martes, 6 de marzo de 2018

NO SÉ QUIÉN SOS


   Terminaron en una casa de aspecto tétrico, infinitas terrazas y habitaciones, que daban a un jardín geométrico y aburrido.
   El matrimonio de Lucy y Pietro fue muy unido, ingresaron como desconocidos. Andaban cada uno por su lado, a veces se saludaban y otras no. Durante las comidas, Lucy se sentaba en una mesa, sola y de espaldas en otra, Pietro. Nunca hablaban. Cuando venía la hora del baño, Lucy usaba el de su cuarto y él, lo hacía en cualquier otro, de señoras buenas mozas. Se secaban desnudos en los pasillos, sin importar las miradas ajenas. Si alguien insistía con el asombro, Pietro le hacía pis, tenía una puntería excelente. Era el único momento en que Lucy lo admiraba y aplaudía como una niña. Tomados de las manos, él inclinaba la cabeza  y ella respondía con saludo de princesa. Dormían juntos en una cama de dos plazas, como todas las parejas.
   Por la mañana, como dictaba el protocolo, aparecía el Médico encargado del control de salud de los viejos, les tomaba la presión, el ritmo cardíaco, escuchaba los pulmones, a los hombres, pecho y espalda. A las mujeres sólo espalda, todas se negaban a que el Doctor les apoyara la cabeza en el pecho, por pudor.
   Un día Lucy tomó el puño del Médico, con más fuerza que un joven.
   —Doctor, me preocupa ese señor tan amable, respetuoso, pero encuentro que no hay derecho a dormir con un desconocido.
   —Querida Sra Lucy, usted duerme con su propio marido, tal vez lo ha olvidado.
   —Eso no es posible, Sr Docto, él murió hace años, es más, fue cuando Tomás Pérez Conde escribió “Cien Años De Terquedad”, tal vez no lo recuerde, era muy chico. Ud que conoce la cúpula del Nosocomio, ¿no podría cambiar mi compañero de cama, por uno joven y buen mozo, en edad de merecer?
   —Sra Lucy, la respuesta es no, pero agradezca que su marido, no tiene alzhéimer.   

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