jueves, 8 de marzo de 2018

EPIFANÍA


   Mis zapatillas, suela de goma, tenían réplica, alguien ágil me seguía, pensé por qué, para qué y me di vuelta. Alto, con ojos verde triste y manos que pedían, no dinero, algo del cuerpo.
   —Si querés violarme me niego, primero corresponde la boda. Son dos preguntas y una respuesta. ¿Te casás conmigo? ¿O no te casás? Cuando diga tres, quiero la respuesta.
   La respuesta fue sí, con voz ronca de hombre joven.
   Me tomó de la mano, por sorpresa sacó un anillo y lo deslizó en mi anular, era una piedra azul de engarce perfecto. Compromiso. Él me conocía del trayecto a mi trabajo diario. No se le ocurría ninguna excusa, sólo me miraba como cualquier otra mirada, mezclado entre los transeúntes.    
   Vivo sola y hago lo que quiero, mi ídolo es el Lobo Estepario, con alguna limitación, la ciudad de estepa no tiene nada.
   El lunes, que es día de empezar, nos casamos. A la Jueza le abreviamos el trámite, le pedimos que firmáramos, que era ”sí” posta y perdíamos el avión si tardábamos. Los Padrinos, dos personas de la calle, desconocidos pero se rieron. Bien, si no nos reímos, la idea de suprimirse nos ocupa la terraza.
   Vivimos días de vino y de rosas. Él se enfermó.
   Quedé viuda, mis zapatillas son las mismas del principio. A veces me siguen, corro a mi casa. Otra convivencia, otra cara, otra voz, olor, costumbres. Prefiero yo sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario