sábado, 30 de septiembre de 2017

AYUDA SIN IDIOMA


   Un Sr de traje de lino arrugado, y sombrero panamá, portaba un viejo attache, esos que se dejaba un dedo libre, para seguridad de su tapa. Lo observé desde una esquina del Colegio, me había hecho la rata y esperaba el horario de salida. Quedaba una hora y media. Decidí seguirlo, su andar errático resultaba curioso. Caminaba una vereda y cruzaba a la de enfrente. Se detuvo donde convergían tres diagonales, miraba como perdido. Caminé rápido y lo alcancé. —¿Lo puedo ayudar a encontrar su calle?
   Me contestó con un español mal hablado, llevaba un diccionario en  el bolsillo.
   —Oh! Thank you girl. ¿Podrías decirme dónde queda la Escuela Inmaculada?
   —Allí es donde voy yo, lo acompaño, hoy no fui, bueno es complicado.
   Tenía rostro color leche y ojos licuados, celeste bandera. —Sr, es aquí, justo donde estamos parados.
   Llegó un taxi, antes me dijo “Thank you, very much”. Justo cuando se iba a sentar, el taxi arrancó de improviso, le dejó una pierna fuera. El attache se abrió, no alcanzó el dedo sostén, caían dólares y más dólares, corría un viento leve que voló el dinero por aquí y por allá, él me extendió su sombrero, nos entendimos sin palabras. Yo juntaba en su sombrero y él en el attache. Favoreció que la calle estuviera vacía, todos sabemos la antropofagia humana por el dinero. Nos sentamos en un umbral y acomodamos los dólares, ayudé con los que junté en su sombrero. Terminado el trabajo, pidió por celular un remisse, que estuvo al toque. Me dio un beso en la frente, se disculpó por no poder dejar ni un dólar y me enjaretó su sombrero panamá en mi cabeza. —Para explicarte, bueno es complicado.
   Encarné en el sombrero, no me lo quitaba ni para comer. Por suerte pertenezco a una familia disfuncional, ni cuenta que se dieron de mi panamá, original de Panamá.
                                                

viernes, 29 de septiembre de 2017

GUARDA LA MOSCA


   El destino no importaba, la idea era viajar a dedo hacia el Norte. Usamos una brújula que brujuleaba sin errores.
   Nos llevaba un auto y a los diez minutos apareció una camioneta. Ésa portaba frutos moscosos, íbamos en la cabina. El conductor pidió que cerráramos bien las ventanas. Si llegaba a entrar una con vitalidad nos volvería locos. Y si estaba mormosa descansaría en algún borde molesto de la cara, orejas, o pestañas. —Yo estoy acostumbrado, las vitales las combato con el matafuegos y las mormosas las reviento con la mano donde se pongan.
   Yo tenía ganas de mear o ambas cosas, estábamos en el medio de algo parecido a un desierto. Le pedimos que nos dejara allí. La única construcción era un baño semiderruído, tenía techo, paredes y dos entradas que decían Damas y Caballeros. —¿Vas a tardar mucho, Negra?, te espero afuera, por ahí pasa alguno que nos lleve.
   Había una cortina de tiras negras, las atravesé en vuelo y debo haber meado dos litros y lo segundo también. Eran letrinas con mosaicos de dibujos arbitrarios, miré el techo cubierto de moscas, mi entrada las movilizó y comenzaron a rodearme. Algunas me decían cosas al oído, otras se posaron donde debía limpiarme. Pegué un grito desesperado, entró el Flaco corriendo. —Hay cortinas de moscas. ¿Qué hago?
   Me dio furia. —Espantalas.
   —No puedo, son millones, no me dejan.
   —¡¿Cómo no te dejan boludo?! Son moscas, espantalas con el sombrero.
   No me quiso asustar, pero habían formado una pared dura, como cemento armado. Y pobrecita yo encerrada, decía algo, pero  no le entendía. Las moscas me invadieron el interior de la boca. Salió de una nube de tierra un Lamborghini cuatro puertas y tocó bocina.
   Escuché poco, las mosconas me pusieron huevos en los oídos.
   —Dejá Flaco, yo tengo una maza.
   Le dio con todo, logré pasar por el agujero y me encerró en una bolsa de arpillera plástica. Tenía una fuerza descomunal, me tiró en la parte posterior y el flaco iba de copiloto.
   —Chicos, si me perdonan, abro todas las ventanillas, prendo el aire, le doy al acelerador a fondo, está lleno de moscas de letrina. Disculpá, flaca, pero el olor a mierda me asfixia.
   El aire y la velocidad disminuyó la población, estaban pero no jodían.
   Cuando el olor se hizo insostenible: 
—¡Chicos!-Frenó de golpe-Por favor bajen, corran no sé, desaparezcan.
   El Flaco me sacó la bolsa y tuvimos que correr, largamos las mochilas porque nos seguían empecinadas con nuestros ojos, las piernas, los brazos, algunas parecían quedarse a vivir en cuanto orificio teníamos. Llegamos al Palmar de Entre Ríos, nos acostamos en el agua, quitamos las más insufribles, no se iban, eran anfibias las muy putas, salimos del agua corriendo y seguimos y seguimos. Nos dimos vuelta y vimos un tornado de moscas que se disponían a remontarnos.

jueves, 28 de septiembre de 2017

DE FUERA A FUERA


   Las personas dejaron de escuchar música, corría el 2075. Sucedía igual que con las caminatas. Tan contradictoria la medicina, ahora se recomendaba la vida sedentaria, para que el corazón no trabajara demás. Me dolían las piernas y el torrente sanguíneo lo sentía como salsa bechamel. Los movimientos se atortugaron.
   Se expandieron bosques y caminos ayuyados. Una mañana de Octubre decidí mi primer caminata luego de añares. Las casas parecían abandonadas, se escuchaban escobitas aisladas. En un chalet de persianas entornadas, con olor a romero, aromo, retamas, vi entrar una persona joven con un violoncello en su enorme estuche. Abrió las puertas de latón oxidado y dentro había sol, plantas aromáticas, carecía de techos y paredes, al fondo asomaba una pérgola de glicinas, con un banco de troncos y un atril de ramas secas. El frente del viejo chalet cumplía la función de entrar de fuera a fuera.
   —Buenos días.-Dijo el chico mientras con una enorme llave abría las puertas para luego cerrarlas-.
  Seguí caminando y me detuvo una melodía de las Seis Suites de Bach, parecía Yo Yo Ma ejecutando. Provenía de las persianas entornadas, me senté en una hamaca de enredaderas, tocaba como aquel ángel chino, Yo Yo Ma no podía ser porque tendría unos 120 años, y el ejecutante era muy chico. Se me hizo costumbre pasar todos los días, cada día una Suite diferente, todas idénticas a Yo Yo Ma.
   Llegó más tarde que de costumbre. —Buenos Días.-Dijo el chico-.
   Cuando cerró las puertas, se abrió el estuche y cayó el violoncello, carecía de cuerdas y el arco era una aguja, de madera, de tejer. Sin más entornó las ventanas y arremetió con la Suite nro 6 de Bach. Pudo la curiosidad más que mi prudencia, el atril tenía hojas amarillentas de diarios, reemplazando partituras. El encordado del cello era de hilo sisal. La música provenía de un disco de vinilo en un equipo cuidado con obsesión. El joven tocaba con el pelo en movimiento, siguiendo cada nota.
   —Señora, veo fascinación cuando escucha mi música, ¿tendría Ud a bien dar vuelta mis partituras?  No puedo equivocar una sola nota, mucho menos teniendo una fiel oyente de mis conciertos.
   —Para mí sería un honor.
   —Merci madame. 
                                               

