domingo, 31 de marzo de 2024

CHANTA

    La señorita Brown estaba encerrada por propia voluntad. No atendía a nadie menos a su amiga Molly que golpeaba con desesperación. Le dio un ataque de generosidad y la hizo pasar, la abrazó y le dio un beso en la mejilla mientras ella contaba su historia.

   ─Sabés que me quiso abandonar el chanta de mi marido. Lo dejé ir cuando se fue me dio una mezcla de nostalgia y enojo con una felicidad desconocida. Por fin pensé que mi supervivencia estaba sin respaldo. Señorita Brown usted ¿podría ayudarme?

   ─Por supuesto seré tu aliada y tengo mucho dinero, te podés comprar la casita de al lado, la que dice “Se vende”.

   ─¿Y con qué la pago?

   ─Con mi dinero, te lo acabo de decir.

   ─¿Y la ropa, los muebles y todo lo que conlleva una mudanza? ¿Cómo hago?

   ─Vos por casualidad te llamás Molly.

   ─¿Y cómo sabés mi nombre?

   ─Conocí a tu ex siendo ya grande y fue un amante excepcional, pero me traicionó mal el chanta, como decís vos ¿y si venís a mi casa para hacer tu mudanza tranquila?

   ─Señorita Brown, acepto su invitación y para festejar, está el boliche de acá abajo. Vamos a brindar con champán y a bailar como dos descerebradas

   ─Está ahí ─dijo la Señorita Brown ─¿y si le damos una buena paliza entre las dos? Vayamos pronto, antes que consiga otra desgraciada.

   Y así fue, lo recagaron a trompadas. Con todo el mambo que tenían ellas en un descuido se cayó por la ventana del primer piso. Rompió vidrios y golpeó con una piedra en la cabeza.

   Vino la ambulancia, pero no hubo nada que hacer, se murió.

   ─Por algo se murió, un hijo de puta menos.

   Se abrazaron y brindaron por su muerte, bien merecida.

sábado, 30 de marzo de 2024

SOLEDAD HABITADA

    Se le quedó el auto nuevo, no pasaba nadie.

   Empezó a caminar y vislumbró la luz de una casita, salió una viejita menuda que le gritó:

   ─Muchacho siga la huella, así su llegada sería más rápida.

   Tenía un bols grande con verduras y pollo cortado en rodajas. Convidó la viejita, le servió tres tazones y le ofreció vino patero. Estuvo mal, a ella le escanció un apenas. El resto lo tomó él. Miró en el espejo donde se veía como comía. Pidió disculpas por su avidez.

   ─Vea muchacho, lo que a usted le falta a mí me sobra. No tiene que disculparse, lo que no entendí es eso de avidez, pero no importa, seguro que viniendo de usted era un elogio. Sabe que casi me olvido y es progresivo, debe ser la vejez, pierdo la memoria, el otro día metí e gato en el lavarropas junto a otras prendas. Me dio bronca, la ropa quedó rosinegro y el gato maligno rompió el lavarropas por los huesitos. Cuando venga mi biznieto le pido que lo arregle y le doy unos pesitos.

   Dio las gracias por todo, le besó la frente y pareció que se ruborizó, a los noventa y ocho años!! Tomó el camino de la huella, hizo dedo, pasó un camión de carga y pidió que se subiera.

   Ahí notó que le corría sangre por la rodilla. El camionero dijo que había un dispensario donde lo curarían.

   ─Yo me curo solo, todos los tajos que la vida me ofrece se cicatrizan de inmediato.

   Cuando le operaron un testículo grande, quedó unitesticular, el cirujano le dijo que tenía una excelente cicatrización.

   La madre que lo acompañaba le dijo al oído:

   ─Vas a ver que el tajo más nuevo cicatriza enseguida.

   Él eligió volver a casa, le hicieron un regalo ideado por ellos, era un testículo gigante, hecho de cerámica pintada, tenía gotas de sangre que parecían llorar…

   Un compañero del dispensario les dijo a los autores del regalo:

   ─Es preferible tener un solo testículo asombrosamente grande, que dos chiquitos. ¿No?...

viernes, 29 de marzo de 2024

EL RESTO DE MI VIDA

    Detesto las mujeres, no sé si porque somos tantas hermanas, más mamá y mis tías y las hermanas de mi padre y los colegios de hermanas, con compañeras mujeres y profesoras mujeres. Tengo un primo varón, pero es afeminado. No le quedó otra.

   Estudio para premios de tiempo libre. No cuesta nada, escucho las zarandajas de las profesoras y me quedan registradas. Con leer dos horas por día me recibí con el mejor promedio, casi once, como  dice la ambiciosa de mamá. Empecé Ingeniería en Sistemas, tengo el mejor promedio de la carrera. Los tipos me detestan, con la misma intensidad que a mí me encantan. El más perverso compite en todas las materias y le gano. Sin querer, sucede. El perverso me quita el hambre, he llegado a sentarme pegada a él. No me da bola, hasta parece tener asco de mi cercanía. Es el único tipo en la vida que no me puso diez en nada.

   Vinieron a comer amigos de mi viejo. Uno le va a otorgar un cargo alto en el Ministerio de Economía. Me invitaron a compartir la velada con ellos, sin mis hermanas. Saben que puedo monopolizar cualquier tema y dejarles sueltas las mandíbulas. Para eso quieren mis viejos que esté, para hacerlos quedar bien con la hija genia. La única que sabe cómo y cuándo hacer y decir lo que corresponde. Lo que los otros quieren escuchar de una joven. El valor agregado de ser alta, rubia, de ojos celestes, indumentaria elegida por mami, que hace de mí una persona distinguida y todas esas boludeces que me joden la vida mientras ellos se enorgullecen.

   Hoy el perverso preguntó delante de todos mis compañeros si yo les parecía frígida. Un bochorno, fue un “Sí” unánime.

   Durante la comida pensaba en él, mientras me hacían preguntas, una tras otra. Encima, era el bufón que debía entretener los vejestorios. Hice hasta dónde pude. Una señora muy académica, la mujer del tipo que conseguiría el curro a mi viejo, preguntó qué es lo que más me gustaría hacer en esta vida. Se hizo un silencio de ángeles, donde todos giraron sus cabezas esperando una respuesta que no llegaba.

   Pensaba en él, su sonrisa. Mi madre, con cierta premura, insistió para que responda. Miré a la señora y me pareció la cara de él, contesté con seguridad universal:

   —Cojer, es lo que más quisiera en esta vida y estoy convencida que es lo que más me gustaría hacer.

jueves, 28 de marzo de 2024

ACOMODATO

    Quería dar una imagen monacal, rozando la monjez. Usaba jumper, camisa recién planchada, cerrada hasta el cuello, medias gruesas de muselina marrón y zapatos abotinados negros.

