martes, 31 de enero de 2023

NOSOTROS

 

   Los quebrados económicos, cuando cumplimos años y lo festejamos, solemos recibir llamados telefónicos justificando su ausencia al onomástico por haberse quebrado un hueso del brazo, de la pierna o algún otro invento jaquecoso y lamentero. La dispensa ocurre desde casas de ricos sin fama y con dineros de raras proveniencias.

   Los quebrados económicos somos humanistas en nuestra mayoría y pertenecemos a la ex-cultura del libro y la cinefilia, de pasillos inteligentes y de horizontes por inventar. Nuestros corazones sin precio aprecian el teatro que fue, la música perdida. Valoramos los rescates y los nuevos, con ideas que tengan huevo y toda la carne a la parrilla.

   Los quebrados económicos solemos juntarnos, no sólo para marcar los años o el día “de”, emitimos sonidos de ballenas, que nos comunican sin cables ni celulares, tomamos mate, fumamos, hablamos de temas que competen a la creación humana, a su salvación y si Tánatos nos agarra, con esa facilidad de metiche que tiene, nos cagamos de risa, como Goya en sus pinturas negras.

   Los quebrados económicos tenemos la seguridad que las gentes que deciden formar parte de nosotros lo hacen por la búsqueda de lo genuino, mostrando profundidades o larguezas que transforman los encuentros en fiestas imprevistas y asombros con olor a nuevo.

   Los quebrados económicos somos más de los que parecemos. Hay intersticios que nos guardan para no dejar al mundo solo entre mangas de degenerados que tratan de quebrarnos las ganas. Es una pena para ellos, porque nuestras cosas no se venden, no tienen un lugar, ni una forma. Ocurre en una dimensión a la que ningún microbio comegente podría acceder.

lunes, 30 de enero de 2023

LA IMAGINACIÓN

 

   —Mami, ¿es cierto que en los Estados Sumidos hay un quilombo bárbaro?

   —No digas quilombo, porque es una mala palabra, en EEUU, hacen manifestaciones, hubo saqueos.

   —¿Por qué no me hablás en mi idioma de niño, si soy un niño grande, lindo y bueno? Y cuando vuelva Papi de ese trabajo de vender sánguches por la calle, le voy a contar que aprovechás su ausencia, para cagarte en él todo el tiempo: “Me cago en él por ser pobre. Me cago en él porque no encuentra Niñera.”

   —Necesito descansar de tus preguntas, me hacés doler la cabeza, quiero una persona para ocuparse de un niño tan lindo y tan bueno. Y te prohíbo decir: Me cago, me cagaste, son otras malas palabras que te hacen parecer un niño tan feo y tan malo.

   Hoy llegó la Niñera, parece una muñeca grande, puedo hacer lo que quiero con ella, es como una Barbi, que hasta duerme la siesta conmigo. Me gustaría ser grande para hacer lo que hicieron Papi y Mami, cuando nací. Después no hicieron más nada, por suerte, no hubo más ruidos de elásticos. Mi Barbi es tan alta y tan buena, que me da la teta pensando que soy un bebé con hambre. Cuando sea grande me voy a casar con ella.

   —Mami, tengo una buena noticia, me voy a casar con Barbi, que dijo sí antes que le preguntara.

   —Pero, ¿qué me estás diciendo?

   —Que me voy a casar pasado mañana, si supieras cómo me abraza, me da una cosquilla y ganas de ser grande, para realizar otras actividades. Y ya que estamos, Mami, ¿vos creés que mi pitulín va a crecer?

   —¿Para qué querés que te crezca?

   —Porque sería mi mástil de guerra, ¿puedo practicar tiro al blanco?

   —No entiendo quién te metió esas ideas en la cabeza.

   —Y quién va a ser, Barbi, que le gusto tanto, que hace cosas conmigo que no debiera, pero yo la dejo, total, tarde o temprano viene la boda.

   —Sos un niño lindo, bueno y mentiroso, Barbi me dijo que tenés una imaginación prodigiosa y peligrosa. Por eso renunció.

   —Sí, me imagino, recomendando hacer una tripa de familia. Mami, a mí me tenés que creer, que soy un niño tan lindo y tan bueno. Barbi es una zorra traidora, si no preguntale a Papi.

   —¿Por qué a Papi?

   —Vos preguntale.

domingo, 29 de enero de 2023

EL DESEO DE PAULA

   La llevaron sus padres, la querían tanto, que la odiaban antes de nacer, eligieron su carrera. Ella consiguió trabajo, era tan impecable su proceder que ocupó el cargo piramidal, cúspide.

   Paula, vanguardista, fue autora de discusiones horizontales, donde ninguna opinión era denostada. Pensaba Paula que los más astutos intelectuales, a la hora de decidir, resolvían mejor con abogados de simples valías.

   —Una sola vez tomé pastillas, sólo faltaron dos y obtendría lo que quise siempre.

   Aquel hombre, Profesor honorable, Psiquiatra, deseaba aplacar los pensamientos tanáticos de Paula.

   —Te vas a quedar a vivir en esta casa, no verás a tus padres, ni ellos a vos.

   No le hizo mella:

   —Tanto mejor, viajarán, ocuparán los mejores hoteles, comprarán de todo y se liberan un buen tiempo de su hija “la loca”, como dice mi tía Sofía, que nunca miente, porque está loca como yo.

   El Profesor escribía mirando la alfombra, preguntó por qué quería terminar su vida. Ella enmudeció, como cuando recién llegó y luego: 

   —No me gusta el Mundo, es frío aún en los países cálidos. No terminan una guerra, que siguen con otra y otra. No me gustan los árboles, sé de su vida breve. Las flores se extinguieron en mi cabeza, los libros, películas y sobre todo personas. Son iguales a mí, es lo que más me horroriza, nadie quiere matarse por nada, siempre prima una razón. Ud que parece, parecer no es ser, tan lúcido, dígame porqué me metieron en esta casa, llamada “Lugar de Retiro”. Si es un loquero, que a diferencia de otros, está bien vestido y es carísimo. Creo que no debe molestarse en convencerme de nada, hasta puedo simular una Paula optimista que se reintegra a la sociedad. Igual me voy a matar, es lo que más me gusta, la sola idea.

   Enmudeció media hora.

   —De lo que dice del Mundo, no le interesa nada?

   —¡Qué obvio el Profe! ¿Cómo me puede interesar este Mundo de mierda, en el que desgraciadamente, todavía vivo?

   Después de cincuenta días de silencio, Paula comenzó a hablar con otros pacientes. Los paseaba por el jardín, comía con algunos. Tenía una voz dulce y armoniosa, les cantaba con una guitarra. Calmaba los ataques de los más bravos.

   Un día se presentó ante el Profesor, le entregó un grueso cuaderno, con los progresos de cada habitante de la casa. Quiénes necesitaban afecto. Quiénes podían reemplazar agujas o píldoras, sólo con el habla. Y demás detalles, de los mal llamados enfermos. También dedicó un minucioso estudio de otros Médicos, Cocineros, Enfermeras y todo el personal de la casa. Hasta dos Jardineros, contaban entre sus apreciaciones. Dio los buenos días y un abrazo inesperado.

