martes, 31 de marzo de 2020

HUÉSPED


   Trabajaba en la Embajada de India, se encargaba de recibir a personajes rutilantes y presentarlos a las altas esferas, que negociaban con India.
    Caminaba por los jardines con las manos tomadas atrás, se preguntaba quién era él y el por qué de trabajar en ese lugar. Era tratado con respeto y a una distancia que no le permitía opinar de lo que todavía no sabía, porque no se lo hacían saber.  
   En definitiva un sirviente del poder y sus secretos. Su costumbre diaria era caminar aquél jardín, ese día escuchó cómo alguien se reía sola, terminado el laberinto pudo ver una mujer muy joven que se hamacaba tan alto y no podía salir de aquel enredo de rosas blancas.
   Él la socorrió y trató que las rosas no la lastimaran. Ella, como si no hubiera pasado, le agradeció y se hincó, con un sari de seda desgarrado y puntitas de sangre que respetaron su cara. Cuando se hincó con las palmas juntas, para saludar, perdió el equilibrio y fue a dar al medio de su pecho.  
   Apareció el Padre de la joven y amenazó con su despido, él lo tranquilizó contando lo que en realidad había sucedido. Luego de observarlo con minucia: —Por sus palabras y su andar aristocrático, estoy frente a un noble. Dejo en sus manos mi divina hija y mi sueño será tranquilo.
   Había una habitación de huéspedes. Abrí la puerta, prendí las luces y luego entró ella. El viejo tenía razón, apreté otro botón y paredes, techo y piso, se cubrieron de espejos. La Princesa, era Princesa y nadie me dijo.
   —¿No me podrás quitar las espinas, que si no el sueño no va a venir?
   Lo más práctico fueron mis dientes, se las quité junto con lo que quedaba del sari. No sé si se hacía la dormida o se durmió de verdad.
   Yo, por si acaso, me la cojí, nuca tuve la oportunidad de cojerme una Princesa. Hice uso de todos los espejos, aquel cuerpo perfecto lo merecía. Era tan flexible que yo la ponía en las posturas que se me antojaban, ella respondía a los avatares con gemidos eternos.
   Cuando por fin se durmió, la cubrí con cuatro pañuelos de seda. Me retiraba y escuché su voz: 
—No te vayas, te quiero contar un sueño que tuve, parecía verdadero, ojalá que siempre tuviera esos sueños. ¿Querés empezar de nuevo?

lunes, 30 de marzo de 2020

AMBULATORIA


   La Señora de al lado fue a visitar a su hermana, por dos noches. Yo ando sonámbula, camino por cualquier lado, cuando quiero abrir la puerta de abajo, me olvidé la llave. Mientras sonambuleo, me pasan estas cosas.
   El Marido de la Señora que se fue, dejó la puerta entornada, me metí en un living, parecía mío. Entré al dormitorio y mi Marido roncaba:
   —¿No tenés ganas de hacer otra cosa conmigo, en vez de roncar?
   Con los ojos cerrados me dijo: —¿No fuiste a lo de tu hermana? ¿No tengo derecho a dormir dos  días solo? ¿Sabés lo que podés hacer? ¡Andate a la concha de tu hermana!
   (Lunfardo callejero y en ocasiones marital.) Preferí no entender, yo no tengo hermana y ese tipo grosero, es de otra tribu.
   Me metí en mi casa y lo desperté a Prudencio, con besitos en todo su gordo cuerpo, por fin sucedió. ¡Todo el tiempo que le lleva! Y después es tan poco sutil, tan explícito el gordo chancho. Hace veinte años que estamos juntos, me dio un feroz ataque de divorcio.
   A la mañana temprano fui a ver al Abogado, se calentó con mis descripciones y se me tiró encima, después de sentir aquel polvo sin placer, el placer fue cambiarle esta violación para acelerar mi divorcio. El boga quiso que le pagara también al Fiscal, que le iba a venir bien y al Juez no porque era puto.

domingo, 29 de marzo de 2020

NADIE ES DE GOMA


   —Roberto, te aviso, el Super es de 15hs a 16hs, la Dietética la consideran artículos suntuarios, pero podés comprar de 15hs a 16hs dos productos. ¡Encontré la Farmacia!, que te venden hoy guantes quirúrgicos y alcohol gel en píldoras. Abren de 15hs a 16hs. Pasé por el cajero y como eran casi las 16hs, empezó a sonar una sirena, tan alta, que se rajaron algunos frentes, era toque de queda, yo me fui enseguida, sin sacar nada. La sirena, dicen que el que no llega a las 16hs, será sancionado con 800 Euros y si no, va a parar a unos Campos de Concentración, copiados de planos del Führer.
   —¿Y vos qué hiciste? ¿Por qué no les gritaste como lo hacés conmigo?, o los hubieras puteado, como hago yo con vos. Sobre todo que vos tenés tu amante y lo vas a ver de 15hs a 16hs. No podés hacer eso, porque él no podrá mover ni el pito, además se tiene que quedar en su casa. Vos no debés olvidar que te vas a quedar con nosotros, hasta los noventa, capaz tendrás ochenta y nueve y aparece algo que nos salve a todos. A los hombres, las mujeres los convertirán en perritos y mandarán a la gente de toda la City, inclusive la Villa 31.
   Una cosa se descuelga de otra anterior, el cuento rescindió el contrato y el Escritor se queda mirando la pizza que tiene adelante. La mujer la pidió con urgencia, morían de hambre, tenía algunas cosillas para guardar en el freezer, carozos de aceituna, cáscara de queso.
   Nosotros la ponemos en el microonda y hay comida en nuestros platos. El ascensor se quedó y ella sola, con el Mandadero, esperando ayuda. El Mandadero dijo: —Nosotros le ayudamos y le cobramos de menos.
   El ascensor tuvo un giro extraño, quedó atascado entre cuatro paredes, se dobló y les dejó espacio para estar solos, abrazados comieron pizza. Cuando sus panzas se hincharon, cada cuerpo se pegó al otro. Ella levantó la pierna, él estaba con tantas ganas.
   Sucedió tantas veces, que terminaron por odiarse. La cámara de Seguridad, captó todo, hasta cuando el ascensor se estrelló abajo y murieron con las manos como garras.

sábado, 28 de marzo de 2020

REPITENCIA


   —Si no se corre le voy a decir al Policía.
   —Aunque sea por el miedo que tengo, déjeme estar a su lado.
   Se acercaron los de la cola de la farmacia y los que esperaban entrar al supermercado.
   Yo no le creo mucho a estas cosas, no sé si es una campaña para separarnos y no poder elegir hacer una manifestación, suspender una conferencia, no ir al cine o visitar al único amigo que tengo en Bs As, contarle cómo me fue en Italia, presentarle a mi Mujer alemana. Vinimos engripados y con fiebre alta, nos deben haber contagiado una mujer y un hombre que tosían todo el tiempo y entraron juntos al baño. Se empezó a mover el avión y eran ellos. Cuando salieron, el vuelo se serenó.
   Lo viajeros también tuvieron miedo, porque la gente de las distintas colas, se juntaban con movimientos desesperados. Los amantes del avión eran los últimos. Una voz mandataria, puso la mano en alto, estilo “Heil”, dijo: —Hasta aquí. Está el micro, vayan subiendo de a uno, apretados de a uno se quedan de pie, no hay asientos, traten de no pisar a los niños.
   El micro tenía las ventanas pintadas, nadie decía, el miedo paraliza, cerraron las puertas, era hermético el transporte. Coladores de viento, dispuestos en el techo, comenzaron a echar gas hasta dejar al pasaje envenenado, todos dejaron de respirar.  