   Una mantilla le cubría la cabeza, infaltable el misal con el rosario dispuesto al rezo. No sólo asistía a misa los domingos, los días de semana también.

   Las personas que iban, eran cada vez menos numerosas. A los casamientos sí, todos para chusmear a la novia, el mismo comentario:

   —Qué delicadito el vestido.

   Las solteronas decían:

   —¡Qué laburo para el novio desabrochar tantos botoncitos!

   Se informaron, por películas, que había algunos que lo hacían con el vestido puesto.

   La imagen monacal pensaba que los casamientos eran pecado, ella no iba por temor al castigo divino.

   La más chusma del lugar, la veía entrar a la Iglesia y salir luego de diez minutos, por alguna de las puertas laterales. Entraba a la Sacristía sin llamar.

   —Padre, lo que usted me dijo ayer, no pude cumplirlo, sigo siendo virgen. El hombre que sería de mi gusto, es Ud, Padre.

   Él la miró como si fuera la Virgen María.     

   —Desde que la descubrí quise proponerle usar el confesionario, coger como novatos, poniéndonos al día y dejarla embarazada.

   La hizo pasar al confesionario, estuvieron siete días, el séptimo era día de descanso, no lo hicieron. Los feligreses de la primer misa del domingo, se quedaron sin ceremonia ni bendiciones. La más chusma del lugar, juró sobre la Biblia, haber visto a la mujer de imagen monacal, subir con el Sacerdote, a un Rolls Royce, con florcitas, que les mandó como regalo, el Papa Pancho, desde Roma. El Santo Padre guardó el secreto y cubrió el puesto libre, con un sacerdote recién salido del Monasterio, bastante amanerado el joven. A nadie le inquietó, estaban de moda los curas gay. 

miércoles, 27 de marzo de 2024

 Cuando toda la tarde

la niebla en la ventana,

es cuando la memoria

se pone a hacer su oficio.

 

Si te agarra despierto

te pone triste.

si te agarra dormido

te pone loco.

Y cuando la memoria es más grande que la tarde,

te pone en la ventana, te llena de neblina.

Hace su oficio la memoria.

                    Su oficio triste, su oficio loco.

                                                  Te agarra.

                                                   Te agarra.

martes, 26 de marzo de 2024

ADEMÁS

   —Mami, ¿de qué está hecha la arena?

   —Está hecha de piedras rayadas.

   —¿Vos decís, como el queso rallado?

   Antes de que empiece con otro tema se lo explico mejor:

   —Vera, la arena se produce por el desgaste de las piedras, rocas y demás.

   La niña llevaba el balde de arena:

   —Mamá ¿qué es “además”? Hay muchos grandes que dicen además, es porque no saben qué viene. ¿Es cierto?

   —Demás está lleno de cosas, por ejemplo la arena tiene también caracoles, corales deshechos y demás Así hay un espacio que lo llenás, no demasiado, porque aburre.

   Voy a empezar un castillo, hoy es un día que no tengo ganas que Vera me hable. Antes pasaba el verano con su Padre. Soy una hereje, pero ¡Tres meses de libertad! Sin hacerme cargo de la niña, distribuía mi tiempo con amigos y amigas medulares y modulares.

   Cuando Vera me contó, recurrí a mi analista, a mi hermana y a mí que fui la encargada de poner orden en mis pensamientos, amar a Vera, ocuparme y demás.

   —¿Mami, por qué paso todos los veranos con vos? Quiero alguno con Papi, aunque sea que me vaya a buscar a la Escuela, en moto.

   Todavía no lo puedo enfrentar, llevo un peso pesado en el pecho. ¿Cómo nunca me dijo nada? ¿Cómo no me di cuenta? Tuve un presentimiento, la última vez que fuimos al mar todos juntos, él le pasaba pantalla solar con masajes cortos, cuidados. Él le indicaba: “Poneme en la espalda, donde más me quema y si podés en las pantorrillas”.

   —Sabés que Papi le dio un piquito a mi Padrino, dos veces los vi, ¿se dan piquitos los hombres, Mami?

      Ahora duermo abrazada a Vera, le leo dos cuentos, pero la mirada de ella es otra, además. 

lunes, 25 de marzo de 2024

NO PENSAR UN RATO

    Había un viejito, pura boina, esperando desde hacía una hora que lo atendieran.

   Un Rapi Pago, toda una ironía el nombre, por suerte estaba sentado y hablaba con él y con nosotros que también hacíamos la fila. Hay una sola chica que atiende con una paciencia envidiable, aceptó cuando le informaron que sería única ventanilla. El viejito de la boina tenía una sola cuenta para pagar: “Gas”. Las personas de la fila, en tiempos que nadie cede nada a nadie, llegaron a un tácito acuerdo, le permitieron a él, que se iba porque tenía el cuerpo cansado, ser primero para pagar.

   Él se levantó con mansedumbre y ojos celestes de niño iluminado, pagó su cuenta, dos minutos, agradeció a la chica de la caja, al señor anterior y al otro, a la señora, hasta llegar a nosotros. Con su bastón apoya-mentón, agradeció tanto que todos le aceptamos, faltó poco para desearle feliz año nuevo y eso que estamos en noviembre.

   El custodio le abrió la puerta, el viejito seguía agradeciendo, no le salían las palabras, era sólo el movimiento de su boca.

   Es tonto tal vez, pero él hizo un reparto de tanto amor, que todos dejamos de protestar por lo que nos roban, por lo que nos cobran y fuimos cabezas que pagamos con amor, la injusticia sin pensarla.

domingo, 24 de marzo de 2024

ESQUINAS RESPETADAS

    Rasta tenía un traje tan viejo, que de atrás brillaba, marrón su corbata, difícil de anudar por los pliegues diarios. La camisa era beige y los zapatos marrón claro. Parecía la “nueva línea sorete de loreal”. Cuando Rasta se acercaba, con expedientes en mano, el  compañero al que se dirigía, necesitaba ir al baño:

   —Disculpá, Rasta.

   Tenía un olor a chivo, que cuando daba vueltas por la oficina, para dejar su trabajo, llenaba el aire con mezcla de olor a frito con almizcle. El Jefe se hacía presente cada cuatro días, abría puertas y ventanas, la corriente generada, degeneraba el oxígeno de oficinas contiguas. Cuando Rasta se acercaba, el Jefe sacaba su pañuelo níveo y perfumado y se cubría la nariz. Rasta pedía un día libre y el Jefe le contestaba:

   —Aproveche para darse tres o cuatro baños de inmersión, lávese los dientes, hablar con Ud es un insulto.

