lunes, 31 de octubre de 2022

LA MUDITA

 

   Le decían la Mudita y eso que ocupaba todo su tiempo hablando de los demás. Los vecinos eran su tema. Lo que escuchaba hablar entre ellos, cuando iba a pedir sal. Era la típica de al lado, que siempre necesitaba algo que le faltaba, un pedazo de manteca, la dirección del oculista que seguro no la perdió. Sus pretextos eran varios y en momentos inoportunos. Como cuando fue a lo de Inés, que después de cinco años la invitó su marido a un polvo rapidito. Tocó el timbre la Mudita, en mitad de la forreada. Se fue sin decir nada y de los nervios, al marido de Inés, el forro se le pegó en el techo.

   Jugaban a la canasta los jueves y mientras la Mudita barajaba, sacaba secretos de los demás, a veces se confundía, porque eran seis las familias y cada una tenía problemas, de infidelidad, exceso de odio, mentiras y las pavadas que contribuyen a hacer de la convivencia un infierno.

   La Mudita se apropiaba de los conflictos ajenos y los desparramaba sin piedad, siquiera con el paralítico que vivía solo y tenía un novio que lo visitaba con la asiduidad del enamorado. De ese se ponía Mudita, porque ella, alguna noche, se mandaba un touch y no go, “me quedo una semana”, decía el galancete y seguro que todas las noches le rompía el, el, el que todos sabemos y no entregamos con facilidad. Con ella era distinto, lo entregaba con felicidad.

   Un jueves, faltó la Mudita a la canasta, del árbol caído todos hacen leña, pero tuvieron miedo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Esa tarde se aburrieron. El descaro de la Mudita para contar sus chismecitos, hicieron que taza taza, cada una a su casa.

   No eran diferentes a la Mudita. No hubo una sola que no la fuera a visitar. A todas les extrañó que la casa pareciera abandonada, con olor a mucho tiempo que allí, no vivía nadie. Tocaron el timbre, golpearon y sintiendo que los golpecitos podían llegar a hacer venir abajo todo. Fueron a la única Inmobiliaria del Pueblo. Les aseguraron que ese lugar, no se habitaba desde hacía ciento cincuenta años, tal vez más. Nunca vivió una mujer “La Mudita”, ni en esa casa del Pueblo, ni en otro lugar, debió ser una alucinación que se contagiaron las seis mujeres. Nadie se resignó a la ausencia inexplicable.

   Los jueves quedaron como recuerdo y algunas se lo borraron. Entre ellas, dejaron de ser amigas. No se saludaron más y si tropezaban en la calle, ni pedían perdón ni “no es nada”.

   Del Pueblo se fueron de a poco, todos. No había más trabajo, ni negocios, ni Escuela. El viento sí se quedó y los yuyos ocuparon el Pueblo vacío, las casas se derrumbaron todas, menos una, tenía un porchecito, donde se escuchaba una silla de mimbre, que se hamacaba sola, sin nadie sentado, la Mudita contaba la historia del pueblo, que alguna vez hubo allí, pero ella no estaba. Sólo su voz en el viento, que hacía doblar los yuyos y las flores, por miedo a ser criticados. Ni yo, que escribo esta historia, no sé qué es verdad o mentira, tal vez algún lector generoso me ubique en tiempo y espacio. Tengo ciento cincuenta años, después de todo, en realidad, ya no  importa.

domingo, 30 de octubre de 2022

¡QUÉ ME CONTÁS!

   La espiaba por la cerradura, y salía sin olvidarme las llaves, pero sí las carpetas. Mientras ella llamaba al ascensor, yo ya estaba a su lado, me intrigaba su vestimenta, toda gris y si hacía frío, agregaba un chaleco negro, llevaba una vincha oscura y una cola de pelo triste.

   —¿Usted trabaja en un Colegio religioso?

   Se quedó de perfil y con voz de aburrida y sola, contestó:

   —Mi nombre es Marina, vivo enfrente de Ud. Pertenezco a la Congregación de Monjas, con voto pero sin hábito. Entrego mi vida a Dios, que me salvó la vida, por eso mi pensamiento reza y reza sin cesar. Hay de mi congregación que se casan, pero no quieren tener hijos. Está vedado a nuestro Protocolo bíblico, por respeto a los niños que andan la vida sin padres, según dios y algunos hombres buenos, sin dios, eligen adoptar. Le llené la cabeza con mi vida y creencias. Le pido que me perdone, hablo sólo con dios, pero él tiene la costumbre de hablar con todo el mundo a la vez. Se desencuentran los pedidos con los agradecimientos. Hay una mezcla que hasta el propio Dios, tiene mareos y otitis o le sangra la garganta, de tanto hablar y hablar. Está grande y bastante cansado de repetir siempre lo mismo, que es racional, divino y las personas preguntan, piden, ruegan, exigen. Yo en su lugar los mandaría a la mierda, pero su paciencia es infinita.

   Me quedé pensando en cuánto hablaba, pero cuando le vi esa cara de armonía, de generosa y de loca, me dieron ganas de decirle:

   —¿Y si hoy faltás al Convento? Te invito a ver cuatro películas cortas de Charles Chaplin y dos de mi querido Buster Keaton.

   Se le puso el contorno de todo el cuerpo brillante. No me di cuenta que íbamos por la plaza, el sol del atardecer la iluminaba de atrás.

   —Podemos ir ahora y comprar pochoclos que son muy entretenidos para ver películas.

   Me encantó la monja, el hábito, el voto, todo eso no tenía importancia, su núcleo pasaba por una ruta distinta. En el Cine fui atrevido y le toqué una mano y le pasé la mano por el hombro. No dijo nada, sólo masticaba y se reía, como por primera vez una niña.

   Cuando salimos tenía una sonrisa con todos los dientes saludando.

   —No te creas que no me di cuenta, no me molestó, igual prefiero que me pidan permiso.Ahora te vas a sorprender, yo no soy una monja, soy atea convencida. Estoy ensayando una obra de Teatro, que se llama: “Golpes a mi puerta”. Hay dos personajes que son dos religiosas, o monjas, como más te guste. Hay una de ellas, la mía, que me cuesta incorporar y me comporto como mi personaje, hace un mes que decidí este método. Y vos me ayudás, ¿vos sabés lo que hago?, te espío por la cerradura y salgo cuando vos salís. Mi personaje tiene que simular, subyacente y callada, que está enamorada de un joven que ellas esconden en su casa, de una persecución.

