sábado, 31 de marzo de 2018

NÉCTAR


     Amo el sol cuando huye, pretendo subir y bajar médanos, no lo alcanzo, hay una palmera que me ayuda y le veo rayos verdes y magentas.
   Y amo la palmera, que me subió tan alto como mi Padre me levantaba en la terraza, para ver el sol cuando nacía.
   Amo el olor a tostadas de mi madre y el olor de su pelo mojado, para luego no volver durante cuatro horas. Amo los árboles enfrente y las sierras protectoras de sus copas. Hablando de copas, amo tomar un whisky al atardecer, ver al matrimonio de quinteros pasar por la vereda tomados de las manos, con espaldas encorvadas para siempre.
   Amo los perros de la calle y esos ojos tan tristes, cuando semiduermen y tan alegres cuando llegan sus amigos. Amo todos los novios que tuve y los dos maridos que bancaron mis histerias y respetaron el silencio de mis cuentos. Amo a todos y cada uno de mis compañeros desaparecidos, tan jóvenes, dejaron una generación rota, dando como resultado la ignorancia y la barbarie. Amo las hortensias azules de mi abuela y el temor de las hijas a que no se casara nadie. Da risa, porque todos nos casamos dos y tres veces, a pesar de las hortensias.
   Amo cuando miro parejitas de quince, pegados en un abrazo y un beso de alfiler, que cierra un amor un rato, o para siempre, nunca se sabe.
   Amo el tránsito sólo de bicicletas, partiendo el aire con la pureza de una recta sigilosa. Amo mi hijo, mis libros y el jardín que crece como quiere. Amar es un deleite que se aprende de los otros, los que aman la tierra, el aire y el cielo.
   Amar es también, quedarse un ratito más en la cama.

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