sábado, 31 de marzo de 2018

NÉCTAR


     Amo el sol cuando huye, pretendo subir y bajar médanos, no lo alcanzo, hay una palmera que me ayuda y le veo rayos verdes y magentas.
   Y amo la palmera, que me subió tan alto como mi Padre me levantaba en la terraza, para ver el sol cuando nacía.
   Amo el olor a tostadas de mi madre y el olor de su pelo mojado, para luego no volver durante cuatro horas. Amo los árboles enfrente y las sierras protectoras de sus copas. Hablando de copas, amo tomar un whisky al atardecer, ver al matrimonio de quinteros pasar por la vereda tomados de las manos, con espaldas encorvadas para siempre.
   Amo los perros de la calle y esos ojos tan tristes, cuando semiduermen y tan alegres cuando llegan sus amigos. Amo todos los novios que tuve y los dos maridos que bancaron mis histerias y respetaron el silencio de mis cuentos. Amo a todos y cada uno de mis compañeros desaparecidos, tan jóvenes, dejaron una generación rota, dando como resultado la ignorancia y la barbarie. Amo las hortensias azules de mi abuela y el temor de las hijas a que no se casara nadie. Da risa, porque todos nos casamos dos y tres veces, a pesar de las hortensias.
   Amo cuando miro parejitas de quince, pegados en un abrazo y un beso de alfiler, que cierra un amor un rato, o para siempre, nunca se sabe.
   Amo el tránsito sólo de bicicletas, partiendo el aire con la pureza de una recta sigilosa. Amo mi hijo, mis libros y el jardín que crece como quiere. Amar es un deleite que se aprende de los otros, los que aman la tierra, el aire y el cielo.
   Amar es también, quedarse un ratito más en la cama.

viernes, 30 de marzo de 2018

NADIE ME QUIERE



   Acá el compañero me dice que yo odio 24 horas y si el día tuviera 28, no me perdería las cuatro restantes.
   No respondo, porque es cierto, odio todo, las personas, los autos, las calles, los edificios, los niños que lloran, las madres que cruzan la calle con cuatro niños atrás, como si no les pertenecieran.
   Los curas, las monjas, la gente que no sonríe, la gente que toma el segundo puesto en la carcajada y es falsa, forzada, molesta. Odio los motoqueros, los obreros comedidos que te dicen: —Cuidado, Señora, se le puede caer un ladrillo en la cabeza.
   O cuando tropiezo largo a largo y vienen cinco a preguntar: —¿Abuela, le pasó algo?
   —Momento, Abuela su Madre, yo aterrizo y me levanto sola, no rompo ni los anteojos, pueden seguir chusmeando a los que nunca se caen.
   Odio la verdulera, cuando pregunta qué voy a hacer de comer, me dan ganas de contestar: Mierda. Pero no lo hago porque temo que la próxima vez me rellene alguna verdura con caca.
   Odio hacer cola en el Banco, voy bien temprano y ya hay gente. Al rato parece la Corte de Los Milagros. Un olor a pelo sucio, a crema barata, a pata, a milanesa.
   Odio mi compañero que me dice que pare un poco con el odio continuado. Justo paso por un Local Kakoncho, falso peronista y les grito: 
—¡¡Devuelvan la guita, chorros hijos de puta!!
   Hay gente que se siente aludida, por algo será, a veces son amigos y es un papelón. Después tendría que pedir perdón, cosa que odio como cuando se me rompe la heladera. Odio hablar del odio en un cuento con las mejores intenciones. Odio cuando opinan que es bueno y yo opino que es una gadorcha.  

jueves, 29 de marzo de 2018

DESDE EL ALMA



   Querida Isabella:
                               Te mando esta carta manuscrita, con sobre blanco y estampillas, certificada sino, no llega. Notarás la letra tembleque, es porque tengo una enfermedad del nombre de no sé quién, si del Médico que la descubrió o el enfermo que la padeció. Es casi seguro del miedo a la muerte, no existe idea más obsesiva para mí, que en cualquier momento me voy a morir y si después sigo temblando, yo me muero.
   No es un disparate, pero si lo es, por favor escribime. Un beso en cada mejilla y saludos para los que quedan, si no me contestás, sabré qué te pasó, nos pasará a todos.

   Queridísima Fátima:
                                    ¡Estoy viva! Es una rareza, sabés que no me ubico en tiempo y espacio. Tengo curiosidad, cuándo te conocí y dónde nos encontrábamos cuando sucedió? Mi memoria está perfecta, sé que sos mi querida Isabella, pero no me atreví a llamar y disculpá mi sinceridad, me dio miedo que estuvieras tocando el arpa. Soy tan mala para los presagios, que confundo si primero tenés que morirte vos o yo.
   A veces pienso que el tiempo hace que paseemos con abanicos, en vez de celulares y los jóvenes feliciten a nuestras Madres, por tener tan bellas Hijas. Por suerte, ambas no existen, porque ¡cómo nos jodieron la vida! No quiero ni pensar que nos jodan la muerte. Con respecto al espacio, te digo que caminar por el techo es fantástico, para atrapar arañas, sin plumero y tocar la panza de la luna, cuando está llena. Entre otras diversiones.
   Bueno, dejo aquí porque la espalda me está matando, muy irónico. Me voy a dormir a la pared, es donde mejor amanezco. Deseo que tus temblores no impidan que me respondas y continuemos nuestra amistad, en una relación epistolar.
                                            Te mando besos desde algún lugar que ni yo sé.