   Un día, todos comenzaron a rascarse la cabeza. Imposible de disimular, no cabía duda, eran piojos, dos se rascaron hasta sangrar. La pregunta que todos se hacían, era quién llevó los piojos. Coincidieron que pertenecían al Rasta. Con ayuda del custodio lo encerraron en el baño, lo dejaron en pelotas, mientras el custodio lo manguereaba y le pelaba la cabeza. Los compañeros echaron sus ropas en un quematuti. Hicieron una colecta y le compraron un traje, con camisa blanca y corbata azul. Unos mocasines de oferta, color negro y ropa interior berreta, pero nueva. Los secaron entre todos, le pusieron un aerosol desodorante en cada axila. Una compañera podóloga, cortó las uñas de pies y manos. Rasta no agradeció y renunció.

   —Le han faltado el respeto a toda la superficie de mi cuerpo. Ahora, yo digo, al que se tira esos pedos de clausura ¿nadie le dice nada?

   Lo vio el jefe, con su imitación Nissan en un semáforo rojo y no lo pudo creer. Rasta se dejó rastas hasta la cintura y con una musculosa y calzas rojas, hacía acrobacia con ocho pelotitas de colores, mientras un monociclo activaba su velocidad. El Jefe lo saludó:

   —¡Hola Rasta!

   Y le tiró mil mangos. Rasta, sin mirarlo, ni abandonar su espectáculo, transformó el dinero en papel picado. Un gargajo amarillo inundó la cara del Jefe.

sábado, 23 de marzo de 2024

SOLAS

    Todos los años y nunca. La última vez, ni recuerdo ahora, fue en marzo, un lugar remoto. Calles de arena, casas sin importancia, entramos en la playa ancha, de horizonte azul, mucho gusto, gracias por estar ahí, pensé. Hotel vacío, cómodo, de silencios de tamarindos y álamos. El sonido del mar acariciando el aire.

   En un boliche en la playa, con olor a pescado fresco y familia risueña, nosotros sentados paralelos, cerveza y merluza rica. Acodada en una ventana, una chica espigada y blanca, dejó de leer su libro naranja de hojas sobadas y nos miramos, sonreímos, éramos tres. Ella sola, no había dudas. Rara como las gaviotas. Las palabras cruzaron. Borró algún misterio, venía de Buenos aires, antes vivía en España, su padre fue despedido de un buen trabajo. Puso cara de injusticia y dijo que era librera. Mi autor predilecto, le dije, ella coincidió. No podía quedarse con uno, dijo, yo en realidad tampoco. La literatura es tan vasta como el mar. Tema dos, teatro, tema tres, cine. Palabras austeras. Nos fuimos, pidió tomar nuestro retrato en la playa. Ella dispuso sillas separadas y hacer de eso nuestro living. Sugirió mandarnos la foto. Tomó nuestro e-mail.

   Otros días la vimos comiendo en el mismo parador, sola, pasando de mirar el horizonte al libro naranja sobado. Siempre vestida de blanco y al retirarse invitando alguien para tomarle un retrato. No nos hablamos más, respeté su soledad y ella mi descanso de palabras. Me gustó no saber de sus novios transitorios, de su librería, donde no entraba nadie, de la dramática separación de su familia, del suicidio de un novio definitivo.

   Llegó al hotel otra joven sola, de pelo negro. Andaba ociosa bajo los piñoneros. Las vi de lejos, una mañana de sol y viento. Venían en direcciones contrarias, al verse ambas se detuvieron, parecían  discutir.

   La espigada tomó una foto y la otra extendió su brazo, le quitó la cámara, la arrojó lejos, donde el agua la alcanzó.

   La chica blanca abría la boca y le decía no se qué, pero tenía forma de odio seco, la de pelo negro sonreía perverso, buscó la cámara mojada y levantando el brazo la arrojó más lejos que sus fuerzas. Las dos quedaron tiesas, enfrentadas como toros flacos. Tenían los brazos caídos a los costados del cuerpo y se miraban los pies. Retrocedían con pasos vencidos. Siguieron caminos distintos. La de vestido blanco se diluyó entre los médanos.

   Durante la comida en el hotel, estaba la joven de pelo negro, acodada en la ventana, tenía el libro naranja sobado ante sus ojos. Con manos tranquilas rasgaba las hojas. Terminada la tarea, juntó los pedazos en la servilleta de tela. Salió del comedor, abrió la puerta de entrada. Con pasos de molicie, depositó el contenido de su servilleta en un latón de residuos.

   Bajé a desayunar y ella ya estaba. Tenía el bolso de partir, apretado entre sus brazos. Apareció el conserje que trasladó su bolso hasta el micro. Tenía el cartel de destino “Cristiano Muerto”. Ella saludó con un gesto triste, acodada en la ventanilla del micro.

viernes, 22 de marzo de 2024

GORUTAS

    Cuando el hombre mono comenzó a erguirse, hasta llegar a una vertical aproximada, tuvo una oposición importante. Había un agujero sin respuesta, se le preguntó al líder reciente, que ya era burro:

   —¿Y el eslabón perdido, mon líder?

   —Mire, Sr Periodista, si Uds, que lo saben todo, lo ignoran, los tranquilizaré. Continúan las investigaciones, hasta ahora sin resultados fehacientes, algunos hablan que fue un error orgamétrico. La palabra eslabón, confundida con escalón, durante la caída, es de un orangután, “casi” un hombre. Y cierren el caso. Hay otras noticias. Y los medios pasan a otra noticia, y a otra, y a otra y es así como la gente olvida el miércoles lo que pasó el martes. Consultan con la compu, para saber, y ni ella que lo sabe todo, lo sabe.

   Cuando el goruta vertical comenzó su apareo con bípedos de esta era, a los niños les llamaban “gorutas”.

   —¿Cuántos gorutas tenés?

   Se lo preguntaban como si tal. El mundo entró a una nueva civilización: “Gorutismo final” así lo bautizaron los académicos. Se avecinaba la era primaria y para todos, era el final.

   Un día cualquiera, el Big Bang borró lo hecho y los dinosaurios, asomaron sus cabezas.

jueves, 21 de marzo de 2024

PARALELOS MERIDIANOS

    —Me abrazó y dijo que me quería. Había luna llena.

   No le voy a contar lo otro. Porque Paula es chusma compulsiva y suele repartir lo peor de uno mismo, me pregunta:

   —¿Y vos te lo creíste?

   Se le frunció la cara, hizo media sonrisa entre irónica y perversa, le dije:

   —¿Vos te pensás que soy boluda? No le creí ni el abrazo, ni que me quería, hasta resultó molesto que su brazo derecho me impidió ver lo llena que estaba la luna.

   A Paula se le alisó la piel y sonrió verdadero:

   —Por suerte a mí no me pasan esas cosas, tengo ciento ochenta novios por Internet, todos cariñosos, escriben acerca de mi cuerpo y cómo les gustaría, bueno, cómo les gustaría. Vos me entendés.

