viernes, 30 de septiembre de 2022

A MÍ, MAÑANA

 

   La miraba mientras dormía, una composición de una virgen del renacimiento.

   Uno de los ángeles de Miguel Angel.

   Despertó y restregó sus ojos, que le pincharon por las pestañas sueltas y las lagañas. Se forman igual, aunque uno fuera celestial.

   Quiso dar vuelta, la luz directa la cegaba y tenía más sueño. No pudo, tenía una mano dormida y la otra estaba en eso. Sintió las piernas alargadas, quiso flexionar las rodillas, resultó imposible.

   La bronca ensoñada lo vio, era una sombra negra, rodeada por rayos de sol. Le traía té y le extendía la cucharita para darle.

   Se despertó. Tenía piernas y brazos atados con hilos. Él levantó la cama por el respaldo, puso diccionarios en las patas y con un cepillo antiguo, la peinó de ángel y la coronó con flores y estrellas de papel crepe.

   Ella sonreía de asombro y pensaba que vivía un sueño. Le cayó encima la sombra, la taza, la cucharita, el té. Nada hizo ruido. La violó con la certeza de que los ángeles estaban para amarlos, por las dudas la había atado. Hay ángeles rebeldes.

   Ella, que se llamaba Rosa, lo miró de lejos. Las compañeras, que presenciaron todo, se reían, otras lloraban, otras lo esperaban al amanecer siguiente, con el hilo sisal en la mano.

   Salió caminando rápido, erguido en su guardapolvo blanco, impoluto. Alguien le dijo:

   ─Buenos días, Doctor.

   Él contestó:

   ─Buenos días.

jueves, 29 de septiembre de 2022

A RUMANIA Y UCRANIA, CON AMOR

 

   En su última visita le tuvimos que decir que no lo podíamos ayudar más, no alcanzábamos a pagar nuestros impuestos.

   Y ahora, con esto del gas diluido, con no sé qué mierda, pasamos frío, sin estufa, con estufa también. 

   —¿Vos te arreglás más o menos?

   Él nos miró y dijo que trabajaba doce horas por día, cuando llegaba a la pensión, caía en el colchón como un paquete. Quisimos hacer un viaje hasta la ciudad de nuestro hijo, quinientos kilómetros, una fortuna en viaje, riesgo de ida y vuelta. Alquilar cochera al precio de un departamento en la Ciudad Infeliz. Comer afuera ni hablar, no existe, ni siquiera tomar un café. Con todo ese costo le mandamos una encomienda y aparecen miedos, si el micro vuelca, si un valijero le roba la encomienda. Y gracias a un país devastado, no veo a mi hijo desde hace un año y seis meses. Lo despidieron del laburo y no conseguía otro, a pesar de su tenacidad. Un cartel decía “Agencia de empleo”. La empleada, con aflicción le dijo que ella también recibió un telegrama de despido, la Agencia de Empleos cerraba porque estaba pasando por un ahogo financiero. En el momento de apoyar la cabeza fuerte contra la pared, mirando hacia abajo las hormigas, trabajadoras incansables, con planta permanente y que a nadie despide. Pasó una chica:

   —¿Te puedo ayudar en algo, te sentís mal?

   Su nombre era Rumania, fijaron una cita, se hicieron amigos y ella le sugirió viajar a Rumania, tenía un hermano ingeniero, tal vez consiguiera algo para él. Tenía más familia en Ucrania, su mejor amiga, su prima Ucrania. Le dieron trabajo, luego de casarse con Rumania. Nunca pensó regresar, sus padres entendieron. Todos los Argentos entienden. Es una multitud silenciosa y cagona. La primera niña que tuvieron la bautizaron Argentina. Parajodal.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

ANARQUISTA

 

   Un auto nuevo, era el sueño de Nico, había ahorrado toda su vida. Desconfiaba de los bancos y guardaba todo en su casa, bajo medio metro de tierra. A las doce de la noche se quedó sin puchos, como todo fumador salió a buscar un kiosco.

   Recién a las tres de la mañana encontró uno abierto.

   Camino a su casa divisó movimientos extraños, eran ladrones. Se llevaron todo, la casa quedó hasta sin postigones. Una camioneta en la puerta, esperaba cargar. Hasta su dinero llevaron. La prueba era el agujero que dejaron en el fondo. Nico pensó en llamar a la policía, lo pensó como acto reflejo:

   —Yo lo soluciono, creo ser más eficiente que ellos.

   Siguió la ruta de su dinero, la ruta de los muebles y hasta los postigones en la autopista quinientos cuarenta y cinco.

   En un momento daba vueltas sobre sí mismo y casi lo atropella un enorme camión. El tipo, que resulto un tipazo, lo subió al camión. Nico, atontado por su búsqueda de hormiga, hacía el relato tan minucioso, que el camionero encontró todas y cada una de sus piezas robadas, hasta una bolsa de residuos repleta de dinero.

   —¿Cómo pudo realizar este milagro?  ─preguntó Nico─ ¿Sabe qué pasa Señor Nico? Por mi profesión, conozco los desarmaderos de la zona, si usted quiere, Señor Nico, les podemos dar su merecido.

   Así fue cómo el camionero, dejó a los tipos violeta, Nico desmayó a tres o cuatro. Cuando se despidieron Nico desató la bolsa y le regaló un puñado de dinero.

   —No don, no se equivoque ¿Cómo me va a regalar algo que pensé que era una bolsa de basura?

   Compró el auto ese mismo día. Dio la sorpresa a su mujer que preguntó cómo lo hizo.

   —Autogestión, vieja, autogestión.

martes, 27 de septiembre de 2022

PROVIDENCIAL

 

   Nuestra madre, buena como el pan que amasaba, vivía un mundo paralelo, éste le resultaba ajeno. Hablaba de Boris y Rafa, dos hermanos más grandes que nosotras y le brillaban los ojos.

   No los conocimos, estaban tan lejos. Ella decía Marbella, o tal vez India o trabajando en alguna isla caribeña. Susi, mi hermana, moría de envidia. Un día, ya crecidas, le preguntamos si no gustaría que viajáramos a ver si los encontrábamos. Dijo que no, además el viaje era caro, aunque la Abuela tuviera ahorros en dólares. Hacía tiempo la Abuela había ofrecido su dinero. La negativa de mami fue contundente. Además no tenía ganas de perder dos hijas más, ni siquiera por unos días.

   Realizamos una consulta con un abogado de prestigio y buenas conexiones. Nos informó acerca del destino de Boris y Rafa, dijo que eran desaparecidos. Volvimos en tren, sin hablar. La decisión de no contarle a nuestra Mami quedó encerrada en nuestra cocina, donde cantaba y amasaba. Apenas saludó, nos mandó a lavar las manos para comer bajo el aromo. Terminado el almuerzo pidió silencio para dormir sus quince minutos de siesta. Nos dijo que Boris y Rafa le mandaban mensajes en sus sueños. Ahora vivían en Australia, el año entrante viajaban a Dinamarca.

