viernes, 13 de mayo de 2022

HORMONAS

 

   Tengo dos amigas, a decir verdad son dos medio amigas, que sumando es una amiga. Hablan en estéreo, no sé por qué siempre estoy al medio.

   Valentina y Soledad atribuyen mis dolores a que soy hipocondríaca. Se ríen de mí, sin mí. Tomamos sol y nos tiramos a la pileta, el agua parece helada, pero de eso se trata el juego, calcinarnos y meternos al agua. Tomando una gaseosa, el dolor me dobló el cuerpo. Valentina gritaba que era un calambre, Soledad creía en una somatización por mis padres ausentes. La tía de Vale salió de la casa y me tocó todo el cuerpo, sentenció que aquello no era calambre ni somatización.

   El tío me llevó al hospital, así, hecha un nudo. Por suerte las chicas vinieron conmigo y murmuraban las distintas enfermedades, que podían caber en un viaje de veinte minutos, hasta la sala de guardia.

   Vinieron dos médicos que descubrieron lo que tenía, sin mi información, yo no podía hablar.  Practicaron toda clase de estudios, algo escuché a uno de ellos, dijo “¡Bingo!” Me operaron tres nódulos y con un interludio de quince días debieron realizar una histerectomía. Vale, católica de las molestas, puso en la mesita una virgen de manto celeste, que protegía a los enfermos. Sole, más pragmática, me regaló pantuflas, las mías parecían hablar.

   Parece que en mi flaca humanidad había mucho que estudiar. Los médicos venían a saludar todas las mañanas, me tomaban las manos y daban dos palmaditas. Si preguntaba los resultados, sonreían, giraban sobre sí mismos y cerraban la puerta.

   A esa altura le empecé a rezar a la virgencita, fui creyente durante mi terror a la muerte.

   La mañana del sol molesto me dieron la noticia, no se observaban células cancerígenas. Pretendí que me dieran el alta de inmediato, lo conseguí. Sole decía que necesitaban la habitación, por eso me mandaban a casa.

   Cuando las heridas fueron sólo una rayita, todo lo que me rodeaba parecía recién creado, como si me hubieran parido de nuevo.

   Le devolví la virgen a Valentina y las pantuflas nuevas a Soledad. Las mías, viejas, tenían la comodidad del tiempo, recibían mis pies con el mismo formato de ellos.

   Tenía una duda, me quedó una teta normal y la otra casi plana. Encontré al Doctor en una manifestación, me encantan las manifestaciones, si me gustara trabajar, trabajaría de manifestante. Lo seguía y lo perdía, hasta que llegué a la manga de su sobretodo y me colgué hasta descoser la manga, le pregunté porqué me había dejado una teta chata.

   —No te preocupes, se va llenando de nuevos tejidos y te queda igual a la otra. Con la posibilidad que se generen nuevos nódulos y el riesgo de que haya...

   Llegaron los bombos y no escuché más.

   Tengo en mi dormitorio, como tapiz, la manga del sobretodo del Dr. Niedfeld.

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