   El Profesor advirtió que Paula se había enamorado de él y él, de ella. Como excelente profesional, la acompañó hasta la puerta del jardín. Sin mirarse le entregó su mochila, con una carta abierta, pegada del lado de afuera. Paulita, sin continuar, tuvo ganas de morir: “Te doy mi consentimiento, cuando junte valor, haré lo mismo. Firmado: Sigmund.” 

sábado, 28 de enero de 2023

INESPERADOS

   En medio de la limpieza, yo, con mi ropa agujereada, los pelos parados, subiendo y bajando de rodillas y de pie. Desplazando sillones pesados. Bichi, que se le rompieron dos persianas, trataba de arreglarlas cuando la aspiradora prendida, echaba humo por el enchufe. Hubo que destapar dos cañerías, eso nos llevó una hora a cada uno.

   Con el lavarropas, todo mal, perdía agua por atrás y por adelante y del secarropas ni hablar, tuve que romperlo para sacar la ropa que estaba adentro.

   Nos pusimos a podar porque adentro no se veía nada. Después que rebalsó la poceta, se inundaron las alfombras. De a poco nuestras manos se transformaron en mancas. Nos miramos a los ojos y nos abalanzamos sobre el cafecito y un pedazo de queso de rallar. Nos reíamos porque estábamos mojados y con todas clases de hojitas pinchudas. Parecíamos soldados camuflados.

   Alguien se prendió al timbre y no lo soltaba. Abrimos y eran las dos hermanas de Bichi, con sus maridos y los chicos.

   —Parece que llegamos en mal momento.

   Se hizo silencio.

   —Y sí, la verdad que llegaron en muy mal momento, —dije yo con toda furia— por favor, váyanse ahora mismo.

   Quedaron tan ofendidos que contaron a nuestros amigos que éramos unos mugrientos.

   Bichi dejó de hablarles a sus hermanas. Yo no les di más importancia de lo que merecían.

   Me olvidé de decir que el más chico de los chicos, perdió un dedo en el primer portazo. Me dio bronca, porque esa puerta había quedado impecable y quedó manchada de sangre y un dedito en el piso. Nos pidieron que les devolviéramos el dedito. Pasaron los recolectores y se llevaron nuestras bolsas de basura, con el dedito adentro. 

viernes, 27 de enero de 2023

EL FUEGO Y ALGO MÁS

   —Lo conoció después que a su marido ─era típico en algunas parejas, pero ella defendía su condición de esposa ejemplar.

   —Sí, conozco la historia, se conocieron en un curso donde se hablaba de la felicidad caduca o permanente, ninguna de ambas cosas ciertas. Era para vender.

   El aburrimiento los llevó a conocerse en el mismo día y a la misma hora. No vale la pena que yo le cuente que asistí al curso, igual que ellos.

   —Se hicieron amigos y ni bola le daban a los entrenadores mentirosos. Seguían hablando a la salida, segregaban la presencia de sus compañeros creyentes.

   —Si vos supieras la envidia que me daba, verlos tan acordes, siempre con sonrisas dispuestas.

   Pensé que a medida que me contaba, los quería unidos, como las películas que terminan en una felicidad redonda.

   —Ellos decidirán, mucho mejor que nosotras.

   La nueva pareja no advirtió que la amistad, pasó al amor de las ideas y al imparable deseo del cuerpo. Vivían sus encuentros en el mismo horario del curso. Ella evitaba que su marido tuviese la más mínima sospecha. Se encontraban huyendo de las palabras. Cuando la pasión los invitó al estreno de una obra, estaba su marido en un palco avancé, sosteniendo la mano de Nina, amiga de ambos. A ella le tomó un deseo repentino de estar en su casa, besó interminable al amante y partió en un taxi. Entró como talón de fuego, frente al hogar prendido, estaba su marido, leyendo un libro de Agatha Christie. Le dio un beso.

   —Ya te traigo un café y hablamos.

   Él estaba concentrado en su novela policial, dijo un sí áspero. Cuando salió de la cocina, él tenía el libro en el apoyabrazos.

   —¿De qué querías hablar? ─hizo caer la azucarera─ yo junto el azúcar y vos me contás.

   Ella se sintió atrapada en la azucarera rota.

   —¿Vos sabés que con este disgusto de mi torpeza?, ni recuerdo qué tenía que decirte. 

jueves, 26 de enero de 2023

¡AYUDA!

 

   Siempre tuve miedo de quedarme encerrada en un ascensor. Y al final sucedió. Éramos cinco personas. Metálicos el techo y las paredes. Un bunker hermético, donde se escuchaba la respiración de todos.

   Había un viejito que nos tranquilizaba:

   —A mí me pasó muchas veces y traté de poner mis pensamientos en positivo. Después de todo uno se puede morir de cualquier cosa, pero de ascensor no se muere nadie.

   —Pero estamos en el piso veinte, ¿si se descuelga y nos caemos?

   Primero pedimos socorro, después gritamos, de afuera nadie contestaba.

   —Es que son todas oficinas, estamos trabados hace más de dos horas, se deben haber ido todos los empleados—dijo alguno.

   Había un Custodio armado y en la desesperación de una chica a punto de dar a luz, le dijo:

   —Haga algo, si es Custodio y armado, aunque sea péguele un tiro a los botones.

   —¡¡No!! —dijeron varios.

   —¿Y si matamos una persona que esté dando vueltas en los pasillos? —respondió el Custodio— nos podemos sentar en el piso y esperar, en algún momento va a funcionar.

   Empezaron las contracciones de la chica embarazada. El Viejito había sido obstetra, pero estaba jubilado:

   —Sé muy bien cómo hacerlo, júntense todos en el rincón, necesito espacio y alguien que le sostenga la espalda. Yo me ocupo del resto. Le pido, Señora, que no guarde su respiración en la garganta, llévela hacia la pancita. Tiene una dilatación considerable. Necesito dos cordones, todos los pañuelos que puedan juntar, limpios por favor. ¿Alguien tiene alcohol o cualquier elemento para desinfectar?

   Yo le sostuve una mano, me arañó, me mordió y de su boca salieron sapos y culebras. De pronto el Viejito dijo con voz firme:

   —En el último pujo asomó la cabecita y el resto salió como en un tobogán.

   El Custodio le tomó las piernas y boca abajo dio su primer llanto. Se lo pusieron sobre un pecho mientras ataban el cordón umbilical con cordones de zapatos, lo cortaron por el medio con una navaja oportuna.

   Después salió la placenta, una Señora sacó una bolsa de nylon y la depositó ahí:

   —Esto se lo vamos a entregar a los Médicos, dicen que es muy útil.

   La chica lloraba y se reía al mismo tiempo, era un bebé perfecto. La chica me pidió perdón por haber estrujado mi mano.