miércoles, 27 de septiembre de 2017

TALÓN DE FUEGO

                                    
   El Gran Buenos Aires llegó a La Plata. Parecen iguales. Hay peligros de toda especie, los más comunes son los arrebatos callejeros, motoqueros o pedestres. Entreno por la noche, lo que queda de un día de trabajo. Melú, mi hermana mayor, me protege como a una hija.
   —Mirá lo que sos, Nani, Dios te dio todo, un cuerpo perfecto, una cara pomulosa, ojos color miel, pelo rojo fuego. Te miran, los pibes se dan vuelta a tu paso, o tu paso los da vuelta.
   Nani tenía 24 años. De uno de los tres Estadios de Box Femenino, de la Ciudad, ella ocupaba el Primer Puesto. Campeona de peleas consecutivas, desde sus inicios.
   —¿Te vas a poner eso, para entrenar esta noche a las dos de la mañana? ¿Es necesario short con lentejuelas rojas, una remera de competición violeta y zapatillas con luces verde flúo?
   Y sí, pensó Nani, es un tanto overdressed, pero es el cumple de mi novio.
    Voy a caerle con tres regalos, una torta plena de chocolate, dulce de leche y una bengala, el segundo regalo seré yo y el tercero es que me quedo a dormir. No le cuento a Melú, porque se pone a llorar como si no me fuera a ver más. Es pacata, se cree que me voy para siempre a lo de mi novio, o que me pasará algo en la calle, “algo” puede ser lo peor. Me despido triste porque no le pone onda Melú, parece que le gustaran las situaciones tanáticas.
   Llegando a 7 y 64, hay dos en moto y dos caminando, me siguen, prendo las luces de mi casco, son enceguecedoras, me las trajo mi tío de Chicago. Los tipos quedan mareados, pero siguen. Me dio miedo, no quería mi autoestima defenestrada por cuatro guarros. Estacioné la bici, me puse frente a los cuatro y trompeé a los motoqueros de un nock out, yacieron sobre el asfalto, eso me dio envión para seguir con los que iban a pata, fue más trabajo, pero mi derecha es infalible. De una piña los mandé al cordón, para asegurame les metí dos patadas en las bocas de sus estómagos birreros.
   Subí a la bici, no tenía ni una lentejuela menos, el casco impeque. Llegué a lo de mi novio, le canté el Apioverde y rogué que apagara la bengala que portaba en el canasto delantero, con esa tampoco pudieron los delincuentes, pero quemaba. Le hice el relato de lo sucedido, me levantó el brazo derecho: —¡Bravo Nani todavía!
   Mientras cortaba la torta lo miré por el espejo. Se mesaba la barba y tenía algo de miedo en sus ojos. Pero no, me habrá parecido. 
                                                       

martes, 26 de septiembre de 2017

ARGENTINA CAMPO 'E POBRE


   La Tía Rita que lo crió, decía, sin saber, que era nonato. Vivían en el campo, no sabían ni leer ni escribir.
   Toribio Soto encontró su nombre en un papel borroneado por la lluvia, fechas y origen, con Rita pasó igual, aprendieron a firmar con la ayuda de un Médico campero. —Lo encontramo en la tranquera, Dotor, una mañana de frío, diga que estaba envuelto en papeles de diario y un cacho ‘e piel de oveja mal curtida. Cómo lo dejaron ahí, no me esplico, la Rita tampoco. Le dimo leche ‘e nuestra vaquita, le agregamo agua pa que no le caiga pesao. La Rita siguió con el gurí en brazo, usamo la misma mamaderita que tomaron los cachorro de la perrita, lo bañamo a la semana.
   —Fue idea del Toribio, decía que con el nonato había qui hacer así.
   —¿Por qué nonato dicen Uds?
   Rita se puso color rabanito. —Si no lo vimo nacer, ni sabíamo su nombre, por eso jué. ¿Ta mal?
   —No…pero alguien lo parió, lo habrá visto nacer y el nombre se lo van a poner Uds. O el Juez dirá.
   —¡No, Dotor, qué Jue ni Jue! El gurí e’ nuestro, es hijo ya, la Rita le da de comer, yo le cambio lo trapito y tiene la ropa ‘e nosotro  cuando nacimo.
   —Güeno, Dotor, ¿lo va a revisar? La vacuna, que yo a pesar de mi inorancia sé que no hay necesidá, creció con leche ‘e vaca.
   —Tiene razón, si me permiten lo voy a pesar, auscultar para ver si está sanito.
   —La balanza ha de estar helá, no me lo desnude así, Dotor.
   —Hay estufa, Rita, le ponemos una sabanita. ¿Ve? Mire lo que pesa el niño, perfecto, ocho y medio. Y el corazoncito es un relojito. Me lo traen cada quince días y vemos cómo va. Le doy una lata de alimento especial, esta mamadera nueva y unas bolsas de pañales modernos. Le dibujé las instrucciones.  
   La noche que creció el Salado, Toribio y Rita arrearon los caballos y guardaron la vaca. Cuando entraron al rancho, el gurí no estaba.
   —Se lo han robao, Rita, algún malnacido. Salgo a buscarlo, quién te dice…
   No lo encontraron, se quedaron sin hijo, porque ella no podía tener. Lloraron 13 meses, cuatro días y siete horas. Empapaban las sábanas de tanto dolor y extrañadura. A los dos años fueron al Doc, porque Toribio andaba con palpitaciones. Por suerte no era nada, el duelo que no cesaba, tal vez. En medio de la consulta apareció un niño de flequillo negro, unos tres años le calcularon.
   —Papá! Dice Mami que a comer.
   Rita le preguntó: —Ud, Dotor, ¿se recuerda que nos dijo que su mujer era estéril?
   El Doc se puso nervioso, tartamudeaba y con los ojos bajos, se retractó: —Y bueno, ya lo ven, al final vino éste.
                                                             

lunes, 25 de septiembre de 2017

REVANCHA TOTAL


   —No pertenezco a ningún gremio, estoy limpio, Sr Stafa, y tengo ojos. No se puede producir por falta de inversión, pero aquí recibieron Subsidios que podrían haber incrementado con el trabajo, un logro productivo, cuya venta fue solicitada por Estambul e Isla Mauricio. Fue tanta la tardanza que ambos lugares le compraron a Japón.
   Me mira con ojos de “¿Y cómo lo sabe?” —Estoy bien informado, gracias a la gestión de la Gobernadora Mariú, tenemos establecido control directo.
   Se puso blanco el Kachorro. ¿Qué respuesta inventará?
   —Mire Sr…ni su nombre sé, pero no me lo diga porque lo olvidaré enseguida. El Presupuesto que mandaron sirvió para pintar las instalaciones y pagar los Sueldos del Personal Jerárquico, que somos nosotros. No alcanzó para cubrir sus sueldos actuales, ni los adeudados, por eso nos vemos obligados a poner a los obreros en situación de echazgo. Con vos tengo confianza, estos negros, mucho más negros que yo, les dan categoría de obreros, no les gusta trabajar, de lo contrario aceptarían hacerlo gratis. Sería un entrenamiento para los momentos que se avecinan. Mi obligación es dar a conocer sus nombres, el tuyo también, porque la Transcavator, les pasarán por encima y cuando sus cuerpos sean hallados, sin vida, la Prensa dirá que la zona de terremotos se ensañó con los obreruchos.¿Me comprende?
   —¡Cómo no lo voy a comprender! Si se mandó un discurso más largo que los de la kakoncha en Cadena por Televisión, cuando tallaba guita ajena, que pagamos todos. Pare su oreja sucia y escuche.
   Dijo que no escuchaba nada. —Nosotros trabajamos en silencio, le adelanto algo para que le pida a Dios, que no escucha a nadie. Sus propiedades están absorbidas por la tierra con bombas Sinestéticas, que nos proveyó Trump, es en cadena, llegará a sus vehículos y los de sus secuaces. Con las flías, los medios melifluos nuestros y los internacionales los darán por desaparecidos. Nadie los buscará por miedo a los Isis. Trump, pidió que sus aviones personales se los llevaran a él, visitará Corea del Norte, con gran beneplácito de EEUU, que esperan ansiosos la muerte de Trump, Tramposo, Burro, y Grasa. A Ud, Sr Stafa, kakoncho frustrado, Latrocida y Ortiva, lo informo con la esperanza que le dé un ACV repentino y no tener que instaurar la Pena de Muerte, que gracias a Interpol, Naciones Desunidas e Islas pendientes, logramos encontrar tres millones de conteiners, guareciendo dólares y euros. Desde la Estúpida, hasta el último ñoqui, serán depositados en la Red Cloacal Inglesa, virarán en Mierda Pura Argentina, Gol de medio campo a los Anglopiratas.
                                       