   Yo no le entiendo nada, me dan ganas de decirle que se está perdiendo el mundo en nombre de la tecnología, no quiero ser mala, le digo:

   —Pau, ¿por qué no hacés una cita a ciegas con uno? No los ciento ochenta, andá de a poco y después ves.

   Se tapa la cara con el pelo, en voz baja asegura que va a probar, tal vez le va mejor que a mí.

   Es un aparato Paula, pero le tengo piedad, con la única persona que habla es conmigo, vive sola, mira tele la mitad del día y luego se comunica con sus amigos internetianos. Come yogurt y manzana o compra porquerías en el super. No tiende su cama jamás, opina que para qué, si a la noche se va a acostar de nuevo.

   Hace dos meses que no tengo noticias de Pau. Me asusté, la llamé y quedamos en vernos:

   —Salí con los ciento ochenta, ninguno valió la pena. Mucho impotente, mucho burro bestia, hubo dos o tres que me pegaron, si no fuera por el portero, oyendo mis gritos, ahora estaría embarazada o muerta, quién sabe.

   Le acaricié la cabeza:

   —¿Y?

   Me contó que vive con el portero, hacen el amor casi siempre y él cocina y tiende las camas:

   —Tiré mi computadora a la basura, fue un alivio. Todavía no le dije, pero hace tres meses que no me viene. Hoy le cuento, tiene derecho. 

miércoles, 20 de marzo de 2024

CAPERUCITAS Y EL LOBO

    Mataron a la abuela entre ella y su amante, la enterraron en el fondo, debajo de las calas. Ahí la tierra era blanda y se pudo cavar profundo. Rufi hizo todo. Se ocupó del veneno que diluyó con edulcorante y ralladura de limón.

   La viejita hasta le dio las gracias por la pócima, su último comentario fue: “Qué intensas son las tisanas por estos días.” Y ahí quedó. Ceci lo quiso más después de ver la devoción y el afecto que Rufi pareció sentir por la abuela. Hasta le hizo perder tiempo haciendo el amor, al lado de la finada. Era una mujer ardiente y ninfómana, como su madre. A Rufi los imprevistos lo excitaban y Ceci era ideal para sus bajos instintos.

   Él distribuyó las calas en sus mismos lugares, agregó piedras con musgo y licopodios, para fundir los verdes. Se lavó las manos y la cara, para rezar un padrenuestro y tres avemaría, junto a Ceci, que lloraba de verdad, no tanto por la abuela sino porque Rufi olvidó usar profiláctico y eran sus días de más fertilidad. Sería desafortunado quedar embarazada de un asesino como Rufi. Prefería un hijo más light, manso e incapaz de matar a nadie. Rufi le secaba las lágrimas con la manga embarrada de su camisa. Ella lloraba más, porque le raspaba y le dijo: 

   ─Basta Rufi, estoy bien, vamos a casa, tenemos que avisar a mi mamá y a mi marido. Desde ya te digo que no te asombres si a mami no le hace mella, siempre la odió.

   Rufi era el jardinero de la finca y le tenía más miedo al marido de Ceci, con respecto al deceso de la viejita. Rufi una vez los encontró en situación marital, al marido con la abuela. Nunca se lo dijo a Ceci, temió traumatizarla.

   Se dirigieron a la casa principal y ambos a coro dieron la noticia:

   ─Lamento madre y esposo mío, pero la abuela murió en mis brazos, Rufi es testigo. Y excelente trabajador, él mismo se encargó del entierro.

   El marido se puso bordó, un hueso que comía se le atrancó en el esófago y a pesar de que Rufi se comidió y le metió los dedos en la garganta, para salvarlo, murió de asfixia y paro cardíaco simultáneo. Desde el otro extremo de la mesa, la madre contempló con indiferencia el episodio. Le pidió a su hija y al jardinero que procedieran igual que con la abuela.

   Al día siguiente fueron al pueblo. La madre, Ceci y el jardinero, declararon que la abuela descocada y el marido infiel, de Ceci, huyeron juntos sin destino conocido.

martes, 19 de marzo de 2024

MITAD DE QUEBRADA

    Anda enojado el padrecito, en el sermón acusó gente con nombre y apellido. Se olvidó a qué iba y por dónde.

   Yo lo esperé y cuando terminó la misa le hablé de hombre a hombre o de pastor a curita. Le pregunté si no estaba cansado por algo de nosotros. Me habló de la soledad de la capilla, de lo lejos que vivíamos todos y de su lucha para seguir célibe en el medio de las cabras. Cuando llegué a mi casa le hablé a la Malvina y le dije que fuera a charlar con el padrecito, a darle alguna alegría. Soy el padre y sé que ella se da con todos. Por decirlo con elegancia.

   El domingo el padrecito dio una misa linda, el sermón parecía de otra persona y cuando terminó, nos apretó la mano a todos y dijo gracias.

   Malvina nunca volvió a nuestra casa, vive en la sacristía, se casó con el padrecito, tienen dos críos.

   Ahora las cabras las cuido yo, quedé tan impresionado que no dejo que se les acerque ningún hombre, menos si lleva sotana.

lunes, 18 de marzo de 2024

IGUAL LO QUIERO

    —El Dr. No está pero tomo su sesión, como secretario adjunto, mi nombre es Arsenio Perramus,¿el suyo?

   —Perdón, pero el Dr. no dijo que tuviera un secretario adjunto para atenderme.

   —Seguramente, el Dr. olvida mucho, siempre. No contiene al paciente.

   —Suficiente Dr. Perramus, no quiero escuchar críticas de su titular, me llamo América y vengo de Verónica.

   —¿Hace mucho que son amigas?

   —¿Quiénes?

   —Verónica y Ud., América, son pareja, o me equivoco.

   —No sólo equívoco, sino sordera total, diría yo, que soy la paciente América y vivo en el pueblo de Verónica.

   —No viven en el mismo lugar, claro imagino la soledad que esto le genera, el vacío.

   —Para empezar, yo no soy gay, a mí Verónica me parece un lugar aburrido y usted piensa mucho por mí, no está bien, nada bien.

   —¿Le parece aburrido que Verónica lo sea?

   —¿Usted no se da cuenta que Verónica es un pueblo, no una persona?

   —Disculpe, América, a lo mejor me expresé de un modo incorrecto, a pesar de su no reconocimiento gay, admitamos que para usted, Verónica la determina al punto de parecerle un pueblo y aburrido. Escuchamos que el algo aburrido de Verónica, tiene que ver con cientos de otros, un pueblo, dijo. Imagine, hablar de una amiga como un pueblo. ¡Flor de sublimación!

   —Perrramus, está empecinado con que me relaciono con otra mujer. Estoy enamorada de Pedro, mi actual pareja. Lo demás corre por su cuenta.

   —Por cuenta de Verónica, querrá decir… ¿nos vemos en la próxima?

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   —¿Cómo andamos, América?

   —Maso, me parece que soy gay y ni yo misma lo sé, pero debe ser.

   —¿Qué la hace pensar esto, querida?

   —El que me atendió el otro día, su adjunto, sugirió que lo pensara y yo lo pensé.

   —No sé a qué se refiere con que tengo un adjunto que atiende a mis pacientes. Es un disparate…

   —A mí me pareció igual, pero él estaba tan seguro de sí mismo, que hasta parecía Freud en persona.

   —Éstos consultorios son el colmo, cualquiera toma mi lugar y se permite sembrar la duda de la sexualidad de las personas… disculpe, América, esto me ha superado.

   —No sé quién era Doc, pero dio en el clavo, avancé en una sesión lo que con usted llevaría nueve meses. Estoy perdida por mi vecina y ella por mí. Nos amamos. Nunca conocí a nadie como Verónica.

   El Psi piensa, pero no dice: Como yo, con Arsenio Perramus, no sé qué más me va a pedir. Le presté varias sesiones, plata, auto. Es peor que una prostituta.

   Igual lo quiero.

domingo, 17 de marzo de 2024

...QUEDA EN VIRREY DEL PINO, EN BELGRANO...

    —Usted me pregunta por mi hermana, si yo no vine a hablar de ella. Le cuento de mis viejos, cómo me maltrataron, me subestimaron, me quitaron la autoestima y pregunta por mi hermana, no le entiendo nada.

   —¿Porqué le enoja tanto, Paca? Ustedes son una familia unida, si no le escuché mal, pero sus padres, también son los de su hermana… Entonces, me gustaría que hable de su relación con ella, más allá de cómo fue tratada usted por sus padres.

   —Pipa siempre fue una cobarde resignada, ella pasó lo mismo que yo, fue maltratada, sojuzgada, pisoteada. Peor que yo, es tan sumisa, tarada diría yo, que no quiere hacer terapia, me manda a mí y después pide que le cuente.

   —Entonces su hermana también sufre la misma problemática que usted, con respecto a sus padres.

   —Somos una familia unida, pero no por: ¡hiupiii! Sino por el sufrimiento que ellos nos provocan, desde que nos acordamos.

   —¿Y cuál es el primer recuerdo que usted tiene de sus padres y de Pipa?

   —Cuando me hacía encima, la ligaba Pipa y viceversa. Mi padre nos pegaba con un cinturón que parecía de fuego. Pis, cinco latigazos a cada una. Caca, diez. Yo no decía nada, no quería darles el gusto de verme llorar. Pipa hasta pedía perdón en su nombre y en el mío. Es tonta, pero de chica ya era generosa.

   Después vino la escuela, el secundario y recibidas ambas. Quise seguir derecho, abogada, el derecho civil me gustaba. Pipa quiso ser piloto de avión, no pertenecer a aeronáutica, piloto civil. Mi padre se puso verde al enterarse, nos metió en un avión y nos mandó a Misiones, a casa de unos parientes raros, la tía era policía y el tío comisario. Una familia muy temida, en el pueblo.    A nosotras nadie nos hablaba, sólo miraban con pena cuando vino mi viejo a buscarnos, con el uniforme de aeronáutica. Nos saludó con un coscorrón en la cabeza a cada una y una patada en, disculpe, en el culo. Por todo lo que habríamos hecho de malo. Mis tíos le gritaron, que nos habíamos comportado como presas de buena conducta. No sé si ve Doc, lo que le cuento, mis propios tíos nos trataban de reclusas. Y en vez de evitar, que nos pegase, le gritaron algo de la buena conducta.

   Mi viejo se enojó con sus parientes por metiches y volvimos en un avión del ejército. Se movía mucho y nosotros vomitábamos. Allí, veinte latigazos en pleno vuelo, a mi hermana y a mí.

   —¿Y su madre, mientras tanto, qué hacía?

   —Mi madre en general, ni nos miraba, en las comidas nos tiraba los platos como naipes y nos servía poquito. Ellos repetían sus platos como tres veces y nos mandaban a dormir sin postre y sin televisión. ¿Qué me dice Doc? Todavía estamos ahí, como un círculo vicioso, Pipa y yo, sin hablar con nadie, ni por teléfono. Para que seamos chicas decentes, dicen y mi madre con cara de asco, arranca las hortensias del jardín, para que nos casemos pronto. Lo dice con odio, las dos nos damos cuenta. Bueno, le conté todo, Psi, dígame algo, antes de la próxima sesión, hablé todo yo. ¿Qué tenemos que hacer Doc? Perdón, ¿Qué tengo que hacer Doc?

   —Voy a ser directo, salgan subrepticiamente de su casa, lleven alguna muda en sus mochilas y pidan asilo político en la Embajada de Cuba.

   —Lo que no entiendo, Doc. ¿Porqué en la Embajada esa?

   —Porque me parecen dos zurditas de mierda.

sábado, 16 de marzo de 2024

HOMICIDA BIC

    El agua corría pegada al cordón. Una birome voladora cayó en el líquido móvil, mi primer desafío, pescarla con dos dedos. Un chico la esperaba con ojos de haber perdido un celular. Era transparente, le quedaba poca tinta y la punta plástica destrozada.

   El chico dijo:

   ─Gracias, Señora. Raro, ningún chico dice gracias, ni señora. Le hacen la cabeza los compañeros, la maestra y la directora.

   Él aguanta, porque es bajito, morocho, no te quiero porque sos negro y pobre. Tiene bronca. Cuando aparece la Directora quiere cortarle la garganta.

   La punta de la birome es el apoyo de sus dientes, le guillotina la cabeza, salpica con sangre, se limpia con el codo y escupe pedacitos de plástico.

viernes, 15 de marzo de 2024

EXTRAÑO

    Una posibilidad es que le haya dado un ataque repentino de lucidez. Se sentaba en la misma mesa todos los días, abría las carpetas y con un dedo pedía un café. Escribía sin levantar la vista. Fumaba tres cigarrillos, juntaba sus hojas y partía. Dejaba dos pesos de propina.

   Un día se sentó, abrió las carpetas, no pidió un café, no levantó el dedo. Cerró las carpetas, revisó sus bolsillos y sacó dos monedas que depositó en la mesa. Fue al baño. Había mucho trabajo, ese día y cuando reparé, habían pasado dos horas y el hombre de las carpetas no regresaba. Fui a mirar al baño, pendía de un ventanuco. De los cordones de los zapatos.

