sábado, 31 de diciembre de 2022

QUIÉN MÁS, QUIÉN MENOS

 


   Yo sé que estuve mal, no debí trincar a mi vieja, a mi viejo, a mis hermanos y a los perros.

   Ellos no me denunciaron nunca. La última vez pidieron que fuera al lugar más lejano que encontrara y no volviera más.

   Llegué al Obelisco, pregunté por el Seminario, donde se estudia para cura. Tardé mucho exprofeso, quería pensar, no estaba muy seguro. Lo primero que me preguntaron fue qué sabía hacer.

—Trincar ─les dije─ es lo único que hago.

   Ellos, eran dos y se pasaban el rosario de una mano a otra, como si fuera una pelotita. Agregué que tenía la mejor referencia de las que existen, mi propia familia.

   —¿Y qué es trincar?

   El más viejo dijo que era lo mismo que hacían muchos de ellos. Se refería a él también y sonreía complacido. A la semana de estar ahí se me fueron las ganas de trincar, comprendí que si no eran familia no pasaba nada.

   Con dificultades múltiples, en tantos días de viaje, llegué a casa. Los perros salieron a recibirme, luego mis padres y mis hermanos.

   Me abrazaron y perdonaron. Yo sé que estuve mal. Trabajé rotulando, sembrando, cosechando.

   Animales mi viejo no tenía. Estaba orgulloso de mis tareas.

   Una noche encontré una vaca que apantallaba sus ojos con pestañas de seda gruesa. Y bué, mugido más, palabra menos, me vinieron ganas de trincar.

   Qué Teta, Dios, qué buen diseño la tetota.

viernes, 30 de diciembre de 2022

PODEROSO

 

  Se mira en el espejo. Deja al hombre preocupado. Admira su figura, su pelo perfecto teñido color cuervo, la corbata de nudo, que impide a la sangre pasear por su cabeza. Tiene privilegios ancestrales, saluda a su mujer con un beso repetido que ella limpia con el dorso de la mano.

   Es el dueño de una empresa que encubre otras cinco y muchas más. Hace dinero con el fin de más dinero. Nadie conoce su verdadero nombre, ni su cara, ni su casa. Tiene una amante sueca que parece una muñeca inflable. Nunca le pide nada la sueca, pero él la colma de regalos costosos.

   El hombre llega a su casa, tarde. Su mujer simula estar dormida, lo odia tanto como tanto lo quiso en los principios. La casa está blindada, su auto está blindado, el piso de la sueca está blindado. Desde que el gobierno le otorgó un cargo de privilegio exigió que blindaran la oficina.

   Una enorme opresión le dio en el pecho, lo operaron de urgencia, era más que un infarto. Los cirujanos, asombrados, descubrieron que aquel hombre no tenía corazón. Fue el primer caso de muerte por corazón ausente. Los galenos declararon a la prensa que el hombre murió por tener un corazón grande en demasía. Era mentir, o quedar sin trabajo para siempre.

jueves, 29 de diciembre de 2022

ALTA EN EL CIELO UN


 

A Esperanza San Martín de Belgrano, le dio por envidiar a su criada de toda la vida, Aurorita.

Esperanza, cuya familia había sido muy rica, tanto que ni ellos sabían cuántos dineros, propiedades y esclavos poseían aquí y en el resto del mundo, quedó sin un centavo.

Sola y sin amigos, su única compañía era Aurorita, que siempre trabajó sin sueldo y comiendo mendrugos.

Aurorita, era feliz, aún durante su edad avanzada y no se explicaba la envidia de la niña. Esperanza sinceró con palabras de mandatario sus deseos, quiso saber cómo hacer para obtener felicidad, siendo tan pobre o indigente, como se usa nombrar hoy día.

Aurora le dio una idea inmediata. Le propuso habilitar esa inmensa casa, forrada de madreselvas, como un lugar para producir alguna alegría, al que necesitara privacidad y demás perversiones, que trajeron estos tiempos.

Esperanza le preguntó quienes podían habitar ese lugar, que dejó de ser bello hacía tiempo; Aurorita, hiperinformada, era su pasión, la puso al tanto de políticos, empresarios, diplomáticos, curas, monjas y gremialistas, que necesitaban espacios como ése, para desarrollar sus bajos instintos. A Esperanza la idea le pareció excelente, proviniendo de una india inexperta. La desesperanzó el estado de la casa. Aurorita, para hacerla corta, le dijo que el estado no existía hacía tiempo y eso que llamaban “estado”, era un conjunto de grasas descerebrados, drogadictos, corruptos, de lenguaje soez y prácticas aberrantes. Gente acostumbrada a revolcarse en la mierda.

Ahí Esperanza, tuvo un brillo de esperanza. El caserón era perfecto para alquilar sus habitaciones. Y le alegró no tener que limpiar, ni disfrazar de distinguido.

Aurorita le dijo que cobrarían en euros, el uso de la casa; a esas gentes los precios altos, los hacían sentirse altos y rubios. Emocionadas, ambas se abrazaron.

Actualmente, viven entre Londres y Oxford, en un castillo de habitaciones impecables y discretas. Las alquilan a los primeros ministros, a veces a terroristas musulmanes. A ellas no les importa la proveniencia, mientras paguen.

Argentinos no aceptan. Obvio. 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

1968

 

   El accidente ocurrió a trescientos kilómetros de Río.  Seguro que se pasaban la cachaça de uno a otro para combatir la boca seca del charuto que escondía noctilucas. Bartu conducía, era el más viejo de la tribu. Escribanos hartos del estudio compartido, decidieron visitar el mejor lugar de la tierra, cuando Buzios era una aldeíta de costas recortadas y sin nadie.

   Tenía que viajar el pariente más cercano de cada uno para el reconocimiento. De la familia fui yo mismo, el Bartaburu del medio. ¿Porqué el del medio es el que hace los mandados, hasta para ver si mi hermano muerto era el muerto? Mi primer viaje en avión. Un jet de Varig, ni cuenta me di de la experiencia. Whisky tras whisky me tranquilizaban del dolor y de la bronca. Cuando lo vi se me aflojaron las piernas y en lugar de llorar me reí a carcajadas, no lo pude creer. Le habían pintado la cara con una base marrón, mejillas rojas, los ojos cerrados, pestañas largas postizas, la boca tenía rouge colorado y dibujada una sonrisa de payaso. El pelo me mató, se lo habían teñido de azul francia, la cabeza rodeada de tules amarillos y violetas. Las manos cruzaditas en el pecho, con las uñas pintadas de rosa intenso. Así era la costumbre con los muertos allá en Brasil, el país que más amaba Bartu. Tal vez para tapar el blanco que da la parca. Salí del lugar y no podía parar aquella risa. Firmé los papeles y me vine. Bartu venía con el equipaje de los vivos. Siempre decía que cuando muriera hicieran una fiesta bien divertida, con música de Pink Floyd al mango, Janis Joplin y que no faltara Vinicius.

   Un infierno aquel velorio, había tanta gente que faltaba un pucho más y todos moriríamos de asfixia. Mi madre llevó la crema Pond’s en la cartera pero no pudo limpiar nada, la pintura parecía definitiva. Mi tía Petete compró rosas blancas para tapar un poco tanto grotesco. Pero el color de Bartu pudo más que todo. Le salió bien, murió como quería, con amigos que lo vieron y lloraban de risa hasta doblarse. Mi hermanito, el Bartaburu adolescente trajo el equipo y la música, bien fuerte, echó a todos los viejos indignados.      Cuando no dimos más, ocupamos los sillones y ahí sí lloramos todos, eso estuvo de más, diría Bartu.

