Oliverio fue a ver a la Vecina de arriba. Subió los escalones, todo tenía olor a desinfectante. Mientras esperaba que lo atendiera escuchó canillas y mangueras abiertas.
—Ah, sos mi
Vecino de abajo, conocí a tu Madre. ¿Nunca te lo dijo?
—En general
cuando una persona se murió no puede contar nada. Además lo que me indignó fue
estar sentado frente a mis queridos pensamientos y usted los mojó con tres
litros de lavandina. Las pobrecitas doblaron sus tallos y los pétalos se
secaron.
—Mirá, te voy a
abrir para que veas cómo limpio el departamento. Pongo alcohol aumentado al
cien por ciento, para que desinfecte bien y después agrego lavandina
concentrada. Arremangate los vaqueros y sacate las zapatillas, así no te mojás.
A Oliverio el
agua le llegó a las rodillas. El depto tenía una inclinación hasta el balcón,
por allí salía toda el agua que fue a parar sobre sus pensamientos.
—Se ve que usted
es dura de entendimiento. Señora, la próxima vez que usted tire agua con cloro
a mis nuevos pensamientos…
—Para empezar,
soy Señorita y en edad de merecer.
—Esto es una
orden, póngale cemento a todas sus rejillas, si así no lo hiciere, le voy a
pedir al Encargado que le corte el agua.
—Sí, lo
entiendo, se siente desahuciado, se ha puesto pálido. Esta noche paso por su
departamento y lo voy a resarcir de su pérdida.
La vieja
apareció desnuda y en camisón, llevaba una maceta con un pensamiento en el
medio.
—Sra o Srta,
para el caso es lo mismo, seguro que viene con la intención de coger. Usted da
asco por donde se la mire y las personas que tienen un sólo pensamiento, dan
pena. Yo tengo tantos que muchas veces
se estrellan en mi cabeza. Las que tienen uno sólo, te traen de regalo una
maceta con un malvón. Odio que haya confundido un pensamiento con un malvón, es
de Vieja traidora e indecente, que pretende que me la coja.
Le puso una
trompada y la Vieja cayó por las escaleras, debido al detergente que ella misma
esparció se resbaló y parecía desmayada. El Encargado le dijo, que al final se
murió con un malvón en el culo.
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