miércoles, 14 de diciembre de 2022

PARTE POR PARTE

 

   Melisa hacía abdominales, mañana, tarde y noche. Hasta no llegar a la cintura de avispa, como decía su madre, no iba a detenerse. Contrató un masajista japonés, que le pegaba bofetones alrededor del abdomen y luego con una morsa de madera, le ajustaba tornillos.

   —Tebe dolmil con la molsa puelta.

   Melisa controlaba sus medidas, al comenzar fueron 90-60-90, luego fue 90-54-90, más tarde 90-48-90, se enojó con el centímetro, le echó la culpa, decía que mentía. A su ideal de cintura le faltaba más castigo, para llegar a su objetivo, que una mano de hombre la abarcara entre pulgar e índice. Compró cinta métrica de metal y controlaba el día a día. El japonés no quiso seguir, porque entre la morsa, los bofetones y la cinta métrica, la cintura sangraba.

   —Melila, mis delos de mano shica, le aconseja dejal aquí, ata que se haga cascalilla. Pásele eta clema cinco vez pol día.

   Inclinó su cabeza y cerró la puerta con la sutileza de una pluma. Renovó todo su guardarropa, ese talle merecía vestidos y trajes de diseño. La madre perdía el habla cada vez que miraba a su hija. La cintura de Melisa representaba, el tallo de una flor. Hizo su presentación en sociedad, con doscientos invitados. Tomaron birra, whisky, pisco y tequila. Fumaron porro, hachís y algún valiente se inyectó heroína arábiga.

   Cada vez que Melisa tomaba algo o daba una pitada, sentía que su cintura quebraba. En un rock and roll acelerado, el chico que bailaba con ella, la deslizó bajo sus piernas y luego la arqueó sobre su espalda. Cuando cayó al piso, Melisa estaba quebrada. Llamaron al SOME y la internaron en Urgencias. No la podían mover, o su parte superior quedaría independiente de la inferior. La sangre dejó de fluir con normalidad, primero murió la parte de arriba y luego la de abajo. Único caso, donde una persona necesitó dos ataúdes independientes.

   A uno le pusieron una placa que decía: Melisa Parte I y al otro, Melisa Parte II.

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