jueves, 8 de diciembre de 2022

REGARDÉ

 

   —¿Se puede saber por qué me seguís a todas partes? Quiero caminar sola, ver museos sola, si hasta te veo en los reflejos de las vidrieras.

   Gerard tenía preocupación por Analé, un día ella tocó el timbre de su casa, tenía una beca en Francia y él alquilaba una dependencia de su enorme piso. No se lo confesaba ni a sí mismo, le gustaba que hubiera algo más que silencio, en ese departamento amplio, pero húmedo y oscuro. El precio era un regalo y Analé descubrió dos ventanas escondidas tras un empapelado, entró el sol, la música. Ella cantaba bajo y afinado. Hizo una limpieza profunda del piso con la anuencia de Gerard. Parecía una armonía tácita y nueva para ambos. Se dio cuenta que él vivía todo el tiempo, tras su tiempo. Le dio paranoia e indignación.

   —Te pido, Gerard, que no me jodas más, descubrí dos ventanas y tenemos sol. Vos sos un dejado, te gusta el rincón de la humedad y la oscuridad y me seguís con los ojos, hasta cuando estudio. Si salís de tu habitáculo, llenás este lugar de olor a tiempos remotos, no te bañás ni usás desodorante, bueno eso es típico de los franceses chivotones.

   —¡Pará un poco! Yo elegí protegerte, aunque no parezca, es un lugar peligroso, fijate en Arsène Lupin, Louis Althusser, abrí los diarios. Sos una desagradecida y desgraciada, no tenés ninguna gracia, alta, bigotuda, flaca y sin tetas. Te di el albergue porque me diste toda la lástima que me cabe. Tarde me di cuenta que sos una fille de pute. Vos que leés tanto ¿te enteraste que las becas de tu país se suspendieron y el viaje de vuelta te lo va a pagar Antoine de Saint Exupery, si sabés resucitar a los muertos? Allais, allais, merde carajó.

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