   Junté las carpetas, las llaves, las lapiceras y los dos pesos. Toqué un sólo timbre y atendió una mujer triste, por atrás asomaba un joven igual de triste. Me hicieron pasar, jugaban a las cartas y yo ahí parado. Ellos seguían con los naipes. Pedí permiso y les puse las cosas del señor encima de las cartas. El joven tomaba las carpetas con dos dedos y las tiraba en un cesto. Las llaves se las guardó en el bolsillo y los dos pesos me los extendió:  

   —Esto es suyo.

   Lo dijo con voz glisada. Ella reacomodaba las cartas, me miró de reojo y murmuró al joven:

   —El mozo será el único que lo va a extrañar, ¿no m’hijito?

jueves, 14 de marzo de 2024

MEJOR NO PIENSO

    Este fin de semana se va a Chávez. Un descanso para mí. Lo quiero, pero es mano larga, lo aguanto, no sé hasta cuando, mejor no pienso. Justo una milonga, mi hermana achicó y mis primas prefieren el boliche. Voy sola ¿y qué? Es temprano, le digo a la Coca y al Alberto, son buena gente y bailar les gusta, más al Alberto.

   Contestaron que sí, nos vemos allá. El rojo, el que no me deja poner él, dice que parezco un giro. Con el pelo negro suelto, me tapo el escote, tiene un tajo que para milonga va cómodo. Ahí están la Coca y Alberto.

   Llevo las sandalias en una bolsita, me las pongo ahí, son una tortura para venir de casa, las uso sólo para bailar. Éste es el tema que quiero, nadie che, ni con cabeceo. Bueh, le pido a la Coca de buen modo:

   ─¿Coca, puedo sacar al Alberto para esta pieza, si no te molesta?

  Me mira con bronca, el Alberto escuchó y se abrochó el último botón del saco, juntando talones dispuestos. Antes del primer paso, me dice la Coca:

   ─Decime negra de mierda, si querés un macho para la milonga ¿por qué no te buscás uno soltero?

   Me quedo helada y hasta vergüenza me hace dar, no conocía esta faceta de la Coca. No me voy a quedar callada:

   ─Lo de negra de mierda estuvo demás. Decías “no” y listo. Más que decente fui. El Alberto me sacaba sin que te pidiera permiso, para que lo sepás.

   Por suerte está el viejo, el que se baila todo. Como a mí me gusta. Marca apenas y yo ya sé. Mi cuerpo sabe. No habla, se entrega. Más que respetuoso conmigo y se banca mi torpeza. No sonríe, sé que le caigo bien. Él es maestro de tango, me hace hacer firuletes ignorados. No me fuerza, me vuela. Las parejas de alrededor se detienen y nos ceden el espacio. Un círculo que recorremos, nos envolvemos, nos trepamos y nos enroscamos, me ofrece una chaise-longue y me deposita leve como mariposa. Suelta mi mano derecha para siempre y toma mi izquierda por un rato.

   Terminamos juntos, exactos cual orgasmo perfecto. Aplauso cerrado. Sin bronca la Coca grita:

   ─¡Bravo negra!

   Y el Alberto se emociona.

   Él se va a enterar, mejor no pienso.       

miércoles, 13 de marzo de 2024

EL OMBLIGO DE INÉS

    Inés tenía cara de yo me sé todo y una corte de boludos que le creían.

   Puede que su forma de trabajo no la practicara como una forma de dominación, pero sus creyentes la seguían, escuchaban sus evaluaciones y hasta las ponían en práctica. Hubo una obra conjunta de diez esperanzas. Inés se encargó de evanescerla casi al hacerse cargo. Ella dijo que debía practicarse un aborto. No estaba en condiciones y excusas, excusas ¿Y para qué hacer creer tanto? Hay muchas Ineses y son parecidas, el aspecto de orfandad, el desaliño sincero, el estoy por, o cuando vaya a…

   Inés quedó sola y no le importó una nada. Toda su vida fue solitaria, casi no sentía a los otros. Percibía latidos diferentes, colores ajenos, risas en otro idioma. Podía ser reina de repente o reclusa permanente. Robaba novios ajenos sin mediar intención alguna. Los hombres quedaban perdidos por Inés. Algunos dejaban pasar, por ejemplo los candidatos de dos o tres amigas. El resto era para amarlos y luego Inés les cobraba. Este método le capitalizó la vida con un piso alto, con terraza, árbol y pileta, en plena 9 de Julio. Una cabaña de maderas chinas, en una playa sola, de una isla sola, del Delta y su lugar de vida, una casa de piedra, incrustada en Sierra de La Ventana. En el techo de pasto se hamacaba a la hora de la siesta. Sola Inés.

martes, 12 de marzo de 2024

FLOR DE PSI

    La sala de espera se tornó irrespirable, éramos dos y sentíamos presiones cálidas, heladas, tanáticas, vitales, recurrentes, psicóticas, histéricas, angustias sigilosas. Nos mirábamos y muchas veces terminábamos contra las paredes o la vereda. El otro me dijo, casi en vilo, que esas cosas provenían del psi Oliverio. Hacía un tiempo que lo notaba perdido en nubes intangibles, miradas cerradas y silencios. A mí me sucedía igual, sólo que no quería compartir con otro paciente mis vivencias, consideré que era poco ortodoxo, entre pacientes, criticar al psi Oliverio.

   Él, que tanto escuchó mis derrotas y miserias, él, que juntaba mis lágrimas con el secador de piso y las mandaba a una rejilla oculta bajo el diván. Estaba saturado de tanta escucha, tal vez, por soberbia profesional, no quiso, no pudo o no supo detener aquello que escapaba a su continencia. Lo que salía, a través de aquella puerta, eran pensamientos de Oliverio, algunos lograban huir cada vez que despedía un paciente y llegaba el siguiente. Llegó un momento donde se confundían los fugados con los de la sala de espera. Oliverio tuvo que disculparse, ante un paciente de toda la vida, relató que los pensamientos de todos no cabían en su cabeza y se perdían en la atmósfera, no lograba encontrarlos, aunque fuese para emprolijarlos un poco.

   Se consumió en pensamientos ajenos. El único modo de seguir permaneciendo en el mundo, fue para Oliverio, una ermita rodeada de un enorme jardín de pensamientos. De ellos se alimentaba, tratando así de recuperar lo perdido. No recibía a nadie. Sólo a mí. Me ofrecía pensamientos a la hora del té. Fue raro el gusto y grato compartir con Oliverio su paradoja. Todos los miércoles, a las cinco de la tarde, masticábamos pensamientos.

lunes, 11 de marzo de 2024

RUEDAS

   La Francisca tenía una vida errática, genética o por vocación. La primera relación que se le conoció terminó en marido y padre de cuatro hijas. El hombre trabajaba sin asco y sin asco tomaba vino, comía en demasía y andaba merodeando mujeres. Esto no quitaba su amor por la Francisca y sus hijas, pero en la práctica sus sentimientos los quebraba el vivir arbitrario y explosivo. La Francisca dejó pasar historias etílicas y putañeras hasta que el despilfarro de Pedro los dejó sin pan y sin techo. El día del desalojo, Francisca llevó sus niñas hasta el trabajo de Pedro y sin mediar palabra desapareció del pueblo.