   Estaba contenta con sus hijos itinerantes. Nuestra Madre se había instalado en un planeta, donde no entraban el horror ni el espanto.

lunes, 26 de septiembre de 2022

MITAD DE QUEBRADA

 

   Anda enojado el padrecito, en el sermón acusó gente con nombre y apellido. Se olvidó a qué iba y por dónde.

   Yo lo esperé y cuando terminó la misa le hablé de hombre a hombre o de pastor a curita. Le pregunté si no estaba cansado por algo de nosotros. Me habló de la soledad de la capilla, de lo lejos que vivíamos todos y de su lucha para seguir célibe en el medio de las cabras. Cuando llegué a mi casa la hablé a la Malvina y le dije que fuera a charlar con el padrecito, a darle alguna alegría. Soy el padre y sé que ella se da con todos. Por decirlo con elegancia.

   El domingo el padrecito dio una misa linda, el sermón parecía de otra persona y cuando terminó, nos apretó la mano a todos y dijo gracias.

   Malvina nunca volvió a nuestra casa, vive en la sacristía, se casó con el padrecito, tienen dos críos.

   Ahora las cabras las cuido yo, quedé tan impresionado que no dejo que se les acerque ningún hombre, menos si lleva sotana.

domingo, 25 de septiembre de 2022

FATIGA

 

   Se fue de la casa paterna, nadie soportaba su comportamiento. Lento como una tortuga,  hacía cosas que después olvidaba, ir al baño y no apretar el botón, dejar la puerta de calle con las llaves del lado de afuera. Tomaba micros que iban en sentido contrario a su laburo. Olivo era sereno de un edificio mamotétrico. Permanecía despierto, hacía una errática caminata por el lugar, a las dos horas dormía como un bendito. Cuando llegaban los obreros, Olivo desaparecía. Desayunaba siempre en el mismo lugar.

   El dueño conocía su torpeza mayor, mientras tomaba café, la mitad iba para la corbata, pantalones, o mesa. Mojaba las medialunas en la mesa, o en su corbata, donde hubiera quedado más líquido. Pagaba, olvidaba el vuelto y cuando iba a reclamar, el mozo corrió a abrazarlo y darle las gracias por la cuantiosa propina. Olivo pensó que alegró a alguien y olvidó que era su vuelto.

   Se compró dos cuadernos y cuatro biromes. Le metieron su compra en esas bolsas de nylon perversas, que se abren de abajo y adiós cuadernos y pseudo biromes. Mientras comía un pancho de plaza, se le fue medio frasco de mostaza en el centro del pecho.

   Cada vez que tomaba un micro, le robaban la billetera.

   Hacía los trámites, pero llegaba tarde. Lo llamaban “Fatiga”, por su andar bamboleante y perezoso. Olivo no hizo más trámites, se agotó. Renunció a su laburo. Lo echaron de la pensión por falta de pago y volvió vencido a la casa de sus viejos. Lo recibieron como hijo pródigo, a los postres, el padre le preguntó.

   —¿Olivo, a qué hora te vas? El reloj dio las doce campanadas, hijo tomate el olivo. Te pedí un taxi. 

sábado, 24 de septiembre de 2022

VUELO

 

   Lo hicieron viajar en avión para estar a tiempo en la reunión, donde debía defender la postura de fusionar tres empresas. Como un niño grande disfrutaba del vuelo, las nubes y el sol entreverado. Lo recibió la Secretaria típica de rodete fijo, alta y rubia. Le advirtió que debía esperar que concluyera la reunión anterior a la suya. Transcurrió una hora y un dejo nervioso lo invadía. Le preguntó a la secretaria su nombre, ella dejó de mirar la computadora:

   —Carolina.

   Se hizo una larga pausa, ella lo miró como esperando:

   —Me llamo Sebastián.

   Hubo una conexión humana, pensó él. Carolina dijo con piedad que la reunión continuaría unas dos horas y media más o menos. Él le preguntó si no sería más llevadero cruzar a un banco de la plaza y comer pochoclos. Carolina aceptó de inmediato.

   Hablaron de sus respectivas familias, los chicos, los cónyuges, el trabajo, donde todo debía hacerse con un cuidado mayor al que se dedica a la familia. Sebastián volvió a  sentir una conexión, más eléctrica que la anterior. Le regaló un ramo de fresias y Carolina lo invitó a comer papas fritas, total faltaba como una hora. Él aceptó con gusto, cuando ella soltó su rodete una catarata de trigo cayó sobre su espalda y la conversación se hizo entrañable. Ambos debieron correr para llegar a tiempo.

   Hacía media hora que los estaban esperando. Fueron correctos pero distantes. Como nadie decía nada, él comenzó el desarrollo de la idea de su empresa. Se explayó tanto que su voz pesaba más que los números que describía. De pronto sus oyentes se pusieron de pie y le dieron la mala nueva, habían concertado con otras empresas. Salió como un play-móvil roto. En la mesa de la Secretaria había una caja, estaban todas sus pertenencias laborales. Fue despedida por ausentarse durante las horas de trabajo. Tomaron el ascensor y el olor de las fresias revirtió las amarguras. Le contó a Carolina que él también sería despedido. Era así: mala gestión, ¡fuera!

   Ella ofreció llevarlo al Aeropuerto. Cuando se despidieron, Sebastián la besó profundo y largo. Ahora que se fue le flota en el paladar un regusto a flores fritas, está de pie, delante de la ventana, en el Aeropuerto.


viernes, 23 de septiembre de 2022

NO SABER QUIÉN

 

   Al final me di cuenta que mi madre fue es y será una persona desconocida. Nunca supe cuáles eran sus deseos, los profundos, los que no se dicen, ni ella sabía quién era. Yo tampoco sé quién soy, pero me voy dando cuenta.

   —Tenés que estudiar para ser alguien. Tenés que saber inglés, es útil. Tenés que vestirte bien para conseguir trabajo. Tenés que tender tu cama. No fumes, lo dijo el médico.

   Todos mandatos relativos, como el médico que le dijo que yo no debía fumar, el Doc se mandaba tres atados por día. Mi marido no me besaba la boca, confesó que el olor a pucho le daba náuseas.

   Cuando tiraba perfumina, lo hacía también sobre mi ropa. La comezón del séptimo, se adelantó dos años. El día que vi en sus ojos los ojos de mi madre, le pedí el divorcio. Se fue. No me interesa dónde. La casa cobró el doble de su tamaño. No tendía la cama ¿para qué? Si a la noche me acostaba de nuevo. Estudié dos carreras, hablo inglés, me visto con lo primero que encuentro y conseguí trabajo en un call center.

   A la vieja le cumplí sus deseos, suprimiendo algunos.

   Tenía un compañero médico y cineasta que laburaba en el call center. Nos cansaron, hablar de alguna oferta y recibir a cambio una puteada. Decidimos vender la casa de mi madre, a él le pareció excesivo, en un principio, luego de contar que mi vieja era un cocodrilo, aceptó. La vendimos con cocodrilo y todo. Entendió quién era ella y marchó al zoológico.

