Se le quedó el auto nuevo, no pasaba nadie.
Empezó a caminar y vislumbró la luz de una
casita, salió una viejita menuda que le gritó:
─Muchacho siga la huella, así su llegada
sería más rápida.
Tenía un bols grande con verduras y pollo
cortado en rodajas. Convidó la viejita, le servió tres tazones y le ofreció
vino patero. Estuvo mal, a ella le escanció un apenas. El resto lo tomó él.
Miró en el espejo donde se veía como comía. Pidió disculpas por su avidez.
─Vea muchacho, lo que a usted le falta a mí
me sobra. No tiene que disculparse, lo que no entendí es eso de avidez, pero no
importa, seguro que viniendo de usted era un elogio. Sabe que casi me olvido y
es progresivo, debe ser la vejez, pierdo la memoria, el otro día metí e gato en
el lavarropas junto a otras prendas. Me dio bronca, la ropa quedó rosinegro y
el gato maligno rompió el lavarropas por los huesitos. Cuando venga mi biznieto
le pido que lo arregle y le doy unos pesitos.
Dio las gracias por todo, le besó la frente
y pareció que se ruborizó, a los noventa y ocho años!! Tomó el camino de la
huella, hizo dedo, pasó un camión de carga y pidió que se subiera.
Ahí notó que le corría sangre por la
rodilla. El camionero dijo que había un dispensario donde lo curarían.
─Yo me curo solo, todos los tajos que la
vida me ofrece se cicatrizan de inmediato.
Cuando le operaron un testículo grande,
quedó unitesticular, el cirujano le dijo que tenía una excelente cicatrización.
La madre que lo acompañaba le dijo al oído:
─Vas a ver que el tajo más nuevo cicatriza
enseguida.
Él eligió volver a casa, le hicieron un
regalo ideado por ellos, era un testículo gigante, hecho de cerámica pintada,
tenía gotas de sangre que parecían llorar…
Un compañero del dispensario les dijo a los
autores del regalo:
─Es preferible tener un solo testículo
asombrosamente grande, que dos chiquitos. ¿No?...

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