   Tomó un micro a Rosario y en una pensión miserable conoció a su nuevo marido, Martiniano, hombre joven, de sonrisa ambigua y mirada esquiva. Pero lindo, muy lindo, pensaba Francisca. Tuvieron una hija y cien disgustos. Martiniano resultó tan mujeriego como Pedro, con el agravante de no trabajar, porque odiaba trabajar. Francisca lavaba ropa para afuera doce horas diarias, tanto que su piel se desprendió de las manos hasta tener que vendarlas. Del hospital, pasó por la pensión donde Martiniano dormía la juerga de la noche, le tiró un vaso de agua en la cara y sentó la niña en un banquito de madera, al lado de su padre.

   Partió al sur. Francisca vio la nieve desde el micro que la llevó hasta un caserío. Daba vueltas con alegría sobre sí misma y se revolcaba en el milagro blanco que jamás pensó conocer. Le dieron trabajo de cocinera en el único bar de comidas de Plottier. No había mujeres y ella cocinaba maravillas, con nada. El dueño, don Severino, la pidió de esposa a la semana y ella dijo sí. Parió dos hijas y sintió que ese era su lugar definitivo. Don Severino la respetaba con una devoción que Francisca desconocía. Y lo quiso por eso. Le hizo conocer su propia valía. Fue en el galpón donde una noche de ventisca, Francisca fue por leña y vio a Severino, haciendo cosas de mujer con otro hombre. El mundo se derrumbó, dejó las dos niñas a Severino y regresó con Pedro.

   En la Terminal pensó que su decisión contrariaba sus deseos. No bajó del micro, siguió hasta el palmar de Entre Ríos. Compró veinte sandías, que vendió a orillas del agua, recostada en un coy, atado a dos palmeras. Un camión, de chofer rubio alemán y sediento beduino, pidió a Francisca una sandía que pagó y comió junto a ella. Fue un encuentro providencial, el atardecer rojo pasión los sorprendió con abrazos definitivos.

   Sigfrido y Francisca viajan, con sus mellizas, por todo el país, en el camión que Sigfrido desvía, en algunos puntos que Francisca señala, porque dice que son yeta.

domingo, 10 de marzo de 2024

MI VIDA

    —Pase, póngase cómodo.

   Toda mi manzana es de casas igualitas, tienen una Señora que limpia, atiende el timbre y barre la vereda. Limpian los vidrios hasta que afuera y adentro signifiquen lo mismo. Llevará cuatro horas por día y la paga es miserable, como no hay trabajo, entonces enganchan con toda facilidad. Yo no podría aceptar una persona que limpie mi mugre, se me pone la piel de pollo. La tarea la personalizo, mis manos se queman, los dedos se cortan, mis pies se callicican, en mi cara se instalan arrugas por más buena música que escuche. No soy ama de casa, soy la que odio mi casa por excelencia.

   La plata no la lustro por mandato abuelístico, al igual que el bronce. He visto Señoras bruñendo y bruñendo sus picaportes, hasta que quedan brillantes no se detienen. Piensan que es una forma de lavar sus pecados.

   Yo limpio los vidrios de casa cuando ya no se puede ver el afuera. Cocina mi marido, que le encanta. Él lava la cocina porque dedujo que yo la dejo pringosa. Toda la vajilla descansa en el secaplatos. Cuando cae la última gota la guardo. Pero él no quiere, dice que les doy ubicaciones que lo confunden.

   Yo escribo, mal, pero me seduce desde niña. Esta actividad me insume cuatro horas.

   De la ropa se encarga el lavarropas, que hay que vigilarlo porque es loco, a veces camina o inunda la cocina. La ropa la tiendo al sol, la plancha se abolió en el año MCCMXIII.

   No atiendo el teléfono ni el celular. Sólo los quince de cada mes, llama mi hijo que vive lejos y estoy segura que preferiría hablar con sus amigos. Veo tres o cuatro capítulos de alguna serie de Netflix. Del diario, leo por compu Clarín, sólo Lanata y Borenstein sábado y domingo. Tomo un café diario en un lugar berreta. Me da igual que llueva o haya sol. Voy al Analista una vez por semana y hago un curso de escritura dos veces por mes. Tengo un Blog de Cuentos Cortos, a veces la pego, al día siguiente me parecen un bodrio. Tengo una sola amiga, no hablaré de ella, porque es reservada y no le gusta que escriban acerca de su vida. A mi compañero tampoco le gusta que lo nombre en mis cuentos. Mi hijo me prohibió que contara algo de sí, en un cuento, amenazó con cortarme el rostro.

   Bueno, Señor Periodista, ya le conté la diaria de mi vida. Es un aburrimiento indecente.

   Ey!, Señor Periodista, se durmió! ¿Se durmió?

sábado, 9 de marzo de 2024

RECORRIDOS

    —Si hacemos el viaje, la primera parte la dirijo yo, la segunda vos.¿D’accord? ─propuso Rasta.

   —Sí, pero no te pongas putito hablando en francés. ¿Te va?, no quiero Torre Eiffel, Sacre Coeur, Arco del Triunfo. A mí me gustan los bajos fondos, la gente bizarra, los bodegones.

   —Bueno, lo que quieras, pero yo voy primero, y dijiste que sí. Ahora bancame.

   El pobre John recorrió todos los museos de pintores, impresionistas, clásicos, barrocos. Cuando un Dalí le hizo volar la cabeza, se sentó en un banco y pasaban ciento veinte japoneses, con una traductora chillona, que le impedían ver nada. Con Bacon le pasaron los japoneses y sintió inminente lo del peligro amarillo. ¡Cómo turisteaban los oblicuos! Los alemanes muy salchicheros, con un terrible olor a chivo. Los suizos le parecieron ideales para dormir la siesta. Los Países Bajos, en general lo bajonearon. Cuando Rasta decía “Mirá esto”, “Mirá aquello” o “No me digas que no es fantástico”, fantástico era una palabra detestable para él.

   Pasaron tres meses:

   —Ahora elijo yo, dónde y el por qué, cada uno sabrá ─dijo John, gozoso.

   Primer país, Irlanda, tomaron cerveza hasta no poder decir basta. Rasta, que la iba de fino, chupaba y después se cagaba a piñas con cualquiera.