miércoles, 28 de marzo de 2018

CORTINAS


   Lo único que le rescataban algo de ganas de vivir, eran sus viajes. Mandaba tarjetas mensualmente de Jujuy, Salta o Río Negro, escritas con tina negra, decía obviedades; Mamá por eso, tal vez, leía con gesto indiferente. Él volvía feliz, por unas horas. Todos sabíamos que deseaba partir antes de llegar. Viajaba seguido en el Vapor de la Carrera, tenía un grupo de amigos con ganas de vivir. Se los ve en las fotos sonriendo. A mi madre, el gesto de las sonrisas, la ponía triste.  A Él le gustaba Montevideo y pasaba tiempos solo. Mi madre lo recibía con un beso y sonrisa forzada.
   Mi tía Emma pidió ir de visita, en ausencia de nosotros. Ese día llegamos temprano del colegio. Algo rescatamos, Emma hablaba de derechos, murmullos inaudibles y luego: “…nosotras somos distintas, hay un departamento, justo enfrente.” Dedujimos que tenía dinero para comprar una propiedad. Se escuchaba: “vamos, Laura, lo hecho, hecho está, no llores más. Vos sos perceptiva ¿ni se te ocurrió?” Por último, de mi madre, escuchamos eso: “Que los chicos nunca lo sepan.” Nos intrigaba qué cosa no debíamos enterarnos y porqué no. Si mamá lloraba, debía ser importante. El único dato fehaciente, según mi hermano, era las ventanas de enfrente. Con mucha frecuencia tomábamos los prismáticos para ver de qué se trataba, sólo veíamos cortinas volando y otras cortinas que impedían ver quién vivía allí. Mi padre siguió con su vida nómade por consejo médico.
   La última vez que decidió volver se instaló en la última pieza de casa. Estuvo una semana mirando el techo en la semioscuridad. Mamá le dejaba las comidas cerca de la puerta que él había cerrado con llave. No probaba bocado. Una mañana todos escuchamos un disparo. Era papá, que se había ido de viaje para siempre.  Los ojos de mamá quedaron tristes de todos los días. Ella también miraba las ventanas de enfrente con prismáticos. Le pasaba como a nosotros. Había tantas cortinas que descorrer. Decidimos investigar en la baulera. Había juguetes que no eran nuestros, ropas de bebé apolillada y un zapatito bañado en bronce.
   En nuestro primer día de Universidad vimos salir alguien extraño de enfrente. Tenía la bufanda roja que tejió mi madre, le daba dos vueltas al cuello y lo que nos dejó pasmados fue que era igual a mi padre de joven. Tomamos el mismo tranvía. Bajamos todos en la misma Facultad. Él nos alcanzó y nos preguntó en qué aula se cursaba derecho penal, tenía la misma voz que nuestro padre. Cuando volvimos, entre cómo les fue y el chico igual a papi, mi madre sólo dijo: “En esta familia hubo siempre hijos naturales y a su padre se ve que le gustaba mucho la Naturaleza.”

martes, 27 de marzo de 2018

SE SIRVEN LO NUESTRO


   —Fui capataz de mis vacas, el ojo del amo engorda el ganado, dicen. Las vacas engordaban y el gobierno de la estúpida las adelgazó.
   —No se ponga así, Don Ramiro, este Gobierno lo va a sacar del pozo, ya va a ver.
   —Ya estoy viendo, estamos peor que antes, no hacen nada por nosotros y reparten sonrisas y tocan puertas al pedo. La gobernanta, con esa cara de niña buena, prometió, junto con el otro, bajar las retenciones. ¡Mentira! Las de soja no bajaron y nos subieron los demás impuestos. Estoy pagando mi tierra, cuatro veces más, como si la comprara de nuevo ¿Y sabe cuánto tengo?, dos parcelas.
   —Tiene bastante, Don Ramiro, si no fuera porque a su hermano se le ocurrió lo del tambo, a lo mejor ahora sería rico.
   —El campo se inundó cinco veces, parecía la laguna de Chascomús y las pobres vaquitas, nadaban crol en el agua. Qué me habla de ser rico si estamos como los pobres, los que tienen 6000 hectáreas, esos sí que van a Europa todos los años, sin pagar impuestos ni nada. Son unos hijos de puta, son. Dejo a mis hijos acá y que dios los ayude, saldrán del pozo. No creo que dios exista, si no se borró bien borradito.
   —¿Y usted que va a hacer, Don Ramiro?
   —Yo me subo a mi tordo y me voy a trabajar de peón golondrina, le mando la miseria que me van a pagar, al gurí menor, para que termine la escuela, aunque más no sea. Los demás que aprendan a no servir, sino a ser servidos, como antes mis padres y mis abuelos. Ellos sí que educaron, no como los maestros de mierda que ahora son tan pobres como nosotros…
   —Algunos, Don Ramiro, mis hijas no, por ejemplo, enseñan gratis y llevan la frente alta, no como lagartijas. Ellas son mi orgullo y los chicos mi esperanza.    

lunes, 26 de marzo de 2018

PERSISTENTE


   Virginia venía todos los veranos a la casa de Eduviges, una tía abuela. Me fugaba a su casa, allí sí me daban permiso y si no iba igual. No había un solo rincón de la casa que no tuviera olor a pis. No de gato, ni de perro, ni de loro, era olor a pis de persona.
   La Tía Abuela se sentaba en el alféizar de la ventana: —Les voy a contar la historia de la señora tan rica, que vive en…
   Le tomaba como un freno de mano en el relato, mientras contemplaba el vuelo de una mosca. La espantaba sin un brazo, Eduviges tenía una cara tan horrible, que hasta las moscas huían. Y seguía: —Una casa parecida a un Monasterio y él…
   Frenaba de nuevo. —No sé en qué estaba, seguro que no tenía importancia. Salgan a jugar, usen la casa, la vereda, el placard de vestidos antiguos.
   Virginia abría, pero la ropa tenía un olor a pis de generaciones.
   —Se ve que mis antepasados meaban tupido.
   Eduviges iba a Misa, al llegar a la esquina se dio vuelta y nos miró como cinco minutos, con apariencia de no conocernos. Siguió caminando media cuadra y se dio vuelta y nos miró con curiosidad apagada. Ese día la corrimos. —Hola Eduviges, ¿vas a Misa?
   Contestó: —Voy a visitar a la Sra…
   Pausa, cinco minutos. —No sé quién ni dónde, pero voy.
   Virginia se puso roja: —¿Sabés que nunca se cambia los calzones? Desde que tomé conciencia de los diferentes olores, me di cuenta por qué ningún familiar la visitaba ni la invitaba. Mamá dice que ojalá los perfumes importados tuvieran la persistencia del olor a pis de Eduviges. Toda mi familia piensa que soy una santa en venir a pasar algunos días del verano. Soy desconsiderada con vos, perdoná…
   —Mirá Virginia no sé si es peor, pero cuando viene mi Abuela en el verano, a pasar unos días, mi Madre le hace tazones con dos cajas de Factor AG y no pasa nada. La mía, la ventaja que tiene, es que usa silla de ruedas, te la olvidás en el jardín. Estrategia de mi hermana.

domingo, 25 de marzo de 2018

UTÉRICA


   —Elis, estamos en la lona, si te casás con Ramiro, podemos levantar vuelo.
   Elis era bellísima, solía romper corazones y se le conocieron, al menos, dos suicidios por ella denostar aquellos amores.
   —Mamá, Ramiro es un culo roto, pretencioso y engrupido, mirá si es infiel? Insolente.
   Cuando se terminó el papel higiénico, Elis sedujo a Ramiro, que agarró viaje enseguida. Pasaron la luna de miel en Japón. Ramiro llevó su Secretario, para no retrasar sus negocios. Siempre tenía mesas de acuerdos en Japón. Elis quedaba sola y pensaba: —Si así es mi luna de miel, lo que me depara el después. Este Ramiro no curtió conmigo ni la noche de bodas, adujo que estaba cansado, no tiene cara.
   Lo único que me daba placer, era que mis viejos, gracias a las matufias de Ramiro, se convirtieron en nuevoricos. Pero yo necesitaba otro tipo de placeres. Visto y considerando que con Ramiro no pasaba one, me acosté con el ascensorista, con el chef de cocina, con el conserje, con algún pasajero solitario y dos japoneses juntos, pero respetuosos de sus turnos. Todo esto lo pude hacer porque ¿Quién me conoce en Japón?
   En Argentina Ramiro tomó las riendas y se puso al día con sus deberes maritales, eran lastimosas sus intervenciones, torpe, egoísta e ignorante.
   Volví sin avisar a nadie, en Japón son unos capos, los oblicuos, gracias a un japonés que hablaba español, supe que Ramiro se suicidó. Me hizo sentir pésimo que hubiera un tercero que tomara esa determinación por mi amor.
   Retorné para el sepelio y los cobros de única heredera. Fui citada por el Escribano, leyó el testamento, Ramiro dejó toda su fortuna al Secretario, el suicidio fue porque el Secretario me extrañaba y le dijo que estaba enamorado de mí.
   Los japoneses del Hotel, le contaron mis habilidades culinarias y el Secretario pensó, pelito para la vieja. Nos casamos y abrimos una cadena de hoteles japoneses, incluyendo mis servicios, que a mí no me costaban nada, tengo fiebre utérica. Dentro de dos semanas hago mis votos de castidad y entro en un Convento. Para mí fue suficiente.