   Vivimos de nuestras profesiones en Chateaubrisa, un conjunto de islas. El primer domingo libre que tuvimos, fuimos a la playa, nos sentamos en arena húmeda mirando el horizonte, en las aguas tranquilas. Vimos algo con movimiento que se dirigía a nosotros, era el cocodrilo, saludaba abriendo sus fauces.

jueves, 22 de septiembre de 2022

MAGENTA

   Como las cortinas de un rancho, entra el aire y ellas se inflan y remontan el calor y las moscas.

   Una silla de mimbre cliqueando con alguien de ojos entornados.

   Un olor a frito, a cocina económica, a mate, a kerosene, a caca de gallina, a puchero antiguo, a leche cortada, a grapa Valle Viejo, a vino patero, a pis de gato. Olores universales, más espaciosos que un rancho.

   Un chico entra por la cortina más delgada, se enrosca, logra desanudarse y se sienta en una silla de paja, bajita. El chico pregunta al abuelo si le puede contar un cuento de fantasmas.

   El abuelo sonríe y con los ojos cerrados, comienza una historia. 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

NOSOTROS

 

   Los quebrados económicos, cuando cumplimos años y lo festejamos, solemos recibir llamados telefónicos justificando su ausencia al onomástico por haberse quebrado un hueso del brazo, de la pierna o algún otro invento jaquecoso y lamentero. La dispensa ocurre desde casas de ricos sin fama y con dineros de raras proveniencias.

   Los quebrados económicos somos humanistas en nuestra mayoría y pertenecemos a la ex-cultura del libro y la cinefilia, de pasillos inteligentes y de horizontes por inventar. Nuestros corazones sin precio aprecian el teatro que fue, la música perdida. Valoramos los rescates y los nuevos, con ideas que tengan huevo y toda la carne a la parrilla.

   Los quebrados económicos solemos juntarnos, no sólo para marcar los años o el día “de”, emitimos sonidos de ballenas, que nos comunican sin cables ni celulares, tomamos mate, fumamos, hablamos de temas que competen a la creación humana, a su salvación y si Tánatos nos agarra, con esa facilidad de metiche que tiene, nos cagamos de risa, como Goya en sus pinturas negras.

   Los quebrados económicos tenemos la seguridad que las gentes que deciden formar parte de nosotros lo hacen por la búsqueda de lo genuino, mostrando profundidades o larguezas que transforman los encuentros en fiestas imprevistas y asombros con olor a nuevo.

   Los quebrados económicos somos más de los que parecemos. Hay intersticios que nos guardan para no dejar al mundo solo entre mangas de degenerados que tratan de quebrarnos las ganas. Es una pena para ellos, porque nuestras cosas no se venden, no tienen un lugar, ni una forma. Ocurre en una dimensión a la que ningún microbio comegente podría acceder.

martes, 20 de septiembre de 2022

NI TANTO NI TAN

 

   Amparo limpiaba como para pasar la lengua y no tener que lavarse los dientes. Se levantaba tres horas antes que todos, saludando al día con mate amargo. Tenía dos zorzales que se sentaban en sus hombros. Pensaba tan hondo y tan lejos que a los pájaros Amparo les parecía un árbol. Se hacía propuestas por día, ése, cantaría ante cada recriminación por toda respuesta. Nada de discusiones bizantinas, cantaba alto y afinado, todos se detenían aunque llegaran tarde. Parecía magia, lograba jugar a las estatuas, ellos quedaban sedados y le daban besos amorosos al partir.

   Un día se prometió romper la rutina, ni entró a la cocina, siguió tomando mate y estiró los brazos al cielo, los zorzales le cantaban dale, dale, dale. Hacía calor, Amparo sacó su delantal y en ropa interior se tiró al tanque australiano que le regalaba cinco brazadas hasta el molino. Luego, boca arriba en el pasto, con el delantal se fabricó un gorro con visera. Toda la familia salió a ver. Los chicos miraban al padre, ese dios de la casa, él decidiría.

   Él corrió adentro, trajo la toalla más grande que encontró y envolvió a su mujer. Amparo lo miró con cara de hawaiana y en un abrazo de viejos camaradas se encerraron en la pieza. No se escuchó discusión alguna. Pasaron horas de silencio, la puerta tenía traba.

   El siguiente día Amparo se propuso ir hasta el pueblo, la siguieron los zorzales y le cantaron adiós. Ella pensó su recorrido: peluquería, maquillaje, masajes, compras y regresar con dos tartas caseras. El marido la esperaba en la tranquera, Amparo bajó de la chata y luego bajaron los paquetes y paquetes. Durante la noche, en la oscuridad de la pieza, él preguntó dónde estaban los ahorros. Amparo contestó con voz de sueño: “¿Qué ahorros?”

lunes, 19 de septiembre de 2022

COSA NOSTRA

 

   Gertrudis se presentó al Instituto de Subsidios, para los  Ex­Clasemedia. Tras larga espera, de extensa cola, llegó al escritorio, con un hombre de hablar y mirar robótico. Ella relató sus desgracias y carencias, preguntó si le podrían dar una pensión. El robot le contestó que iban a ver qué podían hacer. Cuando Gertrudis se puso a llorar, llamó a su jefe. La cola lo iba comprimiendo, con esa mujer varada.

   Llegó el jefe, tomó del brazo a Gertrudis y la condujo a la oficina. Ella, volvió a su relato y a su pedido. El jefe, le contestó que iban a ver qué podían hacer. A Gertrudis le parecía el cuento de la buena pipa. Tuvo mareos y el jefe la hizo recostar en un sillón y llamó al gabinete “psicorobo y adaptación”.

   El psi, le tomó la mano, Gertrudis sintió un pescado, en la palma de su mano y una voz de tiburón con resaca, que se deslizó en sus oídos, diciendo que iban a ver qué podían hacer.

   Gertrudis escuchó :

   —Bien, estamos bien Gertrudis, lo único que ya se habían acostumbrado a ser Clasemedia, pero claro, “Uds.” se habían acostumbrado, o sea que es culpa de Uds. Acá le sello y firmo el bonito, entréguelo a la salida, es para reciclarlo.

   Gertrudis caminaba temblando de hambre e impotencia. Cuando se iba, le regalaron un sánguche de chorizo y una escarapela.

domingo, 18 de septiembre de 2022

LA DESGRACIA

 

   Ella era hipocondríaca. Jamás recibió un golpe en su vida. Este año fue distinto, para Navidad se quebró un brazo y lo solucionaron con titanio.  Cuando pasó a rehabilitación fue un infierno.

   Lo pensó como un castigo. El árbol partido con los adornos de cuando fue chica y los regalos aplastados. Se recuperó hasta que un día despertó con una hemiplejia facial que le dejó un ojo más bajo que el otro y una sonrisa de costado. Parecía un personaje de “Las Señoritas de Avignon”. Picasso, loco, la pintó así y era ella.

   Consuelo sintió un antepasado que predijo su cara actual.

   Terminó por aceptar su situación y largó kinesiólogo, ejercicios de recuperación y nunca más consultas médicas. Ahora llegan los pasajes, por fin tendría una charla con Pablo Picasso; dicen que sus manos son milagrosas, le pidió que por favor le curara su hemiplejia facial.