viernes, 27 de marzo de 2020

ME VUELVO CADA DÍA MÁS LOCA


   Me tira el acolchado, se fuma un pucho en el patiecito. Sigo durmiendo y despierto sofocada, sí, dos acolchados es demasiado. No me habla, mejor, le tendría que contestar. No quiero que me ocupe el pensamiento. Hoy compramos los guantes quirúrgicos, algunos remedios psicofármacos. Es una salida la Farmacia. Otra diversión, ir al Super, para él es una tortura, hay que formar fila con un espacio de un metro. Es otra salida, me encuentro a los chicos del Café, nos decimos que nos extrañamos. Él saluda con la cabeza, después camina de memoria al Café que está en la esquina.
   —¿Sabés que está cerrado?, está todo cerrado.
   Y lo repite tres veces. Tomamos café en el departamento. Vivimos en planta baja, sacamos la mesita de la cocina y él estira sus piernas por debajo de la mesa, pensando que soy una pata.
   —Disculpá, no fue mi intención.
   Pide perdón, raro. De algún piso de arriba le tiran un pucho encendido en su taza de café. Grita: 
—¿Quién fue el hijo de puta que me tiró un pucho?
    Y le contestan: —Vos tenés que estar adentro de tu casa, no en tu miserable patio.
    Yo no lo vivo como un pozo de aire, pero miré hacia arriba y estaban las cabezas asomando en todos los ventanucos, debió ser para chusmear el afuera, en este caso el abajo. La gente está cansada, hastiada, indignada y con miedo. Por eso se vuelven locos y la locura les va en aumento. El edificio tiene tres vecinos con corona. En el Hospital no los aceptaron. Colapsan.
   Volvieron al departamento, pero les formaron una barrera humana, para no dejarlos entrar. Se sentaron en el cordón de la vereda, pasó la cana y se los llevó. Los dejaron en el medio del campo.

   Esta descripción la termino aquí, cuando termine, la termino.  

jueves, 26 de marzo de 2020

RESPETEMOS: TODOS ADENTRO


   Desperté de la siesta de tres horas. El mejor tiempo de la tarde, el sol que se filtra entre las hojas, tuvieron dos días de intensas lluvias, conmueven sus brillos, salgo por la ventana, no me gusta el slam de la puerta. Respiro profundo y el aire está limpio, el cielo es azul. Hace tres días que no pasa ningún auto, ni motos, ni bicicletas. Los pájaros aprovechan para componer sinfonías. Tampoco hay gente caminando por la calle. Puedo salir con mi pijama de agujeros. Todas las persianas están cerradas.
   Qué libertad andar por el medio de la calle, con los brazos abiertos y cantando las canciones que me vengan a la memoria, son tantas que sus principios tienen el final de otras. Me envolví en el sauce de la plaza que yo misma planté, hace veintitrés años. Mientras subía al mástil de la bandera, vi un auto de la Policía, estacionado. Debían hacer rondas para que nadie saliera de sus casas. Los cuatro tenían los gorros apoyados en la cara y se roncaban todo. En lo único que estuve de acuerdo con ellos, tanto silencio hacía dormir. Hasta los perros dejaron de ladrar.
   Seguí caminando y tardé en darme cuenta que levitaba. Descubrí en la lejanía un punto rojo, venía en mi dirección. Llegó a mi lado y haciendo juego con el silencio, me hizo propuestas poco felices, tomé impulso y le volé por encima. Me metí en el arroyo, tenía una corriente suave y transparente, no era hondo, me acosté boca arriba y mirando el cielo, hice pis. Fue un olvido de tanta nada, llena de todo. Me levanté sin esfuerzo, entré a mi casa por la ventana, encontré la cama y la compu, me informaba de tanta muerte, que puse Netflix y miré una película, con final feliz. Me sonó tan desafinado que tiré mi compu al arroyo, viendo cómo se perdía, en una boca de tormenta.

miércoles, 25 de marzo de 2020

PÁGINAS


   —Sr Editor, usted se ha comunicado conmigo, la única que todavía le envía borradores de novelas.
   —Sí, reconocí su voz, su nombre es Lucrecia Lucer, si mal no recuerdo.
   Siempre recuerda mal, está choto el viejo, dije mal, es un viejo choto.
   —Esta vez cada novela posee sus exigencias, hay delicias de niños, hombres solos, pornografía explícita, porno sin explicitar, Maestros incomprendidos, Sacerdotes, gente con dotes. Me quedé sin voz ¿Qué le parecen?
   El Viejo se tiró un pedo incontinente y continental.
   —No le puedo decir qué me parecen, me informa los temas, pero no me trajo las novelas.
   Mi olvido fue imperdonable, dispuse mis novelas en cajas de zapatos, a la semana me comuniqué: —Habla Lucrecia Lucer, acomodé mis libros, ya se los acerco.
   —Lucrecia, recuerde las prevenciones, déjelos a dos metros de la persiana. No olvide los guantes quirúrgicos, el alcohol gel y el barbijo.
   Me pareció exagerado, pero los viejos chotos son así.
   Los Agentes del Orden me detuvieron, dos veces. Deshicieron las cajas, leyeron todas las novelas y me dejaron ir. Cuando llegué, el Editor me esperaba tras una valla y un largavistas.
   —Ponga la primer novela en el atril y dé vuelta las hojas, es obvio que no tocaré nada, aunque el olor a queso habla mal de sus pies.
   Algunos le resultaron exitantes: —Cómo cambió, Lucrecia, éste lo voy a editar en la contratapa del Diario de la Editorial.
   Le pregunté: —¿Pero la novela completa no tendrá espacio?
   Me contestó —La página que más me exitó, es la del amante que le pasa lengua por todo el cuerpo. El lector, busca eso. Después tiene algunos hallazgos, pero cuesta darse cuenta dónde se encuentran, el lector lee de corrido y no se pondrá a buscar los “hallazgos”, pero las páginas semiporno, las leerán hasta en el baño.
   El Editor no entiende nada, hay otras novelas mías que parecen escritas por una erudita.
   —Rechazo su oferta, devuelva mis novelas, déjelas a tres metros de mi escritorio, en el balcón.
   Me llenó de asombro, arrancó todas las hojas de índole porno, viejo pajero. Llamé y atendió su Mujer: —Mire, Srta Lucrecia Lucer, mi Marido se encuentra con sus manuscritos en el baño. Le lleva tiempo lo suyo. Puede llamarlo dentro de tres horas, tal vez lo encuentre.