   En medio de aquel momento de comunión trágica, cayó el nabo de Pushkariov y dijo humedades, como siempre. Se disculpó con todos por haber llegado tarde, le dio un beso en la frente al Bartu y salió gritando que mi hermano era de mármol, más frío todavía. Pushkariov entró en el baño de inmediato y lo escuchamos vomitar. Para tapar el asco del imbécil pusimos música de nuevo, esta vez Bob Dylan, que nos llevó soplando en el viento y pareció que Bartu estaba entre nosotros.

martes, 27 de diciembre de 2022

COPROCUENTO

 

   —El que tenga que ir al baño, que vaya ahora o calle para siempre.

   —Al finalizar la clase me hice pis encima.

   —¿Y dónde fue que lo hiciste?

   —En los bancos de atrás está todo, todo, mojado.

   —Bueno, Fermín, ahora te vas al baño y hacés todo lo que quieras.

   —Seño, usted me dijo que hiciera lo que quisiera, vaya usted a mirar cómo dejé el baño.

   Miró de reojo y mi caca repartida por todo el baño y además, regada.

   —Tu penitencia será limpiar con un trapo y a mano, hasta dejarlo brillante. Fermín, tenés una penitencia por día, es raro y repugnante.

   —Nunca me voy a olvidar, Seño, cuando me hizo abrir un sapo con un bisturí. Yo me pregunto qué cosas tiene un sapo, que no tenga un Presidente: Eso me cuenta Papá, durante el almuerzo: “Sapos son los que nos hacen tragar”. Usted Seño, Señora, Señorita, nos tendría que enseñar algo que no fuera nada. Como dice mi Mamá: “Usted no sabe ni el abecedario, tiene mierda en la cabeza”. No lo digo yo, lo dice mi Mamá, que se sacó diez toda la vida. Yo le pondría un seis como Madre. A veces ella también tiene mierda en la cabeza.

lunes, 26 de diciembre de 2022

META MATAR NOMÁS

 

   Así que hay procederes ejemplares, vos que sos del Partido Obrero y no sos obrero. Vos que pensás que el mundo va a ser mejor, basado en tu futuro sin frontera y el amor de tus padres comunistas.

   Te mataron. Un arma con mano pagada, le gustó más la guita que tu persona de veintiséis años. La guita lo hace más feliz que tu vida. Alguno habría sabido, otro ha fabulado, alguien te señaló y estaba cerca cuando disparó. Reflexionaba el asesino:

   ─Un zurdito menos es un zurdito menos.

   Ningún partido es ningún partido. Las dificultades las resuelve una bala. Las felicidades del dinero: el dinero, sólo el dinero. El dinero compra la muerte. El dinero paga la vida del rico. Y mata la del pobre.

domingo, 25 de diciembre de 2022

AMIGOS

 

   Era Carnaval, Estela tenía una bici nueva que le trajeron los Reyes Magos.

   —No sabés el tiempo que tardaron los Reyes para comprar tu bici, trabajaron tanto que los demás niños del mundo, recibieron regalos chiquitos.

   Estela creía todo lo que su Abuela contaba, para los niños, lo que dice la Abuela siempre es una certeza. Estela no usaba la bici, prefería lustrarla, invertirla y ver si las ruedas rodaban, los pedales tenían luces propias que empezaban al atardecer. El timbre lo hacía sonar una vez cada dos días para ver si funcionaba, era color verde con estrellitas rojas. Comenzó a circular por el pasillo de su casa que era largo y no tenía autos ni personas. Estela era muy amiga de un chico llamado Roque, jugaban al miedo, a viajar, a que eran esposos, al doctor, eso era lo que más jugaban y hacían que se enfermaban seguido. La bici de Roque era vieja y oxidada.

   —Para Carnaval quiero ver que cruzás la calle con tu bici nueva, a lo primero aprendé a dar vuelta la manzana, por la vereda, cuando te sientas segura andarás por la calle. Cerca del cordón. Y a la hora de la siesta, mostrá tu valentía, no hay autos, te metés al medio de la calle.   Estela sintió vértigo ante la propuesta de Roque.

   —Lo hago pero si vos venís conmigo.

   Fue un Domingo, cuando jugaban con mangueras, baldes y bombitas de agua, manzana contra manzana. A las tres en punto de la tarde, se encontrarían en la vereda, Estela con un traje de bailarina y una coronita de flores blancas. Tocó el timbre de Roque.

   —¿Y? te estoy esperando ¿por qué no salís?

   Roque se asomó a la vereda sin la bici. Estela le dijo que la fuera a buscar, sería más divertido.

   —Sí, pero estoy esperando a mi hermana, que me la pidió un rato, ¿por qué no empezás vos sola, Estela?, de paso practicás, yo te sigo a pata ¿dale?

   La calle estaba vacía. Estela se largó con ímpetu, al décimo pedaleo Roque le tiró un bombazo de agua en la cabeza, Estela perdió pie y un camión, que salió de la nada, la atropelló.

   Se apiñaron un montón de vecinos, la Madre la tenía en su regazo, parecía una paloma blanca, con lagunas rojas y pies y brazos de marioneta.

   Roque corrió y corrió, hasta que la voz de su Padre se perdió. Nadie supo de dónde provino aquel bombazo, nadie. Roque hubiera querido ser castigado, que todo el barrio le pegara.

   Nada de eso sucedió. Sólo él lleva en su cabeza, su amiga sin vida y sus pensamientos giran y giran y no se detienen.

sábado, 24 de diciembre de 2022

TRES CADA TREINTA

 

   Vino anoche, estaba tan lindo, tan joven, esa sonrisa abierta de dientes prolijos, esos ojos firmes de saber más que sus años. Trajo el bolso con una muda limpia y catorce para lavar. Me dio un perfume de regalo, el olor es como de flor que se fue hace un rato y olvidó algo de limón y mandarina.

   Abraza firme, seguro de haber llegado a un puerto protegido. Comemos y hablamos entre tenedores suspendidos y copas inconclusas. Fue el momento de la novia, que lo quiere sin pedir cambio, está contento, le deja oxígeno y le otorga descansos generosos. Trabaja a destajo, como es ahora, lo que gana lo gasta, como es ahora. Cada tanto me escucha, pero mis palabras no son su idioma, a veces grita que él sabe, que no hable de lo que no sé. Es cruel, como los jóvenes en confianza y sé que mi deber es dejar pasar, sino lo mato.

   Tanto me costó aceptar su ser dependiente.

   Tanto me costó aceptar su ser independiente. Esta vida, si algo tiene sentido, es lo inoportuno, el destiempo, la comprensión tardía, el amor que necesita, el que no tanto. Soliviantar los deseos propios con los ajenos para que no caiga ni uno ni otro. Aceptar con la puerta abierta para que pase y se haga lo que sea. Se va mañana, hace mucho que es sin mí. Juego a que me necesita, soy la madre.

viernes, 23 de diciembre de 2022

UN PASEO CON MI CHAPLIN PREFERIDO

 

   Papá me llevó al Circo, acción que llevó a cabo con el desconocimiento de la dictadura de Mamá. Ella decía que los circos eran tristes, que maltrataban a los animales, que la viruta del piso tenía piojos y los payasos, patéticos. Todos mis amiguitos habían ido:

   —Papá, llévame ─le pedía llorando─ todos los chicos ya fueron, menos yo.

