A la Sra apenas
despierta, le dan ganas de seguir durmiendo. Hoy no, tuvo una pesadilla sin
salida, con personajes desagradables de su vida pasada, apiñados. La
despreciaban con gestos reiterados, uniendo sus maldades. Duró mucho en su
cabeza, fue habitada por tres horas.
Era sonámbula,
salió de su cama, llegó al living y comió seis jazmines. Su frente dio contra
un cristalero que le hizo tomar conciencia de retornar a su cama. No soñó y
tuvo calor y frío, intermitente. Se levantó y preparó un té verde y los
psicofármacos, uno para las ganas de vivir, otro para estabilizar y otros para
el terrible dolor de huesos que le hacía compañía durante el día.
Llegó
Sebastiana, una vieja encantadora más pobre que las ratas, pero se conectaba
con la alegría como ningún rico. Ella le preparaba la ducha, la ropa y le
contaba el diario, su flia. Cuando le notaba cansado el oído, se retiraba a
hacer otras tareas. Sebastiana cantaba en un coro donde en los solos le pedían
bises. En la casa triste que limpiaba sin premura, a veces la Sra la grababa.
Sebastiana no
necesitaba tener para sentirse afortunada. Leía todo lo que la Sra escribía y
dejaba papelitos con correcciones sugeridas. Sebastiana encontraba en el
tender, en cuáles agudos o graves debía dar intención a sus canciones. La Sra,
conectada con la alegría se preparó la ducha, la ropa y le contaba el diario,
notó cansado el oído y se retiró a hacer otras tareas. La Sra cantaba en un
coro donde en los solos se le pedían bises. En la casa triste que limpiaba sin
premura, a veces, Sebastiana la grababa.
La Sra no
necesitaba tener para sentirse afortunada. Leía todo lo que Sebastiana escribía
y dejaba papelitos con correcciones sugeridas. La Sra encontraba en el tender,
en cuáles agudos o graves debía dar intención a sus canciones.
Sebastiana,
conectada con la alegría, se preparó la ducha, la ropa…
Llegó la Sra,
una vieja encantadora, más pobre que las ratas. La Sra se conectaba con la
alegría, hoy le publicaban su primer libro.

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