martes, 24 de marzo de 2020

ALIAS


   Mis dos hijos van a venir, soy el padre, me ocupé de ellos. Les pasaba para que no les falte, la atorrante de mi mujer sabía, pero nunca dijo nada. El trabajo me lo consiguió un taura, que era su amante. Fui un gil con suerte. Hacía los traslados de los centros de La Plata.
   Me tuvieron confianza y me ascendieron, llegué a comandar grupos de tareas de primera línea. Decían que cualquier complicación había que consultar al Ruso. Ese era mi nombre en el trabajo, el Ruso. Nunca le hice asco a nada. Nadie dejó de cantar conmigo. Yo me la creí y aceptaba el miedo ajeno como condecoraciones. No sé cuántos fueron, pero me dejaban de cama. Prefería jóvenes, los viejos no resistían nada. Después de siete años me jubilé. Había buchones y tuve miedo.
   Vivía en La Pampa, andaba hecho un maricón, lloraba en los atardeceres. Allí también era el Ruso, pero distinto. Vinieron dos tipos atildados en un auto moderno, que manejaba un chofer con cara de guarda el hilo. Uno bajó y preguntó si yo era Pedro Rudenko. Me quedé frío, parecía que preguntaban por otro tipo y como un boludo dije que sí. Era un nombre viejo, me pareció ajeno. Bueno, fui con ellos, me hicieron un juicio con acusaciones que yo ni recordaba. Y a cada rato decían: —Pedro Rudenko, alias el Ruso.
   En un momento miré, a ver si estaban mis hijos. Pero no, ninguno de los dos.

lunes, 23 de marzo de 2020

LA CONFESIÓN


   —In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti, dime, qué pecados te acogen para acercarte hasta aquí.
   A este cura le falta un tornillo.
   —Primero y principal, a mí no me coge nadie, vine por lo contrario, me estoy cogiendo a la hija de mi Jefe, está buenísima la pendeja. Hay veces que el Viejo se va con el camión para hacer el reparto. El otro día me pidió que le cuidara la menor: “¿No me podés hacer lo mismo que a mi hermana?”.  Yo que soy respetuoso de la edad de la inocencia, la cogí con los ojos cerrados, porque es igual al Viejo. En otra ronda de repartos: “¿Me cuidás las nenas?, tengo miedo que se queden solitas y algún degenerado las viole.” Cuando quedaron las dos nenas, mientras se la metía a una, la otra decía: “Largala que ahora me toca a mí.” Hasta que se hizo de noche y el Padre no aparecía. Seguí con la tarea de cuidarlas, tenían energía por ser pendejas, hasta que no caí desmayado no la cortaban. El Padre nos encontró dormidos en el patio: “¿Qué hiciste pedófilo infame?, las chicas están sin sus bombachitas.” Inventé algo: “Las pobres, tanto tiempo solas, tenían olor a pescado en los calzones, yo se los lavé, por si no está usted enterado, suelo tener mucho respeto por los chicos, vaya nomás.” No tuve más que decir. “¿Qué castigo merezco señor Cura y ¡cómo puedo paliar esto!?”
   Quedó callado un instante y usó la sutileza sacrosanta:
   —En su lugar, pensaría que si el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, yo me hago la cirugía.

domingo, 22 de marzo de 2020

ESCENOGRAFÍA


   Lo compré en una calle cortada, había todos objetos disparatados y uno que me llamó la atención: —¿Cuánto cuesta el inodoro?
   —Es una gran oportunidad, viene con la carga pintada entre rosa y sepia con querubines de alitas, mirando hacia abajo, para traer suerte al que depusiera. El fondo con querubines alados. Arriba pende una cadena de bronce que finaliza en un picaporte circular de porcelana francesa.
   Saqué mi billetera pensando cómo quedaría en mi nuevo baño.
   —Son cien pesos.-Me dijo-.
   Pareció tan poco, que tuve un ataque de piedad y le pagué mil quinientos. En cuanto lo puse en el baño, comencé la instalación. Tenía una bañera con patas de cóndor. El baño era un cubo de vidrio cubierto de enredaderas.
   Fue una pena que mi Mujer, se fuera sin avisar, quién sabe dónde. Justo que había terminado el jacuzzi de madera, en el centro del jardín. Mejor, como decía mi Abuelo, “No te cases, querido, que las mujeres sólo dan para disgustos”.
   Cuando terminé de desayunar, corrí al baño como suelo hacer de costumbre, cuando la tripa hace ruido. Es mejor estar sentado, en el lugar que corresponde. Apoyé mis asentaderas y el inodoro se abrió con mi peso. Por reflejo, tiré de la cadena, la carga cayó sobre mi cabeza y la cadena rodeaba el cuello. Después sentí que me diluía.
   —Por favor, soy la encargada de la casa número 611, sobre la calle Bolsonaro, entre Putín y Trump.
   Un hombre tan bueno, no tenía enemigos. Yo lo contuve cuando su Mujer lo abandonó. Él me requería para hacerme un regalito, yo lo aceptaba. Se encerraba en su escritorio y me decía: 
—Hacemos un rapidito, me da empuje para trabajar.
   Tocan muchos timbres.
   —Recibimos su llamado, córrase, acá está el cadáver.
   Tres grandotes de uniforme, cuchicheaban entre ellos, cada tanto me miraban. Dos jóvenes de civil ponían no sé qué cosas en bolsitas que luego hermetizaban. En el segundo cajón del escritorio, encontraron un forro usado, con su contenido reciente.
   Me tomaron de las manos, yo supuse que era para tranquilizarme. Me equivoqué.
   —Vos sos la primera sospechosa.
   Me pusieron las esposas y entré al interrogatorio. Salí sobreseída.
   La carga tuvo la culpa, junto a los querubines alados, que lograron escapar.

sábado, 21 de marzo de 2020

MORFEO



   Debe hacer más de un mes que no duermo, ni de noche ni de día. Nunca me llama nadie, tampoco hago algo para que suceda lo contrario. Anoche se cayó el teléfono y se enredaron todos los cables, se partió por la mitad, lo tiré a la basura y me quité un peso de encima.
   Ni salgo a la calle, me tiene saturada el clásico saludo urbano reiterativo y falaz: —¿Qué tal, todo bien?
   Y la respuesta que no espera respuesta: —Sí, todo bien!
   Todo bien, las pelotas, está todo mal, doloroso, vacío, sin trabajo ni comida. Mi insomnio se casó conmigo, yo que me pensaba soltera, por fin encontré un amigo imaginario que me acompaña a tomar té con galletitas, mi único alimento. Al Banco tengo que ir, para poder comprar té y galletitas. Es mi única salida, me disfrazo de otra persona para no tener que saludar a gente, con la que no tengo absolutamente nada que ver.
   Siento piedad por los demás, todos tan solos como yo. Tal vez les pase igual, tal vez el insomnio sea un fenómeno mundial, tal vez somos todos unos hijos de puta y Dios nos está castigando. Como decía mi Abuela, y estoy casi segura, porque la pobre no dormía nunca y se sentía culpable, porque pensaba que Dios no existía.