sábado, 24 de marzo de 2018

EN LOS ASCENSORES NO SE HABLA


   —Lo traje a Lito para que lo conozcas, te hablé de él dos años y nunca…
   Doris vivía en el quinto, tenía un aura de soledad que dolía, nos cruzábamos en el ascensor y hablábamos pavadas. Se invitó sola a tomar un café a mi departamento. —Si no es molestia para vos, Mechi, necesito tu opinión.
   Vivía con su hijo de cuarenta años, que no trabajaba, tomaba whisky todo el día, no quería bañarse y le sacaba la totalidad de su pensión.
   Doris tomó mis manos. —Decime, Mechi ¿Qué hago?
   Me molesta que me toquen las manos extraños. —Echalo, es lo más sensato.
   Doris quedó peripléjica,…
   Al día siguiente lo trajo, sin previo aviso. Alto, traje de buen corte, pelo mojado y engominado, ojos esquivos. Me besó en la mejilla:
   —Mucho gusto, Mechi, Mami me ha contado tanto de Ud, que es como si la conociera de antes.
   Todo dicho con aliento a whisky y oliendo a medio frasco de perfume vencido. Se fue a los cinco minutos, antes extendió la mano a su Madre, con la palma hacia arriba. Doris abrió el monedero y le dio todo lo que tenía.
   Me saludó: —Nos vemos, Mechi.
   Y cerró la puerta como suya.
   —¿Viste que buen mozo Lito? Olvidate lo que te dije el otro día. Soy de exagerar.
   No me dieron ganas de contestar nada.
   —Me enteré que vienen tus hermanas y esos sobrinos divinos que tanto te cuidan, vienen a dormir, charlan y se ríen.
   Nunca supe cómo sabía de mi flia, pero bueno, cada loco con su tema y cada tema con su loco.
   —Quiero conocerlos, Mechi. ¿No puedo venir mañana, que sé que están todos?
   No me dio tiempo a eludir ese descaro. —Y…bueno, Doris, vení. Vamos a ser un montón.
   Y la muy caradura contesta: —Es un dicho popular, donde caben ocho, caben nueve.
   Mis hermanas charlaban conmigo, de los Tíos del campo, los trabajos, los chicos, en fin, temas comunes en nuestras reuniones.
A Doris nadie le dirigió la palabra, ella pasaba garbosa a la cocina y para todos era como un objeto no identificado. La mañana siguiente, apareció a las ocho de la mañana, con ruleros y una bata abierta.
   —Ay, Mechi, me muero de curiosidad, contame qué te dijeron de mí tus hermanas, tus sobrinos y una señora que se ríe todo el tiempo, ves, ésa no la tenía. ¿Te dijeron algo de mi vestido hecho con mis manos? ¿Y de mi collarcito de perlas sin cultivo?...Mechi, no te quedes con la boca abierta, por favor decime qué opinaron todos y cada uno de ellos.
   No hubo caso, no pude cerrar la boca, pero sí cerrar la puerta, con ella afuera…   

viernes, 23 de marzo de 2018

PARAJODA


   Quedan cosas pegadas de libros, películas, obras de teatro, hay músicas que no suelen acompañar al escritor, aunque algunas notas impliquen palabras. Y los años malignos, con tantos nombres, anécdotas, odios, amores, olvidos, recuerdos, no hay lugar para tanto.
   Me da bronca cuando releo un cuento mío y le encuentro olor a otros autores, de lo que sea. Aunque comprenda que las historias son las mismas de siempre, contadas desde ángulos diferentes, parecen recién nacidas.
   Odio que me interrumpan cuando escribo. Me llaman a comer, estoy desfalleciente de hambre, no me importa, me cortan lo que estoy escribiendo. Una vez relaté una historia de una mujer, que casi se ahoga por lucir unas piedras preciosas y por una intervención como:
   —¡Vení a comer!
   Desfiguró la historia, la mujer terminó comiendo papas fritas, con huevos de esmeraldas.
   Taché todo, desde el principio que tan mal no estaba, hasta el bodrio final.
   Me tomé cuatro rivotriles, el efecto paradojal no me dejó dormir tres días. A los tres, resucité entre los muertos y comencé un cuento tan, tan cursi, que partí la birome y me fui a caminar como loca mala. Soy mala escritora, pero buena persona, en mi caminata no pisé ninguna margarita.

jueves, 22 de marzo de 2018

Y OTRAS CUESTIONES


   —Hace cuarenta años que es mi Secretaria, tenemos confianza de hermanos, de amigos, de ideología y sobre todo moral.
   —¡Escuchá lo que decís! Cuarenta años y me vengo a enterar ahora. ¿Vos que tenés en la azotea?
   Él le contestó: —¡No! Lo tuyo no tiene nombre, hace cuatro años que te pusieron a trabajar, tenés un Secretario, un tipo que recién conocés y te la pone.
   —Por lo menos, nosotros usamos su departamento y a veces hasta laburamos, en cambio vos y esa vieja trola, con la que acordaste tener un dormitorio al lado de la oficina…
   Si ella supiera que mi Secretaria viró a matrimonio hablado y más tarde al silencio comprensivo de los años.
   No quiero lastimarlo, fue un apasionado en los principios. Tuvimos hijos, cambié pañales, les di la teta, tres años a cada uno y pasó el tiempo, me aburrí y decidí trabajar. Un corrupto del gobierno anterior, al que yo escondía mi desprecio, me dio trabajo, los expedientes tapaban el escritorio. Mandaron un Secretario sigiloso y capacitado, los cafecitos de todas las mañanas, eran tácitos. Al año, subiendo una escalera, para buscar la carpeta de un Jubilado olvidado, él me acarició las piernas, temblé, hacía tanto que nada y el abrazo olvidó los expedientes. Fuimos despedidos por inoperantes.
   —¡Sí Uds traban todo kakonchos y el que está ahora se hace el sota!
   Es lo mejor que me podía pasar, no laburar más para delincuentes…vivimos en su departamento, mitad del día y la otra, vuelvo a casa. Él se pone contento y me da besos que me dan asco.
   La Secretaria de él es casada. Mi Secretario también.
   Es toda una espiral que llena de humo para confundir la vida.  
                 

