El mar crece
unos milímetros o centímetros por año. Esta isla la compré. Es amesetada y de
piedra, entregué mi confianza, amo que el mar rodee lo que veo, es un universo
personal. Hay baobabs que generaron otros árboles antiguos de raíces profundas.
Tengo un amigo que no es Arquitecto, pero es tan ingenioso, él lleva en su
cabeza con qué elementos se puede construir una casa en cualquier lugar.
—Vos contame qué
tipo de casa querés.-Es mi amiga más
excéntrica-.
—Quiero que
tenga un ambiente cerrado con una lucarna chica y otro que reciba el sol de las
tardes de invierno. Me interesa un mangrullo sólido que a los ojos parezca
liviano. Allí sería mi escritorio. ¿Qué te parece?
Me miró como a
una niña vieja.
—¿Sabés Diana? lo
vamos a pensar entre los dos, primero hay que dibujar, los materiales los
traemos en un minibuque.
Yo lo escuchaba
con emoción por el proyecto de la casa, su entusiasmo y porque era tan lindo y
fuerte que daban ganas de invitarlo a compartir la isla.
Nos vamos a
tentar como Adán y Eva, lo invito con su novia que dicen que es rara, pero a
Fito lo quiere hasta la muerte. Cerrado el problema.
Llegó el final
de obra después de dos años. Elegí el despojo en la decoración, una cama de Malasia,
el diván de cuando ejercía y el escritorio de mi Padre. El resto de almohadones
de países que visité.
Un día llegaron
Fito y su mujer, Nati. Fumamos lo mejor que he probado y unos tragos nos dieron
vuelta.
Nati se fue a
dormir al mangrullo, mientras nosotros dormimos abajo y nos fuimos al carajo.
Después de una
semana: —Diana, tenemos que hablar, desde que vivo con Fito, nunca me sucedió
lo que está sucediendo. Me di cuenta sola. ¿Y ahora?
La miré con
desagrado: —Me parece que lo mejor que podés hacer es irte.
Cuando llegó el
minibuque, Nati partió con su mochila y saludó de lejos, con desgano.
Fito, con
asombro, dijo: —Yo no sé por qué se fue, si estábamos lo más bien.
Por suerte se me
ocurrió: —Yo sí sé por qué, estaba celosa la imbécil, todo por algunas veces
que nos acostamos.
Fito miró la
casa, las palmeras y a mí. —Si no te molesta, Diana, yo me quedo a vivir aquí,
si estamos fenómeno.

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