viernes, 20 de marzo de 2020

HUMANO VIRUS


   —No, Señora, no puede pasar con él.
   Yo sentí que la gorda estaba gozosa de mandar en algo.
   —Es mi Marido, tenemos alcohol gel de pies a cabeza, no usamos barbijo porque es una burrada y siempre hemos caminado a un metro de distancia, o dos. Yo no le hablo, él tampoco, ¿existe la microgota de flügge entre nosotros?
   Me dio tanta bronca la gorda, que pasé igual. En el Supermercado, otra cola e íbamos pasando de a uno, a mí no me dejaron porque así era la prevención.
   En la Dietética pasó igual, nosotros somos respetuosos pero no idiotas.
   El día anterior fuimos al Banco, con obligación de barbijo. Aquí todos son burros sin solución. Hacer la demostración del alcohol gel en la limpieza de manos. Conservar esa distancia que obliga a meterte en tu casa y no salir más. Cuando llego a la ventanilla, me dicen que la Supervivencia todavía no estaba.
   Mientras el tipo explicaba, como en un viejo programa de Gasalla:  “¡Atrás! ¡Atrás!”
   —Vos, gordo de mierda, tenés ganas que te la metan por atrás, puto.
   Me fui caminando como soldado furioso y una vieja me dice: —No sabe qué contenta estoy, que le haya dicho gordo de mierda y puto al Gerente. Encima mi hija me contó que es puto. Usted no se haga problema, igual a la Supervivencia, nos van a considerar personas fuera de servicio. Yo pienso venir la próxima vez y me voy a cagar encima, total, los viejos tienen incontinencia. Si quiere, venimos juntas y les cagamos todo el Banco, acá tengo una pastillita, tómela por la noche, nos encontramos y van a tener que limpiar todo el piso de mierda. ¡Alá, Alá!
   Las personas no andan bien, juntaron mierda del piso y la arrojaban a la cara de los Cajeros.
   Había un hombre de campo, con un hacha en la mano, subió al despacho del Gerente y lo degolló. Rodó la cabeza por la escalera, en dulce montón los perjudicados le hicieron piquete de ojos al rufián.    

jueves, 19 de marzo de 2020

ALCOHOL GEL


   —Mirá, Dieguito, nos tuvimos que divorciar.
   El Niño siguió con el aparato de los jueguitos.
   —¡Qué triste! , pero Acordate que gritaban tanto, no podía ni mirar tele y menos invitar algún amigo. Armé mi carpa en el fondo, para poder dormir, ahora me mudo aquí y jugamos a algo.
   Está llorando, no debe tener ganas del aparato de los jueguitos.
   —Sabés que te requiero, Dieguito, pero tengo un novio y te lo quiero presentar.
   Es joven mi Mami, un novio la va a poner contenta. Mi Viejo no me importa, anda con su Secretaria, fea y vieja, eso dijo Mamá.
   No tengo ganas de conocer al novio, tiene mal gusto mi pobre Mami, sino, no se habría casado con Papá. Tengo que hacer el esfuerzo y que me lo presente, a ver de qué va.
   Los estoy viendo por el agujerito mirador de la puerta, no alcanzo, voy a poner una silla.
   Empezamos mal, abrieron y me tiraron al piso.
   El novio no usa corbata, lleva una remera de los Beatles. ¡Usa rastas!, hasta ahora todo bien. Me saluda: —¡Hola, Amigo!, oia, tenés aquí un juego de video, mi preferido, vamos a jugar ya. ¿Querés?
   Le fui a preguntar a Mami si podía jugar.
    —Sí, podés, pero mantené una distancia y Decile que se pase  alcohol gel. Un ratito, después le tengo que dar Clase.
   Me pareció que maltrataba al nuevo novio, no me gustó y se lo dije.
   —Pará un poco, Dieguito, ése no es mi nuevo novio, es un Alumno, la Facu cerró, le voy a dar clases aquí, él lo pidió.
   Ya me parecía, era demasiado cool para ser su novio.

miércoles, 18 de marzo de 2020

MONARQUÍA


   —No es justo, Oliver, agachamos el lomo desde los siete, no nos mandaron al colegio, no hicimos el secundario, ni hablar de facultad. No viajamos. ¡No conocemos el mar! Y los noes son infinitos.
   Tiene razón, tenemos callos en los hombros, arando con caballo nos dejaron la espalda encorvada, como Cesáreo el viejo, que caminaba contando hormigas, la frente casi le tocaba el suelo y aró la tierra hasta el último día de su vida.
   —¿Qué podemos hacer, Join? No quiero que Papá nos dé latigazos y Mamá nos encierre tres días en el cobertizo.
   Se abrazó al caballo leal, trabajador y longevo.
   —Tampoco es justo lo que hacen con nosotros, Oliver, tenemos que volar de este infierno, como las golondrinas en otoño. Primero vamos al Pueblo, allí no nos conoce nadie, nunca fuimos. Por necesidad y urgencia compramos dos panes bien grandes y una pata de jamón crudo, sin pagar, la vamos feteando, caminando despacio llegaremos al Río Grande, después vemos.
   Se les terminó la comida, mucho antes de llegar a su objetivo. Había carteles, pero como eran analfabetos no entendían. Miraban las flechas indicadoras que provenían de un círculo. Oliver y Join eligieron la misma dirección, el paisaje los atrajo, caminos sinuosos que parecían indicarles lugares mágicos, vertientes que caían de piedras escalonadas y se perdían en el Río Grande, justo el que ellos buscaban. Pudieron tomar agua transparente y mucho más rica que la bomba de agua en su casa.
   Una noche de tormenta y lluvia, ambos se abrazaron y pensaron que les llegaba la muerte, el barro tapaba hasta la cintura y resultó imposible seguir caminando, era una ciénaga con olor a osamenta. En los peores momentos siempre aparece algo o alguien, que los pudiera rescatar. Un anciano de barba blanca, que le llegaba hasta el ombligo, se hizo presente.
   —Buen hombre, somos Oliver y Join, ¿sería para usted posible sacarnos del lodazal?
   El hombre dividió en dos su barba, dándole forma de soga marinera, arrojó una punta a cada uno y los dejó en un espacio de césped acolchonado. Join le preguntó: —¿Cómo podemos agradecer lo que hizo por nosotros?
   El Anciano peinó su barba con las manos y le nacieron dos brillantes en sus ojos escondidos, bajo las cejas. Vino corriendo hacia él una mujer que debió haber sido muy bella, tenía ojos de esmeralda y nariz de gancho que le sostenía el mentón. El Anciano, para que siguiera joven y le fuera fiel, le realizó ese trabajo en su cara.
     —Chicos, lo mejor que podrían hacer es trabajar la tierra, pero no como sus Padres, sino con tractores y trilladoras con sendos asientos. Son cinco mil hectáreas, para sembrar soja, maíz, girasol, lino y alfalfa. No les llevará mucho tiempo, podrán verlas crecer desde mi templo saudita. No me presenté, soy el Rey Midas y mi mujer la Reina Sin Medidas.
   Oliver y Join estuvieron de acuerdo, pero mientras el Rey Midas les contaba las tareas, se sintieron agotados. Al día siguiente comenzaron, no podían creer la facilidad con que trabajaban de ese modo. Los rindes fueron cuantiosos. Los alimentaban como a Príncipes y dormían en camas mullidas y edredones irlandeses.
   El Rey Midas los invitó a ver desde el techo del Palacio Saudita, cómo todo lo que él tocaba, se convertía en oro. El maíz, los girasoles, eran esplendorosos.
    El Rey les regaló la mitad de su oro, para que le dieran el destino que quisieran.