domingo, 24 de septiembre de 2017

Y DAR VUELTAS

  
   Petra, Chichi, Bambú y yo pusimos un Bar de comidas y bebidas. Nos fuimos a India y paramos en Goa, lugar de hippones en los setenta, al terminar la década se transformó en un lugar exclusivo para conchetos. No se puede entender el viraje a Goa, sin antes vivir en Ankara. Nuestro Bar cocinaba empanadas criollas en horno de barro. Contrabandeamos dos cholitas indocumentadas y las disfrazamos con chunris de estampados bolivianos para que no extrañen. Se bebían Vinos de Mendoza y Pateros de La Balandra. Las únicas gaseosas que trabajamos son Mocoretá, Granulín, Granadina y Cointreau gaseado. Escupíamos comida y bebida para darles un condimento diferente. Indios y gringos nos hicieron propaganda boca a boca. Nosotros servíamos en mesas enanas, con Saris traslúcidos, sin ropa interior y aberturas estratégicas para mostrar nuestras gracias. Bambú transó con un indio que la dejó boca abajo por tres días. Cuando logró reponerse juramos todas no sostener relaciones clientelistas.
   Evitamos discusiones babilónicas entre Chichi y Petra que solían enamorarse de la misma persona. Yo tenía intereses del orden de lo económico. El sexo siempre fue algo terciario para mí. Nos reservamos el derecho de admisión de cualquier argentino, resultaban quilomberos, ordinarios, que no favorecían nuestra imagen. Tomábamos baños de mar con los saris puestos, por pudor. Cuando entrábamos al negocio, con la ropa pegada, tanto las mujeres como los hombres, ellos no hacen diferencias, se les caían cachos de empanadas por la boca y vino por la nariz. Nos consideraban Diosas con touch prohibido. La gente rica no toca dinero ni tarjetea, nos depositaban por la interhueva y nuestra economía subía a pasos de gigante.
   Las cholitas se casaron con franceses ricos y boludos que las documentaron y demás. Cerramos el negocio, viajamos a Irlanda, Rumania, Ucrania y Polonia. Tenemos amigos y parientes, descansamos y les contamos episodios que les viroleaban los ojos. 
                                       

sábado, 23 de septiembre de 2017

RESACA


   Rondaban los cuarenta. Se conocían del edificio que habitaban, sólo mujeres y ancianas. Hasta la Portería la maneja una mujer fisgona, de gesto amargo. Tiene sus razones, su marido y sus dos hijos murieron cuando se desprendió el ascensor del piso dieciocho.
   Seis de las cuarentonas se reunían en alguno de los pisos, grandes en exceso para una sola persona. La primera vez fue en lo de Obdulia, empieza con una charla tan normal que da sueño, terminó con un pedo general de pisco, aguardiente, ron, vino del barato y del caro. Las ropas pacatas desprendieron sus botones y las faldas trepan a sus cabezas. Cada mujer cuenta su historia, más patética que las otras, se ríen tanto que ponen música y bailan cada histeria, rompiendo todas las copas, sin servilletas amortiguantes. Se despiden con nombres cambiados, dejando huellas de sangre de pies lastimados. Cada una se lleva media mema de vino, tomada del pico.
   La Portera, acostumbrada a la desgracia, cuando descubre las pisadas de sangre y algún calzón colgando de la baranda, o un zapato atascado en una puerta, llamó al 911. Pasan cuatro horas y los Malchicos no vinieron. Es fregona la Portera y fóbica, limpia las manchas de sangre, mete en un quematuti el calzón y el zapato, lustra los goznes de las puertas de cada piso y por último encera.
   Cuando llega la Policía, junto a los Peritos, los Fiscales, los Abogados de parte, Jueces sobreados y cámaras de Televisión. A la Portera que los recibió, la hacen a un lado y queda sentada en el piso. Durante el recorrido no encuentran mácula de ningún tipo, ni tipa, en ningún piso. Parecía un edificio dónde no viviera nadie.
   Se retiran en amargo montón, con bronca y en silencio, tal es la frustración. Alguien alza la voz y dice: —Al final, en esta ciudad de mierda, nunca pasa nada.
   —Yo lo que no sé,-reflexiona un Juez, con voz papal-¿Con qué carajo vamos a rellenar los diarios mañana? 
                        

viernes, 22 de septiembre de 2017

DEL LLANTO A LA RISA


   En la calle principal de Tonett, el paisaje sosegado, invitaba turistas al más añoso de los hoteles. Por su altura, establecida en la montaña más arbolada de la región. Se le decía calle, pero no lo era. Simples piedras centenarias acompañaban a todo el que desviaba su rumbo. El hotel se designaba con el nombre del lugar “Gran Hotel Tonett”. Los dueños, anualmente, traían ejemplares nuevos de árboles de Japón, regresaban con inmediatez.
   En apariencia eran un matrimonio armónico de mutua gentileza. Todo el personal sabía que aquello encubría peleas continuas y maltrato cubierto de maquillaje. El tabique quebrado de él, fue el regalo de aniversario de ella. Sus aposentos ocupaban un lugar, en el remate final del hotel. Mucamas, Cocineros, Ama de Llaves y Mayordomo, escuchaban a través de las cañerías las desventuras de ambos. —Es mejor que mirar series, decía Jannette, la encargada de las llaves.
   Las Mucamas jóvenes escuchaban e iban del llanto a la risa. Shamir, el Cocinero más antiguo y Jefe de Cocina, decía: —Son importantes las desavenencias, y peligrosas, pueden tener un final trágico para ellos y que prescindan de nuestros servicios.
   Tómas, el Mayordomo, viudo cuatro veces, echaba paños fríos. —No afligirse antes que las cosas sucedan.
   Por anciano y prudente era escuchado con respeto. Un día dejó de hablar la mujer y el marido prohibió el aseo de sus cuartos. Se escuchaban pasos, las noches que las nubes envolvían el hotel, la mujer bajaba a una fuente termal, pasaba horas en el agua. El marido no la acompañaba.
   En horas tempranas se lo veía entreverado entre las hojas, llegar a la fuente. —¿Cómo pasaste la noche, Pisonnette?
   Y la respuesta era sonidos de agua. Pasaban los días y se repetía la misma escena. Algo cambió, él reiteraba su pregunta habitual y el agua no se escuchaba.
   Cuando partieron los turistas, cerraron la temporada y el Gran Hotel Tonette, hermetizó sus portales con barrales de hierro medievales.
   El personal vivía allí todo el año, los más jóvenes iban hacia la ciudad para visitar sus padres o rendir exámenes. Todo se cubría con lienzos blancos y se clausuraban los cuartos. La gente vivía en los subsuelos, sin horarios ni mandatos. No dieron importancia a la ausencia de los dueños, sus exóticas vidas dejaron de asombrarlos.