   ─Usted no está enterada, pero yo he muerto hace años y desde aquí no puedo hacer nada. Pero conozco infinidad de Com que la curarán y no le van a cobrar un centavo. Le van a cobrar quince mil euros, que para usted no es nada y si no júntelos como lo hice yo.

   Los Com realizaron un trabajo excepcional. Antes enterraron sus pies hasta los tobillos. Consuelo quedó tan agradecida:

   ─Yo no sé cómo pagarles.

   ─No se preocupe, ahora son veinte mil euros.

   No pudo desenterrar los pies de donde estaba. Parecía que la tierra era de cemento. Pidió socorro, nadie acudió. La rodearon los pájaros que son un regalo de la naturaleza. La fueron picando de a poco hasta que los chimangos se encargaron de todas las vísceras.

   No quedó nada. Pero ella estaba en el cielo charlando, con Pablo.  

sábado, 17 de septiembre de 2022

NOTAS

 

   Había una docena de invitados a la casa de Robert Alcorta y su mujer, Felipa La Hermosa.

   En la punta de un médano se alzaba un palacio tallado por el mar. Estaban todos intrigados por el interior de esa obra de arte. Al huésped más importante le cedieron el aposento con cama redonda y decoración perfecta.

   Felipa La Hermosa se sentó a la cabecera de una mesa  rectangular para veinticuatro personas. Robert Alcorta ocupó el lado contrario. Su mujer lucía un sombrero ajeno de ala ancha, recuerdo de su boda, para no rozar a los invitados se dispusieron silla por medio.

   Mientras comían despacio y con la boca cerrada, escuchaban grillos entrenados para cantar y de paso tapar esas conversaciones tontas que al tomar bebidas de toda índole se potencializaron.

   Llegó el momento de las discusiones políticas y poco a poco, la atmósfera se tornó violenta. El resultado fue destrozos de copas y vajilla antiquísma. Robert Alcorta tomó el mantel de una punta y no quedaron ni los invitados. No les daban las piernas para huir de aquel infierno. Con vestidos largos y tacos altos, cayeron unos encima de los otros. Se confundieron de autos y de parejas.

   El matrimonio Alcorta los miraba desde el balcón principal y no paraban de reír y de insultar a todos. El personal de servicio los ayudó a inclinarse más allá de lo debido. Ambos aterrizaron en la escalinata de ciento cincuenta escalones de mármol de Carrara. Murieron los dos, con las manos enlazadas y el odio dibujado en sus últimos gestos.

viernes, 16 de septiembre de 2022

¿INSENSATO? MMM...

 

   Todos me dicen la diferencia de edad:

   —Mirá que entre vos y ella hay muchos años en el medio.

   Si es por el tiempo, me parece totalmente en vano, el que inventó las horas, los días, los meses, los años, junto con el obsesivo del reloj, tajeando la vida con dos agujas. Es multimaravilloso vivir despacio, que los ojos se llenen de verdes, amarillos, azules, que el banco de madera tenga un ángulo faltante y debería arreglarlo. Debería no quiere decir que deba.

   ¿Es casi una adolescente? ¿Una joven? ¿Una vieja operada?¡Qué me importa! Si podemos hablar el mundo con ella. Su figura frágil, los ojos tristes y el pelo fucsia. Todos me dicen:

   —Parece tu hija, che.

   Ojalá hubiera tenido una hija así. La mía carece de existencia para mí y es mutuo.

   El más preocupado era Eugenio. Nunca encontraba el espacio para contarle, éramos amigos, no quería dañarlo.

   —Eu, me voy a casar con ella.

   Él fruncía la cara completa.

   —Vos sabrás cómo proceder, es triste para la joven, aunque seas   un payaso divertido.

   Yo le digo, es ahora o nunca dejará de ser una traición.

   —Mañana nos casamos y quiero que seas el padrino, ella está sufriendo en casa, hecha un rollo, te tiene miedo.

   Volvió a fruncir la cara:

   —¿Quién es la chica? Quiero saber su nombre al menos.

   —No necesitás saber su nombre, la chica… qué se yo… no sé explicar… la conocés… La chica es tu hija.

jueves, 15 de septiembre de 2022

¿A DÓNDE VA?

 

   —Estamos más cerca del arpa que de la guitarra y sabés que toda la vida toqué el arpa. Ahora dejé, con todo lo que voy a tocar en el cielo. Si Dios es piadoso y me perdona.

   El Viejo daba pena, le regalé mi guitarra de concierto, no la usaba y él quedó tan agradecido que me regaló el arpa.

   —Necesito alguien con experiencia, buen oído, buena digitación, si vos decís que el Viejo toca bien, mandálo.

   Tenía miedo el Viejo, era modesto como todos los genios. Se hizo el grupo, sus cuerdas armonizaban cualquier desperfecto. Hicieron recitales, grabaron cuatro discos, batieron record de ventas. Les entregaron el Grammy, dos veces consecutivas. Me irritaba ver el arpa en el ángulo oscuro del living. El Viejo quería hablar algo conmigo:

   —Te vengo a cambiar el arpa por tu guitarra. No tendré problemas de dinero, hasta que la parca me señale.

   Llevó su arpa y tocaba en iglesias, casamientos, discursos políticos, colegios, subterráneos, almuerzos empresariales. Dormía en la Terminal de micros.   En el banco donde dormía murió abrazando el arpa. Una sola cuerda replicó en el recinto, cuando se perdió pregunté igual que una arpista antes de ser cubierta de escombros “¿Dónde va la música cuando ya no suena más?”

   Fui a buscar la guitarra para seguir la música junto a él, que parecía dormir. Busqué, pregunté, describí a él y su arpa. Nadie sabía. No les creí, me senté en el mismo banco y su luz guiaba mis cuerdas y la música volaba por los pasillos, se metía en todos los micros, allí me quedé. A veces hacíamos duetos. Sus acordes ordenaban los míos.

   Pasó la Parca y nos llevó a los dos. Cuando Dios observó que no teníamos los instrumentos, llamó a la Parca:

   —Hace Siglos, de Siglos, que trabajás acá, por ser tan inoperante, bajá y traé los instrumentos. ¿No se te cruzó por la hoz?

   ¡Qué lindo que es tocar recostado en una nube! Y tener a tu mejor amigo en la nube de al lado.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

FACTOR AG

 

   Si en un sillón circular se está arreglando el mundo, siempre hay uno que se tira un pedo, sin querer, se le cayó, lo hizo a propósito, no asume su culpabilidad. Entonces todos dudarán de todos, menos él, que fue un hipócrita, corriendo a abrir las ventanas. Cuando vuelve restriega sus manos.

   —Lindo tomar algo de fresco, además de los jueves, nos podríamos ver acá, otros días.

   Nos miramos con más confianza, de pronto nos trajo el recuerdo que alguno se desgració, con cara de yo no fui, fue él, o aquel, o todos.

   Algún pedo tenemos todos en nuestro haber pasado, en el presente nadie puede contener a nadie, así es de ingrata la vejez, se escapa todo, los recuerdos inclusive.