   —Por ahora no hables, tenés que descansar.

   Tiramos todos nuestros abrigos en el piso para hacer de colchón. Nos emocionamos, menos un chico que le dio un ataque de pánico. El Viejito le puso una pastilla para que se durmiera y se dejara de joder.

   Dicen que los bebés traen un pan abajo del brazo, este bebé nos regaló la apertura del ascensor. Antes de subir a la Ambulancia la Mamá me tomó del brazo mientras decía:

   —No te vayas, no me dejes.

   Subí a la Ambulancia con ella y le deposité un beso en la frente.

miércoles, 25 de enero de 2023

CHAPEANDO

 

   Flecha andaba en su Harley por las noches, calles vacías, ni un alma, o mejor ni una persona, no todas tienen alma. Se dirigió al banco sin respaldo, donde dormía el Doctor João. Tenía dos botellas vacías bajo sus brazos. Era un Poeta notable ignorado, sobre todo por poetas notables, trepadores, olvidables antes de cruzar la calle. João entreabrió un ojo:

   —¿Qué hacés Flecha, a esta hora? No te convido por razones bobas, igual me abriga tu visita…

   Antes de terminar sus chamuyos fraternos, aparecieron cuatro patrulleros, dos motos y un cuatriciclo:

   —¿Se puede saber qué hace durmiendo en un banco público?

   —Ud, oficial, general o lo que guste, lo ha dicho. Es un banco público, formo parte del público y duermo porque tengo sueño. Les presento a mi amigo, Flecha de la noche, asistente de los solos.

   —Esto es el colmo, hay que explicarles a Uds, que tienen la peor prensa del mundo, qué hace el Dr y Poeta João.

   Flecha sacó su chapa. Quedaron mudos. 

   —Como podrán apreciar en este bronce, soy el Jefe del boludo que los manda y los llama negros de mierda ¡¡¡Fuera ya!!! Me tapan la luna y el silencio.

   Desaparecieron de inmediato.

   —Ché, Flecha ¿Vos sos cana?

   —Dr, Ud mismo me explicó, que el mundo se divide en nosotros y la cana.

   —Tenés razón, no me acordaba ¿Y la chapa?

   —Me la prestó mi hijo, pero estos animales no diferencian el bronce del cotillón.

   El Dr y Poeta, preguntó:

   —¿No me prestás una birome?, papel tengo.

   Se sentó erguido como los grandes y escribió una poesía, se la entregó a Flecha, doblada prolija.  

   —¿La puedo leer?

   —De ninguna manera, es para tu hijo y nadie más. Andá nomás, Flecha. Tengo ganas de seguir durmiendo.

martes, 24 de enero de 2023

LA HISTORIA DE MAMÁ Y YO

 

                                 LA HISTORIA DE MAMÁ

   Me hacía legrados una vez por novio, era una chica fácil. Si el novio no me gustaba como Padre de mi  hijo, lo fletaba. A los 30 años quería un embarazo, ahora que vivo con una persona que me quiere y  me protege.

   Llevó cuatro años cumplir mi sueño. Tardó en venir, tenía náuseas todos los días y recién me di cuenta cuando escuché latidos en mi barriga.

 

                                LA HISTORIA DE YO

   Yo me sé todo, es un lugar tibio y tranquilo. Mami me pone músicas especiales, tiene buen gusto. Cuando le dan ataques de bronca me asusta. Los líquidos en que vivo me tiran de un lado a otro, se endurecen mis paredes y me golpeo la cabeza, cuando esta mujer se tranquiliza, duermo.

   ¿Cómo será vivir del lado de afuera?, ¿bueno o malo? Vamos a esperar el lejano mañana.

 

                              LA HISTORIA DE MAMÁ

   Soy feliz, cumplía seis meses. El Doctor me pasó una gelatina tibia y lo miré por la pantalla. No sabía si iba a nacer hombre o mujer, bastaba con que fuera sanito. Es lo que dicen mis amigas, desconocen otras palabras para reemplazar “sanito”. Llegaron los nueve meses y mis Padres me trasladaron al Sanatorio. Qué feas y dolorosas son las contracciones.

 

                            LA HISTORIA DE YO

   El viaje hacia afuera era bastante dificultoso, un túnel interminable y estrecho. Desde allí descubrí una puerta que se abría. Me asusté y grité. Terminé sobre el pecho de mi Mami. Estaba en medio de dos globos inmensos con puntas que goteaban. Tenía sed y aproveché para tomar esa cosa tan rica. Cansaba pero saciaba. Agarré un globo y lo usé como almohada.

 

                          LA HISTORIA DE MAMÁ     

   Pobre mi Marido, durante el parto lo tomé de la mano y la retorcí, la mordí.

   ─Vos tenés la culpa de mi martirio hijo de puta, boludo.  ¡Ayudame! ¡Qué lo parió, cómo duele! Quiero anestesia. ¡Por favor! Torturadores de mierda.

   Mi Marido desapareció. No, no desapareció, se desmayó abajo de la camilla.

   ─¡Les dije mil veces que no quería padres en la sala de partos! ─gritó el Doctor.

   Hasta mi pobre Bebé se asustó y lloró como un marrano. Yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.

lunes, 23 de enero de 2023

AMIGO

 

   Estaba solo como yo. Lo traje en una mano. Le daba alimento con gotero, mamadera y al poco tiempo comía por sí mismo. Mis pantuflas fueron destruídas, hasta convertirlas en guedejas inermes.

   Pensé en pegarle, pero me miró con la inocencia del que no sabe y no pude. Cuando mordió los almohadones del living las plumas suspendidas me hicieron pensar en odio nevado, enrollé unos diarios y arremetí contra sus sentaderas. Era lo único que tenía afuera, el resto del cuerpo lo trabó bajo mi cama. Lo saqué al jardín, ladró hasta que se prendieron las luces de los alrededores. Cuando me fui lo entré, hacía frío.

   Regresé tarde y contento. La mitad de mi novela fue aceptada con elogios y me pidieron el resto. Tenía cuatro días. La casa era un infierno. Despedazó el colchón y masticó todos los libros del primer estante. Se arrastraba estilo hipócrita. Le di un puntapié y aterrizó en el jardín. Se transformó en alguien de afuera. No volvió a dormir bajo techo. Construí una casita de madera y arriba pinté su nombre: “Sorete”. Él quedó encantado, me besaba la cara y las manos agradecido. Al cuarto día tenía mi novela terminada. Quise festejar con alguien. Desayunamos juntos, adentro. Salí volando, no sin antes pasar por mi escritorio a retirar el material. Todo mi manuscrito hecho trizas, mi compu hecha trizas y sin memoria. Sorete había entrado por el ventiluz de la cocina. Lo abracé para ahorcarlo y él me clavó sus colmillos en la carótida. Quedé tirado sobre las baldosas, no pude mover un pie, con una mejilla nadando en sangre. Sorete movía la cola y me alcanzaba pedazos de la novela. Movía la cola y limpiaba mi herida con la lengua. Esperaba un mimo, el muy sorete.

domingo, 22 de enero de 2023

ESPERAS

   Dormiría de día, no me lo permito. Amo la noche, el silencio que cubre los sonidos de las calles y las casas. Es el amparo que despierta el deseo de construir una realidad distinta, cuando te agarra la noche escribiendo o dibujando, o recordar mis tres primos disfrutando, mirando al cielo, mientras meaban el árbol gigante que plantó mi bisabuelo. Cuando espero tu llamado como un acuerdo no hablado, se produce un día de la semana que ninguno sabe. Es mi hijo contando la novela de su vida.