   Allí Marina no dijo más nada.

   —No sabés cuánto te debo, mi monja se está enamorando de vos, pero no yo, la actriz. ¡Qué me contás!

   Flasheé unos segundos:

   —Marina, a mí me pasa lo mismo con vos, pero no como actor, como hombre. ¡Qué me contás!


sábado, 29 de octubre de 2022

RECUPERACIÓN SOÑADA

 

   El auto quedó sin combustible, la mujer quiso abrir la puerta, olvidó que se trababa dos por tres, el marido, un pterodáctilo como ella, abrió la suya.

   Una traffic, que venía a mil, rozó filoso al pequeño auto y le llevó la puerta.

   Yo estaba estacionado, leyendo mis resultados de sangre. Bajé del auto, el viejito se agarraba la cabeza, su mujer parecía embalsamada. Le pregunté si estaba lastimado, dijo que no, igual miré su cuerpo, toqué toda su cabeza, los brazos, las piernas. Le ofrecí acercarlo a una guardia, para estar más seguros.

   El de la traffic frenó cuadra y media después y corrió hasta el auto con la puerta en la mano.

   Parecía que yo sobraba y entré en mi vehículo. Él tendría unos veintiocho años, calculé. Le pidió disculpas, que no lo vio, que cómo se encontraba, mientras tocaba su cuerpo y decía “Bien, bien”, dijo ser médico. El viejito le explicó que estuvo algo confundido, pero ahora se había recuperado. La mujer agradeció la deferencia del chico, que sonreía con alivio, él les explicó que tenía seguro y agregaría un dinero para que el auto quedara como nuevo.

   Enganchó el auto en la traffic, para cargar nafta. Los invitó a subir y la viejita decía que la camioneta era viajar en un elefante.

   Aplaudía como una niña y su marido le besaba la frente. Es verdad, decía el viejito, como reza la propaganda, un “lugar soñado”.

   El chico advirtió que la pareja, no era de acá.

   Le inspiró ternura la conclusión del lugar soñado.

   No quiso desilusionarlos. Él sabía que era un pueblo de mierda.

viernes, 28 de octubre de 2022

BAJO LA CAMA

   Le empezó a crecer la barba, los bigotes y comenzó a trabajar en un cine como acomodador. A su amiga, la vecina, también le crecieron bigotes. Sentía orgullo por ese detalle, como admiradora de Frida Kahlo que usaba bigotes, igual a los de ella.

   Atendía un kiosco, quedaba justo en el frente del cine. Se hicieron inseparables. La madre del niño tan bueno y lindo, se fue convirtiendo de a poco en malo y feo.

   Un día entró a su casa y no los encontró en ninguna parte. Entró al dormitorio y tampoco los vio. Ellos se refugiaron debajo de la cama. Se daban piquitos y gemían como adultos.

   La madre no quiso seguir haciendo de voyer. Y llamó a su marido:

    ─Los chicos son grandes y están desarrollados. En cualquier momento ella podría quedar embarazada. ¿Y entonces qué hacemos?

   ─Pero querida, estamos cubiertos. Le regalé una caja china que trae dos mil quinientos profilácticos, garantizados. Se pueden pinchar o morder que resisten todo eso y más.

   ─Mami, papi, quería tranquilizarlos, todavía no llegamos a hacer la completa, pero en cualquier momento empezamos. Yo no doy más de tanta abstinencia y ella tampoco. ¿Nos prestan su cama de dos plazas? Estaríamos mucho más cómodos, para hacer nuestras cositas.

   ─¡Me quiero morir! ¿Vos escuchás lo que nos están pidiendo? Son dos mocosos de mierda.

   Dijo el padre enojado:

   ─Y bueno, que se arreglen, ya tenemos bastantes problemas. Dejémoslo así. ¿Vos no tenés memoria? Pero nosotros lo hacíamos en cualquier lado, en el zaguán, en la pileta y hasta en la Escuela. 

jueves, 27 de octubre de 2022

UN AMANTE CON PUNTILLAS

                       UN AMANTE CON PUNTILLAS

 

   Llamaron a la puerta y lo atendió Raquel.

   ─No te llevaste las llaves.

   ─Y vos no fuiste a trabajar.

   ─Necesitaba un día de descanso, la repetición cotidiana me quita las ganas de vivir.

   Justo cuando me encontré con Pipo, el amigo más buenmozo, inteligente y seductor.

   Vino a visitarnos sabiendo que lo más probable es que estuviera sola. ¿Cómo se enteró? Es un misterio. Empilchaba en inglés. Se arrodilló a mis pies, pidió que le extendiera la mano. Sacó de su bolsillo un anillo con una piedra de aguamarina, deleitó mis manos ver en el reverso del anillo un grabado que decía: Siempre tuyo…

   Las puntillas de su traje asomaban por las mangas. Raquel elogió las puntillas y él de inmediato las arrancó y se la regaló.

   A ella le pareció demasiado y lo invitó a caminar por la calle. Había un charco ancho para cruzar y él como caballero que era extendió su capa de terciopelo negro sobre el agua y Raquel pasó sin mojarse ni un callo.

   Llegó una carroza tirada por cuatro corceles. Él le extendió su mano y la ayudó a subir. El interior parecía un living antiguo. Raquel estaba tan cansada que durmió en un sillón largo y mullido.

   Mientras él le acariciaba la cabeza, ella ni se daba cuenta. Pero sonreía. Era hermética la carroza. Como nadie podía verlos ni escucharlos, tomaron champagne y encubicularon como Raquel y su marido, la noche de bodas.

   Pipo se aburrió de esta mujer necesitada y demandante. No le dijo nada y partió para Bruselas.

   Raquel le contó todo a su marido y él le respondió con indiferencia.

   ─Está bien lo que hiciste, yo parto con él mañana. ¿No te dijo nada? Hoy saqué los pasajes. En el aeropuerto parecíamos hermanos, yo llevaba volados en todo el traje, me regaló una capa igual a la suya. En Argentina resultábamos sospechosos, en Bruselas nos ignoraban.  

miércoles, 26 de octubre de 2022

SÍ, LO DEMÁS

 

Late fuerte el corazón, se hace cierto ¡Casi se me sale el corazón! Pasaba todos los días, pensé que iba a la Facu, después supe que era para verme de lejos. Gonnet es chico y soy casada, pero él me empezó a gustar, de a poco, la infidelidad estaba prohibida. “Prohibido prohibir”, decían en la Francia del 68 y ese gusto, me lo debía.