miércoles, 21 de marzo de 2018

LAS CUARENTA


   —Hola…
   —Sí, te escucho, sí estoy nervioso.
   —Tengo el teléfono intervenido y no es q…
   —Sí, sé, pero no me lo digas, nos encontramos.
   —También me siguen, sí, sí, sí, tenés razón, soy un otario.
   —Dónde va a ser? En el lugar que ya…
   —Bueno, me alegro que te acuerdes. Espalda con espalda, no, no.
   —Es por si a vos también. Hablame por el hombro derecho, te contesto por el izquierdo. ¿Qué?
   —No, me parece que la copa hace más aspaviento.
   —Pará, loco, qué te pasa!? Yo me la cogí una vez, una putita, no jodamos…voy para allá, pero cambio de auto, no te lo voy a decir por teléf…sí chau.
   Me suena el celular, justo el Chofer se da vuelta: —Hola…te gastaste en Detective, en autos con tipos raros.
   —Y yo que voy a saber que es tu mujer, gil. Morite, puto.
   El tipo me pega un balazo justo aquí: 
—Chofeer!...Nooo!!!
             

martes, 20 de marzo de 2018

USTED SE HA COMUNICADO CON...


   Viajamos, una vez por mes, a ver a Mamina y Ema. El micro a Buenos Aires me da ganas de vomitar, Papá me pone un pañuelo con perfume, miro a Mamá, le digo: —Voy a vomitar.
   —Ni se te ocurra.
   Le vomito encima, al pañuelo de Papá no le queda ningún lugar limpio y el de Mamá es chico, se enoja: —Es mi ropa de viajar a Bs As.
   Dice que me va a matar, con los dientes apretados. Le pido perdón.
   —No! Qué perdón ni perdón, vos no sos una hija, sos una desgracia.
   Papi le dice que baje la voz, porque los pasajeros miran.
    Cuando llego, me gusta entrar por la puerta de la cocina, donde viven Justa y Raimunda, me saludaron con abrazos, pero duró dos minutos.
    Mami me pellizca finito, para que salude a mis Abuelas. ¡Es de feo! No te abrazan y te dan besos pinchudos, que salen de globitos negros, se llaman lunares, además  me dejan la cara mojada. Paso el primer living, que está de adorno, el comedor, el pasillo, con tantas puertas que marean. Aterrizo en el living de estar. Mamina me pregunta si ya voy al Jardín y Ema: —¿Cuántos años tenés, Patricita?
   Le digo cinco y me contesta que ella pensó que diez. Papá se va a Tribunales y Mamá a visitar las mellizas. Ema llama a los dos chinos y encarga tostados de jamón y queso. Vienen rápido. Mamina se pone un plumero en la cabeza, con el mango metido en la espalda.     
   —Juguemos a las visitas, vos Ema, ponete el bonete chino…
   No hay señal cuando es la infancia, se corta y me pongo grande, porque llega mi hijo y hace tanto, sin avisar. Nunca le conté lo de mis padres, sólo sabe que militaban, no los mataron, murieron mucho después en un accidente de auto.  Ahora no importa. Me abraza y le doy un beso, me mira fijo la mejilla. —Mami, tenés un lunar con un pelo pinchudo, como me dijiste de las Abuelas. La semana que viene te lo saco, para eso me hiciste cirujano. Trabajo con láser, en el primer mundo, las técnicas son no agresivas, le voy a dar un poco a toda tu cara, vos te la dibujaste triste, yo te llevo conmigo a Rumania, necesito un poco de infancia. ¿Qué loco, no?...

lunes, 19 de marzo de 2018

LO MEJOR


   Trabajar todos los días, ni en pedo. Trabajar es una mala palabra, si la separás, en un episodio de sensatez: “traba” de trabar y “bajar” de hundir.
   Te paraliza y te hunde la vida, por si no fui coherente. Le doy bola sólo a mis ganas. Se cruza una bahía azul, queda en Isla Mauricio, aterrizo al día siguiente, tengo un amigo sinvergüenza, que tiene un avión privado.
   Eso ocurre si movés todo el tiempo, conocés gente piola, generosa, o gente gris avara. A estos últimos no les des importancia, saludás igual, el saludo no se le niega a nadie. Puede que te cruces con un cana buena onda y le des un abrazo.
   Al día siguiente te encontrás con la mochila vacía y pensás que fue él. Agarraste para el lado más bestia de la vida, la Srta que te sedujo anoche, vació tu mochila, y sí, hubo un polvo a cambio, pero te salió carísimo.
   Tejer y destejer, andar y detenerse, cuando lo desees le ponés gran angular a la vida, que es angosta, sobre todo para un tipo como yo, que tengo cáncer y me dieron dos meses, con suerte. Esto último, siempre me faltó.  
                   

domingo, 18 de marzo de 2018

VILLANOS


   Es un hall con siete escritorios y máquinas de escribir que usan a la mañana, a la tarde Mami toca el piano, las teclas son alargadas, las de las máquinas de escribir eran parecidas, nada más que redondas. Deben ser parientes que tocan mal.
   Hay un toldo que se corre con soga y una estatua de bronce recontrapesada, con un dedo que señala, por suerte vive en un banco altísimo. Mi hermano más grande corrió la lona verde y enroscó la soga a la estatua, escuché las risas y me dio bronca que no me invitaran a jugar. Gritaban: 
—¡Vamos al Anciano todavía!
   Me dicen Anciano porque nací con pelo blanco. Mi hermano cerró la cortina y la estatua cayó en mi cabeza, con el dedo que señalaba, me marié, como cuando tomo los restitos de vino que quedan en las copas, al final de una fiesta. Salieron todos y me miraban como a una película de terror. Sentí que la sangre me inundaba los ojos, las orejas, la nariz y mi Mamá, que le pedía a mi hermano gasas blancas. —Tenele apretado.
   Subimos al auto y me llevaron al Instituto Médico Platense, donde nacimos todos, mi hermano se sacó la camisa, porque las gasas chorreaban. Enseguida vinieron las Enfermeras y un Médico, me pusieron tres inyecciones que dolieron. Dicen mis hermanos que me anestesiaron y me cosieron. Tenía una herida en forma de cruz. Me duele, ahora que se me fue la inyección y me da cuiqui, porque viene lo de ver si tengo algún hueso roto.
   El Doc me explicó que había dos fisuritas y me pellizcó un cachete. —Tenés la cabeza de fierro, Anciano.-Y se reía, el nabo-.
   Tomaba pastillitas para el dolor, bastante ricas y me regalaron un camión de guerra, un fuerte, soldaditos, siete autitos, bolitas, bolitas chinas y bolones. Un tiro al blanco. Cada amigo o pariente que me visitaba, me traía algo de regalo. Mi Padrino, una bicicleta.¡Uácala!
   A mis hermanos los dejaron sin vacaciones y se turnaban para ponerme paños fríos en la cabeza. Por suerte no se me abolló.
  Y que te atienda todo el mundo, es lo mejor que me pasó en la vida.    
                 