   ─¿Viste lo que pasa en Nicaragua?

   Hay un resoplido al otro lado:

   ─Mamá, me importa un carajo lo que pasa en Nicaragua, lo que no soporto es este gobierno de mierda que es igual al de la perra, te afanan la vida, Mamá y si lo encuentro lo mato porque trabajo la mitad del día y no me alcanza. No quiero que me des guita, me daría odio. Conque permitas que tu oreja escuche mi diatriba de cómo me explotan, voy a trabajar en lo mío, porque estos hijos de puta no me van a poner a lavar platos. Quiero esto, podrán sacarme todo, pero esto no. Yo estudié al pedo, me enseñé más a mí mismo que los docentes, profesores indecentes (menos dos o tres.) ¿Y vos, mami? ¿Cómos estás?

   Contesto:

   ─Yo fenómeno, hecha una vieja chota, sin entender por qué me faltan hacer cosas y no me quiero morir antes de terminarlas.

   ─¿Seguís caminando en la oscuridad? ─risotada.

   ─Lo heredé de vos, amo circular por mi casa de noche, con todo apagado. No prendo la luz ni para lavarme los dientes. Hacer de memoria.

   ─Lo que te pido, Mami, es que suspendas la escalera. Bueno, te dejo porque escucho los pasos de Paloma, que ama la oscuridad como nosotros. Te quiero ¿sabés…? 

sábado, 21 de enero de 2023

LA AUDACIA NO ENVEJECE

 

   La flia nuclear se reunía una vez por mes, Madre, Padre, Hijo y Nieto. Cuando fue chica la Madre, era todos los domingos, siempre alguien le señalaba con enojo, que bostezara a cada rato, menos el Tío Roberto que se dejaba coptar por el fuego, buen momento para no escuchar su mujer y dirigir con su brazo desplegado una sinfonía imaginada. Él también era señalado con enojo. Al diferente, acusado de loco en secreto, nadie le daba bola. Los normales, habrían preferido arrojarlo con las miguitas del mantel. Recuerdos de la ex-chica.

   Hoy es un Restaurante, lo que quedó de la flia numerosa. El Padre elige una mesa equidistante de las restantes, el Hijo al lado del Nieto, la ex-chica se queda con anteojos, un rato en cada mesa. Le pareció que todos se parecían a todos, si alguno hubiera cambiado de lugar, a otra mesa, nada habría cambiado. La ex-chica cumplía años, pensó que sesenta y ocho, su Marido dijo:

   —Sesenta y nueve.

   En un ataque de lucidez perestroika, pensó que si los números de sesenta y nueve mudaban al ves-re, noventa y seis, ella no estaría sentada en esa mesa. Tomó la botella de vino y sirvió dos copas hasta el borde y al hilo. Habló el Hijo:

   —Muy ordinario lo tuyo, no quiero papelones.

   Lo apoyó el Padre y el Nieto no escuchó, porque logró meterse con cuerpo y todo en el microcelular. Recorrió la ex-chica, con ojos de vino, mesa por mesa. Cuando se salía de foco, la misma mesa eran dos. Tanta observación la aterrizó en el ex-rotisero Bernárdez, ahora Senador en el Congreso Provincial, representando a Lugar Soñado. Corrupto, lavador, transatuti, petiso, gordo y rostizado, comiendo bocados enormes entre su flia acomodeitor. Eran dos mesas rotiseras.

   La ex-chica tomó dos tenedores, se puso de pie, caminó con dignidad de ocho y le ensartó uno en cada cachete. Ella volvió a su silla. Bernárdez no pudo ponerse de pie por su panza. Su flia sufría de lo mismo. Salían arroyitos de sangre y no podía quitárselos ni entre dos mozos. Claro, la grasa de los cachetes aprieta tenedores. En eso estaban. Mientras la ex-chica, su hijo, el Padre y el Nieto, seguían deglutiendo estilo: “Aquí no ha pasado nada”. El resto de la concurrencia sonreía, sin hablar, sin mirar y plena de satisfacción.          

   —Cobardes! 

viernes, 20 de enero de 2023

REBATIBLE

   Era fea y era linda. La conocía de la Estación, nos cruzábamos porque yo volvía del trabajo y ella del Colegio. Subíamos al mismo tren, siempre fue el de las 12.30. Ella buscaba un asiento rebatible para sentarse frente a mí.

   En los ojos se le reflejaba que el campo le gustaba, más que gustarle lo amaba.

   —Señor, ¿me permite intercambiar asientos?, porque donde estoy, el tren va para atrás y eso me molesta, me da náuseas.

  —Tuve una idea, en vez de cambiar de asiento nos sentamos juntos.

  Miró con una mirada más bella que sus ojos.

   —A usted, Señor, se lo pregunto por curiosidad, ¿hacia dónde se dirige?

   —No estoy muy seguro, pero ya me voy a dar cuenta. A todo esto, me pasé de Estación. Ahora me toca a mí ¿por qué una chica tan joven viaja sola?

   —Es que me esperan en la Estación, el resto del viaje lo hago en auto. Acá me tengo que bajar. ¿No quiere que lo llevemos con nosotros?

   Y yo acepté, no podía abandonar aquellos ojos. La Madre tardó mucho en aparecer. Mientras tanto nos resignamos a la espera. Valió la pena, porque llegó. Estaba despeinada, con el rouge corrido, manchas rojas en el cuello y le faltaba un bretel del corpiño, por eso llegó tarde la sinvergüenza.

   —¿Con quién tengo el gusto de hablar?

   La hice corta y le contesté:

   —Conmigo.

   Arrancó el auto y la chica dijo:

   —Me gusta este Señor, Mamá, pero no para amigo, para novio y marido.

   —Pero, ¿qué decís?, este hombre, perdón este Señor cuadruplica tu edad o casi. No te pasa con uno, te pasa con un montón. Además, hijita, te pasa con todos.

   —Salí a vos, Mamá, te pasa con todos, no tengo más ganas de hablar con vos. Me voy con él. Las diferencias son grandes cuando el corazón es muy chico. ¿No está de acuerdo conmigo, Señor?

   —No, tiene razón tu Madre, hay que terminar la Facultad, elegir qué camino vas a seguir.