   Un domingo soleado decidieron pasear hasta la fuente termal. Iban cantando, pero una escena desoladora los enmudeció. La Señora Pisonnette y su esposo se hallaban en las orillas, desollados y las manos con el mismo diseño que las patas de halcón. En silencio horadaron sendos pozos y los depositaron. Sin reír ni llorar, volvieron a sus actividades. Abrieron el Gran Hotel Tonette en tiempo y forma, tantos turistas recibieron que habilitaron los aposentos de los finados. Aumentaron las tarifas, Tómas y Jannette se encargaban de las recaudaciones y los fines de mes, repartían en partes iguales, al personal, tan eficiente, que hasta bajaban al pueblo a pagar los impuestos correspondientes. Shamir compraba las provisiones.
                                               

jueves, 21 de septiembre de 2017

INCONFORMANTE


   Es la última página, escribo sólo en una carilla, resulta más cómodo para releer, corregir. Son caros los cuadernos, ésta debe ser una historia que quepa en media carilla. Las consignas del Taller, ahora me aburren. “Cualquier autor no puede entenderse, sin la previa lectura de un fulano explicador del escritor que uno lee”. Viene un cuento de un escritor que me interesa, y de nuevo, no se puede entender ese escritor, si antes uno no leyó a Perengano, que le da la interpretación que se le canten las bolas. Termina el segundo trimestre, este autor me gusta, fue el escritor de: “El Barón Rampante”, Ítalo Calvino. Pero no, nosotros debemos leer “La Aventura de Una Mujer Casada” y “La Hormiga Argentina”. La primera es piola, habla de cuando las minas debían pedir permiso hasta para tirarse un pedo. Y la segunda pica, es molesto leer con hormigas que te caminan y encima sean argentinas. Este Autor escribió: “Seis Propuestas Para El Próximo Milenio”. Lo invitaron a exponer sus Propuestas en Harvard, el tipo se descompuso en la Estación y la sexta la escribió ahí. ¡Cómo explicar propuestas para dentro de mil años! ¿Dónde estarán los Escritores en esos años venideros, tal vez ni la Tierra exista. Todos nos equivocamos, en fin. A mi Madre, que era una psicópata encubierta, le recomendó un psi la lectura de “El Barón Rampante”, cuando lo abandonaba, lo leía yo y recuerdo que me divertí mucho. Mami salteaba páginas y seguía leyendo, yo le preguntaba: —¿Te gustó el libro?
   Ella respondía: —Qué se yo, ni me acuerdo. Además no voy a ir mas al Psi, me pregunta cosas de sexo, es un degenerado.
   Igual leí las Seis Propuestas y el tano me llevaba de una autor a otro, de un mito a otro, y yo buscando la historia de cada uno. Hasta que dejé mis ojos en la mesa, encima, por ahí, no era para la próxima clase, no recuerdo y no importa, leído está y mi comprensión llegó hasta la frontera donde empieza el mar de leche. El Taller me resulta imprescindible, aprendo a aprender, me destapa la cabeza y fluyo lento, soy vieja, es una buena excusa. Amo escribir, ojalá tenga tiempo de vida para seguir. Después no importa. Lo olvidaba, de Calvino me gusta su compromiso político a lo largo de su vida. Me pasé de la media carilla y escribí una entera. No sé ahorrar.  
                                                                                 

miércoles, 20 de septiembre de 2017

DEJÁ DE JODER MICROBIO


   Te descubrí en Puerto de Madera, te piantaste a España, Martín Capá El Arroz, plagiador, calculo que ahora profesional del afano de la palabra.
   Yo no creo en el Nobel, ni en el Planeta, me limpio el culo, con los premios en general, con perdón de la última palabra. —¡Hola Martín, cuánto hace!, vos no me conocés, los nadies (lo tomo prestado de un escritor de verdad) sí conocemos a los patéticos. No sé si fueron treinta o trescientas páginas que te afanaste, las pusiste al medio, pero un lector avezado te descubrió, con el tiempo bajó el telón, respondiendo al estilo argento, tapá todo para que no se note la miseria, ni los miserables.
   —Me parece que te conozco pero no sé quién sos.
  —Te vi con el Gordo Lapata, que está loco como una cabra y te llevó para ¡opinar!, literales tus palabras, dijiste “Yo vivo en España y la comida no está tan cara como en este país”. No caíste, nabo, acá hubo más de una década ka, que nos dejó en bolas y con los malos ejemplos que se  expanden: “No a la cultura del trabajo”, un decreto, por decir algo: “No a la cultura”.
   Ahora escribís un broli que se llama “Hambre”, de más de mil páginas, los lectores se harán sanguche de hojas. Cómo te gusta la guita, Capa. Te traducen a varios idiomas. O es mendaz o la gente además de globalizada está boludizada.
   Te pregunto —Vos en España, vivías adentro de un taper y sin oxígeno, no entendiste nada. Mirá que los gallegos son brutos, pero vos te llevás la copa. Rajá de acá, Martín Caparrós, ya bastante hijos de puta tenemos, qué venís a tirar mierda, ignorante. Y vos Lanata, cambiá de psi, porque se te nota algo raro, vos sabrás.
                                               

martes, 19 de septiembre de 2017

MUJER BUSCA COMPAÑÍA


   Enviudó, su dolor atravesaba canales obturados, sonreír sin ganas, llorar sin lágrimas…—Stop, terminemos con esta farsa.-Le hablaba al espejo.-Me hizo la vida poco posible, por más que mi cara la inflé con botox, hasta que empezaron las fisuras. Para él, yo era un poste molesto, le robaba espacio en la cama y tiempo en la ducha. Murió tratando de poder, con una putita, la frustración lo llevó al suicidio, por impotencia. Fue en un hotel, “Gracias Totito”, es lo único que le agradezco, no tener que limpiar gotas de sangre en casa y pintar de nuevo. Los obreros terminaron el día anterior. Bueno, por
 ser espejo te conté casi todo, sin pagar sesión.
   Se vistió de negro, con un fular rojo sobre sus hombros. 
   —¿Estás segura que querés conocerlo? Mirá que voy con él, no lo ilusiones si no te gusta. Es afectivo a la antigua y miope, si ves que te besa una rodilla, es porque se confundió con la mano.
   Yo tenía ganas, pero Totito debía estar tibio todavía, a él nunca le gustaron. Igual me robó tantos años…que no importa si algo me alegra. 
   —Estoy lista, Mechi, elegí algo sencillo y barato, caviar rojo con champagne francés. Si no quiere tomar alcohol tengo agua mineral chilena. Vengan nomás, me falta un touch de perfume. Tocá dos veces, así sé que son ustedes.
   Cuántas vueltas, por qué no viene de una vez y listo. Por eso no consigue novio Mechi. No le pido la receta, porque yo sí quiero conseguir alguien, me da oscuro vivir sola. Ahí llaman. —¡Hola Mechi, tanto tiempo! Estás igual a mí, vamos al mismo botoxista.
   Metí la pata, espero que no se ofenda. Viene tras ella, es enorme. No importa, me gustan grandes. Extiendo mi mano y él entrega la suya, no sin antes besar mi rodilla, por suerte Mechi me previno. En cuanto vio la mesa se abalanzó sobre el caviar y pasó su lengua por el mantel. Despreció el champagne y tomó el agua mineral hasta la última gota.
   —¡Che, qué lindo! ¿De qué raza es?
   —Es un San Bernardo Tropical, no sabés qué cuidador, está entrenado y es re-compañero. Te va a encantar.
                                                  

