensaba Tany antes de decidir conocerlo.
   —Jory, estás cansado y eso que no llevo anteojos.
   —¿Y cómo sabés mi nombre?
   —Por el peón de Casa. La separación entre tu granero y el mío es virtual, gracias a los árboles frondosos. ¿Mirá si fuera alambre de púa?
   Jory la ayudó a subir a un entrepiso cubierto de parvas de heno. Las tardes eran en silencio, cada uno miraba un objeto diferente. Había una ventana, que usando su reflejo, Tany se miraba y pensaba en que ni una Reina se vería tan bien. Jory y Tany quedaron enfrentados. Le contó a la niña que siempre vivió solo. —Yo también, ayer llamó mi padre, se queda dos años más, no lo extraño si estoy con vos y los silencios llenos de secretos que me ordenan el alma.
   Pepa quiso un jardinero y pensó en Jory.
   El peón fue a buscar la niña al granero. Apareció como una Reina y Jory la ayudó a descender. Eso era lo que siempre quiso Tany. Mintió un desmayo. Por fin él la llevaría en sus brazos, sintió un vértigo angelado, la Casa pendiendo atrás, los ojos entornados y el disfraz blanco, con una cola que arrastraba barro. Jory tenía treinta años y era opa de nacimiento. Tany tenía seis, amó esa extraña rareza.
                                             

martes, 9 de mayo de 2017

UN BULTITO AQUÍ


   —¿Es cáncer lo que tengo, Dr?
   —No Estela, es Capricornio. No se quede con mi diagnóstico, consulte otros para ver si hay coincidencias. Puede que lo mío fuera un equívoco, puede ver uno donde los diagnósticos coincidan. Otro Dr que disienta. Puede que los tres estemos errados.
   —Dr¿Entonces tengo que esperar?
   —Como todas las Estelas, saben esperar.
   —¿Sabe Dr lo que me gustó de Ud? Fue cuando dijo “No es cáncer” “Es Capricornio” Si Ud lo dice, debe ser un buen lugar. ¿Dónde queda Capricornio?
   —Para qué quiere saber?
   —Me gustaría hacer un viajecito por aquel pago que hizo mi mutual, para asustarme con una operación sin certezas.
   —Le vuelvo a repetir, Estela, debe esperar.
   —¿Para qué Dr? Entonces tiene dudas, tal vez sea cáncer. Sencillo para Ud, pero me cortará un pedazo, con la amenaza adicional de una metástasis, le falta decir que cuando muera me voy a ir al infierno. No parece serio lo suyo.
   —Yo hice el Juramento de Hipócrita, que es serio.
   —Ud habrá jurado mucho, pero mañana parto para Capricornio, espero conseguir pasaje, me voy con mi cáncer, mi pedazo, metástasis y el horóscopo.
   —Tengo algo para decir, Estela ¡Váyase al infierno!
   —Le recuerdo que ya me amenazó con el infierno, Dr.
   —No fui yo, fue Ud
   —El orden de los productos altera los factores, Dr, en cuanto al infierno, puede Ud pasar primero, le cedo el lugar… 
                                                                       

lunes, 8 de mayo de 2017

DETRÁS, DETRÁS


   Sus posesiones eran, un colchón, una mesa y una biblioteca que cubría cuatro paredes. Habiendo sólo espacio para la puerta y la ventana. El equipo de mate lo olvidó el inquilino anterior. Un rayo de sol daba en un rincón de la biblioteca. Chufo hizo un esfuerzo y llegó con su brazo a otras fila de libros antiguos de hojas amarillentas. Le interesaron todos. Quitó sus libros y emprendió la lectura, 2° fila. Hasta no terminar la última hoja del último libro, tres años de su vida le llevó leer lo que allí había, 3° fila. El sol iluminó una 4° fila de libros, encuadernados a mano. Pertenecían al mejor novelista, cuentista, cantautor de todos los tiempos: Anónimo. Chufo lo conoció, dice que era alto, flaco y no hacía otra cosa que escribir.
   No le gustaba la fama. —Anónimo!
   Lo llamó el dueño del Bar. —Mire, tengo varios ejemplares de su autoría y me complacería que los dedique.
   Anónimo dedicó los ciento veinte ejemplares que tenía el dueño del Bar.
   Chufo tardó dos décadas en leer al autor Anónimo. Cuando terminó la última página del último libro, olvidó que los libros no dejaron espacio ni para darse vuelta. Puerta y ventana dejaron de existir. Chufo respiraba por un agujero que le señalaba el sol. Apareció gente de la Universidad, que lo liberó. Fue invitado a dar una charla sobre el polifacético Anónimo y en qué rincón del mundo vivía. —Esa respuesta sería inapropiada, él prefiere el anonimato. Ganarse ese lugar, le llevó toda la vida.
                                                        