   Pobre la niña grande, se ha puesto a llorar. Apoyé una rodilla en la tierra y le regalé el reloj que fue de mi Abuelo. Se le pusieron los párpados pesados. Yo mismo le cerré la cadena con el reloj que respiraba con ella.

   Al día siguiente escapamos juntos, con el auto de su Madre, el camino era escarpado, pero ella una excelente volante. Yo le pedí cambiar de conductor. Había un agradable olor a lilas, pensé. Este viento nos repara. Aquellos pájaros nos saludan. No alcancé a ver que del otro lado venía un vehículo, se cruzó a mi mano. Alcancé a ver sus ojos espejados. 

jueves, 19 de enero de 2023

FALTAN LAS SOMBRAS

   La deforestación comenzó pausada, para construir casitas a los sin techo. Las máquinas amarillas arrancaban de raíz piñoneros que perfumaban el aire, nuestras sábanas olían a piñoneros y los árboles plenos de pájaros, que daban sus conciertos para deleite de todos los que vivían en sus adyacencias.

   Las casas nunca se hicieron. La planicie se cubrió de pasto verde, una llanura, bah. Se le pidió a la Intendencia, que detuviera el arbolicidio. Ninguno se interesó, todos vivían lejos y odiaban los árboles porque tapaban la visión lejana de sus casas, que parecían implantadas en Sta Fe y Arenales o algún lugar de Bs As, cuyos nombres desconozco. ¿Acorde con el paisaje? Olvidate, el puro cemento, vidrio y piedritas blancas.

   Luego llega un verano como éste, de casi cuarenta grados y la gente muere por la calle, mientras el sol se divierte multiplicando su refracción, sobre las inhumanas construcciones. Los árboles de la calle son suprimidos por sus propios dueños. ¡Para no barrer la vereda! Hacía mi caminata matutina  y había luz, miré el follaje y faltaban sombras, me detuve y mis queridos compañeros ya no estaban. Los cortaron de raíz, se escuchaban las lágrimas de los pájaros de nidos perdidos.

   Un sólo trabajador, uno, besaba una rama agonizante y pasaba su lengua por la savia.


miércoles, 18 de enero de 2023

ESTRECHAR LAZOS

 

   Fueron adoptadas en consignación, tenían sus nombres de nacimiento. Pola y Eduviges. Niñas silenciosas y amables, al cabo del año, se las aceptó. Los padres hacían diferencias notables, hasta frente a desconocidos. Pola era la bella, inteligente, ocurrente y rubia. Eduviges tenía una fealdad dolorosa, se le atribuía escasez de comprensión y la piel oscura hacía dudar que fueran hermanas.

   La bella estudiaba piano, francés, latín, griego y esperanto. Vestía con ropa del Corte Inglés y cantaba con voz de ángel, solicitada por coros religiosos y de los otros. La otra niña era cubierta por guardapolvos grises y se ocupaba de la limpieza cotidiana, bajo las órdenes de dos mucamas impías que tomaban provecho de la situación y le otorgaban tareas no acordes a su edad.

   Tenían algo en común las hermanas, el dormitorio y el cuarto de juegos. Se querían y respetaban, ajenas a los mandatos parentales. Cuando Eduviges lloraba injusticias en su cama, Pola la abrazaba, le cantaba canciones en francés y le contaba cuentos en castellano, que terminaban bien. Cuando Pola se casó, llevó a su hermana a vivir con ella. La única preocupación de los padres fue que debían contratar una mucama nueva. Balú, el marido de Pola, le dio un lugar de honor en la casa y descubrió que el sentido común y la inteligencia de Eduviges, tenían valor de consulta para las decisiones domésticas. Pasados cuatro años sin tener niños, Pola y Balú decidieron adoptar uno. La casa fue iluminada con el arribo de Honorato. El matrimonio, al cabo de veinte años, festejó con una segunda luna de miel, alentados por Eduviges, que prometió ocuparse del sobrino. Pasarían tres meses recorriendo el mundo. Balú dejó una importante suma de dinero en efectivo y una chequera, para que Eduviges manejara a discreción.

   Cuando quedaron solos, la casa pareció enorme y ambos, hartos de temores nocturnos, decidieron compartir el cuarto de Pola y Balú. Visitaban el Zoológico con frecuencia, iban al cine, al teatro, comían en los mejores restaurantes y se desafiaban a ver a quién se le ocurría la cosa más exótica para divertirse. Honorato apareció un día con treinta cajas de vestidos y sombreros para Eduviges. Esta se emocionó tanto que firmó el cheque sin reparar en la suma. El sobrino vestía trajes de su padre que le quedaban perfectos. Asistían a veladas de gala en el Colón, con atuendos majestuosos y luego en la casa tomaban champagne a lo pavote. Eduviges transformó sus recatados botones hasta el cuello por generosos escotes y los rodetes austeros se derrumbaron en rizos negros. Honorato sonreía al ver a su tía tan cambiada y elogiaba esa belleza, otrora tan oculta. Ella se ruborizaba y no lo podía mirar a los ojos. Él aprovechaba para observar esas largas pestañas de seda. Una noche de frío polar se hicieron cucharita, para darse calor. De la cuchara al tenedor y de aquél al cuchillo de la pasión. La ceremonia se hizo cotidiana.

   Cuando los padres regresaron no hubo que explicar nada. Los encontraron dormidos como ángeles, que retozaron como diablos, en su propio lecho. Balú se refugió en la despensa, riendo como un loco. Pola lo seguía llorando y con hipos decía que catorce años de diferencia eran demasiados, que cómo pudieron, que no era natural. Balú la sentó en sus rodillas y le murmuró que no arruinara su embarazo reciente con lágrimas. Todo era un milagro, le decía. La casa es grande, le decía. La sangre es independiente, le decía. La edad es un número, le decía.

martes, 17 de enero de 2023

¿QUERÉS QUE TE CUENTE UN CUENTO?

 

   Primero pagame. Después dame alguna idea, tengo las compuertas cerradas. Si yo no lo puedo empezar, terminalo vos, tal vez se me ocurra un principio inquietante. Tengo miedo de arrojar anzuelos que no conduzcan, sería ingrato para el lector.

   Otra cosa fundamental: la propaganda. El cuento, aunque no esté escrito, si tiene difusión el público se interesa. Hacer afiches notables por sus dimensiones, que digan que el cuento todavía no tiene nombre, es el componente ideal para que sus comisuras dibujen una sonrisa  y borren la cara de culo que portan anormalmente.

   Es importante la presencia de alguno que entreviste. Una grabación, de esos que saben todo de nada. No le quiero ver la cara, la estupidez humana carece de límites.

   Necesito un fotógrafo, la imagen es primordial, vamos a contratar mi doble con veinte años menos, quiero el mejor fotochopeador que exista.

   Repartir figuritas con la exclamación “¡Qué cuento el que te cuento!”, sobre la sombra de mi perfil, arrojarlas a la marchanta en los lugares más concurridos.

   —¿Y el cuento?