lunes, 18 de septiembre de 2017

LOS TILOS DE DICIEMBRE


   Omar trabajaba en un Ministerio, salía a tomar café cada tres horas, se sentaba en un reborde disfrutando el aroma de los tilos. Hacía unos años, haciendo skate se rompió el fémur y la rodilla. Sus padres sacaron préstamos bancarios e hipotecaron su casa. Lo operaron, se hicieron reemplazos con titanio en las zonas afectadas. Hizo reposo y rehabilitación durante dos años. Al día siguiente de recibir el alta, decidió retomar skate. Un mal movimiento, con caída, produjo rupturas sobre lo operado. Pudo caminar con las rodillas que se juntaban y cada paso era un triunfo. Negó cualquier intervención, había agotado a sus padres con los altos costos. Él se integró a laburar y dejó sus estudios. Negaba el aseo personal, le restaba importancia al jabón, al desodorante y al cambio de ropa.
   Nombraron una mina joven, frente a su escritorio. Él se presentó sin ponerse de pie, Sony lo invitó a tomar un helado durante el primer descanso. 
—Acepto, pero cuando camine te vas a sorprender, además huelo mal…
   Sony lo miró sonriendo: —Te conozco, Omar, antes te veía pasar y como sabrás, en esta ciudad las noticias dan vuelta a la manzana enseguida, dirás que soy una caradura, pero tu modo de andar te molesta a vos, a mí no.
   Omar la puso sobre aviso: —Mi olor es insufrible, no me baño nunca…
   Ella le dijo: —No te preocupes, carezco de olfato, me pierdo los tilos, los aromos, las comidas de mi abuela.
   Cada día se sentía mejor con ella, hubo una propuesta de terminar sus carreras por internet, fue casual, estudiaban lo mismo. Omar tomaba distancia, no quería sufrir. Sony era amiga y confidente. Como al pasar ella le pidió sus radiografías y estudios, él se los llevó porque era el tema que trataban ese semestre, reparación ósea, el uso del titanio y demás. Lo invitó a su casa y de una le presentó al padre, un personaje con anteojos culo de botella y dientes atropellados. 
—Mirá, Omar, no sé si esta vaga te dijo, pero soy traumatólogo y cirujano, tengo un equipo de colegas y tal vez podamos hacer algo con tu dificultad.
   —Gracias, Dr, pero no quiero que mis padres solivianten algo tan costoso, recién se recuperan…
   El padre de Sony le explicó que su caso, resultó tan interesante para su equipo, que la cirugía sería gratarola.
   Así lo dijo: “gratarola”. Con eso se compró el “Sí Doc” de Omar.
   La operación estaba programada. Lo acompañaron  sus padres y Sony. Salió todo a pedir de rodilla.
   La rehabilitación los acercó tanto, que nadie sabe bien por qué, Sony le dio el primer baño.  
                                                         

domingo, 17 de septiembre de 2017

NACE UNA ESCRIBIENTE


   —¿Cómo no se te ocurre?
   Tuve la mala idea de contarle el comienzo…”En una isla, un sacerdote católico, un protestante y un ateo, departían acerca de la idea de Dios, luego de un naufragio de tres días”…no sé cómo seguir si es una discusión, o una charla de intercambio teológico o se hacen amigos… La estúpida de Esther, siempre fue estúpida, pero buena como una semilla de lino, dijo: —Ponele que se hacen putos, se olvidan de Dios y bailan requetón.
   Y yo, que me contagio enseguida, le pregunto: 
¿Y qué hago con el ateo que se copa con ser antagonista de los creyentes?
   Se pone bizca cuando sabe menos que nunca, no puede hacer foco, pero te ayuda, es buena, le pone garra. —Pensá que deben tener la piel toda arrugadita, tanto estar en el agua.
   Algo menor se me ocurrió: “No tenemos agua potable, pero sí cocos, que tienen agua más sana que la de Obras Sanitarias, o los botellones.” Dice el ateo, que tiene incorporada la cultura de la calle, o de la isla. El chupavelas agrega: “Yo como católico, voy a rezar en cuclillas para que nos encuentren pronto.” —Ves, acá me palmo. ¿Cómo sigo, Esther?
   A ella le vuelven los ojos a su lugar y acota: 
—Vos bien sabés que soy judía, me sé la Torá de memoria, los mandás a los tres a laTierra Prometida y los reciben con los brazos abiertos, con tal de juntar más soldados, para borrar Palestina del mapa, los aceptan con prepucio sin recortar y nariz respingona.
   Es guarra, Esther, tiene que escribir, a los lectores les va a encantar. Le tiro la idea, dice: 
—Sí, yo acepto, me gustaría vivir en Israel, voy con el cura que está buenísimo…
   Le pregunto: —¿Y cómo sabés que está bueno?
   Contesta muy suelta de Torá: —A mí, el sabor del escroto me puede.  
                                              

sábado, 16 de septiembre de 2017

DE COGER, NI HABLAR


   —No entiendo por qué hacés eso todos los días. ¿Y los fines de semana?
   Por metiche, se lo digo: —El Padrino Augusto me presta su material bibliográfico, fílmico y el aparato de última degeneración, donde prendés te metés, los participantes te rodean y yo me dejo o hago, depende de mis ganas, los fines de semana más, así tengo excusas para no salir a boludear con los analfa.
   Ahora el hipócrita toma recursos prestados y debo poner cara de escuchar. —A tu Madre y a mí nos encanta que estudies. Tus dieces no implican terminar una carrera y empezar otra, que juegues a ser el mejor. Nos preocupa que tu capacidad intelectual te sugiera seguir buscando tesoros acuñados en una soledad permanente.
   Cuando iba al primario era el peor de la clase, el secundario no fue mejor. Recibía recriminaciones, de palabra, hasta que un día mi viejo, en una bofetada, casi me parte la cabeza contra la pared. No sé si fue eso, pero hice un crack, donde inicié Ciencias Económicas no quería ser el segundo, el primero o nada. Lo logré. Pasaba por Humanidades, me tentó Historia y Letras, llegué a Licenciado en ambas, Profesor en Semiología y lector compulsivo.
   Hoy vino mi Padrino Augusto. —¿Y te sirvió mi material?
   Le conté someramente: —Participé en la Revolución Francesa, fui Marat, Robespierre y tomé la Bastilla, tomé tanto que me puse en pedo, pero con vino francés añejado, claro. La Revolución Industrial, ¿qué decirte?, a Fulton le robé alguna idea. Participé hasta Oriente, hablo ocho idiomas, doce dialectos y cinco lenguas muertas. Llegué a la conclusión “sólo sé que no sé nada” y me caló este surmenaje y la polipolaridad, tan obscena  que anclé en una esposa no deseada, un hijo no deseado y dos internaciones semestrales, sin ninguna solución.
                                                   

viernes, 15 de septiembre de 2017

FUERA! FUERA! FUERA!