   —Vos te quedaste con mis Hauser I, II, y III. Hace veinte años, devolvelos, ya es tiempo.

   El tipo permanece impertérrito, es sordo. Me olvidé, a él no le gusta usar el aparato, de coqueto nomás.

   La casa de las reuniones es la del sillón circular. Anoche, el dueño, hizo una carbonada patriótica. Cuando llegamos, nos puso una banderita a todos. Después nos obligó a jugar al gran bonete. Entró un pájaro, nos recorrió y se posó en su hombro.

   —Viene todas las noches, me caga todo, pero como estoy al pedo, no es ninguna molestia. Terminamos la carbonada, se pueden ir, vamos, vamos, vayan.

   Quería que nos fuéramos, se avecinaba un pedo que requería la libertad de la soledad.

   La estridencia se escuchó desde la ruta.

martes, 13 de septiembre de 2022

AMURADA

 

   Hay quienes conviven con la alegría y otros con la tristeza. Inés era adicta a la alegría, los brotes amorosos que le crecieron con Ramón eran bellos, hasta que se transformaron en enredaderas. Quedó sin aire y pidió a Ramón que se fuera. Él, con la humildad del que perdona, se alejó encorvado dejando brotes secos que Inés miró con tristeza.

   Sucedió igual con Martín, Tomás, Augusto, Pepe y Rolando. Todos fueron sus amados, hasta que mutaban enredaderas que volvían a dejarla sin aire. Caminaba plazas y calles con el corazón latiendo, como los jóvenes que buscan alguien. Apareció de frente, casi en un tropiezo sin disculpa. Se reconocieron de inmediato, aunque jamás se habían visto. Muy a su pesar, Inés se brotó con Juan ni bien se sentaron en el banco. Él se dio cuenta y pidió permiso para quitarle los cotiledones que tenía en los brazos y en las mejillas. Inés ayudó por temor a la futura enredadera. Juan hizo un ramo de flores robadas, como son los verdaderos regalos de flores y preparó milanesas, bien escurridas, que Inés devoró con pasión sibarita. Nunca concertaban los encuentros, se producían a diario y ninguno de los dos se atrevía a poner en palabras aquellos milagros.

   Inés, plena de alegría, dejó de reparar en los detalles del mundo. Se miraba el cuerpo, sin asomo de brotes y besaba a Juan como a un dios nuevo. Y así fue como él se brotó todo, hasta quedar cubierto de enredadera. No entendía Juan, hasta que le faltó el aire.

   Cuando la vio llegar casi se ahoga, pero como la quería más que a nada sobre la tierra, le dio un beso tan largo y tan profundo que se juntaron personas de todas las edades a mirar aquella expresión de amor que había dejado de existir hacía bastante. Cuando Inés llegó al éxtasis más alto al que pueda acceder un ser humano, Juan cayó en la vereda y flores multicolores nacieron de aquel montón de enredadera.

   Murió Juan, murió de Inés. Ella perdió la razón, vive pegada a las paredes que encuentra, todos olvidaron su nombre, ahora la llaman enamorada del muro.

lunes, 12 de septiembre de 2022

¿UN ESPEJO SÓLO?

 

   Ella dice, que frente al hombre que se le impone, dirige sus ojos a los ojos de él. Fuerte, lo mira, hondo, para que el tipo sienta que ella es alguien más que cualquier otra. Yo la miro, no veo esos ojos profundos que dice tener. Son oscuros, tienen brillos, pero les falta cosmogonía. Conocí ojos, de pupilas negras, donde caí como Alicia, en tirabuzón y sin garantía de retorno. En el país de las maravillas hubo miradas que me llevaron a lugares desconocidos, abrieron puertas y ventanas. Salieron soles, corrieron nubes, para ellos y para mí. Vi llover con arco iris levantando el telón de todos los colores.

   Tenía endorfinas, adrenalina, neuronas perfectas, la demencia sin excesos. Los ojos de los demás me importaban porque tenían fortaleza, generosidad y sentimientos piadosos. Algo se dividió, se fragmentó, hasta extravió la memoria y junto con todo, la mirada.

   Ahora hay ojos perdidos en cualquier persona. Terminan ahí, justo en la forma, no tienen adentro ni fondo, ni dicen, ni quieren. Pobres las miradas de hoy, tanto deterioro por ambiciones ciegas. Recién levanté la vista de mi cuaderno y encontré unos ojos que miraban genuino.

   Me quise por primera vez, gracias al espejo que tengo enfrente. Tienen que existir otros, que no sean tan tristes y añosos.

domingo, 11 de septiembre de 2022

SIGUIÓ LLOVIENDO

 

   Era el casco viejo de “La Estrella”, fue mi primer estadía de siete días. La lluvia constante y copiosa no paraba los relinchos agónicos del caballo. Todos estábamos en la casa. Mi viejo caminaba de una punta a la otra. Tenía una radio a pilas, donde Radio Colonia colonizaba el espacio auditivo.

   Mi madre tejía y puteaba, porque no le alcanzaría la lana. Me envolví en una manta de conejo, tapaba mis oídos con almohadones y leía “Viaje de un largo día hacia la noche”, una lectura acerca de episodios más grandes que la agonía del caballo. Pasaron más de treinta horas y el Veterinario no aparecía, con tanta lluvia, estaba cantado que no vendría.

   Cuanto más me adentraba en la lectura y lo demás se diluía, una mano familiar tomó mi libro y lo desapareció.

   —Leé Historia, así aumentás la posibilidad de aprobar ¿Trajiste los libros?, los abandonaste. Los libros muerden, es tu consigna. Eugene O’Neil no es para vos, ya vas a tener tiempo.

   Cerró los postigones para no ver la lluvia, para no escuchar al caballo, ni a mi madre, ni a la radio.

   —Hacé algo Jorge, no podés ser tan cagón…

   Mi viejo decía que sí, que ya, antes tenía que rezar. Sólo Dios lo ayudaría a tomar la decisión. No sé por qué Mamá le dijo cagón y él no se defendió. Tomó mucho vino, jamás tomaba vino. Me dormí rápido, como cuando una es muy joven. Soñé que se divorciaban y yo me alegré. A las seis de la mañana se escucharon dos disparos. Hablaban usando tonos bajos, silencios largos. Entreabrí mi postigón, los dos hacían un pozo, no pude dejar de mirar, mis piernas no me daban, pero quería saber. Había una mancha marrón. Vi a mis padres abrazados. Recuerdo el rifle, despareciendo en la tierra junto con el caballo.

   Paró la lluvia, Mamá cebaba mates y vi a mi padre llorar, por primera vez. Corrí a buscar mi manta de conejo, le envolví el dolor con la manta que fue de su madre.

   Cuando volvimos al pueblo, comprendí que el dolor no se envuelve con trapos…

sábado, 10 de septiembre de 2022

EN CASA

 

   Como no podían salir, jugaron a sincerarse. Él confesó que antes la engañaba con cualquiera.