   Él jamás me dijo que no a nada. Usó una estrategia que convenció a Mamita querida.

   Después de sacar las entradas, me compró uno de esos algodones dulces, gigantes, que se enroscan en un palo. Papá se reía a carcajadas con los payasos. Yo me reía de las risas de Papá, los payasos nunca me parecieron cómicos. Esperaba ansiosa las aguas danzantes, resultaron ser chorros de agua iluminados con luces de colores.

   Yo me había imaginado personas de agua, que danzaban, con formas de humanos transparentes. Se ve que el algodón gigante, más la desilusión hizo que me hiciera caca encima. No dije nada, venían los equilibristas, ésos sí me gustaban. Mi Padre, que tenía una nariz importante, preguntó:

   —¿Patricita, vos no sentís olor feo, muy feo?

   —Disculpá Papá pero me hice encima.

   —¿Te cagaste? Vinimos a divertirnos y ¿vos te cagás encima?, vamos a casa ya.

   —No, Papi, falta para que termine.

   —Levantate y salgamos.

   Caminamos hasta la parada de Taxis.

   —¿No me llevás de la mano?

   —¡¡¡Nooo!!! agarrate de mi dedo, ¿cómo voy a llevar de la mano una nena cagada?

   Nos detuvimos en un Quiosco y compró un diario. Lo desplegó dentro del Taxi:

   —Subí de este lado.

   Cerró la puerta. Pensé que me dejaba sola, pero dio la vuelta y subió por la otra:

   —Chofer, vamos a 48, nro 975.

   Cuando llegamos, pagó, descendió del auto, dio toda la vuelta y dijo:

   —Saltá y andá para casa.

   Al Sr del Taxi, le salían sapos y culebras de la boca.

   —No escuches, hija, el Chofer está loco, ahora metete en el baño, te prendo el agua bien caliente y te enjabonás vos y tu ropa. Después de vos, sigo yo.

   —¿Por qué Papi, vos también te cagaste?

   —No!!, me quiero bañar porque la caca es tan contagiosa como la varicela ─ahora sí que cabe lo de mocosa de mierda, como le dice su Madre.

jueves, 22 de diciembre de 2022

MORALES DIFERENTES

   El peor compañero, malo como la peste.

   —Miralo vos, se le fruncen las cejas, su primer gesto diabólico, volcó el tintero en mi espalda, si me disculpan, cambio de pupitre.

   Le pegó en el recreo al más chico de la clase, todos miraban, nadie hacía nada. Lo tenía trabado en el piso, le golpeó la cabeza tres veces. Vino la ambulancia y con una sutura quirúrgica estuvo presente al día siguiente. Se acercó al vándalo.

   —Dice mi Viejo, que si alguien me pega en una mejilla, debo dejar que me pegue en la otra. Ahora decime, lo que hiciste fue en mi cabeza, lo que viene es que me patées el culo?

   El desgraciado miró al cielo, nunca bajó la cabeza.

   —Sí, como si fueras un fulbito, no lo hago porque si me rajan de la Escuela, mi Viejo me deshace y eso que no es mi Padre. Es un tipo que mi Vieja se lo trajo, no sé de dónde. A ella la caga a piñas, ya le saltó dos dientes. Va a la Comisaría de la Mujer y nadie le da bola, se hacen las que se van a ocupar y después nada, que nadie me diga nada, prefiero esta familia, antes que las flias aburridas que tienen Uds, van a salir todos putos…

   Nada lo detenía, excepto un día que se llevó la Caja de la Cooperadora y lo capturó la Policía, allí le dieron con la tohalla mojada, no podía ni hablar. Cuando obtuvo la libertad del Reformatorio que no le reformó nada, volvió a su casa y vio la infamia que cayó sobre su Madre, casi agonizante y sus hermanitos golpeados. Entró al dormitorio de su Padrastro, beodo, corrió a la cocina y con una cuchilla le perforó el pecho. Le dieron ocho años de cárcel, por crimen atenuado por las circunstancias. Durante ese tiempo fui, todos los días de Visita, le llevaba meriendas en un taper, cigarrillos y un dinero, que me daba mi Padre, para entregar a los que sino, de seguro, abusarían de su persona. Los compañeros de Escuela no lo perdonaron a él, ni a mí.

   Por buen comportamiento, le devolvieron sus escasas pertenencias y atravesó la Salida donde yo lo esperaba, con un sobretodo y un abrazo. 

miércoles, 21 de diciembre de 2022

SEDA DE GUSANO NEGRO

 

   Fue para un examen de rutina, un Médico le dio un diagnóstico poco promisorio. Ella vivía sola con un gatito que no crecía. Cuando tendía la mesa había dos sillas, en las cabeceras se sentaban, Rita de un lado y cruzando la mesa, sobre primorosos almohadones, el gato. Ponía las patitas delanteras sobre el mantel y recibía sendas porciones de su alimento en un plato de Perugia, él se llamaba Tin Tín y como Rita no tenía amigos ni parientes, le contó a su único interlocutor, que iban a operarla. Tin Tín apoyó la cabeza sobre el mantel y lloraba sin ruido.

   —No me hace bien que llores, por favor vení a mi falda y te hago mimos. ¿Querés?

   El gato cruzó la mesa y le contestó:

   —Miau ─que en el idioma felino, quiere decir: “Sí”.

   Le operaron una piedra maligna, ninguna medicación funcionó, le hicieron una quimio. Ella aceptó por dos razones, miedo a la muerte y dejar solo a Tin Tín.

   Le dijeron que hiciera vida normal.

   —¿A qué le llamarán vida normal, éstos?

   No tenía fuerzas, se mudó al piso de abajo. Dormía sin medicación, largo y profundo, sueños gratos, episodios de los cuentos de su Abuela, amigos que la pretendieron y ella no.

   Una mañana, un rayo de sol dio sobre su almohada. Tuvo un sobresalto, cantidades de pelo inundaban la superficie. Decidió tomar una ducha, cuando se peinaba en el enjuague, le quedaban manojos de pelo en sus manos. Rita estaba advertida que esto podía suceder. Cuando la calvicie fue total, se negó a sí misma la mirada de los otros. Encontró un baúl donde guardaba ropa y joyas de valor, con olor a lavanda y un retrato de su Madre y ella con ropa cara y chic.

   Retuvo en sus manos un chal blanco, prendido con un diamante, cubrió su cabeza calva. Se miró en el espejo y admiró sus rasgos perfectos, tomó del baúl un vestido de seda de gusano negro. Tapó sus ojeras con un maquillaje leve, igual que sus mejillas en rosado. Llevó a Tin Tín escondido en un bolso pequeño.

Fue caminando al mejor lugar de copas, Moulin Rouge, las personas quedaron con sorpresa de estatua, cuando vieron la llegada de Rita con un savoir faire implotante. Tomó asiento en una banqueta alta, junto a la barra. Pidió al barman un cóctel que le hiciera viajar a las estrellas.