   En la Estación de trenes de Gonnet, nos encontrábamos, en una punta él miraba a la izquierda y en la otra yo miraba a la derecha, ninguno de los dos tomaba el tren. Mi casa quedaba frente a la placita de juegos y árboles, cubierta de gramilla blanca, por los chicos y el barro. La ventana de mi escritorio estaba casi al ras de la tierra, era el lugar excusa para no hacer nada. Sentada en el alféizar, el sol me adormecía. Mi mano recibió un papelito doblado en diez… “Quiero verte, si podés a las 15 horas, tengo ganas de abrazarte y después por tus miradas, o el cruce de los dos, no te niegues.” Y luego venían palabras de loco ansioso desprolijo, ni con lupa entendía sus últimas tres oraciones. Cursi, torpe, joven, hermoso.

   Me nació un amante que se vio que nunca, pero conmigo todo. Un día dijo:

   —No quiero verte más, sos más grande que yo, de chica seguro estabas buenísima, la gente no es tonta, se dan cuenta y no me gusta. No me late el corazón cuando te espero. Yo no te quise nunca, sí lo demás, lo demás sí. Vos decías “te amo” y me parecía superfluo y mentiroso.

   Tiré el celular al piso y lo deshice a taconazos. En nuestra cuarta mudanza, después de aquellos episodios prohibidos y olvidados, encontré un sweter azul, me dio impresión, no pertenecía a nadie, no sé por qué, a veces la memoria del cuerpo, trae sorpresas tristes. Doblé el sweter para regalarlo, rápido. En eso estaba y en el entretejido, como encarnado, encontré un pelo del mismo color, la misma textura, tiré de él, era largo y rubio. Abrí la salamandra, miré cómo las llamas lo desaparecieron.

   La tristeza entra en mi cabeza, con la facilidad de las puertas abiertas y por allí pasó, toda aquella historia, con su final patético y humillante.     

   Pasó el tiempo.

   —Rita, te prometo que es la última vez, perdóname, fui torpe.

   Rita preparaba un omelet.

   —Sí, perdono, pero ésta es la última vez.

   Al mes entró con cara de zorro:

   —Tengo que confesarte, Rita, soy infiel, pero te pido por los chicos, es mi última vez. ¿Me perdonás?

   Ella siguió con el alicate y sus uñas.

   —La última vez, prometiste tu última vez y sí, te perdoné. ¿Hasta cuando querés jugar a ser lo que no sos?, yo voy por el séptimo y jamás se me ocurrió romperte las bolas, con “Perdoname, es la última vez” y lo jurás. No seas pesado, pará.

martes, 25 de octubre de 2022

CALAMARES E SU TINTA

 

   Me anoté en la Marina Mercante, cuando por primera vez aceptaron a mujeres. Pensé que íbamos a ser muchas, pero en el barco había una sola, Verinia, que era yo con doscientos cincuenta marinos. Se reían de mí cuando pasaba por sus filas para saludar a la bandera, se tocaban los codos como diciendo: “Qué hambre de hombres tienen algunas minas” y no era como diciendo, lo decían bien cerca de mis oídos, también escuché “Qué bagayo de mujer, aquí está segura, nadie le va a proponer nada, ni bailar en esas fiestas ridículas haciendo subir minas pagas para nosotros”.

   Yo nunca asistí a esos eventos, prefería vomitar tranquila en mi camarote. Durante meses, antes de llegar a los lugares de destino, Prefecturas de distintos países, no permitían desembarcar a Puerto, Allí empecé a odiar a los hombres.

   —Verinia, te invitamos a jugar al billar con nosotros.

   Me gusta ese juego y acepté ir con ellos a una inocente partida. El Comandante de a bordo, miró con desconfianza y haciendo la venia de hablar con él:

   —Mire, Verinia, yo tuve el honor de ser compañero de su Padre. En nombre de aquella amistad, le pido me permita asistir a su camarote, para advertirla de las dificultades que podrían presentarse. Quiero ser la persona a la que pueda recurrir.

   Cuando entré en el salón, ya habían abierto el juego. Cuando tocó mi turno, mi concentración promovió pegarle a tres bolas de direcciones complejas, hasta que pude llegar y entrar al hoyo con firuletes pensados. Alguno aplaudió, otros me silbaron y un tercero dijo:

   —Con ese culo me puedo divertir tres Puertos sin bajar, aunque se pueda.

   Hice que no escuché nada, pero era el mismo que una vez entró a mi camarote sin llamar y dijo con mirada torva, dando tres pasos adentro.

   —Disculpe, me equivoqué, pensé que era el mío.

   Escuché risotadas que provenían de la borda. Otra noche para él inesperada, entré en su camarote sin llamar, pedí a sus tres compañeros que por favor tenía que hablar a solas, un tema de vital importancia.

   Trabé la puerta, el marinerito quedó asombrado cuando le arranqué los botones braguetiles y con mis propias manos, tomé su miembro respetable y bien dispuesto. Mi pantalón estaba rajado entre las piernas, hice una reforma de último momento. Lo guié hasta el lugar y él se metió tierra adentro, en este caso mar adentro. Era mi segundo día de menstruación abundante y entre una cosa y otra, quedó embadurnado con sangre desde su miembro hasta su boca.

   Antes que me vomitara en la cara, le meé y le cagué su litera. Salí con toda calma y me metí en mi camarote, con la satisfacción del deber cumplido. No habrá pasado una hora, cuando se hizo presente el Comandante de abordo. Tenía sus pretensiones y cumplí sus órdenes, como no, si era mi superior.

   Hizo todo con ojos cerrados y lo que pensó un exceso de flujo placentero, cuando terminó, tenía sangre en todo su uniforme. El viejo verde pidió detalles:

   —¿Entonces no era su culo?

   Lo miré con perversión de chica mala:

   —Eso le pertenece a mi novio y lo que usted pensó era mi propia boca.

   El viejo voló como una gaviota y se tiró al mar, las máquinas hicieron el resto, quedó hecho carne picada. Algunos dicen que fue un suicidio, yo declaré que dormía y no había escuchado nada. Pasé al lado de un marinerito sin estrenar, me miró como si fuera un hombre y no un pendejo de mierda.

