Conozco a los
trabajadores del campo, en las colas de los Bancos, tienen olor a leche, no
olor a vómito de bebé, sino a leche recién ordeñada. Imagino una parcela chica,
con dos vacas o tres nomás. La charola en la cocina comedor, sala de estar y un
catre de campaña. De la ubre a la
boca. Otro con olor a veinte mates bien pensados, los mates de la vida. Veo
mucho diente faltante, manos de piedra pómez, grandes, coloradas.
Los casados,
camisa con raya planchada y cuello liso como el viento del micro que los trajo.
Mejillas rojas, poca bombacha de campo, más vaqueros verdes. Algunos limpios
con jabón blanco, otros agua en la cara y los sobacos. Hacen círculos y cuentan
cosas de viejos amigos o vecinos. Juegan a ver quién es más viejo y ni se nota.
Ojos resignados, dados a la carcajada, que produce el que habla más alto. Mucha
enfermedad sin atención médica, hasta no dar más. Mientras tanto yuyo y faja de
varias vueltas. Son los primeros en llegar tres horas antes que el Banco abra. Un
Chacarerito lindo y bien vestido, con alforja de cartero, le hace los trámites
a su Patrona, que le asusta operar por internet. En los cortes de ruta no la
vi, sí en la manifestación de la plaza. Se dice que está operada de pies a
cabeza, tiene una sonrisa eterna, hecha a pedido, miré su cabeza desde el borde
de una camioneta, tenía un círculo pelado. Antes la veía mucho en las cuatro
manzanas de las luces, que los soñadores de risa triste llaman “centro”. Ahora
no la veo más. Un ex amigo me contó que la vieja tuvo cuatro maridos, con uno
quedó abotonada en los avatares del amor. La desabrocharon en Buenos Aires, acá
no pudieron.
Hubo un
concierto muy bello en el Salón Blanco. Caminaba delante de mí, me alegró ver
que estaba viva, éste es un pueblo donde la gente muere a cada rato. Llevaba un
abrigo largo, de diseño y un chal blanco prendido con un diamante, cubría su
cabeza calva. Un señor con traje de oferta y anillo imitación Oyharbide, le
enganchó el chal blanco, que se desenvolvió hasta el piso. Su cabeza calva
quedó expuesta. El Chacarerito lindo, vestido con un traje del Corte Inglés, la
ayudó a envolver con habilidad inmediata, el chal blanco, debió recurrir a un
nudo final. El diamante había desparecido.

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