Hasta cuando la familia dormía, ensayaba, las teclas necesitaban la presencia de sus manos, el temperamento furioso, romántico, suave, lento, variaciones de músicas creadas por su alma talentosa ancha y lujosa.
Los insomnios de
Cleo:
—¿Querés un
margarita?, ¿un bloody mary?, ¿whisky?, ¿Mocoretá?, elegí y vengo de inmediato.
Luis arrastró
los dedos por el teclado:
—Prefiero un
licor 8 Hermanos y que te esfumes en nuestra cama. Te quiero y te necesito,
pero ahora me llama él, hay algo inconcluso, miré mis dedos, buscan las teclas,
no puedo dejar de atender este llamado. Es un bajo que te acuna, sin alcohol ni
rivotril.
La casa tenía
complejo de palacio, escalinatas que conducían a las habitaciones de los hijos.
En el dormitorio de Cleo y Luis, las puertas eran de dos hojas, no de
pentagrama, eran de madera acústica. Durante un desayuno, Luis los miró, por
primera vez no se le reflejaban notas musicales en los ojos:
—Esto sólo va
para todos, Cleo, tenés ojeras violáceas, Augusto, Josefina y Sol, también
tienen. Creo que tanto piano, les produce insomnio. Todo tiene solución, si yo
diera, por fin, mi primer concierto, hasta llegar a una gira, recibir ovaciones
y que me duelan las lumbares de tanto inclinarme para agradecer, rosas y flores
inundarán el escenario. Cleo, vos juntá los claveles rojos con un coqueto
canasto de jardín, Augusto, vos encárgate de las rosas blancas, Josefina de las
amarillas y Sol, de los cabos sueltos.
Es un pago más a mi talento creativo, recuerden que las flores, están
carísimas.
A Luis se le
cumplieron sus deseos y llegó a tocar en El Cairo, haciendo uso de las
instalaciones donde se filmó: “Casablanca”, película de culto e incultos, con
la actuación de Humphrey Bogart, Ingrid Bergman y el trompetista Louis
Armstrong. En homenaje a ellos, ejecutó temas de la película. Le obsequiaron
una pipa de agua, con hachís del bueno.
Llegaron al
palacio de las escalinatas, arrastrando pies, maletas y flores. Ahora, el de
más ojeras era Luis, que pidió:
—Quiero silencio
absoluto, vayamos todos a dormir, yo, por lo menos, me lo merezco. La fama me
mató.
Dejaron todos
sus petates en el hall del primer piso. Se acostaron con ropa y calzado. Luis,
tomó un vaso de agua de su mesa de caireles y escuchó ruido en las puertas.
Abrió ambas con brazos de winner y el piano Steinway, lo buscaba para seguir la
zaga de las teclas y sus manos. A Luis le pareció un gesto desafinado y lo
arrojó del tercer piso al primero, el piano iba perdiendo sus dientes, sus
cuerdas, su cola:
—Y no te quiero
ver más por aquí, te di mi vida, Stein go away.

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