   A la tercera copa, comenzó a bailar sola. Un Señor muy distinguido, alto y buen mozo, la tomó de la cintura y hacía volar los pliegues de su vestido. Tin Tín vio a su dueña desde la bolsa pequeña, olvidada en la barra. Saltó hasta el chal blanco y clavando sus uñitas quedó hecho andrajos. Apareció la cabeza calva de Rita. Ella, con desesperación desesperada, clavó el diamante en su cabeza, parecía el origen de un arroyo de sangre. Su compañero de baile la llevó a un Sanatorio, retenía su mano en las suyas. Rita murió con una sonrisa, mientras el gentleman, quitó de su cabeza el diamante y lo guardó en el bolsillo. Tin Tín bebía sangre del piso, como si fuera leche tibia.

martes, 20 de diciembre de 2022

POSTURAS

 

   No es una buena hora para salir del boliche. El Gran Buenos Aires, de noche parece el preámbulo del final. Soy un tipo grande, no sé cómo me conocen mis amigos. Yo no reconozco que eso que dicen sea yo. Hay un viejo tan obsesivo, se sienta en la misma mesa, parece que la tuviera alquilada. Se instala con un codo, el derecho, depositado en la mesa y sostiene su mejilla con la cabeza ligeramente inclinada. El pecho hundido rodea un espacio de la silla, apoya el codo y deja caer el brazo y la mano laxa. El Mozo ni le pregunta, copa de vino de la casa. Lo toma despacio, como si hubiera trazado un tiempo matemático de cuarenta y cinco minutos. Cada vez que lleva la copa a su boca, levanta el dedo meñique. La sombra se proyecta en la pared, con la exactitud de una película repetida.

   Pasaron unos tres meses y la mesa fue ocupada por otro viejo igual de obsesivo. Una mano sosteniendo, con codo en la mesa, la cabeza ligeramente inclinada y el otro brazo, doblado en el respaldo de la silla. Éste pedía grapa en un vasito de licor. El Mozo preguntó la primera vez que lo atendió y luego le llevaba de memoria, a diferencia del otro, el pecho era erguido, pero la obsesión del tiempo, la postura y el dedito levantado era exasperante mirar con la sombra recortada en la pared, como película repetida.

   Pasaron tres meses y el viejo dejó de venir.

   Un día, entré sin pensar y me senté en la misma mesa de los anteriores, noté que el modo de estar de los viejos, era la más cómoda distribución del cuerpo. El formato guardaba una diferencia, mi panza comenzaba arriba de mi pecho y se engrosaba hasta rozar la mesa. Vino el Mozo y le pedí una pinta de cerveza negra. Después de la pinta, parecía que venía sólo el meñique levantado, no pudo ser nunca, me lo rebané en la fábrica.

   Pasaban los días, yo no era fóbico, pero mi reloj biológico, después de tantos años, viró en acostumbrado. Cuando me fui, casualmente, a los cuarenta y cinco minutos, biché mi sombra y era siempre la misma.

   Un día me tomó el cansancio de tanto cotidiano. Caminé a la salida a un metro de la pared de la calle, puedo jurar ante Dios, que caminaba solo, delante de mí caminaba la sombra del que tomaba una copa del vino de la casa, me inquietó porque veía el recorte de la sombra, pero no el viejo. Delante, miré la sombra en la pared, del que tomaba grapa en copita. Comencé a inquietarme, mi sombra iba conmigo, me reconocí por la panza y por ser el único de los tres que hacía ruido de pasos.

   Había empezado a preguntarme si acaso las sombras mueren.

lunes, 19 de diciembre de 2022

GAJOS DE OFICIO

 

   De día no se me ocurre nada, le doy de comer al gato, miro qué pájaros hay en el jardín, si crecieron los tomates, los cebollines y el orégano. Es mi alimento básico. Tomo un café negro y fumo un pucho rubio. El cuento que terminé anoche me pareció genial y dormí contento. Ahora lo releo, es un mamarracho, tiene faltas de ortografía, tachaduras mil. Parece un tobogán. El principio es inquietante, en la mitad se corta el hilo y lo recupero con un final pura verdura.

   Se hizo de noche. Hay un material que me gustaría desarrollar para un cuento nuevo. Comienzo con alguna dificultad, luego el personaje me atrapa y es quien decide lo que viene, el tipo es un escritor que duerme de día y escribe de noche.

   Fue premiado en incontables concursos locales e internacionales, se pagaba los viajes para asistir a recibir sus premios. Casi siempre eran estatuillas de yeso pintado, lapiceras sin tinta, escuditos. Él pensaba que los premios eran un bodrio. Un día decidió no presentarse más a ningún concurso, para gente chata ya se tenía a sí mismo. Bueno el cuento, muy bueno.

   Me transformé en escritor y escribía casi doce horas por día. Dejé el baño diario, me hacía perder tiempo. Eran notables mis uñas largas y negras, el alicate lleva su tiempo. Tiré al basurín el peine, para que los pelos se me pararan y oxigenaran mi cerebro.

   Visité una editorial prestigiosa. Las secretarias, asustadas, llamaron al editor. Me miró de arriba abajo y dijo que me fuera a bañar. En el camino se me ocurrió un cuento, se trata de un editor prestigioso con cara de pit-bull, un viejo puto, bah...

domingo, 18 de diciembre de 2022

PARADOR

 

   Una ola traidora en un mar calmo, enroscó su cuerpo y lo incrustó cerca de la costa, pudo sacar la cabeza, pero otra ola subyacente volvió a llevarla hacia adentro. Justo al lado donde Virginia se ahogaba, había un viejo tonto y panzón que ni caso hacía a sus gritos. Mientras tanto sus amigos, terminaban los postres en un parador de la playa, su novio dejó la charla y salió a buscarla. Ella tragaba agua y cachetazos olísticos parecían querer tragarla, él en dos trancos estaba a su lado. Virginia se aferró tanto que no le permitía tomar una corriente oblicua, Martín le gritaba que lo tomara de su cuello y en tres brazadas llegaron a la arena. Él tenía arañazos y golpes en todo el cuerpo.

   Virginia corrió echando lágrimas y mocos hasta un médano. Se sentó, con los brazos rodeaba sus piernas flexionadas.

   —¡Sos un hijo de puta! Tomando vino como si tal y yo ahogándome a los pies de un viejo pelotudo que no me veía.

   Su bronca le dio hipo:

   —Vos te fuiste sola, yo ni te vi, pero después de todo te salvé la vida…

   Y comenzó a darle clases de cómo domar el mar en esa situación. Virginia le miró la cara de ganador y recordó la noche anterior, que quiso hacer el amor y él respondió que estaba muerto.

   —¿Cómo no me di cuenta después de la nada de anoche, que sos un estúpido? Total, además ¿qué sabes si yo me quise suicidar y vos me lo impediste?

   Martín no habló, no podía creer lo que escuchaba…y menos lo que veía, Virginia subió al auto, metió el acelerador a fondo, subió al asfalto y le dio directo hasta San Pedro. Cuando paró a cargar nafta vio las pilchas de los amigos y un fajo de dinero en el bolsillo del costado. Golpeaba el volante y se reía a carcajadas, imaginaba la cara de los burgueses de mierda, Martín era el peor. Para que no la jodan tiró los dos celulares que había en el auto, al pasar el puente de un río.

sábado, 17 de diciembre de 2022

LAS OLAS Y EL VERANO

   Había una mesa ocupada con cuatro personas de barrigas cerveceras. La única conversación seria y equilibrada. Cuando terminamos de comer los miré y parecían un cuadro de Brueghel.

   Me acerqué y los felicité por sus conversaciones, y en especial, al que leía La Nación. Eran serios, pero cuando me escucharon largaron la carcajada. Íbamos a desayunar Café Cabrales, el único lugar que tenían ese café. La señora que atendía se quejaba todo el tiempo, por lo caro que estaba todo. Ella nos cobraba caro, carísimo. El mar da hambre, cada vez que salíamos a comer nos cobraban el triple de lo que pagamos en nuestro pueblo.

   Por suerte la playa estaba pelada, sólo había una zona de sombrillas bien dispuestas.

   Vicente tuvo un viaje imprevisto, dijo volver en una semana y no volvió. Tengo la ducha para mí sola, nadie me apremiaba con el: “apurate”. Tenía la cama para mí sola, podía comer lo que quisiera.

   Tomaba un whisky en el bar del frente, todos los días. Me di cuenta que me convenía por el precio comprar una botella y no concurrir más al bar de enfrente. El mar estaba enojado y me castigaba quitándome el placer de hacer la plancha, donde terminaba la tercer rompiente. Escuché el silbato del bañero y su reto posterior.

   Vicente volvió para pedirme el divorcio. Le di vuelta la cara, como toda respuesta. Ahora vive con su secretaria. Armé mi bolso y subí al auto de él.

   En un cruce encontré al bañero haciendo dedo. Clavé los frenos y le abrí la puerta, él ascendió con una sonrisa y un gracias. Le pregunté a dónde iba y él contestó: “A donde vayas vos”. Apreté el acelerador al fondo, nunca supe cuál era mi destino. Con él a mi lado me enteré y después…que el lector lo imagine.       

viernes, 16 de diciembre de 2022

EL USO DE LA NOCHE

 

   Hay un pendejo boludo que sale con su moto, haciendo ruido a cuetes o balas. Rodea la plaza y la única diagonal chica que conozco en Tandil, donde vivo. Los viejos o no están o le dan permiso. Los sábados. Todos los sábados.

   A mí me parte la inspiración nocturna de escribir con el beneficio del silencio. Tengo pensadas venganzas, como tirarle bolitas en la calle, o atar tanzas de árbol a árbol, para que al pasar lo decapite. Y no lo perdono, arruinó mis mejores cuentos, como éste que lo tiene a él como protagonista.

   Cuando era chico su madre lo llenaba de comida y su padre de perfume.

   Resultó ser un alumno aplicado, que se desaplicó por la era de la moto sin casco. Lo veía en el supermercado, típico chico de los mandados. Cortaba el césped de su predio, blanqueaba la casa todos los años y lavaba los autos una vez por semana.

   Se reveló a la esclavitud, compró por monedas una moto robada. Lo salvó de la delincuencia ignorar que era robada.

   La íntima posibilidad de terminar mi cuento fue ese sábado. Hablé con el pibe para que suspenda esa noche motoquera, cumplió con su palabra. Yo, por las dudas, instalé las tanzas. En la noche, a las dos de la mañana fueron decapitados cinco motoqueros, él estaba entre ellos. Pude terminar mi cuento, no era tan mal pibe.

   Lamenté los otros cuatro, ya se encargará la policía de encontrar al culpable.

jueves, 15 de diciembre de 2022

RECORTES ECONÓMICOS

 


    —¿Me indicás el jabón para lavar la ropa?

   No me conoce, soy nuevo.

   —Mire Señora, se removió todo el personal de góndolas y de cinco pasó a ser uno, que soy yo y nuevo. Para la ropa, creo que en la tercer góndola, doblando a la derecha, en el quinto estante, hay detergente tres por uno, cuyo uso es trificante, cocina, baño y ropa. Hay clientas que se duchan con la ropa puesta y ahorran un montón de tiempo y dinero, porque el nuevo detergente, todavía está en oferta.

   A ver, las esponjas de alambre estaban por aquí ¡ay, qué impresión! Son de alambre de púa. Miro las instrucciones: “No solamente inspirada en la clásica de bronce, sino que le arranca cualquier cascarria de su piel”, bueno lo recorto de mi compra. Necesito un trapo de piso, tiene instrucciones: “Igual a los jeans con agujeros de sus hijos, pero es más fuerte y al tener tantas perforaciones, le durará toda la vida.” Yo no entiendo ¿No tienen nada normal acá?

   —Muchacho, ¿hay alguna oferta de pan?

   Él la miró por encima de la cabeza, era petisa la compradora.

   —Si Ud quiere del viejo, está siempre con los hongos tipo roquefort, dos productos en uno. Sino, tiene el nuevo, que sale crudo, porque no tenemos más gas.

   No, no, pan no llevo, es un ahorro.

   —Muchacho, ¿habrá galletitas para chicos, cuyo costo no sea alto?

   El empleado corrió hasta la entrada:

   —Éstas son ideales, hechas con restos de soja, teñidas con témpera marrón, llevan un agujero al medio, para que los niños jueguen a mirarse, quedan convencidos que son de chocolate.

   La mujer llevó cuatro paquetititos, porque tenía cuatro hijos.

   Paso a los fideos, que son prácticos, busco primera marca, no hay, segunda, no entregan y “la tercera”: Fideos de la Concha, Made in Spain. Llevo dos paquetes para probar, seguro que mi marido quedará encantado.

   Compró medio kilo de papas chusmas, llenas de ojitos y media zanahoria.

   Iba a pasar de largo la carnicería, pero vi un peceto que parecía decir: “Llevame, llévame, hace tanto tiempo que estoy aquí, mirá cómo me quemé, estoy casi hecho”. Me dio pena y lo llevé, hacía siglos que los chicos no probaban carne. Llegué a la caja con mi carro semi vacío, no había nadie. Pensé en irme sin pagar y cuando di el primer paso, apareció el muchacho.

   —Soy el único para sugerir, surtir las góndolas y cobrar, se cayó el sistema, así que el pago lo hacemos manual, deme lo justo, porque aquí no damos vuelto.

   Busqué en la cartera y pagué la fortuna de cinco mil quinientos pesos, casi mi jubilación. Me llevé el carro, de bronca y en mitad de camino, se partió de óxido, tuve que juntar a mano mis compras. Con la mano y un brazo me alcanzó. Abro la puerta de casa y encuentro cinco bocas abiertas, que ni me saludaron. Hice una sopa rápida, con todas sus narices en torno la cacerola. Herví unos fideos que no esperaron que se hicieran y los comieron semi crudos.

   —Querida, sos una genia, los fideos tienen gusto a pescado.

   Me dio tanto asco, que me acosté bajo el sauce, mientras masticaba hojitas de menta. 

miércoles, 14 de diciembre de 2022

PARTE POR PARTE

 

   Melisa hacía abdominales, mañana, tarde y noche. Hasta no llegar a la cintura de avispa, como decía su madre, no iba a detenerse. Contrató un masajista japonés, que le pegaba bofetones alrededor del abdomen y luego con una morsa de madera, le ajustaba tornillos.

   —Tebe dolmil con la molsa puelta.

   Melisa controlaba sus medidas, al comenzar fueron 90-60-90, luego fue 90-54-90, más tarde 90-48-90, se enojó con el centímetro, le echó la culpa, decía que mentía. A su ideal de cintura le faltaba más castigo, para llegar a su objetivo, que una mano de hombre la abarcara entre pulgar e índice. Compró cinta métrica de metal y controlaba el día a día. El japonés no quiso seguir, porque entre la morsa, los bofetones y la cinta métrica, la cintura sangraba.

