La ceremonia se
completa con la lectura del diario. Pero hoy no, por fin no. Prendí el
particular, que ahora viene vacío para estar acorde con este tiempo. Miro pasar
gente. La ventana esmerilada de mugre, una mosca enamorada de mi taza vacía, me
deposita en las cucarachas, pegadas a las orejas de los que vienen y van. No
escucho qué dicen, debe ser aburrido. Por las caras iguales. Alguna risa,
alguna discusión, negocios, un amante, un hijo, mandados, consultas o “cuánto
hacía”. La maté con el encendedor, estaba boba, fue fácil… Quedo sólo, un chico pasa detergente y
secador a mi ventana. Se ve mejor. Van y vienen como hormigas, con sus
cucarachas adheridas, vida de insectos. Los conductores con una mano en el
volante y la otra en la cucaracha, taras irresponsables del hombre de hoy. La
parada del micro enfrente. Un pobre disfrazado de todavía puedo y otro de ya no
puedo más. El armatoste humo negro los lleva, casi atropella una viejita
encorvada. Pero no. A lo mejor le hacía un favor. No creo que ella piense lo
mismo. Alcanza la vereda, tiene un ángel que le pide que siga.
Me dan ganas de
matarlos a todos por mentir sus soledades, por ese odio encubierto que tienen
hasta los chicos. Mejor me mato yo, menos laburo. Lo pensé muchas veces. Cuando
era joven más.
Entre tanta nada
en el desfile aparece Alberto y sus rulos. Se sienta, antes me saluda, se ríe,
siempre se ríe. Me hace bien. No hablamos de la realidad. No interesa. Le digo
que anoche subí uno, regular. Él no vio nada. Fue tarde, cinco de la mañana. Elogio
su excelente poesía del martes, un comentario. Me da risa su risa, nos reímos
juntos. Él es diferente, yo también. Será por eso, no usamos cucarachas. Usamos
internet, un insecto más grande.
Se sumaron
otros, escribimos cuentos o poesías, somos cuatro, como dijo hace treinta años
mi psi de La Plata:
—Y viste como es
ahora…uno para dos, tres para uno… agoniza la lectura. Mucha cocaína, pocas
neuronas vivas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario