sábado, 11 de septiembre de 2010

COROLARIO

Tengo sensaciones que coinciden con las acciones dadas en llamarse vejez. Mientras miro un equipo de dvd sigo caminando hacia otro lugar y el ángulo de dos paredes golpea un costado de la nariz. Duele, está hinchada. Hace unos meses resbalé con semillas de una pinácea, caí largo a largo con la cara metida entre la piedra y el yuyo. Se rompieron los dientes de adelante formando una v corta con el vértice hacia arriba. Consecutivos golpes en rodillas, codos, hombros, me han creado un ritmo de caminar azombizado. Dos veces me descosí en la bañadera.

Veo borroso, escucho lejano, cuando alguien cuenta algo olvido de inmediato lo que dijo y lo invito a juntar margaritas. Hasta dejé de recordar que vivo sola y treinta y dos gatos es una cifra elevada. La casa es grande y el jardín con veinte años sin jardinero es el mato amazónico. Recorro la selva noche y día buscando feroces animales que finalmente duermen largas siestas conmigo.

Piensan que son seres exóticos y extraños las viejas solas con muchos gatos. Les resulta nauseabundo el olor a pis y temen enfermedades virósicas expandidas en toda la manzana.

Yo dejo la casa a los gatos y me voy a la mierda. Le tengo miedo a esta gente. Intuyo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

ANTISÓCIAL DESPORTING CLUB REFULGENSE

Se fundó en el interespacio un club Desporting, por carecer de todo tipo de pelotas. Disfruto esa ausencia de derrotar a un grupo de infelices con un elemento redondo como la histeria. La pelea, con guantes o sin ellos, donde no existe conflicto, para que dos nabos se transen a luchar. Las carreras, sobre ruedas o sobre piernas, para llegar primero a una cinta de papel plástico, que encima la rompen en señal de triunfo.
El primer nombre es Antisócial, con acento en la o, enfatizando lo más enfermizo del hábitat: los humanos socializados. Nada más virósico que el “todo bien” y el “nos vemos”, hipocresía del “todo para la mierda” y el “a vos, mejor perderte que encontrarte”. El hombre social ajusta sus gustos y deseos a los ajenos. Seres tan idénticos entre sí que escaran el imaginario de los antisociales, que somos pocos, pero los mejores.
Ni nosotros lo dudamos. El nombre Refulgense cierra el del club. Re, porque es una sílaba fuerte. No es lo mismo puto que reputo o que te parió a que te reparió.
O te quiero a te requiero, Fulg, por la calle Fugl, pocos saben que es Fugl. Por eso. Y pensé, porque el club tiene personas con genes que son. Escuchamos ofertas, por los medios que cada miembro prefiera. Hoy que resulta una incógnita solitaria, no lo digo por inspirar, me sale RESPETO, RESPETO, RESPETO, RESPETO, Reppeto, Requieto, Reinoso, Reinquieto, Relejos, Rejucilo, Resma, Roma, Rusia, Sucia, Respeto, Re lejos.

jueves, 2 de septiembre de 2010

¡CÓMO TE BORRÁS, DIOSITO!

La voz se escuchaba, pero él estaba en otra parte. Cuando está triste de sapos tragados en la facultad o en el trabajo, me doy cuenta y pregunto poco. Sé que prefiere el discurso en solitario. Mis palabras interfieren el orden que quiere dar a su pensamiento raspado, dolorido o cansado. Pasados los relatos grises aparecen colores de alguna anécdota que hace reír primero despacio. Después los cuentos se enciman y los nutrientes del joven cantan rodadas a carcajadas.

Hoy no. Varios días atrás fue un chico más joven que él, con su máquina nueva y sus agujas. Todas las tardes mirando y preguntando y él le enseñaba sobre el trabajo, acerca del diseño, de la asepsia, de todo lo que al oficio se refiere. La última tarde le calibró la máquina y le regaló una bandejita, él lo miró como a un maestro, con los ojos brillantes y contentos. Empezaba a trabajar en unos días. Apretaba sus ganas en la motito que andaba seda y prudente. Mientras cruzaba, un tachero con luz roja siguió su odio en rojo y partió una moto y una vida. Y tardó esa vidita en irse, tal vez dios quiso que sufriera un poco más.
Me preguntó porqué lloraba, si yo no lo conocía. De veras, qué tonta soy, qué importa que un imbécil apurado termine aplastando una promesa, total, yo no sabía quién era el chico y accidentes hay todos los días.
Soy una estúpida sin remedio, cómo cargar con tanto dolor por un episodio sin retorno. A mí qué me importa la tristeza de esa voz en otra parte, si seré boluda, qué me importa la muerte de un desconocido joven. Tonta soy ¿Cómo lamentar una semilla que me es ajena? No tengo porqué cargar en la mochila con la máquina calibrada, las agujas y aquel duelo ajeno que me es propio. Ocurrió el jueves, por eso escribo lo que me contó el tragasapos castigado. Qué boluda soy, me robo la moto rota, la mochila destruida y no sé quien más, que lloro y lloro en una bandejita regalada.