—Lo traje a Lito
para que lo conozcas, te hablé de él dos años y nunca…
Doris vivía en
el quinto, tenía un aura de soledad que dolía, nos cruzábamos en el ascensor y
hablábamos pavadas. Se invitó sola a tomar un café a mi departamento. —Si no es
molestia para vos, Mechi, necesito tu opinión.
Vivía con su
hijo de cuarenta años, que no trabajaba, tomaba whisky todo el día, no quería
bañarse y le sacaba la totalidad de su pensión.
Doris tomó mis
manos. —Decime, Mechi ¿Qué hago?
Me molesta que
me toquen las manos extraños. —Echalo, es lo más sensato.
Doris quedó
peripléjica,…
Al día siguiente
lo trajo, sin previo aviso. Alto, traje de buen corte, pelo mojado y
engominado, ojos esquivos. Me besó en la mejilla:
—Mucho gusto,
Mechi, Mami me ha contado tanto de Ud, que es como si la conociera de antes.
Todo dicho con
aliento a whisky y oliendo a medio frasco de perfume vencido. Se fue a los
cinco minutos, antes extendió la mano a su Madre, con la palma hacia arriba.
Doris abrió el monedero y le dio todo lo que tenía.
Me saludó: —Nos
vemos, Mechi.
Y cerró la
puerta como suya.
—¿Viste que buen
mozo Lito? Olvidate lo que te dije el otro día. Soy de exagerar.
No me dieron
ganas de contestar nada.
—Me enteré que
vienen tus hermanas y esos sobrinos divinos que tanto te cuidan, vienen a
dormir, charlan y se ríen.
Nunca supe cómo
sabía de mi flia, pero bueno, cada loco con su tema y cada tema con su loco.
—Quiero
conocerlos, Mechi. ¿No puedo venir mañana, que sé que están todos?
No me dio tiempo
a eludir ese descaro. —Y…bueno, Doris, vení. Vamos a ser un montón.
Y la muy
caradura contesta: —Es un dicho popular, donde caben ocho, caben nueve.
Mis hermanas
charlaban conmigo, de los Tíos del campo, los trabajos, los chicos, en fin,
temas comunes en nuestras reuniones.
A Doris nadie le dirigió la palabra, ella pasaba garbosa
a la cocina y para todos era como un objeto no identificado. La mañana
siguiente, apareció a las ocho de la mañana, con ruleros y una bata abierta.
—Ay, Mechi, me
muero de curiosidad, contame qué te dijeron de mí tus hermanas, tus sobrinos y
una señora que se ríe todo el tiempo, ves, ésa no la tenía. ¿Te dijeron algo de
mi vestido hecho con mis manos? ¿Y de mi collarcito de perlas sin cultivo?...Mechi,
no te quedes con la boca abierta, por favor decime qué opinaron todos y cada
uno de ellos.
No hubo caso, no
pude cerrar la boca, pero sí cerrar la puerta, con ella afuera…

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