martes, 17 de marzo de 2020

SALVAN VIDAS Y DIVIERTEN


   Estaba bajando, tiraba para adentro, parecía que me quería llevar. Soy buena nadadora, pero el mar estaba indignado, daba cachetazos, no me dejaba respirar, quería mi rendición y llegué al knock out. Vinieron tres bañeros, a ellos también los quería tragar, pero tienen unos brazos que parecen remos. Uno me agarró del cuello y los otros no sé de dónde pero me salvaron la vida. En la última rompiente, uno dijo: —Además de quedarte sin oxígeno, el mar te arrancó la malla.
   —Y, entre los tres la cubrimos, hay mucha gente.
   Yo no podía ni hablar pero la vergüenza me hizo rogar.
   —Aunque sea usen las manos, no quiero salir desnuda.
   Se peleaban por cubrirme, uno me abrazaba las tetas, otro me tapó el pubis angelical y depilado, el tercero usó las dos manos para mis glúteos redondos, altos de nacimiento. Recordé que para mis quince, les pedí a mis viejos de regalo, que me dejaran operar las tetas, no dijeron nada, pero me obsequiaron un curso de dos años de idioma chino. Cuando llegamos a la playa me desmayé. Uno me mandaba aire por la boca, otro me apretaba el pecho con las manos cruzadas y el tercero cubrió el resto con una lona que él sostenía y el viento la levantaba. Puso la cabeza entre mis piernas, apoyado en la lona.
   Largué un chorro por la boca, como una ballena. Calcularon que mi cuerpo guardaba cinco litros de agua. El envión de aquel chorro, dejó a los tres sobre la arena.
   La gente que miraba arrobada mi desnudez, tapaba los ojos de los niños, hasta que por fin les grité: —¡¡Váyanse todos, voyeristas degenerados!!
   No sé si fueron mis ganas de matarlos, pero no quedó nadie en la playa. Los tres bañeros sí, claro. A mí con uno me bastaba, con dos, mar dudoso, con tres, mar peligroso. Pero a mí me gusta el peligro. Después hicimos una fogata nocturna. Se nos fue la hipotermia, por tanta degustación.
   Antes de dormir, juramos que esta aventura, quedaría en el rincón de los secretos.

lunes, 16 de marzo de 2020

UN AMOR FURTIVO


   Elegimos una canoa con dos remos bipala, yo iba adelante y detrás Pompi. Salimos de Regatas y tomamos por un arroyo que antes de llegar al río tenía un canal de buques petroleros. Su profundidad era de unos cincuenta metros, tomando hacia la izquierda se sorteaba el canal y seguimos por el río calma chicha.
   El cielo se pobló de nubes negras y comenzó a lloviznar, Pompi se asustó, soltó su remo y se agarraba de mí.
   —¿Por qué no te sentás y te agarrás del borde?
   Con angustia me gritaba en el oído: —¡Nos vamos a ahogar!
   —Pompi, sacá una pierna y métela en el agua.
   Le llegaba a la rodilla. Sacó la otra y me empujaba hasta que dio vuelta la canoa. El oleaje aumentó, ahora nos llegaba a la cintura.
   —No te asustes, la podemos dar vuelta.
   Le empezó a circular su única neurona y ella sola la revirtió. Me recordó a su Madre, que murió de aftosa, una especie de Brigitte Bardot de agobiante sensualidad. El Marido siempre estaba en el sur. Ella fue una vez a visitarlo y allí se contagió, una muerte de perros.
   Los amigos de Pompi salíamos a bailar y aparecía la Madre hacia el final, con un vestido infartante con la mirada sobre mí, con sutileza, estaba su hija presente.
   Yendo por una ruta, con un brazo afuera tratando de aprisionar el aire, un auto se le llevó el brazo derecho, siendo ella diestra. Aprendió a manejarse con el izquierdo, con tanta destreza que pintaba, tenía un tendedero en la casa donde vivían. Usaba una escalera porque la actividad era compleja.
    Llegué preguntando por Pompi, me abrió agitada y me pidió ayuda.
    —¿Vos me podés tener la escalera?, es culpa de mi Marido, que para lo único que viene es para dejar una tonelada de ropa. ¿Podés creer que dice que se la lave yo? Después vuelve al sur, sin nada de lo que ves.
   Mientras subía la escalera, le alcanzaba los broches, ella se reía con ese tono cristalino de loba en primavera.
   —¿Me ayudás a bajar?
   Yo extendí mi mano y le tomé la cintura, ella se pegó a mí, temblando de miedo. Cuando llegó al piso, me agradeció con un beso ambiguo, yo con toda libertad, le apreté el pecho contra mi cuerpo.
   —Vamos a llenarnos de sexualidad, pero no quiero que nos enamoremos, robaríamos lo esencial.
   Hacía lo que ella quisiera.
   Cuando sucedió el episodio de la canoa y la tormenta, yo sentí esa patética cobardía de Pompi. Era el opuesto a su Madre que era audaz, ella hubiera nadado hasta Regatas. Me dieron ganas de ver en Pompi algo de su Madre, en la mirada, en esa boca gordita, en esos ojos ansiosos. Pero la hija no reunía esos imposibles. Se fue alejando de a poco.
   Ahora navegaba solo y parecía que los sauces me acariciaban como el pelo de aquella mujer que no puedo olvidar.

domingo, 15 de marzo de 2020

TARTANA


   —Volviste de Italia, ¡nada menos!, con tos, con gripe y con fiebre. Y no querés consultar con nadie, hacete un hisopado, quedate internada, sos una desconsiderada de mierda. Formás parte de la deshumanización que se expande más que el coronavirus.
   —Pero Mamá, estoy curada, no me tires pálidas, quiero ver a mi novio, nos íbamos a encontrar allá y no lo dejaron entrar, pero él sí se pudo escapar.
   No entiende nada, el mundo globalizado tiene un virus sin solución, está muriendo mucha gente y el pánico paraliza y nos vuelve tan idiotas que no somos capaces de exigir a nuestras autoridades mafiocráticas que provean de alcohol gel, mascarillas, llenar de afiches las paredes, con advertencias para protegernos. ¿O acaso se creen que la vida es para hacer de la muerte otro negociado robando nuestro dinero?
   —Me vas a hacer llorar y eso no soluciona nada. Los diarios, internet y la tele, llenan sus páginas de miedo, salvo algunos esclarecidos como vos, que sos tan genial, que vas a tomar un avión privado, en la pista privada, de un campo privado y hacer un aterrizaje en otro campo de Bologna. Vos no tenés ningún derecho a reprocharme nada. Te metés en un negocio idiota. Hacerte socia de un mafioso, que va a construir tartanas con motor fuera de borda y velas de sedas de nylon, para vender a burgueses de mierda y así sigue el cordón del desprecio de unos sobre otros. Por las valijas me doy cuenta que te vas, pero a mí no me importa, porque yo me voy a otro lado, me ofrecí para que me inocularan, un experimento que promueve un tal vez. Mamá, te vi desde que nací, ahora no te quiero ver más.

sábado, 14 de marzo de 2020

MENOS ES MÁS


   El mar crece unos milímetros o centímetros por año. Esta isla la compré. Es amesetada y de piedra, entregué mi confianza, amo que el mar rodee lo que veo, es un universo personal. Hay baobabs que generaron otros árboles antiguos de raíces profundas. Tengo un amigo que no es Arquitecto, pero es tan ingenioso, él lleva en su cabeza con qué elementos se puede construir una casa en cualquier lugar.
   —Vos contame qué tipo de casa querés.-Es mi amiga más excéntrica-.
   —Quiero que tenga un ambiente cerrado con una lucarna chica y otro que reciba el sol de las tardes de invierno. Me interesa un mangrullo sólido que a los ojos parezca liviano. Allí sería mi escritorio. ¿Qué te parece?
   Me miró como a una niña vieja.
   —¿Sabés Diana? lo vamos a pensar entre los dos, primero hay que dibujar, los materiales los traemos en un minibuque.
   Yo lo escuchaba con emoción por el proyecto de la casa, su entusiasmo y porque era tan lindo y fuerte que daban ganas de invitarlo a compartir la isla.
   Nos vamos a tentar como Adán y Eva, lo invito con su novia que dicen que es rara, pero a Fito lo quiere hasta la muerte. Cerrado el problema.
   Llegó el final de obra después de dos años. Elegí el despojo en la decoración, una cama de Malasia, el diván de cuando ejercía y el escritorio de mi Padre. El resto de almohadones de países que visité.
   Un día llegaron Fito y su mujer, Nati. Fumamos lo mejor que he probado y unos tragos nos dieron vuelta.
   Nati se fue a dormir al mangrullo, mientras nosotros dormimos abajo y nos fuimos al carajo.
   Después de una semana: —Diana, tenemos que hablar, desde que vivo con Fito, nunca me sucedió lo que está sucediendo. Me di cuenta sola. ¿Y ahora?
   La miré con desagrado: —Me parece que lo mejor que podés hacer es irte.  
   Cuando llegó el minibuque, Nati partió con su mochila y saludó de lejos, con desgano.
   Fito, con asombro, dijo: —Yo no sé por qué se fue, si estábamos lo más bien.
   Por suerte se me ocurrió: —Yo sí sé por qué, estaba celosa la imbécil, todo por algunas veces que nos acostamos.
   Fito miró la casa, las palmeras y a mí. —Si no te molesta, Diana, yo me quedo a vivir aquí, si estamos fenómeno.

viernes, 13 de marzo de 2020

A CAPOTE LE PASABA IGUAL


   Al lado de mi ventana, donde está mi cama, me despiertan los autos, las motos, los recolectores, los chicos que van a la Escuela, hablando con gritos, evacuando lo que sus padres discuten en su casa. Me tapo los oídos con almohadones, me pongo algodón en los oídos, con nada puedo tapar esos sonidos que me aturden. ¿Cómo detener una sirena policial, una ambulancia, las alarmas de las casas que se disparan con el viento?
   Hoy me voy al campo, mi Viejo siempre pide que lo acompañe y yo cautiva de horarios estipulados, obligaciones que resuelvo sin ganas. Me pasó a buscar con su boina de costado, sus ojos buenazazos y esas sonrisas de bienvenida. Le ayudaba a vacunar, allí aprendí a cambiar una rueda de tractor y a juntar las vacas al atardecer. A la noche salíamos a la galería y mirábamos el horizonte de la pampa y las estrellas, el manto de una imagen sin luces, que interrumpan la comunicación con la tierra.
   Cuando me voy a dormir, por fin existe el silencio absoluto. Al día siguiente no recuerdo mis sueños porque el viento del monte se los llevó quién sabe dónde.
   La siguiente semana me da un poco de escozor, cuando prende el motor de la heladera. El canto de las ramas que días atrás hamacaban el silencio, ahora me aturden. Yo nunca le mentí a mi Viejo: 
—Mirá, Papá, me voy porque extraño la ciudad.
   Se le borra la sonrisa, pero me abraza, como agradeciendo esos días que según él le regalé.
   Por fin duermo en mi cama y me gusta que sea con el ruido de las sirenas, si presto atención, los ruidos más lejanos y es una orquesta desafinada que aturde y completa la noche.
   Cuando escribo me acompaña y acelera mi birome que desplaza por un cuento, con tantas palabras nuevas, que me vuelven a aturdir.

jueves, 12 de marzo de 2020

FORGOT


   Laura olvidaba cerrar alguna perilla de la cocina, con una pava que hervía y apagaba mientras el gas inundaba el aire.
   Olvidaba mientras miraba un teleteatro, tejía de memoria un sweter,  no recordaba con qué punto había empezado y seguía con otro cualquiera.
   Planchaba sábanas mientras escuchaba discos de vinilo, le gustaba Vivaldi, le parecía sublime la Primavera, el Otoño le sonaba a hojas secas, el Invierno le recordaba a su Padre cortando leña. Se recostaba en su sillón y el olfato le señalaba que algo se quemaba, la sábana carbonizada.
   Olvidaba con una facilidad que rondaba el peligro. La hija decidió que viviera con ella y los chicos.
   Laura andaba por el departamento, conociendo rincones nuevos. Olvidaba que los retratos fueron pintados por ella misma, le parecían horribles, no decía nada para no ofender a la familia.
   Uno de sus nietos, que era noctámbulo, igual a su Abuela, hizo pis en sus pantuflas. Laura dijo en voz alta: —Pobrecito, el baño queda lejísimo, aunque tiene quince años.
   Su hija la escuchó. —Mamá, no le digas nada, es sonámbulo, mirá que yo deambulo de noche para ver adónde va, una vez durmió en el piso de abajo, sobre el felpudo de entrada, la gente bajaba por la mañana, todos indefectiblemente lo pisaban y ¿podés creer que el tipo seguía durmiendo como el mejor?
   A Laura le dio risa el comportamiento de su nieto. Desayunó con todos, les dijo, mirando al chico sonámbulo: —¿Saben que este estúpido mea y duerme en cualquier lado? Habría que echarlo de esta Escuela.
   Laura olvidaba que los chicos eran sus nietos y que donde estaban, no era la Escuela.