   Le mentí al psi, dije que estoy contenta, que con mi flia, cada día mejor, solucioné la no relación con mi hijo. Mis cuentos se venden como pan caliente. Se alegró, me alegró que se alegrara. Una sesión sin lágrimas histéricas. Salí mentida de mí misma. Llevé la receta, volando, en una mano y la tarjeta de mi obra social apretada en la teta que me duele. Miré vidrieras de cosas horribles, es un vicio, me complace la ropa que atenta y agrede la estética del buen gusto elemental. Morbo genético. Quito mi vista de las porquerías y miro hacia arriba las cornisas antiguas y sus conejitos de colores. No existen, quedaban mal, “parecían yuyos”, dijo un funcionario kagrasa, sus deseos fueron órdenes, por dos pesitos los morochos arrancaron todas las flores. Escucho una voz tras de mí: —¡Sra! Ud no se decide, camina del cordón de la vereda a la vidriera, o me hace creer que se detiene. ¿Por dónde paso yo, eh?
   Soy una persona educada, pedí disculpas con mi estilo: —Decime, viejo choto ¡¿Vos pensás que tengo ojos en culo?
   Entré a la farmacia, estaba la dueña, que es un amor y le cuento a los gritos el episodio. Ella me toma la mano y dice en un murmullo: —¿Te enteraste? Yo no lo puedo creer.
   Casi sin respiración, porque los boludos te roban hasta el aire. —¿Qué pasó?
   Y lo largó, nomás: —Hay cada vez más ka.
   Le contesté: —Si viene alguno, decile que con kachorros no hablás y no le vendas un carajo.
   —Sabés qué pasa, nena, me quedo sin clientes.
   Le mentí como al psi: —No te preocupes, que en octubre, las guillotinas van a funcionar tiempo completo. No quedará ninguno en pie. Ella es muy piadosa, no quiere sangre. Le conté que les van a inyectar un coagulante, que les sobró a los nazis de los genocidios. Esa noche dormí como un ángel.
                                                  

jueves, 14 de septiembre de 2017

LO MÁS GRANDE QUE HAY


    Tener un hijo es un problema, tener dos son dos problemas, tres, tres problemas. En la escala numérica, la cifra ideal es una docena. Los más grandes cuidan a los más chicos, cuando se enferman están las medicaciones en la heladera, siempre alguno sabe qué le  tiene que dar al otro en caso de anginas, beri beri, difteria, viruela boba y demás brotes propios de los primeros años. Sería importante que en las comidas estuvieran todos para ver si no falta alguno. Van a estar los doce, seguro. ¿Dónde comerían con lo caro que está todo? Los padres no necesitan grandes ingresos, hay uno que es albañil, ése arregla todo, otro plomero, otro electricista, el más vivo tiene un taller de autos. Las chicas cosen y tejen sus propias ropas y las de sus hermanos. Dan clases particulares. Todos estudiaron con la pura beca. Alguno, médico, sale siempre, y abogado, ni qué hablar. Son casas donde no entra ni sale la droga. El más chico suele ser el problemático, fuma porro, trata de convencer a todo el mundo que no es una droga y hace bien a la cabeza. Estudia psicología, esto último se lo paga el padre de una novia, con la condición que no la deje embarazada y lo convide con porro los fines de semana.
   Lo que sí les cuesta a los viejos es echarlos de la casa, bueno no echarlos, pero sí que hagan su vida en otros lugares. El más grande, tipo cuarenta, afirma que la adolescencia se extiende más de lo previsto, por lo demás él en su casa se siente fenómeno. Los padres no quieren tener nietos. No son una flia. disfuncional y allí nadie quiere complicarse la vida.
                                                          

miércoles, 13 de septiembre de 2017

RECURSOS AUSENTES

                     
   —Tuve un disgusto en el Banco, 2 hs de espera, con vientos helados, arrafagados, por cuestiones de protocolo no me fue permitido refugiarme dentro. En un país, donde con el protocolo se limpian el culo, los mafiosos poderes legislativos, ejecutivos, judiciales y demás caterva de inútiles. Sapos y culebras salieron de mi boca. Una Sra de la cola, dijo “Guarda ‘sta chica con la presión”. Muy atenta la Sra, busqué mi presión y no la encontré por ninguna parte, miré bien las baldosas, mis zapatos, abrí mi cartera, le toqué el sombrero al Sr de adelante, no la encontré. Por eso lo vengo a ver Dr.
   —Tranquila, Sra, respire hondo y al exhalar diga OMM.
   Antes era treinta y tres, ahora es OMM, yo cuando se hacen los modernos los mataría, pero me atuve a su pedido.
   Cinturón en el brazo, una cosa fría que pasa por debajo y un soplete de perfumero antiguo, algo para medir. El Doc le daba al soplete y miró los numeritos como diez veces. No decía nada, pero lo vi blanco y pregunté cuánto tenía de presión, me asusté. —Mire Sra, Ud no tiene presión baja, ni alta. Le seré sincero, su corazón late normal, los pulmones cumplen su función, en fin, todo su organismo está perfectamente organizado. Lamento ser yo el que le dé la noticia, su presión no es ni alta, ni baja, ni media. Ud ha extraviado su presión.
   —Bueno, Doc, llamo a la Policía y les pido que me la busquen.
   —¡Ni se le ocurra! ¿Ud piensa que si la encuentran se la van a devolver? Primero pensarán que está mal de la cabeza y segundo ellos saben qué quiere decir prisión, pero presión no tienen la más puta idea.
   —Entonces, ¿qué hago?
   Puso cara de envidia, conozco ese gesto.
   —Sra, Ud es una privilegiada, perdió la presión y vive perfecto. Olvídese. ¿Por qué se va a preocupar por algo que no existe? Menos mal que es único caso, sino yo no tendría trabajo. Vaya nomás.
                                         

martes, 12 de septiembre de 2017

IN MEMORIAM


          Los meñiques reemplazaron las personas. Todo empezó con las ruedas que suplieron las piernas. Los estómagos tomaron idénticas dimensiones que el tórax.
La ingesta cervezochatarra se ocupó de esta transformación. El exceso de hacer, decir, pensar e imaginar todo lo que la tecnolodeformación irradiaba por pantallas, auriculares y demás implementos antihumanos, produjo la enanización neuronal y su reducción al punto que la punta de un meñique encerraba los aparatos intelectuales de los individuos.
La meñiquización fue un fenómeno que nos dejó globvandalizados, tanto los triste ferros como los lavaedros brotaron como el musguito en las canteras. Las salivaderas bancarias volvieron a su función original, escupir. Salivar, para el lector fino o esputar, para el lector cafisho.
Otro fenómeno que produjo la meñiquización fue el cierre de esfínteres colectivo. La libido se redujo al olvido, al igual que la necesidad del alimento y su deposición posterior. Cerraron escuelas, universidades, fábricas, lugares deportivos, bares restaurantes, privaditos, aeropuertos, terminales, hospitales y todo tipo de socialización meñicosa. Quedaron las estructuras, entre ellas las centrales nucleares. No faltó un meñique descerebrado que apretó el botón. El resto del Universo lo festejó. Hubo una mesa de negociación interplanetaria, donde concluyeron que el espacio que dejara la tierra, quedara libre para fijar en la memoria de los otros universos, lo que no debe hacer un planeta.
                                                                 

lunes, 11 de septiembre de 2017

MANDALA


   La escalera giraba, la baranda de la escalera giraba y lejos, siete pisos más abajo, el círculo perfecto de un mandala, con otro círculo de diámetro menor y una estrella que giraba por dibujo, no por acción. Las baldosas blancas romboidales salían de la puerta principal y la de servicio, que se juntaban en una arista doble. Teníamos prohibido salir del departamento. Mis primos y nosotros, vivíamos en las casas chorizo de La Plata, donde después de un patio había un pasillo y otro patio y al final un jardín frutoso. En Bs As estaban mis abuelas, que tenían una sala para charlar palabras que no entendíamos. Había tres livings de adorno, por los tapizados.
   —Ésto me aburre, vamos afuera.-Decía Luis-.
   —Está prohibido.-Decía yo, que era obediente.
   —Siempre lo mejor está afuera.
   Y abría la puerta Felipe. —Ponele un almohadón, sino tendremos que tocar timbre, las abuelas son sordas pero atiende María, que es tan santa que está publicada en el rosario. ”Santa María.”
   —Y cocina como “Dios”.-Dijo otro-.
   —Y porque es la “Madre”, está en el rosario también.
   Éramos benditos, corrimos a la baranda, todos apreciábamos el caracol de los escalones, Lucas sabía cuántos eran, porque una vez se animó a bajar. —Los de subir son el mismo número. No estoy seguro, volví en ascensor.
   —Chicos, miren fijo abajo, el círculo más chico gira, si lo mirás te hace volar.-Dijo no sé quién, éramos nueve-.
   —Llevo reloj, le calculamos cinco minutos de mirar sólo eso.
   —Yo no llego, soy petiso, dijo Ángel.
   Lo ayudamos el primer sector de la baranda, no alcanzaba, subió solo al segundo, casi doblaba. Usaba anteojos, vería mejor que nosotros. Cuando llegamos a los cinco minutos nos mareamos, alguno tuvo náuseas. La puerta se cerró, María nos abrió mientras decía nuestros nombres.
   —Falta uno, chicos, ¡ya! me dicen dónde está.
   A ninguno le importó, era una pregunta frecuente. María buscó y nada. Se asomó por la baranda, Ángel estaba en el centro del mandala, se le notaba una sonrisa que pintaba de rojo todo su contorno. 
                                              

