domingo, 24 de octubre de 2010

META MATAR NOMÁS

Así que hay procederes ejemplares, vos que sos del Partido Obrero y no sos obrero. Vos que pensás que el mundo va a ser mejor, basado en tu futuro sin frontera y el amor de tus padres comunistas.

Te mataron. Un arma con mano pagada, le gustó más la guita que tu persona de veintiséis años. La guita lo hace más feliz que tu vida. Alguno habría sabido, otro ha fabulado, alguien te señaló y estaba cerca cuando disparó. Reflexionaba el asesino: - Un zurdito menos es un zurdito menos.

Ningún partido es ningún partido. Las dificultades las resuelve una bala. Las felicidades del dinero: el dinero, sólo el dinero. El dinero compra la muerte. El dinero paga la vida del rico. Y mata la del pobre.

domingo, 17 de octubre de 2010

EL OMBLIGO DE INÉS

Inés tenía cara de yo me sé todo y una corte de boludos que le creían.
Puede que su forma de trabajo no la practicara como una forma de dominación, pero sus creyentes la seguían, escuchaban sus evaluaciones y hasta las ponían en práctica. Hubo una obra conjunta de diez esperanzas. Inés se encargó de evanescerla casi al hacerse cargo. Ella dijo que debía practicarse un aborto. No estaba en condiciones y excusas, excusas ¿Y para qué hacer creer tanto? Hay muchas Ineses y son parecidas, el aspecto de orfandad, el desaliño sincero, el estoy por, o cuando vaya a…

Inés quedó sola y no le importó una nada. Toda su vida fue solitaria, casi no sentía a los otros. Percibía latidos diferentes, colores ajenos, risas en otro idioma. Podía ser reina de repente o reclusa permanente. Robaba novios ajenos sin mediar intención alguna. Los hombres quedaban perdidos por Inés. Algunos dejaba pasar, por ejemplo los candidatos de dos o tres amigas. El resto era para amarlos y luego Inés les cobraba. Este método le capitalizó la vida con un piso alto, con terraza, árbol y pileta, en plena 9 de Julio. Una cabaña de maderas chinas, en una playa sola, de una isla sola, del Delta y su lugar de vida, una casa de piedra, incrustada en Sierra de La Ventana. En el techo de pasto se hamacaba a la hora de la siesta. Sola Inés.

domingo, 10 de octubre de 2010

ABSTEN

Isolina largó el pucho, las piernas se le dormían, los brazos. Aire le faltaba. Pecho con tos circonvulsa. Latido galope. Ataques de locura, ningún pucho puede reemplazar un pucho.

Isolina fumaba de la mañana a la noche. Como para ella la noche se unía con el día, fumaba la vida. Prender y no necesitar ni un amigo, ni un novio, ni, ni, ni siquiera nada. La mejor compañía, mirar algo con él y sentirse uno sólo con el humo inhalado y luego exhalado. Es el punto G del fumador. El pucho es que si son las tres, querés fumar y no tenés, agarras la bici y vas a la otra punta y volvés con uno prendido y viento en contra. Cuando llegás uno para festejar, otro para el café y después muchos, porque charlan los amigos y fuman.

Isolina los fue odiando de a uno. Primero lo permitió y no pudo desdecirse. Pero sí puede odiar. Eso no se ve, ni se dice. Sale sólo, pocos no creen. La mayoría sabe. Isolina no les quiere explicar, se enteró que todos la odian.