   —Melila, mis delos de mano shica, le aconseja dejal aquí, ata que se haga cascalilla. Pásele eta clema cinco vez pol día.

   Inclinó su cabeza y cerró la puerta con la sutileza de una pluma. Renovó todo su guardarropa, ese talle merecía vestidos y trajes de diseño. La madre perdía el habla cada vez que miraba a su hija. La cintura de Melisa representaba, el tallo de una flor. Hizo su presentación en sociedad, con doscientos invitados. Tomaron birra, whisky, pisco y tequila. Fumaron porro, hachís y algún valiente se inyectó heroína arábiga.

   Cada vez que Melisa tomaba algo o daba una pitada, sentía que su cintura quebraba. En un rock and roll acelerado, el chico que bailaba con ella, la deslizó bajo sus piernas y luego la arqueó sobre su espalda. Cuando cayó al piso, Melisa estaba quebrada. Llamaron al SOME y la internaron en Urgencias. No la podían mover, o su parte superior quedaría independiente de la inferior. La sangre dejó de fluir con normalidad, primero murió la parte de arriba y luego la de abajo. Único caso, donde una persona necesitó dos ataúdes independientes.

   A uno le pusieron una placa que decía: Melisa Parte I y al otro, Melisa Parte II.

martes, 13 de diciembre de 2022

GÁRGOLA QUE ESCUPE ODIO

   Me sentía feliz cuando pintaba aguas tranquilas, esos días bocetaba y el resultado era…

   —Me gusta, tendrías que venir más seguido, no sabés cuando lo conozcas.

   Enriqueta sintió la molestia de un testigo de su trabajo.

   —¿Cuándo lo conozca? Me vas a presentar alguien y no quiero, yo encuentro sola.

   Le mentí, lo que pasa por mis manos se rompe. Por eso pinto, mañana quiero el desafío de mirar cómo el mar odia a la tierra, da brazadas para poder hacerla suya. Como cuando el marido de Kiara, quiso cogerme con prepotencia y yo le pegué un rodillazo en los huevos. Llamo a Kiara, porque tiene el hacha  levantada para matar un árbol, donde me siento a mirar ideas. Después pinto cosas mucho más lindas de las que nadie hubiera imaginado.

   —¿Qué te molesta? Ya sé, el árbol. No hay leña, decido yo porque esta es mi casa.

   Kiara tiene la soberbia de los que ignoran. Por eso J. inventó:

   —Enriqueta me tiene ganas, patética. No la invites más o vengan solas.

   Tengo todos mis cuadros en la pieza más seca de su casa. El flete llega mañana, el conductor sabe un montón de pintura, su viejo fue curador, le gustaban mis cuadros, ofreció un espacio para exponerlos. Muy generoso de su parte, pero no.

   A mitad de viaje, pedí que se detuviera, bajé las pinturas, él no decía nada. Les eché gasolina y detrás de la fogata se venían olas que nunca llegaron.

   —Mi hermano era el autor de tanta maravilla, no le interesaba vender ni exponer, yo lo copiaba mal y destruí todo. Fue hace cuarenta años, cuando se lo…no importa. El mar no me interesa, me da miedo. Detesto a Kiara y a J. más, la casa tiene olor a nadie. Sé que boceto mal y pinto peor. Mis pensamientos son de la gárgola vomitando odio.

 Hablé todo el tiempo, de espaldas al conductor. Era suficiente, quise volver a mi casa, cuando me di vuelta, el flete ya no estaba. 

jueves, 8 de diciembre de 2022

REGARDÉ

 

   —¿Se puede saber por qué me seguís a todas partes? Quiero caminar sola, ver museos sola, si hasta te veo en los reflejos de las vidrieras.

   Gerard tenía preocupación por Analé, un día ella tocó el timbre de su casa, tenía una beca en Francia y él alquilaba una dependencia de su enorme piso. No se lo confesaba ni a sí mismo, le gustaba que hubiera algo más que silencio, en ese departamento amplio, pero húmedo y oscuro. El precio era un regalo y Analé descubrió dos ventanas escondidas tras un empapelado, entró el sol, la música. Ella cantaba bajo y afinado. Hizo una limpieza profunda del piso con la anuencia de Gerard. Parecía una armonía tácita y nueva para ambos. Se dio cuenta que él vivía todo el tiempo, tras su tiempo. Le dio paranoia e indignación.

   —Te pido, Gerard, que no me jodas más, descubrí dos ventanas y tenemos sol. Vos sos un dejado, te gusta el rincón de la humedad y la oscuridad y me seguís con los ojos, hasta cuando estudio. Si salís de tu habitáculo, llenás este lugar de olor a tiempos remotos, no te bañás ni usás desodorante, bueno eso es típico de los franceses chivotones.

   —¡Pará un poco! Yo elegí protegerte, aunque no parezca, es un lugar peligroso, fijate en Arsène Lupin, Louis Althusser, abrí los diarios. Sos una desagradecida y desgraciada, no tenés ninguna gracia, alta, bigotuda, flaca y sin tetas. Te di el albergue porque me diste toda la lástima que me cabe. Tarde me di cuenta que sos una fille de pute. Vos que leés tanto ¿te enteraste que las becas de tu país se suspendieron y el viaje de vuelta te lo va a pagar Antoine de Saint Exupery, si sabés resucitar a los muertos? Allais, allais, merde carajó.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

VAMOS! VAMOS!, ARGENTINA!

 

   Gerard estaba convencido que “subansen, empujensen, bajensen” era una frase digan de Alemania, él antes de venir trató de aprender alemán, pero era complicado. Sólo conocía algunas oraciones. Hitler era un genio hijo de puta, Goebbels también y Auschwitz, un lugar donde ellos se encargaron de matar millones.

   En un Bar chongo, atendía la barra una mujerona, él pidió una pinta señalando con el dedo. Analé le trajo una charola con chucrut, como ella lo miraba, hizo un esfuerzo de parto y comió. Para pedir cerveza, dibujó una jarra con espuma, Analé pensó que era mudo y le trajo un jarro de tres litros, no le cobró porque le daban pena las personas con dificultades. Gerard se sentó en un banco frente al Bar, en el horario de salida de la mujerona. Lo reconoció, le hizo preguntas que él asentía o negaba con la cabeza. Ella lo invitó a dormir a su pensión, Gerard asintió. Analé lo arrastró de un brazo. Se equivocó de gesto y logró separarse del brazo oprimente. Ya habían llegado y la mujer con cara de ofendida, lo empujó encima de cuatro perros que lo recibieron como a un igual. Gerard empezó a circular en cuatro patas y andaba con los otros, ladrando autos y gente que cruzaba la calle. Analé lo descubrió, tenía la misma cara de Gerard. Pelos de la cabeza a los pies, un perro perfecto, cuatro patas, peludo, ladraba, no cabía duda era un perro. Analé lo subió upa y lo llevó a su casa. Llenó la bañadera y le dio un baño intensivo. A mano nomás, le limpió el pitulín y las bolitas. Él se dejó, la mujerona tenía manos grandes pero suaves.

   Analé tomó la afeitadora y le sacó el pelo que no correspondía a un ser humano. Esquivó las partes pudendas, era sensato, para cubrir algo esa cosa de nada. Le dio de comer un bife, era argentino el tipo, se lo comió de una. Lo sentó en la poceta y dando los trámites por cumplidos, lo acostó a su lado. Cuando Analé se durmió, tiró de la cama a Gerard, éste retomó sus costumbres ancestrales y le desgarró todo lo que pudo. Analé gritaba como loca y él le ladraba como un rottweiler.

   Viajando a Buenos Aires pensó:

   —Analé, que mina jodida.

   Ella quedó internada con lesiones graves, parece que Gerard estaba rabioso, en Ezeiza le tomaron una muestra y sí estaba.

martes, 6 de diciembre de 2022

HORNERO

 

   No anduvo más. Cruzaron a campo traviesa buscando la única luz que parecía cerca. El suelo, sin sembrado con mojones húmedos y vizcacheras no previstas. A ninguno de los dos le importó el cuidado de no embarrar ni ensuciar nada. El objetivo era llegar y el silencio pareció acortar el no camino. Ladraron una decena de perros escandalosos y salió un viejito giboso y barbudo, con pelo largo y ojos escondidos. No había galería ni otro preámbulo, la puerta estaba abierta y el fuego invitaba junto con la mano centenaria. Piso de tierra apisonada y paredes de adobe. Tenía forma de hornero, el rancho, el viejo lo quiso así y así fue. Hasta se sintieron pájaros allí dentro.

   Hablaron del auto roto, él agradeció que se rompiera alguno de cuando en vez, eran sus únicas visitas. El resplandor iluminaba el brillo de los ojos escondidos mientras hablaba su vida de animal de la tierra. Ellos se durmieron entre pieles de oveja y el viejito arrullaba sin detenerse su propia historia.

   Abrieron los oídos antes que los ojos, un lejano ruido de motor los hizo salir del nido. Los perros no ladraron, el viejito se esfumó. En silencio se miraron y vieron allá bien lejos, el punto rojo. Era el auto que se tragaba el horizonte.

lunes, 5 de diciembre de 2022

CURRO ONEROSO

   Daba sangre cada vez que me era permitido, después la vendía, un trabajo como cualquier otro. Leí que alguien muy rico, necesitaba un riñón. Me presenté a su casa, con los antecedentes, análisis, edad, encarpetados.

   Le ofrecí mi riñón a cambio de una suma importante, que el Señor rico, duplicó. Luego tuve la oportunidad de vender mi pulmón derecho a un suizo, no esperó saber cuánto, extendió un cheque impensable y me besó las manos. Tenía un primo en Suecia, nos presentó y me quiso comprar la pierna derecha, yo no soy ningún boludo, pagó cash, perfecto.

   Por Internet supe de un inglés que necesitaba un brazo izquierdo, lo quiso hacer en Bolivia, porque salía más barato, se lo oferté por la llegada de las fiestas. Vendí los pabellones de mis orejas a un tipo que era modelo y ese detalle de ausencia le hacía perder todos los castings, a ése le cobré una pichincha.

   En la puerta de un Sanatorio, encontré un Señor caballeroso, le habían ensartado un florete en el ojo, practicando esgrima. Se acercó, ya me conocía todo el mundo, quiso comprar mi ojo izquierdo. Le di mi número de celular y a la semana quedé tuerto.

   Logré una fortuna. Me sentí mezquino cuando supe que el mejor amigo de mi hija, estaba en lista de espera para un trasplante de corazón. Ofrecí el mío. Fue un éxito, se realizó en Montreal.

   Me pusieron un corazón hecho con aleaciones plásticas, funcionó hasta que terminé este cuento. En paz descanso. 

domingo, 4 de diciembre de 2022

A MANO

 

   Nunca fui un hombre de perfil bajo. Ni alto. Mi perfil es narigón y mentón en fuga. Tenía trabajos sin importancia fui boletero, cartero, verdulero, empleado público, ése fue el peor. Los trabajos son para poder pagar una cuasi bohardilla. Cuadernos rayados y biromes, escribía de noche. Llegaba al laburo semidormido, me encerraba en el baño, bajaba la tapa y recuperaba el sueño perdido. Soy una persona tan insignificante, tan evanescente, que me fundo en las paredes. Tuve un jefe perseguidor y yo era su punto de mira. Vivía entre sus cejas, el odio que me guardaba. Le dieron el traslado, el puesto quedó vacante. Hace seis años que nadie ocupa ese lugar. Es un regalo no tener jefe y ser el único empleado de nadie. Escribía mis textos durante horas de trabajo. Al llegar la noche sentía que esa negrura, permitía que lo hecho durante el día sufriera tantas tachaduras, al punto de no entender mi propia letra, ni guardaba memoria del tema.

   Me peleo conmigo y escribo un cuento de una sentada (lo dijo S.Schewblin), le acierto mejor. Soy de irme por las ramas, mi deseo es escribir lo que no se dice y en eso estoy. Escucho la voz de mi mujer que grita: “¡La plata no alcanza!” No sé en qué momento de mi escritura, apareció esta mujer, que seguro es mi mujer. Por suerte no me cortó nada. Sigo con mi próximo cuento “La mujer olvidada” Tengo el material a mano, la mano que aprieta su cuello y ella muerta sobre mis papeles.

sábado, 3 de diciembre de 2022

TUPAC AMARU

   Pidió que me comprara ropa sexi. Le hacía el gusto en lo que fuera. Era un psicópata sádico y solitario. Me enamoré por presentimiento.

   Él tenía un no sé qué, una mirada en la mirada, me incluía sólo a mí. Yo le pertenecía si él quería. Cuando los deseos eran míos, desaparecía. Como si nunca. Hasta soñando lo veía de espaldas, yo en él dejaba de existir. Aquel día adquirí la ropa sexi. Me vendó los ojos y subimos al auto. Del asfalto citadino, al silencio del campo, había olor a ozono, se escuchó una voz sometida:  

   —Patrón, ahí le dejé la matera, blanqueada como lo ordenó. También conseguí la cama que habían dado de baja.

   Me llevó en sus brazos hasta un lugar con olor a recién pintado. Cuando quitó el pañuelo de mis ojos, vi una cama de bronce y un techo de paja con algunos intersticios de sol. Me iba a recostar.

   —Te necesito de pie, no tiene colchón, sólo elásticos de latón.

   Sacó de un cajón, pañuelos leves:

   —Desnudate, voy a colocarlos en partes de tu cuerpo y quiero que permanezcas en esas posturas, como si fueras una estatua.

   Me puso una mano en la cabeza, sosteniéndome el pelo, dejó la nuca desnuda, la otra mano en la cintura.

   —Esta mano la quiero suelta, liviana, la dirección apenas roza la ingle, separá las piernas, una con el pie en el piso y la otra con el pie clavado en el borde de la cama. Entorná los ojos y dejame hacer.

   Yo tenía la libido que se extendía por todos los poros, esperando con desesperación, que sucediera de una vez. Vi desnudo su cuerpo de guerrero brillante. Desplazó un pañuelo de seda por la nuca, extendió uno largo que me envolvía, pasando entre mis piernas. Dejó mi superficie cubierta de pañuelos y después tiró de las puntas y el placer llegó al cielo.