   John fue a conocer Polonia, Rumania y Ucrania. Rasta lo siguió con rigor, por lo prometido y porque no tenía un mango. Los tres países le hacían pasar del miedo al asombro, los habitantes eran generosos notables. La última noche de John y Rasta, la cerraron con desprecios mutuos:

   —Yo con vos, no viajo más.

   —¿Y yo, que me quedé sin guita y no te importó nada?

   —¿Y la mina que me encantó y me la birlaste? Porque me gustaba a mí, de competitivo, al final sos un falso amigo, sos una mierda.

   —Jamás iría con vos ni a Berisso, juro.

   —¿Y los calzoncillos con relleno que me cagaste?

   —¿Y los agujeros de mis medias?

   —¿Y cuando le vomitaste a la Azafata en la cara?

   Al año siguiente se revirtió todo, eso ocurre y es bueno. Planificaron un viaje a China, Tai Wan, Thailandia y Singapur.

   El comentario más destacado del viaje fue:

   —Che, ¿estaremos viejos? ¿viste que no nos peleamos nunca?

viernes, 8 de marzo de 2024

GAJOS DE OFICIO

    De día no se me ocurre nada, le doy de comer al gato, miro qué pájaros hay en el jardín, si crecieron los tomates, los cebollines y el orégano. Es mi alimento básico. Tomo un café negro y fumo un pucho rubio. El cuento que terminé anoche me pareció genial y dormí contento. Ahora lo releo, es un mamarracho, tiene faltas de ortografía, tachaduras mil. Parece un tobogán. El principio es inquietante, en la mitad se corta el hilo y lo recupero con un final pura verdura.

   Se hizo de noche. Hay un material que me gustaría desarrollar para un cuento nuevo. Comienzo con alguna dificultad, luego el personaje me atrapa y es quien decide lo que viene, el tipo es un escritor que duerme de día y escribe de noche.

   Fue premiado en incontables concursos locales e internacionales, se pagaba los viajes para asistir a recibir sus premios. Casi siempre eran estatuillas de yeso pintado, lapiceras sin tinta, escuditos. Él pensaba que los premios eran un bodrio. Un día decidió no presentarse más a ningún concurso, para gente chata ya se tenía a sí mismo. Bueno el cuento, muy bueno.

   Me transformé en escritor y escribía casi doce horas por día. Dejé el baño diario, me hacía perder tiempo. Eran notables mis uñas largas y negras, el alicate lleva su tiempo. Tiré al basurín el peine, para que los pelos se me pararan y oxigenaran mi cerebro.

   Visité una editorial prestigiosa. Las secretarias, asustadas, llamaron al editor. Me miró de arriba abajo y dijo que me fuera a bañar. En el camino se me ocurrió un cuento, se trata de un editor prestigioso con cara de pit-bull, un viejo puto, bah...

jueves, 7 de marzo de 2024

ABSTEN

    Isolina largó el pucho, las piernas se le dormían, los brazos. Aire le faltaba. Pecho con tos circonvulsa. Latido galope. Ataques de locura, ningún pucho puede reemplazar un pucho.

   Isolina fumaba de la mañana a la noche. Como para ella la noche se unía con el día, fumaba la vida. Prender y no necesitar ni un amigo, ni un novio, ni, ni, ni siquiera nada. La mejor compañía, mirar algo con él y sentirse uno sólo con el humo inhalado y luego exhalado. Es el punto G del fumador. El pucho es que si son las tres, querés fumar y no tenés, agarras la bici y vas a la otra punta y volvés con uno prendido y viento en contra. Cuando llegás uno para festejar, otro para el café y después muchos, porque charlan los amigos y fuman.

   Isolina los fue odiando de a uno. Primero lo permitió y no pudo desdecirse. Pero sí puede odiar. Eso no se ve, ni se dice. Sale sólo, pocos no creen. La mayoría sabe. Isolina no les quiere explicar, se enteró que todos la odian.

miércoles, 6 de marzo de 2024

TRANSPORTADOR

    No hay contadores de historias. La última que conocí fue mi abuela. Es un arte contar cuentos, es un arte literoteatral. Mi último y mejor amigo es un contador de historias, hábil supremo de la palabra y ferviente seguidor de la locura. Nos transporta y nos embebe en nombres, edades, cualidades, historias, donde a veces, a mí, se me confunden los nombres y los hechos. De hecho hago comentarios donde los nombres y las anécdotas no se corresponden. Mi amigo sabe como soy, pero se empecina en seguir contando nuevos cuentos y yo, en confundirme. Somos distintos, él tiene memoria prodigiosa, yo carezco de ella. Me gustan las historias desde lo que sucede y a los lugares de estratósfera donde me llevan. Allí no hace falta la memoria, porque está todo.  

   Eso tiene este contador, te lleva en su vehículo. Es el mejor recitando y escribiendo poesías, pero esto lo sabemos pocos, cuando las personas como él no son reconocidas, pienso: ¿Por?

martes, 5 de marzo de 2024

TITO

   Tomaba vino tinto en las comidas y fuera de ellas. Su comercio quedaba en una esquina. Durante la crisis económica vendía poco o nada. Era la oveja negra de la familia, que lo ignoraba por bebedor y negligente. Tenía un sobrino llamado Tito, el único visitante diario y querido por su tío como al hijo que no tuvo. Una tarde de frío, las ganas incontenibles de tomar un vinito hicieron que Tito quedara a cargo del negocio por un rato. Él se negó por considerar que si venía alguien a comprar, no podría atenderlo, si era ciego. El tío lo tranquilizó diciendo que nadie entraba. Sólo debía permanecer tras el mostrador por media hora, no más. Tito quedó allí pensando que media hora era algo insignificante y dio su anuencia.

   Escuchó unos pasos decididos entrar al local y luego otros pasos. Tenían ambas personas un olor ácido, mezcla de sudor y mugre. Uno le dijo al oído que los relojes los pusiera en la bolsa y se los entregara. Tito contestó no tener ni idea de dónde estaban los relojes, la mano áspera que tomó su mano le recordó a su primo albañil. Los otros pasos se dirigieron a la trastienda. A Tito le dio risa la expectativa infundada del ladrón, que encontró sólo olor a pis eran lisas y temblaban. Era su primer robo. Tito sintió un caño frío que le aterrizó en la sien. Pensó en un revólver como el de su padre. De inmediato, con voz tranquila, les aseguró que su tío no tenía un centavo, la caja registradora era testigo. Sintió que soltaba la traba del revólver. Tito, toda la vida un controlado empedernido, sacó el arma que robó a su padre y ante la sorpresa de los chorros les metió un balazo a cada uno, con todo el odio que alimenta este país. Tito era ciego, pero no boludo y encima tenía más puntería que cualquier vidente.