domingo, 7 de mayo de 2017

SE DURMIÓ


   —Éste es el último cuento y no sé si lo termino. Se me caen los ojos.
   “Eran tres hermanas, la madre entregó la vida a sus hijas.
   Las hijas heredaron su generosidad. Cenicienta, la del medio, andaba descalza, llena de cenizas por dormir bajo el fogón, lo prefería a la cama. Sabían por dónde andaba por las cenizas que se desprendían de ella y hacían caminos convergentes, divergentes, paralelos o meridianos. Las hermanas envidiaban la libertad incorporada de Cenicienta, pero ambas la querían. Llegó una carta del castillo “Rey Muerto”, era una invitación para la Sra Vaiviene y sus hijas. El Príncipe hizo iluminar el castillo con candelabros, para no gastar luz. Cenicienta se bañó, todos la pensaban morocha, resultó blanca como la nieve. Ella extrañó la mugre, se tranquilizó cuando sus hermanas, como hadas, le entregaron un vestido blanco transparente y zapatos de charol rojo, con tacos altos. El Príncipe quedó gratamente sorprendido por las tres bellezas, la más era Cenicienta y la invitó con el primer vals. Ellas miraban complacidas, menos Marga que amaba al Príncipe desde chicos. Su sonrisa cayó como payaso triste. Cenicienta conocía los pesares de su hermana. —Su Señoría ¿tendría a bien sacar a mi hermana Marga en el próximo vals? Para ella sería un honor y una alegría.
   Al terminar la velada el Príncipe descubrió un zapato de taco alto y charol rojo. Hizo un recorrido por la comarca y encontró la casa. Abrió Cenicienta, él no la reconoció, la hermana llamó a Marga cuando ya estaba abajo. El Príncipe le hizo una reverencia y preguntó si podía probarse el zapato de la escalera.
   —Cómo no, Su Señoría, me retiro un instante.
   Cenicienta la esperaba en el dormitorio —Acá tengo unas medias reductoras, son las que usan las geishas.
   Marga volvió con el zapato que le iba perfecto, hasta le daba rubor a su cara. El Príncipe pidió su mano y la madre se la mandó, con la mano y el resto.
   Cenicienta seguía durmiendo en el fogón, con la llegada del invierno parecía un muñeco de cenizas.
   Entró su madre en medio de la noche —Decime hija, ¿no eras vos la enamorada del Príncipe?
   —No Mamá, no me gusta la gente careta que vive en catillos y el Príncipe es tan lindo, que parece puto, pobre Marga, bueno, a lo mejor no. Pero ya viste lo que es ese ambiente.”
   Uno de los nietos, extasiado con el cuento —¿Se durmió la Abuela?
   Otro contestó —Siempre se duerme en la mejor parte, yo quería saber lo de “ese ambiente” y que tal la pasó Marga, si el Príncipe era o no era.
                                                           

sábado, 6 de mayo de 2017

¿NADIE LOS VIÓ?


   A las siete de la mañana bajaba a la plaza, con un grueso guante de cuero, que le tapaba desde el codo hasta la mitad de la mano. Llevaba un animal de plumas abundantes, negro noche y un pico rapaz pronunciado. Un halcón con garras que se tenían del guante de ella. Lo había domesticado, no agredía a nadie y tenía un estar plácido.
   Un chico, que había observado la pareja, ella y el pajarón, desde su edificio. Les salió al cruce 
—Hola, vivo enfrente y siempre veo un pájaro más grande que su dueña ¿lo puedo tocar?
   Intentó acercar sus dedos a la cabeza, el animal abrió las alas haciendo sombra al sol y puso una garra en cada ojo. El chico se tenía los ojos con sus palmas. Fue al Hospital, el halcón se llevó sus ojos. La chica masticaba chicle y decía que el pájaro lo hizo por celos.
   Lo trasladaron a Quebec, para recibir dos trasplantes de ojos. Hasta le llevaron muestras auditivas de color para que eligiera por nombre. Los Azules de Ultramar le parecieron ideales.
   La chica lo acompañó hasta su recuperación.
   Los médicos autorizaron su partida. Ella lo llevó en taxi, hasta el lugar que pudo alquilar. Ni bien entró y vio al pájaro encima del aparador le pareció una pesadilla. —Tranquilo, le corté las alas, le extrajeron las garras y no tiene más pico.
   Le preguntó por los ojos que le arrancó su halcón. —Me los llevé a casa, los herví cuatro minutos, los escurrí, quedaron como aceitunas, le preparé un peceto mechado con tus ojos. Se lo devoró. Sobró algo, si querés verlo?
   No pude creer lo que escuché —¿Ahora viene la parte donde me pedís que lo pruebe?
   La vi arriba del aparador, abrazada al asesino de ojos.
   Tenía miedo que la matara. ¡Mirá si voy a gastar pólvora en halcones!
                                                          