   Cuando rozó mi sexo deslizando el más suave de los pañuelos, me produjo un orgasmo que jamás había conocido, a él sólo lo percibí, cuando me pidió que me pusiera los vaqueros y la remera, estaba furioso, porque exigió que me tirara en los elásticos de metal, que los pañuelos irían atando los pies y las manos. Ahí salté como gato de pajonal y lo arañé de pies a cabeza.

   Me retrotrajo al siete de Abril de 1978, en escenas tal cual. Salí corriendo, subí a su auto, arranqué y por el espejo retrovisor, lo vi en pelotas, apoyando el brazo en la matera, fumando un cigarrillo, mirando al otro lado, como si no le importara nada. 

viernes, 2 de diciembre de 2022

LOS COLORES DE LAS FLORES

 

   Nació en el campo y en esa casa la parió la Madre, pero Julia, nonata, ayudó bastante, su Padre se desmayó. Él salió montando a los rajes, si hubiera sido un varón, con el nombre de su Abuelo Amadeo, pero siendo una mujer se sintió estafado.

   No quiso tener más hijos, por miedo a que salieran mujeres. Para no sentirse tentado por aquella Esposa, se fue a vivir a Salta o a Monte Grande. No tuvo más comunicación, la familia lo dio por muerto.

   —Mirá Julia, te voy a dar un consejo. En cualquier momento, la fatiga, que vive conmigo, me va a cortar la respiración. Nada de llamar Médicos. Si yo me muero, es porque me quiero morir y espero que hagas caso de mi resolución, no quiero que jamás abandones esta casa, la tenés a Misia Pepa, que te ayudará en todo lo que precises. Pasá tu tiempo sembrando semillas de flores raras, podrías hacer un camino florido, hasta la tranquera. Para que crezcan mejor, juntás bosta de caballo, esperás que seque y después las desperdigás en la tierra. A las plantas les encanta llevar eso en sus raíces.

   Julia respondió a los mandatos de su Madre, tenía ganas de charlar con alguien, pero Misia Pepa hablaba Mapuche. Julia no le entendía y Misia Pepa era amante del silencio. Para cuidar mejor las flores, les hizo recipientes de arcilla, los conejitos iban en macetas con forma de conejo. Los crisantemos, en macetas con forma de crisantemos. Tenía orquídeas, malvones, helechos serruchos con hojas recortadas, cientos de flores, cada clase en  recipientes que respondían a su formato.

   Una mañana, mientras ordeñaba una vaca, llegaron filas de autos, muy respetuosos, estacionaron fuera de la tranquera y con mucho cuidado, admiraron esas flores. Una Mujer se atrevió:

   —Usted, no me vendería la maceta de los conejitos?

   Y así comenzó la historia, Julia plantando y personas que le compraban. Entre los compradores, apareció un Señor, con aspecto citadino:

   —Me dijeron que su nombre es Julia, no quiero interrumpir su trabajo, pero me gusta su nombre y usted también, la invito a comer en el Pueblo.

   Le pareció un Señor tan atildado, que prefirió explicarle:

   —¿Sabe usted, que yo nací y viví en esta casa?, no conozco el Pueblo, lo podemos revertir y usted se queda a comer con nosotros, soy yo y Misia Pepa, que es la Señora que me acompaña, no le gusta hablar y sólo habla Mapuche, así que no se moleste en pretender entenderla.

   Mientras comían le llamó la atención que el Señor citadino, hablaba Mapuche a la perfección y por fin pudo hablar Misia Pepa, con alguien que le entendía.

   Después, el Señor explicó, que había estudiado todas las lenguas tribales de este país y alrededores. Era invitado al extranjero, para dar charlas al respecto. Julia lo invitó a quedarse los días que quisiera, en la casa, las habitaciones sobraban. Había un mangrullo tan alto, que alcanzaba a mirar todo el Pueblo. A él le encantaba tomar mate en ese lugar. Un día cambió su traje elegante, por ropa de campesino.

   Julia se puso tan contenta, que le besó la boca. Él se dio vuelta avergonzado y le preguntó si no quería casarse con él.

   —¿Y vamos a dormir juntos? ─preguntó Julia con inocencia.

   —Y vas a ver que va a ser mucho más lindo, que tomar mate en el Mangrullo.

   Por curiosidad, Julia preguntó:

   —¿Cuántos años tiene usted, Señor?

   Él la recordó con el viento jugando con sus polleras, mientras sembraba con devoción. —Mi querida Julia, tengo noventa años.

   Ella le miró los ojos de una bondad infinita y le contestó:

   —¡Señor, qué joven es usted!  

jueves, 1 de diciembre de 2022

VOLANDO

 

   —La protesta o el silencio, no escucho, elegí el carril de ¿a dónde me puedo ir?

   —¿Cuándo vas a empezar las acciones? ─preguntó Celina mientras se cortaba las uñas de los pies.

   Saulo metía su ropa en la mochila.

   —Me dijeron que Tailandia es un lugar corrupto, como vos.

   Estoy haciendo todo a mil y Celina me acusa de corrupto, justo ella que se dedica a robar celulares y billeteras, no es corrupta, es punga. Lo de Tailandia no me va, voy a sacar mi pasaje, tengo pasaporte. Internet se encargó de mandarme el pasaje y anotó mis números de documentos. La vida sin internet, no tiene sentido. ¡Me olvidaba la foto de Karina!, con buena definición, se le notan los bigotes, los granos y los puntos negros. Ay! Qué chica fea, mejor me llevo otra foto.

   Siempre hay que viajar solo, pero una foto en la mochila sirve para no extrañar. Pongo dos libros por si me aburro. Yo en mi casa sobraba, cada vez que salía Celina y mis otros hermanos, yo era el último y me cerraban la puerta antes de entrar. En la mesa siempre faltaba mi plato. Por eso y muchas cosas más, me voy.

   Mis Padres se emocionaron ante mi partida, seguro que están contentos. Me llevaron hasta Ezeiza, querían asegurarse que abordara el avión. No sabía que las butacas eran tan angostas. Cuando el de adelante reclinó su butaca, quedó su cabeza sobre mi estómago. Se durmió el cerdo. Le puse un chorrito de vodka en cada ojo. Para él, una sorpresa dolorosa que lo hizo enderezar su butaca.

   Todo empezó cuando del ala derecha salía fuego, se cortó la comunicación con la torre de control. Era mi vuelo de bautismo. Una habilidad desconocida, pude ponerme el paracaídas, solo y fui el primero en saltar. Ver el cielo y la tierra, desde un lugar de orfandad, asombro y miedo. Caí en el medio de una cama elástica, rebotaba y no podía detenerme. Acudió una familia en mi ayuda y evitó mi caída a tierra, llegaron los vecinos, los bomberos, una ambulancia y el Intendente. Sufrí una descompensación sin secuelas. Lo que no entiendo es cómo aparecí en mi cama, con todos mis hermanos y Padres, alrededor. Las horas siguientes vino una Periodista para hacer un reportaje y salí por televisión.

   Mi familia me dejó, para mirar por internet. El fucking avión, tuvo que regresar, hubo fallas eléctricas.

   Mi Padre dijo:

   —Tenemos mala suerte, Saulo que casi se mata en el viaje y Celina que se fue.

   Mi hermana decidió hacer un viaje a Tailandia, ella sí pudo llegar a destino, seguro que en vez de admirar el paisaje, está robando billeteras y celulares. Con esa cara de estúpida que tiene, cumple sus objetivos.