Era jardinero de su predio, amaba los
árboles y a las flores las bautizaba con nombres inventados. Hacía quinta con
toda clase de vegetales. Tenía su casita pero estaba tan enamorado de su trabajo,
que dormía a la intemperie.
Un vecino colindante le pidió que le hiciera
un jardín como el de Miguelito, así se llamaba. Él aceptó y comenzó a trabajar
en lo de su vecino. Carpió la tierra, en especial bajo las ventanas, luego tuvo
que usar pala. Hizo un pozo bastante profundo y encontró un cadáver apolillado,
sucedió lo mismo con siete pozos. Miguelito se puso contento, consideraba que
era humus para enriquecer la tierra. Lo extraño era que los cadáveres tenían un
tiro en la nuca. Decidió convocar al Señor Marqués De Las Calzas Verdes, así se
llamaba.
─Señor Marqués, aquí se han cometido siete
asesinatos.
─Mis hermanos y cuñados pretendieron
encerrarme en un manicomio. Una estrategia para quedarse con todas mis
posesiones. ¿Entiende lo que le cuento, Miguelito?
─Sííí, cómo no le voy a entender, justamente
por eso… haré justicia por mano propia.
Le pegó siete tiros a lo largo y ancho, del
Marqués que agonizaba y pedía más. Le llevó tiempo morirse.
Miguelito arrastró el cadáver del Marqués
hasta su jardín. Hizo un pozo, lo tapó con tierra y plantó un ombú. De noche,
mirando la luna, gritó:
─¡Viva el humus!
Y durmió sobre la tierra con un cóccix ajeno entre sus manos.

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