   —¿Vos sabés que yo antes hacía lo mismo?, pero no con cualquiera, con los Maridos de mis amigas, eran los que tenía más a mano, ahí comprendí, por qué estaban de acuerdo. Se quitaban los Maridos de encima. Yo les hacía el favor y me acosté con todos. Eran diez. Decidieron separarse de sus Mujeres, para casarse conmigo, yo les dije que sí a todos. Entonces te inventé que llevaba un contingente de turistas, por un tiempo. Vos seguías leyendo, mientras yo me bajaba cada salame al sótano, no cabíamos, éramos muchos. Les empecé a cobrar, ninguno quiso pagar. Los largué o se largaron. En casa no vivieron más, por fin logré descansar.

   —Te tengo que decir algo, todo lo que te conté, es mentira, vos te lo creíste. ¡Ja!

   —Yo también te inventé todo. Es para condimentar este tiempo de la pandemia. Un matrimonio con aburrimiento, se nutre de inventar historias o de cagarse a trompadas.

   —A mí me dieron ganas de varias cosas, cortarte la cabeza, tirarte por la ventana, me brotó el instinto asesino y te empiezo a correr hasta que te alcance y te sugiero que para despedir esta historia, nos acostemos.

   —¡Qué disparate! ¡Qué ascoo!!

viernes, 9 de septiembre de 2022

PROHIBIDO PROHIBIR

 

   Juntaba hongos todas las mañanas, conocía distintas formas, tamaños y diferenciaba los venenosos de los inocuos. Era una Abuela rodeada de un bosque de piñoneros intrincados. Los nietos comían diferentes alimentos con alguna variedad de hongos. La mayoría prefería los de sombrerito y tallo gordo. Reprochaban a la Abuela que nunca encontraba los de sombrerito rojo con lunares blancos. Había sido muy bella de joven y su marido era fanático de cualquier verdura o carne, con hongos. Él mismo, también juntaba cuando volvía de su trabajo de leñador, la Abuela los doraba en manteca y los agregaba a las comidas. Un día él apareció muerto.

   La Abuela llamó al Médico de campo, que diagnosticó envenenamiento por ingesta de hongos venenosos, otra explicación no había. La Abuela llamó a la Policía, para deslindar responsabilidades por el deceso de su Marido. La base de aquel matrimonio era el amor mutuo. Los policías se ocuparon del sepelio, sus hijos no podían creer lo que le pasó al Padre.

   A los nietos se lo fueron contando a medida que crecían, en especial, para que no comieran hongos encontrados por cuenta propia. Los niños sienten curiosidad cuando lo prohibido aparece. Jugando en las hamacas encontraron hongos con sombreros rojos y lunaritos blancos. Juntaron unos cuantos e hicieron una comida especial para la Abuela, querían sorprenderla, agregaron copitos de azúcar y yogurth casero. Le llevaron el desayuno a la cama, la Abuela emocionada comió con fruición todo el tazón. Fue algo imprevisto, los hongos aquellos eran venenosos. La Abuela murió.

   Ninguno de los nietos dijo que ellos juntaron los hongos. Ni cuando fueron grandes tocaban el tema.

jueves, 8 de septiembre de 2022

AURIGA, FUSTIGUE

 

   Hacía mi caminata medicinal. Me morí de frío, salí escasa de ropa. Llegó el invierno sin avisar. No podía correr para quitarme el frío, no era medicinal.

   —Tenés unos problemitas en el corazón, hay turno para tu cirugía recién dentro de cuatro meses. Habrá que cuidar tu dieta, tomar oxígeno… Lo vamos a hacer y saldremos invictos.

   —No sé por qué habla en plural, si a la que van a operar es a mi sola ¿O a Ud lo operan de lo mismo? Dr, esto no es un partido de fútbol, lo de “invicto” me sonó a deporte. Tiene que mantenerme viva ¡Ja! Desde que nací estoy enferma y sigo igual. ¿Para qué hacer gastar a mi flia, tanto dinero, si no hay garantía de nada?

   Por un lado, quiero vivir y por otro, quiero morir. Hablo mucho con Dios, él no contesta, pero yo le hablo igual.

   —Dios, no sé por qué lo trato de Ud, tantos años juntos deberíamos tutearnos. Yo no estoy segura si existís, si laburás o te tirás a chanta. Es tan privada tu vida, que nadie sabe nada. Quería agradecerte mi notable mejoría. Al Dr le dije que me salvé gracias a vos. La bronca y la envidia, lo partía, en especial cuando le arrojé las pastillas inútiles en su cara.

   Sucedió algo extraño, el Dr hacía las caminatas conmigo. Salíamos aunque lloviera. Dejé de charlar con Dios, justo cuando el Dr me regaló el mejor medicamento, un beso en la boca y alguna promesa sin pastillas.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Y SI SIGUE ASÍ, CHAU

 

   El mundo, antes de razonar como adulto, me resultó un lugar inapropiado. Mis padres me prohibieron la palabra Perón, la peor de todas, como Eva, malas palabras. En el Jardín tuve mi primera confusión. La maestra de la Sala Azul pidió que levantaran la mano, quienes querían a Perón y Evita. La única que no lo hizo fui yo. La Señorita me preguntó el porqué, le dije que Pa y Ma me prohibían decir malas palabras y menos quererlas. A Mamá la dejaron cesante. Cuando llegué a casa me dio un coscorrón, mientras me preguntaba si yo era idiota. Pero si ella me había dicho, ¿cómo era? ¿No es que lo que los padres dicen se obedece? En la foto que tengo veo mi cara de no entender, los otros niños están sonrientes y yo con seriedad constipada.

   Mi padre trabajaba en Asesoría de Gobierno, un cargo menor que le permitió terminar su carrera. Un día me llevó para mostrar a sus compañeros qué linda hija tenía. Me preguntaban cosas y como charleta metiche realicé un largo monólogo donde les rogué que no me preguntaran si quería a las malas palabras. Todos quedaron en ascuas, menos el Jefe de mi padre, que me sentó en su falda y me pidió que le dijera en el oído de cuáles palabras se trataba. No hablé pero le señalé su escudito en la solapa y formulé que esos dos eran malas palabras, las peores, según mis papis. Dejaron cesante a mi Padre, que no me pegó, pero tardó una semana en dirigirme la palabra. Mamá hablaba por él, pero pegando empujones, cada vez que me encontraba.

   El castigo fue vivir con mi abuela durante un año, hasta que la mala palabra cayó. En ese pueblo polvoriento, me divertí tanto, que el mundo no me pareció tan inapropiado. Papá me perdonó con un exabrupto de regalos. Mamá no, ella nunca supo perdonar a nadie que no fuera de origen animal.

   Crecí en el agobio de las contradicciones. Fui chica para hacer cosas divertidas y grande para la terribilidad de secar los platos y lavar mis calzones. La juventud a través de ligeros compromisos político-ideológicos desarrollaron la frase consabida: “Casi toda injusticia era dada por las contradicciones del sistema.”

