Le empezó a crecer la barba, los bigotes y
comenzó a trabajar en un cine como acomodador. A su amiga, la vecina, también
le crecieron bigotes. Sentía orgullo por ese detalle, como admiradora de Frida
Kahlo que usaba bigotes, igual a los de ella.
Atendía un kiosco, quedaba justo en el frente del cine. Se hicieron
inseparables. La madre del niño tan bueno y lindo, se fue convirtiendo de a
poco en malo y feo.
Un día entró a su casa y no los encontró en
ninguna parte. Entró al dormitorio y tampoco los vio. Ellos se refugiaron
debajo de la cama. Se daban piquitos y gemían como adultos.
La madre no quiso seguir haciendo de voyer.
Y llamó a su marido:
─Los
chicos son grandes y están desarrollados. En cualquier momento ella podría
quedar embarazada. ¿Y entonces qué hacemos?
─Pero querida, estamos cubiertos. Le regalé
una caja china que trae dos mil quinientos profilácticos, garantizados. Se
pueden pinchar o morder que resisten todo eso y más.
─Mami, papi, quería tranquilizarlos, todavía
no llegamos a hacer la completa, pero en cualquier momento empezamos. Yo no doy
más de tanta abstinencia y ella tampoco. ¿Nos prestan su cama de dos plazas?
Estaríamos mucho más cómodos, para hacer nuestras cositas.
─¡Me quiero morir! ¿Vos escuchás lo que nos
están pidiendo? Son dos mocosos de mierda.
Dijo el padre enojado:
─Y bueno, que se arreglen, ya tenemos bastantes problemas. Dejémoslo así. ¿Vos no tenés memoria? Pero nosotros lo hacíamos en cualquier lado, en el zaguán, en la pileta y hasta en la Escuela.

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