   —Me dijeron que te llamás Verinia y sos una yegua pura sangre.

   Pedí la baja inmediata. Ahora vivo tranquila, esperando mi bebé, ignorando quién es el Padre. Nadie sabe dónde estoy y esta cabaña está oculta entre bosques y praderas.

lunes, 24 de octubre de 2022

MANDARINAS ESPACIALES

 

   El tipo venía en remera, vaqueros, pelo largo y con mirada entre tierna y perversa. Lo contrataron mis viejos, por una materia del Secundario, que me hizo perder un año de Facultad. Estudiaba Ingeniería y era muy ingenioso para explicar “Geometría del Espacio”. Tenía ángulos que existían, no necesitaban papel, él usaba las manos para señalar las cosas que se encontraban dentro de la construcción de mi casa, era alto y eso para mí significaba una virtud, lo que más me gustaba era el olor a mandarina que traía en sus dedos largo infinito y el aliento de ese fruto, mejor que el dentífrico o cualquier otro perfume.

   En mitad de la Materia, informó que no podía seguir, su vida se complicó y no brindó explicaciones. Les dijo a mis Padres que tenía un amigo de su confianza que continuaría su trabajo. El primer día, cuando lo vi aparecer con un traje prolijo pero deforme, zapatos recién lustrados, medio colorado y con los ojos uno muy cerca del otro, lo único común con el anterior era el olor a mandarina.

   No tenía nada que ver con un tipo de traje y corbata, desprestigiaba la mandarina. Un día le mentí, le dije que esa fruta y el olor que dejaba no me gustaba para nada, le pedí disculpas y a él se le juntaron los ojos, que casi se le atropellan.

    —Prefiero aroma a jabón, no el olor de las mandarinas.

   ¡Para qué me habré metido!, se compró un perfume berreta, que me daba asco, escuché sus clases y después estudiaba por mi cuenta. Quería cortarla y que se fuera.

   Dijo mi Padre:

   —Vos sabés, pobrecito, me preguntó si vos podías salir a tomar un café, en la última clase. Le dije que sí, no había problema.

   Mi Viejo no entendía nada, cuando le contesté con ira:

   —Ni dormida, ni muerta. No lo quiero ver más en mi vida, es feo, ordinario y medio bizco, además Papá, ¿cómo vas a contestar por mí?...

   Di bien la Materia, me saqué diez, después de tres veces, la tercera fue la vencida.

   Pasaron unos años y me crucé con el primer Maestro, ahora Ingeniero, el alto de manos largas, miraba mis tetas más que mis ojos. Me invitó a tomar un licuado y habló de su bulín de diseño propio. Después me dijo que fuera a ver su creación. Era un tipo tan seductor que acepté. Había fabricado unos arriates, en una terraza chica y sus únicas plantas eran arbolitos de  mandarina. Iba seguido en la estación de los frutos. Crecí tanto como él y un día de terraza y mandarinas, pasó algo, que no pienso contar a nadie.

domingo, 23 de octubre de 2022

AVATARES

 

   Él iba en una silla de ruedas, tenía amputaciones en piernas y brazos. Una enana sin trabajo le propuso instalarse paralelo a una calle, estacionando como un auto. La enana llegó a ser su mujer, estaba pendiente de él, repartía tarjetitas en una lata usada. Cuando había semáforo rojo los autos le daban unos pesos. Pasábamos todos los días y si había lugar estacionábamos y bajábamos.

   ─Qué suerte que vinieron, si gustan podemos charlar un rato, pero no de la guerra, se los pido por favor.

   El gobierno no les dio ningún resarcimiento. El premio fue seis cajas grandes de lentejas. Todo gracias a un filántropo, cuyo nombre no se conoció nunca.

   ─¿Sabe cuánto hace que comemos lentejas? Exactamente un año y medio. Tenemos otro amigo que vende diarios, él tuvo más suerte y miedo, llegó al Sur donde los regios preparativos eran aviones viejos y oxidados en portaviones inseguros. Llegó la orden que él permanecería en tierra. En su lugar reclutaron gente joven de Misiones, Santiago Del Estero, mal comidos. Centenares de muertes. El Gobierno con ese pensamiento de mierda tipo: “los negritos no valen nada”.

   Nos hicimos amigos, nos reuníamos los fines de semana. Hacíamos asados a la canasta y tomábamos vino hasta el desmayo. Por la mañana, mates en silencio. Tal y como había pedido el señor de la silla de ruedas, “no hablar de la guerra”.

   Aunque los ojos húmedos denotaban la injusticia de todo.

   La estupidez de un tercer mundo, contra el primero. No hay por qué ni cómo explicar tanta sangre derramada al pedo.

sábado, 22 de octubre de 2022

TOMATELAS


   Hasta cuando la familia dormía, ensayaba, las teclas necesitaban la presencia de sus manos, el temperamento furioso, romántico, suave, lento, variaciones de músicas creadas por su alma talentosa ancha y lujosa.

   Los insomnios de Cleo:  

   —¿Querés un margarita?, ¿un bloody mary?, ¿whisky?, ¿Mocoretá?, elegí y vengo de inmediato.

   Luis arrastró los dedos por el teclado:

   —Prefiero un licor 8 Hermanos y que te esfumes en nuestra cama. Te quiero y te necesito, pero ahora me llama él, hay algo inconcluso, miré mis dedos, buscan las teclas, no puedo dejar de atender este llamado. Es un bajo que te acuna, sin alcohol ni rivotril.

    La casa tenía complejo de palacio, escalinatas que conducían a las habitaciones de los hijos. En el dormitorio de Cleo y Luis, las puertas eran de dos hojas, no de pentagrama, eran de madera acústica. Durante un desayuno, Luis los miró, por primera vez no se le reflejaban notas musicales en los ojos:

   —Esto sólo va para todos, Cleo, tenés ojeras violáceas, Augusto, Josefina y Sol, también tienen. Creo que tanto piano, les produce insomnio. Todo tiene solución, si yo diera, por fin, mi primer concierto, hasta llegar a una gira, recibir ovaciones y que me duelan las lumbares de tanto inclinarme para agradecer, rosas y flores inundarán el escenario. Cleo, vos juntá los claveles rojos con un coqueto canasto de jardín, Augusto, vos encárgate de las rosas blancas, Josefina de las amarillas y Sol, de los cabos sueltos.  Es un pago más a mi talento creativo, recuerden que las flores, están carísimas.

   A Luis se le cumplieron sus deseos y llegó a tocar en El Cairo, haciendo uso de las instalaciones donde se filmó: “Casablanca”, película de culto e incultos, con la actuación de Humphrey Bogart, Ingrid Bergman y el trompetista Louis Armstrong. En homenaje a ellos, ejecutó temas de la película. Le obsequiaron una pipa de agua, con hachís del bueno.

   Llegaron al palacio de las escalinatas, arrastrando pies, maletas y flores. Ahora, el de más ojeras era Luis, que pidió:

   —Quiero silencio absoluto, vayamos todos a dormir, yo, por lo menos, me lo merezco. La fama me mató.

   Dejaron todos sus petates en el hall del primer piso. Se acostaron con ropa y calzado. Luis, tomó un vaso de agua de su mesa de caireles y escuchó ruido en las puertas. Abrió ambas con brazos de winner y el piano Steinway, lo buscaba para seguir la zaga de las teclas y sus manos. A Luis le pareció un gesto desafinado y lo arrojó del tercer piso al primero, el piano iba perdiendo sus dientes, sus cuerdas, su cola:

   —Y no te quiero ver más por aquí, te di mi vida, Stein go away. 

viernes, 21 de octubre de 2022

HACER TERAPIA

 

   —Perdí la cabeza, Doctora, por eso pedí turno cuanto antes, aunque me dieron para seis meses después. ¿Sabe lo que es andar sin cabeza seis meses?

   —No sé, Dora ¿por qué no me cuenta?

   —No sé si como, si duermo, si me bañé, si cobré, dónde está la ropa ¿Qué quiere decir boldo? Le puedo asegurar que perder la cabeza es como dejar de ser. Y no sé dónde quedó. Ya pregunté en cafés, negocios, vecinos. Nadie vio mi cabeza.

   —¿Buscó bien en su casa, debajo o dentro de algún mueble? ¿En la cocina, dentro de alguna charola?, tiene que aparecer. ¿Cuándo fue la última vez que la tenía puesta, Dora?

   —Doctora, cuando conocí mi último novio, perdí la cabeza, él me besó en la boca, o sea que todavía la tenía. No lo creo capaz de irse con mi cabeza sin el resto.

   —Perdone, Dora, pero suena el teléfono y como prescindimos de todas las Secretarias, debo atender yo.

   —Dora, tengo excelentes noticias para usted, apareció su cabeza. Se la llevó una paciente que perdió la cabeza. La familia tuvo a bien devolverla. A ver, póngasela.

   —¡Ay, Doctora, tengo veinte años menos y qué ojazos, no me recordaba tan joven y agraciada. Bueno, como dice usted, Doctora, “Nos vemos el miércoles”.

   Pasaron dos semanas y Dora no apareció. Llamó la Doctora a su paciente:

   —Hola Dora, ¿cómo se siente?

   —Más bella que nunca ¿A qué debo el placer de su llamada?

   —Mire Dora, llamó la familia de la chica que devolvió la cabeza. Hubo una confusión, ella se quedó con la suya y usted con la de ella.

   —De ninguna manera Doctora, si la chica perdió la cabeza, que la busque, como hice yo.

jueves, 20 de octubre de 2022

ZORLUK

 

   En la casa hablaban, sólo turco. Fahmi Gulayín tuvo dificultades con el castellano, ponía empeño, pero titubeaba con el significado de alguna palabra, llegó a exasperar a los profesores confundiendo, pero con perro, dama con drama, teorema con tarima, los compañeros se reían y en los recreos nadie le hablaba. Sólo Roco, que vivía cerca de su casa, supo entender qué le sucedía.

   Fahmi lo invitó a tomar el té.

   Le llamó la atención el olor a fatay que provenía de toda la familia y sus objetos, llegaba hasta la vereda. Tenían un samovar que vivía en el centro de una mesa, como una especie de dios.

   La Señora Gulayín les sirvió el té, en vasos de vidrio y el samovar cobró sentido para Roco, de allí salía la poción de gusto raro y rico. Mientras la madre les ofrecía arrolladitos de fatay, con cebolla dulce, apareció el Señor Gulayín, se presentó en idioma turco, en lugar de decir “Mucho gusto Roco”, dijo:

   —Muco gasto Roca.

   Fahmi le explicó a Roco, que no tenía amigos y no salía de la casa, donde sólo se hablaba turco, eran turcos musulmanes, practicaban su religión en todo momento. Cuando Roco estaba por regresar a su casa, Fahmi le dio un abrazo:

   —Gracias por aceptarnos, sé que es difícil.

 Tenía los ojos húmedos.

   Roco entró en el living, como si volviera de otro país. La madre de Roco, mandaba a la tintorería la ropa de su hijo. Hasta las sábanas olían a Fatay. Llegó un día que le pidió:

   —Por favor, no estudies más con ese chico, dejalo ir, que haga sus adaptaciones solo.

   Roco pensaba que el afecto no tenía olor y aceptaba los triángulos de fatay, que comían en los recreos.

   Años después Fahmi terminó su carrera de Ingeniería en Petróleo y fue contratado en Japón por sus dotes de privilegio. Se casó con una japonesa, ambos hablaban en inglés. Su cómoda adaptación, se debió al idioma universal de los piratas. Mandó una foto a Roco, donde se lo veía con un look John Lennon y la ella japonesa, una Yoko Ono de mirada amorosa.

   En el reverso de la Foto-postal, mandaba saludos a la República Argentina y en particular a Roco, escrita en inglés yanquizado. El sobre, tenía olor a fatay.

miércoles, 19 de octubre de 2022

EL RELATO

 

   Papá la dejó y se fue. Lo bien que hizo, no le guardo rencor, igual pienso en cierta forma de abandono hacia mi persona. Comprendo, no estaba seguro ni de ser mi padre.

   Ella decía que mejor sola. Los hombres eran más ropa para lavar, menos guita para vivir. Nadie que le amargara la vida, rejuvenecía. Cuando le estaba por venir puteaba al que la dejó y a toda la humanidad masculina, lloraba, se tiraba de los pelos.

