domingo, 11 de marzo de 2018

DESCARGA


   Entró con olor a cuero un día de miércoles. Paloma estaba a cargo del negocio, el tipo metió la mano en la campera mejicana. —Acá tengo un revólver, dame la caja, pendeja y guardá esa cara de orto para situaciones mafiosas. Esto es por necesidad.
   En la esquina de la zona comercial, otro tipo asalta una casa de biyuta. Enfrente dos malchicos se dedicaron a dejar sin un mango a una Sucursal de Carrefour. Los clientes se llevaron la mercadería necesaria y más, alentados por la huida de los custodios.
   Por más reja, cámara de seguridad y alarma, nada detenía a los delincuentes.
   Algunos dueños guardaban un arma bajo mostrador. Sus epitafios decían “No te defiendas, porque te hacen”.
   Zona liberada? 
   La Gobernadora hizo una limpieza policial, muchos quedaron sin el no-trabajo, cientos afuera. Se organizaron los tipos, con bronca y sin piedad. El caos se produjo cuando balearon, trompadas porque sí, a transeúntes y gente que esperaba el micro.
   Produjimos charlas con familiares y amigos, la mayoría como mi hijo, decía: —Hay que saber andar entre las balas, el peligro late en el planeta, Mamá, es igual cualquier otro lugar.
   Mi tía Ema, lúcida sensata y práctica, contó que su vida en este país, lo descansaba por un tiempo en otro. Aprendió a pensar en muchos idiomas, estudió con rigor, se casó ocho veces y volvía a su querida Argentina. Hasta que el primer disgusto lo descargaba con una buena puteada y sacaba un pasaje a otro país, que finalmente la hastiaba, el último fue Inglaterra. Una mujer valiente y aguerrida. Tomé su ejemplo, el mundo no tiene fronteras, las fronteras viven en nuestras cabezas.
   Igual tengo instalado en la memoria, que Argentina es una putada.

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