miércoles, 11 de marzo de 2020

UNA FAMILIA PECULIAR


   Piola, sobrino de Fray Luna, volvió de Australia, el Tío pensaba que llenaría de pecados la ciudad. Fue como un presentimiento. La mayor de sus sobrinas, Sebastiana, acosaba a Piola. Se le sentaba en la falda y mientras preguntaba por qué los canguros tenían bolsillos tan grandes.
   —Allí portan a sus hijitos y los protegen de peligros.
   Sebastiana le metía las manos en los bolsillos y con cara de ángel decía:
   —Es que hay muchos moscos, así me siento protegida, no me pican, pero me parece que tus bolsillos tienen los fondos rotos y se aprovechan del palo retráctil, ya van dos que te quieren picar. Oia!, tenés bolitas, mi hermano tiene bolones. Bueno, me bajo porque sin comerla ni beberla, abusás de mi inocencia. Yo te puedo hacer un juicio por esto, o contarle a mi Papá, que te va a romper la cara. No te preocupes, no lo haré. En algún punto me gustó.
   Fray Luna lo esperaba en el confesionario, Piola se puso de rodillas y se tapaba la cara: —Pedile a Dios que me perdone, tu preferida Sebastiana, abusó de mi confianza de Tío, parecía una putita entrenada. Yo no tengo pecados, a lo sumo una mentirilla para entretener el almuerzo, juro que después nada más. ¿Cuál será mi castigo?
   —Debes rezar un Padrenuestro, tres Avemaría y un rosario completo, de semillas secas. Tengo algo más que agregar, Sebastiana es una niña que vino a confesarse antes que vos y lo que me contó dista mucho de tu relato, dice que sos el culpable de lastimar su infancia, con perversiones que ella desconocía. Le di la absolución de culpa y cargo y la bendición del Señor.
   —¿Vos te acordás, Fray Luna, lo que me hacías cuando era chico y mis Padres no estaban? Me tocabas el culo mientras decías que lo hacías en nombre del Señor: “Quedate quietito que voy a dar una Misa privada, vos serás mi candelabro, poné el culito flojito, como si te pusieran un supositorio, la vela es delgada, entrará con facilidad”. Me pusiste boca abajo en el altar y antes, prendiste la vela. Te pusiste a rezar hasta que la vela terminó y vos seguías rezando, mientras se me quemaba el culo. Cuando te diste cuenta, me hiciste jurar que no le contaría a nadie, si no el Diablo, me vendría a buscar.

martes, 10 de marzo de 2020

ME GUSTA CUANDO DUDA


   Le expliqué que la Poesía era un género que detestaba.
   —Con una palabra encierran un enigma que les resulta propio jugo de soberbia.
   A esta mujer difícil y testaruda, no sé por qué no entiende una Poeta que reduce una situación complicada en un silencio gritado.
   —La Prosa tiene la propiedad de expandir como una estrella, múltiples luces, nos permite jugar con el idioma. No se puede decir que toda la Poesía es prescindible, usted lo debe saber mejor que yo. Oliverio Girondo fue un creador que supo decir y cualquier petimetre lo entiende. Roberto Arlt, Jacques Prévert y más. Cortázar no, es un ego con patas y si mi corazón no se conmueve, me ausenta. Es mi culpa, los Poetas de esta época, comprimen sus versos como un choque múltiple.
   Si ella no comprende que la Poesía moderna expresa lo que ve, oye, huele, sabe de sangre y besos sin destino. Metáforas perdidas en un sinfín.
   —Ud me mira la locura y a lo mejor le asegura un montón de ignorancia, que no es un desafío, es encontrar su tiempo perdido en una vieja que pretende escribir sin afrontar lo que se trata de plasmar, por no saber cuánto le falta o cuánto le queda, confundida en la obligación de leer o escribir.
   Bueno, al menos viene para aprender de mí, de los otros, rebuzna sin sigilo como los burros añosos.
   Ojalá que no escuche si no entiendo nada, me cuesta expresar cuando me duele el fracaso.  
   Si no se entiende no es.

lunes, 9 de marzo de 2020

LOS HERMANOS UNIDOS


   El Padre, amante de la Poesía, bautizó a sus cuatro hijos con nombres de Poetas, Rilke, Kayán, Mux y Neruda. En las casas de estudios de todos los niveles, eran acosados por sus nombres. Reían con malicia y los sometían a castigos internetianos.
   Se apellidaban Ángulo, pero sus compañeros preferían decirles Angulo. Les gustaba escribir poesía a los cuatro e intervenían en todos los concursos, Rilke Ángulo recibió una beca a Varsovia. Kayán Ángulo fue nombrado Cónsul en Ucrania. Mux Ángulo recibió las llaves de la Casa de La Cultura, en La Plata y Neruda Ángulo dictaba clases de Poesía en Angola.
    Se reunían todos con el Padre, a mitad de año, día del fallecimiento de su Madre. Hablaban murmurando sus extrañas aventuras. Al Padre le asombraba que siendo tan jóvenes, tuvieran el poder de fascinar a culturas diferentes.
   Kayán Ángulo evitaba en lo posible declarar su lugar de pertenencia. Argentina lo avergonzaba, los extranjeros sabían la historia de las Mafias permanentes, los Presidentes bufones y el Pueblo cabizbajo que aceptaba. Mux Ángulo, cerró por cuenta propia la Casa de La Cultura en La Plata y entregó las llaves al Ordenanza.
    Todos se casaron con mujeres dignas, cultas, pero una más fea que otra. Decían que lo hicieron para asegurar la fidelidad de sus esposas. Neruda y Rilke sufrieron al enterarse que sus mujeres eran más atorrantas que el Papa Pancho. Ambas, Profesoras de Secundarios prestigiosos, iniciaron en poesía y en sexo a todos sus alumnos. Los jóvenes quedaban destruidos cuando esas malabaristas del sexo y los Poetas, los cambiaban por otros alumnos sin uso.
   Seguían sus reuniones el día del recordatorio de su Madre, al que se agregó su Padre, que murió del virus de la corona. Los hermanos acordaron no asistir con sus esposas de siempre, las nuevas, las novias, amantes y los descendientes tampoco, para que tanta mezcla no produjera confusiones irreparables.
   Abandonaron la Poesía. Se quedaron a vivir en su País de origen, Argentina y lograron altos cargos corruptos. Esto fue a partir que abrieron sus puertas las Universidades llamadas: “Aprendizaje de la Corrupción”. Los hermanos lograron los puntajes más altos y el Decanato de dineros mal habidos, los fue nombrando Presidentes de la Nación, de acuerdo a las fechas de nacimiento. El País suspendió las Elecciones, por considerarlas un gasto innecesario.