   Conoció un tipo en la oficina y lo trajo a comer. Me lo presentó con una voz que jamás le había escuchado, de gatita ronroneante. Yo no pude resistir la carcajada. Me pellizcó finito y me mandó a darle un beso. Sí, tuve que besar un tipo de mirada torva, con olor a vino, panzón y alto hasta el techo. Mi vieja enamorada me daba asquito, al menos me trataba mejor. Es decir me ignoraba, yo podía estudiar o no, volver a cualquier hora, ir a cualquier parte, fumar y hasta tener mi primera relación en mi propio dormitorio. Mi vieja y el tipo vivían haciendo ruido a catre, con la pieza cerrada, tenían esa consideración. Tomaban vino y bailaban tangos hasta el amanecer. El tiempo les robó aquella magia bizarra y mi vieja lo empezó a tratar tan mal como hizo con mi padre. La diferencia era que el morocho le surtía trompadas carentes de piedad. No importaban lugares ni testigos. La muy tonta se dejaba y hasta parecía gustarle. Yo seguí viviendo allí porque no se me ocurría otra cosa. Quince años son pocos para cualquier elección.

   Cuando mamá iba a trabajar, el tipo dormía la mona. Se llenó de ausentes hasta el despido. Hubo gritos, escenas de pugilato, pero a esa altura tenía los auriculares y la vieja compu, dos elementos que me rescataban de aquel horror.

   La sombra que se generó en mi pieza la atribuí a una nube de la ventana trasera. Alguien me levantó de la silla, una mano imposible de eludir tapó mi boca y abrió mis piernas hasta que las pobres parecieron una cruz esvástica, el cuerpo del tipo hizo lo que quiso. Mi dolor de huesos quebrados fue tan grande que una fuerza del mismo tamaño, me hizo levantar la vieja compu y se la partí en el medio de la nuca.

   Por eso le explico, oficial, para que entienda. Usted nunca lo hará, mi padre decía que la policía no entiende nunca nada. Pero ¿sabe una cosa? no imaginé que mi madre fuera capaz de besar esa bestia muerta, mientras yo le cuento esto. Encima me mira con odio, ahora no necesito nadie que lo diga, lo digo yo, es una perra que me mira con odio. No hay mucha diferencia, en sus miradas, a cuando yo era una nena y la perdonaba.

   Sin saber, como ahora, que seré mi propio holocausto por lo que de vida me quede.

martes, 18 de octubre de 2022

EL NIÑO PROPONE

 

   ─Mami, tuve una gran idea, ahora que vos y Papi fueron echados de sus trabajos. ¿No nos podemos ir de vacaciones?

   ─Si no tenemos dinero ni para llenar la heladera. ¿Cómo se te ocurre?

   ─A mí me gustaría el norte de Brasil. Mi amiguita de al lado se fue la semana pasada y me invitó a ir con ellos, pero yo sin ustedes no voy a ningún lado.

   ─Eso dalo por sentado, niño lindo y bueno. El padre de tu amiguita es un corrupto, lleno de plata robada.

   ─¿Qué quiere decir corruto?

   ─Te falta una letra, la “p”.

   ─¿p de puto vos decís?

   ─No, p de corrupto.

   ─Mami, es casi lo mismo ser puto que corrupto. ¿No te parece?

   ─¡No!, corrupto es mucho peor, si es puto problema de él.

   ─Después de todo, puto ¿qué quiere decir?

   ─Que se divierte dos veces, habría que probar.

   ─Mami, ¿vos probaste alguna vez divertirte dos veces?

   ─Dejate de hablar pavadas y ayudame a cocinar las lentejas.

   ─¿Lentejas otra vez? ¿Y papas fritas con huevos fritos?, me gustaría más y te cuesta lo mismo.

   ─Niño feo y malo, andá a lo de tu amiguita que ya volvió y pedile a ellos que te den de comer.

   Llegó el Padre cantando y contento, consiguió un trabajo de arquitecto en la empresa más grande de Buenos Aires.

   ─¿Y cómo lo conseguiste?, decinos por favor.

   ─Fue gracias al Padre de tu amiguita, que tiene miles de conexiones.

   ─¡¡Bieen!! Ahora sí nos podemos ir de vacaciones. Mami no necesita trabajar, sería mejor que se ocupara de nosotros. De paso no se encierra más en el dormitorio para llorar como una marrana. Eso no lo digo yo, lo dice la Abuela que me parece que no le caés muy bien que digamos.   

lunes, 17 de octubre de 2022

LA VENGANZA

 

   Eran ocho hermanos, en el último parto la madre se murió.

   El padre, de bronca los odió.

   ─Ahora que vamos a cambiar el rancho por una casa de cuatro pisos, que van a hacer ustedes con sus propias manos. Yo los voy a vigilar.

   Serrucharon, construyeron un horno de ladrillos y vigas de maderas duras y pesadas. Trabajaban todo el día sin comer y sin beber. Algunos caían desmayados y el viejo los castigaba con fustas. Tenían la piel tajeada. Ellos obedecían a todos los mandatos del viejo, hasta que un día los chicos decidieron vengarse. Lo convidaron con un té para adormecerlo.

   Hicieron una cruz de troncos de araucarias, al viejo desnudo le pusieron una bikini transparente y lo acostaron en los troncos. Cuando el viejo despertó, movía todo el cuerpo. Los chicos no tuvieron otra opción que clavarle las manos en el tronco más corto  y en el largo los pies superpuestos para ahorrarse un clavo.

   Con sogas levantaron la cruz e hicieron un pozo para que no se les viniera encima. El viejo tardaba tanto en morirse, que le introdujeron el cuchillo grande de la cocina en el corazón.

   Faltó la corona de espinas. Ese fue un olvido sin importancia, total ya estaba muerto.

   Entraron a la cocina y comieron todos. Había comidas en el freezer. No quedó nada. Salieron a mirar la luna, la cruz con el viejo ya no estaba.

   ─¿Y nuestro padre dónde está?

   ─En el infierno. ¿Dónde va a estar?    

domingo, 16 de octubre de 2022

SAI CHIEN ARGENTOS

 

   En Ezeiza los aviones de todas las líneas, inclusive los de Aerolíneas Argentinas, funcionaban con horarios, partidas y regresos de una exactitud británica.

   Chela y Basilia llegaron a tiempo, gracias al sobrino, corredor de autos. Fueron recibidas por un empleado de smoking que trasladó sus maletas e indicó cuáles eran los pasos a seguir. Entregaron pasajes y pasaportes a una señorita excedida de buena educación, que las condujo a una manga forrada en terciopelo verde, con pisos neumáticos. Dos azafatas perfumadas, con agua florida, señalaron sus butacas, anchas, tan anchas y mullidas que daban sueño, de hecho se durmieron antes del despegue. La ingesta, importada de Francia, acompañada con vino Toro en sachet y el postre, fresco y batata, con una copita de Licor de las Hermanas.

   El destino del viaje era China. Aterrizaron en Beijing:

   —¡Chela nos obsequiaron las mantas de viaje!

   Basilia le pidió a su amiga, que no hiciera ostentación de asombro:

   —Sí, tenés razón, una persona distinguida debe llevarla a la sans faꞔon.

   Descendieron por un tobogán de plástico doble y luces cegadoras. Cintas   veloces las depositaron en microautos, con sobresaliencias para las maletas. El chofer las dejó en el Hotel, donde tenían reservas, Chela le preguntó, en un inglés chapucero, cómo sabía el destino.

   —Pol la SIDE señola, usteles son viejas, es al pelo lo que hacen.

   Basilia puteó por el tipo que las trató de viejas y por la SIDE:

   —Gronchos de mierda.       

   Chela propuso dejar los bagayos en el Hotel, tomar una ducha y salir a recorrer. Ambas tenían un Jet Lag importante. Había beneficios de masajes orientales, que se presentaron de inmediato y las dejaron como nuevas.

   Dieron vuelta  a la manzana, Chela dijo:

   —Cuántos chinos que hay en China, siento que respiro chino.

   —Sí, pero fíjate cómo nadie atropella a nadie, ni se rozan.

   —Porque son flacos ─dijo Chela.

   Basilia le explicó, imitando los orientales:

   —No seas bestia, es una cultura milenaria, caminan con sigilo y respeto.

   Entraron a comprar unas baratijas y mientras una, casi niña, las atendía, comenzaron a rodearlas chinos que las miraban, se iban pasando la voz para los que no llegaban a ver las adquisiciones Che-Basi, cuando salieron, todos saludaron inclinando las cabezas levemente.

   Pasaron un mes, todas las mañanas cruzaban a la plaza y hacían Tai-Chi con los divinos.

   Un mal día llamaron sus maridos, exigiendo regresos inmediatos.

   Ambas llevaban cuarenta años de casadas. Habían embargado sus casas, vendido los autos, llevaron tarjetas y todos los ahorros, de ellas y los de sus maridos.

   Les cortaron en la oreja. De tantos masajistas, Taxi Boys y otros humos, hablaban como chinas perfectas. Fue en la vejez donde conocieron el éxtasis del jubileo.

   Nunca retornaron.     

sábado, 15 de octubre de 2022

À LA MERDE

 

   Perla:

   —Odio los ricos, son personas de adorno. Las cosas de adorno no cumplen ninguna función, están ahí, quietas y al pedo. Creo que un gesto solidario sería romper los adornos. Un rico sin adornos, deja de existir. Dejemos, dejémonos de joder, que se mueran por sí mismos, agarrándose un buen ébola en África del Sur, o muerte súbita, súbitamente, una buena víbora. Tanto es el odio que despiertan mis instintos más salvajes, a saber: asistir a misa y pedir a Dios que se los lleve al infierno. Que en una fiesta de gala se desprendan las arañas vintage, sobre sus cabezas huecas, optimización de recursos, molidas incrementan el calcio suficiente. Algunos son pobres personas, que se jodan por ser pobres, siendo ricos.

   Psi:   

   —Ud es rica, Perla, no debería odiarlos tanto.

Perla:

   —Gracias por avisarme que soy rica, nunca me di cuenta que soy como esas mierdas.

   Psi:   

   —De cualquier modo, Perla, para mí Ud es una mierda.

   Perla:

   —¿Ud piensa que lo mío tiene solución?

   Psi:   

   —Creo que no, para nada. Dejamos acá, yo en su lugar, me mataría, la espero el jueves.

Perla:

   —Bueno, entonces no me diga que me espera, le haré caso, pienso hacerme mierda.

viernes, 14 de octubre de 2022

ES POSIBLE

 

   Cuando toda la tarde

   la niebla en la ventana,

   es cuando la memoria

   se pone a hacer su oficio.

 

   Si te agarra despierto

   te pone triste.

   Si te agarra dormido

   te pone loco.

 

   Y cuando la memoria ,

                                es más grande que la tarde,

   te pone en la ventana,

                             te llena de neblina.

   Hace su oficio la memoria.

                    Su oficio triste, su oficio loco.

                                                     Te agarra.

                                                      Te agarra.   

jueves, 13 de octubre de 2022

Y... PERO TAMBIÉN

 

   Volvieron lo ocho con una tarjeta pegada en la solapa y sus nombres impresos. Traían una carta de mi hija, “Querido Papi, debo dejar los chicos en tu casa, recuerdo cuando dijiste que eran buenos, muy buenos. Estamos en bancarrota, hacemos trabajos free lance, pero nos da para nosotros dos, carecemos de presupuesto para los ocho. Si nos podés hacer el aguante tres meses, salvarías una familia numerosa de la derrota total.

   Te mando la Ignacia, para ayudarte. Un abrazo, tu hija.”

   Entraron, tiraron sus mochilas donde cayesen, rompieron dos jarrones de la Abuela y salieron con sus trajes de Boy Scout, impecables, a revolcarse en el barro.

   —Vení Abuelo! Date unos baños que dice Mami que rejuvenecen…

   No les contesté, preparé guiso de lentejas, pedí a Ignacia que los mirara. Toqué la campana de almuerzo, no se hizo presente ninguno, dejé sus charolas en la mesa de la cocina y me fui a dormir la siesta. Ignacia gritaba, como si hubiera visto el diablo. Estaban rebozados en barro y quedaron inmóviles como estatuas.

   —Vaya a descansar, piense que van a quedar estáticos, justo el tiempo de nuestra siesta repositora.

   Al atardecer se quitaron el barro seco y hubo que lamentar víctimas de tres o cuatro que arrancaron piel junto con el barro. Tenían una febrícula de casi 40°. Ignacia los mojaba con la manguera para bajar la fiebre.