domingo, 10 de septiembre de 2017

LA SUTILEZA DEL CAMELLO

                           
   Tengo una amiga loca y audaz, perdí el laburo y Quintina con esa sinceridad agobiante dijo: —Ni te molestes en buscar otro porque no hay, vamos al Sahara que es uno de los pocos lugares que me falta conocer, yo invito.
   Me pidió que llevara una mochila chica, —No se necesita mucho para el calor del desierto, los bultos joden, Adela, te noto depre, como siempre, bah.
   Me llevó como barrilete, despegar y decolar siete veces, para ahorrar, según Quintina. Una pijotera, no sé cómo pero guita le sobra. Cuando por fin llegamos, comprendí al personaje de Camus, el sol lastimaba y Quintina despertaba mi instinto asesino. Ignoraba que semejante desierto tuviera asfalto, estaciones de servicio, cuatriciclos, chicos gritones. Quintina eligió camellos, pagó un fangote pero era una delicia, el silencio y los ojos carbones de los arábigos. Clovis, el más joven, con sutileza y respeto me cubrió con una tela blanca y señalaba lugares interesantes en un británico que yo entendía. Como era de esperar, Quintina moría por el más joven, la caradura me pidió que no le diera bola, —Sé buena, Adela, intuyo un amante exquisito y novel, lo quiero esta noche.
   Me dio vergüenza ajena, pero acaté sus deseos. Pasamos noche en un oasis de mentira, un spa que no permitía camelleros dentro.
   Ella se ingenió para que Clovis entrara sin ser percibido. Teníamos habitaciones separadas contiguas. Puse música al mango, porque sabía de los gemidos exagerados y gritos histéricos de Quintina en esas ocasiones. Me derrumbé en la cama austera, nunca imaginé que una hoja de palmera, casi entrando en mi ventana, contuviera una luna que sedara la vida. Entraba en trance cuando escuché tres golpecitos.
   —Disculpe Srta Adela, pero no me gusta que me manipulen…yo la prefiero a Ud, me gusta su voz suave, su piel suave…
   Pasé una noche que no tenía fin, no supe cómo había alguien sabio en el arte de disfrutar manso. Nuestros cuerpos crearon el amor durante una semana. —Adela, debo partir a Londres, deseo que vengas conmigo y luego Argentina.
   A esa altura yo dejé acontecer, me desafinó un poco…”luego Argentina…” Pero Clovis le ponía armonía al mundo.
   Me despedí de Quintina, ella me abrazó en la puerta de su dormitorio, a sus espaldas dos arábigos en su lecho, saludaron agotados, con sutileza y respeto.
                                                               

sábado, 9 de septiembre de 2017

MILICO Y HOSTIA AL PEDO


   Los domingos comíamos en lo de Tony y Gaby, era un rancho con piso de tierra apisonado, cuatro mesas, dos ventanas, una cocina, mesada exigua. Hacían las milanesas más ricas del mundo.
   Sólo íbamos nosotros y llegaban, después de misa, un matrimonio joven con muchos hijos. Ellos vivían a 100 metros, en una casa visualmente larga, con dos quiebres que la presentaban grande,  para las casitas arranchadas perdidas aquí y allá.
   Ésta era de ladrillos, techos planos y enrejada como una prisión. Ellos, dos profesionales de prestigio conocido y un notable crecimiento económico, sano.
   Con Gaby nos preguntábamos quién limpiaba aquella casa más grande que el paisaje, nunca se veía a nadie que no fueran ellos, con tres niños y uno en camino.
   Hablaban poco, raro, los hijitos también hablaban poco. Un día Gaby se preocupó porque pasaban móviles policiales a todas horas, los caminitos eran de tierra y el polvo quedaba suspendido.  Gaby era muy hermosa, por lo tanto discriminada, hasta no fue aceptada en un Taller Alfarero.
   Partieron al sur, no podían sobrevivir con cuatro clientes. Gaby me confesó que por primera vez se iba de un pueblo sin extrañar nada en absoluto. 
   —Además nos quedamos sin conejos.
   Ay, dije yo. —Con lo lindos que son.
   —Y útiles. -Dijo Gaby-. Con eso hacíamos las milanesas.
   Casi vomito, bueno, lo pasado digerido, mejor olvidar.
   Una noche, ausente de móviles, siete camionetas de mudanza se llevaron todo de la casa grande. La flía partió de vacaciones por sólo dos días. Mientras, las mudadoras hacían su oficio, la gente de los ranchos miraba, sin decir, con gestos de perversión en las caras.
   Computadoras a granel, electrodomésticos, mobiliario, ropas, etc, etc, todo. Los policías interrogaron a la gente lugareña, llegando a nosotros que vivíamos en la City y los sacamos del orto. Al cobarde le pegás cuatro gritos, convencido, y se pierden. Tony y Gaby desparecieron el día anterior al robo. La cana paró con su investigación a las 48 hs del suceso.
   La parejita no volvió más a la casa vacía. Pasaron cinco años y no logra venderse.
   Grosero esquema: vigilancia, casa de rico, robo imprevisto, no esclarecido, caso cerrado. ¿Y Tony y Gaby? En Tandil, puertas sobran.
   —Y no te hagás el boludo, que sabés bien de qué hablo.
                                                             

viernes, 8 de septiembre de 2017

¿Y EL PUEBLO? —NADA


   Pedí una Audiencia, me presenté con un Aborgado, un Friscal, un Congretal y un Narcopolicía. Nos recibió el Intredente Brelunga y el Sec de Obras Públicas,  Civasllevás.
   —¿Qué la trae por aquí Sra Cambiola?
   —El asco y la impotencia Intre Brelunga. Mi casa queda enfrente de un lugar arbolado, cañaveroso, retamoso y piñonero. Existían pájaros, liebres, conejos, gatos de los pajonales, olor a madreselvas, sintretizando “Biodiversidad”.
   Miró con cara de buscasobre, —Pero si hay una poli universidad?
   —Hay! Intredente, que analfa es Ud, disculpe, estoy en una edad donde se me escapa el pensamiento. Bio deriva de vida, frente a mi casa había vida animal y vegetal, superior al ser humano y al dólar. Aparecieron las tanáticas transacavator y abrieron un camino ancho y largo que no conduce a ninguna parte. Transité el camino, se llevaron hasta la capa de humus.
   —Ud, Sra Cambiola, querrá decir humo.
   —Bueno, le contesto como la buena gente, callate lengua y andá para adentro. Sigo, cuando llegué a ninguna parte, los animalitos desesperados buscaban un amparo, que ya no existía. Los mafiotrabajadores, el Sec Civasllevás me informó, que luego lo recubrirían con piedritas. Le digo, espero que no las traigan porque han de ser pedacitos asesinados de las sierras, las gentes que practican el sonambulismo “no sé nada”, llenan sus vehículos con los pocos cañaversos que existen y se retiran puteando porque se sienten atrapados sin salida.
   —Bueno, Sra Cambiola ¿Qué pretende que yo haga?
   —Primero, cortarle la cabeza al Sec Civasllevás, para que no joda más, en cuanto a Ud…no sé…no se me ocurre nada, ¿nunca lo tentó suicidarse? Pienso que sería lo ideal.
                              