sábado, 17 de marzo de 2018

DESPUÉS TENGO PESADILLAS


  Los sábados, Justa, la misma niñera que lo crió a Papá, me bañaba, me secaba, me ponía una camisita con corbata y me peinaba bien tirante para un costado. Luego un palmada en el trasero. 
—Vaya, vaya a jugar. Pero sin ensuciarse, hasta la esquina, nada más y vuelva a tomar leche Prima, tibia, con vainillas.
   No había nenes para jugar, en toda la cuadra, ni árboles de ramas bajas para trepar. Cerca de la esquina salió una señora linda, con un sombrero de paja y una flor roja, parada con un alambre. Me dio bronca porque me puse colorado. Me doy cuenta porque se me calientan los cachetes.
    No preguntó cuál era mi nombre, eso me gustó. Se inclinó y me agarró la mano, decía: —Qué linda manito que tengo yo, chiquita y bonita que Dios me dio.
    —No Señora, me la dio mi Mamá, que siempre dice que Dios no existe.
   Preguntó si quería ver una fuente con sapos, que tenía en un patio.
   —Si son sapos de mentirita, sí. Si no, no.
   —Quedate tranquilo, son de yeso.
   La fuente era muchísimo más grande que mi pileta y los sapos tenían la boca abierta y les salía agua que mojaba unos ángeles de mentirita. Si eran de verdad, seguro que volaban, les tiraban más agua que la que usa Justa para bañarme. Se escuchó un timbre y otro y otro. La Señora dijo: 
—No voy a abrir la puerta porque seguro que te llevan.
   Me dio miedo, la Señora me encerró…ella dijo: 
—Voy a atender, me vuelve loca tanto timbre.
   Afuera estaba Justa, con un Policía. —¿Ve Sr Policía? Esta loca secuestró al niño.
   El Policía retaba a la Sra del sombrero. Justa me llevó en brazos hasta mi casa. —Es la última vez que lo dejo salir solo, le puede pasar cualquier cosa.
   —¿Qué es cualquier cosa?
   Contestó: —Cualquier cosa, es cualquier cosa.
   No le entendí nada, me dio lástima la Sra del sombrero, que el Policía la retara, si era buenísima.
   No entiendo por qué Justa me trata de Ud, si soy chiquito…

viernes, 16 de marzo de 2018

TENGO CINCO PARA SEIS



   No sé por qué, Mamá le grita todo el tiempo que está en casa. No le gusta tomar sopa nocturna con él, hace mucho ruido cuando absorbe con la cuchara, a mí me encanta y le copio los sonidos, jugamos a ver quién hace más ruido. Es mi Papá y mi mejor amigo, los demás son aburridos. A él se le ocurren cosas divertidas, cruzamos la Plaza Moreno, que es enorme, llueve y él camina rápido, mirando al cielo dice: —¡Nos está bautizando Dios! Pedile lo que quieras y él te lo cumple.
   Bueno, le pido: —Diosito, hacé que mi Mamá sea buena.
   Papá dice: —No Patricita, los deseos no se piden delante de otro, porque no. Además no es mala, es histórica.-Y se ríe, yo también me río porque si él lo hace, debe ser comiquísimo-.
   Volvimos y estaba furiosa: —Se van a enfermar los dos y voy a tener que cuidarlos, vos, Jorge, sos un irresponsable!
   Papá no dice nada, pero pone a secar la ropa en la estufa. Los domingos vamos a Misa,  Mami no porque dice que ella no necesita. Me encanta la Misa Cantada y el olor del humito. Tengo un poco de vergüenza cuando Papá saca el pañuelo del bolsillo interno, lo abre como una sábana, se suena la nariz y mira lo que le salió, será para ver de qué color es. Después lo dobla, lo guarda y ahí me explico su pañuelo externo de tres puntas, es para salir.
   Después cruzamos a la Plaza y nos ponemos debajo de un árbol de “eucaliptus medicinal”. 
—Respirá todo lo que puedas, porque este olor te cura el resfrío.
   Son raros mis Padres, yo duermo al lado de la pieza de ellos. Que no se dicen ni hasta mañana. En medio de la noche, me despiertan ruidos de elástico de metal, que saltan, pienso que es una pesadilla. Mami hace los mismos sonidos que mi gatita blanca y Papi resoplos de caballo. Cierro fuerte los ojos y me tapo la cabeza con la almohada, no quiero escuchar, me da miedo. Mamá, a veces tiene manchas rojas en el cuello, eso sí le pregunto, dice que son ronchas de mosquitos culpa de Papá.

jueves, 15 de marzo de 2018

GORDO INFELIZ


   Entiendo que para un tipo que madruga, oír un zorzal antes del amanecer, después de la medianoche, o que se cope con cantar la noche entera, es exasperante.
   Una madrugada se escuchó un disparo, no le di importancia, tenía más sueño que curiosidad. Me desperté a las ocho. Mientras la pava paveaba, hice igual mirando hacia el fondo del jardín. Bajo el aguaribay, el banco de plaza y zorzal esperando en el respaldo, éramos íntimos amigos. Cuando quedé viudo, la reemplazó en la ceremonia del mate. Zorzal, así era su nombre, tenía una fuente blanca que perteneció a mi Bisabuela, yo le vertía agua filtrada. Se daba unos baños regios, con alas desplegadas, batiendo el aire. Le gustaba tocar el fondo con las patas y el cuerpo fuera.
   Luego del baño reposaba en el banco, lejos de la pava, cerca de mí. Esa mañana me esperaba, muerto y sangrando. Aquel tiro madruguero fue para Zorzal.
   Como vivo solo, aproveché, me cagué en eso de que los hombres no lloran y fue tanto que se me terminaron las lágrimas.
   Con la molicie que dan los años, hice una corona de cristo, con una planta que lleva ese nombre. El domingo, el vecino asesino, estaba haciendo su asadito, había música berreta y dos niños gritando. Me trepé al árbol, lindando con su cabeza, que casi besaba los chorizos y le enjareté la corona, sin culpa.
   Lo vi de lejos, parecía un cristo de estampita, le caía sangre desde la cabeza, hasta la panza grasuna.
   Cuando el tipo llegaba del laburo, le ponía al mango la canción de María Elena Walsh: “El que mata a los pajaritos…”
   Ahora tomo mates con zorzalini y dos hermanitos, pero no tengo la seguridad que sean sus hijos, porque mi jardín, ahora, tiene una invasión de zorzales, que mis oídos agradecen.
   Una mañana, llegaron los niños del Colegio y preguntaron: —Mamá, la Maestra nos dijo que el que mata a los pajaritos, debería ir preso. ¿Es cierto?
   La Madre les contestó que la Maestra tenía razón y que su Padre…, bajó la voz. No escuché el resto. Pero algún quilombo hubo, seguro.