   Seguí imprudente, una noche de dictadura militar, observé desde un auto, unas diez personas con ametralladoras y de civil, formando pasillo en una casa particular. Por el medio arrastraban de los pelos, a puntapiés, a un grupo de chicos de mi edad. Fui a la comisaría más cercana y relaté el episodio rogando que fueran de inmediato, el episodio era cerca. Me pidieron documentos y me llevaron a una celda. Pasé unas tres horas, hasta que tres tipos me arrancaron del jaulón y me abandonaron en una plaza desconocida. Había uno bueno, que les decía a los otros que yo era tonta. Pensaba igual que Mami.

   Fui expulsada de mi grupo anarquista. El mundo no me parecía: era un lugar inhóspito. Y que tenga noticias, lo sigue siendo.

   Cuando fui grande, terminé viviendo en un pueblucho de apariencia inofensivo. Las apariencias son aliadas de lo inhóspito. En plena democracia, habiendo vivido en las ciudades más sanguinarias de este país, sin sufrir ni un rasguño. Vecinos inmediatos, llaman a la policía dos o tres veces por año, presentando quejas de mi conducta inapropiada: gritar por la tala de árboles, protestar por el avance de la construcción sobre las Sierras o dejar gotitas, cuando riego, en el piso encerado del porchecito de mi vecina. ¿Y? ¿Es inapropiado o no?

martes, 6 de septiembre de 2022

EL SECRETER

 

   He leído los cuadernos de Cesárea. Revolviendo su pieza, el olor a humedad invadía las paredes, la mesa de luz, la cama y el ropero. Había una única ventana y entró la luz del sur con una brisa fría, afuera tanta neblina, que tapaba los árboles, la bomba y dos perros viejos y flacos, haciendo un caracol abrazado para darse calor. Un musgo rasante, crecía como enredadera, sobre todos los muebles.

   Sentía sus pasos subiendo las escaleras, con esa dificultad que hacía doler, porque sólo yo sabía el sufrimiento de Cesárea, cada vez que se le partía un hueso. Y murió así, usando una escalera muy alta, para limpiar una telaraña que llegaba al suelo.

   En vida la visitaba seguido, le llevaba placebos para el dolor de sus piernas, le cambiaba las vendas y la pobre apenas recordaba mi nombre. Me llamaba con el nombre de mi Madre. Mucho más chica que Cesárea, se llevaban veinte años o más, mi Abuelo se acordaba de anotarlas un año más tarde o cinco. En el medio del campo, no importaba.

   Dentro de su ropero, había un secreter, con una cerradura y ninguna llave, fui hasta la cocina y tomé un cuchillo de la mesada, me sentí en falta cuando lo hacía, pero le arranqué la cerradura entera. Encontré varias pilas de cartas atadas con nudos y flores de espliego. En ese lugar no había humedad, sólo a las florcitas retorcidas hacía tiempo. Cesárea mantenía relaciones epistolares que escribía con plumas y tinta violeta.

   El nombre del remitente era Felipe Oviedo y la dirección, el domicilio de su prima, la menor, cínica e histriónica. Con mi Madre no se hablaban desde chicas. La primer carta que leí decía: “Querida Cesárea, cuando nazca nuestra hija, la llamaremos María, que es el nombre de la pureza. Estaré contigo lo más que pueda y los gastos correrán de mi parte. A mi mujer, nunca le diré nada, es capaz de atravesar nuestra hija con una sevillana oxidada. No sabés cómo te amo y privarme de vos, me va matando de a poco. Te extraño mon chéri.

   Me pareció una carta entrañable y me llenó de alegría que los amantes tuvieran una hija, producto de la pasión. Después leí la respuesta, mucho más austera y despojada que la anterior: “Querido Felipe mío, tengo que decirte que ya estoy al parir y quisiera tenerte a mi lado. Quiero que nazca en esta cama, testigo de nuestro amor. Lo digo sin culpa, porque mi hermana vive odiando a sus propias hijas, a mi Madre y a mi Padre, tal vez por equivocación, se casó contigo. De mí no te digo nada, porque vos ya lo sabés…”

   Siguieron las cartas para leer, me pareció un pecado enorme, meterme en un amor tan complicado, que ni ella, llegada la bebé, que se fue casi de inmediato, sin poder disfrutarla.

   Volví las cartas al secreter. Le arreglé la cerradura, dejé una historia detrás, que lloré como si fuera mía. Cuando llegué a la tranquera, era casi de madrugada, seguí adelante el camino para mi casa, donde yo tuve una hija que se llamaba Cesárea, eso otorgó fuerza a mi debilidad. Mañana será otro día y con suerte, un día diferente.

lunes, 5 de septiembre de 2022

LISTO EL POLLO

 

   —No tenés que estar tan ansiosa, dos noches sin dormir, te alimentás con tostadas y agua, eso no es bueno, Inés ¿me escuchás?

   —No soy sorda, flaca. Pero quedamos en vernos el miércoles, el tipo está rebueno, copado y sé que le gusto desde que era chica. Me pongo el vestido negro, me favorece, tengo un corpiño y un calzón exiguo ¿Te parece?

   —Pero sí, es perfecto, te diré que lo primero que vuela es la ropa, no olvides que los tipos mueren con tus ojos verde cielo.

   —¿Cómo verde cielo? Son azules o verdes. No me gustan, yo me los veo color escupida de mate.

   —Él te va a mirar otras cosas, Inés, no te pintes porque con este calor de mierda se corre todo.

   —Me da miedo este encuentro, seguro que me va a preguntar cosas…no sé, ¿viste? Pensá que es un tipo culto y yo una bestia, por ahí se aburre…

   —Inés, no te olvides de depilarte, en especial, donde ya sabés.

   —Jamás me saqué los pelos, ni de las axilas, dicen que es malo, para algo están.

   —Inés ¿cómo vas a ir así? Dejá de joder, te afeitás con una máquina y listo el pollo, pelada la gallina.

   —¿Vos me podés llevar hasta la puerta?

   —Por supuesto, te dejo en la esquina.

   —Gracias flaca, después te cuento.

   Entré enseguida, el tipo sonreía, preguntó dos o tres boludeces de rigor. Dijo que me quitara la ropa. Apretó mis tetas con delicadeza. Pidió que abriera las piernas y aseguró que no me dolería nada. Tuve vergüenza. Fue mi primer papanicolao. Seguro que se dio cuenta que soy virgen.

domingo, 4 de septiembre de 2022

OSLO

 

   ─Recordá que tu personaje es de un labrador tan humilde, despojado hasta de su rancho. Deprimido y sin trabajo consiguió una familia muy adinerada que lo contrató gustoso. Hubo algo inesperado, la hermana más grande de la familia se enamoró del labrador. Vos sos tan haragán que ni leíste la obra, ¿sabés tu letra?, ¿y la de tus compañeros también?

  ─Por favor, no me suprima como actor, es lo único que tengo. Mi personaje lo comprendo, también entiendo la relación con la hija del patrón. Yo trabajé en el campo y sé perfectamente lo que es vivir sin mujer.

   ─Hay algo de soberbia en ese gesto y te vas a avergonzar. No te quiero como actor en esta obra, ni en ninguna.

