Llevaba a la
esquina, la bolsa de residuos.
Alguien tiró una
piedra y quedé tirada al borde del camino. Venían algunos autos, rodé unos
metros, me detuve cuando llegué adentro de un pajonal.
Rocé mi cabeza y
noté que tenía una protuberancia con el formato de un huevo. Casi me desmayo,
todo me daba vueltas. Me tomé de una rama para ponerme de pie. Quedé colgada
ahí y tuve pesadillas. Soñé que me trepaban por la espalda, lombrices de la
tierra.
El huevo de mi
cabeza empezó a resquebrajarse. Emergió un pichón de colibrí. Eso me alivió y
descubrí que la madre pájara sacaba de mi espalda una lombriz chica y le daba
de comer en el piquito. Cuando hice los primeros pasos, me rodeaban colibríes
colgando de la nada. Levitaban cerca de mis ojos y metían sus picos dentro de
mis orejas, tal vez les gustaba el zapallo.
Volví a casa
acompañada de tanta sutileza, de tanta joya transparente. Cuando me senté a
desayunar me preguntaron:
—¿Cómo volvés
tan tarde y con tantos pájaros?
Mi Padre
contestó:
—Esta chica
siempre tuvo pajaritos en la cabeza, fíjate que se olvidó de tirar la bolsa de
residuos, ¿dónde pasó la noche?