miércoles, 14 de marzo de 2018

ALCANZAME LA MEMORIA


   La bruma es el piloto de la memoria. Había una Enfermera que me daba servicios de niño, traía el desayuno, una tostada y un té lleno de vapor. 
—Esto está hirviendo, Alma, no lo podré tomar.
   Ella decía que no estaba caliente, era la bruma, me sacaba los mocos de la nariz, que aterrizaban en un pañuelo.
   Los Médicos pasaban diariamente, haciendo una sonrisa dibujada a mí y sosteniendo las mandíbulas con un: —Ejem…ejem…
    Nunca les preguntaba, me daban miedo. Prefería las respuestas de Alma: —¿No me podés decir cuántos días más tengo que estar?
   Ella contestaba, antes me bajaba el párpado inferior de los ojos, me hacía abrir grande la boca, tomaba la fiebre y hundía sus dedos suaves en toda mi barriga. —Para mí no tenés nada, tu Tía Cata pide que te quedes, hasta que se te vayan las ojeras. Ella tiene ojeras, tu primo tiene ojeras. No es de mala, los Médicos le dicen que necesitás un día, dos, una semana. Saben que la Sra Cata tiene mucho dinero y se aprovechan. Más tiempo permanecés acá, más plata le cobran.
   Me dio tos al enterarme. Les iba a contar a mi Tía y a mi primo, pero Alma me hizo jurar que no lo haga, porque la echarían del trabajo.
   Al día siguiente, Alma no me trajo el desayuno, debía estar en ayunas. —Hoy no hay bruma y la extraño. ¿Me van a poner muchas inyecciones, Alma?
   Ella me dijo que una sola y no iba a doler nada, porque la aguja era de seda, curaba todo. Y volvía a mi casa. Me parece que dijo casa, porque escuché: ca… y después vi que Alma estaba rodeada de bruma y se alejaba, la llamé para ir con ella, pero la bruma me tapó la voz…

martes, 13 de marzo de 2018

UNA MUJER SOSPECHOSA


   Me presentaron el último bebé recién nacido, envuelto en tanta zarandaja blanca, apareció su cabeza negra violeta. Africano, no cabía duda. Mi mujer lo tenía en brazos y pedía que lo mirara: 
—De este color es el primero, acércate, parece un angelito.
   Yo no podía entender aquella contradicción, una infidelidad indiscutible y me tragué esa mentira tanto tiempo. Mi trabajo de Marino Mercante, me impedía llevar a mi mujer conmigo. A través de amigos, reconocidos como autoridades político laborales, obtuve el beneficio de viajar con ella donde fuera. Parábamos en lugares tropicales, helados, húmedos, permanentes, o estables. La mayoría de los viajes yo debía permanecer en el barco. Ella tenía mi autorización de recorrer hasta la nueva partida. Era una mujer desenvuelta, de aspecto puritano y distinguido. Volvía con retornos cada vez más tardíos. Ella no explicaba, yo no preguntaba. Tenía debilidad por el Capitán: —No sabés que hombre grande y generoso es el Capitán de este barco.
   Su sinceridad no podía descreerla, ella me quería. Y yo, a pesar de mis celos, le creía. Había algo que ocultaba, era indudable. El último viaje que hicimos mi mujer no quiso volver a nuestra casa: —Tenemos   la casa de mis Abuelos, tan llena de sol, tan inmensa.
   Dudé, tal vez había perdido la razón. Ese día llegó un transporte con niños de todos los colores. —¡Mis queridos hijos! -Y todos corrieron al abrazo- La comida de aquí es más rica que la del barco. Cada tres niños habrá una habitación con su baño. Tendrán Maestros de su tierra, que los educarán en su idioma, a cambio de que ustedes aprendan el nuestro.
Miré el espectáculo y no pude creer lo que aquella mujercita inquieta había logrado. Trajo niños de los países que comían de la basura, hijos que perdieron a sus padres, en guerras o de hambre.
   Me sentí un avaro miserable. No podíamos tener hijos. A cambio, ella adoptó cincuenta. Dios, nos premió con un hijo propio, que le encantaba decir que tenía cincuenta hermanos.

lunes, 12 de marzo de 2018

♯8M

                              
   Las mujeres me resultan insoportables, empezó con mi Madre, vieja tramposa, mano larga, gritona, hasta la llegada de Papá, que se ponía más repugnante que dulce de leche, mazoca. Bajaba la voz, la muy zorra, le gustaba Papi porque la engañaba hasta con la mujer de al lado, la hija de la Portera. Peor la trataba, más se enamoraba y si la cagaba a trompadas, gozaba como un orgasmo o varios. Dependía de la cantidad de trompadas.
   Un día llegué temprano del Colegio, abrí la puerta de su dormitorio, ella estaba atada con alambre de púa y hacían un sexo muy retorcido. —¿Qué mirás, tonta? Rajá de acá y cerrá.
  Mi viejo era normal, me llevaba a ver dibujitos animados, visitábamos a su Madre, mi Abuela, que olía a violetas y me hacía licuados de  durazno. Cuando volvíamos a casa, yo notaba cómo le subía la vibreta, mal.  
   Me enseñaron a manejar y comprendí que había mujeres volantes, más perversas que mi Madre, de esas que te ceden el paso y vos le aceptás y ellas no te lo ceden ¿o te lo ceden? Siempre me chocan las rubias taradas que no van a ningún lado, sólo jugaban a cagarme, como histéricas de libro. Fue difícil, pero encontré un novio gordo, enano y bueno. Mis cuatro amigas de mentira, nunca escuché tantas juntas, se lo avanzaron, no por sus cualidades, sino para joderme como hacen las gallinas. Quedaron embarazadas, parece que el buen hombre guardaba esperma para tirar para arriba. Yo tuve la desgracia de embarazarme tres veces, con hombres que no recuerdo, en las eco, las tres eran mujeres.
   Un amigo Médico y hábil produjo mis abortos. Me pidió que usara anticonceptivos, le dije que sí, pero me olvidaba, llegué a tomar uno por semana. Peligro no corría. Nadie me daba bola, por fea y de contestaciones desagradables.
   Estoy sola, suspendí el área de amigas. Apareció en mi vida, un tipo intelectual que parecía una Facultad ambulante. No teníamos sexo, pero nos hablábamos el Universo.
   Un invierno de frío, concluímos que sexo no, pero si no había acolchados, nos amuchábamos. Pensé que mi panza se hinchaba por mi constipación permanente, fue un equívoco, parí una hija. Ahora tomamos café con Perlita, que tiene nueve meses, se sienta derecha en silla común e interviene con palabras cortadas, en aquello que hablábamos del Universo.                        

