Clemencia puso
un cartelito impreso: “SE ALQUILA”.
Llegó un
matrimonio de ancianos, con la plata en mano, alquilaron.
—¿Uds tienen
muchos años de casados?
El viejito la
miró con extrañeza. —Somos hermanos, los únicos que estamos vivos, los más
viejos de diez hermanos.
Les mostró la
mínima vivienda, pero los hermanos eran tan pequeños, que la casita parecía
grande.
—Tenemos pocos
muebles, una cama, una mesa, dos hamacas vaivén y cuatro sillas. Con el tiempo
nos achicamos, con mi hermano fuimos altos, pero ahora medimos un metro
cincuenta. Nuestros nietos nos regalaron el mobiliario en miniatura, que de
chicos tenían para jugar. Podemos movernos con libertad, nada nos pesa. Es
importante ser libre a los…
—Ya le vas a
decir nuestra edad a la Señora.
Clemencia sintió
curiosidad.
—Por educación
le digo que yo tengo 98 y él 99, soy menor, él dice que es lo mismo, pero no es
igual, lo dice de envidioso. Más quisiera él tener 98.
Ella ya se retiraba,
pero pensó,: —Si necesitan algo, me tocan esta campanita.
Los viejitos
sonreían complacidos. —Es Ud muy amable, Señora Clemencia, pero nosotros casi
no comemos, una sopita, un huevo duro…pavadas, vaya tranquila, no la
molestaremos.
Y fue cierto, a
los tres meses fallecieron los dos juntos…hasta tocaron la campanita en el
último suspiro, para anoticiar a Clemencia. Ella quedó triste, sostenían
charlas del tiempo de antes, que la dejaban más feliz que mirar su teleteatro.
Volvió a poner el cartel de “SE ALQUILA”.
El mismo día
apareció una chica sola y a punto de parir, mientras firmaban el contrato, tuvo
las primeras contracciones. Soledad sintió dolores, por suerte Clemencia había
sido Partera de toda la vida y la atendió con tranquilidad de oficio. Soledad
se recostó en una camilla antigua. Tres pujos y salió un niño menudo, otro pujo
y salió una niña y cuando Clemencia pensó que ya estaba todo, asomó el último,
gordo y cabezón.
La casita se
extendió a la de Clemencia, que todavía guardaba cunitas del Hospital que las
dio de baja y Soledad las pintó y les tejió frazaditas al crochet. La casa y la
casita se llenaron de alegría. Clemencia, muy creyente, pensó que Dios le había
regalado una familia.
Quedó sentada
mirando el capítulo final de su teleteatro. Llegó a las últimas escenas
dormida, soñó con los hermanos ancianos, la aparición de Soledad y su prolífico
parto.
El cartel de “SE
ALQUILA” estuvo a cargo de Clemencia, confeccionado por propia voluntad, para
traerle “merde” a las actuaciones.
Cuando finalizó
el teleteatro, se festejó en vivo, el personaje de Clemencia lamentó no ser
ella, Soledad lloró frente a cámaras por su esterilidad que le hubiera impedido
tener tres hijos al hilo. Los Ancianos se quedaron en “La Casa Del Teatro”,
donde vivían.
—Fue nuestro
último trabajo, hermana.
No los llevaron
al Canal, porque temieron que tan emotiva despedida les paralizara el corazón.
Los muchachos
que realizaron la Escenografía, la desarmaron con tristeza, el más viejo se
llevó el cartel de “SE ALQUILA”, de recuerdo.

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