viernes, 5 de mayo de 2017

HACER TERAPIA


   —Perdí la cabeza, Dra, por eso pedí turno cuanto antes, aunque me dieron para seis meses después. ¿Sabe lo que es andar sin cabeza seis meses?
   —No sé, Dora ¿por qué no me cuenta?
   —No sé si como, si duermo, si me bañé, si cobré, dónde está la ropa ¿Qué quiere decir boldo? Le puedo asegurar que perder la cabeza es como dejar de ser. Y no sé dónde quedó. Ya pregunté en cafés, negocios, vecinos. Nadie vio mi cabeza.
   —¿Buscó bien en su casa, debajo o dentro de algún mueble? ¿En la cocina, dentro de alguna charola?, tiene que aparecer. ¿Cuándo fue la última vez que la tenía puesta, Dora?
   —Dra, cuando conocí mi último novio, perdí la cabeza, él me besó en la boca, o sea que todavía la tenía. No lo creo capaz de irse con mi cabeza sin el resto.
   —Perdone, Dora, pero suena el teléfono y como prescindimos de todas las Secretarias, debo atender yo.
   —Dora, tengo excelentes noticias para Ud., apareció su cabeza. Se la llevó una paciente que perdió la cabeza. La flía tuvo a bien devolverla. A ver, póngasela.
  —¡Ay, Dra, tengo veinte años menos y qué ojazos, no me recordaba tan joven y agraciada. Bueno, como dice Ud, Dra, “Nos vemos el miércoles”.
   Pasaron dos semanas y Dora no apareció. Llamó la Dra a su paciente —Hola Dora, ¿cómo se siente?
   —Más bella que nunca ¿A qué debo el placer de su llamada?
   —Mire Dora, llamó la flía de la chica que devolvió la cabeza. Hubo una confusión, ella se quedó con la suya y Ud con la de ella.
   —De ninguna manera Dra, si la chica perdió la cabeza, que la busque, como hice yo.
                                                                              

jueves, 4 de mayo de 2017

LIBERTAD ANTIPSI


   Me da aprensión volverla a la vida, es mi obligación. Respira sola, está conectada, por eso brazos y pies atados. Cuando despertara había que estar preparados: mordía, arañaba, tenía una fuerza salvaje, sostenida por un diagnóstico sin solución. El Dr fue el primero que la vio, ella sonreía inocente y clara como el alba.
   Sus ataques eran repentinos, podía estar departiendo con cualquiera en estado alfa y empezaba por romper la vajilla y comerse al que tenía enfrente. Le daban sedantes potentes, necesitaban camas y la mandaron a su casa con una Acompañante Terapéutica, no funcionó, los mordiscos y arañazos hicieron que la Acompañante renunciara. Se corrió la voz y nadie quiso tomar ese trabajo. A excepción de un Antipsi que aseguró la curaría en un 40%. No tenían sesiones, él la dejaba a su aire, comía en el plato del gato, tomaba agua del inodoro, dormía en la alfombra. —¡David, vení pronto! Tengo pesadillas y no se quieren ir.
   De inmediato se hacía presente el Antipsi 
—Venga, venga, se va a dormir en mi regazo, mientras le canto el Arrorró.
   Le encantó que David le enseñara a caminar en cuatro patas, aprendió rápido. David le vendó las tetas y aprovechó la cantidad de pelo de ella para que pasara como un perro, bordearon el mar. La llevó con collar, bozal y cadena. No quería volver a su casa, le mordió el meñique al Antipsi, hasta quedarse con el dedito en la boca. David se encerró en la casa.
   —De afuera se escuchaban los ladridos, estaba convencida que era una perra y era una perra que se llevó mi dedo. Me armé de valor y salí, miré hacia el mar, ahí andaba la loca, entre los médanos, la dejé, es conveniente que los pacientes vayan a dónde quieran. Éste fue un caso, yo vivo en la regia casa de ella y ella en la casilla del perro.