domingo, 11 de marzo de 2018

DESCARGA


   Entró con olor a cuero un día de miércoles. Paloma estaba a cargo del negocio, el tipo metió la mano en la campera mejicana. —Acá tengo un revólver, dame la caja, pendeja y guardá esa cara de orto para situaciones mafiosas. Esto es por necesidad.
   En la esquina de la zona comercial, otro tipo asalta una casa de biyuta. Enfrente dos malchicos se dedicaron a dejar sin un mango a una Sucursal de Carrefour. Los clientes se llevaron la mercadería necesaria y más, alentados por la huida de los custodios.
   Por más reja, cámara de seguridad y alarma, nada detenía a los delincuentes.
   Algunos dueños guardaban un arma bajo mostrador. Sus epitafios decían “No te defiendas, porque te hacen”.
   Zona liberada? 
   La Gobernadora hizo una limpieza policial, muchos quedaron sin el no-trabajo, cientos afuera. Se organizaron los tipos, con bronca y sin piedad. El caos se produjo cuando balearon, trompadas porque sí, a transeúntes y gente que esperaba el micro.
   Produjimos charlas con familiares y amigos, la mayoría como mi hijo, decía: —Hay que saber andar entre las balas, el peligro late en el planeta, Mamá, es igual cualquier otro lugar.
   Mi tía Ema, lúcida sensata y práctica, contó que su vida en este país, lo descansaba por un tiempo en otro. Aprendió a pensar en muchos idiomas, estudió con rigor, se casó ocho veces y volvía a su querida Argentina. Hasta que el primer disgusto lo descargaba con una buena puteada y sacaba un pasaje a otro país, que finalmente la hastiaba, el último fue Inglaterra. Una mujer valiente y aguerrida. Tomé su ejemplo, el mundo no tiene fronteras, las fronteras viven en nuestras cabezas.
   Igual tengo instalado en la memoria, que Argentina es una putada.

sábado, 10 de marzo de 2018

CARPE DIEM


   Decidí hacer durante veinticuatro horas lo que mis ganas quisieran. Crucé a la plaza de mi infancia, la única con hamacas de madera salada y cadenas largas. Tomé envión y cuando me iba a preguntar el después, aparece él, que me empuja lejos, lo reconocí porque su impronta en mi espalda permaneció.
   —Es tan grato verte…
   Lo informé: —Hoy es mi día de silencio, pido que lo respetes.
   Los años acotaron su imprudencia y no habló más. Me seguía él y yo esperaba. Fuimos al bosque de antes, los alcanforeros habían crecido tanto, que dieron ganas de zambullirse, fue mutuo, me rozó la frente con su mano derecha. Reprodujimos nuestro primer encuentro, él era célibe y yo mentí mi virginidad.
   Estuvimos al borde del amor, tan parecido al sexo. Dejamos doce veces que nuestros cuerpos hicieran cabriolas memorables. Cuando el campanario dio las cinco, partí con un beso rasante. Él, siguió con la cabeza entre sus piernas flexionadas. Me toqué el hombro y tenía gotas saladas. Eran de él, cómo me hubiera gustado volcarlas en un frasquito, para siempre.
   Llegué corriendo y vi a mis hijos subir al auto de su padre. No terminaba el día. Entré al Bar sin ochava y tomé tres copitas de Grapa Valle Viejo. Mientras el alrededor se borraba, traté de recordar el nombre, la dirección, el celular, en qué lugar nos conocimos.
   …Un paisano dijo: —“Son las doce y sereno”, ja ja. -Me miraba y se reía-.
   Volví caminando ondulado. No entré a casa, me derrumbé en el jardín. Escuché una voz lejana: 
—Papá!, Mamá se durmió en el jardín.
   Él le respondió: —Traigan la bolsa de dormir y una almohada. Pidió un día libre, le dije que sí, siempre adentro, se lo merecía, pobre.
   —Sí, todo bien, Papá. –Dijo Isa, la más grande-. Pero a mí me parece que se fue de mambo.
   Pensé que tenía una hija arpía, como casi todas las mujeres.

viernes, 9 de marzo de 2018

A MANO


   Nunca fui un hombre de perfil bajo. Ni alto. Mi perfil es narigón y mentón en fuga. Tenía trabajos sin importancia fui boletero, cartero, verdulero, empleado público, ése fue el peor. Los trabajos son para poder pagar una cuasi bohardilla. Cuadernos rayados y biromes, escribía de noche. Llegaba al laburo semidormido, me encerraba en el baño, bajaba la tapa y recuperaba el sueño perdido. Soy una persona tan insignificante, tan evanescente, que me fundo en las paredes. Tuve un jefe perseguidor y yo era su punto de mira. Vivía entre sus cejas, el odio que me guardaba. Le dieron el traslado, el puesto quedó vacante. Hace seis años que nadie ocupa ese lugar. Es un regalo no tener jefe y ser el único empleado de nadie. Escribía mis textos durante horas de trabajo. Al llegar la noche sentía que esa negrura, permitía que lo hecho durante el día sufriera tantas tachaduras, al punto de no entender mi propia letra, ni guardaba memoria del tema.
   Me peleo conmigo y escribo un cuento de una sentada (lo dijo S.Schewblin), le acierto mejor. Soy de irme por las ramas, mi deseo es escribir lo que no se dice y en eso estoy. Escucho la voz de mi mujer que grita: “¡La plata no alcanza!” No sé en qué momento de mi escritura, apareció esta mujer, que seguro es mi mujer. Por suerte no me cortó nada. Sigo con mi próximo cuento “La mujer olvidada” Tengo el material a mano, la mano que aprieta su cuello y ella muerta sobre mis papeles.

jueves, 8 de marzo de 2018

EPIFANÍA


   Mis zapatillas, suela de goma, tenían réplica, alguien ágil me seguía, pensé por qué, para qué y me di vuelta. Alto, con ojos verde triste y manos que pedían, no dinero, algo del cuerpo.
   —Si querés violarme me niego, primero corresponde la boda. Son dos preguntas y una respuesta. ¿Te casás conmigo? ¿O no te casás? Cuando diga tres, quiero la respuesta.
   La respuesta fue sí, con voz ronca de hombre joven.
   Me tomó de la mano, por sorpresa sacó un anillo y lo deslizó en mi anular, era una piedra azul de engarce perfecto. Compromiso. Él me conocía del trayecto a mi trabajo diario. No se le ocurría ninguna excusa, sólo me miraba como cualquier otra mirada, mezclado entre los transeúntes.    
   Vivo sola y hago lo que quiero, mi ídolo es el Lobo Estepario, con alguna limitación, la ciudad de estepa no tiene nada.
   El lunes, que es día de empezar, nos casamos. A la Jueza le abreviamos el trámite, le pedimos que firmáramos, que era ”sí” posta y perdíamos el avión si tardábamos. Los Padrinos, dos personas de la calle, desconocidos pero se rieron. Bien, si no nos reímos, la idea de suprimirse nos ocupa la terraza.
   Vivimos días de vino y de rosas. Él se enfermó.
   Quedé viuda, mis zapatillas son las mismas del principio. A veces me siguen, corro a mi casa. Otra convivencia, otra cara, otra voz, olor, costumbres. Prefiero yo sola.