   —Si lo querés, primero pagame.

lunes, 16 de enero de 2023

PARECIDA

 

   Me gusta ir al cine los sábados, es más barato. Una chica se sentó al lado de mi butaca. Cuando empezó la película, nos rozábamos los brazos. Los apoyabrazos estaban muy cerca.

   Ella masticaba caramelos forrados de celofán, hacía mucho ruido. La gente se quejaba y se le cayeron al piso. Los juntaba con la mano, uno por uno. Después los introdujo en su cartera. Se concentró en la película y las escenas donde ocurrían cosas tristes, se emocionaba y lloraba. La miré de perfil y su nariz era como la mía. Ella quería disimular.

   —Aquí tengo pañuelitos —le dije en voz baja, me dijo “gracias”, con el hipo de llorar.

   La película terminó con la muerte del personaje. Largó el moco de nuevo y no paraba, ni siquiera en el “The End”.

   —Permitime que te tome del brazo, así salimos.

   Seguía emocionada y decía:

   —¡Qué injusticia, pobrecita!

   Quise resarcirla con un cucurucho de chocolate. No habíamos caminado dos pasos y se le cayó en la vereda. Su sensibilidad era exagerada, lloraba de nuevo por la película, no por el helado. Lo pisó, casi se cae, si no fuera por mí.

   —Disculpá, me olvidé los anteojos. Voy a buscar el auto en el estacionamiento, si querés te llevo.

   Le pregunté, como pudo ver la peli sin los anteojos. Me contestó:

   —Esta es la tercera vez que la veo, me la sé de memoria.

   —¿Y para manejar?

   —Manejo de memoria, no tengas miedo, llevo un GPS que me va indicando.

   La miraba mientras manejaba, hacía los mismos gestos que yo, le dije que nos parecíamos mucho, la diferencia era la nariz.

   —Me hice la cirugía, por eso la mía es respingada.

   Nacimos el mismo día, hasta en eso nos parecíamos. Vivo en camino de tierra y ella también, nos encajamos, había barro, lo tuvimos que sacar y lo sacamos. La chica tenía más fuerza que yo.

   Por fin llegamos a mi casa, me bajé y salió mi Madre a la puerta.

   —¿Se puede saber por qué la trajiste tan tarde?

   —Recién me doy cuenta, somos hermanos. Por olvidarme los anteojos no te reconocí. Sos un tramposo. ¿Cómo no me avisaste?

domingo, 15 de enero de 2023

PARA CREAR

   Escuché el arranque de la heladera, abrí los ojos, corrí hacia ella y la desenchufé. Volví a dormir, oí los pasos de Dolores, mi Mujer, que la enchufó nuevamente. Qué ruido hacen los zapatos de Dolores cuando camina y encima volvió a enchufar la heladera, dos sonidos que me dejaron molesto.

   —Mujer, necesito silencio absoluto. Si no, voy a quedar sordo. Sacate los zapatos y acostúmbrate a andar descalza. Estamos en invierno, no se necesitan productos fríos, dejala con el motor detenido y la puerta abierta.

   —Honorato, si me quito los zapatos me congelo y en cuanto a…

   —No hables, rompés el silencio, te pongo una cinta de embalar en la boca. Es un placer para mí que no vuele ni una mosca y si vuela le recorto las alas.

  Mis hijos van a un colegio de pupilos. El fin de semana lo pasan con los vecinos, que por suerte son mudos. Mandé a toda mi familia de vacaciones. Quedó la casa en silencio, empecé a escribir, las ideas me venían, elegí una y cuando tomé mi lapicera y la clásica página en blanco, era testigo, algo me molestó. Tic-tac-tic-tac, era el reloj antiguo de mi Mujer. Me crispó, rompió mi silencio. Le puse pegamento en la agujas y lo acosté boca abajo. Por las dudas salté en su superficie y quedó planchado como una alfombra.

   Escucho la voz más odiada, la voz de Dolores:

   —Sos un sádico, mirá cómo me dejó la boca la cinta de embalar.

   Yo la miré, le faltaban los labios, llenos de querezas infectadas, por comer con la cinta puesta. Después de contar lo que le había pasado, para asegurarme la llevé a la cocina y le corté la lengua. Por el dolor, llamé al Médico, mi Mujer se ahogaba en su propia sangre, cuando quedó blanca, semi muerta, le agradecí su silencio y me dispuse a escribir. 

sábado, 14 de enero de 2023

QUINTINA MOLDAVA

 

   Libros, jamás apuntes. Fuma hasta las cuatro de la mañana, no prepara mate, para estudiar sin interrupción. Apaga el celular. Si tocan el timbre, no atiende.

   Fuma, lee, fuma, lee, fuma. Levanta la vista y nota que el humo permanece, no hay aire. Le recuerda un mar sin olas ni espacio, pero mar al fin. El agua es el humo que se queda y no se va. Por último cierra el libro que robó a la mañana y devolverá mañana. La librería es de su amiga, pero no quiere pedir prestado, robar la atiborra de adrenalina. La amiga, que se cree tan piola, ni cuenta se da del hurto y la devolución la encuentra siempre de espaldas. Quintina se acuesta al lado de la tabla devenida en escritorio. El último autor de consulta es un tipo sabio, sencillo y cosmogónico. Se acuerda de todo. Que le pregunten nomás, le apuesta a un nueve, no al diez, porque el jefe de la catrera, no, de la cátedra es un infeliz que nunca califica más. Una vez explicó la ausencia del número, Quintina no quiso escuchar pavadas, fumó sin que el tipo la viera. Olvida apagar la luz, no duerme, se desmaya.

   El despertador la aturde, abre la ventana que da al baldío arbolado, donde cantan los zorzales imitando a las calandrias, de sonidos agudos. Tienen humor los zorzales, hasta se burlan del chimango. Le dan ganas de quedarse a escuchar ese concierto. Decide no bañarse, se cambia el calzón y le pone desodorante al buzo. No le gusta echarse en las axilas, es malo para la piel. Tiene teorías al respecto. Quintina piensa que el cuerpo elimina el agua que le sobra por las axilas. Tiene mal olor, dicen algunos y fruncen la nariz ante la sola idea.

   Viene el micro repleto, ella se sumerge, la gente que la rodea está triste y ausente. No mira más a nadie. Hoy se levantó de buen humor y le dio miedo el contagioso miedo de los solos. La dejaban sin aire. Peor que los puchos, esos van a los pulmones, los otros producían impotencia y derrota. “- Moldava Quintina…” llamaron, ni tiempo a ponerse un chicle. Tendría que hablar de lejos, apuntar con sus respuestas hacia otro lado. Tal vez para los idiotas, la baranda costara un triste siete. Entró al claustro, erguida y soberana. Quintina era más bella que los cánones vigentes, tanto que nadie hubiera imaginado que hacía tres días que no se bañaba y dos que no cepillaba sus dientes. Sonrió como Mona Lisa y habló todo el tiempo el tema de su tesis. Miraba a los ojos a los tres analfa que la escuchaban con atención o le miraban las tetas, Quintina no estaba segura. Dejaba silencios acotados, pensando lejos y mucho. Recordó un capítulo que todo el mundo eludía. Tenía complicaciones que Quintina desentrañó mejor que “el catedral”, así bautizó al catedrático. Dijeron “suficiente”, con gestos de “quiero más”, los tres le dieron la mano. El catedral en persona la informó de su evaluación:

   —“Diez”, la beca era suya.