jueves, 7 de septiembre de 2017

REGIMIENTOS


   No sé qué me pudre más, el colegio o mi casa. La Srta ni bien me ve llegar empieza a mandonear. —Violeta, llegaste tarde, cerrá la puerta.
   Cómo la odio, ¿qué culpa tengo yo si a mi viejo no le arrancó la camioneta?
—Violeta, es la tercera vez que te olvidás el cinturón del delantal, va una amonestación y con ésta son trece, la próxima al Gabinete Psicopedagógico con tu padre.
   Pone cara de examen la bruja.
   —Saquen una hoja, hoy prueba de Matemáticas, Fila 1, Fila 2, Fila 3 y Fila 4.
   Me lo sé todo, es del año pasado, la entrego primera, Sofi me hace señas que no sabe el resultado de una división, le paso un papelito.
   —Violeta Zurdetti, tenés un uno por copiarte.
   Sofi no me defiende, cerda.
   —Srta, yo no me copié, justo iba a entregar, se lo juro por dios, que me caiga muerta.
   —Afuera, al pasillo, tenés cuatro amonestaciones más, hoy te quedás sin recreo.
   Llego a casa caminando, se rompió del todo la camioneta. Escucho a mi vieja. —Violeta, sacate el guardapolvo, lavate bien esa manos negras y poné la mesa.
   La única que saluda es Abuela. —Vení que te doy un beso, Niña hermosa. ¿Cómo te fue en el colegio?
   Le miento, es tan buena. —Recontrabién, Abu, me saqué tres diez.
   Siento que Mamá me lleva al dormitorio a los empujones.
   —Escuchame, demonio mendaz, llamaron de la escuela, nos citaron por tu mal comportamiento, desde ya te quedás una semana sin salir.
   Me dio un ataque de desesperación cuando mi viejo, me ordenó levantarme de la mesa, sin comer, encima lo dice con nombre y apellido. —Violeta Zurdetti, a dormir la siesta.
   No les voy a dar el gusto que me escuchen llorar. Debajo del acolchado tengo el celu, mando mensajitos al chico que me gusta, de paso le cuento que mi vida transcurre de regimiento en regimiento.
   Me da miedo que, durante la semana, alguna de mis compañeras me lo saque. Lo único que me tranquiliza es mi valor agregado, me crecieron las tetas, a mis compañeras todavía no, son tablas. 
                                                                  

miércoles, 6 de septiembre de 2017

LA PENDIENTE DE SUS OJOS


   Fina, hermosa mujer, casada con un viejo que conservaba rasgos regulares y ojos de mar eterno. Peinaba canas, pero su cabellera lacia y abundante era envidiada por los jóvenes. Pietro era incondicional con su mujer, postergar el deseo de ser padre lo sumía en desesperación y tenía la lucidez que los años transcurrían. Fina no tenía ninguna premura, postergaba su maternidad con la avaricia del ególatra superficial.
   No quería que su cintura de avispeta engrosara y sus tetas modificaran la ubicación perfecta que la envanecía. Fina era fina y requerida por gentes finísimas. Cuando notó que Pietro era una pieza codiciada, hasta por sus propias amigas y percibió que su marido encontraba exagerada predilección por una de ellas, decidió tener un hijo, quedó embarazada. Cuando a puerta cerrada miraba al espejo, odiaba a Pietro por dejarla en aquel estado, grueso, ordinario. Mientras el padre estaba exultante, desde el día que Fina tuvo que abandonar su cinturón predilecto por exigencia del crecimiento abdominal, mientras él besaba y acariciaba aquella promesa.
   Parió, Fina, una niña sana pero nada agraciada. La cabecita era ahuevada y la pendiente de sus ojos impedía vislumbrar el color y la mirada. Resultó menuda, con brazos y piernas cortas.
   Fina la cubría con envoltorios puntillados en exceso, para que nadie notara lo que ella sentía una desgracia. Cambiaba sus pañales en una mesa alta, para no encorvar su espalda. No la amamantó para no deformar sus tetas nacaradas. La bautizaron con el nombre de Abigail, todos le decían Abi, eran tiempos de reducir los nombres originarios. Pietro se encargó de conseguir una Nana para Abi. La madre, a medida que recuperaba su figura anterior, se alejaba de la niña. Olvidaba el beso de las buenas noches, buenos días y llegó a olvidar dónde y con quién se encontraba Abi. Ella jugaba al bridge, a la canasta, al croquet, con amigos y amigas que empalagaban sus oídos, la volvían cada día más estúpida. Pietro esperaba paciente que su mujer recuperara sus obligaciones de madre.
   No pudo ser, Fina rogó a Pietro le dejara hacer un viaje a Oriente, para reponer su tardía depresión pos parto.
   Él le extendió un cheque en blanco y abrazado a la niña vio cómo Fina partía, sin dar vuelta la cabeza para un último saludo.
   Pietro, pasada una década, se casó con la Nana, amante incondicional. Abi le decía “Mami”.
   Lo último que supieron de Fina es que vivía en Emiratos Árabes. Cubierta con envoltorios puntillados en exceso, una camioneta de guerra le pasó por encima, sintiendo alguna imperfección en la arena. 
                             

martes, 5 de septiembre de 2017

RABO VERDE


   Walter era un viejo optimista, sin amigos que le transmitieran desesperación, ni diarios explicando soluciones utópicas. En inviernos fríos, andaba descalzo con bermudas y cinturón, nada más, saludaba a peatones tiritantes con palabras como: —Este calor es infernal, ojalá llegue pronto el invierno.
   Se presentaba en velorios al paso diciendo: 
—¡Por favor, Sres! La única pálida es la del cajón, no nos unamos a su desgracia, según sus ojos, están tirando pálidas a diestra y siniestra. Ella murió, eso no tiene retorno, quedamos nosotros. Debemos divertirnos con whiskycitos, escuchando músicas vitales, tipo Rolling Stones. La parca no nos ha llegado y si ejercitamos nuestra alegría, desenfado y carcajadas, la tipa se espanta y no jode más a nadie. Si es pertinaz ejerciendo sus poderes, le metemos un dedo en el culo, como hacen los gobiernos con nosotros. La tipa, con tal de no pagar impuestos, se va a la mierda.
   —Perdón por mi falta de modestia, pero confieso que tuve una niña con Ramona, mi mucama negra. Salió preciosa, rubia, de ojos celestes, naricita angosta. Sentía orgullo de ser padre primerizo. Noté que a medida que cumplía años, se oscurecía su piel, sus ojos viraron de claros a oscuro noche. La boca le engrosó, al igual que los orificios nasales. El pelo la rubricó, negro mota. Siempre compartimos la mesa, pero me armé de valor y la eché a la cocina.
   —Ramona, le cedo mis derechos de autor de la niña a Ud, acá la tiene, como podrá apreciar es su vivo retrato. Le entrego las llaves de mi camioneta. Una hija debe ser criada por su madre. Elija un lugar lejano para instalarse, sugiero otro continente. Cuando se retire, no olvide cerrar la puerta.
   Ahora que estoy solo, me digo —Walter, a recuperar tu optimismo de costumbre, con un buen champancito, celebro no tener a cargo la educación y futuro de nadie.
   Conseguiré una mucama con buen trasero, si limpia o no limpia, lo de menos es lo demás.