miércoles, 7 de marzo de 2018

HUMAUACA


    A los doce, fueron en tren todos los alumnos de un Proyecto Experimental de Maestras Pedagogas, un Profesor de Educación Física y un Médico.
   Yo también fui, pero me sentía espectadora y no era de mi gusto andar con los grupos que se formaban con espontaneidad. Todos los compañeros recibían correspondencia semanal de sus padres. A mí no me escribían ni Pa ni Ma.
   Extrañaba tanto, que el Doc Rodén se sentaba en alguna piedra y aseguraba que mis padres me querían mucho y tal vez no escribían porque les temblaban las manos de emoción y no podían. Roque, el encargado de dirigir las caminatas, se enojaba conmigo porque decía que mis piernas iban por un lado, en una dirección y mi cabeza miraba a otro lado.
   Tenían dificultades para que me atuviera a las consignas y logré un menoscabo tácito de docentes y compañeros. Bordeando un cerro sin camino, caí en un colchón de cactus con espinas de todos los tamaños. Me pusieron en una zona lisa y con el equipo de adultos, sacaron tantas espinas que se hizo de noche. Armaron campamento, carpas de tres, mis compañeras eran insufribles, roncaban como caballos, mientras yo lloraba en silencio.
   Recorrimos la Quebrada, hasta el último pueblito. Todos querían seguir y yo quería un pronto regreso.
   Estaba mi viejo solo, esperando en la estación, me dio un beso en la frente. —Qué mugre, hija, te saludo con todo mi cariño después que te bañes.
   Mamá me lijó con bronca, porque el bebé lloraba. Papá me entregó la correspondencia, eran quince cartas escritas a máquina, mejor que no las recibí, la gente que uno quiere debe escribir manuscrito. Los sobres estaban atravesados con un sello que decía: “Dirección Desconocida.” Si esas cartas, hubieran llegado a tiempo, no habría sido un infierno.
   Editaron unos fascículos de Eudeba, relatando la experiencia y bien detallado, con nombre y apellido, no vaya a ser, describieron que el único caso de inadaptación fue el mío. Mis padres escondieron la revista y a los cincuenta años, la encontré en una bibliolimpieza, escondida, con olor a vergüenza.  

martes, 6 de marzo de 2018

NO SÉ QUIÉN SOS


   Terminaron en una casa de aspecto tétrico, infinitas terrazas y habitaciones, que daban a un jardín geométrico y aburrido.
   El matrimonio de Lucy y Pietro fue muy unido, ingresaron como desconocidos. Andaban cada uno por su lado, a veces se saludaban y otras no. Durante las comidas, Lucy se sentaba en una mesa, sola y de espaldas en otra, Pietro. Nunca hablaban. Cuando venía la hora del baño, Lucy usaba el de su cuarto y él, lo hacía en cualquier otro, de señoras buenas mozas. Se secaban desnudos en los pasillos, sin importar las miradas ajenas. Si alguien insistía con el asombro, Pietro le hacía pis, tenía una puntería excelente. Era el único momento en que Lucy lo admiraba y aplaudía como una niña. Tomados de las manos, él inclinaba la cabeza  y ella respondía con saludo de princesa. Dormían juntos en una cama de dos plazas, como todas las parejas.
   Por la mañana, como dictaba el protocolo, aparecía el Médico encargado del control de salud de los viejos, les tomaba la presión, el ritmo cardíaco, escuchaba los pulmones, a los hombres, pecho y espalda. A las mujeres sólo espalda, todas se negaban a que el Doctor les apoyara la cabeza en el pecho, por pudor.
   Un día Lucy tomó el puño del Médico, con más fuerza que un joven.
   —Doctor, me preocupa ese señor tan amable, respetuoso, pero encuentro que no hay derecho a dormir con un desconocido.
   —Querida Sra Lucy, usted duerme con su propio marido, tal vez lo ha olvidado.
   —Eso no es posible, Sr Docto, él murió hace años, es más, fue cuando Tomás Pérez Conde escribió “Cien Años De Terquedad”, tal vez no lo recuerde, era muy chico. Ud que conoce la cúpula del Nosocomio, ¿no podría cambiar mi compañero de cama, por uno joven y buen mozo, en edad de merecer?
   —Sra Lucy, la respuesta es no, pero agradezca que su marido, no tiene alzhéimer.   

lunes, 5 de marzo de 2018

ÚLTIMA MORADA


   Soy de la época del teléfono de baquelita con ruedita, lo cambiaron por el de teclas numeradas, ahí apareció él, que marcaba y me alcanzaba el tubo.
   Hablaba con mis amigas y supe cómo se cortaba, de mirar. Las canillas fueron otra pesadilla, la confusión entre F y C, terminaba mis duchas con agua fría.
   Llegaba tarde o temprano a cualquier lado, me cambiaron el reloj de números cuando por fin los aprendí. Me regalaron uno con números digitales, que por suerte él, me los enseñó de memoria. Soy frágil de recuerdos, él optó por pasar a buscarme, cuando debía ir al Banco, donde siempre cobré de menos, para mí uno de 50 o de 500 daba igual, a veces le devolvía al Cajero, pensando que me daba demás.
   Él, me esperaba con el numerito en la mano y por más que se rompiera la cabeza, no entendía dos cosas: cómo había pasado sin número y por qué me habían bajado tanto el sueldo. Él decidió hablar con el Gerente, pero nunca estaba. Cuando quiso hablar con el Presidente del Banco Nación, una Secretaria, con respuesta más expandida, le dijo que el Gerente y el Presidente, estaban en Dubai y desconocían cuando volverían de su gira. Llegamos a pobres de toda pobreza. Él no lograba explicarse cómo era tan hábil para perder y tan bestia para ganar.
   Yo estaba grande y necesité compensar mi ignorancia numérica y gramatical. A él le asombró que fuera a una casa funeraria, para comprar mi propio ataúd. Elegí el más barato, que por torpe, resultó el más caro. Cuando morí en la intersección de tres calles desconocidas, escuché cómo él bajó la tapa del ataúd y le puso tres cerrojos. Dio la orden de hacer un pozo de medio kilómetro y allí quedé. No esperó mi frío y se casó con una académica  que conocía las cuatro operaciones y el abecedario completo. Él necesitaba saber y lo bien que hizo.
   Yo le había quitado todo. Se casó en bolas, la académica era avara y yo, con estado confusional alto, le había dado toda su ropa a los recolectores.