lunes, 12 de noviembre de 2018

TAN AGRADABLE



   Clemencia puso un cartelito impreso: “SE ALQUILA”.
   Llegó un matrimonio de ancianos, con la plata en mano, alquilaron.
   —¿Uds tienen muchos años de casados?
   El viejito la miró con extrañeza. —Somos hermanos, los únicos que estamos vivos, los más viejos de diez hermanos.
   Les mostró la mínima vivienda, pero los hermanos eran tan pequeños, que la casita parecía grande.
   —Tenemos pocos muebles, una cama, una mesa, dos hamacas vaivén y cuatro sillas. Con el tiempo nos achicamos, con mi hermano fuimos altos, pero ahora medimos un metro cincuenta. Nuestros nietos nos regalaron el mobiliario en miniatura, que de chicos tenían para jugar. Podemos movernos con libertad, nada nos pesa. Es importante ser libre a los…
   —Ya le vas a decir nuestra edad a la Señora.
   Clemencia sintió curiosidad.
   —Por educación le digo que yo tengo 98 y él 99, soy menor, él dice que es lo mismo, pero no es igual, lo dice de envidioso. Más quisiera él tener 98.
   Ella ya se retiraba, pero pensó,: —Si necesitan algo, me tocan esta campanita.
   Los viejitos sonreían complacidos. —Es Ud muy amable, Señora Clemencia, pero nosotros casi no comemos, una sopita, un huevo duro…pavadas, vaya tranquila, no la molestaremos.
   Y fue cierto, a los tres meses fallecieron los dos juntos…hasta tocaron la campanita en el último suspiro, para anoticiar a Clemencia. Ella quedó triste, sostenían charlas del tiempo de antes, que la dejaban más feliz que mirar su teleteatro. Volvió a poner el cartel de “SE ALQUILA”.
   El mismo día apareció una chica sola y a punto de parir, mientras firmaban el contrato, tuvo las primeras contracciones. Soledad sintió dolores, por suerte Clemencia había sido Partera de toda la vida y la atendió con tranquilidad de oficio. Soledad se recostó en una camilla antigua. Tres pujos y salió un niño menudo, otro pujo y salió una niña y cuando Clemencia pensó que ya estaba todo, asomó el último, gordo y cabezón.
   La casita se extendió a la de Clemencia, que todavía guardaba cunitas del Hospital que las dio de baja y Soledad las pintó y les tejió frazaditas al crochet. La casa y la casita se llenaron de alegría. Clemencia, muy creyente, pensó que Dios le había regalado una familia.
   Quedó sentada mirando el capítulo final de su teleteatro. Llegó a las últimas escenas dormida, soñó con los hermanos ancianos, la aparición de Soledad y su prolífico parto.
   El cartel de “SE ALQUILA” estuvo a cargo de Clemencia, confeccionado por propia voluntad, para traerle “merde” a las actuaciones.
   Cuando finalizó el teleteatro, se festejó en vivo, el personaje de Clemencia lamentó no ser ella, Soledad lloró frente a cámaras por su esterilidad que le hubiera impedido tener tres hijos al hilo. Los Ancianos se quedaron en “La Casa Del Teatro”, donde vivían.
   —Fue nuestro último trabajo, hermana.
   No los llevaron al Canal, porque temieron que tan emotiva despedida les paralizara el corazón.
   Los muchachos que realizaron la Escenografía, la desarmaron con tristeza, el más viejo se llevó el cartel de “SE ALQUILA”, de recuerdo.

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