Mis zapatillas,
suela de goma, tenían réplica, alguien ágil me seguía, pensé por qué, para qué
y me di vuelta. Alto, con ojos verde triste y manos que pedían, no dinero, algo
del cuerpo.
—Si querés
violarme me niego, primero corresponde la boda. Son dos preguntas y una
respuesta. ¿Te casás conmigo? ¿O no te casás? Cuando diga tres, quiero la
respuesta.
La respuesta fue
sí, con voz ronca de hombre joven.
Me tomó de la
mano, por sorpresa sacó un anillo y lo deslizó en mi anular, era una piedra
azul de engarce perfecto. Compromiso. Él me conocía del trayecto a mi trabajo
diario. No se le ocurría ninguna excusa, sólo me miraba como cualquier otra
mirada, mezclado entre los transeúntes.
Vivo sola y hago
lo que quiero, mi ídolo es el Lobo Estepario, con alguna limitación, la ciudad
de estepa no tiene nada.
El lunes, que es
día de empezar, nos casamos. A la Jueza le abreviamos el trámite, le pedimos
que firmáramos, que era ”sí” posta y perdíamos el avión si tardábamos. Los
Padrinos, dos personas de la calle, desconocidos pero se rieron. Bien, si no
nos reímos, la idea de suprimirse nos ocupa la terraza.
Vivimos días de
vino y de rosas. Él se enfermó.
Quedé viuda, mis
zapatillas son las mismas del principio. A veces me siguen, corro a mi casa. Otra
convivencia, otra cara, otra voz, olor, costumbres. Prefiero yo sola.

No hay comentarios:
Publicar un comentario