domingo, 8 de marzo de 2020

CON ANESTESIA


   Trabajo para ella desde que era menor de edad. Corvala nació con una columna que se redondeaba desde las cervicales hasta las lumbares. Me pusieron de prepo para atender lo que Corvala demandara.
   —¡Pochola!, tengo ganas de comer helado y me gustaría que fuera de inmediato, andá, corré a tu máxima velocidad que es admirable, por cierto.
   Se metía el cucurucho en la boca entero y entero se lo tragaba. Yo le golpeaba la espalda porque se ahogaba. Corvala tenía una propiedad extraña. No sentía nada que se le apoyara en la zona, su anestesia era permanente. Fue el asombro y la curiosidad de los Médicos encargados del estado general de Corvala. En vano, porque aún con el crecimiento corporal su espalda continuaba anestesiada.
   —Pochola, bañame con agua tibia y prepará tres tohallones hirviendo para mi espalda.
   Tenía la columna con ampollas de agua, se lastimaba con frecuencia y exigía que la curara.
   —Pelá unos duraznos con banana, con gelatina de menta, apurate. No simules que estás cansada, porque anoche me leíste las obras completas de no sé quién. Cada vez que te dormías yo te pellizcaba finito los cachetes. Mirate en el espejo, Pochola, tenés manchitas de sangre. ¿Sabés que me dormí escuchando la monotonía de tu voz? Y desperté cuando dijiste en voz alta: “Fin”. Era entrada la mañana y te pedí unos mates para mí sola, me da asco tomar de la misma bombilla de una Sirvienta.
   Nunca tenía ganas de caminar, la sentaba en una silla de ruedas y empujaba su osamenta que pesaba cada día más. La paciencia, como la amistad, tienen fecha de vencimiento, las noches que Corvala me dejaba en paz imaginaba cómo zafar de aquella situación. Ahora la odiaba un poquito, necesitaba odiarla mucho más, si no se me ocurrían venganzas infantiles.
   —Pochola, vení, contame qué estás pensando, me dieron ganas de saber. ¿Te quedan energías para contarme? Sé que te dejo sin pilas y vos seguro pensás que te acoso. Te escucho, dale, pronto.
   Quedé muda como la curva de su espalda.
   —¿Sabés que me parece que te quiero como a una hermana, te odio como a una Madre y me molestás como una hija demandante, de sol a sol?, es todo lo que tengo que decir.
   Le pedí si al día siguiente podía ponerse en cuatro patas y así ordenar los libros de arriba de la biblioteca, la banqueta más alta que había en esa casa, era su espalda. Aceptó con alegría, había libros diferentes para que leyera por las noches.
   —Quiero que me cortes las uñas de las manos y de los pies. Dejá lo que estás haciendo y agarrá el alicate, Pochola, ¿por qué me mirás con esos ojos de dientes caninos?
   Ya se iba a enterar, le preparé una tarta de manzana mezclada con cuatro blisters de Kemoter.
   Espero que la ira vaya despacio, porque tengo premura. Duerme boca abajo, tiene la espalda descubierta, hace calor. Tomo la cuchilla por el mango y le atravieso hondo, de las cervicales hasta las lumbares. Me dice con la cabeza de costado: 
—Gracias Pochola por cubrirme, ahora tengo frío.  

sábado, 7 de marzo de 2020

LABERINTOS "G"


      Tomábamos el té una vez por mes en la casa de Selfi. Tenía tantos recortes ese lugar, que una puerta podía dar a cualquier lado con sorpresa. Por ejemplo, había un cuarto ovalado forrado de vidrios con peces y un sillón giratorio para apreciar las distintas especies. De nosotras, Selfi era la más joven, tenía sonrisa contagiosa y chismes inventados, monopolizaba los chismes.
   Rita era su mejor amiga y siendo vecinas, se reunían todos los días. Sus jardines no tenían divisiones, se discutieron los árboles, flores, las familias unieron esa comunidad vegetal. Una tarde de reunión, Nani pidió permiso para pasar al baño, ella sabía dónde quedaba, a pesar de aquel laberinto. Abrió la puerta y caminó hasta la bacha, la puerta cerró sola, se lavó las manos y retocó su maquillaje. Quiso salir, pero la puerta no abría, estaba encerrada, hizo todo lo posible, hasta pidió ayuda a los gritos, pero la música y las conversaciones no permitían escuchar su voz.
    El baño estaba forrado con tablas de madera. Por aburrimiento le pasó las manos a todo el revestimiento y casi muere de susto cuando abrió sola una puerta secreta, que daba a un escritorio, al girar, los libros quedaron en el baño y al otro lado, el revestimiento llegaba hasta un diván, era el Consultorio del Marido de Selfi, Psicólogo.
   José estaba dormido sobre sus brazos, apoyados en un centenario escritorio de palo de rosa, un rayo de sol de invierno iluminaba su cara y las manos pendiendo en papeles desordenados.
   Nani se acercó hasta José y quedó admirando la cabeza perfecta, el pelo que le brillaba y enmarcaba su rostro de niño viejo. Le dieron ganas de abrazarlo, aunque estuviera dormido. Tocó despacio su cabeza, le apoyó su pecho en la espalda. Parecía que José se calentaba por nada. La tomó de frente, no llegó al diván, la acostó en la alfombra, le tapó la boca y le hizo el amor, la estaba violando. Pero cuando él quitó la mano de su boca, ella le pasó la lengua a cada uno de sus dedos, los trasladó con mesura, ella guió la situación hasta el afamado punto “G”. A Nani le caían lágrimas de placer, mientras José la abandonó en un dejo de violencia y lavó sus manos con gel que dormía en un rincón del escritorio. Hubo tanto silencio entre los dos, José la condujo hasta la salida del baño y luego Nani escuchó cómo giraba la puerta trampa.
   Ella bajó sofocada, todas estaban cotorreando como gallinas, nadie le dio importancia a su ausencia. Selfi le ofreció un sillón, el más cómodo y como si tal, dijo: —Seguro que José te encantó, se cansó de Rita, ella no sabe. Lo podés hacer cuando quieras, no me molesta para nada, te recomiendo una vez por semana. José, pobre, no da para más. Por mí, no te sientas culpable, tu Marido me coje como nadie.

viernes, 6 de marzo de 2020

LAS OLAS Y YO


   No había nadie, gaviotas y la casilla del Guardavidas, que terminada la temporada quedaba vacía. Me acordé de Ceci y su práctico consejo: “Si te vas al mar, lo único que no debés olvidar es la malla, la bikini o la audacia de andar desnuda”.
   Cuando caminé en la arena escuché el mar que me decía: —Vení, vení, tratá de domarme, algunas olas que te conocen de antes, esperan detrás de la última rompiente.
   Es como los orgasmos, uno, dos y terminó. A mí me gusta despacio, meterme en el mar a paso lento, donde recién empiezan las olas nonatas: 
—La vamos a sorprender, nos juntamos y le pasamos por encima, ella se va a dar cuenta y se sentará en la arena para no recibir nuestra violencia repentina.
   Está picado y picante, supero las bellas dificultades y alcanzo la última rompiente, allí nado tranquila rumbo al horizonte. Descanso haciendo la plancha y sigo nadando hasta que no doy más. Allí hago otra plancha, me da tanto sueño que duermo. Escucho un silbato lejano y miro con sorpresa una línea de arena que señala mi lejanía.
   Nado hasta donde rompen las olas: —La vamos a ayudar, ella se lo ganó.
   Barrené y en tres veces ya estaba en arena firme. Caminé hasta la escalera vertical de la casilla del Guardavidas, me tiré en el colchón y no sé quién, me cubrió con una tohalla.
   Al siguiente día, tenía un termo con café caliente. Vi al Jeepón que se despedía. —Casi me olvido que estamos divorciados, chau. Acordate de cerrar la puertita.
   Yo sí me acordé que estaba divorciada y me alegró un montón saber que por fin, estaba sola.