   Volvió caminando para ensoñar los tres años en Praga, no la nueva de los semáforos, sino la vieja, de la memoria. Pasó por la librería de su amiga y le dejó el dinero del libro, el primero que compraba, el diamante de su tesis. Prendió un pucho y lo fumó apretado entre sus dientes. Abrió los brazos como alas para vuelos solitarios. Le molestó que los edificios taparan el sol. Escupió el cigarrillo en las escaleras del subterráneo. La manifestación de cada día le cerró el paso. Le dieron ganas de gritar lo que gritaban. Cortaron la avenida y llegó la policía. Vio mujeres llorando y hombres desesperados. Algo similar a un micro sin ventanas la llevó a Quintina y a otras personas, que insultaban sin defensas ni esperanzas. Le preguntaron su nombre y ella dijo no recordar nada.

   ─¿Y tus contactos, querida? ─interrogó una voz lejana y malvada. No pudo responder, le llovieron inesperadas patadas y golpes. Les molestaba su risa desenfadada y la postura de ausente. La encerraron con las putas, que curaron sus heridas y le prestaron consuelo.

   No supo cuántos días fueron. Apareció en la entrada de su casa. El portero y su mujer la subieron, le dieron unos tecitos y bolsas de hielo, llamaron un médico que diagnosticó dos costillas rotas y contusiones benignas. Logró reponerse, pero débil quedó. Su amiga de librería le preparó la valija y todos los documentos que le mandó el decanato. La bañó con dulzura, la vistió de persona y la llevó al aeropuerto. Cuando el avión despegó, pudo ver a su amiga que saludaba a dos manos. Quintina observó cómo Buenos Aires se alejaba gris y sin luces. Cuando prendió un cigarrillo, todo el avión fue un solo grito. Lo apagó de inmediato. Le dio vergüenza y cansancio. Su compañero de asiento le extendió una frazada y reclinó la butaca. Él también, becado y su lugar de destino : Praga. Quintina sonrió al tipo, buen mozo…diverti- zzz y atina-zzz.

   Durmió profundo, como si alguien velara su sueño, por primera vez.

viernes, 13 de enero de 2023

OJALÁ

 

   Se educó a sí misma y con una Abuela que estaba a cierta distancia de su personita, Ana no podía ver el mundo, su devolución era que persona alguna advirtiera su ceguera. Tuvo padres que se fueron sin despedidas y sin regreso. La Abuela le enseñó a manejar su abundante fortuna. Desde la ausencia de su familia, siempre quiso vivir sola. Tenía un método que fue depurando con años, empezó con caminatas en redondo, en cuadriláteros, usando sus propios pies en los cálculos. Luego fueron las manos, tocando baldosas, tierra, ángulos, agua.

   La familia le dejó una pared completa de casetes que reemplazaban el Braille, con sonidos e instrucciones para escribir como si fuese vidente. El experimento lo realizó un australiano, con un chico ciego que nunca nadie supo. Cuando Ana logró salir de la casa, descubrió la plaza de enfrente por el olor del laurel medicinal, los piñoneros, aromos. Los oídos, el olfato, las brisas, los mismos desplazamientos del aire daban cuenta que podía reconocer el mundo como si lo viese.

   Su casa tenía una aldaba, el Cartero llamó una mañana, era un telegrama donde le comunicaban el deceso de su Abuela. El Cartero prefirió leerle el texto, porque la vio frágil y asustada:

   —Mire, Señorita, acá le informan que su Sra Abu…

   Ana lo interrumpió con soberbia y dolor:

   —Sí, no se moleste, sé leer, me sorprendió porque éste es el primer telegrama que recibo en mi vida…

   Caminaba por el parque y le aparecieron amigos, dos gatos que recibían mimos y alimentos, una familia de zorzales que le cantaban cuando usaba el banco y se sentaban al lado. Una mañana apareció el cartero, sin el carterón:

   —Buenos días, Ana, perdoná que te tutee, pero somos de la misma edad.

   Ana miró hacia donde provenía la voz:

   —¡Pero por favor! Disculpá que no te vi, pero los animalitos me distraen.

   Y fue así, primero palabras, después invitaciones a tomar algo. Un día Iván puso su mano en la de ella y como no se mostró escurridiza, le tomó las dos, le tiró vapor de su boca, hacía frío y esas manos estaban heladas. Ana recorrió sus dedos largos, suaves, tibios. Cada encuentro Ana le recorría la cara con sus manos, como si lo mirara a los ojos, le tocaba los párpados y una vez de más confianza, tocó su boca, el espesor y aterrizó en el pelo, lo sintió rubio y luego supo que de ese color, era. Él también, en una caricia tocó un pelo finito y largo, como una sola pluma. La invitación de Iván a conocer su casa, había fuego de chimenea, sillones que presintió y él la sentó con suave prepotencia.

   Había olor a Iván, con tostadas:

   —Qué linda es tu casa, Iván, igual a vos, perdoná no quise…

   Ana levantó la mesa del té, conoció el camino a la cocina, lavó las tazas, eso sí no supo dónde ubicarlas. Iván le tomó la cintura:

   —Te prohíbo que trabajes.

   Se reclinaron en un sillón amplio y Ana lo miró con ojos cerrados, mientras él le besaba todo el cuerpo. Iván nunca pareció darse cuenta y Ana se alegraba que no supiera nada.

   Él se enteró el día del telegrama, no entendió por qué detalle. Ana le hacía descripciones imaginadas, de cada lugar que fueran.

   Iván sonreía, porque ella mentía colores, que ojalá.

jueves, 12 de enero de 2023

QUE SE CALLE , YA ESTÁ

 

   Es como esas cosas que no queremos desprendernos. Vaya a saber qué mandatos me obligan a tenerlo aquí, entre nosotros.

   O tal vez, las campanadas de la Iglesia, en lo de mi Abuela, sea un recuerdo entrañable de mi infancia.

   Había una ceremonia que nos encantaba a los chicos. La hora de darle cuerda con esa llavecita minúscula, el poder de los ojos de mi Abuelo sobre las agujas. El grandioso privilegio de dos vueltas y media.

   Con el paso del tiempo y las muertes sucesivas, el reloj, vino a vivir a mi cocina. A veces el tic tac me parecía alto y las campanadas llegaron a taladrar mis oídos.

   Se rompió en dos oportunidades. La última vez nos dijeron que el reloj no iba más. Si preferíamos cambiarle su máquina.

   —No, gracias.

   El reloj se fue al living. No molesta que haya callado. Su silencio me recuerda esos viejos solos, de algunas plazas.