   ─No se preocupe, tengo cientos de ofertas que tuve que rechazar, porque como mi mujer es rica, quiere conocer Oslo, el único lugar donde no existen los tilingos como usted. Y como despedida le digo, que usted es un fracasado. Y no creo que cambie.

sábado, 3 de septiembre de 2022

ALOPECÍA

  

   Eli Cuevas era la alumna más concentrada, respetuosa y la mejor en todas las materias. Sus boletines tenían tantos dieces que cegaban, tan autoexigente como si en ello le fuera la vida. Una maestra vio que a Eli se le veía el cuero cabelludo, como un kipá redondo, había pelos de ella en todas partes.

   Después empezaron las cejas a perder espesor y las pestañas se le quemaron por el estudio desaforado que continuaba en su casa. La Directora pidió una entrevista con la Sra Cuevas. Explicó la preocupación de los docentes que enseñaban a Eli, le sugirieron llevarla al médico

   —Por favor! Fue lo primero que hice, los estudios salieron excelentes, diez como sus boletines. Eli tiene calvicie que incrementará hasta carecer de pelo en todo el cuerpo. El padre estudió tres carreras en seis años y quedó calvo total.

   La Directora la miró, con cara de Directora:

   —Bueno Sra, pero a su marido le pueden decir “pelado”, no importa, él es hombre. Pero la niña tiene derecho a una peluca, implante de cejas y pestañas.

   Eli aceptó, a veces se ponía la peluca al revés, lo hizo por los otros, a ella no le interesaba el aspecto exterior, sólo tenía ansiedad por seguir estudiando. Hizo su secundario con notas sobresalientes. Entró en Medicina, se recibió en tiempo récord. Durante su Residencia curó y atendió a más de dos mil pacientes. Tomó distancia, luego de recibir su diploma.

   Se anotó en Letras, Filosofía y Derecho. Los profesores iban a escuchar sus exámenes, porque eran clases de conocimientos que los entusiasmaban. Llegó a los finales de las tres y le ofrecieron siete becas viajadas. Le quitarían espacio para estudiar Geología. Allí conoció a un hombre joven. Estudiaban juntos. Adquirieron la costumbre de hacer el amor luego de los libros. Se llamaba León.

   Sucedió algo fuera de lo previsto. Eli comenzó a tener malas notas y León superiores. Un fin de año, León le acarició la cabeza:

   —Qué lindo pelo tenés, ese corte jugado te va de diez.

   Ella sintió que no le estaba tomando el pelo, se tocó la cabeza y tenía pelo corto y espeso.

   En sucesivos exámenes. Para ella fracasos y para él éxitos, le llegaba el pelo a la cintura, las cejas espesas y las pestañas abanicos.

   No quiso estudiar más, se convirtió en una compradora compulsiva, iba de Shopping y compraba cosas innecesarias.

   Se convirtió, poco a poco, en una rubia tarada.

viernes, 2 de septiembre de 2022

A OJOS CERRADOS

 

   Estoy enervioso:

   ─Mami, quiero saber qué me van a regalar para mi cumpleaños.

   ─Niño lindo y bueno, tenés que tener paciencia.

   ─Sí, voy a tener la misma paciencia que vos tenés con papi, cuando llega tarde y lo reputeás, te tirás de los pelos y te encerrás en el dormitorio.

   ─Yo jamás digo malas palabras.

   ─Es mentira, te escucho cuando las decís y parecés fea y mala, te lo digo porque papi últimamente, duerme conmigo. Están separados aunque vivan juntos. Igual me gusta, porque me cuenta cuentos que terminan bien. Antes que termine yo me duermo.

   ─¡Por fin llegó tu cumple! Tenés muchos regalos, llegan hasta el techo. Vas a cerrar los ojos y vas a elegir.

   Me molestó cerrar los ojos, otros hacen trampa y parece que no ven, pero ven. Yo no.

   El primer regalo lo tanteé y era el más grande. Cuando lo abrí con sonrisa, no lo pude creer. Mis comisuras se fueron para abajo. Había un pijama con ositos, el uniforme del año que viene, zapatos de viejo y alpargatas desteñidas.

   ─¿A quién se le ocurrió este regalo? ─dije con ceño fruncido.

   ─Los compraron entre tus abuelos, tus tíos, papi y yo.

   Abrí otra caja, contenía muñecos astronautas, apretando un botón tiraban balas de juguete. Volaban y se daban órdenes con voz de radio. Tenían luces que llenaban el techo y las paredes con estrellas de todos los colores.

   ─¿Quién me hizo este regalo?

   ─Tu amiguita de al lado, sus padres están furiosos por gastarse todos sus ahorros en vos.

   Esa noche dormí con mis regalos, esa vez mi papi no vino conmigo. No hubiera cabido.

   El mejor regalo para mí, fue que a mami y papi que recontra reconciliaron. Por los ruidos que hacía su cama, me di cuenta y los aullidos de mami.  

jueves, 1 de septiembre de 2022

CARA A CARA

 

   —¿Vos pensás que con esto me alcanza para las compras del día? 

   Él arreglaba el nudo de su corbata y puso esmero. Hizo todo frente al espejo. No la escuchaba, en diez años de convivencia él decidió ausentarse de las protestas, exigencias o reproches.

   Sonó el teléfono, ella atendió, una voz edulcorada pidió comunicarse con él. Le pasó el tubo, decía:

   —Sí, sí, sí, en diez minutos estoy.

   —¿Quién era? 

   —La secretaria.

   Ella miró de sol rayo y preguntó por la señorita anterior.

   —Le dieron su retiro por edad avanzada ─tenía cincuenta años, más eficiente que una compu. Ella la conocía sólo por teléfono, pero se entendieron siempre, con respeto y bonhomía.

   La empresa decidió que el personal debía cambiar, gente joven, para dar una imagen nueva.

   Cuando calculó que él ya había llegado a su oficina, llamó de inmediato, atendió la secretaria edulcorante. Cuando él tomó el tubo repitió más de tres hola, hasta escuchar la voz de su mujer. Le decía que la plata le alcanzó para la mitad, él cortó y pidió que no le pasaran ninguna llamada. Cuando entró, taconeando fuerte, con dos bolsitas del súper, la vio: calzas rojas, rubia teñida, con una voz de mariposa cazadora, no tenía más de veinte años. El marido quedó sorprendido por la visita de fuego, antes que le pidiera nada, le advirtió que no tenía un centavo. Ella se fue, no sin antes sacarle la lengua a la señorita buscona.

   Ni bien abrió la puerta de su casa, sonó el teléfono, escuchó a su marido con voz confundida:

   —Me despidieron, querida.

   —¿Por qué razón? ─preguntó ella con voz derrotada.

   —Quieren gente joven en los cargos jerárquicos. Dicen que mi edad es avanzada.

   Comieron en silencio, fideos sin queso y dos mandarinas. Agua de la canilla. Él apoyó la mano en la mesa, ella depositó la suya por encima. Sonó el teléfono:

   —Señor, lo llamamos de la empresa, necesitamos entrenar a la gente nueva, le abonaríamos la mitad de lo que percibía.

   Él cortó y su mujer lo desenchufó.