Gerard estaba
convencido que “subansen, empujensen, bajensen” era una frase digan de
Alemania, él antes de venir trató de aprender alemán, pero era complicado. Sólo
conocía algunas oraciones. Hitler era un genio hijo de puta, Goebbels también y
Auschwitz, un lugar donde ellos se encargaron de matar millones.
En un Bar
chongo, atendía la barra una mujerona, él pidió una pinta señalando con el
dedo. Analé le trajo una charola con chucrut, como ella lo miraba, hizo un
esfuerzo de parto y comió. Para pedir cerveza, dibujó una jarra con espuma,
Analé pensó que era mudo y le trajo un jarro de tres litros, no le cobró porque
le daban pena las personas con dificultades. Gerard se sentó en un banco frente
al Bar, en el horario de salida de la mujerona. Lo reconoció, le hizo preguntas
que él asentía o negaba con la cabeza. Ella lo invitó a dormir a su pensión,
Gerard asintió. Analé lo arrastró de un brazo. Se equivocó de gesto y logró
separarse del brazo oprimente. Ya habían llegado y la mujer con cara de
ofendida, lo empujó encima de cuatro perros que lo recibieron como a un igual.
Gerard empezó a circular en cuatro patas y andaba con los otros, ladrando autos
y gente que cruzaba la calle. Analé lo descubrió, tenía la misma cara de
Gerard. Pelos de la cabeza a los pies, un perro perfecto, cuatro patas, peludo,
ladraba, no cabía duda era un perro. Analé lo subió upa y lo llevó a su casa.
Llenó la bañadera y le dio un baño intensivo. A mano nomás, le limpió el
pitulín y las bolitas. Él se dejó, la mujerona tenía manos grandes pero suaves.
Analé tomó la
afeitadora y le sacó el pelo que no correspondía a un ser humano. Esquivó las
partes pudendas, era sensato, para cubrir algo esa cosa de nada. Le dio de
comer un bife, era argentino el tipo, se lo comió de una. Lo sentó en la poceta
y dando los trámites por cumplidos, lo acostó a su lado. Cuando Analé se
durmió, tiró de la cama a Gerard, éste retomó sus costumbres ancestrales y le
desgarró todo lo que pudo. Analé gritaba como loca y él le ladraba como un rottweiler.
Viajando a
Buenos Aires pensó: —Analé, que mina jodida.
Ella quedó
internada con lesiones graves, parece que Gerard estaba rabioso, en Ezeiza le
tomaron una muestra y sí estaba.