   Se mantienen ahí, no necesitan correr más… Sólo esperar.

miércoles, 11 de enero de 2023

LA COMEDIA DE LA VIDA

   Hago que estoy bien, me río y todo. Pero estoy triste de toda tristesitud, pobrecita yo, egoísta insalubre, hasta pensé en suprimirme, soy cagona, no puedo o mi inconsciente tiene esperanza.

   —¿Porqué me hacés y te hacés esto?...hay chicos de tu edad…

   Dice mi Madre, que se casó por deber y nunca supo ¿cómo se va a morir sin saber?...

   Escucho el galope de mi Padre, en esta comedia, él se baja del caballo y recita el papel que le ha tocado en suerte:

   —Pepa, es un degenerado, él te hablará el mundo que inventó, para que creas en sus certezas. Repará por un segundo que es un viejo desconocido, pensá, tenés que pensar, no podés no pensar.

   Me da pena mi Padre. Hay dos cosas que amo, escribir y Sebastián, nada más existe. Nos vemos con prismáticos, lo saludo de día cuando corre la cortina. Vivimos en edificios separados, pero él me enseñó que nos espejan los cristales, y nos une el viento que imita sonidos sin final.

   —¡Pepa! Bajá las cortinas, hoy coinciden las guardias de tu Padre y las mías. Te vas a quedar sola, hay comida en el freezer. Trabé todas las ventanas, escuché que habrá vientos y lluvias. Fuertes, muy fuertes.

   Espié por la banderola del baño y está ahí, con el agua que le cae en el sombrero. Tengo ganas de bajar y acompañarlo. Me pongo al lado. Pasa el Diarero:

   —Pepa, ¡qué lindo que tu Abuelo te acompañe a mirar la lluvia!

   Nuestras manos se tocan, él se avergüenza, yo lo agarro con fuerza, lo miro y él, ya sabe. Caminamos juntos, nadie repara en nosotros, porque él es viejo y yo parezco su nieta, que lo amará para siempre. Aunque no esté. 

martes, 10 de enero de 2023

FUERA DE TEMPORADA

 

   La vi de pie, con una saya resbalando por su cintura, esas piernas largas, con músculos firmes, de tenista y ese pecho erguido, como un desafío al sol.

   Lo encontré caminado, portando una sombrilla, dos sillas playeras, blanco de pantalla solar, sombrero de paja y clíper.

   —Hey, Peter, llegaron antes que nosotros ¿hicieron las reservas aquí?, es un spa, yo prefería cabañas.

   Goruta pensó que encima que hizo un viaje anterior para elegir, éste…

   —Me gusta la pinta, es exótico y el único que da al mar.

   —No hay nadie, la dueña está en Argelia, es todo nuestro.

   —Ché presentame a tu mujer 0 km, ¡ya sé! Es el minón con los pies en el agua, fue de mal gusto mi comentario, disculpá Camila, a esta altura, sabés que para mí las minas lindas, son una obsesión.

   La nueva mujer de Goruta, extendió su mano:

   —Mucho gusto, soy Yolí.

   Peter en un acto involuntario, le besó el anillo. Sintió un hormigueo en todas sus zonas erógenas.

   Yolí tomó del brazo a Camila:

   —¿Viste que me besó el anillo? Tu marido es un romántico como yo. Cuidalo, Camila, te lo pueden robar.

   Fue una coincidencia, todos los veranos iban a las mismas playas. Goruta y Camila tenían similitudes con respecto al mundo. Todo empezó bajo el mantel, fue rápido y sincero, el apoyo de su pie ahí y Camila, muerta de risa y champagne, dejó hacer.

   Goruta quiso más, en cómodas cuotas. Se fue transformando en una obsesión. Cuando ella dejaba de tener noticias de él, en la desesperación lo odiaba. Las cuatro últimas vacaciones, fueron en Orense.

   Peter cambiaba de mujer todos los veranos. Esa vez no había llegado, las llamaba Yolí a todas. Broma que sólo él festejaba. Mientras Goruta y Camila tomaban sol con una oculta e intensa alegría, se escuchó el motor de un cuatriciclo, atravesando un médano.

   —Chicos, acá llega mi Yolí número cinco.

   Bajó una adolescente, que esquivó los brazos de Peter y fue directo a Goruta:

   —Hola, Papi, si te despegás un poco de Camila, te presento a mi nuevo viejo novio, Peter Pan.

   Fueron unos segundos, hasta pasado el asombro…Peter corrió al mar y Goruta lo siguió con insultos terminales, nadaron hacia el horizonte, hasta que sus cabezas se perdieron en las olas del viento que despierta…

lunes, 9 de enero de 2023

POR PIEDAD Y POR BELLEZA

 

   Le cuidaba el auto y limpiaba los vidrios:

   —Mire Sr, no voy a poder cuidar más su auto, mi socio consigue flores del vivero de su Abuela, ella nos regaló tres baldes nuevos y   usaremos esta esquina para venderlas, no se me enoja, ¿no? 

   —Te va a ir bien, porque naciste bueno y mi gorro abriga, te lo regalo.

   Lo miraba en las mañanas grises y esas flores pintaban la vida por un rato. Compró pinceles para hacer cuadros de las flores del niño, cuando secaban, bajaba y le regalaba sus obras, desfasadas de colores plenos, con direcciones exóticas.

   —Ubicalos en esta carpeta para que no se arruguen, son para vos, cuando termine una docena, las vendés, si querés.

   Él era pintor de toda la vida, muy bueno, pero nunca mostró su obra. El niño tomó la carpeta como santas escrituras:

   —Le agradezco con mucheces, Sr, pero vamos miti y miti o no quiero.

   Le dijo que era una buena idea, le dio risa el orgullo del niño, también respeto. Estaban firmados con el nombre del niño.

   —¿Qué te parece hacer una exposición rodante por la Legislatura, Casa de Gobierno, Municipio, todos esos lugares que propician la pobreza? Conozco gente, de la buena gente, que nos permitirá entrar a las oficinas. Acá te traje ropa mía de cuando tenía tu edad, para lukearte de pintor de pincel fino.

   Él realizó veinticinco pinturas más y una mañana salieron al recorrido. El carpetón lo llevó el niño y él fue de curador. Los recibieron bien y les compraron obras, miraban al niño como a un genio. La noticia boca a boca, produjo trabajos por encargo. Como el Sr no quiso aceptar la mitad del milagro, el enano pidió a cambio, que le diera clases y preguntó qué materiales debía comprar. Le pagaba por clase y en cinco años superó a su Maestro. Ganó concursos prestigiosos y tiempo más tarde se instaló en Canadá. Llevó a toda su familia. Su primer Maestro, que era un hombre solo, lo visitaba para las fiestas. Volvía con su maleta y lo sorprendían cheques ocultos en medias y cartas de agradecimiento. Sugería y esperaba, que su Mecenas siguiera pintando. Como hizo él.