El 24 de Marzo de 1976, el general Jorge
Rafael Videla (Ejército), el almirante Emilio Eduardo Massera (Marina) y el
brigadier Orlando Ramón Agosti (Aviaciój), tomaron el poder del país por la
fuerza y dieron comienzo “Proceso de Reorganización Nacional” que fue la
dictadura más cruel y sangrienta de toda la Historia Argentina.
Según el plan trazado por Norteamérica
(Igual que en Chile, a partir de 1973, encabezado por el General Augusto
Pinochet) se dedicaron a prohibir la política, la cultura y perseguir,
torturar, asesinar y ocultar los cadáveres de por lo menos treinta mil
argentinos y cientos extranjeros residentes en el país.
Endeudaron al país en provecho propio y de
los yanquis, hasta cifras astronómicas. La deuda externa creció 7.800 millones
de dólares hasta 45.100 millones en sólo 7 años (1976/82).
No se salvaban ni los menores de edad. Por
ejemplo, el 16 de septiembre de 1976, en la ciudad de La Plata, secuestraron,
torturaron y asesinaron a jóvenes de 16 y 17 años, que pedían el boleto escolar
para secundarios, que esos mismos militares habían suprimido. Este episodio se
conoció como “La noche de los lápices”. Siempre se les ponen nombres inocentes
a las perradas más grandes, (así como en el 2001 se llamó corralito a los
bancos argentinos y extranjeros se robaron los ahorros de todos.)
Las torturas: picana eléctrica en genitales,
submarino húmedo (sumergir la cabeza del prisionero en un inodoro hasta
ahogarlo), submarino seco (encerrar la cabeza del prisionero en una bolsa
plástica hasta que se asfixie), violaciones en seguidilla a cargo de varios
soldados. Robo de bebés de prisioneras y ocultamiento de su identidad, etc.
Convertir cadáveres en desaparecidos:
enterrarlos en fosas comunes en cementerios como NN (no identificados). Enterrarlos
bajo rutas en arreglo y asfaltar encima. Enterrarlos en pozos para cimientos y
luego construir grandes edificios encima. Inyectarlos con drogas para dormir,
atarles algún peso y luego arrojarlos desde aviones sobre el Río de La Plata ó
en el mar.
Selección de víctimas: maestros, profesores,
gremialistas, militantes políticos, periodistas, locutores, actores,
escritores. Pero también personas sin importancia pública o aún dentro de sus
propias casas, durmiendo, por ejemplo. En rigor no se sabe a cuántas personas “desaparecieron”,
ya que sólo clases media y alta denunciaron tarde o temprano la falta de sus
familiares. La clase baja en nuestro país siempre supo que lleva las de perder
y que denunciar puede traerles más desgracias que soluciones.
Sí, hubo algunos guerrilleros armados:
Montoneros ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), pero sus cabecillas siguen
vivos y algunos cargos públicos, porque en realidad también obedecieron
secretamente a EEUU, para reclutar idealistas inocentes (que luego mandaron a
la muerte) y simular un clima de inseguridad propicio para empezar la dictadura, pero fueron menos de
doscientos, por eso no se puede decir que fue una guerra, sino una masacre.
Sí, ahora algunos juicios contras torturadores,
pero es imposible que con tan poquitos acusados se secuestraran, torturaran,
asesinaran y ocultaran a más de treinta mil personas. Casi siempre se habla de
Astiz, el ángel rubio, degenerado, torturador que asesinó a las monjitas
francesas, mientras el diario decía que estaba preso. Él asistió a una boda de
la prestigiosa familia Meyer en Sierra de la Ventana, con uniforme de gala. Así
son las cosas.
Se habla casi siempre de Marina-Ejército-Aviación,
pero también formaron parte del complot. Policía, Prefectura, Gendarmería, casi toda la iglesia católica,
los mormones, algunos funcionarios ministeriales, gentes de empresas como
Mercedes Benz, Fiat, Ford, Fortabat, simples soplones de barrio, etc.
En 1981 se hizo cargo del poder el General
Roberto Eduardo Viola que siguió con lo mismo.
En 1982 asumió el poder el General Leopoldo Fortunato
Galtieri, que recibió una vaga promesa de los EEUU de ayudarlo a recuperar las
Islas Malvinas, para mejorar la imagen del Ejército, como era borracho famoso
se creyó todo y se lanzó, el 2 de abril de ese año nos mandó a la guerra por
aire y mar, nada más y nada menos que contra, históricamente la flota armada
más peligrosa del mundo. Para esto gastó mucho en publicidad, llenó de gilada
las plazas que victoreaban y creían: “Vamos ganando, los ingleses son cagones y
boludos”. Pero no fue así, mandaron a la muerte a 649 soldaditos improvisados:
conscriptos del servicio militar obligatorio, que existía por esos años,
dijeron los militares argentinos, así que vaya uno a sabercuántos fueron. Por
las dudas mandaron a los de las provincias más pobres, que son los que menos
reclaman. Sin abrigo ni comida adecuada a las bajas temperaturas que había en
las islas, murieron como hojas de otoño, muchos sin entrar en combate. Mientras
tanto los oficiales de carrera, se afanaban la poca comida que había y como
intermediarios, se robaran las alhajas, frazadas, pulóveres y ponchos que la
gente donaba y tejía para regalar a las tropas. Aparecieron hasta en kioscos de
Buenos Aires, cajas de chocolates que habían sido donadas por la gente, para
los soldados, con cartas de estímulo, adentro. Finalmente. El 14 de junio, se
firmó la rendición. En 1983 asumió el General Reynaldo Bignone que llamó rápidamente
a elecciones el 10 de diciembre, antes que terminara el año, así le habrán
ordenado los yanquis. Hasta el día de hoy los excombatientes no tienen sueldo
ni obra social, como tienen los veteranos de guerra en muchos países, muchos no se pudieron bancar
el recuerdo y se suicidaron o enloquecieron. Los pocos subsidios que pagó el
gobierno, los cobró cualquiera, gente que ni siquiera fue a las islas, como
pasa siempre en nuestro país.
Perdoname, no te lo puedo contar más
cortito.