   El resto de los niños jugaban al tiro al blanco, con el gato. Hasta mis mastines guardianes, desaparecieron por terror.

   Mandé un telegrama a sus padres: “Sus hijos tienen fiebre alta y están heridos. Los demás rompieron hasta el techo para ver la luna y las estrellas mientras dormían. A Ignacia le salieron herpes nerviosos, se pasea con una crema azul en todo el cuerpo y anda desnuda. Una joven desnuda sería hasta un placer para mí, pero esto es acoso visual.

El más chico me tiñó el pelo de amarillo ¡¡No los aguanto más!! Mañana los quiero fuera de mi casa, son niños malos, malísimos.

   Igual te quiero, hija, sé que tu marido es el culpable de tus ocho desgracias. Renuncio a mi abuelibilidad.”

   Firmé así nomás, cuando los retiraron no tuve ganas ni de ver a mi hija.

miércoles, 12 de octubre de 2022

CAPERUCITAS Y EL LOBO

   Mataron a la abuela entre ella y su amante, la enterraron en el fondo, debajo de las calas. Ahí la tierra era blanda y se pudo cavar profundo. Rufi hizo todo. Se ocupó del veneno que diluyó con edulcorante y ralladura de limón.

   La viejita hasta le dio las gracias por la pócima, su último comentario fue: “Qué intensas son las tisanas por estos días.” Y ahí quedó. Ceci lo quiso más después de ver la devoción y el afecto que Rufi pareció sentir por la abuela. Hasta le hizo perder tiempo haciendo el amor, al lado de la finada. Era una mujer ardiente y ninfómana, como su madre. A Rufi los imprevistos lo excitaban y Ceci era ideal para sus bajos instintos.

   Él distribuyó las calas en sus mismos lugares, agregó piedras con musgo y licopodios, para fundir los verdes. Se lavó las manos y la cara, para rezar un padrenuestro y tres avemaría, junto a Ceci, que lloraba de verdad, no tanto por la abuela sino porque Rufi olvidó usar profiláctico y eran sus días de más fertilidad. Sería desafortunado quedar embarazada de un asesino como Rufi. Prefería un hijo más light, manso e incapaz de matar a nadie. Rufi le secaba las lágrimas con la manga embarrada de su camisa. Ella lloraba más, porque le raspaba y le dijo:  

   ─Basta Rufi, estoy bien, vamos a casa, tenemos que avisar a mi mamá y a mi marido. Desde ya te digo que no te asombres si a mami no le hace mella, siempre la odió.

   Rufi era el jardinero de la finca y le tenía más miedo al marido de Ceci, con respecto al deceso de la viejita. Rufi una vez los encontró en situación marital, al marido con la abuela. Nunca se lo dijo a Ceci, temió traumatizarla.

   Se dirigieron a la casa principal y ambos a coro dieron la noticia:

   ─Lamento madre y esposo mío, pero la abuela murió en mis brazos, Rufi es testigo. Y excelente trabajador, él mismo se encargó del entierro.

   El marido se puso bordó, un hueso que comía se le atrancó en el esófago y a pesar de que Rufi se comidió y le metió los dedos en la garganta, para salvarlo, murió de asfixia y paro cardíaco simultáneo. Desde el otro extremo de la mesa, la madre contempló con indiferencia el episodio. Le pidió a su hija y al jardinero que procedieran igual que con la abuela.

   Al día siguiente fueron al pueblo. La madre, Ceci y el jardinero, declararon que la abuela descocada y el marido infiel, de Ceci, huyeron juntos sin destino conocido. 

martes, 11 de octubre de 2022

SOMOS MUCHO MÁS QUE UNO

 

   Era tan alto que sacó todas las puertas y decidió hacer arcadas en las aberturas, para trasladarse de una habitación a otra, sin bajar la cabeza.

   El problema que pensó solucionado, le permitió caminar erguido. Sus cervicales descansaron. Brígido Arribas desayunaba vino, almorzaba vino, tomaba vino tibio a la hora del té. Su andar errático al pasar las arcadas, le producía sendos chichones azules, que casi tocaban el cielo. Se vestía con túnicas largas, porque trajes para su altura no existían. Detalle que no le importaba, nunca salía de la casa. Su alimentación fue la herencia que le dejó su padre, una bodega de vinos exóticos que Brígido Arribas degustaba el día entero. Cuando el mundo producía círculos a su alrededor, caía sobre cuatro colchones, dispuestos uno a continuación del otro.

   Sus vecinos, problemáticos como todos los vecinos, juntaron firmas por que los ronquidos de Brígido Arribas, les impedían dormir. Llamaban a su puerta en vano, porque él no tenía interés en escuchar bípedos enanos, reprochando sus sonidos nocturnos, que para Brígido Arribas, eran sinfonías de alguien tan talentoso como él mismo.

   Había un dejo de aburrimiento en su vida de ermitaño.

   Por la raja de la puerta vislumbró una mujer calada de lluvia y frío. La piedad le hizo abrir la puerta e invitó a la mujer a protegerse en su ermita. Le ofreció vino caliente con canela, aceptó gustosa, su nombre era Rita Banaperder.

   Una dama encantadora que le sugería que el dios Eros existía. Durmieron juntos con todo respeto.

   Rita Banaperder fue la primera en despertar, preparó un mate de vino y le cebó a Brígido Arribas, que por vez primera se sintió bien atendido, el mate no quemaba y la mujer sonreía.

   Hablaron de cosas interesantes, como: lo que mata es la humedad, cuándo dejará de llover, la ropa no se seca más y la libertad de los gatos para andar los techos.

   Brígido Arribas encontró que la mujer era culta y distinguida, como sabia acostumbrada.

   Al cabo del día estaban totalmente beodos.

   Ella pidió conocer la bodega. Brígido Arribas propuso dormir en dicho lugar, mientras Rita Banaperder saltaba y brincaba por la idea.

   Hacía frío en la bodega, él ofreció dormir sobre el piso y que ella tomara como colchón su cuerpo. Ignorando lo que hacían, hicieron.

   Brígido Arribas le ofreció casamiento, ella contestó que eso era una antigüedad y una cobardía.

   Fueron felices hasta que sus páncreas estallaron.

   Antes de morir se tomaron una copita de Licor de Las Hermanas. Los vecinos extrañaron las sinfonías de ronquidos y tenían insomnio con culpa, mucha culpa, muchísima.